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Periodista integral

Por: Gustavo Páez Escobar

José Salgar es el periodista más completo que tiene el país. A la edad de doce años se inició como ayudante de linotipo y diez años después fue el jefe de Redacción de El Espectador. Durante las siete décadas que lleva vinculado a este periódico, ha pasado por todas las responsabilidades, desde la más modesta hasta la propia dirección del diario, en 1998. En este recorrido ejemplar, buena parte del cual cumplió al lado de Guillermo Cano -otro maestro del oficio-, ha puesto en evidencia lo que vale el empirismo como fuente del conocimiento.

Durante largo tiempo ocupó la subdirección de El Espectador, y fue director de El Vespertino por espacio de quince años. En 1933 ingresó a esta misión apasionante, y desde entonces no se ha apartado un solo instante de su derrotero. Hoy, a los 82 años de vida, exhibe el itinerario más largo y meritorio que haya tenido periodista alguno en el país. Es un hombre de lucha y realizaciones.

El saber que obtuvo en el campo de batalla lo ha transmitido a quienes han jalonado con él, a lo largo de setenta años, la grandeza de El Espectador. Lo mismo como soldado raso que como directivo del periódico, su bandera ha sido la misma: servir con devoción, rectitud y entereza las causas justas. Su olfato periodístico lo convirtió en inmejorable intérprete del acontecer nacional.

Cuando en 1989 fueron destruidas las instalaciones de El Espectador por una carga de dinamita, en medio de los escombros lanzó una de esas frases lapidarias que quedan grabadas para la posteridad, como respuesta genuina para quienes pretendían -y pretenden- atentar contra la libertad de pesamiento: “Seguimos adelante”. El periódico no fue destruido: sólo se vinieron al suelo unas paredes y se dañaron unos equipos. Su esencia vital quedó en pie. Era que la mole estaba sostenida por personas valientes como José Salgar, preparadas para no desfallecer en los momentos de peligro. Y El Espectador siguió adelante. Aquí lo tenemos.

La escuela en que él militó pertenece ya al pasado. Las grandes figuras del diarismo nacional cumplieron su misión y dejaron el campo a las nuevas generaciones. El rastro de los viejos queda como un estímulo y un título de orgullo para los batallones de periodistas que hoy engrandecen la carrera. En este relevo generacional hay una excepción: la de José Salgar, que sigue activo, como uno de esos robles que nunca se vienen al suelo.

Ahí lo vemos en sus largas caminatas, preservando las energías físicas y vitalizando el espíritu. Lo vemos en sus viajes por el exterior, dictando conferencias y auscultando los hechos mundiales. Lo vemos en su oficina discreta de El Espectador, como una de esas lámparas votivas que están siempre encendidas. Hasta hace poco era el decano de periodismo de la  Universidad Sergio Arboleda. Todo un milagro de supervivencia. Un testimonio vivo para los seguidores de la noble profesión.

El mejor juicio que se ha expresado sobre él lo dio Guillermo Cano en 1983, al cumplir Salgar cincuenta años de actividad: “Fue un periodista que se hizo a sí mismo en todos los sentidos. Se educó, se capacitó, se perfeccionó por su propio esfuerzo sin ayuda externa, en razón de su inteligencia y del alma de periodista que nació con su alma”.

Esta labor infatigable y brillante le ha hecho conquistar preseas de alta jerarquía, como el Premio SIP Mergenthaler y el Premio Simón Bolívar. A ellas se suma la que acaba de conferirle la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, otorgada por primera vez a un colombiano. El país, con dicha distinción, también se siente honrado. Es la honra que le transmite este victorioso “Hombre de la Calle”, su diáfana columna durante más de treinta años. Ejemplo en verdad edificante el que deja para los jóvenes este viejo luchador de las noticias y las ideas.

El Espectador, Bogotá, 4 de septiembre de 2003.

Gustavo Paéz Escobar © 2009