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Una buena gobernación

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Silvio Ceballos Restrepo ha hecho una buena gestión administrativa. La gente esperaba menos, sabiéndolo político profesional. Valga la verdad anotarlo, ahora que concluye su período y cuando su obra queda a consideración de la opinión pública. Nue­ve meses es plazo demasiado estrecho para adelantar obras, pero puede ser muy largo para resistir un mal gobierno.

Su desempeño, serio, reflexivo. No se dejó lle­var por el arrebato ni tentar por la vanidad. Con­quistó, sin duda, el buen juicio ciudadano. Se le vio presente y entusiasta en todos los sucesos re­gionales y se advirtió su deseo de acertar. Es di­fícil lograr mayores resultados en tiempo tan bre­ve, y sin embargo, quedan perfiladas algunas ini­ciativas importantes.

Quizás por ser experto en política, no se de­jó enredar en ella. Se le atacó con dureza desde al­gunos frentes y él se mantuvo sereno en las horas de prueba. Flotar sobre un ambiente de pequeñas hostilidades, que a veces se tornan desastrosas para el buen éxito de cualquier gestión, es ya de por sí una proeza en este departamento tan dado a la politiquería. Cuando el gobernante cuente con campo de acción y no tenga que plegarse a las presiones que lo acosan, conseguirá mejores resulta­dos. No es posible que un gobernador o un alcal­de se conviertan en simples dispensadores de ser­vicios particulares, cuando la comunidad reclama obras de verdadero empuje.

Silvio Ceballos Restrepo, contra tantas limita­ciones y tanto forcejeo de sus tradicionales o even­tuales contendores políticos, pudo concluir un buen balance. Lástima que el tiempo haya sido tan reducido. Puede decirse que resultó sorpresiva su actuación. Mu­chos calculaban que no llegaría a ser siquiera un funcionario de oficina, y lo cierto es que se le vio consagrado a los asuntos de su cargo. Se enteró de las mayores dificultades de los municipios quindianos y trató de remediarlas con medidas concretas.

La cultura, sobre todo, obtuvo su mayor inte­rés. En este campo sobresalió como intérpre­te cabal de lo que significa el desarrollo cultural para el progreso de los pueblos. El gobernante debería comenzar por estimular las expresiones vernáculas, si quiere llegar al al­ma del pueblo.

El dinero que se invierta cu biblio­tecas, en publicación de obras literarias, en el fo­mento de las artes en general, jamás será perdido. Cuando en este caso se otorga un auxilio impor­tante para que tome vida el Conservatorio de Mú­sica, y se gira otra partida de significación para la Casa de la Cultura de Calarcá, y se estimula a los escritores y a los artistas, es que existe preocupa­ción por el progreso intelectual de la región. Este sólo aspecto significa un acierto.

La Patria, Manizales, 14-III-1981.

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