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Salvemos la Laguna de Tota

lunes, 31 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Una de las bellezas naturales que despiertan mayor admiración en Colombia es la Laguna de Tota. Viajeros de todas las corrientes del mundo se desplazan en forma incesante por los caminos de Boyacá y no consideran completo el itinerario si no llegan hasta este soberbio cuadro que la mano del Creador colocó en el corazón de la patria.

La Laguna de Tota es una referencia necesaria de Colombia. Figura en cualquier guía turística como motivo digno de contempla­ción tanto por la majestad del espectáculo en sí, que compite con los grandes lagos del universo, como por los alrededores fascinantes que forman, en este territorio de los paisajes embrujados, un auténtico paraíso. Paraíso de colorido y emociones. Que es, en sínte­sis, lo que buscan el caminante y el artista.

Alrededor del lago están localizados restaurantes y parajes a la altura de las circunstancias. Exquisitos platos de la cocina criolla o de la internacional, dispensados por manos expertas y al abrigo de gratísima hospitalidad, hacen las delicias de los paladares más exigentes. La trucha, sobre todo,  bocado predilecto, encuentra allí la mejor fórmula culinaria.

Todo contribuye a hacer de este sitio lo que siempre ha sido: un regalo de la naturaleza. Es, por otra parte, un lago encantado, alrededor del cual se han tejido mitos y leyendas; se han creado dioses y ninfas que se refrescan en la tersura de las aguas y duermen en la profundidad de los mares; se han entonado cánticos y se ha fecundado la imaginación de los escritores, los poetas y los artistas para penetrar en el misterio de las obras portentosas.

Pero la Laguna de Tota se está muriendo. Se extingue lentamente. El nivel de las aguas desciende año por año. Los sembradores de cebolla, que hallan sin duda la mejor tierra, enriquecida por la humedad circundante, han invadido las orillas y atentan contra la vida de esta obra prodigiosa. Mientras la cebolla se desarrolla, el lago se evapora.

Es necesario que las autoridades tomen conciencia de la gravedad del problema. A la naturaleza hay que ayudarla, no destruirla. Debe preservarse el patrimonio ecoló­gico para hacer de Colombia un país cada vez más rico en recursos naturales. Hoy por hoy, mediante los atentados que aquí se denuncian, y que no sólo ocurren en Boyacá sino en distintos territorios de la patria, dejamos extinguir muchas fuentes de riqueza y hermosura.

Hay que salvar la Laguna de Tota. Volvamos por la heredad y defendamos con coraje los obsequios de la pródiga naturaleza. Los boyacenses verán si dejan perder uno de sus tesoros más preciados.

Carta Conservadora, Tunja, diciembre de 1986.

 

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