Inicio > Evocaciones, Personajes singulares, Política > Momentos con Belisario

Momentos con Belisario

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Por: Gustavo Páez Escobar 

Mis encuentros con el presidente Belisario Betancur fueron siempre amables y efusivos. Ese era su talante. A veces una sola entrevista es suficiente para producir impacto. Hay momentos que nunca se olvidan. Desde mi época juvenil en Tunja, por los días de la dictadura de Rojas Pinilla, percibí su imagen como la de un político osado y valiente, de ideas avanzadas.

Mientras muchos colombianos se deshacían en elogios hacia el nuevo régimen y gozaban de sus prebendas, él seguía firme en la oposición. Lideraba el famoso Batallón Suicida, integrado por otras 6 figuras notables de su partido. Esa actitud equivalía a un suicidio. Colosal ejemplo de carácter, coraje y dignidad.

Belisario se hizo a puro pulso. Campesino nato, salido de las breñas antioqueñas de Amagá, sus  primeros años fueron de pobreza absoluta. Con el pie al suelo asistió a la escuela pública. Luego  ingresó al seminario misional de Yarumal, de donde lo expulsaron por carecer de vocación para la vida religiosa. Mediante una beca para la gente pobre obtuvo el grado de abogado en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

En 1945, de 22 años, se casó con Rosa Helena Álvarez. Ese mismo año inició su carrera política como diputado a la Asamblea de Antioquia. Fue el único diputado que no abandonó a Laureano Gómez como presidente constitucional. En 1950 ingresó a la Cámara de Representantes. Entre 1953 y 1957 fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente convocada por Rojas Pinilla. Carrera fulminante y admirable, producto de su aptitud y su ética en el campo de la política.

En el Frente Nacional fue ministro de Trabajo, senador y embajador ante España. En 1970 se postuló como candidato presidencial y perdió la contienda. En 1978 se enfrentó a Turbay Ayala, quien le ganó por estrecha diferencia. Y llegó el tercer intento, el de 1982, cuando  todo parecía indicar que el vencedor sería López Michelsen, que buscaba la reelección con fuerte maquinaria electoral. Pero Belisario, experto en derrotas, convenció al país de que él era la carta cabal para ese momento, y días después acarició las mieles del triunfo.

López Michelsen había puesto como símbolo de su campaña al gallo ‘colorao’, y ubicó en el otro extremo al gallo plebeyo. A la gente no le gustó la actitud arrogante de López, y la votación por el candidato de aparente minoría fue aplastante. De entrada, el día de la posesión pronunció estas palabras que se volverían la mayor enseña de su gobierno: “Ante el pueblo de Colombia levanto una alta y blanca bandera de paz: la levanto ante los oprimidos, la levanto ante los perseguidos, la levanto ante los alzados en armas, ante mis compatriotas de todos los partidos y de los de sin partido”.

Fue el gran abanderado de la paz, mucho antes que Juan Manuel Santos. Los guerrilleros acogieron la invitación a la concordia, y hubo avances significativos. Más tarde, se aprovecharon de la magnanimidad presidencial, y vino el rompimiento. La inmolación del ministro Lara Bonilla fue decisiva para que el presidente tomara medidas drásticas. Como respuesta, el M-19 se tomó el Palacio de Justicia y declaró al presidente objetivo militar. La recuperación del edificio por el Ejército implicó una dantesca operación de sangre y terror, que la Historia no podrá olvidar.

Todo fue confusión los días 6 y 7 de noviembre de 1985. Los hechos hacen pensar que en esa encrucijada hubo vacío de poder. Más tarde Belisario asumió toda la responsabilidad por lo que había sucedido y ofreció que dejaría su propio testimonio sobre la realidad, para que se conociera después de su muerte. Apenas habían pasado 6 días de sofocada la rebelión, cuando se presentó la catástrofe del Nevado del Ruiz que destruyó a Armero y dejó más de 20.000 muertos.

El 31 de marzo de 1983 un sismo había devastado la ciudad de Popayán y dejado un saldo de 300 muertos y 10.000 damnificados. Ningún otro presidente de Colombia ha afrontado tantas adversidades como las ocurridas en el gobierno de Belisario.

* * *

En agosto de 1990, 4 años después de que entregó el poder, publiqué en El Espectador el artículo titulado Presidente: ¡salve usted al poeta! Me refería a la crisis económica que atravesaba en Méjico el poeta Germán Pardo García. El recién posesionado presidente era César Gaviria, y quizás por eso el artículo no tuvo eco en su despacho. El que se apersonó de la situación fue Belisario, quien como presidente de la Casa de Poesía Silva consiguió un auxilio para el poeta en apuros.     

En un acto cultural, 2 años después, lo saludé en un grupo de amigos. Acababa yo de escribir un artículo sobre la muerte de Pablo Echeverri, mi excolega de la banca en Armenia, víctima de un infarto en una calle de París. Narraba en esa nota la maravillosa atención que María Clara Betancur, cónsul general de Colombia en aquella ciudad, había prestado a la viuda. Belisario, con gran emoción, me presentó a su esposa Rosa Helena y me manifestó que el mismo día del artículo había llamado por teléfono a su hija a contarle el reconocimiento que se le hacía por su noble acción en la columna de El Espectador. Eso era él: emotivo, sincero, deferente. Dicho en otra forma, montañero puro.

Tengo otros recuerdos gratos sobre el hijo de Amagá que la brevedad del espacio no me permite incluir aquí. Cuando supe la noticia de su muerte, sentí que se había ido un gran colombiano. Entre tantos títulos conquistados está el de evangelista de la cultura. Desde antes de morir, ya había ingresado a la galería de los hombres ilustres. Saltó de los barrizales de su tierra al palacio de los presidentes.

El Espectador, Bogotá, 22-XII-2018.
Eje 21, Manizales, 21-XII-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 23-XII-2018.
Mirador del Suroeste, n.° 67, Medellín/2019.

Comentarios

Magnífico artículo sobre nuestro admirado paisano. Amagá, su tierra natal, pertenece a la subregión del Suroeste Antioqueño, por lo que te pido autorización para publicarlo en la edición # 67. Considero a Belisario  el más importante personaje nacido en esta subregión. Jaime Vásquez Restrepo, fundador de la revista Mirador del Suroeste, Medellín.

Ha sido para mí el presidente más admirado, no por sus realizaciones políticas ni por su condición de gobernante, que también, sino por el talante humano y cultural que lo caracterizaba y que tanta falta le hace al político contemporáneo. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

Muy gratos los recuerdos y muy bien traído el breve, pero sentido, homenaje que en su amena prosa hace del presidente Belisario Betancur, prohombre salido de las breñas antioqueñas. Es justo y merecido el reconocimiento, pues fue un luchador denodado, un hombre sencillo y poseedor de una cultura superior. Gustavo Valencia García, Armenia.

Comentarios cerrados.