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Bernardo Nieto Quijano

martes, 15 de febrero de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Hace seis décadas conocí en La Dorada, Caldas, a Bernardo Nieto Quijano, y desde entonces nos unió entrañable amistad. Nació en Líbano, Tolima, territorio azotado por la violencia, circunstancia que llevó a su familia a desplazarse a La Dorada, joven y floreciente población que crecía en la ribera del río Magdalena. Hoy es el segundo municipio ganadero del país, después de Montería, y el segundo más importante de Caldas, después de Manizales.

Concluido su bachillerato en Líbano, Bernardo acudió a la Universidad de Cartagena para solicitar su ingreso a la carrera de odontología. Como tímido provinciano, se sentía inseguro de ser admitido en ese plantel histórico. Cuando fue a enterarse de los resultados, comenzó a leer la lista de atrás hacia adelante, esperando encontrarse, si bien le iba, en los últimos puestos. Avanzó varios renglones, y como por ninguna parte aparecía su nombre, se dijo que había sido rechazado. Sin embargo, siguió leyendo, ya con la esperanza rota, hasta que con la natural perplejidad se encontró… en el primer puesto. Años después, con la tesis laureada, obtenía con honores el grado de odontólogo en dicha universidad.

Por aquella época yo trabajaba en La Dorada, en el sector financiero, y luego me trasladé a Cartagena, donde permanecí dos años antes de volver a Bogotá. Mi reencuentro con Bernardo en la Ciudad Heroica estrechó nuestra  fraternal amistad de toda la vida. En una Semana Santa, me invitó a que hiciéramos un viaje por el Magdalena Medio, hasta llegar a Caracolicito. Nos embarcamos en semejante aventura sin reparar en nada distinto a que íbamos a encontrarnos con un territorio alucinante.

Éramos jóvenes y visionarios, hecho que explica el entusiasmo y el arrojo con que afrontamos los riesgos y los misterios de aquel recorrido cargado de ansiedad y aventura. Y nos deslizamos horas y horas por los ríos torrentosos, bajo los soles tórridos, el bramido de la selva y la infernal invasión de mosquitos que todavía me conmueven el recuerdo. Realizamos la travesía en cinco o seis etapas, hasta que ya finalizando el día y muertos de hambre y cansancio entramos triunfantes a nuestro destino épico: ¡Caracolicito!

Bernardo fue de los primeros odontólogos en llegar a La Dorada, hacia el año 1969.

Sobresalió por su don de gentes, su deferencia humana y exquisita personalidad. La sonrisa y el humor fueron signos vitales de su carácter. El sentido de pertenencia le hizo ganar el aprecio de la gente. No solo sobresalió en su campo profesional, sino que se vinculó a diversas empresas cívicas, médicas, culturales y educativas que propendían al progreso de la ciudad. Y se convirtió en líder de la comunidad.

Fue socio fundador del gimnasio Palma Real, donde actuó como gerente varios años; fundó el jardín infantil Pequeños Exploradores en asocio de su hija María Isabel; inició en una abandonada casa inglesa el Museo Histórico y Cultural de La Dorada, y prestó sus servicios de odontólogo en la base aérea de Palanquero, hospital regional y otras entidades.

Ese fue Bernardo Nieto Quijano, hombre de acción, de principios y altos ideales. Cuando Beatriz, su fiel esposa y entusiasta aliada de todos sus programas, me contó  la enfermedad paralizante que comenzaba a debilitarlo, me sentí abrumado. Hoy  he querido evocar su imagen a través de nuestro alegre viaje por el Magdalena Medio, cuando éramos jóvenes y osados. Es esta una manera de dulcificar la vida y engrandecer el recuerdo.

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El Espectador, Bogotá, 12-II-2022.
Eje 21, Manizales, 8 y 11-II-2022.
La Crónica del Quindío, 13-II-2022.

Comentarios 

Me llegó al alma este hermoso homenaje a mi esposo. Beatriz Arango de Nieto, La Dorada.

Me hiciste llorar de alegría. Qué bello escrito. Con esas palabras me embarqué en ese viaje en compañía de papá. María Isabel Nieto Arango, La Dorada.

Acabo de leer con verdadero placer tu página dedicada al recuerdo del amigo doctor Bernardo Nieto Quijano. Es un elogio a la amistad, una exaltación al tiempo compartido, un recuerdo de aventuras juveniles. No hay forma de borrar de la memoria tantos años de fraternidad y afecto. Amistades como estas nos acompañan toda la vida y son muy pocas las que permanecen nítidas, vivas, y alumbran sin nubarrones la existencia. Maravilloso relato. Inés Blanco, Bogotá.

Esta nota me ha parecido un bello homenaje, grata y dulce manera de dulcificar una noticia amarga, que es de esas que lo aplastan a uno por completo. Preciosa la evocación, más preciosa la aventura por el Magdalena Medio. La disfrutaste cuando ambos eran jóvenes y cuando el Magdalena era ese gran río, inmenso, lleno de cocodrilos que tomaban el sol a las orillas. Tuve la infinita suerte, siendo muy chiquita, de que mis papás me llevaran en el buque David Arango desde La Dorada hasta Bocas de Ceniza. Diana López de Zumaya (colombiana residente en Méjico).

Juan el ermitaño

martes, 16 de febrero de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

César Montoya Ocampo falleció en Pereira el 3 de mayo de 2019, a la edad de 89 años. Tres años atrás había publicado el libro autobiográfico Memorias de Juan el ermitaño. Suena extraño el apelativo de ermitaño –o sea, persona que vive en soledad– cuando en su vida pública estuvo siempre rodeado de gente entusiasta que admiraba sus dotes como gran orador, renombrado penalista y brillante hombre de letras.

Seis meses antes de su deceso recibí de él un amable mensaje en torno a mi nuevo  libro, la novela Jirones de niebla, y recuerdo además la sustanciosa conversación que tuvimos años atrás en un homenaje que se rindió a su colega penalista y también escritor Horacio Gómez Aristizábal. Con esto quiero señalar que con César Montoya Ocampo mantuve buena sintonía intelectual, si bien nuestros encuentros personales no eran frecuentes.

Nació en Aranzazu, Caldas, y tuvo una niñez marcada por la estrechez económica. En sus memorias recuerda que tenía que hacer un largo recorrido a pie limpio para llegar a la escuela rural donde estudiaba sus primeras letras. Es el mismo caso de Belisario Betancur en Amagá. Al igual que él, fue seminarista obligado, destino que no los convenció. En Salamina, pueblo cercano a Aranzazu y que se ha distinguido por su clima cultural, cursó el bachillerato. Comenzó a estudiar jurisprudencia en la Universidad de Caldas, y en Bogotá ingresó al Externado de Colombia.

De vuelta en su tierra nativa, descubrió su vocación por la política. Llamó la atención de los líderes locales por su inteligencia, apostura y facilidad de expresión. Algún día pronunció un repentino discurso que causó sensación y le hizo ganar aplausos. En ese momento comenzaba su carrera en la política. Al paso de los años sería figura relevante en la región, al lado de personajes como Silvio Villegas, José Restrepo Restrepo, Fernando Londoño Londoño, Gilberto Alzate Avendaño –su ídolo–, Hernán Jaramillo Ocampo, Omar Yepes Alzate, Rodrigo Marín Bernal… La plana mayor de la intelectualidad caldense.

Para llegar a ese nivel prominente había tenido que sufrir desprecios y rechazos por su origen humilde. A todo se sobrepuso. En su mente palpitaba la idea de que las cosas importantes se consiguen con paciencia, aptitud y mérito, y hacia esa dirección enfocó su capacidad y entusiasmo para conquistar la excelencia. A medida que subía escalones, todo se iba limando. Después, sería el brillante tribuno que llenaba las salas con su palabra fulgurante y su profunda erudición humanística.

En medio de bohemias vivificantes, de su amor por el tango, la milonga y la música del alma, y dueño de una progresiva y sólida sabiduría adquirida en lecturas sin límite, aprendió a ser grande. Se hizo maestro de la palabra. Siguió la escuela del grecolatinismo, escribió 7 libros e innumerables columnas de prensa, pronunció discursos magistrales. En el 2010  se residenció en Pereira por asuntos de salud,  y allí vivió la temporada final de reposo, aislamiento del mundanal ruido y reflexión filosófica ante el declinar de la vida.

A ese estado de soledad llegó después de haber disfrutado de grandes honores en la vida pública: concejal de varios municipios, diputado, magistrado del Tribunal Superior, representante a la Cámara, embajador en Bolivia, contralor de Bogotá. Le faltaron 2 votos para ser contralor general de la república. En sus memorias se advierten muchas soledades. Mucha nostalgia. Por eso, escogió para su libro la figura emblemática de Juan el ermitaño. Con él se fue el último grecolatino que quedaba.   

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El Espectador, Bogotá, 13-II-2021. Eje 21, Manizales, 12-II-2021. La Crónica del Quindío, Armenia, 14-II-2021. El Caldense, Aranzazu, 3-V-2022.

Comentarios 

Muy buena y merecida recordación del gran César. Sin lugar a dudas, nuestro último grecolatino. Faltaron dos datos importantes: fue director nacional de Instrucción Nacional y, acaso en 1995, fue votado como el abogado penalista más destacado de Colombia. Augusto León Restrepo, Bogotá.

Por algo escribió «Memorias de Juan el ermitaño». Según cuentas, estuvo en retiro en Pereira y sacó a la luz su verdadero sentir emocional; hay soledades que no se notan, por apariencias de las personas que las padecen y demuestran ante los demás una cara y una actitud diferente. Alguna falencia lo atormentó, un amor frustrado, una nostalgia ancestral, en fin, vaya uno a saberlo. Inés Blanco, Bogotá.

El “leopardo” legendario

martes, 19 de enero de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Hacia 1920 hizo su aparición en el escenario nacional una asociación de protesta contra la política imperante y los dignatarios de su propio partido, el Conservador, grupo que estaba formado por cinco aguerridos y elocuentes jóvenes nacidos entre 1900 y 1903: Augusto Ramírez Moreno, José Camacho Carreño, Silvio Villegas, Eliseo Arango y Joaquín Fidalgo Hermida –quien se retiró al poco tiempo–. Ramírez Moreno bautizó el movimiento con el rótulo de “Los leopardos”, en alusión a un circo llegado aquellos días a Bogotá, y con el argumento de que el apelativo debía significar “un nombre de guerra, algo que dé la sensación de agilidad, de fiereza, algo carnicero como los leopardos”.

De ahí en adelante se sintió la garra de estos intrépidos luchadores que gracias a su inteligencia y valentía, a la agudeza de sus ideas y el brillo y vigor de su oratoria estremecieron la opinión pública y marcaron una época en la vida política y literaria del país. Célebres fueron los debates que adelantaron contra Laureano Gómez y su poder avasallante, lo mismo que contra prestantes figuras nacionales.

Quien más sobresalió en esas lides al mismo tiempo fogosas y estelares fue José Camacho Carreño, nacido en Bucaramanga el 18 de marzo de 1903. Debido a su actuación fulgurante en el ámbito parlamentario y en los estrados judiciales fue denominado el príncipe de la elocuencia colombiana.

Hace muchos años Vicente Pérez Silva me habló por primera vez de su devoción por Camacho Carreño y de su interés por escribir un libro sobre él. Con el correr del tiempo acumuló abundante y valioso material para forjar dicha idea. Este archivo lo fue incrementando en un álbum de tamaño oficio y color azul purísimo –enseña política de los “leopardos”– que superó las 240 páginas, en el que recogía recortes de prensa, fotografías, cartas, comentarios y otros testimonios de inestimable valor. Tuve la oportunidad de conocer este tesoro en la refinada biblioteca de mi amigo, y de paso acrecentar mi propia admiración por el “leopardo” legendario.

Comenta Pérez Silva que su entusiasmo por Camacho Carreño nació en los días de su adolescencia, cuando adquirió en su tierra nariñense un libro sobre el personaje, en cuya segunda página anotó debajo de su firma: 2 de abril de 1947. Han pasado desde entonces 73 años. En 1952, Manuel Serrano Blanco, eminente escritor y orador santandereano, envió a Pérez Silva una carta que este le había pedido a propósito del libro que adelantaba sobre el “santo de su devoción”, como ha llamado a su ídolo. Corrieron los días y los días sin que el texto viera la luz pública. Cuando le preguntaba por él, me contestaba que le faltaba el último hervor.

Este libro, que presenta una certera semblanza sobre el ilustre hijo de la comarca santandereana, acaba de publicarse en los talleres de Armando Serna Giraldo, en Medellín, y lleva por título José Camacho Carreño. Un “leopardo” de leyenda. En él se encuentra incluida la carta de Manuel Serrano Blanco que ha permanecido inédita durante 68 años, la que hace un enfoque preciso sobre la personalidad de su colega y paisano.

Aparte de resaltar esta noticia, quiero señalar el largo camino que ha recorrido el  proceso bibliográfico hasta hacerse realidad con ocasión de los 80 años de la muerte del hoy desconocido “leopardo”, quien falleció ahogado en Puerto Colombia, Atlántico, el 2 de junio de 1940. Toda su vida fue una cadena de adversidades en medio de sus resonantes triunfos oratorios.

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El Espectador, Bogotá, 16-I-2021.
Eje 21, Manizales, 15-I-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 17-I-2021.

Comentarios 

Había leído algo acerca de «Los leopardos», pero la verdad, ignoro mucho sobre ellos. Desconocía todo sobre José Camacho Carreño y tu artículo me dio pie para consultar por internet algo sobre su vida. Tú, como siempre, sacando a la luz personajes y valores que son desconocidos para la mayoría, pero con méritos suficientes para figurar y ser reconocidos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Interesantísima historia. Vicente Pérez Silva se lleva un hit con esta publicación. Tan acucioso siempre y profundo investigador para hacer que sus libros se conviertan en verdaderas joyas literarias. Es un tesoro en razón de los rasgos que describes del personaje José Camacho Carreño, quien fallece, como cuentas, trágicamente a la temprana edad de 37 años y quien alcanzó sin duda un destacado camino por la oratoria y la literatura. Inés Blanco, Bogotá.

Muchas gracias por la nota informativa sobre el libro del “leopardo”. Vicente Pérez Silva es una garantía cuando investiga y da sus opiniones. He pedido a mi librero de Medellín que me lo consiga para leerlo con interés. Estudiando a Bernardo Arias Trujillo descubrí su amistad con Camacho Carreño cuando el uno hacía parte de la Delación que negociaba límites con el Perú y el “leopardo” ejercía de diplomático en Buenos Aires. Es a través de Camacho que Bernardo logra hacer la primera edición con seudónimo de Por los caminos de Sodoma en la Argentina. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

A mi padre muchas veces le oí hablar de “los leopardos”. Ahora, en tu escrito, encuentro las bases del interés y razón de mi papá por dichos personajes. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.   

Honor a César Hoyos Salazar

miércoles, 28 de octubre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Corría el año 1969. Han pasado 51 años desde el día que llegué a Armenia y conocí a César Hoyos Salazar como secretario de Gobierno del municipio. Había terminado en la Universidad Nacional sus estudios en Derecho y Ciencias Políticas, y le faltaba obtener el grado al interponerse su compromiso con el alcalde de la ciudad, quien lo motivó para que le prestara ese servicio a su tierra.

No era usual que un joven de 23 años ocupara la segunda posición del municipio, hecho que demuestra la competencia que ya era evidente en su personalidad. Lo recuerdo como persona afable y caballerosa y que además poseía fino sentido del humor. La faceta del humor la exhibía en reunión de amigos con unas cuantas actuaciones jocosas que nos hacían desternillar de la risa, entre ellas la genial imitación del famoso culebrero de las plazas de mercado.

En 1970 se fue para Bogotá a preparar la tesis. Yo le había propuesto que una vez obtenido el título fuera el abogado del banco. En 1971, en viaje que hice a Bogotá, lo encontré de repente en una oficina de correos en la que iba a franquear un paquete de sobres: era la participación a familiares y amigos de su título profesional. Buscó mi sobre y lo puso en mis propias manos. Allí mismo cerramos el proyecto de su ingreso al banco, y de esta manera conté con su valioso concurso en los cobros por la vía judicial.

Bien pronto comenzó a sobresalir en diversas actividades. Fue director de Fenalco y Comfenalco, profesor de la Universidad del Quindío y de La Gran Colombia y decano de la facultad de Derecho de esta última. Cuando me ausenté de Armenia en 1983, era el jurista más prestigioso de la ciudad.

Fue alcalde de Armenia en 1990, posición en la que ejerció una tarea ejemplar, tanto en el manejo económico como en la moralidad pública. Para la primera diligencia que realizó en Bogotá le fue girado el cheque por los gastos de representación, y a su regreso presentó los comprobantes por lo que en realidad había gastado, y el resto lo reintegró a la tesorería municipal. Hecho insólito y único en el país, que hizo resaltar el espíritu moralista con que manejaría su administración.

Cuando su secretario de Obras Públicas provocó un escándalo al llevarse las volquetas del municipio para una construcción particular, y por ese hecho presentó renuncia del cargo, en lugar de aceptársela, como suele ocurrir, lo destituyó en forma fulminante.

En Bogotá desempeñó el cargo de director jurídico de la Federación Nacional de Cafeteros. Luego llegó al Consejo de Estado, y al poco tiempo ocupó la presidencia de la Sala de Consulta. Y más tarde, la presidencia de la corporación. En suma, una carrera en constante ascenso, guiada por el estudio y el trabajo, la moral, la ética y la eficiencia. Ya en la vida privada, fue árbitro de la Cámara de Comercio de Bogotá durante 10 años. A su regreso al Quindío se dedicó a escribir una serie de reseñas biográficas de gente importante de la región, las que merecen editarse en un libro auspiciado, ojalá, por el municipio u otra entidad.

Como reconocimiento a su vida ejemplar y productiva acaba de serle otorgado el Cordón de los Fundadores, la máxima presea regional con que se exalta el mérito de quienes contribuyen al progreso de la ciudad. Aplaudimos esta justa decisión.

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El Espectador, Bogotá, 24-X-2020.
Eje 21, Manizales, 23-X-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 25-X-2020.

Comentarios 

Quiero decirte que has hecho una formidable semblanza de César, incluso con datos que desconocía. Hace poco, por la radio, me preguntaron acerca de él a propósito de la condecoración, y dije: «Basta contar un breve episodio de su vida y lo demás es una deducción de la audiencia», y narré el caso de la devolución de los viáticos que confirmas en esta columna. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

Bella nota sobre el eximio amigo común César Hoyos Salazar, un señor de los pocos que aún existen. Gabriel Echeverri González, Armenia.

Excelente y muy justiciera nota con un noble y grande amigo. Alpher Rojas, Bogotá.

Un ser humano de tan elevadas cualidades es digno de exaltación. Personas de ese talante, hoy por hoy, ni mandadas a hacer. Inés Blanco, Bogotá.

El drama del jardín quindiano

jueves, 23 de julio de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El Quindío todo es un jardín. La presencia de las flores viene desde tiempos remotos y  continúa en las delicadas manos femeninas que las consienten como una insignia de la región. Así, surgieron clubes de jardinería en los municipios empeñados en hacer de ellas un encanto de los paisajes y un embeleso de la vida. Recuerdo en Armenia la famosa floristería Ardeflor, de Argelia Palacio, quien con su talento artístico y su donaire femenino hizo sobresalir su nombre en la ciudad.

Testimonio de esta tradición es el Jardín Botánico del Quindío, creado en 1979 por el exalcalde de Armenia Alberto Gómez Mejía y abierto al público en diciembre del 2000. Aparte de ser el jardín más importante de la región, es uno de los principales de Colombia. Además, Gómez Mejía preside desde 1996 la Red Nacional de Jardines.

Antes de propagarse el coronavirus, el jardín era visitado por un promedio de 5.000 personas cada mes. Esto permitía atender la nómina de 31 empleados y los otros gastos, con un costo entre 35 y 40 millones de pesos. Desde que irrumpió la pandemia, nadie visita las instalaciones y todos los ingresos se derrumbaron, ya que no recibe ningún patrocinio oficial o privado.

Frente a este panorama desolador, Gómez Mejía eleva su voz de alarma para mostrar la dramática realidad y pedir ayuda para que no naufrague el barco. Ha tocado en muchas puertas. Acudió a los bancos, y como no existe flujo de dinero, la respuesta ha sido negativa. Así son los bancos. Ante el apremio que no da espera, se vio precisado a utilizar en Calarcá el crédito extrabancario.

En síntesis, una cadena de adversidades. Pero él no pierde la esperanza de encontrar  los caminos salvadores. Con el optimismo que lo anima –y le aplaudimos como ejemplo edificante para los colombianos en estos días de borrasca–, lucha como un titán para no despedir a ningún empleado. “Toda la gente del jardín –dice– está trabajando con emoción y pasión para que salgamos adelante”.

Para atenuar el problema, pide que le ayuden a vender 70.000 árboles de 37 especies nativas que están listos para la venta. Sus precios van de $ 5.000 a $ 200.000. Además, busca vender miel de las 200.000 abejas que viven en 4 colmenas. Y solicita donaciones a través de las cuentas de Bancolombia y Banco Agrario, información que está en la página web de la entidad. Los quindianos, que poseen espíritu generoso y altruista, saldrán, sin duda, en defensa de su jardín maravilloso, admirado por miles de turistas nacionales y extranjeros.

Me viene a la mente el Monumento al Esfuerzo, levantado por Rodrigo Arenas Betancourt en la plaza principal de Armenia. Ese esfuerzo legendario representa el empuje quindiano que ha hecho posibles hechos sorprendentes como la creación del departamento y la reconstrucción de Armenia después del terremoto de 1999.

Sobre este luchador incansable de la ecología que es Gómez Mejía, manifiesta César Hoyos Salazar, exalcalde de Armenia y expresidente del Consejo de Estado: “Al frente de su jardín botánico y su mariposario, el Quindío tiene un señor líder, hombre brillante, emprendedor y pulcro”. Y el exministro y exgobernador del Quindío Diego Moreno Jaramillo afirma que es una de las figuras más destacadas de la región en todos los tiempos. El reto actual es salvar esta obra emblemática convertida en un canto a la naturaleza.

El Espectador, Bogotá, 18-VII-2020.
Eje 21, Manizales, 17-VII-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 19-VII-2020.

Comentarios

Lamentable la situación del Jardín Botánico del Quindío. Es de esperarse el respaldo de los quindianos para salvar esta joya de su departamento y a sus colaboradores. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

La Academia de Historia del Quindío avala esta solicitud de replicar la cuenta del Jardín Botánico a la colonia quindiana en Bogotá, una maravillosa iniciativa del escritor Gustavo Páez que debe respaldarse con entusiasmo y patriotismo para ayudar económicamente a esta entidad emblemática de nuestro departamento. Jaime Lopera, presidente

Ha sido publicada en nuestra página web una nota especial con el fin de promover y apoyar las donaciones con destino al Jardín Botánico del Quindío. Agradecemos su especial interés en el tema y el habernos contactado. Isabel Patricia Orozco Orozco, directora de la Casa Delegada del Quindío en Bogotá.

Quedé emocionado y conmovido por este artículo maravilloso. Te lo quiero agradecer de corazón, porque, además, tu generosidad desborda mis méritos reales. Alberto Gómez Mejía.

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Cuatro años después, el jardín había salido a flote gracias al liderazgo y la capacidad de lucha de su fundador. En agosto de 2024, el director de El Quindiano, Miguel Ángel Rojas, le hizo una excelente entrevista (recogida en video de Youtube), a raíz de la cual se produjeron los siguientes comentarios:

Admirable entrevista porque pudo resumir para quienes no lo sabían el origen del Jardín Botánico y oír de la propia voz de su fundador el cuento que ha pasado de boca en boca sobre el Monte de la Viuda y la borrachera con Cornelio. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Gracias al columnista por compartir y ser tan afecto a todo lo de nuestro Quindío. Precisamente ayer escuché la entrevista en la radio. Raquel Martínez Aguirre, Armenia.

Excelente entrevista. Formo parte del testimonio de la vida de Alberto Gómez Mejía y de nuestro amor por el Jardín Botánico. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.   

 Alberto Gómez Mejía es un sabio en su campo. Vibra con la diversidad biológica, con los animales, con la naturaleza. Da gusto escucharlo hablar. Es gran conocedor de la diversidad del Quindío, provoca estar allá y conocer más. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Muchas gracias por esa interesante entrevista a Alberto Gómez. No tenía ni idea de él ni del Jardín Botánico del Quindío, pero bien se afirma que uno aprende todos los días algo. Un personaje tesonero y amante de su terruño que supo captar de su amigo Idrobo la idea del jardín. Me encantó lo del «salario emocional», que es la recompensa no monetaria por adelantar alguna obra sin ánimo de lucro. Admiro a personajes como Alberto Gómez. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

He escuchado con verdadera emoción la entrevista que le hicieron al Dr. Alberto Gómez Mejía, un verdadero líder, un real colombiano comprometido con su obra en el Jardín Botánico del Quindío. Maravilloso ser humano. Su huella quedará por siempre, no solo en el Quindío o en Colombia, sino en el mundo entero. Muy importante que los gobiernos, que solo piensan en sus propios intereses, le dieran el apoyo, en todo sentido, a tan magnífica y quijotesca tarea. Inés Blanco, Bogotá.