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Una digna referencia

martes, 11 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Euclides Jaramillo Arango no nació en Armenia pero aquí vive hace muchos años. Quiere a esta ciudad como su segunda patria chica, y si ella le ha dado honores, él le ha dispensado prestancia. Comprometido en acciones de noble empeño regional, todavía se recuerda su paso por Fenalco, el Comité de Cafeteros, la Universidad del Quindío –uno de sus fundadores y en la cual dicta cátedra–, Seguros Tequendama y tanta empresa menuda donde ha puesto su  entusiasmo y su vocación de servicio.

Estudio Derecho pero prefirió la literatura. De la ciencia jurídica aprendió a ser hombre de bien, y no perseveró en ella porque no tenía alma de pleiteador. Dice que apenas comenzando el recorrido descubrió que no sabía decir “no”.  Y agrega que si hubiera sido mujer, su reputación andaría por el suelo.

Su primer cargo como profesional del Derecho, en aquellos tiempos en que realmente el título valía, fue el de juez de Santuario de Caldas, pueblo  solariego y reclinado en el filo de una montaña. «Allí –dice él–, enfrentado con dificultades idiomáticas, nació en mí el amor por lo nativo, lo nacional, lo sencillo».

Se me ocurre que allí se descubrió como folclorólogo, una aptitud que llevaba en el alma y que habría de fomentar en el trato con la gente sencilla y en su recorrido por los textos. Hoy es una autoridad del país en esa materia.

No todos conocen esa faceta suya, acaso por haberse acostumbrado a su presencia descomplicada por las calles de Armenia. Se contagió de campo en estas fértiles praderas del Quindío, donde asimiló el alma noble del campesino. Con ese germen en su propio espíritu, ha hecho brotar páginas de entrañable entonación, sencillas y eruditas -como es él–, y le ha dado honor a la región.

Cuando en el país se habla de Euclides Jaramillo Arango, de inmediato se le asocia con Armenia, como la re­ferencia natural de alguien que, desde la provincia, es fabricante de cultura colombiana. Quiere él los sím­bolos patrios que otros ni siquiera advierten, y que lo mismo se encuentran en la vereda que va borrando el tiempo, o en el camino que ya no escucha las coplas de antaño, que en la ciudad veloz, esta Armenia de impre­sionante evolución, vivida por él como su cuna sentimental y su patria entrañable.

Ha podido ser novelista de alta proyección. Se con­formó con una sola novela, Un campesino sin regre­so. Novela de honda penetración en la violencia colombiana y que algún día volverá a conquistar su justo lugar en las letras.

Ahora, cuando el Gobierno departamental anuncia que este año entregará a Euclides Jaramillo Arango la Medalla del Mérito Artístico y Literario, hay que comentar que no puede ser más acertada esa decisión. La tie­rra que Euclides ha enaltecido a través de su obra y su vida ejemplares, lo premia a él como el hijo beneméri­to que siempre ha sido.

La Patria, Manizales, 10-X-1980.

 

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