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Archivo para martes, 25 de octubre de 2022

Por el territorio de los muertos (1)

martes, 25 de octubre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

En 1836 fue dado al servicio el cementerio Central de Bogotá, y 3 años después se construyó la capilla central, al frente de la cual está el panteón donde reposan los restos del presidente Laureano Gómez, de su esposa María Hurtado de Gómez y de su hijo Álvaro Gómez Hurtado.

En abril de 1948 se enterraron en el globo 3 –en el que ahora funciona el parque El Renacimiento– los cuerpos de cientos de personas fallecidas durante el Bogotazo. Pasados 186 años desde la inauguración, hoy el cementerio está fuera de servicio y se convirtió en un gran recinto de memoria histórica. En 1984 fue declarado Monumento Nacional.

Los planos fueron elaborados por Domingo Esquiaqui, y la construcción fue adelantada por Pío Domínguez y Nicolás León. Julián Lombana edificó la portada, y en la parte alta se ve una estatua de Cronos ejecutada por Colombo Ramelli. Este dios porta un reloj de arena, que representa el curso del tiempo, y una guadaña, símbolo de la muerte.

En días pasados visité el cementerio en compañía de mi hijo Gustavo. Mi visita anterior ocurrió hace más de 10 años, cuando fui a buscar la tumba de Antonio José Restrepo, el famoso ‘Ñito’ Restrepo, que no se sabía dónde se hallaba. Se decía que en el cementerio Libre de Circasia; o en Titiribí, Antioquia; o en Barcelona, España, donde murió en 1933. Un día descubrí la noticia exacta: los restos habían sido trasladados, por gestión del presidente Eduardo Santos, de Barcelona al camposanto bogotano.

En el panteón de las Hermanitas de los Pobres notamos que hay una lápida volteada, otras dos están ladeadas, y otra tiene escritos los datos sobre el cemento fresco, con uso de algún objeto filudo. Figura una hermanita con su nombre religioso: Matilde San Agustín, y a continuación está el nombre que llevaba antes de entrar al convento: Estela Abad Mejía. Parece que es la última religiosa sepultada en este panteón, en el año 2003.

En los cementerios se descubren signos que despiertan curiosidad, sorpresa, lástima, tristeza e incluso hilaridad. Un día me dio por visitar el cementerio de un pueblo, sin ganas de quedarme todavía allí –¡válgame Dios!– , y gocé leyendo algunos mensajes dirigidos a los difuntos en forma sincera y auténtica, que adquieren para el transeúnte –¡qué pena!– el tono del gracejo. Pero sigamos el recorrido.

Nos llamó la atención la tumba de María Surley, muerta el 10 de septiembre de 1977. En ella aparece la foto de una joven sonriente, y en un ángulo se lee: “Feliz cumple hija”. Era el aniversario número 45 de su muerte, y su madre la visitó con flores frescas que irradiaban belleza entre las tumbas marchitas del contorno. No cabe duda de que ella ha ido a visitarla ese mismo día, durante 45 años, con cariño imperecedero. Tierno cuadro de amor, refrendado por esta inscripción fijada en la lápida: “Hija tu cuerpo descansa aquí, tu alma con Dios y tu recuerdo con tu familia”.

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El Espectador, Bogotá, 22-X-2022. Eje 21, Manizales, 20-X-2022. La Crónica del Quindío, Armenia, 23-X-2022.   

Comentarios 

Hay cementerios muy famosos en todo el orbe; sin embargo, por sencillos o pueblerinos que sean, guardan secretos y anécdotas muy curiosas. Hace unos días escuché a una periodista española quien por cosas de la pandemia se comprometió a trabajar con una revista dedicada a las historias y anécdotas de los difuntos. Y contó que, visitando alguno de los cementerios en París –creo –, encontró una tumba con un epitafio que decía: «Gracias por venir, disculpe que no me levante». Inés Blanco, Bogotá.

Qué interesante columna sobre el último destino para la especie humana: la parca. ¿La tumba de “Ñito” Restrepo sí reposa allí? Él fue un admirable hombre ilustrado, de rápido y mordaz verbo.  Atenas Pei (correo a El Espectador).  

Respuesta. Sus cenizas fueron trasladadas de Barcelona, España, por gestión del presidente Eduardo Santos, y se encuentran en el sector 2, denominado sector Trapecio, del cementerio Central. Gustavo Páez Escobar.

Amo los cementerios. Son el testimonio de la sociedad y representación de una estética que admiro. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.

¿Qué te motivó a iniciar esta serie de artículos, tema no muy frecuente en el periodismo? Me permito mencionar un pertinente dato sobre el cementerio bogotano. En diciembre de 1836, fue enterrado allí el primer hijo del general Francisco de Paula Santander y su esposa Sixta Pontón Piedrahíta, quien fue bautizado con el nombre de Juan. Él nació el día 20 de ese mes y murió a los pocos minutos. Con su inhumación, se estrenó el cementerio Central de Bogotá. Su ilustre padre era en ese entonces el presidente de la Nueva Granada. A partir de entonces, los difuntos de familias de alto rango social empezaron a ser enterrados allí, pues la costumbre era darles sepultura en las iglesias. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. He sido un enamorado de los cementerios, por las enseñanzas que dejan y por el aspecto curioso o jocoso que ofrecen algunas tumbas. En Buenos Aires visité los de la Recoleta y la Chacarita. En Villa de Leiva gocé mucho con algunas leyendas dejadas por los parientes. En Soatá, mi pueblo natal, acabo de visitar su cementerio y lo encontré transformado. Gustavo Páez Escobar.

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