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Ave, Ancízar

martes, 1 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Aprendió política por equivocación. Cuando estudiaba abogacía en la Universidad Javeriana se proponía ser litigante de prestigio. Nunca  barón de la política. Su primer cargo de importancia, al­calde de Armenia, lo hizo variar de rumbo. Fue el trampolín que lo lanzó a las posiciones más destacadas de su comarca.

Líder de la campaña que consiguió la independencia administrativa del Quindío, fue el primer gobernador del de­partamento. Ya para entonces había sido concejal, diputado, representante a la Cámara, embajador, senador de la Re­pública. Y había actuado como promotor de campañas cívicas, en las que mostraba claras condiciones de caudillo.

Poco a poco fue aglutinando su fuerza política y cada vez llegaba más lejos. Un día se quedó como jefe indiscutible del liberalismo quindiano y desde entonces maneja un electorado que le ha permi­tido mantener su imperio polí­tico. Cuando en el Quindío se habla del Cacique, ya se sabe a quién se refiere. Es lo mismo que decir Cacica en el Cesar. Ninguno de ellos lo interpreta como término despectivo, sino como título de honor.

Es el hombre más influyente en la vida del Quindío. Se le critica por el demasiado poder que ejerce, a veces absoluto, pero se le respeta como hombre batallador. Dentro de su propio partido han surgido discre­pancias alrededor de su nom­bre, pero él, un zorro de la po­lítica —al igual que su jefe Turbay—, logra más tarde salir victorioso.

Tal vez su mayor derrota ha sido la pérdida por voto popular de la alcaldía de Armenia, de­bate en el que el ancizarismo descendió verticalmente. Al­gunos creyeron que se había producido la caída del monarca. Y a los pocos meses, todavía vivas las heridas del fracaso, Ancízar da un salto sorpresivo: es elegido presidente del Se­nado.

Se dice en el Quindío que Ancízar López López nunca pierde. Su llegada a tan alta posición es el resultado de larga espera y probada veteranía. Su comarca se siente contenta con el triunfo. Es el político que ha trabajado con mayor tenacidad y eficacia por el progreso de su tierra. Es el quindiano que más se nota en el país. Otros paisanos suyos, que han accedido a ministerios y posiciones notables, se han engrandecido en las alturas y han  terminado desentendiéndose de la comarca.

Ojalá que este Cacique de carrera, que corona una larga etapa de servicios, contribuya ahora, desde la presidencia Senado, a rescatar la imagen que ha dejado perder la institución.

El Espectador, Bogotá, 4-VIII-1988.

 

 

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