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Archivo para septiembre, 2011

Baculazo pastoral

lunes, 26 de septiembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Cancelado por parte de los señores obispos de Pereira el «penoso incidente» que suscitó el veto eclesiástico a la designación de Dora Luz Campo de Botero como gobernadora de su departamento, circunstancia sin duda penosa para ella al ver invadida su vida privada, cabe desearle buena suerte a esta valerosa mujer que asume dentro de circunstancias poco comunes los destinos de su tierra.

Su gesto altivo y humilde al propio tiempo, cuando tuvo que resistir lo que ha dado en llamarse el «baculazo pastoral» en virtud de su matrimonio civil, y que provocó una ola de ingrata espectacularidad, pero también estimuló en torno suyo la solidaridad del país, enaltece las virtudes de la mujer colombiana. Después de alguna indecisión, ratificó su voluntad de aceptar el alto honor, manifestando de paso que lo hacía no como reto para la Iglesia, sino como motivo para ser útil a la comunidad.

Dicha indecisión obedeció más a su acongojado estado de ánimo, sin saber a qué hora estaba convirtiéndose en la comidilla del país, que a falta de temple para afrontar la adversidad. Su enfrentamiento con la Iglesia, o mejor, de la Iglesia hacia ella, parece quedar reconciliado. Ojalá suceda aquí lo de los grandes temporales: que terminan dominados por la calma después de la turbulencia.

El caso de Dora Luz queda incrustado en los anales de la historia. Expertos en asuntos religiosos, temas conciliares, concordatos y cuestiones morales, y la inmensa masa de profanos que se guían por el sentido común, movieron la controversia nacional. Nos encontramos ante un mundo en crisis, ante una Iglesia cambiante, que se quisiera más flexible. Episodios como este donde se ventilan tesis controvertidas, con partici­pación de autorizados voceros, entre ellos el señor Presidente de la República, aportan elementos de juicio para preservar, en esta  nación libre y católica, la democracia del pensamiento y la paz de la conciencia.

Dora Luz Campo, que por circunstancias imprevisibles se ha convertido en personaje popular y en líder de la mujer, ya no se pertenece por completo a sí misma y a los suyos tras el penoso incidente. El clero de su departamento ha conseguido aglutinar alrededor de su nombre un plebiscito de opinión que la respalda desde antes de posesionarse del cargo.

Risaralda, tierra pródiga para los conflictos políticos, con una docena de gobernadores durante su breve independencia administrativa, se ha unido en torno a esta mujer que por lo menos en principio ha reconciliado las ambiciones políticas haciendo olvidar los resquemo­res y los caciquismos.

Es solemne el compromiso que se le presenta a la clase dirigente, del que no debe excluirse la Iglesia, para sacar con brillo la gestión de esta decidida mujer dispuesta a acertar.

Armenia, 9-III-1975.

(Este artículo se envió a La Patria, pero no fue publicado. Dora Luz Campo renunció a su nombramiento de gobernadora después de una conversación con el presidente López Michelsen. El artículo, que ha permanecido inédito durante 35 años, se recupera para mi página web. GPE)

En cada museo, un espíritu

lunes, 26 de septiembre de 2011 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Cuando usted visite el Quindío, amable turista, no deje de conocer su Museo Arqueológico, que se guarda con celo, como el auténtico tesoro que es y como homenaje a nuestros antepasados, bajo la administración del Banco Popular, en los pisos 7 y 8 de su moderno edificio en la ciu­dad de Armenia.

El Banco Popular inició un día, con el afán que supo imprimirle ese pione­ro de la cultura que es el doctor Eduardo Nieto Calderón, la ponderable y nada difícil labor de rescatar el patrimonio abori­gen que permanecía olvidado y casi desconocido a lo ancho del país. Bajo esa inspiración comenzó por recoger, en forma silenciosa, las muestras de la ce­rámica precolombina dispersas en las distintas regiones, hasta formar la más importante colección en la Casa del Marqués de San Jorge, situada en el barrio La Candelaria de la capital del país, que restauró con el mejor de los gustos, conservándole su añejo sabor colonial y adaptándola para las funcio­nes del Museo Arqueológico, donde se guardan más de 10.000 piezas.

Con el propósito de enlazar la cultu­ra y llegar a sitios que como el Quindío son dueños de una vigorosa tradición aborigen, por haber morado aquí el pueblo quimbaya, el Banco reci­bió de la Universidad del Quindío una importante muestra arqueológica que no solo la preserva con celo sino que ha contribuido a enriquecerla.

En este Museo de Armenia, abierto al público inclusive los días de fiesta, existen no solo piezas representativas del arte quimbaya, sino de las demás culturas precolombinas. Los quimbayas fueron un pueblo laborioso, verda­deros artistas de la orfebrería, que ver­tieron su ingenio en la confección y decoración de las más variadas artesa­nías, caracterizadas por el esplendor y pulimento de sus formas. Están consi­derados uno de los pueblos más avanzados de América en las artes orfe­bres y cerámicas y su cultura es, según muchos entendidos, superior a la chibcha y a la inca.

En el Museo del Quindío, donde contrasta lo antiguo con lo moderno, con el exquisito gusto que supo plas­mar el Banco Popular, se exhiben y se renuevan las más diversas figuras: ánfo­ras, caciques, alcarrazas, copas sagra­das, vasos silbantes, urnas funerarias y toda esa gama de expresiones que nos conducen a interpretar la vida y las costumbres de los pueblos primitivos. Predomina, como es natural, la sem­blanza quimbaya.

El Quindío es zona rica en guaquerías. Sus suelos ubérrimos, regados con exuberantes paisajes y amasados con el colorido del café y el plátano, dos productos de prosperidad, guardan las riquezas de misteriosas leyendas. En estos predios que impulsan la economía del país con la fertilidad de las  cosechas, se escondieron nuestros an­tepasados quimbayas. Los explorado­res de la tierra -los buscadores de teso­ros que conocemos como guaqueros- se encuentran con el re­motísimo ayer al desentrañar los te­soros arqueológicos que sepultó en sus entrañas una raza legendaria.

En voz baja dijo la arcilla al alfarero que la amasaba: «No olvides que fui un alfarero como tú: no me maltrates«. Omar Khayyam.

La Patria, Manizales, 17-III-1975.

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