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Encantos de fantasía

jueves, 15 de diciembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

A Colombia, su patria nativa, vino hace poco de Estados Unidos el pro­fesor Vicente Jiménez a llevarse el libro que acababan de editarle en la ciudad de Medellín: Encantos de fantasía, para instruir deleitando. Se trata de un destacado educador, sicólogo, periodista y ensayista co­lombiano que se radicó hace largos años en Estados Unidos y allí se dedicó a la docencia universitaria, de la cual se halla ahora jubilado.

En la ciudad de Orlando tran­scurren hoy, entre el ejercicio de la lectura y la escritura, sus días otoñales. Su mente inquieta lo mantiene en activa combustión de ideas, bien en el periodismo, como columnista del periódico La Sema­na, o bien en la elaboración de sus ensayos.

Con esta obra completa cinco libros publicados: Romanticismo poético colombiano (Madrid, España, 1973); La inspiración poética en el Cisne de Apolo (Madrid, España, 1974); El sacerdote casado (Medellín, Colom­bia, 1987); Marina, una sicotragedia (Ciudad de Méjico, 1988) y En­cantos de fantasía, que aquí se co­menta.

Y mantiene otros en preparación, entre ellos, El sino trágico de Víctor, que define como una autonovela épica. Trabaja en ella desde años atrás, y no ha querido ponerle el punto final. Yo he tenido oportu­nidad de conocer esta obra en borra­dor (tal vez demasiado extensa para los tiempos contemporáneos, colma­dos de frivolidad y escasos de lecto­res), y me he tomado la libertad de recomendarle que la abrevie, le dé los últimos brochazos y la ponga en circulación. Vicente Jiménez es es­critor prolífico a quien le fluyen las ideas a borbotones.

Su mayor habilidad es el ensayo. De los cinco libros publicados, cuatro corresponden a dicho género. Tuve ocasión de comentar en el diario El Espectador el que titula El sacerdote casado: un estudio serio, documen­tado y de alto vuelo sobre el tema del celibato. Libro polémico y a la vez ilustrativo sobre materia tan contro­vertida en el ámbito de la Iglesia Católica.

Tomé posición a favor de las tesis del autor, y no faltaron cléri­gos que se vinieran lan­za en ristre contra mis opiniones. Pero otros, incluso de mayor jerar­quía (eclesiástica y sobre todo men­tal), me apoyaron. Es decir, también apoyaron al profesor Jiménez. Lásti­ma que su libro sobre el celibato no haya tenido la circulación que me­rece, ya que se trata de un análisis profundo, digno de comentarios más serios que los expresados de afán, presas de fanatismo religioso, por al­gún curita de provincia que sólo vio en mí un «escritor rebosante de es­píritu anticatólico». ¡Por Dios!

He leído con mucho cuidado el úl­timo libro de mi amigo. Es, como los anteriores, un almácigo de ideas. Sus textos van desde el ensayo breve y reflexivo, como los dedicados con gracia y fina ironía al mundo de los animales (uno muy representativo es el titulado El as­esinato de la araña asesina), hasta los de mayor hondura en los campos de la sicología, la historia, la medic­ina (asombran sus conocimientos sobre algunos tópicos), la literatura y los temas político-sociales.

Tiene talento para explayar sus planteamientos. Serio, pensante, a veces mordaz y por lo general polémi­co, no hay duda de su criterio sólido y su imaginación recursiva. Nació para pensar, y lo hace con agilidad y certeza. Así habla. No es fácil debatir sus convicciones: se aferra demasia­do a ellas. Pero oye la opinión ajena. Es respetuoso de la libertad de pensa­miento y amigo del diálogo y la controversia. Sus ensayos son candentes y dejan ingre­dientes para la meditación. No siem­pre se está de acuerdo con sus tesis, pero éstas despiertan interés.

Su libro aporta valiosos estudios sobre figuras de las letras latino­americanas, y críticas sobre sus ob­ras. Pombo, Isaacs, Cortázar, García Márquez, Montaner, Caballero Calderón, entre otros, campean en estas páginas. Se detiene en grandes episodios de la historia y la violencia colombianas, ésta última extraída de sus propias vivencias en el país. Son enfoques sociológicos de utilidad para el repaso de nuestro proceso histórico.

Vicente Jiménez demuestra con su quinto libro –y no hay quinto malo– que la mente se hizo para razonar, no para destruir. Es un estudioso de tiempo completo. A pesar de su retiro de la cátedra universitaria, continúa en su cátedra de libros y notas periodísticas. En pleno uso de la mente, siembra ideas útiles en beneficio los suyos y del amplio número de sus lectores.

La Semana, Orlando, Florida, 15-II-1996
Revista Manizales, N° 665, octubre de 1996

 

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