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Economía subterránea (2)

sábado, 8 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Congreso Nacional de Economis­tas que deliberó durante tres días en la ciudad de Armenia acometió el estudio de importantes temas nacionales, como este de la economía subterránea, del cual es autor el doc­tor Roberto Junguito Bonett, cuya segunda parte continuamos hoy.

La economía ilegal incide en las decisiones de las autoridades monetarias sobre el otor­gamiento de crédito de la banca co­mercial. En efecto, de los recursos de esa economía que se captan por la balanza cambiaría del país y se mo­netizan en la banca central, «ha habi­do, indudablemente, un volumen sus­tancial que ha ingresado al país y se ha destinado, por vía directa o indirecta, a nutrir el mercado institucio­nal de ahorro y el mercado negro de capitales».

El concepto de «vía directa» comprende la inversión de recursos por parte de los importadores de capi­tales y los exportadores o intermedia­rios mayoristas colombianos, quienes en el campo de los estupefacientes se apropian del mayor margen de uti­lidad (se estima en cerca del 50% del ingreso bruto percibido por los colombianos el que reciben estos in­dividuos).

En el concepto de «vía indirec­ta» están tanto los ahorros canaliza­dos por aquellos en su condición de productores o trabajadores de dicho comercio, como los recursos de los representantes de las autoridades oficiales encargados de controlar el tráfico de drogas, quienes en concep­to de la Embajada de los Estados Uni­dos reciben una proporción importan­te sobre la salida ilegal de la droga.

Esta avalancha de divisas conver­tidas a pesos y orientadas al gasto y a los mercados de capitales indujo durante los últimos años a las autori­dades monetarias a restringir otras fuentes de emisión y controlar el crédito institucional. «El argumento explícito de las autoridades moneta­rias fue siempre la necesidad de con­trarrestar la monetización de divi­sas, sin reconocer el papel de la eco­nomía subterránea».

El doctor Junguito considera que la economía subterránea fue, junto con el café, factor responsable de los severos controles a la actividad credi­ticia. Y sostiene que los recursos ex­ternos de la economía clandestina sustituyeron los recursos internos ins­titucionales, que de otra manera hu­bieran tenido que ser emitidos y ca­nalizados por el sistema financiero tradicional para mantener la activi­dad económica nacional.

Afirmación preocupante para el país es la referente al atractivo que ofrecen nuestras tasas de rendi­miento interno frente al mercado in­ternacional, como señuelo para el in­greso de capitales internacionales por el mercado negro. «El mercado inter­no colombiano, subraya el ponente, tanto institucional como extrabancario, fue durante la segunda parte de los setenta mucho más atractivo que el internacional».

Existe una causalidad de la economía subterránea y la eco­nomía monetaria del país. Son dos corrientes que se encuentran y siguen cogidas de la mano, como podría decirse en lenguaje expresivo.

Puede llegarse a la conclusión de que la política oficial, deliberada o implícita, fue la de apropiarse de las divisas provenientes de la economía ilegal como parte de las reservas en el Emisor, evitando así la fuga de ca­pitales y aprovechando tales recur­sos como fuente de ahorro, canaliza­do este tanto por el mercado institu­cional como por el mercado extrabancario de capitales.

Hasta aquí la incidencia de la eco­nomía subterránea de origen externo, es decir, las divisas provenientes de la «balanza negra cambiaria». ¿Y qué sucede con el papel de esas divisas, convertidas a pesos, en el mercado nacional? En Colombia, responde el autor del estudio, el mercado extra­bancario de capitales se ha visto fortalecido, del lado de la oferta; al re­sultar insuficientes los recursos de la economía externa ilegal, el ahorro interno se ha visto estimulado por el atractivo de las tasas de interés y la evasión tributaria. Se hace én­fasis, de nuevo, en el auge que tie­nen las tasas de interés del mercado extrabancario, superiores a las de otros países, y empujadas por las tasas del mercado institucional, igualmente altas.

En el campo fiscal debe tener­se en cuenta que los capitales e ingre­sos evadidos del control tributario constituyen una base de la economía subterránea. Además, «la carga fis­cal en Colombia, y no propiamente por ausencia de impuestos o por tarifas bajas, ha sido tradicionalmente muy baja, fenómeno puntualiza­do, entre otros, por el Informe Musgrave desde hace ya una década».

¿La reforma fiscal de 1974 atacó la evasión fiscal? Contesta el doctor Junguito que en un estudio reciente que adelantó con el doctor Guillermo Perry hay la evidencia de que el pro­blema de evasión continúa vigente e inclusive que se ha acentuado. ¿Quié­nes pagan entonces impuestos en Co­lombia?, preguntaría el periodista. Las clases trabajadoras, sobre todo, y más exactamente, los pobres. Si los ricos tributaran en la misma proporción que lo hacen los pobres, habría real justicia social.

Comentarios finales

Este estudio del doctor Junguito analiza la interrelación existente en Colombia entre la economía subte­rránea y la política monetaria. Bien vistos los distintos aspectos del pro­blema, el impacto de la política mo­netaria ejerce un incentivo hacia la clandestinidad.

De la monetización de reservas in­ternacionales, que ha sido el principal y casi exclusivo factor expansionario en los últimos cinco años, una al­tísima proporción de las divisas proviene de los estupefacientes y, en me­nor grado, del contrabando de expor­taciones de productos tradicionales (café, ganado, cemento, etc.). El mercado ilegal, en consecuencia, pesa fuertemente en la balanza cam­biaria.

A raíz de los controles monetarios ha crecido el mercado extrabancario, o mercado negro, alimentado por las tasas jugosas. En el lado fiscal se presenta una significativa evasión que da lugar al gran volumen de capi­tales y recursos no registrados y es­condidos en la penumbra.

La estrategia del manejo moneta­rio acaba de ser modificada por el Gobierno al relajar los controles al crédito mediante la eliminación del encaje marginal, la reducción de en­cajes a las corporaciones financieras y la liberación de las tasas de interés de los depósitos a término. ¿Qué implicaciones puede tener esta nueva estrategia sobre la economía subte­rránea y, en general, sobre los propó­sitos gubernamentales?

Busca, a primera vista, estimular la actividad económica y la inversión pública, devolviendo al sector finan­ciero un mayor papel y contrarrestan­do el mercado extrabancario. Ello implica un golpe a la economía sub­terránea.

«Pero, finaliza el informe, de las medidas adoptadas no se deduce que se vaya a dar un desestímulo a la economía subterránea de origen externo que se filtra al mercado de capitales». Y agrega que «estrategias dirigidas a eliminar el fenómeno, especialmente de exportación de droga, por medios policivos, sólo repercutirían en elevar los precios e ingresos de divisas…»

Es un estudio serio y profundo so­bre el que deberán meditar las auto­ridades.

La Patria, Manizales, 21-III-1980.
El Espectador, Bogotá, 23-IV-1980.

 

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Economía subterránea (1)

sábado, 8 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En el Congreso Nacional de Economistas reunido recientemente en Armenia, con asistencia de 400 profesionales del país, se escucharon interesantes planteamientos sobre diferentes problemas nacionales. La economía es pilar fundamen­tal de la sociedad.

Uno de los trabajes que más lla­maron la atención fue el del doctor Roberto Junguito Bonett, investi­gador asociado de Fedesarrollo, que tituló «La economía subte­rránea y su influencia en la polí­tica monetaria». Afirma que esta economía, o «la otra economía», estudio que él adelantó conjunta­mente con el doctor Carlos Caba­llero Argáez, es un escape subte­rráneo e ilegal convertido en uno de los fenómenos más sobresa­lientes de la economía colombiana durante la década de los 70.

Su incidencia está entrelazada con otros acontecimientos significativos, como la superación de la bre­cha externa, originada en el au­ge sin precedentes de las expor­taciones, principalmente de café, que creó gran acumulación de reservas internacionales; con la gestión de un proceso inflacio­nario acelerado y aparentemente sin control; con la desaceleración de la migración rural-urbana; con la baja de las tasas de desem­pleo y la escasez de la mano de obra rural y con la rapidísima e irreversible reducción de la fecun­didad y en los índices de crecimiento de la población.

La economía subterránea se ha manifestado sobre todo en las tran­sacciones del comercio internacio­nal. Existen, sin embargo, otros campos donde ha penetrado, de manera subrepticia, como en el mercado de capitales y en el sec­tor fiscal.

Puede decirse que la base mone­taria tiene origen en tres motivos principales: los créditos netos del Emisor al sector privado; los cré­ditos netos del Emisor al sector pú­blico para financiar el presupuesto y la monetización de las reservas internacionales, en virtud del régimen de control de cambios que exigen que las transacciones de di­visas pasen por el Banco de la República.

Adicionalmente, la base monetaria se ve incrementada por los medios de pago, que se encuentran controlados por las polí­ticas de encaje y control crediticio. Ahora bien, prosigue el doctor Junguito, la expansión de los me­dios de pago ha tenido origen en el incremento de las reservas inter­nacionales, de donde se colige la influencia que ejerce sobre el país la llamada economía subte­rránea.

Habrá que meditar, para ubicar el mal, en lo que valen las tran­sacciones ilegales de comercio ex­terior. Los economistas suelen tener respuesta para todo. Ellos saben calcular las entradas y sali­das de divisas ilegales. Este flu­jo, para seguir hablando en len­guaje de economistas, carga la denominada «balanza cambiaria negra». Dentro de esta se en­cuentran, como las principales, las exportaciones ilegales de produc­tos tradicionales (café, azúcar, ganado, cemento); exportaciones de estupefacientes (cocaína y marihuana) e ingresos de capital no registrados ni autorizados.

En este campo se sitúan los Sanandresitos y otros mercados similares, ya en las importaciones ilegales de artículos como los electrodomésticos, cigarrillos, licores, ­repuestos, como en otros obje­tos que se transan a espaldas de la legislación y que conforman el mercado negro de divisas.

Estas reservas negras, maneja­das por la economía subterránea, pesan, y en qué forma, en las re­servas internacionales de la balan­za cambiaria del país. Su «legalización» toma la forma de exporta­ción «aparente» de servicios y tu­rismo, a través de la llamada «ventanilla si­niestra» tantas veces denuncia­da y, sobre todo, de sobrefacturación de exportaciones y subfacturación de importaciones.

El tráfico de estupefacientes, todos lo sabemos, pero principal­mente los gringos, registra un ascenso impresionante en los últimos años. Hasta 1977 la cifra detectaba 500 millones de dóla­res anuales. Las exportaciones ile­gales de artículos tradicionales era de 338 millones de dólares. O sea, un tremendo dolor de cabeza. ¿Cuánto valen en la actualidad es­tos dos renglones? Es­tas fugas son verdaderos atenta­dos contra la estabilidad de un país donde lo ilegal prevalece sobre lo legal, produciendo grandes trastornos sociales.

Se cree que el aumento en ci­fras de los estupefacientes no obe­dece a mayor cantidad de los pro­ductos sino a la elevación de pre­cios debido a los controles  sobre los cultivos y el proceso de la droga. Entrarían aquí en con­sideración las tesis sobre la con­veniencia o no de legalizar la marihuana.

La economía ilegal tiene importante influen­cia en la expansión de reservas internacionales. Sin embargo, es­to no permite afirmar categóri­camente que la expansión incontro­lada de los medios de pago tiene origen principal en la economía ilegal «y menos aún inferir que la inflación en Colombia ha sido originada en esa otra economía». Agrega el doctor Junguito: «Para llegar a tal naturaleza se requiere, además, averiguar si la economía ilegal incidió también en qué grado y dirección en los otros factores o motivos de expansión de la base monetaria. Más impor­tante aún, al análisis debe, así mismo, preguntarse si el surgi­miento de esa economía subte­rránea ha sido inducido por la estrategia misma de control mo­netario, y no viceversa, como se haría aparecer aquí».

Corto aquí la interesante disertación del doctor Roberto Jun­guito Bonett, una autoridad que conoce muy bien el tema. Por restricciones de espacio se seguirá luego, abreviándolos, con tres capítu­los de indudable actualidad: «La economía subterránea y el merca­do de capitales», «La economía subterránea y la evasión fiscal», para rematar con el de «Comen­tario fiables». Es un trabajo madu­ro y bien estructurado que no pro­pone tantas soluciones como en­foca los problemas en su real di­mensión, dentro del campo de la economía, para que sean las autoridades las que reflexionen sobre estos tópicos de nuestra accidenta­da vida nacional.­

La Patria, Manizales, 20-III-1980.
El Espectador, Bogotá, 22-IV-1980.

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Estafas en serie

sábado, 8 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Círculo de Lectores, la conocida cadena de libros que coloca, de unidad en unidad, ventas en gran volumen y al contado, se valió de un truco sutil para reforzar sus finanzas navideñas. Con el argumento de que celebraría con derro­che de amistad los diez años de funda­ción de la empresa, lanzó una llamativa lluvia de regalos para que sus innume­rables lectores quedaran gratificados.

En Colombia, país de cándidos apostadores donde todavía cambiamos la carne del almuerzo por el pedazo de lotería, nos alimentamos con fanta­sías. En el corazón de los colombianos hay siempre una lotería. Pues bien. El Círculo de Lectores anunció la nada despreciable cantidad de cinco mil premios. La tentación se iniciaba con un Renault cero kilómetros.

Como segundo renglón, el artículo de moda: televisión en color, y no uno sino nueve aparatos. Luego una variada ga­ma de artículos domésticos, como ra­dios despertadores, licuadoras, cubiertos, bati­doras y equipos de coci­na; artículos infantiles, como bicicletas, monopatines, elefantes (sobra decir que de peluche, o sea, de mentira), y miles de libros.

¡Cinco mil regalos! Nos vimos estre­nando forros nuevos. Con el Renault último modelo nos reiríamos del vecino que hace cinco años no cambia de latas.

¿Regalos….? Primero había que com­prar libros para adquirir las boletas. Y no  libros del catálogo, sino de una breve lista, impuesta por las circunstancias. El Diccionario visual del sexo ($800) aportaba dos bole­tas; el Manual práctico de decoración ($1.300), tres; el Libro de oro del niño ($1.700), cuatro. ¿Cómo ven ustedes la fiesta? Lo más accesible, saliéndonos de estos precios de inflación, era el jueguito El trampolín (título muy apropiado por venir de trampa), que por sólo $360 daba derecho a una boleta. ¡La boleta ganadora, porque una opción es suficiente! Pero el jueguito se retiró a los tres días, ya que toda Colombia lo pidió.

Los billetes de banco se pusieron religiosamente unos encima de otros. Y aún estamos esperando el pedido. Han pasado cuatro meses y no llega el libro (las boletas vienen adentro).

El sorteo se verificó el 11 de enero. Pero por parte alguna hemos visto al ganador del Renault. ¿Será que el carro ya se desintegró? ¿Las bici­cletas habrán aporreado a algún transeúnte? ¿Las baterías de cocina habrán suplido, sin salario mínimo, la falta de servicio doméstico? ¿Los libros a porri­llo habrán llevado erudición, aunque sea sexual? ¡Averígüelo Vargas!

Naturalmente, este ingenuo juga­dor que les habla fue uno de los esta­fados. En mi oficina hay varios, y mu­chos entre el vecindario. Esto se llama una estafa de masas. Para vengarnos se necesitaría la rebelión de masas de Ortega y Gasset. No hemos logrado, a pesar de la santa ira que todos entienden, que nos envíen el libro, aunque sea sin indemnización, o nos devuelvan el dinero. ¿Cuántos somos los estafados? Miles, sin duda. Aun suponiendo el envío anticipado de las boletas, la numeración fue tan numerosa que alejaba las probabilidades de estrenar el carro de los colombianos.

Por fortuna, la inversión fue poca, por cabeza. La gente calla. El truco da resulta­dos. Algún mago de la publicidad lo vendió con buenos honorarios, a costa de nuestra ingenuidad. Aquí entra el multiplicador de que hablan los econo­mistas. En el peor de los casos, el Círculo colocó de todas maneras ventas millonarias al envidiable contado. Con­tados por adelantado.

Para rematar el cuento, ni siquiera pude disfrutar de una buena lectura de Mejía Vallejo. Su libro El día señalado, editado por la misma firma que lanza promociones fabulosas, me salió con cincuenta y tantos errores ortográficos. Supuse, entonces, que mi suerte estaba señala­da. Doble estafa.

La Patria, Manizales, 15-V-1980.

 

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Un gobernador eficiente

sábado, 8 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

A Mario Gómez Ramírez no se le veía garra de hombre público antes de ser gobernador del Quin­cho. La tenía bien guardada, porque luego de quince meses de laborioso trabajo en su departamento se baraja su nombre como opción electoral para un futuro no lejano.

Vinculado a la empresa privada, conquis­tó diferentes posiciones hasta llegar a la gerencia de los Almacenes de Depósito del Banco Industrial Colombiano. Allí lo sorprendió el presidente Turbay con el honroso nombramiento.

Conoció desde bien joven los rigores de la vida bancaria y supo que si las cifras son duras, es disciplina que forma la personalidad y enseña a ser útiles. Iniciado en sencillo oficio en el Banco de Colom­bia de La Tebaida, su tierra natal, con el correr del tiempo ostentaría la más alta distin­ción oficial del departamento.

Su nombramiento causó impacto. Si la norma general es que un gobernador sea político, Mario Gómez Ramírez, ejecutivo de la empresa privada, iba a contradecir la regla. Venía respaldado por una sólida experiencia y un don innato de hom­bre cordial y emprendedor. La gente, que vio acertada la designación, lo rodeó con solidaridad y así se lo demostró en acto de respaldo popular, refor­zado con la presencia de destacadas figuras nacionales. A poco andar, ya se tenía evidencias de un mandato ejercido con equilibrio y firmeza, donde se demostraba el servicio a los inte­reses comunes.

Los políticos de la región se encontraron con un estilo diferente, y si bien todos no podían aceptar el experimento, máxime cuando no alcan­zaba para todos el reparto burocrático, terminaron reconociendo una administración honesta y dinámica. No faltaron los pro­blemas y las oposiciones, pero él los sorteó con inteligencia y cabeza fría.

Las obras públicas se vieron impulsadas con la vigorosa ejecución de quien, consciente de las trabas oficiales, se convirtió en gestor de auxilios y no desperdició ocasión para mover los resortes del alto Gobierno en la difícil empresa de conseguir el progreso regional. Fue un gober­nador atento a las necesidades de la comunidad. En ocasiones tuvo que moverse con difi­cultades entre las marañas políticas, pero con áni­mo sereno.

La cultura, que no siempre es afán de los go­bernantes, se vio favorecida más allá de lo prometi­do en el discurso de posesión. Tierra de escritores y poetas, ha estado marginada del apoyo oficial. El primer concurso nacional del cuento, patrocinado por Gómez Ramírez con la asesoría de Clarita Botero de Arias, directora de Cultura, resultó un éxito. En la Plaza de Bolívar dejó el Monu­mento al Esfuerzo, de Rodrigo Arenas Betancourt, como obra imperecedera.

Su remoción como gobernador tomó de sorpre­sa a los quindianos. Al no lograr  complacer a todos los grupos políticos se crearon algunas dificultades que determinaron su retiro. No es del caso detenernos en tales incidencias. Pero es justo resaltar los aciertos del gobernador eficiente que después pasó a ocupar la ge­rencia de la Corporación Financiera del Transpor­te, donde habrá de prestar, como se espera, positivos servicios al país.

La Patria, Manizales, 26-II-1980.

 

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Las llaves falsas

sábado, 8 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

José Vélez Sáenz, maduro columnista del periódico La Patria, es escritor claro y rigoroso. Habla su verdad, lo que él siente y defiende, sin esguinces y con convicción. Uno de los vicios frecuen­tes del escritor colombiano es el de expre­sar las cosas a medias, tapo­nando los vacíos del pensa­miento con frases rebuscadas y poses doctorales. Es fácil an­dar por las ramas, con retruécanos y giros ampulosos, cuando se carece de lucidez y certeza pa­ra expresar bien las ideas.

Las llaves falsas es libro franco y valiente. Tal la principal impresión que me queda al darle vuelta a la última página. Acometer el tema de las drogas alucinan­tes no es tarea fácil, y menos lo es tomar como personaje de una aparente aficción a la mari­huana, el pernicioso hábito so­cial que se condena en públi­co y se practica en secreto. Puesta la narración en boca de un consumado practicante, que se muestra real por la propie­dad con que aborda la materia, surge el submundo de la droga en diálogo constante con la conciencia y en reto a los cánones morales que prohíben su uso pero no lo­gran liberarse de su influen­cia.

En la vida alborotada de las ciudades se desliza en silen­cio, en el parque o en la esqui­na, y también en el colegio y en el campo de trabajo, la «yer­ba maldita» que inflama las pasiones y cautiva consumido­res subordinados a este vicio de difícil erradicación. Los jíba­ros, o expendedores, se mul­tiplican según aumenta la demanda, y ya se sabe que el co­mercio gana nuevos adeptos, a pesar de las cárce­les y las reprobaciones.

La chicharra, o la mota, como se le conoce en el argot propio, anda por los bajos fondos de la socie­dad y no se detiene ahí: pene­tra en las clases altas y lo­gra atrapar a jóvenes desorien­tados que por curiosidad o afi­ción terminan engrosando las legiones anónimas pero ciertas que componen los reductos hu­manos del hábito envilece­dor.

La marihuana forma adictos. Definida comovicio solita­rio, avanza en la sombra, an­te la mirada atónita de las fa­milias y el poder ineficaz de las autoridades que no logran con­trarrestar sus funestas conse­cuencias. Si este libro de Vé­lez Sáenz (el mismo autor de Vidas de Caín, otra obra importante) no pretende sos­tener tesis ni a favor ni en con­tra de un producto que es me­nos nocivo que l alcohol, según se sostiene, el propósito es alertar sobre los peligros que acarrea sobre la personalidad.

El autor, que pisa terreno conocido, y que por otra parte es experto en el manejo del idioma y en la claridad de las ideas, a las que les revuelve  filosofías salidas de su propia experiencia, condena este escapismo que «aniqui­la la voluntad, destruye la me­moria, esclaviza y embota la imaginación, paraliza la activi­dad del individuo». Él, co­mo hombre pensante, sabe también que «sus efectos, co­mo estimulante cerebral, son casi siempre perdidos para la creación».

Las cárceles y las salas de curación están llenas de con­sumidores caídos en las garras del vicio. Con todo, la mari­huana se incrementa como artículo de consumo, y acaso su progreso se deba a la pro­hibición, porque lo misterioso estimula el apetito. Su existencia en nuestro tiempo no nueva. La humanidad la co­noce hace más de tres mil años. Se nos volvió un fenóme­no cuando a ella le atribuimos  las taras sociales y contra ella estrellamos nuestras quejas, sin fijarnos que el mal es de mayor anchura. A la ma­rihuana, como al alcohol o a los tóxicos, se acude por frus­tración, por desacomodo en el mundo y sobre todo en el ho­gar. En varios sitios de los Es­tados Unidos se ha legalizado su comercio y ha disminuido el consumo.

El problema no está en la yerba sino en la mente. Los muchachos de hoy son errátiles y desarraigados si sus ho­gares son inestables. Pero cre­cerán con equilibrio emocional e inmunes a los halagos y las evasiones de la época si hallan ambientes propicios. De nuestros propios errores no culpemos a la marihuana, ni al licor, ni a los barbitúricos, ni a la prostitución.

Vale la pena leer la confesión de un adicto a la «yerba maldita» que intenta regenerarse y que en duros coloquios con su ego, matizados de toques místicos y con fondo romántico que le da encanto a la obra, busca la presencia de Dios, el encuentro con la felicidad. Luego de hondas reflexiones filosóficas queda flotando en la mente esta frase: «no pretendáis entrar al cielo con llaves falsas”.

La Patria, Manizales, 2-III-1980.
El Espectador, Bogotá, 29-I-2016.
Eje 21, Mannizales, 1-II-2016.

Comentarios

Podríamos decir que estamos rodeados también de puertas falsas, que no conducen a ningún lugar diferente al vacío existencial. Cuando miro a mis pequeñas nietas pienso en el difícil camino que las aguarda. Los jóvenes son maravillosos, en la actualidad, pero el mundo en el cual se mueven y deben competir para triunfar o subsistir está lleno, como bien lo dices, de «llaves falsas». Magnífica tu página, concreta y con una conclusión cierta. Esperanza Jaramillo, Armenia, febrero 1/2016.

Leí con deleite tu artículo sobre Las llaves falsas. José Vélez Sáenz fue de alguna manera amigo mío pues era amiguísimo de mi gran compañero Alberto Londoño Álvarez. José era un místico, había escrito el gran libro Vidas de Caín del que alguien se apoderó cuando me saquearon la biblioteca y se llevaron libros que apreciaba mucho. Alberto Gómez Aristizábal, revista La Píldora, Cali, febrero de 2016.

 

 

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