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Escritores que merecen imprenta

martes, 11 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Es más fácil y menos expuesto buscar editor para el muerto que para el vivo. La razón es bien simple: los muertos ya no sienten celos ni envidias. Además, las obras de los muertos adquieren sentido diferente. Si valen la pena, se acrecienta su valor con el paso de los años; de lo contrario, quedan enterradas en el olvido.

En el caso de Eduardo Arias Suárez, su novela Bajo la luna negra, mantenida inédita desde hace cincuenta años, no pereció a pesar de que el autor murió hace veintiún años. El Comité de Cafeteros del Quindío se apersonó de este proyecto que había fracasado en otras manos, y demostró su identidad con los escritores de la región.

Hay que proseguir en el Quindío la labor de rescatar las obras olvidadas. No sé qué persona o entidad se encargará de publicar los Cuentos heteróclitos de Eduardo Arias Suárez, los que, inéditos también, están en poder de la viuda, señora Susana Muñoz de Arias. El depart­amento, creo yo, debería hacerlo, y reimprimir además los otros libros de este autor: Cuentos espirituales, Ortigas de pasión y Envejecer.

Quiero ocuparme ahora, así sea brevemente y sin perjuicio de continuar insistiendo en otras oportunidades, de dos ponderados escritores del Quindío que hace mucho tiempo piden imprenta. Uno de ellos es Jaime Buitrago  Cardona, autor de tres libros de inspiración social y que en su tiempo tuvo alta figuración en las letras nacionales. Estos libros, enfocados hacia problemas del hombre, se titulan La tierra es del indio (laureado en 1950), Pescadores del Magdalena y Hom­bres transplantados.

Antonio Cardona Jaramillo, el célebre Antocar, muerto en 1965, dejó abundante producción que permanece olvidada en los nuevos tiempos. Fue pro­sista original, ameno, expresivo, y formidable cuen­tista. Sus narraciones saben a montaña, a pueblo, a Quindío, y fueron trabajadas con lenguaje vigoroso y auténtico. Muchos de sus cuentos fueron recogidos en suplementos literarios y suelen encontrarse en li­bros de literatura, pero poca gente sabe hoy de quién se trata.

Sólo publicó el libro de cuentos Cordillera. Esta obra acredita la valía del autor. Quedaron inéditos El barracón de Quigua (novela); El amor, el corazón y los pueblos (ensayos); Juanito el soñador (cuentos infantiles), y Barbasco (cuentos).

Hay, pues, un panorama grande con estos cultores de la literatura quindiana de quienes muy pocos se acuerdan. A pesar de la indiferencia de los tiempos seguirán siendo maestros de las letras, no importa que pretenda tenérseles olvidados. Las obras valen por sí solas, y por lo general tienen más valor muchos años después de escritas y de muertos sus autores.

Recuerdo una frase que dice: «No lea solamente best sellers. Lea también buenos libros”. Se dice que los buenos libros son aquellos que tienen muchos años de haber sido escritos.

Creo yo más en los muertos, sin dejar de ig­norar que también hay escritores muy vivos.

La Patria, Manizales, 1-XI-1980.

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