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domingo, 22 de septiembre de 2013 Comments off

2001-2010

CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE

Nació en Calarcá, Quindío, en 1961. Licenciado en Educación con especialidad en Tecnología Educativa, magíster en Comunicación Educativa, artista, escritor y gestor cultural. Ha sido asesor del Icfes, la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Sena en procesos de comunicación y educación. Docente de pregrado y posgrado en las universidades del Quindío, Javeriana y Antonio Nariño. Miembro fundador de la Asociación Colombiana de Caricaturistas, y gerente de Cultura del departamento del Quindío. Secretario del Consejo Directivo del Instituto del Pensamiento Liberal, y catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana de la asignatura “Psicogénesis de la risa”, y director de las revistas electrónicas Termita Caribe y del boletín de la Red de Estudios Interdisciplinarios sobre la Risa. Obtuvo en la Universidad Complutense de Madrid el doctorado de la Lengua, la Literatura y su relación con los medios de comunicación. A su regreso de España fue nombrado secretario de Cultura de la Gobernación del Quindío (el primero en ocupar esta nueva secretaría).

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Madrid, España, 4 de noviembre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

Gracias por compartirme tu columna en El Espectador sobre la meritoria compilación de Álvaro López: Calarcá para leer. Tu mirada crítica celebra y justiprecia, sin duda, los nombres de quienes, como en toda antología, han quedado por fuera. Y eso amerita una reedición ampliada y corregida. Además, y como siempre, tu reseña, justa en la demanda y generosa en la exaltación de los participantes, contribuye a valorar la iniciativa en favor de las letras quindianas.

Enhorabuena por la noticia que me llega sobre la inclusión de Jaime Lopera en Biblioaquí –Biblioteca de Autores Quindianos– promovida por José Nodier Solórzano Castaño. Espero que se te haga justicia en ese importante espacio de divulgación de creadores literarios, pues tu valioso y representativo trabajo incluye además de los ensayos de tu trayectoria periodística, cuento, novela y la meritoria incursión, como ninguno de los autores regionales, en la televisión colombiana, con guiones de series que hicieron historia.

Te participo que he concluido los estudios de Doctorado en la Lengua, la Literatura y su relación con los Medios de Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid y estaré leyendo, el próximo 12 de noviembre, la tesis Psicogénesis de la risa, la risa como construcción de cultura, en la sala de doctorados de la Facultad de Ciencias de la Información.

Te adjunto el pdf de la tesis que presentaré a consideración de los doctores Joaquín Aguirre, María Isabel Hernández (Universidad Complutense de Madrid), María Elena Gómez (Universidad Europea de Madrid), Carmen Galán (Universidad de Extremadura) y Natalia Meléndez (Universidad de Málaga). Espero brindarte buenas noticias después de la presentación ante este cualificado y exigente tribunal.

Reitero mi gratitud por las buenas nuevas que a través tuyo me llegan de mi añorado Quindío y de mis amigos escritores.

Carlos Alberto Villegas Uribe

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Bogotá, 4 de noviembre de 2010

Doctor Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, España

Apreciado Carlos Alberto:

Van cordiales congratulaciones por la conclusión en la Universidad Complutense de Madrid de los estudios de Doctorado en la Lengua, la Literatura y su relación con los Medios de Comunicación. Leeré despacio la tesis correspondiente, cuya novedoso título despierta inmediato interés.

No conocía el proyecto de José Nodier Solórzano sobre la Biblioaquí – Biblioteca de Autores Quindianos–. El Quindío está en mora de efectuar un inventario riguroso y justo de sus escritores. Leí los libros que con este propósito prepararon, en el año 2005, Nodier Botero Jiménez y Carlos Alberto Castrillón. Creo que este es apenas un borrador para efectuar una investigación real en este campo.

En cuanto a mí respecta (y confío que no se me juzgue de vanidoso o egocentrista), apenas se menciona, sin darle mayor mérito, mi novela inicial, Destinos cruzados, la cual, aunque publicada en el Quindío, la escribí en un ochenta por ciento en Tunja, a la edad de 17 años. Esta obra fue adaptada por Fernando Soto Aparicio como telenovela nacional, y con ella se inició en 1987 la serie de dramatizados de RCN.

En el Quindío publiqué los cuatro primeros títulos de mi obra literaria, y esto lo ignoran en su estudio los dos autores antes citados. Allí también inicié, en 1971 (el mismo año de la publicación de Destinos cruzados), mi carrera de periodista en los diarios El Espectador y La Patria, y escribí numerosos artículos sobre la vida cultural y social de la región. Sobre este hecho se guarda absoluto silencio en dichos estudios. Y, claro, no se menciona el hecho de que dos de mis libros editados en el Quindío quedaron incluidos en la Cápsula de El Tiempo, un honor excepcional para la región.

Residente en Bogotá, edité en 1998 la novela La noche de Zamira, que tiene como fondo el drama social producido por las bonanzas cafeteras. Esta novela fue presentada en la Universidad del Quindío por Laura Victoria Gallego, directora del Instituto de Bellas Artes, y obtuvo diversos comentarios en la región, entre ellos el del director de La Crónica del Quindío, Rodrigo Gómez Jaramillo, en la nota editorial.

Con todo, los comentaristas citados no hacen la menor alusión sobre dicha obra. Más aún: dicen que en el Quindío no se ha escrito la novela del café. Yo diría que si no se ha escrito la novela del café, por lo menos se ha escrito una novela sobre el café.

En fin, falta una investigación exhaustiva para abarcar todo el patrimonio artístico de la comarca y darle la debida valoración. Me precio de ser hijo adoptivo del Quindío, y por eso aspiro a que por lo menos se les cuente a las nuevas generaciones que un forastero con alma quindiana pasó por la zona (por espacio de 15 años) y dejó algún legado literario y periodístico.

De la misma manera, habrá otras omisiones que deben salvarse del olvido. Te hago estas revelaciones movido por tus generosas palabras respecto al juicio que esperas para mi obra literaria. Mil gracias por tu deferencia.

Un abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Madrid, España, 5 de noviembre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

Me das una nueva noticia. Podría jurar que eras quindiano de raigambre. Al menos así lo pensaba yo cada vez que oía tu nombre. Y debe ser porque has cantado al Quindío y a la zona cafetera como pocos autores colombianos. Yo he sido testigo de tu quindianidad, desde la Alcaldía Mayor de Bogotá, en donde con José Nodier Solórzano y Alpher Rojas Carvajal seguíamos con interés tus publicaciones en los diarios capitalinos, pues recurrentemente nos acercabas, como ahora, noticias sobre nuestra tierra y sus valores culturales.

Puedo decir con toda tranquilidad que tres tan quindiano como mi admirado Héctor Ocampo Marín era carlarqueño. Raizales simbólicos que tienen tanto o mayor mérito que los exclusivos raizales de nacimiento, porque hacen grande la tierra que los acogió con el valor de sus creaciones estéticas. Se han ganado a golpe de trabajo constante, imaginación y afecto reiterado lo que a otros sólo nos ha costado con abrir los ojos y pegar el primer berrido. Es la diferencia fundamental entre el hermano y el amigo. El primero le tocó a uno en suerte, el segundo, es un hermano que uno ha escogido desde sus más profundos afectos.

Sí, hace falta una mirada amplia, profunda e incluyente de la literatura quindiana, que

no excluya, desde los cánones literarios ni desde las latitudes, el esfuerzo constructor de universos simbólicos de muchos de los protagonistas de la literatura regional. Sé que Héctor Ocampo Marín había avanzado en tales caminos. Ese sería un encomiable y noble esfuerzo tuyo que proseguiría la tarea iniciada por ese viejo bello, y enaltecería de paso el nombre de ese amigo común, que ya ha sido condenado al olvido, como muchos otros de los escritores quindianos.

Gracias por compartirme tus personales –e intransferibles– reflexiones sobre el maltrato recibido. Varias veces he denunciado esa propensión del Quindío al olvido gratuito y al ninguneo, pues su mirada esnobista, que solo reconoce los valores que nos venden desde el centro, niega a golpe de plumero la narrativa vital de muchos de los coterráneos, ese esfuerzo ontológico por construirse desde la palabra escrita.Ya lo había reclamado para el escritor quindiano Orlando Montoya y para Rodolfo Jaramillo Ángel, cuyas obras, por lugareñas, según sus jueces gratuitos –cómo olvidamos a Tolstoi– se hunden en el olvido frente a la mirada indiferente de los entendidos regionales.

Así como he reclamado para Baudilio Montoya la grandeza de una obra que los propios críticos que pretenden exaltarlo, condenan a la mirada parroquial, sin entender que la grandeza del poeta es cantar la auténtica universalidad de la aldea. Afortunadamente el trabajo de Baudilio caló tan profundo en el espíritu de los quindianos que todavía se cantan y se declaman sus poemas, sin la ayuda de la crítica oficial, quienes no han dudado de tildarlo de romántico trasnochado, de bohemio, de bardo, de poeta hundido en las fisuras de la premodernidad. Que mucho de ello tenía, sin lugar a dudas, pero cuyas intencionales epítetos no hacen justicia con el conjunto de la obra y mucho menos con una docena de poemas antológicos que lo han colocado en el escenario nacional e internacional y que sostienen, como la punta de un iceberg, la autenticidad de una poesía cantada desde la realidad de una Colombia rural, brutal y violenta, pero también desde una Colombia de dimensión humana incomprensible, donde la ternura y la angustia tienen cabida en iguales proporciones.

Una poética particular que no se podría explicar sin el verdeyrrojo de sus cafetos y el sonido melancólico de los guaduales, sin esa vivencia fundamental del campo que hace particular y visible la quindianidad que propone, desde otra orilla, el escritor e historiador Jaime Lopera Gutiérrez.

Pero bueno, dejemos ahí estas reflexiones hilvanadas a golpe de tecla y recibe mi abrazo interoceánico.

Carlos Alberto Villegas Uribe

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ELÍAS MEJÍA

Poeta, traductor y periodista nacido en Calarcá, Quindío, en 1951. Allí realiza una constante y entusiasta labor cultural. Ha participado en concursos literarios y obtenido varios galardones. Ha colaborado en los periódicos La Crónica del Quindío, La Patria, La República y El Espectador en su Magazín Dominical, y en las revistas Casa Silva, El Malpensante, Arquitrave, Letralia, Kanora, Termita Caribe y otras.

Obra: Ha publicado la compilación de poemas Confesión de navegante (primer premio de poesía en los Terceros Nuevos Juegos Florales, efectuados en la ciudad de Manizales en 1994), El muro en el espejo e Ismenia (versiones del francés, del poeta griego Yannis Ritsos), Fragmenta o la vegetación de los minerales (folleto,  versión del francés, del poeta griego, tesalonicense, Takis Varvitsiotis) y La política explicada a los niños y a los demás (traducción, del abogado y escritor francés Denis Langlois). Además, es autor del poemario Conversaciones con el pez, publicado en el 2011 por la Biblioteca de Autores Quindianos.

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Calarcá, 3 de marzo de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo, muy buenas anécdotas en tu artículo. (1)

Bien, lo de Javier va por buen camino. Hablamos esta tarde con el señor alcalde sobre el asunto y aceptó que sean depositadas allí, en la Casa de la Cultura, al lado de las de Luis Vidales, las cenizas del poeta. Sería durante una actividad el día 23 de abril. El argumento principal que usamos para ello fue la sugerencia de tu artículo, tan sentido y generoso para con el poeta.

Quedará Javier cerca de Vidales, su mentor y amigo, lo cual empezará, además, a tejer un prestigio singular en tomo a la Casa de la Cultura, al estilo del que contienen los pasillos de las abadías y los templos europeos, plenos de tumbas de santos y de historia.

Tú, como es claro, eres el motor de esta decisión. Materializada tu propuesta, sólo queda pendiente que decidas tu participación en el acto del 23 de abril.

Cordial saludo,

Elías Mejía

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(1) Artículo titulado Muere un ruiseñor, sobre la muerte del poeta calarqueño Javier Huérfano.

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Bogotá, 4 de marzo de 2010

Poeta Elías Mejía
Calarcá

Apreciado Elías:

Haré conocer este plan de Yolanda y sus hijos cuando me contestes el presente correo. Como ellas son las personas más allegadas a Javier, y que deben asistir al acto con el traslado de las cenizas, debe saberse si el municipio de Calarcá les costea los gastos de transporte (por avión, supongo).

En cuanto a mí, lamentablemente no me es posible asistir. Lo importante es haber promovido la idea. Tengo la mejor voluntad en exaltar el nombre del poeta. Los amigos de Calarcá y del Quindío le darán con su presencia realce a la ceremonia

Otra cosa: sería importante que en la Casa de la Cultura se levantara un busto o estatua del poeta, como principal motivo de recordación. Esto, sin perjuicio de que las cenizas queden dentro del busto, o a un lado (como se considere más indicado). De esta manera se le quitaría al recinto el aspecto fúnebre que representan las solas cenizas. Las casas de cultura deben ser lugares vivos. Esto es lo que yo pienso, pero serán las autoridades las que deciden, claro está.

Estoy enviando copia de este correo a la poetisa Inés Blanco, que es la persona que ha estado más cercana a la familia de Javier, y que con excelente disposición ayuda a coordinar los trámites, lo mismo que a Esperanza Jaramillo, a quien invitaste a que te acompañara en la visita al alcalde.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Calarcá, 4 de marzo de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

José Nodier Solórzano es la persona que ha conseguido con la Secretaría de Cultura Departamental algunos dineros (no muchos), para el transporte de Yolanda y la familia del poeta o para dárselos a ella en efectivo. Eso habrá que discutirlo en una reunión que llevaremos a efecto con Esperanza Jaramillo en breve.

Me parece bien lo de la escultura, sería ideal. Pero los presupuestos no dan para tanto. La alcaldía se suma a tu idea dando el permiso y costeando la construcción del pequeño nicho en la jardinera de la Casa de la Cultura. El temor que manifestó el alcalde fue del talante que tú planteas: que no vaya a parecer la Casa a un cementerio. Yo no creo. Las placas son discretas. La escultura que no se hará, en todo caso, sería la de Vidales y no la de Javier.

Aunque creo que con el paso de los lustros no faltará alguien que piense en completar lo que inicias, esculpiendo la leyenda que estamos tejiendo en la actualidad en torno al maestro y su discípulo; en torno a las abandonadas cenizas de Vidales y el cuidado que tuvo Javier con ellas debido al respeto y la lógica poética y surrealista de su acción, similar a la nuestra.

Como ves, la idea marcha. Trataremos, pues, de concretarla. Falta poco. Copio tu mensaje y esta respuesta, a Nodier y a Esperanza.

Saludo cordial,

Elías Mejía

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ÓSCAR PIEDRAHÍTA GONZÁLEZ

Nació en Caicedonia, Valle, en 1937. Graduado en ciencias de la educación, especializado en lingüística y literatura en la Universidad del Quindío, ejerce la cátedra y la crítica en la prensa y en la radio en Bogotá. Fue adherente del Nadaísmo en su última etapa, pero su obra es diferente e individual y se halla en los siguientes libros de poesía: Vigencia de la angustia (1960); Donde es cauce la luz (1964); Cantos de Dioneo (1968); Dinastía poética —colectivo— (1988); Selección poética (1994); Cantos del torturado (1996). También es autor de Prosas míni­mas, ensayo, Una diaria batalla y Galería de monstruos, cuentos.

Actualmente es profesor de la facultad de periodismo de la Universi­dad Central y crítico de lenguaje en el programa Monitor de Caracol. Ganador de dos premios nacionales de cuento y distinguido con las medallas de oro «Baudilio Montoya», «Antonio Cardona Jaramillo» y «Casa de la Cultura» de Caicedonia. Gonzalo Arango dice que Óscar «no escribe por azar, sino por libertad. No canta por hacer ruido, sino por comprender, por hacer un poco de cla­ridad en sí mismo y en su época…».

(Texto del libro Quién es quién en la poesía colombiana, de Rogelio Echavarría (El Áncora Editores, 1998).

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Armenia, 3 de junio de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado amigo:

Te saludo en compañía de tu señora y de la mía. (Cuando llegues a la vejez, como estoy llegando yo, verás cuánto más valen ellas. Yo ahora bendigo el día en que encontré a la mía, pues mi día fue de suerte).

Te cuento:

1° – Un amigo que me estima mucho me dijo una vez que le hiciera un regalo. Le dije que yo no podía regalar plata, porque era muy pobre. Y que no podía regalar oro, porque el único que tenía era el de la prenda matrimonial. Que si quería le regalaba una joya literaria. Me dijo que sí, y le mandé el soneto de José María Blanco White. Desde entonces, mi amigo me agradece y me dice que es el mejor regalo de su vida. Que se lo aprendió de memoria, que lo marcó, que le cambió su filosofía…

2° – José María Blanco era un poeta español, hijo de madre irlandesa. La madre le enseñó su idioma, el inglés, desde niño. Hijo de padre español, Blanco dominaba los dos idiomas. Toda su obra está en español, sin que le mereciera mucho. Pero un día escribió ese soneto en inglés y la alta crítica inglesa y del mundo dijo que era el poema más grande del idioma, después de los sonetos de Shakespeare. Yo tengo los sonetos de Shakespeare, en su mejor traducción, la de Vergara, y creo que el soneto de Blanco es digno par de los de Shakespeare…

Sé que tú lo conoces. No obstante, te lo envío en los dos idiomas. La de nuestro Rafael Pombo es la mejor traducción al español. Es sublime.

3o – En mis afugias filosóficas, que se agudizan con la edad, ese soneto me alumbra el camino. Es un soneto que huele a musgo fresco, a tierra acabada de hacer… Te invito a que lo releas muchas veces. Para nosotros, que vamos a morir en olor de literatura, ese poema es un vino tinto añejo, lleno de la poesía y de la sabiduría del hombre. Buena suerte. Te incluyo también uno de mi última cosecha.

Abrazos,

Óscar Piedrahíta González

* * *

NOCHE

(De José María Blanco White.
Traducción: Rafael Pombo)

Al ver la noche Adán por vez primera
que iba borrando y apagando el mundo,
creyó que al par que el astro moribundo
la creación agonizaba entera.

Mas luego, al ver lumbrera tras lumbrera
dulce brotar, y hervir allá un segundo
universo sin fin… vuelto en profundo
pasmo de gratitud, ora, y espera.

Un sol velaba mil; fue un nuevo oriente
su ocaso; y pronto aquella luz dormida
despertó al mismo Adán pura y fulgente.

¿Por qué la muerte el ánimo intimida?
Si así engaña la luz tan dulcemente,
¿por qué no ha de engañar también la vida?


VIRGEN INTACTA

(De Óscar Piedrahíta González)

Del sol bajo los cálidos destellos
ella en el río su hermosura baña,
mientras el viento, con descuido, araña
el oro desvelado en sus cabellos.

Sus encantos desnudos son más bellos;
y aunque de verlo con pasión suspira,
siente rubor del astro que la mira
y se sumerge en la quietud con ellos.

Un ruido escucha alrededor; celosa,
corre para ocultarse presurosa
en su túnica blanca; da una queja,

y cuando ya florecen sus sonrojos,
temblando ven sus extraviados ojos
cómo cantando un ruiseñor se aleja…

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LAURA VICTORIA GALLEGO MEJÍA

Nació en Armenia, Quindío. Estudió idiomas en la Universidad del Quindío, y de ella llegaría a ser docente y secretaria general. Durante varios años dirigió el Instituto de Bellas Artes de la Universidad del Quindío, en el cual adelantó una excelente labor cultural.

Libros: Caminos desangelados y Caminos desangrados (ambos de poesía).

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Armenia, 11 de octubre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado Gustavo:

Te cuento que el sábado empecé a leer como rutina diaria La Crónica del Quindío, nuestro periódico, con el fin de enterarme de los sucesos locales y regionales, cuando me encontré con la respuesta dirigida por ti a la alcaldesa Ana María Arango respecto a la imposición del Cafeto de Oro en el aniversario de Armenia, y para sorpresa la mención de mi nombre por la presentación del libro La noche de Zamira en el año de 1998. Hoy lunes también recibí un mensaje de José Nodier Solórzano en el que me hace saber que solicitas mi correo electrónico, asunto que me invita a escribirte.

En primera instancia quiero felicitarte por tantos logros alcanzados en bien de la humanidad, como se refleja en los libros y textos publicados desde tiempo atrás, en los que los encuentros y tertulias literarias y culturales eran una bella oportunidad para disfrutar de la palabra oída, hablada y escrita, entre amigos de empatías y búsquedas semejantes: Euclides Jaramillo, Alirio Gallego y otros, que fueron ejemplo para la juventud ávida de encontrar su recorrido por la vida.

Esta conmemoración de la Universidad del Quindío a sus creadores me llena de orgullo y satisfacción por sus implicaciones en lo social, en lo económico y en lo cultural. Siento mucho tu no presencia en la entrega real y personal del Cafeto de Oro, honor que te mereces y que de alguna manera ya tienes porque se recibe lo que se cosecha.

En lo que se refiere a la presentación del libro La noche de Zamira agradezco que lo recuerdes, especialmente porque fue ésa una época dolorosa para los quindianos, (1) muy íntimamente para mi familia. Aquel momento de concentración en la novela y en la organización del evento disipó, levantó el espíritu e hizo parte del proyecto Convidar, en el que por medio de actividades artísticas y culturales invadimos varios sectores, no sólo de Armenia sino también de algunos municipios y conseguimos Con Vida Dar reconstruir el campo anímico y afectivo de muchas personas.

Finalmente, quiero participarte del homenaje que con motivo del aniversario 50 de la creación de la Universidad recibiremos los representantes de sus fundadores. En mi caso, como hija de Alirio, quien entre todos ellos fue alma y nervio de su construcción y sembró en mí el amor por sus ideales, los que mantuve y llevé a cabo en la institución, por espacio de 40 años, como estudiante y profesional, además de parte de la infancia y adolescencia en la que asimilé su lucha y la de sus compañeros, cívicos, comerciantes, políticos e intelectuales.

Con mi afecto y reconocimiento,

Laura Victoria Gallego

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(1) Se refiere al terremoto que causó graves destrozos en la ciudad y en la región.

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Bogotá, 11 de octubre de 2010

Señora Laura Victoria Gallego
Armenia

Apreciada Laura Victoria:

Todo lo que me cuentas es maravilloso. Fuiste gran promotora cultural desde el Instituto de Bellas Artes. Promoviste mi novela La noche de Zamira, no solo el día de su presentación en la Universidad del Quindío, sino durante los días siguientes. Mi gratitud contigo es imperecedera.

Y el tiempo pasó. Es curioso que hoy no haya en el Quindío, por parte de los nuevos comentaristas culturales, la menor memoria sobre dicha obra. Es que no la conocen. No la han leído. Carlos Alberto Castrillón y Nodier Botero Jiménez no le hacen la menor alusión en sus libros sobre literatura. Ni mencionan mis otras obras, que tienen plena raíz quindiana. No saben que soy cuentista. Ni que promoví a través de múltiples artículos el nombre de la región. Tan solo se refieren, en forma vaga, a la novela Destinos cruzados, que aunque fue editada en Armenia, la escribí en Tunja.

La condecoración Cafeto de Oro me emocionó por ser conferida a una persona que ya no vive en el Quindío, pero que hizo y continúa haciendo obra por el Quindío. Lo mismo sucedió con la Medalla al Mérito Literario que me otorgó el gobernador Rodrigo Gómez Jaramillo cuando ya me había venido de la región. Sobra decirte que me siento muy honrado con la presencia que tuvo Alirio, tu padre, en mi trajinar literario.

Mi página web está muy bien estructurada y recoge toda mi obra. Me asesora mi hija Fabiola, ingeniera de sistemas. Hasta ahora hemos incluido una mínima parte de mis artículos (son 1.800 en total, y solo llevamos procesados algo más de 100).

Siquiera me das una información sobre Carlos Alberto Villegas, pues era poco lo que sabía de él. Creo que vive en España. Excelente su revista Termita del Caribe. Escribe muy bien. También tengo buen concepto sobre José Nodier Solórzano, tu sucesor en el Instituto.

Estas nuevas generaciones, que siguieron a mi paso por el Quindío, me son ajenas y trato de asimilarlas. También yo soy lejano para muchos de ellos. Lo importante es que en el Quindío se haga buena literatura. Pero los viejos tiempos son insuperables. Las viejas figuras de las letras quindianas permanecen ahí, en su pedestal.

Te envío un fuerte abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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ÁNGEL CASTAÑO GUZMÁN

Nació en Armenia, Quindío, en 1988. Periodista. Fundador de la revista cultural La Avenida. Gestor del concurso de cuento Humberto Jaramillo Ángel y editor de las antologías que reúnen los cuentos finalistas. Editor de la revista Santo & Seña y columnista del diario La Crónica del Quindío. Mantiene una activa presencia en el desarrollo cultural de la región quindiana. Incursiona en el género del cuento, aunque todavía no ha publicado ningún libro.

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Armenia, 17 de octubre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado señor Páez:

Por las casualidades de la vida –eventos carentes de significado profundo– encontré un libro suyo –compendio de notas titulado Alas de papel– en algún recodo del camino. Las presentes líneas nacen de una dedicatoria –todos los cálculos de probabilidades indican que de su puño y letra– a Ramiro y la Negra, familiares del general Polanía Puyo. Debajo de la firma, se lee la fecha: 14 de diciembre de 1977.

En ese ya lejano día –el corresponsal ni siquiera había sido engendrado– usted, supongo, no imaginó la suerte del detalle. Los libros tienen vida propia, no cabe la menor duda. Tal vez los primeros destinatarios se deshicieron de él apenas usted, después del estrechón de manos, se fue. O, a lo mejor, algún nieto díscolo lo cambió por un paquete de golosinas o el dinero suficiente para un ramo de astromelias con el que enamorar a la rubia platino. No lo sé. En todo caso, termino este mensaje con un sincero saludo.

Ángel Castaño Guzmán

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Bogotá, 26 de octubre de 2010

Señor Ángel Castaño Guzmán
Armenia

Amigo y colega Ángel Castaño:

Mil gracias por el rescate de esta dedicatoria, escrita por mí hace 33 años. Este hecho corresponde a las cosas curiosas que les suceden a los libros. Por lo tanto, el ejemplar que usted posee es un libro con historia.

Ramiro Giraldo fue gerente del Banco Cafetero en Armenia y murió poco tiempo después de que le obsequié mi libro. Lo sobrevive la Negrita (como la llamamos), hija del general Jaime Polanía Puyo, primer comandante del Batallón Colombia en Corea. Ella tiene una agencia de viajes en Armenia. Saber cómo fue a dar el libro al lugar donde lo adquirió usted, es lo curioso de la anécdota. En el año de la dedicatoria, yo era gerente del Banco Popular. Guarde usted el libro, que fue adquirido en franca lid: hoy ya no se encuentran ejemplares de esta obra. Si usted es autor de libros, o llega a serlo, tenga la seguridad de que le ocurrirán cosas similares. Estaré pendiente de leer sus columnas en La Crónica del Quindío.

Saludo cordial,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 18 de octubre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Señor Páez:

Leyendo el compendio de notas titulado Alas de papel –según la página web con su nombre, el primer libro de ensayos publicado por usted–, encontré varias cosas dignas de mención. Sin embargo, por el momento sólo cuento el contraste sentido entre dos artículos. En La difícil moral desgranó usted severos denuestos –en la acepción anticuada del DRAE– contra el sistema de corrupción y el desprestigio de la ética. Varias de las frases fueron transcritas en mi libreta de apuntes.

Luego, vaya sorpresa me llevé con el tono casi laudatorio de Un corazón rebelde. Hoy, cuando numerosas investigaciones históricas han desenmascarado el régimen de terror implantado por el generalísimo Franco, le pregunto si aún cree que: «Héroe de guerras y de conflictos, ha sido el caudillo más fuerte no sólo de la vida española, sino también de Europa, y seguramente de la historia universal».

Ningún heroísmo florece en la mente de un hombre que sin piedad mató a Lorca, Hernández y miles de españoles. Ningún heroísmo brota de un personaje que impuso sus ideas a la fuerza del cañón y el obús. Además, si de genio castrense se trata, Napoleón y Alejandro Magno reúnen mejores pergaminos. El heroísmo vive en las hacendosas manos de las honestas mujeres que no se dejan seducir por el atajo del crimen. El rótulo de héroe cabe para los buscadores de la paz. Comparto estas consideraciones pues sé –mejor, lo intuyo por el tono reposado de sus notas– que es amigo del debate respetuoso y argumentado. En espera de respuesta.

Saludo sincero.

Ángel Castaño Guzmán

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Bogotá, 18 de octubre de 2010

Señor Ángel Castaño Guzmán
Armenia

Apreciado amigo:

En efecto, la frase que usted cita saca de contexto el sentido que quise darle a mi artículo. Ese artículo está dirigido a comentar la fuerza del corazón de Franco, no la fuerza política del personaje. El corazón se negaba a morir a pesar de los varios días de agonía que llevaba el paciente, y que en aquellos días –lo recuerdo muy bien–  mantuvo en vilo a todo el universo. La frase, lo reconozco, no es afortunada, pues se presta para otra interpretación. Si usted lee el artículo anterior: La impiedad de Franco, verá que mi idea sobre él es de censura por sus actos.

Saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 27 de octubre de 2010

Señor Ángel Castaño Guzmán
Armenia

Apreciado amigo:

Repasando el material de la revista cultural La Avenida, que usted tuvo la gentileza de enviarme, hallé material muy interesante. Es una publicación hecha con esmero. Sus artículos son de calidad. Entre ese material está la semblanza que sobre Ernesto Acero Cadena escribe su hijo Ernesto Acero Maldonado. Durante mi estadía en Armenia fui amigo cercano de Acero Cadena, a quien admiré por la entereza de su carácter y su profesionalismo periodístico.

Llegué al Quindío en 1969, es decir, tres años después que él. Lo conocí entonces como periodista de La Voz del Comercio. Hice parte del jurado que lo eligió “El mejor periodista del año” (1976). Con motivo de su muerte, escribí en El Espectador, el 15 de diciembre de 1995, la columna que titulé Otro periodista asesinado. Residente en Bogotá, Ernesto me hacía llegar su revista El Informador. Excelente publicación. Supongo que su hijo sigue también el oficio del periodismo.

Respecto a las curiosidades que surgen en el mundo de los libros, a propósito del simpático episodio relacionado con Alas de papel, le anexo la serie que con el título Dolores y travesuras del libro escribí en El Espectador. Allí hallará usted algunos hechos ocurridos en el Quindío, donde inicié mi carrera literaria y periodística en los años 70 del siglo pasado.

Cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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