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Archivo para la categoría ‘Panorama nacional’

Mirar a Colombia

martes, 10 de septiembre de 2024 Comments off

Gustavo Páez Escobar

La docente y académica boyacense Mercedes Medina de Pacheco, autora de más de 15 libros, acaba de publicar el titulado Colombia entre mi morral, con el sello de la Sociedad Geográfica de Colombia, entidad que le ha patrocinado tres obras más. Es una estudiosa de tiempo completo, que, dedicada en su biblioteca a escrutar diversos capítulos de la historia nacional a través de sus actos épicos, sus tesoros, mitos y leyendas, deja valiosos aportes en su carrera literaria.

Este libro contiene una ágil, amena y didáctica memoria sobre temas esenciales de la vida colombiana, en los que se repasan hechos dignificantes que van desde la enorme riqueza ecológica que ostenta el país –como la de sus ríos, mares, páramos y demás riquezas naturales– hasta la maravilla de su fauna, su floricultura, sus aves y otras especies vernáculas; desde el significado de los dioses y las culturas indígenas hasta el surgimiento de los próceres que forjaron la nacionalidad y crearon un país libre; desde la aparición de los primitivos sistemas de vida hasta el surgimiento de sus escritores y poetas.

Es un libro de lujo, en formato grande y con 241 páginas, en cuya portada aparece un joven que carga su morral y avanza entusiasta por un contorno desierto. Queda fácil entender que ese es el morral de la sabiduría, que la autora ofrece como símbolo de aprendizaje y guarda del conocimiento. Ahí está Colombia con sus horizontes abiertos y el esplendor de sus paisajes. Por estas páginas caminan 194 narraciones breves e instructivas.

La portada invita a conocer a Colombia. Y es que nos hemos olvidado de nuestro hermoso país, lleno de glorias y grandezas, que merece recuperarse en los turbulentos días actuales. Con el espíritu pedagógico que distingue a la escritora, ella nos lleva de la mano para que nos asomemos a nuestro propio territorio, entendamos nuestra idiosincrasia y descubramos los valores escondidos que la gente en general no sabe apreciar.

Abarca la obra pequeños y grandes episodios. Se leen hechos relevantes, lo mismo que sucesos curiosos y divertidos. Algunos, misteriosos y trágicos. Entre estos últimos está el del farol de las Nieves en Tunja. Cuando muy joven viví en esa ciudad –en los años 50 del siglo pasado–, oí muchas veces mencionar el célebre farol, pero nunca me preocupé por averiguar su historia. Lo imaginaba un caso folclórico. Ahora, en la obra que comento, conozco su exacta realidad.

Cuenta la escritora que en la penúltima parte del siglo XIX, su abuela materna, que era una niña y regresaba en horas nocturnas a su casa con sus padres y hermanos, en aquella Tunja penetrada por el frío y la soledad, vio junto con sus acompañantes una bola de luz que salía de un farol y recorría las calles que iban de la iglesia de las Nieves hasta la plaza principal.

Algún día alguien hizo excavar el muro de la casona lindante con la catedral y allí fueron hallados los despojos de una mujer joven que desde la época colonial permanecía con su traje de novia y que había sido emparedada por su prometido. Desde que los despojos tuvieron cristiana sepultura, no volvió a aparecer el farol de las Nieves. Y quedó la leyenda.

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El Quindiano, Armenia, 6-IX-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 8-IX-2024.

Comentarios

Muchas gracias por el generoso comentario sobre Colombia entre mi morral. Hago mención aquí al relato de El farol de las Nieves. Lo que cuenta la tradición tunjana no es que el novio haya matado a la novia.  Fue el padre de la novia quien la mató emparedándola viva, al encontrarla en la iglesia contrayendo matrimonio con un hombre que no aprobaba él. Mercedes Medina de Pacheco, Bogotá.

Respuesta. En efecto, fue el padre de la novia quien mató al novio el día de la boda, según tu relato. En Google encontré varias versiones de esta leyenda tunjana, no todas idénticas aunque sí muy parecidas. Este suceso escalofriante tiene toda la esencia con que los creadores del teatro griego (Esquilo, Sófocles y Eurípides) elaboraron sus obras trágicas. GPE

Qué curioso: yo también de niño escuché a los mayores hablar del farol de las Nieves, pero nunca le presté atención ni tuve interés en averiguar de qué se trataba. Hasta recibir tu artículo volví a recordar este tema y por supuesto, aprendí sobre el origen de la curiosa leyenda. Eduardo Lozano Torres, Tunja.

Muy merecido el reconocimiento que le haces a la obra de Mercedes Medina de Pacheco y hermoso el título de su obra. Colombia entre mi morral habla de caminar el país con una visión ambientalista, científica y amorosa. Hermosa y cruel la leyenda de la mujer vestida de novia y emparedada por su novio. Nuestros abuelos y muchos más de nuestros ancestros conversaban por las noches, alrededor del fuego, de espantos y luces misteriosas. Esperanza Jaramillo, Armenia.

No pudo ser más afortunado el título del libro Colombia entre mi morral. Estos relatos son toda una bitácora de páginas necesarias para el conocimiento de la historia y que cada colombiano debiera llevar, leer y aprender de ellas. Como siempre, fascinante la forma concreta, sencilla y elocuente como la autora cuenta cada uno de los temas que allí aparecen. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

martes, 9 de abril de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

 Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

La ciudad fantasma

sábado, 16 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace 30 años, el 3 de diciembre de 1993 –un día después de cumplir 44 años de edad–, Pablo Escobar caía abatido en el tejado de una sencilla casa donde se refugiaba en el barrio Los Olivos de Medellín. Desde 17 meses atrás, cuando se voló de la lujosa cárcel llamada La Catedral, lo perseguía el Bloque de Búsqueda formado por miembros de la Policía Nacional, el Ejército Nacional y las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos.

Según la revista Forbes, se calculaba su fortuna en 8 mil millones de dólares, constituida por dinero, edificios, fincas y más de 500 inmuebles. Con la dinamita derribaba edificios, aviones, centros comerciales, sedes periodísticas, y con su ímpetu salvaje arremetía contra las autoridades, las instituciones y quienes pretendieran obstaculizarlo. Era uno de los hombres más ricos del mundo, y el más buscado a comienzos de los años 90.

Estuve en Medellín a finales de 1990, es decir, 3 años antes de su muerte, en una labor bancaria que duró 2 meses. Me correspondió, por lo tanto, conocer y vivir la época más tenebrosa del pánico que mantenía paralizada la ciudad y horrorizados a los habitantes. Medellín parecía un fantasma. A las 6 de la tarde la gente corría a sus hogares, y la urbe quedaba desierta, como si se tratara de un inmenso cementerio.

Quien se expusiera al azar de las calles corría el riesgo de morir bajo el fragor de las balas. Pablo Escobar ofrecía 1 millón de pesos por policía muerto. ¿Cuántos policías murieron en esa operación? Se habla de 657 entre los años 89 y 93. Lo que sucedía en Medellín se extendió al país entero al decretar el capo la guerra total contra el Estado. Imposible suponer ese grado de insania en una persona. Pero él no era un ser humano, sino un monstruo. A Hitler le heredó el instinto aniquilador.

En una alcaldía municipal descubrí el libro También fui Espectador, y supe por el funcionario que Escobar lo había enviado a los alcaldes con la intención de desacreditar a la familia Cano Isaza. El autor del libro, José Yepes Lema, había salido resentido con El Espectador tras prestar allí varios años de servicio, y elaboró la obra para difamar a sus antiguos patronos. Texto tergiversado e injusto que le cayó de perlas al facineroso para darle impulso a ese sucio memorial de agravios dirigido contra quienes lo atacaban desde el periódico.

Con su muerte, Colombia volvió a respirar. Fue el mayor asesino del país, autor de 5.000 homicidios y de la peor época de terror y sevicia. Hasta tal punto llegó su saña diabólica, que grandes figuras de la vida nacional, como Rodrigo Lara, Luis Carlos Galán, Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos, Enrique Low Murtra, no se escaparon a su maldad y sed de venganza. Había nacido con el odio en el alma. Y murió como un ser rastrero que huía de casa en casa, cual otro fantasma, con 20 kilos de sobrepeso, en busca de un escondite que no encontró. Con el tiempo, su fortuna se esfumó.

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Eje 21, Manizales, 14-XII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 17-XII-2023.

Comentarios

Este es un escrito para la memoria histórica de los colombianos. Quienes vivimos ese horror agradecemos a nuestras Fuerzas Armadas el permitir respirar otros aires después de que el “imperio” de Pablo Escobar cayó. Eran tiempos donde cualquier ruido atemorizaba, y ver morir injustamente tantas personas afligía el alma. A eso no podemos volver: el país derramó mucha sangre y hoy, en esos 30 años recorridos, entendemos que el mal se puede apoderar de todos y que somos más los buenos que queremos para Colombia tiempos de paz. Nuestro bello país se lo merece. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Ingratos recuerdos de esa funesta época. No se explica uno cómo puede existir un ser humano con esa mente tan perversa. También por funciones de mi trabajo me tocó viajar a Medellín varias veces por esos años previos a la muerte del criminal y pude comprobar la soledad que se vivía después de las seis de la tarde. Era impresionante. Ojalá no volvamos a tener un monstruo de esos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Leí el artículo sobre la ciudad fantasma y recordé esos terribles años que nos tocó vivir. Los colombianos no debemos nunca olvidar el terrible daño que le ha hecho el narcotráfico a nuestro país. Eduardo Archila Rivera, Bogotá.