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Archivo para octubre, 2020

Honor a César Hoyos Salazar

miércoles, 28 de octubre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Corría el año 1969. Han pasado 51 años desde el día que llegué a Armenia y conocí a César Hoyos Salazar como secretario de Gobierno del municipio. Había terminado en la Universidad Nacional sus estudios en Derecho y Ciencias Políticas, y le faltaba obtener el grado al interponerse su compromiso con el alcalde de la ciudad, quien lo motivó para que le prestara ese servicio a su tierra.

No era usual que un joven de 23 años ocupara la segunda posición del municipio, hecho que demuestra la competencia que ya era evidente en su personalidad. Lo recuerdo como persona afable y caballerosa y que además poseía fino sentido del humor. La faceta del humor la exhibía en reunión de amigos con unas cuantas actuaciones jocosas que nos hacían desternillar de la risa, entre ellas la genial imitación del famoso culebrero de las plazas de mercado.

En 1970 se fue para Bogotá a preparar la tesis. Yo le había propuesto que una vez obtenido el título fuera el abogado del banco. En 1971, en viaje que hice a Bogotá, lo encontré de repente en una oficina de correos en la que iba a franquear un paquete de sobres: era la participación a familiares y amigos de su título profesional. Buscó mi sobre y lo puso en mis propias manos. Allí mismo cerramos el proyecto de su ingreso al banco, y de esta manera conté con su valioso concurso en los cobros por la vía judicial.

Bien pronto comenzó a sobresalir en diversas actividades. Fue director de Fenalco y Comfenalco, profesor de la Universidad del Quindío y de La Gran Colombia y decano de la facultad de Derecho de esta última. Cuando me ausenté de Armenia en 1983, era el jurista más prestigioso de la ciudad.

Fue alcalde de Armenia en 1990, posición en la que ejerció una tarea ejemplar, tanto en el manejo económico como en la moralidad pública. Para la primera diligencia que realizó en Bogotá le fue girado el cheque por los gastos de representación, y a su regreso presentó los comprobantes por lo que en realidad había gastado, y el resto lo reintegró a la tesorería municipal. Hecho insólito y único en el país, que hizo resaltar el espíritu moralista con que manejaría su administración.

Cuando su secretario de Obras Públicas provocó un escándalo al llevarse las volquetas del municipio para una construcción particular, y por ese hecho presentó renuncia del cargo, en lugar de aceptársela, como suele ocurrir, lo destituyó en forma fulminante.

En Bogotá desempeñó el cargo de director jurídico de la Federación Nacional de Cafeteros. Luego llegó al Consejo de Estado, y al poco tiempo ocupó la presidencia de la Sala de Consulta. Y más tarde, la presidencia de la corporación. En suma, una carrera en constante ascenso, guiada por el estudio y el trabajo, la moral, la ética y la eficiencia. Ya en la vida privada, fue árbitro de la Cámara de Comercio de Bogotá durante 10 años. A su regreso al Quindío se dedicó a escribir una serie de reseñas biográficas de gente importante de la región, las que merecen editarse en un libro auspiciado, ojalá, por el municipio u otra entidad.

Como reconocimiento a su vida ejemplar y productiva acaba de serle otorgado el Cordón de los Fundadores, la máxima presea regional con que se exalta el mérito de quienes contribuyen al progreso de la ciudad. Aplaudimos esta justa decisión.

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El Espectador, Bogotá, 24-X-2020.
Eje 21, Manizales, 23-X-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 25-X-2020.

Comentarios 

Quiero decirte que has hecho una formidable semblanza de César, incluso con datos que desconocía. Hace poco, por la radio, me preguntaron acerca de él a propósito de la condecoración, y dije: «Basta contar un breve episodio de su vida y lo demás es una deducción de la audiencia», y narré el caso de la devolución de los viáticos que confirmas en esta columna. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

Bella nota sobre el eximio amigo común César Hoyos Salazar, un señor de los pocos que aún existen. Gabriel Echeverri González, Armenia.

Excelente y muy justiciera nota con un noble y grande amigo. Alpher Rojas, Bogotá.

Un ser humano de tan elevadas cualidades es digno de exaltación. Personas de ese talante, hoy por hoy, ni mandadas a hacer. Inés Blanco, Bogotá.

A propósito de estatuas

miércoles, 14 de octubre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Gran revuelo causó el derribamiento de la estatua de Sebastián de Belalcázar en Morro del Tulcán, de Popayán, por 5.000 indígenas que justificaron el acto como respuesta a las élites españolas que esclavizaron y asesinaron a los aborígenes.  Esta reivindicación tiene lugar cerca de 5 siglos después de aquellos hechos. Esto no cambiará la historia, pero hace reflexionar sobre los vejámenes de que fueron objeto las tribus indígenas.

Estatuas se han derribado en muchos lugares del mundo, entre ellas la de Lenin y la de Cristóbal Colón. Otras veces se cambia una estatua por otra, como ocurrió en Barrancabermeja al desmontar la de Laureano Gómez y poner en su remplazo la de Jorge Eliécer Gaitán, a raíz de los famosos viernes culturales que este realizaba en la capital del país y que tenían repercusión en la ciudad proletaria.

Hay estatuas que reciben airadas voces de rechazo cuando se construyen, y luego obtienen el beneplácito ciudadano. En este campo están el Bolívar cóndor de Manizales y el Bolívar desnudo de Pereira, ambas de  Rodrigo Arenas Betancourt. Sobre esta última dijo el famoso escultor: “Lo he interpretado desnudo, despojado de inútiles atavíos y abalorios, como un ser natural, como el viento, como el grito, como el fuego”.

En el libro Bolívar en el bronce y la elocuencia recoge Vicente Pérez Silva las principales estatuas del Libertador en el país. Especial admiración me suscita la de Soledad (Atlántico), frente a la casa que habitó Bolívar a finales de 1830, cuando iba hacia Santa Marta atribulado por la ingratitud de sus amigos y presa de infinita soledad. Esta estatua es el testimonio vivo del dolor que lo acompañaba en su camino a la muerte.

Bolívar estuvo 7 veces en Soatá, mi patria chica. La primera fue en octubre de 1814 y corresponde al primer viaje que hizo desde Venezuela al interior de Colombia. Una placa recuerda su residencia en la casa donde se alojó y firmó importantes papeles oficiales. La plaza principal lleva su nombre. Pero faltaba la estatua. Un alcalde la mandó construir, con la mala suerte de que el artista no supo plasmar al prócer, sino que elaboró una figura por completo diferente. La ciudadanía protestó, y como la falla no se corregía, algún vecino iracundo le desfiguró el rostro con una botella o algo similar. Al fin, la estatua, que no era de Bolívar, fue derribada y no se ha logrado que llegue a la plaza el verdadero Libertador.

En Armenia, la valiosa estatua de John Lennon, ubicada en la Posada Alemana y   contratada por Carlos Ledher con Rodrigo Arenas Betancourt, fue robada cuando la propiedad estaba en ruinas. Y no ha aparecido. En la misma ciudad, el alcalde Mario Londoño Arcila erigió en una glorieta la escultura El camello como símbolo del trabajo, y con el nombre de Los camellos bautizó la avenida adyacente. Años después, la escultura fue retirada por petición de la ciudadanía, al no ser el camello un ícono de la cultura cafetera, y hoy la población no menciona aquella vía con el nombre citado, sino con el de avenida 14 de octubre, como pasó a llamarse (fecha de fundación de la ciudad).

Hay estatuas polémicas, caricaturescas e insustanciales. A veces son resultado de un fugaz momento político o del deseo de pasar a la historia el propio autor de la iniciativa, que deja grabado su nombre en el pedestal. Las estatuas bien concebidas retienen el tiempo y le rinden tributo a la historia verdadera, aunque pueden, a la vez, despertar odios y discusiones sin sentido.

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Espectador, Bogotá, 10-X-2020.
Eje 21, Manizales, 9-X-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-X-2020.
Aristos Internacional, n° 36, octubre/2020, Alicante, España.

Comentarios 

Resulta divertido este análisis de erigir y destruir estatuas, a la vuelta de 500 años. Sin embargo, el sentir de las personas ha cambiado y ya no se traga entero y desmitifican a los ídolos. Inés Blanco, Bogotá.

Tienes mucha razón en decir que lo sucedido en Popayán no cambiará la Historia, pero sí ha permitido sacar a flote los tremendos vejámenes que sufrieron los indígenas luego de 1492. Cuando uno lee esa historia, es inevitable preguntarse la razón por la que se han erigido esas estatuas recordando a quienes causaron tanto dolor a una raza de hombres que los acogió como dioses. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Energía positiva

viernes, 2 de octubre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El confinamiento que impuso la pandemia ha traído, fuera del miedo al contagio, un mal colateral y es el del pesimismo. La primera cuarentena comenzó hace seis meses –el 24 de marzo–, y a partir de entonces quedaron perturbadas por completo la marcha del país y la tranquilidad de los hogares. Eso mismo sucede en el mundo entero. Conforme pasan los días sin que aparezca la vacuna, crece el desaliento.

Hay gente que en esta emergencia se enferma atacada por los nervios. Y muchos llegan a la desesperación. Este estado patológico no solo trastorna la emotividad, sino que desencadena males superiores que a veces se vuelven letales. El virus se convirtió en una cruel realidad, y como tal hay que asumirla y esperar que lleguen mejores días. Llegarán, más temprano que tarde.

La ciencia trabaja a ritmo alentador, cada vez con mayores avances, para descubrir la vacuna y brindarle al mundo el alivio que busca. Los pesimistas, en cambio, dicen que aún faltan años para el hallazgo y hasta dudan de que esto llegue a ocurrir, para lo cual aducen cuanto argumento les viene a la mente. La esperanza es fuente de energía, pero no todos saben hallarla y convertirla en tabla de salvación. Venga al caso esta frase de Churchill: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.

¡Claro que sí! La pandemia es una oportunidad para que la sociedad rectifique el rumbo torcido que lleva en medio de infamias, tiranías, inequidades, abusos contra la naturaleza y toda suerte de atropellos, y una oportunidad para que los individuos mediten en su propia conducta y se cuestionen los actos que atentan contra la moral, la justicia y la convivencia humana. Después de la pandemia habrá un mundo nuevo.

De tiempo atrás el país vive un grado corrosivo de desajuste social provocado por la apatía,  la insatisfacción, la desesperanza. El pesimismo infestó el alma nacional con su carga de miedos, recelos, inestabilidad, desconfianza en gobernantes, políticos y jueces. Esta atmósfera es movida por el torrente de noticias funestas que escuchamos todos los días y a cada momento, desde que prendemos el radio o leemos el periódico o la revista hasta que vemos el último noticiero de la noche. Quien es optimista en medio de esta atmósfera enrarecida es un ser superior, desde luego. Y no es que el optimista deje de ver la adversidad, sino que sabe afrontarla.

Hay que buscar la energía positiva para fortalecer el ánimo y ver la cara buena de la vida. Los pesimistas no ven sino desgracias por todas partes. Como viven entre sombras, todo lo encuentran sombrío y de la misma manera juzgan a la sociedad. Son pregoneros de desastres que transmiten su mal tóxico a quienes se atraviesan en su camino. Los medios de comunicación deben contribuir a bajarle el tono al pesimismo nacional.

Admirable el caso de Michelle Figueroa, nacida en Boston y con raíces colombianas, quien con su portal @goodnews_movement se convirtió en pregonera mundial de las buenas noticias e hizo del optimismo un movimiento viral. “No hago mis post –dice– para ganar seguidores sino para alegrar a la gente y hacerles caer en cuenta todo lo bueno que hay en el mundo”. En su movimiento no hay lugar para lo negativo, consigna que en corto tiempo le hizo conquistar 200.000 seguidores. Hoy llegan a un millón. De allí salen las buenas noticias que se publican en su espacio, las que cada día atraen más simpatizantes.

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El Espectador, Bogotá, 26-IX-2020.
Eje 21, Manizales, 25-IX-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-IX-2020.

Comentarios 

Este tipo de mensajes positivos son los que la sociedad actual necesita. Esta pandemia decaerá y con paciencia y esfuerzos colectivos volveremos a vivir la «normalidad». Si bien el maldito virus volvió patas arriba al mundo, hay que pensar que esto no será eterno y que la humanidad ha pasado por epidemias peores que fueron superadas y sin los recursos modernos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

De verdad que hay mucha gente aburrida en sus casas. Hay muchas parejas que estando juntas se han separado. A muchos les cambió todo. Y se sienten desesperados: no pueden hacer una reunión, no pueden ir a un sitio a tomarse unas cervezas, no pueden estar en la universidad o en el colegio con sus amigos. Y lo peor: con la situación económica tan mal, hay mucha gente deprimida. Montón de personas desempleadas. Muchos con sus empresas quebradas, los negocios cerrados, vendiendo los apartamentos. El problema es grandísimo. Por eso hay tantos pesimistas: porque el panorama para volverse a levantar no es alentador. Llenos de deudas, con familia para alimentar. Se trata de ponerle una cara diferente a la vida, pero de todas maneras es complicado. Admiro mucho a quienes les ha pasado de todo en esta pandemia y tienen ánimo para ver cómo se levantan. Fabiola Páez Silva, Bogotá.

Energía positiva

viernes, 2 de octubre de 2020 Comments off
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viernes, 2 de octubre de 2020 Comments off
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