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Archivo para la categoría ‘Ecología’

Parque de la Vida

martes, 2 de febrero de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Presencié en un video el acto en que las autoridades quindianas conmemoraron este 25 de enero los 22 años del terremoto que destruyó la ciudad de Armenia. El acto tuvo lugar en el Parque de la Vida, sitio emblemático fundado el 1° de junio de 1990, cuando César Hoyos Salazar inició su periodo como alcalde de la capital.

El sentido del parque es el de rendirle honor a la vida como el bien más preciado que tenemos. Ahora, por cruel ironía, murió, el mismo día de la conmemoración de la fecha siniestra, Jorge Eliécer Orozco Dávila, alta figura del periodismo, que cumplió una brillante carrera de 47 años en RCN, donde fue director de noticias en el Quindío, gerente regional y director nacional de Radio Sucesos.

Jorge Eliécer fue periodista desde los 16 años, tanto en esta cadena radial como en la televisión y en diversos periódicos. Ya en la época del retiro, fundó el portal web de noticias titulado Siempre periodista. Su muerte ha causado honda conmoción, por tratarse del periodista más destacado del departamento y poseedor además de otras facultades singulares, como su portentosa voz y su talento como cantante.

En 1987, el Comité de Cafeteros destinó la suma de $100.000 como aporte para la construcción de un parque urbano que se convirtiera en tributo al espíritu cívico y progresista de los quindianos. En esta obra participaron otras entidades que le rindieron homenaje a Armenia en sus 100 años de vida, cumplidos el 14 de octubre de 1989. El municipio y la Beneficencia departamental donaron los lotes en los que había funcionado el orfelinato de San Vicente.

El plan inicial contemplaba la construcción de una cascada de agua, un puente peatonal y varios senderos y jardines. Con el paso del tiempo se extendieron diversos atractivos a lo largo de las 10 hectáreas integrantes de la obra. En principio, a esta se le asignó el nombre de Parque del Centenario. Pero César Hoyos Salazar, elegido alcalde popular el 11 de marzo de 1990, propuso cambiarle la denominación por la de Parque de la Vida.

Entre las razones que adujo estaba el deseo de querer superar la tragedia vivida en  el país entre los años 1980 y 1990, que había dejado numerosos muertos causados por la ola terrorista responsable de la explosión de bombas, el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, el incendio del Palacio de Justicia y la muerte de numerosos  magistrados y personal civil, lo mismo que de guerrilleros que participaron en la acción subversiva; e hizo alusión a los 25.000 muertos que produjo la devastación de Armero, y al asesinato de Luis Carlos Galán y connotados líderes políticos, entre otros sucesos siniestros.

Frente a este escenario desolador, el parque representa un llamado a la sensatez y un repudio a la violencia que ha cubierto de sangre la vida nacional. Además, es una referencia turística y cultural de Armenia. Una oración por la paz en un bello paraje ecológico situado en pleno corazón de la ciudad.

Este fue el panorama que vi el 25 de enero en el Parque de la Vida, con la mala fortuna de que ese mismo día falleció, víctima de un cáncer atroz contra el que luchó con increíble valentía, mi eminente amigo el periodista Jorge Eliécer Orozco. Aun así, escribió su columna en La Crónica del Quindío hasta el 30 de diciembre. Este sitio esplendoroso lleva un cálido mensaje por la paz de los colombianos.

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El Espectador, Bogotá, 30-I-2021.
Eje 21, Manizales, 29-I-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 31-I-2021.

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El drama del jardín quindiano

jueves, 23 de julio de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El Quindío todo es un jardín. La presencia de las flores viene desde tiempos remotos y  continúa en las delicadas manos femeninas que las consienten como una insignia de la región. Así, surgieron clubes de jardinería en los municipios empeñados en hacer de ellas un encanto de los paisajes y un embeleso de la vida. Recuerdo en Armenia la famosa floristería Ardeflor, de Argelia Palacio, quien con su talento artístico y su donaire femenino hizo sobresalir su nombre en la ciudad.

Testimonio de esta tradición es el Jardín Botánico del Quindío, creado en 1979 por el exalcalde de Armenia Alberto Gómez Mejía y abierto al público en diciembre del 2000. Aparte de ser el jardín más importante de la región, es uno de los principales de Colombia. Además, Gómez Mejía preside desde 1996 la Red Nacional de Jardines.

Antes de propagarse el coronavirus, el jardín era visitado por un promedio de 5.000 personas cada mes. Esto permitía atender la nómina de 31 empleados y los otros gastos, con un costo entre 35 y 40 millones de pesos. Desde que irrumpió la pandemia, nadie visita las instalaciones y todos los ingresos se derrumbaron, ya que no recibe ningún patrocinio oficial o privado.

Frente a este panorama desolador, Gómez Mejía eleva su voz de alarma para mostrar la dramática realidad y pedir ayuda para que no naufrague el barco. Ha tocado en muchas puertas. Acudió a los bancos, y como no existe flujo de dinero, la respuesta ha sido negativa. Así son los bancos. Ante el apremio que no da espera, se vio precisado a utilizar en Calarcá el crédito extrabancario.

En síntesis, una cadena de adversidades. Pero él no pierde la esperanza de encontrar  los caminos salvadores. Con el optimismo que lo anima –y le aplaudimos como ejemplo edificante para los colombianos en estos días de borrasca–, lucha como un titán para no despedir a ningún empleado. “Toda la gente del jardín –dice– está trabajando con emoción y pasión para que salgamos adelante”.

Para atenuar el problema, pide que le ayuden a vender 70.000 árboles de 37 especies nativas que están listos para la venta. Sus precios van de $ 5.000 a $ 200.000. Además, busca vender miel de las 200.000 abejas que viven en 4 colmenas. Y solicita donaciones a través de las cuentas de Bancolombia y Banco Agrario, información que está en la página web de la entidad. Los quindianos, que poseen espíritu generoso y altruista, saldrán, sin duda, en defensa de su jardín maravilloso, admirado por miles de turistas nacionales y extranjeros.

Me viene a la mente el Monumento al Esfuerzo, levantado por Rodrigo Arenas Betancourt en la plaza principal de Armenia. Ese esfuerzo legendario representa el empuje quindiano que ha hecho posibles hechos sorprendentes como la creación del departamento y la reconstrucción de Armenia después del terremoto de 1999.

Sobre este luchador incansable de la ecología que es Gómez Mejía, manifiesta César Hoyos Salazar, exalcalde de Armenia y expresidente del Consejo de Estado: “Al frente de su jardín botánico y su mariposario, el Quindío tiene un señor líder, hombre brillante, emprendedor y pulcro”. Y el exministro y exgobernador del Quindío Diego Moreno Jaramillo afirma que es una de las figuras más destacadas de la región en todos los tiempos. El reto actual es salvar esta obra emblemática convertida en un canto a la naturaleza.

El Espectador, Bogotá, 18-VII-2020.
Eje 21, Manizales, 17-VII-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 19-VII-2020.

Comentarios

Lamentable la situación del Jardín Botánico del Quindío. Es de esperarse el respaldo de los quindianos para salvar esta joya de su departamento y a sus colaboradores. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

La Academia de Historia del Quindío avala esta solicitud de replicar la cuenta del Jardín Botánico a la colonia quindiana en Bogotá, una maravillosa iniciativa del escritor Gustavo Páez que debe respaldarse con entusiasmo y patriotismo para ayudar económicamente a esta entidad emblemática de nuestro departamento. Jaime Lopera, presidente

Ha sido publicada en nuestra página web una nota especial con el fin de promover y apoyar las donaciones con destino al Jardín Botánico del Quindío. Agradecemos su especial interés en el tema y el habernos contactado. Isabel Patricia Orozco Orozco, directora de la Casa Delegada del Quindío en Bogotá.

Quedé emocionado y conmovido por este artículo maravilloso. Te lo quiero agradecer de corazón, porque, además, tu generosidad desborda mis méritos reales. Alberto Gómez Mejía.

Por los caminos de Baza

miércoles, 24 de julio de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

En 1599, hace 420 años, el cabildo de Tunja entregó a Miguel Suárez de Figueroa, hijo de Gonzalo Suárez Rendón, el fundador de Tunja, todo el territorio comprendido entre Jenesano y el río Úmbita, que abarcaba la hacienda Baza y la población de Turmequé.

En 1638 las tierras pasaron a poder de los dominicos, que se asentaron allí para evangelizar a los indígenas y enseñarles técnicas agrícolas. La hacienda fue creciendo con nuevos terrenos hasta alcanzar gigantesca dimensión. Los religiosos la bautizaron con el nombre de Baza en homenaje al municipio español que lleva el mismo título, en el que varios de ellos habían nacido y la comunidad poseía un viejo convento.

En 1861 Tomás Cipriano de Mosquera decretó la desamortización de los bienes de manos muertas, que consistía en vender por subasta pública las tierras y otros bienes  de las órdenes religiosas de la Iglesia católica, los que antes no se podían enajenar. La expropiación se hizo a cambio de un reconocimiento económico a la Iglesia, y con dicha operación se buscó fortalecer las finanzas públicas.

En 1866 la extensa tierra fue dividida en seis lotes, el mayor de 1.500 hectáreas. En ese momento, Francisco Ordóñez compró parte de Baza, y a finales de 1960 nacía una nueva hacienda –la actual– al quedar Lucía Ospina Ordóñez, bisnieta de Francisco, como la dueña de 70 hectáreas, de las miles que habían llegado a formar el latifundio. Junto con su esposo Carlos Schrader Fajardo y los dos hijos se iniciaba una nueva etapa.

Este itinerario de la propiedad ocurrió en medio de conflictos con los indígenas, litigios y rivalidades familiares. Incluso se menciona el capítulo oscuro de una deuda de juego del primer dueño, Suárez de Figueroa, que afectaba su título sobre el inmueble. Hoy la mansión está hecha para el asombro y el disfrute.

No se sabe qué admirar más: si su arquitectura colonial, o la fascinación del entorno, o el confort de las habitaciones, o la amenidad del bar y los comedores, o las obras de arte que adornan los recintos. La cocina, olorosa a pasado, funciona en una estancia dotada de estufa de leña y carbón.

La hacienda está ubicada a dos kilómetros de Tibaná, “tierra de paz, amor y amistad”, según dice su lema. Cerca queda Jenesano, seductora población de gente amable y cálida, la que en 1999 fue declarada el “pueblo más lindo de Boyacá”. Allí  sobresale el moderno condominio Eco del Río, con 31.000 metros cuadrados de construcción y 304 apartamentos. En unos kilómetros más aparece Turmequé, cuna del deporte nacional conocido como tejo. En otro sector de la vía surge Ramiriquí, capital de la provincia de Márquez. De este municipio es oriundo el presidente de la Nueva Granada José Ignacio de Márquez, quien además es el primer presidente boyacense entre los trece que ha tenido la región.

Ha sido Lucía Ospina Ordóñez, nacida en Bogotá y que vivió en Baza los días felices de su infancia y adolescencia, la infatigable y prodigiosa creadora de lo que a partir de 1977 ha sido este paraíso terrenal que cuenta con un hotel de alta categoría incrustado en el corazón de la naturaleza. Delicioso sitio bucólico rodeado de paz, silencio y magia,  de sosiego y embeleso, donde el visitante se encuentra con los bienes primigenios de la vida en medio de árboles y jardines ensoñadores, el gorjeo de las aves, el rumor del agua, el sonido del viento y el embrujo de los paisajes.
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El Espectador, Bogotá, 20-VII-2019.
Eje 21, Manizales, 19-VII-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-VII-2019.
Aristos Internacional, n.° 40, Alicante (España), febrero/2021. 

Comentarios 

Me gustó mucho el artículo como aporte histórico y como invitación a conocer otro bello rincón patrio. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Este fin de semana estuve en Jenesano. Me picó la curiosidad, y dada la cercanía, estuve en la hacienda, como visitante, y pude admirar todo cuanto describe el artículo.  Es, sin duda, un lugar espectacular para el encuentro con la naturaleza y el descanso. El mobiliario, la mayoría de época, es asombroso en sus tallas, maderas y cuero. Allí en Baza el tiempo se detiene y regresa como por encanto a tiempos coloniales. Es asombrosa la comodidad con la cual vivieron esas gentes, hasta con piscina de piedra, hoy con azulejos. Un paraje  de sueño y añoranza, con aroma de frutos y vuelo de aves, refugio de colibríes y voces ancestrales. Inés Blanco, Bogotá.

Hacia finales del año pasado una de mis hijas y su esposo pasaron un fin se semana en la Hacienda Baza y vinieron hablando maravillas de la estancia. Yo desconocía la existencia del sitio, pues por esa región estuve por allá cuando era muchacho y nunca más volví. Por lo anterior, este estupendo e histórico artículo fue de mi agrado y creo que un día de estos iré a conocer el hotel y pasar allí aunque sea una noche. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

El recuento logrado por usted de Hacienda Baza me llena de satisfacción, puesto que generosamente nos describe en forma muy amplia, con la apreciación de lo que vivió en su estadía en este lugar, al cual tuve el privilegio de poderle dedicar parte importante de mi vida, y tenerlo hoy en día como el lugar que usted tan maravillosamente describe. Su columna me llena de orgullo y gratitud. Lucía Ospina Ordóñez, Hacienda Baza.

El Atrato se defiende

jueves, 5 de abril de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Conocí el Chocó en 1990. En Quibdó la pobreza se traslucía en niños famélicos, de mirada taciturna y vientres abombados –invadidos de parásitos–, que se deslizaban por las calles como testimonios vivientes del eterno abandono en que ha vivido la población. Y me maravillé ante el espectáculo del torrentoso Atrato –el más caudaloso de Colombia–, que bordea la ciudad y representa el mayor medio de transporte de la región. “El río Atrato parece que gimiera, en sus sordos lamentos, siglos de esclavitud”, anoté en el artículo El Chocó merece más (El Espectador, 24-IX-1990). En los 27 años que han transcurrido desde entonces, la situación del departamento sigue siendo dramática.

El contraste entre los dos extremos que allí se tocan no puede ser más desconcertante. De una parte está el patrimonio ecológico, constituido por la biodiversidad y la minería, y de la otra, la miseria y la degradación humana. Políticos, gobernantes y los implacables explotadores de la naturaleza parece que se hubieran coaligado a lo largo del tiempo para extraer la fortuna a costa de la esclavitud de los moradores, la mayoría pertenecientes a comunidades negras e indígenas.

El Atrato tiene una extensión de 750 kilómetros y pasa por territorios del Chocó (69%) y de Antioquia (31%). Durante su recorrido se vigoriza con más de 300 afluentes, entre ríos y quebradas. Desde Quibdó hasta Urabá son navegables 508 kilómetros en embarcaciones de alta capacidad, y se convierte además en vía que conduce a Turbo y el puerto de Cartagena. En la cuenca habitan más de 470.000 personas que subsisten de la pesca, la minería y la agricultura en pésimas condiciones.

El Chocó, una de las zonas más lluviosas del mundo, es el único departamento de Colombia que tiene dos océanos: Pacífico y Caribe. Es territorio de agua, y asimismo de enfermedades, analfabetismo, pobreza extrema, corrupción y desempleo. La malaria, la tuberculosis y la desnutrición infantil son males crónicos que diezman a las familias y menoscaban la ilusión de vivir. Los políticos se roban los presupuestos para la salud, y nada pasa.

En medio de este panorama aterrador, fue puesta una tutela que busca recuperar el Atrato. Parecía una acción infructuosa, de las tantas que se han intentado y se han hundido en los ríos legendarios. Sin embargo, tuvo éxito en la Corte Constitucional. En el fallo de la sentencia T-622 del 10 de noviembre de 2016 (publicado en mayo de 2017), el alto tribunal “reconoce al río Atrato, su cuenca y sus afluentes como una entidad sujeta de derechos”. Colombia se convierte en el tercer país del mundo en el que se protegen los derechos de un río como si fueran los derechos de una persona.

Esto, en buen romance, significa que el Estado debe desalojar de aquel territorio la minería ilegal y la contaminación, purificar las aguas de los ríos y dispensar condiciones dignas a los miles de habitantes que han vivido entre el abandono, la insalubridad, el hambre y la miseria. Antioquia se proclamó guardiana y actora de este programa de largo alcance. Corresponde al próximo gobierno responder por lo que ya es mandato de la ley. Ojalá sentencia tan providencial no se convierta en letra muerta. Será la Corte Constitucional la que garantice su ejecución.

El Espectador, 30-III-2018.
Eje 21, Manizales, 31-III-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 1-IV-2018.

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Conocí desde los años 70 el Atrato y también el San Juan (que desemboca al Pacífico). El San Juan era por excelencia el río de la minería: su principal poblado era Istmina y sobre su cuenca de influencia estuvo la Chocó Pacífico que explotó el oro de varios municipios. La devastación por minería se acentuó en ese río, pero en el río Atrato la devastación fue forestal: sus maderas se las llevaban las compañías americanas (Maderas del Atrato) y las españolas (Maderas de Urabá) para sus países, en embarcaciones transatlánticas propias, que llegaban hasta el golfo de Urabá para el cargue exclusivo de esas maderas. Fue tal el negocio que Maderas del Atrato tuvo una línea de ferrocarril de más de 20 kilómetros dentro de la selva para el transporte de maderas hasta los afluentes hídricos más cerca al río Atrato. ¡Qué bueno recordar esos tiempos, y, como usted, haber sido testigo de tantos acontecimientos tan poco conocidos por tan pocos! Carlos Alberto Tamayo Palacio (La Crónica del Quindío).

Yo  lo conocí mucho antes, en 1963, y no tendría que añadir un adjetivo a lo que anota el artículo. El minagricultura de entonces, Virgilio Barco,  se las ingenió para mejorar un poco la vida de los cultivadores de arroz con unas pequeñas secadoras, pero los políticos siempre saben caer donde hay algún dinero y nadie supo dónde ni quiénes lo aprovecharon, pero de ningún modo fueron los agricultores. 55 años y todo sigue igual o peor. Josué López Jaramillo, Bogotá.

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Palma de cera

miércoles, 13 de diciembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En el recorrido que en 1801 hizo Humboldt por la cordillera Central colombiana se maravilló con dos plantas de sorprendente belleza, que no eran conocidas por los europeos: la palma de cera y la guadua. La palma de cera está concentrada en la cuenca del río Tochecito (Tolima) y en el valle de Cocora (Quindío), sitios donde vegetan 600.000 palmas de las 700.000 que existen en Colombia. Por otra parte, es la región con más palmas de cera en el mundo.

En la carretera que va de Cajamarca (Tolima) a Salento (Quindío) se encuentra el lugar conocido como Tochecito, ubicado en el corregimiento de Toche, el que conecta con el valle de Cocora y entre los dos forman el territorio de la palma de cera. Hasta hace poco Tochecito era sede de las Farc y hoy disfruta de sosiego tras el acuerdo firmado con el grupo guerrillero. Al fin sus habitantes conocieron el beneficio de la paz.

Uno de los mayores atractivos del Quindío está en Salento y su valle de Cocora. Allí los turistas, fuera de disfrutar del espectáculo de la soberbia naturaleza, se embelesan ante la majestad de la palma de cera (Ceroxylon quindiuense), cuya altura llega en promedio a 60 metros y puede vivir 100 años. Las hay que superan los 80 metros y viven mucho más del siglo.

Por medio de la ley 61 de 1985 esta especie fue declarada “árbol nacional de Colombia”. También se contempló la creación de parques o santuarios para proteger este tesoro, lo mismo que para amparar la zona contra los depredadores o el simple deterioro de la tierra. Esto no se ha cumplido.

Aparte de dicha omisión, surge el hecho de que algunas personas o empresas están utilizando la tierra para el cultivo en el valle de Cocora del aguacate hass (originario de una semilla guatemalteca fertilizada en California, en 1926, por Rudolf Hass).

La Fundación Bahareque de Salento, defensora del patrimonio ambiental y cultural del Quindío, se pronuncia sobre este hecho en la edición de El Quindiano del 5 de este mes: “Estamos muy preocupados porque en el valle de Cocora, uno de los paisajes más hermosos de Colombia y el mundo, están sembrando grandes plantaciones de aguacate hass para la exportación”.

La misma inquietud la sienten entidades como el Jardín Botánico del Quindío, el Instituto Humboldt y la Fundación Cosmos. En el Quindío hay una protesta general contra la pretensión de cambiar la esencia de la tierra emblemática. Néstor Ocampo, director de la fundación ecológica Cosmos, dice que “empieza a morir el paisaje de Cocora y a nacer en su reemplazo el paisaje del aguacate hass”.

Es preciso que Patrimonio Cultural considere este asunto de vital importancia en su reunión del próximo 11 de diciembre. Se trata de dos reservas valiosas del país, las de Salento y Tochecito, que por lo tanto deben mirarse con el rigor que ha dejado de prestárseles. Es el Estado el que debe poner coto a este atropello contra la reliquia ecológica establecida en la ley atrás citada, y dar pasos urgentes para declarar la zona como santuario nacional.

Eje 21, Manizales, 8-XII-2017.
El Espectador, Bogotá, 9-XII-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 10-XII-2017.

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En octubre de este año visité los montes de Cocora, admiré la belleza de nuestro árbol nacional y noté un par de cosas que me parece oportuno señalar: 1) no vi palmas jóvenes ni semilleros creciendo; 2) en los potreros donde estaban las palmas de cera pastan vacas. Estas tierras tienen propietarios privados y nada indica que pertenezcan a la nación. Un habitante de la región me comentó que las vacas pastan y también se alimentan de las semillas que caen de los árboles. Esta situación amenaza el ciclo de reproducción de la palma. tomasfuribe (correo a El Espectador).

Una vez más te manifiestas como conocedor del tema y eterno enamorado de tan bella y próspera región a la que te ligan tantos nobles y patrióticos sentimientos de antaño y hogaño. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.

Quiero felicitarlo por su columna sobre el cultivo de aguacate hass en el valle de Cocora. Este fin de semana estuve de visita en este maravilloso lugar y pude constatar los avances en las plantaciones de este producto. Realmente es preocupante cómo se amenaza lo que queda de la palma de cera, la flora y fauna de la zona. Todo a cambio de la ambición de unos pocos. No podemos quedarnos callados ante semejante atropello. Carlos Humberto Parra López, Medellín.

Personalmente creo que el cultivo del aguacate será arrollador y no tendrá contemplaciones con nuestra emblemática palma, pues las exportaciones de la fruta se han visto incrementadas en forma desmesurada y creo que se acaban de firmar con China y otros países convenios para ello. Ojalá se piense con ánimo ecológico y se pueda llegar a un estado que no perjudique ninguno de los dos productos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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