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El candidato de la paz

miércoles, 29 de noviembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hay un hecho significativo en el triunfo de Humberto de la Calle en la consulta liberal: sin contar con maquinaria política, derrotó al que sí la tenía, Juan Fernando Cristo. Ganó el voto de opinión. Con esto se pone de presente que el país rechaza el clientelismo que encarnaba el candidato cucuteño. Frente a tan precaria votación (el 2,12 por ciento del censo electoral), los partidos políticos están en el peor momento de su extinción paulatina, que viene de muchos años atrás.

La gente se ha desencantado de los partidos porque dejaron de dar respuesta a las ingentes necesidades que agobian a la población. Y no cree en los políticos en razón de la inoperancia y la corrupción que los dominan, no a todos, justo es decirlo, pero sí a buena parte de ellos. Triste realidad en un país que registra uno de los índices más pronunciados de inequidad en el mundo entero, y que por eso mismo reclama medidas prontas y eficaces de redención social.

De la Calle posee condiciones especiales para marcar otro tipo de liderazgo en el momento actual que vive Colombia. Su brillante carrera en la vida pública le confiere vasto conocimiento del país. Ha sido registrador nacional del Estado Civil, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, designado presidencial, vicepresidente de la República, dos veces ministro, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, embajador ante la OEA, jefe del equipo negociador en el proceso de la paz. Este largo recorrido, junto con sus virtudes personales de probidad y sabiduría, le otorga el título de estadista.

Como abanderado de la paz, misión que con lujo de competencia y con enorme sacrificio de su vida profesional y privada cumplió en La Habana durante 4 años,  su papel fue decisivo para lograr el acuerdo final, tras intensas y a veces ásperas conversaciones.

Colombia le cabe en la cabeza, tanto por su idoneidad en los cargos que ha ejercido, como por su conocimiento sobre el medio siglo de violencia que tanta sangre ha derramado a lo largo y ancho del país, y que deja más de 8 millones de víctimas. A pesar de ello, muchos colombianos se empeñan en desfigurar la realidad y poner cuanto obstáculo encuentran para obstruir el avance de las negociaciones.

La Jurisdicción Especial para la Paz –JEP– está atacada desde diferentes costados, no siempre para incorporar razonables enmiendas, sino con ánimo pugnaz y destructivo. Dice Laura Gil en su columna de El Tiempo del 22 de este mes: “El fallo de la Corte Constitucional, que permitió la introducción de modificaciones a los textos legislativos propuestos por el Gobierno, alteró la razón de ser del fast track”.

No es fácil la tarea a que se enfrenta De la Calle. A la de por sí turbulenta atmósfera que vuelve caótico lo que debe ser manejable, se suma la ola de rumores, tergiversaciones y mentiras que se ponen a circular por las redes. El país está incendiado con la polarización y el estallido de los odios y las ruindades.

No podemos regresar a la guerra. No podemos “hacer trizas” lo pactado. Ojalá, como se propone acometerlo el candidato de la paz, se constituya la gran alianza nacional, por encima de los partidos, que salve a Colombia de caer en el precipicio.

El Espectador, Bogotá, 24-XI-2017.
Eje 21, Manizales, 24-XI-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-XI-2017.

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Sin duda, el mejor candidato. Ojalá logre integrar una coalición que pueda imponerse. El país vive un momento muy difícil y requiere de un conductor de su talante y sus cualidades. Gustavo Valencia, Armenia.

Estoy con el candidato de la paz. Pero, con gran temor, me pregunto si en un espacio político tan degradado por la corrupción, el odio y el cinismo tenga cabida un candidato decente y capaz de administrar el Estado en forma honesta. Me parece que estas virtudes van a jugar en su contra. Ya sabemos que una característica de la situación colombiana es que nunca toca fondo. Jorge Rafael Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.

Creemos varios amigos que De la Calle es quien mejor puede gobernar en esta hora. Uribe estuvo en Europa diciendo que estábamos peor que el castrochavismo y allá le están creyendo. Alberto Gómez Aristizábal, Cali.

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El agua y el aceite

martes, 4 de julio de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Nadie, con mediano conocimiento de la realidad nacional, puede augurarle éxito a la alianza de Uribe con Pastrana (SEMANA n.° 1834). Son dos personajes antagónicos que a lo largo del tiempo han dado muestras divergentes en los ajetreos de la política. Matriculados en distinto partido, este hecho los sitúa en orillas opuestas, y en ocasiones pugnaces, por más imágenes hermanables que transmiten hoy al país. Quieren alinearse con la consigna de combatir los acuerdos de La Habana –lo cual produce dividendos políticos–,  y pregonan  la intención de conquistar en 2018 la Presidencia de la República con el nombre que salga del Centro Democrático, cuya voz cantante será la de Uribe. No la de Pastrana. No se sabe a cuál de los dos le gusta más el protagonismo. Es aquí donde van a chocar en forma quizás inevitable (una vez más), ya que ninguno se resignará al segundo puesto. A ambos los seduce el demonio de la figuración, y ninguno permitirá que el otro lo opaque o le quite campo de acción.

Veamos estas perlas. Palabras de Pastrana el 5 de septiembre de 2012: “Uribe es el único colombiano que nunca le dio a Colombia la posibilidad de paz”. Por su parte, Uribe se fue lanza en ristre contra su adversario del momento: “Pastrana entregó al país literalmente ‘secuestrado’”. En el gobierno de Santos, manifestó Pastrana: “Mis asesores están siendo llamados al nuevo gobierno, los de Uribe están siendo llamados a indagatoria”. Y esto dijo Uribe: “Pastrana vive en trance de picarme pleito, pero yo soy un caballo cochero, que solo mira para adelante”. Es larga la historia de encuentros y desencuentros entre los dos exmandatarios. El país la conoce muy bien. Cabe preguntar: ¿qué tanto alcance tendrá la fementida alianza? ¿Alguna vez han logrado mezclarse el agua y el aceite?

Semana, n.° 1835, Bogotá, 2 de julio de 2017.

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Yo creo que el agua y el aceite también se juntaron con Santos y Samper, hoy amigos de marras. Recordemos los editoriales  y cartas de Santos contra Samper desde El Tiempo, con ocasión del proceso 8.000. Jaime Vásquez Restrepo,  Medellín.

Eso es lo que se llama auténtica politiquería. Son los típicos vaivenes que los politiqueros en época preelectoral ponen en práctica para tratar de capturar votos. Y como hay muchísimas personas desinformadas, ignorantes o fanáticas, caen en la trampa y convierten a estos farsantes en ídolos. Y mientras tanto los problemas del país, encerrados sin solución en el baúl del olvido. ¿Cómo progresar así? Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Estos personajes son realmente vergonzosos para un país que quiere la paz y la equidad. Pero es aún más deprimente evidenciar que estos especímenes tienen seguidores. Al final el odio los derrotará en los espacios políticos. Esperanza Jaramillo, Armenia.

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La otra Íngrid

miércoles, 25 de mayo de 2016 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace ocho años que Íngrid Betancourt no volvía a Colombia. En días pasados estuvo en Bogotá y participó en el foro La reconciliación, más que realismo mágico, organizado por la Fundación Buen Gobierno, que dirige Martín Santos, hijo del presidente Santos. Además, en el foro estaban varios exsecuestrados por la Farc, que al igual que ella sufrieron terribles oprobios en las selvas colombianas.

En ese escenario, y ante una concurrencia de 500 asistentes, pronunció un sentido discurso de paz y perdón con sus captores, gesto que le hizo ganar nutridos aplausos. Como acto por demás significativo, se abrazó con Clara Rojas, su fórmula vicepresidencial cuando ambas cayeron en poder de la guerrilla.

No habían vuelto a hablarse a raíz de hondas rencillas surgidas en el cautiverio, y verlas ahora amistadas significaba grandiosa contribución a los diálogos de paz que se adelantan con el grupo guerrillero.

Íngrid vino a hablar de paz. Fue enfática en afirmar que ese es el paso sensato que debe darse después de más de medio siglo de odio y violencia, e hizo énfasis en el sentimiento de solidaridad que existe en el mundo hacia el acuerdo final que está próximo a firmarse en La Habana, si es que se logran superar los pocos obstáculos que aún subsisten.

Siendo ella el mayor emblema de las barbaries cometidas por las Farc, y quien sufrió la mayor saña y los mayores oprobios durante seis años de cautiverio, su voz de reconciliación es quizás el aporte más valioso que se ha visto en el proceso por la concordia, que gana cada vez más terreno entre los colombianos.

Mientras ella padeció inauditos martirios físicos y morales –como la muerte de su padre acongojado, un mes después del secuestro–, y regresa a Colombia a defender los diálogos de paz, otros se empeñan en atizar la guerra. Sin embargo, por encima de ese inexplicable ánimo demencial, se impondrá la cordura. No es posible seguir  en esta guerra absurda que tanta desgracia ha traído al país y a los hogares. Hay que dejar a un lado los odios y ensayar los caminos del perdón.

La clara estirpe social y política de Íngrid, de que tantas muestras dio en el pasado, no le permite cambiar sus ideas en pro de la justicia y la causa de los desvalidos. Sus intrépidas acciones contra la corrupción y los atropellos de la clase política están frescas en la memoria de muchos colombianos. No se olvida su arremetida contra Samper y el proceso 8.000, lo mismo que su ruptura con Pastrana por haberle incumplido un pacto para combatir la corrupción.

Esto lo dejó expuesto en el libro La rabia en el corazón. Su acción beligerante de aquella época no le hizo medir los riesgos que representaba su incursión en el campo guerrillero, donde cayó en las fauces del lobo. Liberada seis años después por la Operación Jaque, escribió un testimonio estremecedor: el libro No hay silencio que no termine, una de las mayores radiografías que existen sobre los sistemas de salvajismo y degradación humana impuestos por las Farc. No obstante, en su reciente visita al país dio pruebas fehacientes de que perdona a sus verdugos y se suma a la causa de la paz.

Hoy es otra Íngrid. El haber vivido el calvario del secuestro, en toda su crueldad abominable, le permite dimensionar con amplia visión el drama de la guerra y clamar por la paz. No importa que sea una paz imperfecta, si de todos modos es una fórmula para conseguir mejores días. La madurez de su mente debido a la horrenda experiencia del cautiverio, y gracias también al doctorado en Teología que adelanta en Oxford, le hace ver la realidad con otros ojos.

No hay certeza de que Íngrid se reintegre a la política activa del país. Pero no me cabe duda de que se trata de una heroína y una gran colombiana.

EL ESPECTADOR, Bogotá, 20-V-2016
EJE 21, Manizales, 20-V-2016

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La columna es una contribución grande a la paz, sobre todo para los quindianos, cuya mayoría son guerreristas y comulgan con los gritos de Uribe y sus áulicos. Libaniel Marulanda, Armenia.

Muy importante destacar este cambio en la personalidad de Ingrid: su actitud se constituye en un aporte para la paz. Esperanza Jaramillo, Armenia.

La oposición al proceso de paz no es «un inexplicable ánimo demencial» sino la otra cara de la moneda que algunos se empeñan en ignorar. Arnulfo Román.

Es muy acertada la columna, relievando a una gran mujer: ella aprendió, ojalá todos nosotros hagamos lo mismo. José Nodier Solórzano Castaño, Armenia.

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¿Por qué lo mataron?

lunes, 7 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

¿Por qué mataron a Álvaro Gómez Hurtado? Es la pregunta que formula su hermano Enrique en el libro que publica al conmemorarse los quince años del magnicidio, ocurrido el 2 de noviembre de 1995, cuando unos sicarios lo acribillaron mientras salía de dictar su clase en la Universidad Sergio Arboleda.

Es la misma pregunta que se hace el país frente a este crimen político que permanece impune en la historia nacional, comparable a los de Gaitán y Galán: los tres iban camino de la presidencia de la República y fueron eliminados por oscuros criminales en el momento cenital de sus carreras. Estos y otros sucesos similares se han perpetrado para crear caos y desestabilizar la democracia, y con ellos se ha buscado acallar la voz de los líderes de mayor arraigo popular.

En el caso de Álvaro Gómez Hurtado, se trataba del dirigente más notable y más aguerrido de la oposición contra el gobierno de Ernesto Samper, cuya imagen se había deteriorado, de manera drástica, por lo que era de dominio público –y sigue siéndolo–: el ingreso a su campaña presidencial de dineros del narcotráfico. El proceso 8.000, a pesar de la absolución política que obtuvo el mandatario, se volvió figura histórica que siempre perseguirá a Samper y no lo liberará de culpa. El veredicto del pueblo, en muchos casos manejados por la política, es superior al de los tribunales o los cuerpos legislativos.

Aquella célebre frase de Samper: “De comprobarse cualquier infiltración de dineros (provenientes del narcotráfico) se habría producido a mis espaldas”, no convenció a nadie. El cardenal Pedro Rubiano ofreció el símil perfecto para esa situación salida de lógica: es como si un elefante se mete a la casa y uno no se entera.

Gómez Hurtado, que en los inicios del gobierno de Samper expresó su voz de apoyo a los programas en ejecución, cambió de actitud cuando aparecieron los graves lunares, de tipo ético y moral, que echaban a perder todo lo bueno que pudiera existir. Y pasó a la oposición seria, responsable y vigorosa, que se dejaba sentir, como eco del clamor popular, desde las columnas editoriales de su periódico y desde el Noticiero 24 Horas que él dirigía.

Manifestaba el líder conservador que la continuación de ese gobierno afectado por la corrupción representaba una deshonra para la dignidad de la República, y por lo tanto la solución estaba en la renuncia al cargo. En eso alcanzó a pensar el Presidente, pero luego cambió de parecer. Y se sintió una fuerza de intimidación contra el líder nacional de la oposición, a quien llegó a calificarse de conspirador en asocio de militares y otros sectores de la ciudadanía. Esta acción no ha podido ser demostrada.

El 30 de octubre de 1995, Gómez Hurtado dijo en su Noticiero 24 Horas: “El Presidente no se va a caer, pero tampoco se puede quedar”. Al día siguiente, el editorial de El Nuevo Siglo reprodujo la misma declaración. Dos días después, el caudillo fue asesinado a la salida de la Universidad Sergio Arboleda. Ahora, su hermano Enrique recoge en su libro el itinerario tortuoso que duerme en 150.000 folios del expediente, sin que se vea el propósito de descubrir la realidad de los hechos. Este espinoso camino de la impunidad está sembrado, como otros procesos similares de la violencia colombiana, por desviaciones de la investigación, falsos testigos, mentiras, contradicciones, encubrimientos, falsas acusaciones…

¿Por qué lo mataron? El autor de la obra, que no quiere irse del mundo sin dejar constancia de su perplejidad ante la justicia del país, aspira a que su  pregunta no continúe en el vacío y se conozca al fin la verdad.

El Espectador, Bogotá, 16-II-2012.
Eje 21, Manizales, 16-II-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-II-2012.

* * *

Comentarios:

Todo sigue tapado. Como decía Laureano Gómez: «Tapen, tapen, tapen»…, con sus frases fustigantes acerca de todas las ollas podridas que descubría en el Congreso. Y el tiempo sigue pasando, y todo lo mismo y todo igual o peor. Ironías y tristezas de nuestra querida tierra y política colombianas. Luis Quijano, Houston (USA).

Muy  interesante y precisa visión sobre este doloroso acontecimiento de nuestra vida nacional. Repito la frase que  decía  mi profesor de Historia del Arte, Francisco Gil Tovar: “El día del Juicio, de los niños y de los libros sabremos los autores”. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Impecable artículo. Siempre en busca de la verdad y la conciencia de Colombia. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Muchas cosas sentí al leer esta columna. Muchas cosas recordé de mi caminar en los medios de comunicación en Colombia. Entre ellas, las amenazas de muerte por algunos denuncios que como periodista y patriota me vi obligada a hacer. Yo podría atreverme a decir que a uno en Colombia lo matan por decir la verdad; lo matan por preguntar, lo matan por defender a inocentes; lo matan por lo que sea. Porque en Colombia se cumple lo de la canción mejicana: La vida no vale nada. Colombia Páez, periodista colombiana residente en Miami.

De las armas a las urnas

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Diversos factores se unieron para el fracaso de la candidatura de Enrique Peñalosa a la Alcaldía de Bogotá, y no es del caso volver a señalarlos. Yo voté por Peñalosa, y perdí. No me arrepiento de mi voto. Sigo considerando que él era la mejor opción, dadas su preparación y probada experiencia en el manejo de la capital.

Esto no me impide reconocer el triunfo de Petro, a quien hay que desear la mejor suerte en su delicada misión, de la que dependerá, o bien sacar a Bogotá del hoyo en que ha caído, y abrir horizontes de esperanza y fórmulas de desarrollo, o bien terminar con lo bueno que nos queda.

Cumplidos los hechos, es preciso registrar el triunfo claro de Petro. Su llegada al segundo puesto más importante de la nación pone de relieve varios aspectos dignos de destacarse. Ante todo, la legitimidad con que el antiguo guerrillero se ha situado desde buen tiempo atrás. Así reafirma su adhesión a la vida democrática. En el presente caso, se retiró del Polo, su partido, en disputas internas que lo llevaron a fundar un movimiento propio, el que le hizo conquistar los más de 700.000 votos que le abrieron las puertas de Bogotá.

Fue el primero que denunció el carrusel de la contratación en la alcaldía de Samuel Moreno, a pesar de tratarse de su colega en el Polo. Acto valiente que marca un derrotero para su propio gobierno. Bogotá –y el país entero–, donde los negociados de la clase dirigente han llegado a extremos desastrosos, deben aprender de esta lección ejemplarizante.

Petro nace en un sencillo hogar de Ciénaga de Oro (Córdoba), el 19 de abril de 1960. Caso curioso: con el tiempo se matricula en el Movimiento 19 de Abril (M-19), y más tarde es condenado a dos años de prisión. En Zipaquirá cursa el bachillerato, y allí será personero y concejal en los años 80. Recibe el grado de economista en la Universidad Externado de Colombia, disciplina que afianza con una maestría en la Universidad Javeriana. Adelanta otros estudios: en Bogotá, en la Esap, y en el exterior, en Lovaina y España. Este bagaje académico le ha deparado un itinerario de triunfos en medio de grandes dificultades.

En lo político, se ha destacado como brillante orador y parlamentario. Ha sido  acérrimo censor de la inmoralidad pública. Develó la parapolítica en sonadas intervenciones que le merecieron voces de aplauso. Ayudó a redactar la Constitución de 1991. Pero no ha podido quitarse el ‘coco’ que circunda su nombre en razón de su pasado guerrillero.

A raíz de su triunfo en Bogotá se volvió personaje en los titulares de grandes periódicos del mundo. Las miradas de muchos países están puestas en Colombia. Dichos periódicos ofrecen este ejemplo de reinserción a la vida ciudadana como un camino para conseguir la paz que se pretende obtener con las armas, las que solo desolación y muerte dejan en países como el nuestro sometidos a tanta barbarie.

El capítulo de Petro se suma al de Antonio Navarro Wolf y al de Rosemberg Pabón, sus excompañeros de la lucha armada, que luego de reincorporarse a la legitimidad han cumplido valiosas ejecutorias en la vida institucional. Navarro es el gran gobernador de Nariño, y Pabón, como alcalde de Yumbo, fue uno de los gobernantes locales más destacados del país.

Ojalá las Farc, cuya lucha guerrillera no tiene sentido, recapaciten en que las armas sediciosas están llamadas a declinar, y consideren sus militantes que en la democracia pueden buscar las alternativas de poder que no encontrarán por el otro camino.

El Espectador, Bogotá, 4-XI-2011.
Eje 21, Manizales, 4-XI-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-XI-2011.

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Comentarios:

De las armas a las urnas, publicada hoy en El Espectador, sobre el triunfo del exguerrillero Petro como alcalde de Bogotá, es una pieza periodística clave en un momento clave de la capital y de toda Colombia. Alfredo Arango, colombiano residente en Miami.

Ahora lo importante es que Petro cumpla lo que prometió y que los hechos avalen las palabras, pues de sobra sabemos que la mayoría de los políticos, una vez que son elegidos, echan a un lado al electorado. Esperemos que Petro eleve con obras a Bogotá al sitio que merece. Luis Quijano, colombiano residente en Houston.

Qué buena columna. Generosidad y objetividad que validan la tolerancia, la paz y el sueño en una Patria armónica donde todos podamos crecer en nuestro proyecto de vida. Ya la compartí con Valeriano, el eterno enamorado de su Bogotá, quien se encuentra en ensayos en el Teatro del Palau de Valencia, España, con el protagónico de Don Magnífico en la Cenerentolla. Marta Nalús Feres, Bogotá.

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