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Premios caldenses

domingo, 29 de enero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Ponderable labor cumple el departamento de Caldas en beneficio de los escritores y artistas de la región. Algún gobernador dotado de buen olfato, saliéndose de los métodos clientelistas que designan para los cargos culturales a las personas más inadecuadas, tuvo el acierto de escoger, hace cerca de diez años, a Carlos Arboleda González como director del Instituto Caldense de Cultura.

Desde entonces, los mandatarios sucesivos han ratificado a Arboleda González en la citada posición, la cual, debido al excelente desempeño obtenido bajo su liderazgo, y con el propósito de construir un nuevo Caldas cultural, pasó hace poco al rango de secretaría de la Gobernación.

Una de las tareas más positivas que desarrolla el organismo es la edición de libros caldenses, difundidos a escala nacional gracias a un atinado criterio de distribución. Como estímulo para los escritores de la comarca se crearon varios concursos literarios que premian las obras ganadoras mediante la exaltación de sus autores y la publicación de sus trabajos. Se han puesto en circulación los seis títulos premiados en el 2001, en esmeradas ediciones salidas de Edigr@ficas, de Manizales, que cuentan con el diseño de Vicente Stamato.

Obtuvo el premio de poesía el libro titulado El arte de torear, de Antonio María Flórez Rodríguez, nacido en España y residente hace mucho tiempo en Caldas, donde se graduó como médico cirujano en la Universidad de Caldas. A partir de 1987, su producción literaria ha sido constante y algunos títulos han obtenido distinciones nacionales e internacionales. En el libro triunfador en Manizales, los jurados encuentran «conocimiento del idioma, estudios históricos, fino manejo del verso y graciosa manera de llevar los temas de la dramática histórica y lírica».

Sinfonía en azul, de José Miguel Alzate, reconocido escritor y periodista de Manizales, autor de varios libros –entre ellos, una estampa sobre su tierra natal, Aranzazu–, es la obra ganadora en la modalidad de cuento. Entre las virtudes que tuvo en cuenta el jurado para escoger su libro están «su unidad idiomática, su mezcla adecuada entre lo rural y lo urbano, su temática relacionada con los momentos actuales del país».

Giovanny Largo León, nacido en Riosucio y ganador de dramaturgia con el título Pieza sin freno, trabaja desde hace varios años en artes escénicas y es autor de otras obras de teatro y de un libro de cuentos. En la obra que aquí se comenta se advierten la intensidad de la acción dramática y el ingenio para montar atractivos escenarios sobre hechos insólitos. Dada su juventud (26 años), no queda difícil pronosticarle ascendentes logros en su quehacer literario.

Marino Jaramillo Echeverri, oriundo de Neira, brillante abogado, escritor y humanista, vinculado en otros tiempos al servicio público y a la diplomacia, es autor de una ágil y certera semblanza sobre San Agustín, bautizada El primer hombre moderno, obra triunfadora en el género del ensayo. El capítulo titulado La revolución sexual de Agustín contiene juicios agudos, manejados con análisis crítico y filosófico, sobre el campo espinoso de la sexualidad en la vida de este personaje de la Iglesia Católica.

La endogamia en las concesiones antioqueñas, del historiador y líder cívico Vicente Fernán Arango Estrada, es el resultado de seria indagación sobre un tema poco estudiado: el de la endogamia, o matrimonio entre personas de una misma familia, en los tiempos de la colonización antioqueña. Con esta conducta premeditada se buscaba, ante todo, conservar en manos del mismo clan familiar la posesión de grandes extensiones de tierra, las que por ese sistema las retenían sus miembros y luego pasaban a la generación siguiente. La originalidad, método de investigación y utilidad de este trabajo le merecieron a su autor el premio en la modalidad de historia regional.

En eI campo del testimonio, el ganador fue Fabio Botero López con el título Corea del Norte 1951-1952. El autor, oriundo de Sevilla (Valle) y residente en Manizales desde sus primeros años de vida, describe en lenguaje llano y ameno sus experiencias como soldado en la guerra de Corea. Relato novedoso, que por su autenticidad y la gracia con que está elaborado, revela que el arte de escribir –de transmitir vivencias y sensaciones, en este caso– es facultad innata, privilegio de espíritus inteligentes.

El Espectador, Bogotá, 25-IV-2002.
La Patria, Manizales, abril/2002.

 

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