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Dibujando la patria

viernes, 11 de noviembre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

“Fabio Lozano Simonelli llegó a constituirse, por su carácter independiente y objetivo, por sus lúcidos criterios y por la solvencia moral de sus ideas, en un guía espiritual de nuestra patria, en un eximio portaestandarte de los anhelos ciudadanos», dice Juan Martín Caicedo Ferrer, alcalde de Bogotá, en las palabras de presentación del libro que la Alcaldía ha tenido el acierto de publicar con una selección de escritos del destacado columnista de El Espectador.

Es, que yo sepa, el primer libro que sale después de la muerte de Lozano Simonelli, ocurrida hace varios años, para rescatar los nu­merosos artículos –sobre los más variados temas– que con pluma maestra escribió este gran colom­biano que se había convertido, por su recto criterio y su moral a toda prueba, en paradigma del buen ciudadano. Ejerció su tribuna de pensador con brillo y decoro, y su pensamiento se halla disper­so en infinidad de hojas de perió­dicos y de revistas, en conferen­cias académicas y en discursos políticos, todo lo cual representa la parte positiva de una mente inquieta e ilustrada que bien le sirvió a la patria.

Prefirió el diáfano ejercicio de la palabra a las lisonjas del poder, aunque fue político de noble estirpe y diplomático de lujo. Cuando incursionó en las altas dignidades del Estado y de su partido, siempre lo hizo con porte gallardo, con claridad mental y garra de combatiente, como ejemplo para quienes nada apor­tan a los cargos y pasan por la vida nacional como personas errátiles e insubstanciales. La política colombiana está llena de seres intrascendentes, algunos verda­deros monstruos de la voracidad burocrática y la concupiscencia mercantilista.

Fabio Lozano Simonelli, en cam­bio, se dedicó a pensar, y esto no es cualquier cosa en este país que ha perdido la capacidad de análi­sis. Por eso hay que aplaudir a la Alcaldía de Bogotá cuando nos brinda esta muestra de pequeños y grandes ensayos, seleccionados por Jorge Eduardo Pardo Durán –como para abrir el apetito de otros volúmenes que abarquen la obra completa del escritor–, libro que cuenta con excelente pró­logo de Alpher Rojas.

El mayor rótulo de Lozano Si­monelli, y rótulo de honor, es el de periodista de ideas. Se trata de uno de los paladines de la prensa colombiana. Leyéndolo hoy de continuo en este libro en buena hora editado, lo asimilo a otro Luis Tejada por la prosa florida y re­cursiva, por la docta postura ante el acontecer cotidiano, por el chis­pazo y la elegancia de las ideas. Y por una virtud sobresaliente: la del fino humor. Lozano es humorista genial, privilegio que ejerció como un florete para sa­carle chispas a la vida.

Bella y acertada evocación la que sobre el personaje hace Alpher Rojas –quien lo conoció de cerca, en la intimidad y en la política– al decir que «Fabio Loza­no Simonelli naufragó lentamente para el mundo de los vivos, presa de una tristeza alimentada por la conciencia de la inutilidad de su lucha política y de sus ideales de cambio, que eran como cisnes navegando en un pantano, y tal vez con el remordimiento de no haber dedicado la totalidad de sus energías y talento a la literatura, un campo de combate más noble, en el que seguramente hubiera ganado más de una batalla».

El Espectador, Bogotá, 13-II-1992

 

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