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Pinceladas

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Por Gustavo Páez Escobar

 El último cargo eclesiástico ejercido por monseñor Fabián Marulanda López, oriundo de Marulanda (Caldas), fue el de secretario general de la Conferencia Episcopal Colombiana (2002-2009). Antes había sido párroco en Ibagué, profesor del Colegio Tolimense y del Seminario Mayor de Ibagué, obispo en Florencia (1989-2002). Hizo sus estudios religiosos en el Seminario de Ibagué, y de especialización en catequesis pastoral en Santiago de Chile, Universidad Javeriana de Bogotá, París y Roma.

Ahora, en la época de retiro forzoso, ha publicado el libro Pinceladas de ayer y de hoy. Lo leí en un par de días. Excelente obra. Comienzo por la carátula: el árbol frondoso, de flores amarillas, tronco fuerte y ladeado sobre el paisaje, se me ocurre que muestra un atardecer reposado y poético. El atardecer de la vida. Buen símbolo para representar el propio atardecer del autor, que en esta etapa de su florida existencia se detiene a escribir unas pinceladas sobre su tránsito familiar y sacerdotal, y a meditar sobre diversos temas, de índole religiosa y social.

Tengo algunas cosas para resaltar de mi detenida lectura del libro. En primer lugar, la sencilla y amena descripción que hace del entorno familiar, que se movió en un ambiente de sanas costumbres y firmes principios cristianos. Maravillan el esfuerzo y el empeño de sus antepasados por formar una familia laboriosa, ejemplar, útil para la sociedad. En las palabras de monseñor hay claridad, firmeza y convicción. En algunos pasajes aflora la gracia del estilo, incluso el fino humor.

Trata los temas sociales con pensamiento abierto hacia la evolución de estos tiempos caóticos y la crudeza de los problemas en boga, tan agudos en esta era de distorsión moral. A la Iglesia la sitúa como la barca fuerte que resiste tempestades y debe, a la vez, aportar soluciones para las angustias del hombre contemporáneo.

Me agrada el consejo que le hace al padre Llano en el sentido de no poner en tela de juicio asuntos dogmáticos de la religión, a la vez que no comparte la censura (grave castigo, en el caso del lúcido y penetrante escritor) que ejercieron los superiores del jesuita al prohibirle continuar escribiendo su columna periodística. Esto es un atentado contra la libertad de expresión.

En los varios artículos sobre el papa Francisco sabe dibujarlo de cuerpo entero. En ellos está al vivo la personalidad modesta y trascendente de este gran timonel de la Iglesia, cuyas pautas sobre los asuntos más corrientes del comportamiento humano dejan lecciones de gran significado. Se destaca la manera auténtica, independiente y valerosa como el autor enfrenta algunos dilemas del mundo actual.

Son escritos para meditar. Varios de ellos están manejados por la sensibilidad y la ternura, como el de la niña de diez años que viaja sola, en la silla de un avión, hacia Estados Unidos, y por la novedad y la filosofía, como los que dedica a la sombra y a la cometa. Esto me hace recordar al estupendo cronista Luis Tejada. La parte fotográfica, maravillosa, tanto por recoger estampas certeras de los pueblos por los que transitó, como por la nitidez de la impresión. Crónicas que representan valioso legado para la familia y los amigos.

La Crónica del Quindío, Armenia, 9-VIII-2014.
El Espectador, Bogotá, 16-VIII-2014.

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