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El obispo periodista

sábado, 11 de febrero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

En días pasados cumplió sus bodas de plata episcopales monseñor Libardo Ramírez Gómez, obispo de Garzón. Lo conocí como obispo de Armenia en 1972. En 1986 se trasladó a la recién creada diócesis de Garzón, su tierra natal.

Sus 14 años de estadía en el Quindío le permitieron conocer dos hechos sobresalientes que perturbaron la vida de la región: la irrupción de Carlos Lehder como fenómeno social, y la bonanza cafetera, que tantos descalabros produjo en la comarca. Lo que no conocía era su carácter de crítico social, que años después se revelaría en sus notas periodísticas como columnista de El Espectador y de la prensa huilense. Es comentarista severo de los desvíos morales, los abusos del poder y los desajustes de la sociedad.

Existe en él otra faceta interesante y poco conocida: su peregrinación por los santuarios de la Virgen en el mundo entero. Esta experiencia la recoge en el libro Sus santuarios, para el que escribí las palabras del prólogo, transcritas en seguida. Ellas se convierten en homenaje al sacerdote en su efemérides episcopal, y al colega periodista en su labor de censor público.

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«Escribe monseñor Libardo Ramírez Gómez un libro espontáneo que le brota de corrido, sin artificiosas galas literarias, y que busca transmitir un sentimiento.  Lo hace de manera desprevenida, como esos viajeros que se dejan conducir por los caminos abiertos de las emociones y encuentran en cada travesía y en cada parada motivos suficientes de admiración y regocijado desconcierto. Saber encontrar las cosas bellas de la vida y sobre todo ser sensibles a las manifestaciones del arte y sus confortantes encantos, es la mejor manera de darle ritmo a nuestro universo interno. El alma se marchita cuando se pierde la capacidad de asombro.

«Este libro de viajes que fue escribiendo en los santuarios de la Virgen dispersos en todos los sitios del planeta, es el testimonio del peregrino entusiasta y siempre embelesado ante la maestría de grandes dibujos y monumentos que exaltan la figura de la soberana universal. Los genios del Renacimiento italiano hicieron surgir bellísimas expresiones de esta mujer serena que le da aliento a la humanidad. En el mundo entero, pintada en las más variadas formas, es la Virgen el símbolo más deslumbrante de la belleza.

«Por el suelo italiano se multiplican las madonas de portentosas líneas y exquisitas y sobrenaturales gracias, unas veces representadas en la doncella campesina que contempla la ternura de su hijo, y otras en la dama majestuosa que parece levantarse por el aire como una ficción inalcanzable. Monseñor Ramírez Gómez, que por espacio de tres años adelantó estudios en Roma, quedó herido para siempre con estos cuadros de impresionante maestría.

«Sigue a su patrona por todos los sitios y lo mismo la encuentra en la Pietá de Miguel Ángel que en Nuestra Señora de las Lágrimas, en Siracusa, o en esta dulce campesina boyacense que conocemos como La Virgen de los Tiestos. La   persigue por Francia, por Egipto, por Rusia. En todas partes está. Se le desliza en el Santuario de las Lajas, y desciende hasta el abismo para no perderla. Y es que además la lleva en el corazón.

«Es en Armenia, que lo aclamó como su obispo recién consagrado, donde publica este diálogo con la Virgen. Estas páginas caen en buen terreno, en tierra sensible al arte y que también sabe de Vírgenes artísticas y de bellas y virtuosas mujeres salidas de la naturaleza».

El Espectador, Bogotá, 26-V-1997.

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