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Un tal Pastrano

lunes, 14 de agosto de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En 1932 –hace 91 años–, la editorial Cromos publicó la novela picaresca Memorias de un tal Pastrano, de Dionisio Arango Vélez, la cual, por deseo del autor, solo llegó a manos de un reducido número de amigos y allegados. Así pues, la obra quedó ignorada en los propios días de su nacimiento. Hoy nadie la conoce, con excepción de Vicente Pérez Silva, que algún día tuvo la suerte de recibirla como obsequio de Carlos Arango Vélez, hermano del autor, quien había sido candidato presidencial en 1942, en oposición a Alfonso López Pumarejo, ganador de las elecciones.

Se ignora cuál fue el motivo para que el autor la condenara al cuarto de san Alejo, donde permanecería escondida casi un siglo, hasta que Pérez Silva decidió reimprimirla en edición facsimilar que acaba de ver la luz en los talleres de Armando de J. Serna Giraldo, en Guatapé, Antioquia. Es una verdadera rareza bibliográfica.

Podría pensarse que Dionisio Arango Vélez impidió la circulación de su libro por algún motivo familiar. En efecto, su hermano Carlos Arango Vélez fue el suegro del presidente Misael Pastrana Borrero, y acaso el Pastrano de la novela encerraba alguna referencia sobre el dirigente político. El adjetivo pastrano significa “burdo o mal hecho”, y si se le antepone el “tal” (Un tal Pastrano), podría contener una mención despectiva. Sin embargo, esto no es así, ya que Pastrana Borrero conoció a María Cristina Arango en 1951 y se casó con ella al año siguiente –hechos sucedidos dos décadas después de la publicación de la novela–.

Queda en el misterio el motivo que tuvo el novelista para frenar la difusión de la obra, la cual fue escrita en España y se basa en algún hecho que llamó la atención del autor. Su mérito está en el uso magistral del lenguaje, a la usanza de la famosa narrativa picaresca que siglos atrás inmortalizó España en títulos como La Celestina, La vida del Lazarillo de Tormes, La vida del buscón, Guzmán de Alfarache. Dionisio Arango Vélez, que además es autor de otros libros, creó en su novela un simpático actor, Lucas Pastrano y Villamarquí, nacido en la desventura, y lo puso a recorrer los caminos colombianos en busca de mejor suerte.

En su adolescencia, el personaje se dedicó al servicio doméstico en casas opulentas. Pasados los años, le dio por estudiar abogacía, y se volvió monje. Y además, periodista. Acrecentada su fama, fue nombrado gobernador de la provincia –al igual que Sancho Panza lo fue de la ínsula Barataria–, y con tal motivo su pueblo le rindió sonado homenaje. Como amplio conocedor que era de su gente, dictó un decreto en el que destituía al alcalde, el juez y demás autoridades por ser funcionarios corruptos, y nombró en su reemplazo a una selecta nómina de vecinos honrados. Es una novela de fino humor que cae de perillas en Colombia, tan necesitada de encontrar un presidente como el tal Lucas Pastrano.

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Eje 21, Manizales, 10-VIII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 13-VIII-2023.

Comentarios

Me abriste el apetito por la lectura de la novela del tal Pastrano. Debería publicarse en grande. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Muy curioso el episodio que «desentierras» acerca de Memorias de un tal Pastrano. Yo lo desconocía y como citas a Vicente Pérez Silva, quien la reimprimió, busqué en su libro Anécdotas y curiosidades alrededor del libro en Colombia, para ver si allí el autor hacía referencia, pero no aparece. De todas formas, es intrigante el hecho de que Dionisio Arango Vélez hubiese optado por condenarlo al cuarto de san Alejo. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Libros de la Serpiente Emplumada

lunes, 14 de agosto de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Se cumplen 35 años de la publicación del libro Un vestido rojo para bailar boleros, con el que Carmen Cecilia Suárez conquistó la fama en el género de la poesía erótica. Esta obra nació en Pijao Editores, de Ibagué, y ha tenido 10 ediciones en español y 2 en español-inglés. La segunda edición bilingüe apareció en la pasada Feria Internacional del Libro.

El éxito creciente llevó a la autora a fundar su propia editorial, la Serpiente Emplumada, la que ha cumplido 22 años y lleva publicados más de 120 títulos, tanto de escritores ya consagrados como de otros que apenas se iniciaban en el mundo de las letras. Como lo he dicho otras veces, es significativo el hecho de que con el nombre de Laura Victoria –la pionera en Colombia de la poesía erótica en los años 20 y 30 del siglo pasado– haya bautizado Carmen Cecilia una de sus colecciones.

En las palabras de presentación de la segunda edición bilingüe, hace 3 meses, evocaba José Luis Díaz Granados las tertulias literarias que en los años 80 se llevaron a cabo en Bogotá entre un grupo de autores de poemas, cuentos y escenas teatrales, en las que comenzaron a aparecer nuevas figuras de las letras que con el tiempo adquirirían notoriedad. Una de ellas era Carmen Cecilia Suárez, que leyó varios de los textos que integrarían su obra famosa. Y fue José Luis quien le sugirió que reuniera esos trabajos en un libro.

Pasados los años, tenemos hoy una poetisa de prestigio que no solo ha acrecentado su propia producción, sino que se ha convertido en desvelada impulsora de los autores que le han confiado sus textos. Por supuesto, ella ha tenido que luchar con grandes dificultades económicas en el campo editorial, pero como es mujer de armas tomar, ha vencido todos los obstáculos y hoy sostiene su altruismo y su espíritu de lucha contra viento y marea.

Uno de tales infortunios fue la pandemia de la época apocalíptica que tanta desgracia causó en el mundo entero, y que la poetisa rememora en Poemas del tiempo del silencio 2020-2022, bella obra que fue también presentada en la reciente feria. A este título se me pegan otros de su autoría que tengo a la vista y que salieron a la luz en distintos años: Poemas para leerte ante de morir, Luz de lluvia, Retazos en el tiempo, Espacios secretos, Poemas del insomnio (después del vino). Así nació la escritora, en forma silenciosa, en aquel ya lejano 1988.

Otro libro de la misma editorial y que también fue presentado en la feria citada es el titulado Método psicopedagógico para la autogestión de emociones, de María Teresa Ibarra Triana y Mario Alberto Ibarra Soledad, docentes universitarios. Este método es el resultado de más de 2 décadas de trabajo y tiene el propósito de prevenir la violencia y las adicciones tanto en el área escolar como en la comunitaria.

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 Eje 21, Manizales, 28-VII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 30-VII-2023. El Muro, Bogotá, 30-VII-2023.

Comentarios

Te agradezco tu excelente columna sobre la editorial La Serpiente Emplumada y sus libros, incluyendo Un vestido rojo para bailar boleros. Tu reconocimiento a mi labor es muy estimulante, pues a veces me desmotivo con las dificultades propias de este oficio. Carmen Cecilia Suárez, Bogotá.

Excelente texto, y merecido reconocimiento al libro estelar de Carmen Cecilia Suárez: Un vestido rojo para bailar boleros. José Luis Díaz Granados, Bogotá.

Ignoraba que la editorial Serpiente Emplumada todavía «estuviera vivita y coleando». Celebro mucho que esté aún en esa dura lucha de publicación y divulgación de autores y sus obras. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Esta columna me llama en especial la atención pues a un amigo mío le publicaron allí una novela. La editora es una mujer muy creativa y gran emprendedora. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Stoner: obra maestra

martes, 18 de julio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Leo esta novela 58 años después de ser publicada. Su autor es el profesor y escritor norteamericano John Williams, nacido en 1922 y fallecido en 1994. Procedía de una familia pobre de agricultores. Después de haber tenido algunos empleos en periódicos y emisoras de radio, se enroló en el ejército durante dos años y medio. En 1954 obtuvo el doctorado en la universidad de Misuri, donde fue nombrado profesor, y al año siguiente pasó a dirigir, durante más de treinta años, el programa de escritura creativa en la universidad de Denver.

En 1948 publicó su primera novela, Solo la noche. Su tercera novela, Stoner, vio la luz en 1965, y a ella siguió El hijo de César (1973), ganadora de un galardón y que durante mucho tiempo fue la más conocida. En cambio, poca atención se dispensó a Stoner, que fue inadvertida y llegaría a ser su obra maestra.

Es oportuno hacer notar lo caprichoso que es el mundo literario. Hay obras que reciben alta ponderación y luego caen en el olvido. En sentido contrario, existen textos de excelente factura en los que pocos se fijan, y con el tiempo muestran su importancia. Hay que desconfiar del best seller, que suele ser un producto artificial impulsado por las editoriales como generador de ventas, en el que no siempre existe calidad, sino que se presta para explotar el nombre del autor de prestigio.

Stoner recoge rasgos autobiográficos de Williams, derivados de su ejercicio profesoral y de su vida conyugal. El protagonista de la obra, William Stoner, nace, al igual que el escritor, en una pequeña granja, obtiene el doctorado, trabaja como profesor durante largo tiempo, y se niega a ir a la guerra (lo contrario de lo que le pasó al novelista, hecho que él resalta, sin duda, como repudio a los conflictos bélicos).

Están muy bien pintados los sucesos que ocurren en el campo docente, donde se destaca el gran carácter de Stoner en su trato con profesores y alumnos. Es un mundo manejado por los afectos y los odios, las simpatías y las malquerencias, las intrigas y las ambiciones, como sucede en toda sociedad.  Esa es la humanidad reinante en todas partes. Por lo tanto, nada extraño se estaría narrando, pero el escritor sabe manejar a los personajes y sus actos con altas dosis de sicología y sabiduría. Crea elementos impactantes que mantienen en constante tensión al lector.

Edith, la esposa de ficción, es mujer fría, descortés, insustancial, frígida en la vida sexual, que incluso tolera el amorío que induce a su marido a buscar una fórmula sentimental con Catherine, que es todo lo contrario: afable, amorosa, inteligente. Es un trío nacido de las circunstancias. Admirables los ingredientes de ternura y talento con que John Williams ha movido este drama a la vez apasionante y aleccionador. La novela, que tuvo pocos lectores al comienzo, años después cogió vuelo y ha sido traducida a más de veinte idiomas.

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Eje 21, Manizales, 14-VV-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 16-VII-2023.

Comentario 

Contigo se descubren con frecuencia obras y autores no tan conocidos, pero de mucho valor e interés literario o periodístico. Es el caso de Stoner y su autor John Williams, ambos desconocidos por mí y estoy seguro que por la mayoría de tus lectores. Gracias por esa labor de divulgación. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Encuentro con Guillermo Cano

jueves, 6 de julio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

En 1971 se inició en Armenia mi carrera periodística en El Espectador, la que se traduce en 1.235 artículos de los 2.026 que he escrito en la prensa nacional. En nota de estos días comenté a mis lectores el motivo que tuve para retirarme este mes de dicha labor.

Desde mucho antes de pertenecer a la nómina de escritores del diario sentía profunda admiración por la figura de su director, Guillermo Cano, el periodista magistral que pasó a la historia por sus valientes actuaciones y vibrantes editoriales en los que defendía a todo trance la moral y atacaba los abusos de políticos y gobernantes. Fue un incansable jinete de la democracia, la justicia y el humanismo. Con su inmolación por Pablo Escobar conquistó la gloria eterna. Su brazo derecho era José Salgar, subdirector del diario, otro maestro de periodistas y practicante desde muy joven de las reglas de la comunicación.

Dentro de un concurso promovido por el Magazín Dominical tuve la suerte de ver, en mayo de 1971, galardonado en sus páginas el cuento que elaboré para dicho efecto, el cual me abrió las puertas de la literatura. A partir de entonces vieron la luz en el Magazín continuos escritos de mi autoría que alternaban con mis notas de opinión en la página editorial.

Sin embargo, yo no conocía a nadie en el periódico ni contaba con padrino alguno que me impulsara. Mis escritos se abrían camino por sí solos, y a la larga me permitieron asegurar bases firmes para afianzarme en la historia de El Espectador durante más de medio siglo. Los años 70 y 80 representan mi época dorada en el periodismo, y toda esta amplia trayectoria está ennoblecida por la entrega vital –ejercida con toda disciplina, rigor, ética y carácter– al que Albert Camus llamó “el oficio más bello del mundo”.

Dos o tres escritores envidiosos de Armenia –elementos que no faltan en ninguna parte–, al ver el éxito de mis artículos, se dieron a la tarea de difundir el infundio de que ese hecho obedecía a la palanca que yo tenía con los directivos del periódico. Ese rumor maligno llegaba con frecuencia a mis oídos, y yo lo dejaba pasar. No tenía por qué inmutarme.

Después de dos o tres años de incursionar en las páginas del diario, le pedí a Otto Morales Benítez, en un viaje que hice a Bogotá, que me consiguiera una entrevista con Guillermo Cano. Ardía en deseos de conocerlo, y las condiciones no se habían dado. Él me mandó decir que, aunque sufría un quebranto de salud en su residencia, con el mayor gusto me esperaba en su oficina del periódico. Por supuesto, me sentí apenado con su gentileza, y al mismo tiempo honrado con semejante gesto de generosidad.

Fue un encuentro hermoso, sensible e inolvidable, en el cual Guillermo Cano me manifestó que el periódico era el mío y que se sentía grato con mis colaboraciones. Al despedirme, sentí que algo grandioso había ocurrido.

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Eje 21, Manizales, 1-VII-2023. Nueva Crónica del Quindío, 2-VII-2023.

Comentarios 

Gracias por este lindo recuerdo que hoy nos compartes. Felicitaciones, y honra a tus escritos y al gran Guillermo Cano. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Desde todo punto de vista eres merecedor de una enorme felicitación por la actividad periodística y cultural que por espacio de cincuenta y dos años realizaste en El Espectador. Los temas de tus columnas siempre gozaron de gran acogida por los lectores, como lo comprueba este hecho de haber permanecido vigente más de medio siglo. Siempre recibo tus escritos con placer de lector agradecido. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Adiós a El Espectador

miércoles, 21 de junio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 (Carta a don Fidel Cano Correa)

Con mucho pesar me veo en el caso de comunicarle que he decidido retirarme de El Espectador después de 52 años de vinculación. Debo confesarle que no me atrae el blog que usted me ofrece, lo mismo que a otros periodistas, en lugar del espacio que ocupo como columnista habitual de la edición de internet. No me amañaría en él y, por lo tanto, lo indicado es el retiro.

Evoco con honda nostalgia e infinita gratitud el día en que don Guillermo Cano me abrió, en 1971, las puertas de El Espectador. En ese entonces era yo gerente de un banco en Armenia, y además tenía marcada mi vocación por la literatura y el periodismo. Actitud prodigiosa esta de don Guillermo que hizo destacar mis escritos tanto en la página editorial como en el Magazín Dominical durante los años 70 y 80. Esta es mi época dorada en el periodismo.

Por aquellos días, don Guillermo me envió este mensaje a propósito de un grave percance que sufrí en Armenia: “Lamentando profundamente el accidente que todos sus amigos y admiradores esperamos no tenga gravedad para continuar deleitándonos con su excelente prosa y su acertado criterio para tratar los diversos temas de actualidad nacional”. Años atrás, don José Salgar, subdirector del diario, me decía: “Ese estilo de lecturas es el que quisiéramos siempre ofrecer en nuestras páginas y en adelante estaremos atentos a prestar la mayor acogida a las colaboraciones que usted nos envíe”. Los tiempos eran otros.

Si traigo hoy a cuento estas nobles y gallardas expresiones, no lo hago por insana vanidad, sino para resaltarlas como los mejores galardones de mi desempeño en el periódico. Desempeño que se traduce en 1.235 artículos escritos en sus páginas (el 61 %) de los 2.026 que constituyen la totalidad de mis notas en la prensa nacional. Dos de mis primeros libros contienen material publicado en El Espectador y fueron escogidos para integrar la Cápsula de El Tiempo. Todo esto honra mi carrera periodística y lleva la marca de El Espectador, que me enaltece.

En el 2006, quise retirarme del periódico a raíz de una serie de fallas que presentaba la página virtual y que me causaban frecuentes molestias. Y usted, en forma muy gentil que supe valorar, me convenció de que no renunciara. Hoy, 17 años después, me comunica el traslado al blog. Le soy sincero: considero el blog un sistema marginal. Mi fibra es la de columnista de opinión dedicado de preferencia a los temas sociales y culturales. Seguiré exponiendo mis ideas en otros predios periodísticos.

Mi decisión de retirarme de El Espectador obedece, ante todo, a que juzgo ya concluido mi ciclo en sus páginas. Llegó la hora de desocupar. O como se dice en el lenguaje taurino: llegó la hora del arrastre. Es la propia ley de la vida. Todos mis artículos están guardados en mi página web, y además tengo los recortes de ellos en dieciocho volúmenes que fui formando a través del tiempo y luego mandaba empastar. No creo que ningún otro escritor o periodista mantenga esta organización. Mi archivo es una rareza. Queda de legado para mis hijos.

Expreso a usted mi gratitud por la publicación de mis notas, y lamento las dificultades de edición que me cuenta, que espero se solucionen pronto. Usted ha hecho, sin duda, ingentes esfuerzos por la subsistencia del periódico, y esto es digno de aplauso. Buena suerte, don Fidel.

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Eje 21, Manizales, 16-VI-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 18-VI-2023. El Muro, Bogotá, 18-VI-2023.

Comentarios

Es una pena tu retiro después de verter tu inteligencia y actitudes por tanto tiempo. Como persona envidiablemente organizada lamentamos esa ausencia de un diario tan querido. Jaime Lopera Gutiérrez (exgobernador del Quindío, expresidente de la Academia de Historia del Quindío).

Tus lectores de El Espectador te van a extrañar mucho. Diego Moreno Jaramillo (exministro de Desarrollo Económico, exgobernador del Quindío).

Cuando tocaban la diana de retirada, las tropas adiestradas para la guerra salían con el rabo entre las patas convencidos de una derrota. No es este su caso, mi querido y admirado amigo. Somos unos muebles viejos que libramos batallas abstractas por conseguir que no nos tiren al carro recolector de basuras. Yo me inventé mis crónicas diarias que solo llegaban a un grupo de wasap. Parece que ahora las reproducen como pódcast y como texto en muchos focos de provincia y hasta en Radio Melodía de Bogotá, otra sobreviviente de la hecatombe que nos está tocando presenciar y que aspiro a narrar. Honró usted las páginas de El Espectador con cariño especial. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Entiendo tus sentimientos, pues se trata prácticamente de toda una vida bajo un acogedor alero al que hay que renunciar. La vida sigue y la Providencia nos permita poder leerte por muchos años. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Estos 52 años son un recorrido de un trabajo extraordinario, hecho con entrega, dedicación, profesionalismo. En todas las columnas se refleja el respeto por una profesión que es un arte. El escribir, creo yo, viene de una inspiración no de este plano terrenal, es una conexión propia al hacerlo con amor, pero siento que hay “musas inspiradoras” que les dictan a los elegidos para poder encontrar en cada página en blanco, ahora pantalla en blanco, un tema y poder desarrollarlo. Mi papá es de esos elegidos que sintió desde joven que así era y puso todas las condiciones para poder llevar a cabo ese don. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me quedé tremendamente admirado por la cantidad de artículos y por el tiempo total que lleva siendo columnista de El Espectador. Quiero felicitarlo por esta labor que requiere muchísimo trabajo y constancia, algo muy marcado en su personalidad. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

Aunque no hemos visto algunos de los últimos artículos por fallas en el internet, lamentamos mucho el retiro como columnista de El Espectador. Lo disfrutamos mucho. Pedro Elías y Ligia, Bogotá.

Muy buena su carta de despedida. Bien sabe que eso lo siento en el alma. Jorge Rafael Mora Forero, Estados Unidos.

Estoy seguro de que muchos lectores y admiradores de tu brillante prosa, de tus ecuánimes opiniones y de tu impecable estilo te extrañaremos en nuestros buzones electrónicos. Pero, tal como lo expresas en tu nota, a todos nos llega «la hora de desocupar». Fueron largos años de producción periodística y cultural y sin duda te quedará una gran y permanente satisfacción por la labor realizada. Astrid y tus hijos siempre se sentirán orgullosos de ti. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

En París, en donde estoy de vacaciones en estos días, me entero de tu retiro como columnista de El Espectador, después de haber tenido esa responsabilidad durante 52 años, tiempo durante el cual deleitaste a tus lectores, entre ellos a mí con muchas columnas que he leído. Quiero expresarte mi sincero reconocimiento y felicitarte por tu destacada trayectoria como columnista en tan importante periódico nacional. Tu incansable dedicación y valiosa contribución al periodismo han dejado una huella imborrable. Admiro tu pasión, perspicacia y compromiso con la verdad. Si bien te retiras como columnista de ese medio, tu legado seguirá y perdurará también en cada línea escrita en otros canales. Mauricio Borja Ávila, París.

Acuso recibo de tu carta de despedida de El Espectador. A todos nos llega el tiempo de retiro, y muy seguramente seguirás escribiendo para todos nosotros, quienes te leemos con mucha atención. Arq. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.

Lamento tu retiro de El Espectador, después de tantos años de permanencia en estas páginas. Miguel Ángel Rojas Arias, director de El Quindiano, Armenia.

Debe ser doloroso el retiro, pero necesario ante el traslado de su columna. Solidario, le acompaño en su decisión. Gustavo Valencia García, Armenia.

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