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Bernardo Arias Trujillo

sábado, 14 de diciembre de 2013

Por: Gustavo Páez Escobar

Un amigo de Armenia me inició en el conocimiento de Arias Trujillo cuando yo residía en aquella ciudad, hace cuarenta años, mediante el obsequio de tres de las obras del escritor caldense, entre ellas Risaralda, bella edición de 1960 realizada en la Editorial Bedout por Rafael Montoya y Montoya.

Hace un par de años conseguí otro libro suyo que puede considerarse curioso: los virulentos editoriales escritos por él en su diario El Universal, de Manizales, entre julio y septiembre de 1930, y recogidos en 1991 por la Biblioteca de Autores Caldenses. Ahora tengo la grata sorpresa de recibir de Lucio Michaëlis, sobrino del escritor y propietario de sus derechos de autor, cuatro recientes ediciones de los títulos más famosos de Arias Trujillo: Diccionario de Emociones, En carne viva, Por los caminos de Sodoma y Risaralda, el primero editado por la Gobernación de Caldas y los restantes por Michaëlis.

Arias Trujillo nació en Manzanares el 19 de noviembre de 1903 y murió en Manizales el 4 de marzo de 1938. Su breve vida de 34 años fue tormentosa, rebelde y creadora. Provenía de una familia patriarcal movida por firmes convicciones religiosas, y él sería el caso contrario: anticlerical, inconformista y libertino. Poseía inteligencia luminosa que le permitió escribir sus obras maestras, unas circuidas por el escándalo y la protesta social, y otras manejadas por la serenidad y el bello estilo.

A los veinticuatro años se graduó de abogado en el Externado de Colombia. El único cargo que ejerció en la judicatura fue el de juez departamental de Policía. En 1932 se trasladó a Buenos Aires como secretario ad honórem de la Legación de Colombia, presidida por el “leopardo” José Camacho Carreño. Años después este haría las palabras de presentación de Diccionario de emociones. Arias Trujillo escribió en Buenos el libro Por los caminos de Sodoma, que apareció con el seudónimo de Sir Edgar Dixon. De vuelta en Manizales, estalló el escándalo al descubrirse que era el autor de dicho libro, y que además era gay. La sociedad se le vino encima.

En su maleta de viaje traía los borradores de En carne viva, en torno al conflicto con el Perú, donde arremetió contra prestantes figuras nacionales. Residente en casa de su hermana Lucía, que estaba casada con el alemán Friedrich Michaëlis, propietario de la ferretería Electra, le dio el toque final a la obra y la entregó a la imprenta. Al conocerse el libro, estallaron los ataques de sus paisanos y del país político.

Hundido en el ostracismo en su propia tierra, se sintió abandonado por todos. Y arreció el consumo de los estupefacientes, que había practicado en los bares de Buenos Aires. Atmósfera turbulenta que le inspiró el poema Roby Nelson, en torno a su pasión por un efebo, hecho que acrecentó su fama de homosexual. El poema ha tenido repetidos registros en la literatura erótica y en la red de internet.

Su vida estuvo marcada por la fatalidad. En medio de ese turbión de escándalos, rechazos y vituperios surgió uno de los escritores de mayor alcurnia de la tierra caldense, que le dio lustre a la literatura colombiana. Su novela Risaralda dibuja en forma magistral la epopeya de la colonización del valle conocido con ese nombre. Al convertirse en un poema en prosa a la naturaleza encantada que incitó su emotividad lírica, supo decantar el auténtico criollismo colombiano.

La casa donde hace setenta y cinco años se suicidó con una sobredosis de morfina pasó a ser propiedad de la curia de Manizales. Predio que desde hace largo tiempo desea adquirir su sobrino Lucio Michaëlis, fiel guardián de su memoria, para fundar allí un museo en honor del escritor trágico que se quedó como una leyenda de su tierra. Pero la curia no la quiere vender.

“Arias Trujillo –dice Gustavo Álvarez Gardeazábal en el prólogo de En carne viva– usaba la prosa como espada, la idea como catapulta y la exquisitez castellana como escudo”.

El Espectador, Bogotá, 22-II-2013.
Eje 21, Manizales, 22-II-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 23-II-2013.
NTC., Cali, 23-II-2013.

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Comentarios:

No sé por qué tengo la impresión de que la vida de Arias Trujillo es algo parecida a la de Fernando Vallejo, nuestro escritor exilado en Méjico. Siempre escandalosos e irreverentes, pero grandes escritores. Luis  Quijano, colombiano residente en Houston, USA.

Desde tiempo atrás esperaba conocer más de aquel que dijo: «…ardía Buenos Aires en danza de faroles…» juanlunados (correo a La Crónica del Quindío). (El corresponsal se refiere a los versos iniciales del poema Roby Nelson:  “Lo conocí una noche estando yo borracho / de copas de champaña y sorbos de heroína; / era un pobre pilluelo, era un lindo muchacho / del hampa libertina. / Ardía Buenos Aires en danza de faroles; / sobre el espejo móvil del Río de la Plata / fosforecían las barcas como pequeños soles / o pupilas de ágata”. GPE).

Exquisita columna sobre ese interesante escritor Bernardo Arias Trujillo. Siempre de adolescente, aficionado a la lectura de poemas, me llamó la atención el pensamiento de aquel que escribiera a  Roby Nelson. Luego supe de la vida de su autor, al cual más le hubiera valido haber nacido en este siglo para gloria de la literatura. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

En la actualidad avanzo en mi Tesina de Maestría en Historia en el territorio donde Bernardo Arias Trujillo escribió Risaralda. Le estaré contando. Carlos Alfonso Victoria.

El poema a Roby Nelson lo conocí en el año 1963, cuando cursaba 5o. de bachillerato. Un compañero «raro» lo recitaba con mucha emoción. Cómo viviría el escritor su angustia, el repudio de una sociedad pacata, como correspondía a la época, y seguro de su propia familia, cuando la resolvió con el suicidio. Gustavo Valencia G., Armenia.

Muchas gracias por compartir estos espacios de cultura. La literatura regional es importante referenciarla. Se conoce poco. La prensa nos aporta mucho en nuestro proceso de formación, histórica y cultural. Corbacho (correo a La Crónica del Quindío).

Gracias por tu columna sobre mi admirado Bernardo Arias Trujillo. Trataré de localizar una columna mía titulada En el Valle de Risaralda donde hay referencias a esa maravillosa novela que nos habla de la Canchelo, del «señor don Simón Bolívar que bailaba bambuco después de las batallas», y de esa región, bella e inolvidable, de Risaralda. Te la enviaré cuando la encuentre en el mar ignoto de mi archivo de prosas que espero organizar y publicar algún día… Suelo olvidar que acabo de cumplir 90 años. Maruja Vieira, Bogotá.

Uno de los buenos escritores colombianos, injustamente olvidado. Risaralda sigue siendo una de las grandes novelas de la afrocolombianidad. Ocossa (correo a El Espectador).

En este escrito se le hace un reconocimiento literario a ese gran escritor y poeta Arias Trujillo. Sería bueno que la juventud leyera su obra literaria y por eso recomiendo la novela Risaralda en que el autor relata cómo se hizo la colonización del valle de Risaralda y aboca a personajes de carne y hueso, como Vicente Martínez, «con su trompeta de convocatoria» que vivíó en el guineo municipio de Cartago. El poema Roby Nelson es un bello poema que demuestra su calidad literaria. Elmonpa (correo a El Espectador).

Cuando este columnista se desempeñaba como gerente del Banco Popular en Armenia, cursaba yo bachillerato en el colegio Rufino de esa ciudad y desde esa época admiro sus escritos. Evidentemente,  Bernardo Arias Trujillo como secretario de la Legación diplomática en Argentina, y Camacho Carreño como embajador, época en que surgió el conflicto con el Perú, cumplieron señalada intervención internacional denunciando el atropello. Nada parecido a nuestros embajadores actuales, nombrados por influencias políticas, a quienes nada les interesa sino el sueldo en dólares. Picapleitos (correo a El Espectador).

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