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La caída de Bogotá

lunes, 23 de diciembre de 2013

Por: Gustavo Páez Escobar

Más allá de la caída de Gustavo Petro como alcalde mayor de Bogotá, lo que debe analizarse ahora es la caída de la capital. La opinión pública contemplaba la probabilidad bastante marcada de que el procurador general, Alejandro Ordóñez, que no toma decisiones a medias, lo separaría del cargo a raíz del pésimo manejo de las basuras en diciembre del año pasado.

Ese desacierto mayúsculo puso en riesgo el medio ambiente y la salud de los bogotanos. Y en la parte económica, causó una lesión enorme a las finanzas del Distrito. En su providencia, el Procurador le señala tres faltas “gravísimas”, cometidas  “de manera libre, consciente y voluntaria”. Por esta conducta, lo destituyó de su posición y lo inhabilitó durante quince años para ejercer cargos públicos.

Bogotá ha venido en constante retroceso y hoy está a la cabeza de las ciudades peor manejadas del país. El avance conseguido en manos de otros alcaldes quedó devastado en las dos últimas administraciones. El ejercicio de Samuel Moreno, con su nefasta camarilla de defraudadores del erario, pasará a la historia quizás como el más corrupto y el más vergonzoso que haya tenido la capital colombiana.

Y vino el gobierno de Petro. A pesar de sus conocidos antecedentes guerrilleros y de sus causas extremistas, que no podían, sin embargo, estigmatizarlo para el servicio público, la ciudadanía que no compartía sus ideas le abrió un compás de espera. Había un hecho positivo en su carrera pública que no podía ignorarse: se trataba de excelente parlamentario, buen orador, crítico en sus planteamientos y severo en sus ataques contra la corrupción. Fue el primero en denunciar las maniobras que se urdían en el mandato de Samuel Moreno, conocidas como el “carrusel de la contratación”.

Esa vigorosa y nítida actuación le hizo conquistar buena parte de los votos que lo llevaron a la Alcaldía. Su honestidad en el manejo de los bienes públicos no está en duda. Lo que está a la vista es su precaria capacidad gerencial para resolver los ingentes problemas que ofrece esta urbe con cerca de ocho millones de habitantes, una de las capitales de mayor importancia y evolución del continente.

Varias circunstancias de peso incidieron para este resultado frustrante, que obedece en gran parte a su carácter pugnaz e intransigente. Petro demostró que no es fácil para escuchar consejos y adelantar sistemas de trabajo distintos a los suyos. Desconoce el sentido de trabajar en equipo. Prueba de ello es que han salido de sus cargos alrededor de veinte de sus funcionarios más calificados. Antonio Navarro, su secretario de Gobierno, entró en serias discrepancias con él y por eso renunció.

Su extrema terquedad lo condujo a tomar decisiones equivocadas. Es provocador incisivo, polemista obcecado que vive en permanente plan de discusión y choque. Los dos años de su gobierno los gastó en discutir con la gente, mientras la ciudad se destrozaba por todas partes. Y continúa polemizando. La actitud camorrista no es buena consejera.

El tiempo no se devuelve, y pasa dolorosas cuentas de cobro. Entre tanto, Petro perdió su oportunidad histórica. De ahí la pronunciada distancia que lo mantuvo alejado de los mandos del país y de una alta cifra de ciudadanos. Ha tenido logros, pero estos se ven minimizados por la magnitud de las responsabilidades que dejó de cumplir.

La caída de Bogotá, con la caída estrepitosa de Petro, resulta traumática para el Distrito. La ciudad, que ha venido a la deriva desde años atrás, ahora se despeña hacia el abismo. El período de interinidad en que entra la administración capitalina atrofia el desarrollo inmediato.

Sin embargo, hay que confiar en que Bogotá tome otro rumbo. Rumbo seguro,  bien planificado y futurista. Superado el trance actual, ojalá aparezca la fórmula maestra para la correcta inversión del cupo de endeudamiento de 3,03 billones de pesos que autorizó el Concejo, en septiembre pasado, para atender obras vitales de infraestructura (entre ellas la movilidad, convertida en uno de los mayores desastres de la vida capitalina).

El Espectador, Bogotá, 14-XII-2013.
Eje 21, Manizales, 14-XII-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 14-XII-2013.

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Comentarios:

No obstante los garrafales errores de ejecución que presenta el desempeño del señor Petro en la alcaldía de Bogotá, soy de los que creen que al señor Procurador se le fue la mano en la aplicación de la destitución e inhabilidad durante 15 años. Parece evidente que el fallo obedece a una desmedida pasión política, de cuyo sectarismo ya ha dado muestras suficientes el  procurador Ordóñez.  Claro, la capital y el país, sea cual sea el final de este hecho,  pagarán la culpa de esta polarización de fuerzas entre la izquierda y derecha que fomentan circunstancias como ésta. Gustavo Valencia García, Armenia.

Buen artículo, escrito calmadamente, con reflexión en la realidad, alejado del fanatismo político. También recibí algunos comentarios que manifestaban su apoyo incondicional al alcalde Petro, pero que dejan ver un gran fanatismo a favor de este personaje, por el hecho de ser exguerrillero del M19. En todo país, por democrático que sea, debe haber siempre una autoridad que impida que un elegido por el pueblo haga lo que desee durante su mandato. Álvaro Pérez Franco, colombiano residente en París.

Vivimos la situación catastrófica de las basuras hace un año en Bogotá. Esta es una radiografía del mandatario que no se deja asesorar y menos atiende insinuaciones. Con ello ratifica que la izquierda en Colombia no sabe gobernar. Luis Fernando Franco Ceballos, Universidad del Quindío. 

Es una de las columnas más objetivas que he leído en el día de hoy sobre el tema en vigencia. Por objetiva quiero resaltar la serenidad y total ausencia de fanatismos y extremos. Esto es democracia. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Me gustó mucho este artículo sobre la caída de Petro, pero me llamó la atención aquello relacionado con la parte económica de los recursos del Estado, como si eso no tuviera importancia, al dejarla a un lado. Han sido muy estudiosos solamente con la parte institucional y jurídica. Pablo Benavides, colombiano residente en Estados Unidos.

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