Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Personajes singulares’

Recuerdo de Germán Pardo García

lunes, 2 de junio de 2025 Comments off

Gustavo Páez Escobar

En la década de los años setenta, cuando residía en Armenia, tuve la primera noticia sobre Germán Pardo García. Ese conocimiento me lo dio Adel López Gómez a través de su columna de La Patria. Él viajaba con alguna frecuencia a visitar a su hija Diana en Ciudad de Méjico, y cuando regresaba escribía un artículo acerca de las novedades del viaje. En esas notas no podía faltar la alusión sobre el encuentro con Pardo García, que vivía en aquel país desde 1931, y allí moriría, en agosto de 1991.  

Su obra está conformada por más de 40 libros y ha merecido los mayores elogios de la crítica y los lectores. En 1977 editó Apolo Pankrátor, extensa obra que abarca 1.367 páginas y 60 años de poesía (1915-1975). De ahí en adelante llegaron libros y más libros, hasta terminar su producción con Últimas odas (1988),

El encanto que me causó en Armenia su poesía me condujo a dirigirle una sentida carta de admiración. Ya en Bogotá, le remití mi libro Caminos, y días después me encontré con la sorpresa de que uno de mis escritos había sido publicado en la revista Nivel, su alter ego. Habían pasado 20 años desde que intenté llegar, sin lograrlo, a los predios –tan íntimos como inabordables– del poeta de la brizna y el cosmos, como lo llamó Adel López.

Y creció entre nosotros la entrañable amistad que está reflejada en las numerosas cartas que nos cruzamos en el trayecto final de su vida, y que recojo en Biografía de una angustia.  Esta obra fue publicada por el Instituto Caro y Cuervo, y para frustración mía no alcanzó a conocerla el poeta por demora de la editorial. Tuve el privilegio de visitarlo en su austera vivienda de Coyoacán y mantener con él diálogos permanentes durante los 15 días de mi viaje a Méjico. 

Hoy deseo contar cómo escribí su biografía. Comencé por recoger buena información sobre su vida atormentada, y para el efecto elaboré unas fichas de donde sacaría los datos que me facilitaran orientar las ideas. Frente a la relevancia del personaje, mi pluma resultaba exigua. Pero existía la convicción, herramienta poderosa que suele producir frutos. Fueron noches febriles y apasionantes de escritura, que no desfallecían frente a la magnitud del compromiso.

Las hojas iniciales me dieron aliento y esperanza. Recordé entonces el célebre mensaje del poeta en sus correos: “Paz y esperanza”. Estando en ese empeño, surgió de repente un freno que me impedía mantener el ritmo que llevaba: fue el de los viajes continuos, como ejecutivo bancario, que tenían como objetivo la entrevista con gobernadores y alcaldes para estructurar planes de desarrollo de obras públicas.

Por algún tiempo, mi vida transcurrió entre viajes aéreos y hoteles. Enfrentado al evento imprevisto, ideé la fórmula ideal para no interrumpir la escritura del libro. En efecto, portaba en el maletín las fichas y la libreta de apuntes, y en las salas de espera, los aviones y los hoteles le di impulso a la obra. Al volver los fines de semana a Bogotá, pulía los textos, hasta ponerles el punto final. De esta manera vio la luz Biografía de una angustia, que considero el mejor de mis libros y el que más regocijo me ha deparado.

__________

Eje 21, Manizales, 17-V-2025. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 18-V-2025. El Quindiano, Armenia-19-V-2025.

Comentarios

Muchas gracias por su columna en la que recuerda al poeta Germán Pardo García. Usted es una de las pocas personas que puede darnos un testimonio directo del gran poeta y eso es sumamente valioso. Omar Ardila, Pitalito.

Germán Pardo García marcó la vida de mi papá al conocer al poeta grandioso y entender de dónde salían sus poemas: de un alma con agobio y dolor. Considerar este libro como su mejor obra, y la que más satisfacción le ha traído, denota la trascendencia de este ilustre poeta y ser humano. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Cada vez que recibo estos relatos me lleno de emoción y siento que ustedes dos, contrario a la forma de ser del poeta, llegaron a sostener una amistad maravillosa.  Es una lástima que él no haya alcanzado a leer su biografía. Le hubiera encantado verse deletreado, expuesto y reconocido tanto en su personalidad como en su obra por el escritor y periodista que supo penetrar en sus más hondos caminos. Nunca fue fácil para él relacionarse con las personas:  se dedicó a escribir y a su amada revista Nivel. No esperó ni aceptó reconocimiento y mucho menos condecoraciones. Inés Blanco, Bogotá.

El legendario José Gregorio

lunes, 12 de mayo de 2025 Comments off

Gustavo Páez Escobar

En el libro de la editorial Planeta que lleva por título José Gregorio Hernández: médico y santo (1987), Antonio Cacua Prada cuenta el suceso milagroso que le ocurrió, en abril de 1971, cuando estuvo en grave riesgo de morir ahogado en el mar, y lo salvó el entonces beato venezolano José Gregorio. Nuestro compatriota ocupaba la curul de senador de la república, y el presidente Pastrana Borrero lo designó delegado ante la asamblea general de la OEA que tuvo lugar en Costa Rica.

Acompañado con varios de los asistentes al acto, el senador se dirigió, un día de descanso, a gozar de las delicias del mar en Punta Arenas. De repente, irrumpió una tromba submarina que disgregó al grupo y le produjo terror. Las olas caían como cataratas sobre ellos. Arrastrado por la furia del mar, Cacua Prada intentaba nadar hacia la playa, y cada vez se alejaba más. Extenuado por completo, pensó –si acaso le quedaban fuerzas para pensar– que la muerte era inminente.

No logró rezar oración alguna, porque la mente se le había obnubilado, y ni siquiera le surgió el elemental padrenuestro que aprendemos de niños. Ya el mundo no existía para él. Sin embargo, al fulgurar en su alma una luz inesperada, se acordó del beato José Gregorio, tan de moda en la época y sobre quien se pregonaban milagros asombrosos. Movido por el connatural instinto de salvación que no muere ni en la hora suprema, invocó al médico milagroso con esta exclamación que le brotó desde lo más profundo de su ser: “¡Sálvame!”. Y lo salvó.

Oigamos sus propias palabras: “Sentí que una ola me llevaba dulcemente, empujándome, y en minutos y en línea recta me depositó en la playa. Había resucitado, gracias al doctor José Gregorio Hernández. Se había hecho lo que yo llamé milagro”. Lo mismo sucedió con otros compañeros suyos que sufrieron la misma emergencia. En señal de gratitud, Cacua Prada –reconocido historiador, académico, periodista, diplomático, parlamentario– ofreció escribir el libro atrás mencionado acerca del venezolano portentoso que acaba de ser proclamado santo por el papa Francisco. 

No queda difícil pensar que José Gregorio Hernández Cisneros (1864-1919) ha sido, con base en sus prodigios científicos y paranormales, el personaje más popular de Venezuela durante el último siglo. Estudió medicina en su país, adelantó estudios de posgrado en París y Berlín y desempeñó su profesión con alto espíritu humanitario. Bajo la evidencia de sus acciones filantrópicas, se ganó el título de “médico de los pobres”. Son incontables los casos de sanación que se le atribuyen, no solo en su tierra, sino en otras naciones del continente.

Es autor de trece ensayos científicos. Fundó la cátedra de Bacteriología, calificada como la primera en América. Fue el pionero de la docencia científica de su país. Hablaba seis idiomas, y era persona culta por excelencia. En suma, un ser superior que ojalá sirviera de guía para quienes, desviados del sano manejo del poder, arrastran hoy al pueblo por los abismos de la opresión, la corrupción y el desprecio de la dignidad humana. Al respecto, José Gregorio escribió estas palabras lapidarias: “El bien solo puede venir de la verdad, nunca del error. El error es el veneno de la inteligencia”.

__________

El Quindiano, Armenia, 7-III-2025. Eje 21, Manizales, 8-III-2025. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 9-III-2025. Letras Hispanas por el Mundo, Alicante, España, marzo de 2025.

Comentarios

Muy complacido leí tu artículo sobre nuestro nuevo santo. Él te acompañará a ti y a toda tu familia en estas horas amargas que estamos viviendo en nuestra patria, y será el mejor intercesor ante el Creador para salvarnos. Antonio Cacua Prada, Bogotá.

Sorprendente anécdota la que narras acerca del milagro concedido por el beato José Gregorio Hernández al historiador Cacua Prada, de quien poseo y he leído varios de sus libros. Soy poco crédulo de estos fenómenos, pero con este caso, he registrado dos testimonios serios sobre los favores milagrosos del ahora santo. El otro me lo describió un buen amigo con pelos y señales y fue la cirugía que le practicó en una madrugada a su esposa, quien sufría de tremendas jaquecas que no habían podido ser curadas por ningún médico vivo. Sea como sea, han sido dos episodios milagrosos que han mermado mi incredulidad. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. Yo también he sido escéptico respecto a las historias de los milagros, provenientes en su mayoría de la excesiva credulidad de la gente o del tonto fanatismo. En el caso de Cacua Prada, te cuento que desde que él me obsequió su libro en 1989, y luego amplió el suceso en tertulias de amigos, me convencí de que el hecho era evidente. La respetable personalidad de mi amigo no puede hacerme caer en equívocos respecto a su vivencia frente al mar embravecido. GPE

Las grandes cortesanas (2)

jueves, 30 de enero de 2025 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La condesa Virginia de Castiglione (Florencia, 1837-París, 1899) fue una aristócrata italiana que se destacó por su fulgurante belleza. En el libro De ciertas damas, el presidente Carlos Lleras Restrepo dice que era “bella como una diosa, ansiosa de jugar un gran papel, segura de sus encantos”. Tuvo desempeño fundamental en la formación de Italia, labor que se hizo posible cuando fue la amante del emperador Napoleón III de Francia.    

Esa relación causó gran revuelo social, hasta el punto de convertirse en el plato del día, hecho que la llevó a la cima de la notoriedad. Su presencia en la vida parisiense no podía ser sino luminosa. A esto se sumaba su fiebre por la ostentación, traducida en el lujo, el arrebato y los caprichos, los cuales se le toleraban por ser quien era: una diva asombrosa.   

A los 17 años se casó con Francesco Verasis Asinari, conde de Castiglione, cuyo carácter frío y sobrio desentonaba con el de la condesa, que era extrovertido y propenso a la cólera y la aspereza. Su esposo, que le rendía perpleja adoración, la toleraba de buena manera. A medida que corría el tiempo, las diferencias de carácter provocaron la desarmonía conyugal. Virginia era feliz asistiendo a fiestas, bailes y reuniones diversas sin la compañía del pobre Francesco, que pasó a ser un marido de ficción.

Deshecho el matrimonio, llegaron para ella las aventuras eróticas sin freno ni recato. El apetito sexual era la respuesta lógica para una mujer ardiente que no necesitaba buscar la ocasión de pecar, ya que el placer surgía por todas partes. Alguien la llamó “la condesa de sexo del oro imperial”. Ella tenía como tesis que el amor lo es todo, por ser la esencia de la vida. Más allá de esa noción innegable, gozaba de los amores, “uno después de otro”, según lo anota Lleras Retrepo con tono picante y precisión histórica.

La condesa era un horno de pasión. Tuvo numerosos amantes, y las grandes figuras de la época luchaban por gozar de sus ardores, a sabiendas de que el turno era competido y la preferencia, fugaz. Asimismo, le llovían cuantiosas ofrendas en joyas, apartamentos e incluso palacios, que llegaron a formar una fortuna colosal, casi inmanejable. Francesco, a su vez, tenía sus propios devaneos, y lejos estaba de condenar la conducta de Virginia, si era la misma conducta de él mismo, aunque en menor grado. Ese era el aire que se respiraba en aquellos tiempos movidos por la impudicia, el descaro, el abuso del poder y la arrogancia del dinero.

Pero como la belleza se marchita, llegó el día en que la condesa se miró a la cara y encontró la fuga del vigor y del encanto. Ahora no despertaba deseo entre los hombres y ninguno de sus amantes tocaba en su puerta. Su piel estaba ajada y la decrepitud no podía ser más evidente. Ante esa aterradora realidad, para la cual nunca se había preparado, estaba sola, muy sola. La vida da, y también cobra. Carecía de fortuna, porque esta se había evaporado. Murió a los 62 años, en noviembre de 1899, víctima de un derrame cerebral. Fue enterrada en el cementerio del Père-Lachaise, el más grande de la ciudad y uno de los más famosos del mundo. Allí la fama de la condesa se esfumó en el olvido.

__________

El Quindiano, Armenia, 15-X-2024. Eje 21, Manizales, 16-X-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 17-X-2024. Letras Hispanas por el Mundo, Alicante, España, noviembre/2024. 

Categories: Biografía Tags:

Memoria de Miguel Cuervo Araoz

miércoles, 13 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace 59 años –9 de mayo de 1968– falleció en Bogotá Miguel Cuervo Araoz. Nació en la misma ciudad el 20 de enero de 1909. Se destacó como uno de los personajes más emprendedores y audaces de su época. Gran enamorado de la selva, vivió en ella 42 años, incluidos los 10 que residió en el Llano. Fue el fundador de Mitú, modesto caserío que era el punto de encuentro de las 27 etnias de la región, y desempeñó el cargo de comisario del Vaupés entre 1936 y 1942.

Cuervo Araoz aprendió a querer la selva por la estadía que tuvo en el Llano, en una finca de su padre. Allí se compenetró con la belleza ecológica y captó las necesidades de los pobladores. La manigua se convirtió en su hábitat sentimental. Viajaba con frecuencia a Bogotá, donde atendía el bienestar de su esposa y sus hijos. La familia fue su mayor preocupación, y al lado de ese compromiso sacaba tiempo y energías para cumplir sus planes de apoyo a la sociedad en aquella desamparada geografía.

Como fundador de Mitú partió de la nada. Comenzó por construir su sitio de trabajo y otras casas de madera donde funcionaron la radio, los sistemas de salud y la inspección de policía. Abierta la pista aérea en 1941, aterrizó el primer avión pesado en el Vaupés. Tras este impulso inicial, aparecían otros servicios elementales, como el correo, el telégrafo, el teléfono, el alumbrado público.

Cuervo Araoz era de mente abierta e inquieta. Las soluciones le surgían como resultado del empeño y la creatividad. A esto se sumaban su trato cordial, don de gentes, simpatía y sentido del humor, sencillez y confraternidad. Poseía un don innato: su espíritu aventurero, que lo mantenía en constante acción. Con esa fuerza vital, ocupó la gerencia del recién creado Instituto de Colonización e Inmigración, por nombramiento que le hizo el general Rojas Pinilla; fundó una línea aérea entre San Andrés y Providencia y levantó su bella casa en los cerros de Bogotá. Allí evocaba los días en que abría trochas en la selva, organizaba a los caucheros y ofrecía bienestar a toda la gente.

Una enfermedad repentina terminó con su preciosa existencia, a los 59 años de edad. Jorge Ortiz Márquez, su amigo entrañable, se despidió de él con un sentido poema del que copio esta estrofa: Señor de la intrepidez, / exponente del vigor / y enamorado señor / de la selva del Vaupés.

He leído con fascinación el maravilloso libro que sobre Miguel Cuervo Araoz publica la escritora y comunicadora social Lina María Archila León –otra enamorada de la selva–, titulado Señor de la intrepidez (Gráficas Arcoíris, 2023), donde lo dibuja de cuerpo entero. Recibí esta biografía de manos de mi amigo Juan Pablo Bahamón Cuervo, nieto del personaje, texto que me produjo honda admiración hacia este líder eminente que merece ser recordado como uno de los grandes forjadores del trabajo y el progreso del país.

__________

Eje 21, Manizales, 25-VIII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 27-VIII-2023.

Comentarios 

Qué interesante tu nota acerca de Miguel Cuervo Araoz, personaje que hasta hoy desconocía. Y ese desconocimiento se debe, creo yo, al poco interés que la mayoría de colombianos tenemos por los antiguos «territorios nacionales», que siempre asociamos con atraso, indigenismo y selvas inhóspitas. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Felicitaciones por ese artículo para resaltar la vida de ese gran personaje, que parece de novela. Eduardo Durán Gómez, Bogotá.

Hermosa columna sobre este colombiano a quien yo no conocía. Apasionante su vida. Mi hija está casada con un joven muy ligado al Llano y tienen una gran sensibilidad en estos asuntos. Estoy seguro de que les encantará este libro. Mil gracias por tu permanente trabajo cultural. Eduardo Archila Rivera, Bogotá.

Cartas entre Pellicer y Arciniegas

jueves, 1 de septiembre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Hace un siglo, época en que tienen lugar los sucesos que van a ventilarse en estas líneas, el género epistolar cumplía su función como lazo elegante del amor, de la amistad o de los negocios. Poco a poco la correspondencia fue perdiendo ese sentido, y al paso del tiempo terminó degradándose en forma deplorable. El correo electrónico deformó los moldes antiguos e impuso un estilo chabacano e incluso incomprensible.

En estos días tuve el placer de leer el libro Correspondencia entre Carlos Pellicer y Germán Arciniegas, editado en Méjico en el 2002, que recibí por gentileza de mi amigo Eduardo Arcila Rivera, y que reúne las cartas que se cruzaron los dos escritores entre 1920 y 1974. El recopilador de estas cartas es el profesor e investigador francés Serge I. Zaitzeff, editor de otros célebres epistolarios. Pellicer y Arciniegas se conocieron a comienzos del siglo XX, cuando el primero de ellos llegó a Bogotá y fundó, con el apoyo de Arciniegas, la Federación de Estudiantes Colombianos.

Pellicer es autor de los libros Colores en el mar y otros poemas, Hora de junio, Piedra de sacrificios, Práctica de vuelo, entre otras obras. En 1954 recibió en su país el Premio Nacional de Literatura. Sobresalió en el campo de la museografía como organizador, entre otros, de los museos de Tabasco y el de Frida. En 1976 fue elegido senador de la república, y murió el año siguiente.

Germán Arciniegas fue periodista desde su juventud y creó varias revistas en las que colaboró Pellicer. Tuvo renombre como ensayista, historiador y político. Ocupó varios ministerios y embajadas. Autor de diversos libros, entre ellos El estudiante de la mesa redonda, El continente de los siete colores, Biografía del Caribe, Bolívar y la revolución. El cruce epistolar entre ellos nació después del regreso de Pellicer a su patria. Ambos visitaron Europa y otras latitudes, compartieron sus experiencias viajeras, los asuntos políticos de sus países, sus ideas y proyectos.

La llegada de Pellicer a Colombia fomentó una ardiente atmósfera cultural. Fue un enamorado pertinaz de Colombia, de su gente, sus gestas y paisajes. En carta de marzo de 1946, manifestó: “En ninguna otra parte tengo las raíces tan hondamente echadas como en Colombia”. Bolívar fue su pasión obsesiva, y nunca dejó de referirse a él como el gran líder de la libertad.

El pensamiento y la identidad intelectual fueron el nexo mayor que unió a estos dos personajes. Su mundo estaba integrado por grandes figuras de la época: Pellicer, Arciniegas, Germán Pardo García, León de Greiff, Gustavo Arcila Uribe (escultor), los hermanos Juan y Carlos Lozano, y varios más. En suma, una combustión espiritual. Arciniegas murió en 1999.

Esa era la esencia de las cartas de antaño, que el viento se llevó: escribir la historia, estrechar la amistad, embellecer la vida. En el epistolario entre Pellicer y Arciniegas, hay, además, gracia, encanto, broma, efusividad. Cartas simpáticas, rebosantes de sinceridad y afecto, descriptivas y de alta alcurnia. Pintan una época y una amistad.

__________

Además: Eje 21, Manizales, 26-VIII-2022. La Crónica del Quindío, Armenia, 28-VIII-2022.

Comentarios 

Comparto la nostalgia de que el género epistolar haya sido cambiado por una comunicación pobre de fondo y de forma. Me da tristeza ver cómo gentes aun de las academias escriben mensajes de Whatsapp en los que usan un símbolo o una sola letra en vez de las hermosas palabras de nuestro idioma. Gracias por hacernos reflexionar sobre esto. Mercedes Medina de Pacheco, Bogotá.

¡Qué interesante reconocer los méritos del género epistolar! Ese género es enriquecedor y muy agradable. Cuando el computador se daña sentimos pánico verdadero. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Te escribo para agradecerte la importante columna que escribiste sobre la relación epistolar entre el maestro Germán Arciniegas y el poeta mejicano Carlos Pellicer. Este libro es un documento fundamental para entender el surgimiento de varios procesos intelectuales en nuestro país. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.