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Archivo para la categoría ‘Violencia’

Desde el río Arma hasta el Quindío

martes, 9 de abril de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

___________

Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

 Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

La ciudad fantasma

sábado, 16 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace 30 años, el 3 de diciembre de 1993 –un día después de cumplir 44 años de edad–, Pablo Escobar caía abatido en el tejado de una sencilla casa donde se refugiaba en el barrio Los Olivos de Medellín. Desde 17 meses atrás, cuando se voló de la lujosa cárcel llamada La Catedral, lo perseguía el Bloque de Búsqueda formado por miembros de la Policía Nacional, el Ejército Nacional y las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos.

Según la revista Forbes, se calculaba su fortuna en 8 mil millones de dólares, constituida por dinero, edificios, fincas y más de 500 inmuebles. Con la dinamita derribaba edificios, aviones, centros comerciales, sedes periodísticas, y con su ímpetu salvaje arremetía contra las autoridades, las instituciones y quienes pretendieran obstaculizarlo. Era uno de los hombres más ricos del mundo, y el más buscado a comienzos de los años 90.

Estuve en Medellín a finales de 1990, es decir, 3 años antes de su muerte, en una labor bancaria que duró 2 meses. Me correspondió, por lo tanto, conocer y vivir la época más tenebrosa del pánico que mantenía paralizada la ciudad y horrorizados a los habitantes. Medellín parecía un fantasma. A las 6 de la tarde la gente corría a sus hogares, y la urbe quedaba desierta, como si se tratara de un inmenso cementerio.

Quien se expusiera al azar de las calles corría el riesgo de morir bajo el fragor de las balas. Pablo Escobar ofrecía 1 millón de pesos por policía muerto. ¿Cuántos policías murieron en esa operación? Se habla de 657 entre los años 89 y 93. Lo que sucedía en Medellín se extendió al país entero al decretar el capo la guerra total contra el Estado. Imposible suponer ese grado de insania en una persona. Pero él no era un ser humano, sino un monstruo. A Hitler le heredó el instinto aniquilador.

En una alcaldía municipal descubrí el libro También fui Espectador, y supe por el funcionario que Escobar lo había enviado a los alcaldes con la intención de desacreditar a la familia Cano Isaza. El autor del libro, José Yepes Lema, había salido resentido con El Espectador tras prestar allí varios años de servicio, y elaboró la obra para difamar a sus antiguos patronos. Texto tergiversado e injusto que le cayó de perlas al facineroso para darle impulso a ese sucio memorial de agravios dirigido contra quienes lo atacaban desde el periódico.

Con su muerte, Colombia volvió a respirar. Fue el mayor asesino del país, autor de 5.000 homicidios y de la peor época de terror y sevicia. Hasta tal punto llegó su saña diabólica, que grandes figuras de la vida nacional, como Rodrigo Lara, Luis Carlos Galán, Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos, Enrique Low Murtra, no se escaparon a su maldad y sed de venganza. Había nacido con el odio en el alma. Y murió como un ser rastrero que huía de casa en casa, cual otro fantasma, con 20 kilos de sobrepeso, en busca de un escondite que no encontró. Con el tiempo, su fortuna se esfumó.

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Eje 21, Manizales, 14-XII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 17-XII-2023.

Comentarios

Este es un escrito para la memoria histórica de los colombianos. Quienes vivimos ese horror agradecemos a nuestras Fuerzas Armadas el permitir respirar otros aires después de que el “imperio” de Pablo Escobar cayó. Eran tiempos donde cualquier ruido atemorizaba, y ver morir injustamente tantas personas afligía el alma. A eso no podemos volver: el país derramó mucha sangre y hoy, en esos 30 años recorridos, entendemos que el mal se puede apoderar de todos y que somos más los buenos que queremos para Colombia tiempos de paz. Nuestro bello país se lo merece. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Ingratos recuerdos de esa funesta época. No se explica uno cómo puede existir un ser humano con esa mente tan perversa. También por funciones de mi trabajo me tocó viajar a Medellín varias veces por esos años previos a la muerte del criminal y pude comprobar la soledad que se vivía después de las seis de la tarde. Era impresionante. Ojalá no volvamos a tener un monstruo de esos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Leí el artículo sobre la ciudad fantasma y recordé esos terribles años que nos tocó vivir. Los colombianos no debemos nunca olvidar el terrible daño que le ha hecho el narcotráfico a nuestro país. Eduardo Archila Rivera, Bogotá.

Ciudad de horror

martes, 10 de mayo de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Cada día se reportan en Bogotá alrededor de siete personas desaparecidas. Según información suministrada por el concejal Rolando González, en los dos primeros meses de este año fueron anunciadas 311 personas como desaparecidas, de las cuales 207 siguen en esa situación y tres se han reportado muertas. En el 2021, de acuerdo con datos suministrados por el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres –SIRDEC–, 2.446 personas desaparecieron en Bogotá, lo que significa un aumento de 401 casos en relación con los 2.045 del 2020.

En el centro de Bogotá se descubrieron las llamadas “casas de pique”, que son copia de las establecidas en Buenaventura en el año 2014. A ellas van a dar los ciudadanos que caen en esta red tenebrosa bajo los efectos de la escopolamina, y luego son sometidos a los peores vejámenes, como el robo, la tortura y la violación.

El alcaloide consumido deja a la persona alucinada e indefensa, situación que permite apoderarse de sus objetos personales y tarjetas bancarias. Este es el paseo millonario, o secuestro exprés, en virtud del cual la persona retenida suministra las claves de sus tarjetas y estas son vaciadas de inmediato.

Las casas de pique son los sitios estratégicos buscados por los facinerosos para tener escondidas a las víctimas. Unas regresan a sus hogares con graves traumatismos, y las autoridades ni siquiera se enteran; otras mueren por el exceso de la escopolamina, que es el hecho frecuente denunciado a diario por los periódicos

Para deshacerse de ellas, son desmembradas y ocultadas en bolsas que se tiran a los basureros o a la calle, o sepultadas en fosas incógnitas de difícil localización. Esta es la macabra industria del crimen que hoy deja en Bogotá y otras poblaciones las mayores ganancias bajo la deficiencia y permisividad de las autoridades y la flagrante impunidad que estremece al país. Por eso mismo, el delito prolifera y atrae a más practicantes de este método diabólico.

¿En qué sociedad vivimos? ¿Hasta cuándo seguirá la comunidad muerta de miedo y expuesta a esta tortura abominable que guarda similitud con los campos de tortura de Hitler? El alma nacional está herida y sangrante. Ha perdido la fe en sus gobernantes y no acierta a explicarse semejante aberración en estos monstruos que andan por el territorio nacional sin Dios ni ley, y no solo por la hoy atemorizada y sacrificada área bogotana, a donde han venido a parar las mentes más siniestras de la delincuencia.

Se dirá que se han tomado medidas para reprimir el crimen cotidiano que se incuba en las casas de pique, lo cual no puede negarse. Sin embargo, al no detenerse esta ola criminal, e incrementarse todos los días según dan cuenta las redes sociales, hay que decir que nos hallamos ante un fracaso conturbador de los encargados de garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos. Ojalá el país sepa elegir un buen presidente en la contienda que se avecina.

El Espectador, Bogotá, 7-V-2022.
Eje 21, Manizales, 6-V-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 8-V-2022.

Comentarios 

Excelente artículo que retrata con realismo la situación que se está presentando en Bogotá. Esto realmente me parece insólito, y lo peor es que uno ya no pueda ni siquiera salir a la calle. Ojalá que esto llegue a las autoridades y hagan algo para evitar el horror que vivimos los ciudadanos cada día por cuenta de la delincuencia. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

Ahora da miedo salir a caminar por cualquier sector de nuestra querida Bogotá. Abrigo la esperanza de que esto cambie. Es posible. New York dejó de ser, en su momento, uno de los lugares más peligrosos del mundo cuando en 1994 nombraron de jefe de la policía de La Gran Manzana a William Bratton, quien redujo el crimen de manera sustancial. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Es un verdadero horror que nuestra capital llegue a ese extremo de descomposición social y de pérdida de valores. La inseguridad rampante carece de límites. Gustavo Valencia García, Armenia.

Increíble que Bogotá terminara como Buenaventura. Leí la nota, y aterra. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Los habitantes de Bogotá nos sentimos acorralados y en estado de pánico por los horrores que a diario se divulgan en los medios de comunicación. Hemos llegado a insospechados territorios de crueldad, odio, ambición y deshumanización. Ya no vivimos sino que sobrevivimos a los tenebrosos designios de los grupos de maleantes descuartizadores, ladrones y depravados. ¿En dónde podrá el hombre de bien ocultarse ante la ignominia y el dolor y el miedo? No sabemos. Inés Blanco, Bogotá.

Yo creo que Colombia toda fue convertida en un país de pique. Y que quienes más pican son los que están arriba, por acción y por omisión. Somos un país de vergüenza humana. Jorge Rafael Mora Forero (escritor colombiano residente en Estados Unidos).

Nota estremecedora. No nos explicamos los ciudadanos pacíficos cómo el hampa se ha tomado la ciudad sin que los dirigentes gubernamentales, de presidente para abajo, tomen el toro por los cachos y adopten medidas fuertes para garantizarnos la tranquilidad y volver a los caminos de la concordia. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Bogotá, y en general Colombia, están sitiadas por el horror de la inseguridad y la violencia. A muchos nos ha encerrado más esta situación que la misma pandemia. Flor (correo a El Espectador).

Colombia está sumida en la criminalidad, corrupción, negligencia, impunidad. Es un Estado fallido, sin esperanza, donde ser criminal paga. Andrés (en El Espectador).