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Un banquero cabal

domingo, 30 de octubre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Luis Alfonso Orjuela Rojas ha coronado en el Banco Popular una eficiente, abnegada, pulcra y brillante carrera. Ahora se retira de la empresa des­pués de 32 años de ser­vicios y deja con su ejemplo motivo suficiente para que se exalte el significado de estas vidas silenciosas y productivas que saben hacer del trabajo la justificación de cada día.

El hombre sólo es importante en la medida en que sea justo, honorable y laborioso, condiciones que no pueden andar separadas cuando se trata de entregar a los descendientes una obra que realmente valga la pena. Este banquero demostró que con virtud, constancia y sacrificio puede llegarse muy lejos y escribir para los mediocres y los pusilánimes la pa­rábola del trabajo rendidor y grati­ficante.

Iniciado en sencillos oficios, en los tiempos en que sin demasiados oropeles académicos se conseguía hacer una carrera laboral comen­zando desde la base, fue ascendiendo, escala por escala, en los rigores de aquella banca ortodoxa y formadora, tan desdibujada en nuestros días, hasta conquistar destacadas posi­ciones. La empresa era su propia universidad porque de ella extraía conocimientos y en ella practicaba las reglas necesarias para su continua superación. Se hizo profesional de la banca con los títulos de su esfuerzo y su capacidad, las mejores herra­mientas del éxito.

Después de ocupar importantes niveles administrativos, en todos los cuales sobresalió por su entusiasmo y el vigor de sus realizaciones, se retira ahora como gerente de zona en la capital del país. Enfrentado a la banca moderna de los sistemas y los computadores, entendió el reto y no se quedó marginado. Con su natural instinto para no dejarse ganar la partida, se metió en la época. Aprendiendo de los computadores lo que ellos tienen de bueno, él, por su parte, les trasladó su vasta expe­riencia y les dio lecciones de urba­nidad y refinamiento ético. Ambos ganaron, y mucho más ganó la em­presa al mezclar la experiencia con la tecnología. Esto, en términos bancarios, se denomina canje.

¿Por qué Salpicón escoge el caso de Luis Alfonso como molde de esta nota? Aparte de tratarse del amigo personal y el compañero de jornadas laborales, digno de admiración y aprecio, su supervivencia en los tiempos actuales de metamorfosis social y ética, de transformación empresarial y rompimiento de la banca antigua, demuestra que por encima de la máquina estará siempre el hombre. Si la máquina trata de desplazarlo, corresponde al hombre capaz probarle que él es su creador y por tanto su operador.

Pedro Bossio de la Espriella, ge­rente de Sistemas del Banco Popular, define al computador como un idiota veloz. Con esto sugiere que es el hombre el que le da cuerda y lo pone a funcionar. Y mientras mejor sepa manejarlo, más le rinde. Luis Alfonso Orjuela, que hizo transición entre dos bancas (la antigua, con sus reglas tradicionales, y la nueva, con sus miedosas revoluciones), y por tanto vivió una época de choques y des­conciertos, aprendió a darles cuerda a las dos. Y ganada la batalla, se aleja fortalecido por sus valerosas ejecu­ciones.

El Espectador, Bogotá, 26-VI-1986.

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