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El sacerdote casado

viernes, 26 de noviembre de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Al confesarse en un programa de televisión como padre de un niño, un valiente sacerdote colombiano que cumple digna labor pastoral admirada por sus feligreses, pone sobre el tapete el controvertido tema del celibato católico. Desafiando la censura de la Iglesia, el clérigo prefirió desahogar su conciencia y mostrarse ante el público como padre responsable.

Es el compromiso que rehúye la mayoría de la gente, sobre todo cuando la criatura engendrada llega por caminos no lícitos. Es posible que a este sacerdote, por infringir la prohibición eclesiástica y defender su amor con una mujer, le toque abandonar los hábitos.

Crece en el mundo la inconformidad por esta postura de la Iglesia Católica, que no la siguen otras religiones. El tema de los sacerdotes que tienen relaciones sexuales y se convierten en padres clandestinos, cuando no se deshacen de la criatura por los caminos tortuosos del aborto, es más común de lo que se piensa.

La actitud ortodoxa que impone la castidad, y que va contra la ley natural, origina serios conflictos de conciencia, perturbaciones síquicas y escándalos sociales. Esto determina la disminución de vocaciones, y en otros casos la deserción de muchos eclesiásticos, hombres y mujeres.

Repaso, a propósito de este hecho que ha causado revuelo, un excelente texto: El sacerdote casado (Editorial Cosmos, Medellín, 1987). Su autor es el colombiano Vicente Jiménez, residente en los Estados Unidos, doctor en Filosofía y Letras de La Universidad de Missouri, sociólogo y sicólogo, quien por largos años ha sido profesor en varias universidades estadounidenses. Además ha sido consejero de sacerdotes y monjas y ha desempeñado cátedras de moral y ética.

Veamos algunos de sus interesantes planteamientos:

“El celibato ha estado causando tragedias, traumatismos y frustraciones en los establecimientos de la Iglesia. Esta ley, además de anticristiana, es antinatural, y nada hay más acorde con las leyes de la naturaleza que la doctrina de Jesucristo. El hecho de ser sacerdote no excluye el desarrollo y funcionamiento de las leyes de la psique  y el sexo. ¿Será gloria para la Iglesia ver en los consultorios médicos damas llevando en sus manos a niños que tuvieron por padres a sacerdotes conocidos en la región? ¿Será gloria para la Iglesia ver en las clínicas y en los hospitales centenares de monjas y sacerdotes operados a causa de problemas psicopáticos relacionados con su abstinencia sexual?

“Los apóstoles casados no abandonaron a sus esposas aun cuando, de hecho, habían dejado atrás todo lo que tenían para seguir a Jesús. San Pablo recomienda que los obispos y los diáconos sean esposos de una sola mujer. Es tan digno el ministro de Dios que consagra en el altar la hostia del sacrificio, como el casado que cumple en el lecho nupcial los actos matrimoniales según las reglas establecidas por Dios. El consenso general de los médicos es que la principal causa del neurotismo hipocondríaco de los sacerdotes es la práctica del celibato.

“La Iglesia Católica tiene pleno derecho a legislar, pero nosotros creemos que no hay legislación en el mundo que no pueda ser cambiada haciendo los ajustes que los tiempos, las edades y las circunstancias requieren”.

El Espectador, Bogotá, 26 de diciembre de 1992.

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Comentarios:

Dos palabras para saludarlos y, al mismo tiempo, manifestarles el profundo desagrado que sentí al leer el artículo El cura casado (sic), escrito por el señor Gustavo Páez Escobar. Me da la impresión de un escritor rebosante de espíritu anticatólico. Parece desconocer el brillo de las resplandecientes páginas de la historia de la Iglesia que, por sí solas, cantan la grandeza del celibato sacerdotal y religioso en el mundo.

Soy consciente, y admito que hay casos lamentables en la Iglesia de Cristo, compuesta del barro de los humanos. Pero sacar de ahí las consecuencias que él pretende sacar; generalizar como él generaliza; dar una impresión tan desagradable y desobligante como la que él pretende con el turbio fin de afirmar y desacreditar a la misma Iglesia, creo, señores directores, que ese solo propósito constituye un grande y gravísimo error.

Ese error es grande por tomar posición en terreno que no le compete. Falta a la sana lógica por universalizar casos particulares. El autor parece un visionario, que, en sus lucubraciones mentales, sueña con clínicas llenas de almas consagradas. Trata de ensalzar el mal ejemplo de un sacerdote a quien, más que una falsa alabanza, le aprovecharía la enseñanza del apóstol San Pablo, cuando afirma: “Se vanagloria de lo que debiera avergonzarse”. Cómo les cae de bien hacer virtud al mismo pecado.

Es también un error enorme y gravísimo por la difamación y calumnia que ese escritor encierra. Con esas ideas se extiende el escándalo farisaico, que sienta tanto mal en el hombre y del cual Cristo afirma: “¡Ay del escandaloso!”. Realmente, cuando el comunicador olvida el octavo mandamiento de la ley de Dios, tal vez sin darse cuenta, se convierte en un sicario moral de la República. Padre Gumersindo Domínguez, parroquia de San Pablo Apóstol, Montería. (Carta a El Espectador, 29 de enero de 1993).

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A propósito de un artículo (El sacerdote casado) de Gustavo Páez Escobar, se me ocurre que es muy cristiana la comprensión con el sacerdote que salió por la televisión haciéndose cargo de un hijo que tuvo al margen de su compromiso sacerdotal celibatorio. Este desvío, esta caída sexual del sacerdote no puede escandalizarnos y más bien nos pone en guardia a otros que hemos hecho igual compromiso. Todos nacemos inclinados al mal.

En cuanto a la responsabilidad asumida por parte del sacerdote, nada más plausible. Pero una cosa es la comprensión a quien falla y otra la justificación de un desliz. Cuando el articulista dice que la castidad va contra la ley natural, nos pone en aprietos a todos los que hemos optado por el sacerdocio celibatorio.

Es posible que el señor Páez Escobar haya leído el Evangelio donde Cristo dice que algunos se hacen célibes por el reino de los cielos (Mat. 19.12). No le quedará duda de que el Señor Jesús aspiraba a tener el celibato en su Iglesia como un signo del reino de Dios. El que es católico no se atrevería a decir que Cristo es un neurótico porque no se casó, que San Pablo era un desequilibrado porque no se casó.

¿Y qué decir de los santos celibatorios, sacerdotes, religiosos y laicos, que a través de los tiempos han dejado una huella imborrable de bien y de bondad? No diría que son hipócritas y neurópatas. A los periodistas no se les puede pedir que dominen los temas religiosos porque su especialidad no es la teología, pero les viene bien un conocimiento amplio de la historia”. Gustavo Ángel Ramírez, vicario apostólico de Mitú. (Carta a El Espectador, 4 de febrero de 1993.

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No puedo aprobar los términos injuriosos de la carta del padre Gumersindo. Insisto en que el renunciamiento celibatorio no atenta contra la ley natural y lo mejor será que le cite nuevamente el texto de San Mateo 19, 11-12. Además sigo creyendo que Cristo fue el mejor consejero matrimonial. El psicólogo famoso Gordon Allport dice en su libro Personalidad que es más apto e imparcial en asuntos afectivos y sexuales quien no está comprometido con ellos. Gustavo Ángel Ramírez, Vicario apostólico de Mitú. (Carta al columnista, 9 de marzo de 1993).

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La iglesia de Corinto envió al apóstol una carta con una serie de consultas de difícil solución. Lo primero que Pablo resuelve es que el celibato debe ser voluntario y no impuesto: “Pero si no tiene don de continencia, pues mejor es casarse que estarse quemando”.

Ahora mismo, en Colombia, católicos a quienes su iglesia no les dará anulación obtendrán un divorcio judicial; y, en el caso del divorcio civil, les serán negados los sacramentos. Ellos tienen derecho a rehacer sus vidas dentro del Evangelio, así como clérigos católicos amancebados a causa del celibato vieron solucionada su situación al hacerse pastores protestantes durante la Reforma.

Lógicamente, un católico comprometido con su Iglesia entenderá que su matrimonio es indisoluble, pero la tesis romana de la indisolubilidad no tendrá valor en la conciencia de quien voluntariamente y a sabiendas de lo que hace, se traslade a otra iglesia cristiana. Una vez legalizada su situación, esas personas quedarán cobijadas por la enseñanza matrimonial en su nueva congregación. Pastor Darío Silva, en su escrito Apertura religiosa – divorcio y nuevas nupcias, Lecturas Dominicales, El Tiempo, 8 de enero de 1998.

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El mismo tema se trata en los artículos Carta a un sacerdote El candente terreno del celibato. GPE.

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Carta abierta al papa Francisco, del sacerdote jesuita Alfonso Llano Escobar (El Tiempo, 5-VII-2016):

Usted, querido papa Francisco, sabe muy bien que Jesús no impuso a sus apóstoles y discípulos el yugo del celibato. Usted bien sabe que durante los primeros diez siglos los sacerdotes católicos se casaban. Solo el año 1074, el papa Gregorio VII, dados los abusos y los escándalos de algunos sacerdotes, ordenó volver a la práctica del celibato, y que el papa Calixto II en el Concilio de Letrán, 1123, decretó el celibato obligatorio para los sacerdotes católicos romanos. Sin olvidar que el clero ortodoxo, los luteranos alemanes y los cristianos anglicanos practican el mismo sacerdocio, compatible con el matrimonio cristiano.

Padre Francisco: tenga bien presente: si usted no lo hace, no lo hará ningún otro papa, según lo previsible, en el siglo XXI. Su carisma es la misericordia, que ha manifestado con todos los que sufren dentro de la Iglesia católica. Si los cristianos ortodoxos, si los luteranos alemanes, si los cristianos anglicanos ejercen el sacerdocio compatible con el matrimonio, ¿por qué, pregunto, los sacerdotes católicos no pueden?

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