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Archivo para martes, 11 de octubre de 2011

Revista El Niño

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Es difícil encontrar a un agente de Policía que al mismo tiempo dirija una revista. Y resulta sorprendente que esa revista lleve 27 años de existencia. Miguel Lesmes, agente de Protección Infantil adscrito al Departamento de Policía Caldas, se lanzó a la difícil empresa de estrechar su amistad con los niños por medio de una sencilla publicación mensual. Era el año de 1954 y desde entonces la revista aparece sin falta cada mes y circula dentro de amplio círculo de lectores, no sólo de la población infantil, sino también de adultos interesados en recibir el mensaje de los niños.

Miguel Lesmes se retiró de la Policía con el grado de cabo 2° después de 31 años de abnegados servicios. Cuenta hoy con orgullo que desempeñó toda clase de labores y se siente satisfecho de haber sido útil a la institución.

Primero, como policía raso, aprendió a querer la patria. Estuvo en comisiones de orden público en escabrosas regiones dominadas por los revoltosos. Supo de estrecheces y fortaleció su voluntad empuñando la bandera del servicio.

Trajinó por modestas ocupaciones, como las de palafrenero, sastre y mozo de mandados. Como cocinero experto, dominaba fórmulas exigentes y se hacía desear de los paladares glotones.

Pero su vocación era diferente. Los parques de Manizales todavía recuerdan su presencia entreteniendo el universo infinito de los niños. Cuando ayudaba a subir a un infante  al columpio, era como si lanzara al aire la inocencia desprevenida que explota en una risotada y que sólo se marchita cuando la perso­na se vuelve seria.

Miguel Lesmes se convirtió desde entonces en abanderado de la niñez. Los niños que cuidaba en Manizales son hoy adultos, algunos doctores y la mayoría hombres de bien.

Para muchos sigue vigente en la memoria la figura amable del menudo agente de policía que era su héroe y su maestro y que confundido en sus juegos y trave­suras les enseñó a cuidar el alma. Quien tiene vocación para entender a un niño y le transmite alegría para vi­vir, no conocerá la soledad. Por lo mismo que disfruta los placeres elementales, no se deja contaminar de la vida turbia.

La Revista El Niño se edita, desde hace buen tiempo, en la ciudad de Armenia. Está matizada de fábulas, de consejos y pasatiempos, y llega al corazón del niño. Alterna lo serio con lo jocoso, en sabia alianza de hacer divertir pensando. Es ejemplo de tenacidad que le hace honor a quien sin des­fallecer, pero sujeto a penalidades y afanes económicos, ha logrado mantener viva su empresa titánica. Se duele él de la niñez desamparada y pide justicia para el gamín y el ladronzuelo in­voluntario a quienes la sociedad mantiene marginados.

Es el suyo ejemplo digno de elogio y que pasa inadvertido para quienes ignoran lo que significa imprimir, mes por mes y durante 27 años, estas páginas ágiles y esfor­zadas. En su duro y dignificante oficio, Miguel Lesmes ha encontrado una causa noble y un apostolado grtificante.

La Patria, Manizales, 5-XI-1980.

 

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La conferencia de Marín Bernal

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Club Rotario de la ciudad, a cuya cabeza se en­centra Jairo Nieto Arias, y que está secundado por Josué López Jaramillo en la vicepresidencia y Ariel Tobón Montoya en la secretaría, es una institución dinámica y pensante que se viene anotando rotundos éxitos al traer a su escenario a personajes calificados del acontecer nacional. Cuenta el Club con otro puesto importante, el de canciller, ocupado por Jorge Arango Velásquez. Es él pregonero de sucesos e inventor de ocurrencias, que lleva distracción a las asambleas y les imprime, con gracia y buena chispa, un tinte especial que disminuye la rigidez tan propia de estos organismos.

Dentro de este ambiente tuvimos oportunidad de escuchar en días pasados los  planteamientos del doctor Rodrigo Marín Bernal, hasta hace poco ministro de Trabajo y ahora precandidato conservador a la Presidencia de la República, sobre el debatido Plan de Integración Nacional.

Las palabras del conferenciante, tanto por su autoridad como por ser uno de los autores de esta estrategia, merecen ser oídas con atención.

Saliéndose del marco puramente económico, Marín Bernal trató temas del mayor interés en el campo social, que domina como estudioso preocupado del actual proceso colombiano. Su reciente experiencia en el Ministerio de Trabajo, el que dicho manejó con equilibrio y eficiencia, le permite hablar con propiedad y buenos alcances sobre tópicos sobresalientes del engranaje social.

En el campo de la seguridad social se refiere al agudo déficit que pesa sobre las entidades dispensadoras de los servicios y que representa hoy la alarmante cifra de $50 mil millones. El Seguro Social, desnivelado desde hace muchos años en sus reservas, acrecienta su desequilibrio financiero por ser el Gobierno Nacional el principal deudor del sistema.

Cuando fallan los presupuestos para la protección de la salud y, en el caso del Seguro Social, para cubrir riesgos prioritarios como los de invalidez, vejez y muerte, cuyos fondos registran un déficit de $26 mil millones, se resiente la estructura social del Estado.

En opinión del doctor Marín Bernal, habrá que crear otro impuesto para que el país logre cumplir sus progra­mas para con la comunidad. Medida impopular, desde luego, que no se abriría campo cuando es el Gobierno el contribuyente más incumplido.

El tema de los empleados marginales (servicio doméstico, vendedores de loterías, comerciantes callejeros, choferes particulares, lustrabotas, voceadores de periódicos, entre otros) es preocupante. Esta  población representa el 46% de la fuerza laboral activa del país y se halla desprotegida de las garantías de que gozan los trabajadores organizados.

El régimen de prestaciones sociales, que se sale ya de las casillas del Código Laboral para pasar a la nego­ciación particular con las empresas, representa una dispersión del salario real. El país busca fórmulas para llegar al salario integral, el que incrementaría los ingresos mensuales mediante la supresión de una parte de las primas semestrales, de antigüedad, nacimientos y vacaciones, y una serie de partidas adi­cionales que distraen el verdadero salario. Para esto se necesitaría un gran acuerdo nacional.

La cesantía no cumple su finalidad de proteger a la persona cesante. Se abusa de las liquidaciones parcia­les, concebidas para adquirir vi­vienda o mejorarla, y que se destinan en muchos casos a gastos de consumo. El desempleo y el subempleo son frenos para la acción social de los Gobier­nos.

Colombia no rinde en lo económico, porque está acostumbrada a la ociosidad. No hay espíritu de produc­ción. Es el país con más fiestas. El acuerdo buscado para suprimir unas fiestas y trasladar otras a los sábados, con incremento inclusive de los días de vacaciones, ha fracasa­do porque las centrales obreras piden el traslado a los días lunes. Aquí sobra cualquier comentario.

Las inquietudes del doctor Marín Bernal despiertan interés. Defiende la filosofía del Plan de Integra­ción Nacional y lo considera necesaria para el desarrollo del país. Otros, sin embargo, no opinan lo mis­mo. Uno de los asistentes preguntó si el Plan no correría la suerte de los anteriores y recordó que cada Gobierno dejaba montada una estrategia que se desvanecía en el Gobierno siguiente. El debate de las ideas es, de todas maneras, provechoso.

La Patria, Manizales, 29-X-1980.

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La Sociedad de Mejoras Públicas

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Pubenza Montoya de Alzate tuvo, en su breve tránsito por la Alcaldía de Armenia, serios enfrentamientos con la Sociedad de Mejoras Públicas en torno a algún auxilio que la entidad reclamaba y la Alcaldesa se negaba a entregarle.  Fue una situación incómoda para la ciudad, ya que la Sociedad anunció que dejaría el cuidado de los parques, y Pubenza, acentuando su transitoria autoridad, respondió que los recibía.

Al margen de estos hechos, por fortuna superados –y parece que contribuyó a ello la terminación del mando de esta mujer con poder, circunstancia a veces temible–, vale la pena hacer algunas consideraciones sobre lo que representa  para Armenia su Sociedad de Mejoras Públicas. Ha sido, a lo largo de una trayectoria que ya se pierde en el tiempo, porque solemos olvidarnos de las cosas positivas, una institución vigilante del ornato público y comprometida con  obras cívicas de indudable significado.

Uno de los motivos de mayor ponderación, admirado por propios y extraños, es el de los parques de la ciudad. Es acaso la mayor referencia de Armenia, porque el turista recibe gratísima impresión al encontrarse en estos parajes maravillosos donde compite la maestría de sus diseños con el colorido de las flores y la belleza de los árboles. Parece como si la exuberancia del Quindío hubiera tomado conciencia de lo que significa escaparse de la montaña para irrumpir en el corazón de la ciudad.

Son obras silenciosas, pero ciertas, que no siempre se aprecian en sus justas dimensiones. Un distinguido grupo de da­mas que saben del sentido artístico de las flores y que quieren a su pueblo y se esmeran por mantenerlo asea­do viene trabajando por el aspecto estético, tarea que muchas veces no se nota pero que des­pierta entusiastas elogios cuando se aprecian sus resul­tados.

Pubenza no es ajena a esa preocupación, pues ella misma pertenece a entidades florales. Su distanciamiento de la Sociedad de Mejoras Públicas, ya superado por fortuna, obedeció, según los entendidos, a fiebres pasajeras que suelen afectar a los políticos.

Afirmar que la Sociedad de Mejoras es uno de los organismos más útiles para Armenia es incurrir en un lugar común. En ella toman asiento personas cívicas de la mayor representación. Fabio Arias Vélez, su presidente, entiende el compromiso que significa cui­darle el alma a la ciudad. Por eso, cuando la entidad reclama la participación generosa en los impuestos de parques y arborización, pide medios razonables para poder trabajar. La ayuda municipal es estrecha y debe in­crementarse.

Con ingentes esfuerzos, la Sociedad de Mejoras entregará a Armenia el edificio donde funcionará su sede. Será inaugura­do en los próximos días por el Presidente de la República. En este espacio adecuado se brindarán al público salas confortables de lectura y otras actividades cultura­les. Seguirá siendo una motivación cívica digna de encomio: ¿Por qué quiere someterse a esta entidad a que sobrevi­va entre penurias? Esperamos que los hechos demues­tren otra realidad en el futuro.

La Patria, Manizales, 30-X-1980.

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Sentido de la solidaridad

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Las necesidades ajenas no solo suelen ser ignoradas, sino que también son menospreciadas. El hombre, que nació para sufrir, es por naturaleza un ser angustiado. Pero la suerte trata con más dureza a algunas personas sometidas a crueles enfermedades, a desamparos afrentosos, a pobrezas vergonzantes.  Es ahí cuando más se necesita el sentido de la soli­daridad. Ser solidario ante la desgracia debiera ser la primera consigna del hombre.

El mundo conoce más la indolencia que la protección. Los grandes conflictos sociales siempre han obedecido a la desigualdad social. Quien tiene más, sobre todo si su riqueza es opulenta, significa un agravio para el ser pisoteado por el infortunio.

El hombre, cuando posee al­ma soberbia y egoísta, piensa más en su bienestar  que en la suerte de los demás. Huérfanos, viudas abandonadas, ancianos desprotegidos, mendigos humillados, enfermos afligidos… son los cuadros críticos que el desnivel social exhibe como una afrenta para la humanidad.

Cuando un ciego o un sordomudo interceptan nuestro camino, no entendemos su drama. Si nuestros ojos, nuestra lengua y oídos son normales, nos costará trabajo adentramos en las cavernas de los inválidos que deben soportar la existencia con el alma quebrada. Una botella de leche para el niño desnutrido, o una voz de alivio para la madre afrentada valen poco, pero se regatean porque no existe sensibilidad para comprender el dolor ajeno.

La solidaridad no es bandera fácil. Sólo pocos son capaces de dispensarla con sinceridad y sin ostentación. Cuando la ayuda no es discreta, deja de ser generosa. La labor altruista que adelantan entidades y personas que en verdad se entregan a los demás, es la que redime la injusticia humana.

Ser solidarios es aliviar las desproporciones del mundo. Ser solidarios es saber que el dolor del vecino puede mañana ser el nuestro. Es aquí donde cabría con mayor certeza la sabia máxima: “Hoy por ti, mañana por mí”.

La Patria, Manizales, 19-XI-1980.

 

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Saludo al billete de $ 1.000

martes, 11 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hoy has salido al mercado nacional. Como eres ágil y poderoso, mañana estarás en el mercado de los víveres. El país entero te rinde honores. En mi hogar todos desfilaron ante ti y ento­naron alegres salutaciones. Por más severo que te ves, te pillé una cierta sonrisa, como la de Francoise Sagan. Te dejaste conocer el cobre, por más que proclames tu respaldo en oro. En tu expresión noto alguna melancolía, y no me lo vas a negar. Alguien te ha dicho, sin duda, que te espera un negro porvenir. Has sido nombrado caballero, pero mañana te falsificarán como vil plebeyo. Ahora sí comprendo por qué estás rodeado de sombras negras.

También sé por qué te pusieron a cargar el retrato de José Antonio Galán. Me lo contó en secreto el gerente del Banco de la República, y yo a nadie revelaré tales intimidades. Sólo debes recordar que Galán fue gran patriota, rebelde y libertador, como tú, y terminó en la horca.

No te aflijas. Los otros billetes son bien cosa ante ti. Tú eres el soberano. El de $ 500, considerado amo y señor, acaba de ser destronado con tu aparición. Pasa a sargento, y ni siquiera de reserva, porque ya queda valiendo muy poca cosa. Él sabe que ya nunca será general. Te mira con algún rencor, pero en el fondo te tiene lástima. Mañana harán lo mismo contigo.

Pero no hablemos de tristezas, que es día de fiesta. Los periódicos del país te lanzaron páginas enteras anunciando tu pedigrí. Tienes sangre noble. Y hasta eres patriota. La gente te ve alto, inalcanzable, y está asustada. No sabe cómo te podrá consentir, si eres tan seriote. Los otros billetes quedaron reducidos a poca cosa. Mis hijos, alegres escolares, dicen que ahora sí portarán en sus bolsillos bastantes billetes de $ 500. Cuando me lo anunciaron sin muchas pretensio­nes, creí que algo se estaba moviendo bajo mis pies. Me puse la mano en la cabeza y vi que, efectiva­mente, el piso económico del país perdía fuerzas.

Mientras los hijos juegan en co­rrillo a quién tendrá más billetes de $ 500, porque ya no se conforman con los de $ 200, yo sudo pensando cómo voy a conseguirlos. En estas cavilaciones fui sorprendido por un mendigo, a quien le vi cara risueña, y sin ningún comentario me regresó el billetico de $ 10 que acababa de pasarle. Me mostró tu efigie en la hoja del periódico, y no tuve otro remedio que avergonzarme por ser tan mise­rable. Ní tú, ni él, sino yo, que aún  pretendía calmar el hambre con una mísera denominación.

Alguien que sabe de monedas me comenta que ahora sí entraremos a competir mundialmente. Pero no en moneda sana, como lo quiere el doctor Lleras Restrepo, sino en billetes abundantes, como lo piden mis hijos que todavía no son economistas, a Dios gracias. La lira y el peso argentino miran ahora hacia Colombia, o noso­tros miramos hacia ellos. Reconozco, sin em­bargo, que mis hijos, sin ser econo­mistas, son económicos porque se resisten una semana entera con $… (no digo cuánto porque me da pena).

A eso nos obliga el Ministro de Hacienda. Llegando a este frío terreno de la banca, recuerdo que García Márquez manifestó reciente­mente que los bancos no tienen corazón.

En fin, quería saludarte. Bienvenido seas al sufrido suelo co­lombiano, tierra de héroes y sacri­ficios, que hoy te recibe como prócer y mañana te enjuiciará como reo. Procura plantarte firme, para que nadie más te adelante. Con tu llegada van a cambiar muchas cosas. Como eres grande, todavía no puedo darte un abrazo estrecho. Pero el día llegará, pobre billete de $ 1.000, en que te volverás chiquito, chiquitín, como la piel de zapa, y entonces no sólo te abrazaré en mi billetera, sino que también te enviaré al colegio para que compres golosinas.

El Espectador, Bogotá, 28-X-1980.

 

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