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Bolívar en el bronce y la elocuencia

sábado, 14 de diciembre de 2013

Por: Gustavo Páez Escobar

 En 1982, residente en Armenia, me comentaba Vicente Pérez Silva la posibilidad que existía sobre un editor que estaba interesado en la publicación de su libro Bolívar en el bronce y la elocuencia. Y me solicitó que le suministrara una fotografía de la estatua de Bolívar en Armenia, el nombre de su autor, los datos sobre la obra y algún discurso que se hubiera pronunciado allí.

Esta estatua fue elaborada y fundida en París por Roberto Henao Buriticá, el mismo autor de la Rebeca en Bogotá. Se inauguró el 17 de diciembre de 1930. Este mismo recorrido lo hace Pérez Silva por otras estatuas situadas en diferentes sitios del país: Plaza Mayor de Bogotá, Parque del Centenario en Bogotá, Parque de la Independencia en Bogotá, Quinta de San Pedro Alejandrino, Cartagena, Barranquilla, Manizales, Medellín, Armenia, Tuluá, Tunja, Campo de Boyacá, Bucaramanga, Sonsón, Soledad, Pereira y Cúcuta.

Treinta años tuvieron que pasar para que el proyecto editorial se hiciera realidad a finales del año pasado, bajo el auspicio de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, con motivo del cuadragésimo año de la fundación de dicha entidad, ocurrida en octubre de 1972 bajo el liderazgo de José Consuegra Higgins.

Valioso libro que rescata el historial de estos tributos en honor del prócer de nuestra Independencia, en los que aparecen sucesos o anécdotas dignos de memoria. Se hace mención, por ejemplo, de la estatua a Bolívar en el municipio de Soledad, que según José Consuegra es la más original de todas por resumir el tránsito final del héroe, cuando ya era un hombre derrotado y afligido bajo el peso de múltiples infortunios. Dijo Bolívar en carta enviada desde dicha población: “…no pudiendo servir más, he resuelto decididamente tratar solo de cuidar mi salud, o más bien mi esqueleto viviente…”

En Tutazá (Boyacá) existe una estatua en piedra artificial realizada con enorme ingenio, entre 1937 y 1938, por artesanos de la región. Este sencillo homenaje a Bolívar contrasta con el espléndido monumento en el Campo de Boyacá, del escultor alemán Ferdinand von Miller, considerado único en la estatuaria universal.

El primer monumento que se construyó en toda la América española fue el de la Plaza Mayor de Bogotá, del escultor italiano Pietro Tenerani, obra inaugurada por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera el 20 de julio de 1846. El del Parque del Centenario muestra a un hombre de figura altiva y victoriosa y pertenece a sus mejores días de gloria. Conforme se recorre esta serie de estatuas se descubren distintos portes y todos dibujan la trascendencia del genio.

El Bolívar-Cóndor situado por Rodrigo Arenas Betancourt en la plaza principal de Manizales, frente a la catedral, es obra polémica que provocó rechazo inicial y luego obtuvo el beneplácito de la gente. Se inauguró el 30 de octubre de 1991. “Este Bolívar-Cóndor –dijo su creador– es el demonio que huye de la catedral”. Más de dos décadas atrás (1963), el mismo escultor construyó en Pereira el Bolívar Desnudo, que llegaría a considerar su obra más importante. El alcalde de la ciudad le había encargado un Bolívar distinto, y así lo concibió el artista. Cuando se conoció la maqueta, se produjo fuerte protesta ciudadana, respaldada por algunas academias de historia y las sociedades bolivarianas.

La estatua fue inaugurada con motivo del centenario de Pereira. Y allí permanece como emblema de la ciudad, con sus once toneladas de peso y las mil piezas fundidas en el taller de Coapa, en Méjico. “La idea central de mi obra –proclamó Arenas Betancourt– es que Bolívar fue un torbellino, un huracán desatado que pasó por las montañas, los ríos, los valles de América iluminando a los hombres (…) Lo he interpretado desnudo, despojado de inútiles atavíos y abalorios,  como un ser natural, como el viento, como el grito, como el fuego».

El Espectador, Bogotá, 15-II-2013.
Eje 21, Manizales, 15-II-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 16-II-2013.

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Comentario:

Nada más irónico que el Libertador, como «esqueleto viviente», escriba eso desde Soledad, porque la situación de Bolívar, en ese momento, no expresaba solamente la soledad del «esqueleto viviente», sino la soledad de América. Es lo que pintó magistralmente García Márquez en «El General en su laberinto». Los proyectos de Bolívar de crear una patria  grande quedaron convertidos en eso: en esqueletos vivientes, porque quienes le sucedieron en los gobiernos, a través de dos siglos, por sus intereses particulares y permanentes riñas personales que arrastraron a los pueblos al campo del fanatismo, fueron incapaces de crear esa patria para todos (…) Personalmente, creo que me quedo con el Bolívar desnudo. Desnudo de sus sueños como debió sentirse en San Pedro Alejandrino cuando entregaba su alma como cualquier mortal, arropado por unas condiciones de ingratitud que no se merecía. Jorge Mora Forero, colombiano residente en Weston (Florida)  USA.

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