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Correos de Méjico

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Por creerlo de interés para los lectores de esta colum­na, extracto en seguida el contenido de algunos correos que me llegan de Méjico. La escritora Carmen de la Fuente publica en Excelsior la nota que titula La ingratitud humana:

“A un año de su deceso, permanece, sin deterioro alguno, la imagen del poeta Germán Pardo García en el acervo de la memoria: de estatura mediana, piel lechosa, facciones finas, ojos con la acuidad de los zafiros. Caballero celoso de su pulcritud en los más mínimos detalles y sin embargo austero, humilde (…)

“Vino a México, por primera vez, en 1931, atraído por el recuerdo del poeta Carlos Pellicer, quien fuera por breve tiempo su compañero de la cátedra de Griego del  profesor Francisco María Rengifo, en un instituto de Colombia; luego, en 1940, se establece definitivamente en esta ciudad para concluir una obra  que culmina con la publicación de más de 30 libros de poesía y la fundación de Nivel. De 1940 a 1991 transcurren 50 años de constante servicio a la cultura de México. En sus funerales sólo estuvimos sus amigos más íntimos (…)

«Pero no sólo somos culpables de ingratitud los mexicanos: Gabriel Gar­cía Márquez y Álvaro Mutis jamás se preocuparon por el destino de su cote­rráneo, como tampoco de reivindicar, con su verbo, la poesía de Porfirio Barba Jacob, por muchos menospreciada. ¿Qué pasa en América? ¿Acaso heredamos de la España de todos los tiempos la envidia, el egoísmo, hacia toda creación que no sea la nuestra? Mientras tanto, recordemos a un poeta como Germán, dueño de facultades podero­sas, capaz de comprender el lenguaje de la naturaleza, de conmoverse y solidari­zarse con el dolor y las grandes causas humanas, de escuchar las voces secre­tas del inframundo y al mismo tiempo conversar con las estrellas».

* * *

Luis D. Salem, también columnista de Excelsior, escribe lo si­guiente como consecuencia de su reciente visita a Colombia:

«Dos ciudades –Ibagué y Choachí– se disputan la posesión de sus cenizas. Ibagué, porque el poeta nació allí el 19 de julio de 1902, y Choachí porque a dicho lugar fue llevado en pañales. En esta última ciudad Pardo García pasó su niñez y su adolescencia. Cabe afir­mar que don Germán dejó en sus libros claras muestras de afecto a Choachí (…).

«En la plaza principal de Choachí acaba de levantarse la Casa de la Cultura Germán Pardo García. Un her­moso edificio en cuyo interior hay sala de conferencias y de lectura, biblioteca y un museo donde se colocarán algunos objetos que fueron propiedad del poeta, ejemplares de sus 38 libros, periódicos y revistas que de él se ocuparon y los 304 ejemplares de la revista Nivel. También se proyecta levantar una estatua al tamaño natural del ilustre escri­tor en la plaza central. Como si lo anterior fuera poco, se nos dijo que en el tramo de la carretera que de Bogotá va a Choachí se plantarán árboles diversos, cada uno de ellos dedicado a un amigo del poeta, entre estos, Belisario Betancur, Otto Morales Benítez, Gustavo Páez Escobar y otros (…)

«En Ibagué llama la atención el colegio Germán Pardo García. En frente del edificio, el nombre del poeta en amplios caracteres. Raro sí que las cenizas de don Germán fueran colocadas en Ibagué, en un pabellón donde reposan los restos mortales de religiosos ilustres. Esto es raro ya que el poeta dejó en el prólogo de su libro Apolo Pankrátor testimonio de su anticlericalismo. ¿Por qué sus cenizas fueron a tal lugar? ¿Ironía, ignorancia de quienes allí lo depositaron?».

El Espectador, Bogotá, 14-XII-1992

 

 

 

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