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Archivo para sábado, 21 de diciembre de 2013

La cárcel de Lecumberri

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Álvaro Mutis nace en Bogotá en agosto de 1923. Sus antepasados registran una larga tradición agrícola, y sólo él y su padre han nacido en la ciudad. El resto de la familia se desarrolló en la vida de las haciendas. Su padre, hasta hace poco secretario de la Presidencia de la República, es nombrado diplomático en Bruselas cuando el futuro escritor se encuentra en edad escolar, lo que determina que sus estudios de primaria y bachillerato los adelante en la urbe europea.

Desde muy joven se muestra lector voraz de toda clase de libros clásicos y siente especial atracción por los autores rusos y franceses, en el campo de la narrativa, y por figuras como Neruda, Rilke, Juan Ramón Jiménez y Aurelio Arturo, en las lides poéticas. Bien pronto brotará de su propia cosecha la figura de Maqroll el Gaviero, su álter ego, personaje aventurero y romántico que conducirá su obra a las cumbres de la fama.

Al mismo tiempo que el nuevo literato conquista aplausos en Colombia y en los países latinoamericanos, el dandi que hay en él –con su talante gallardo y su gran facilidad de palabra– irrumpe en los salones sociales y se vuelve miembro apetecido de los círculos sociales. No es su mayor éxito el matrimonio que contrae a temprana edad, al que habrá de seguir una serie de fracasos sentimentales, sino su figuración constante en los mundillos de la lisonja y el privilegio.

Un día ejerce la jefatura de relaciones públicas de la compañía petrolera Esso, posición que parece diseñada para él. El poeta-relacionista se mueve allí como pez en el agua. Lo que todo el mundo ve en el flamante directivo: distinción, prebenda, suerte, destreza para mover la imagen de la empresa poderosa, dista mucho de coincidir con el infortunio que ha de sobrevenirle por el manejo indelicado de los fondos a él confiados, a raíz de lo cual huye del país y se radica en Méjico. Mutis ha incurrido en el desfalco para sacar de apuros a unos amigos. Cuando la situación se torna crítica y no halla facilidad para reintegrar el faltante, toma el camino de la fuga.

Poco tiempo después es apresado en Méjico, a la edad de 36 años, y va a dar a la cárcel de Lecumberri. Presidio pavoroso para este hijo de la burguesía cuyo tránsito por los salones dorados y por los floridos jardines de las letras no dejaba presentir semejante revés.

Este hecho parte en dos su existencia, al saltar del boato y la falacia social a la cruda realidad del  presidio. Los infinitos vejámenes y humillaciones sufridos por Óscar Wilde en la cárcel de Reading, los padece ahora Álvaro Mutis en la cárcel de Lecumberri. Uno y otro son figuras sobresalientes de la sociedad, brillantes poetas, perfectos petimetres. Ambos mantienen relaciones sentimentales con personas de la nobleza, el uno como homosexual declarado, el otro como mujeriego exquisito.

Los amores de Mutis con la condesa y escritora mejicana Elena Poniatowska, de origen polaco, que se encuentra casada, discurren con discreción durante los días del encierro penitenciario (1959), y queda constancia de que la condesa lo visitaba todos los domingos. Julio César Londoño, periodista colombiano que a lo largo de los años ha seguido este idilio con ojo penetrante, expresa lo siguiente en La Revista de El Espectador (23-VI-2002), a propósito de los encuentros furtivos en la cárcel: “Ella es una mujer precozmente adulta, él un hombre mayor. Ambos están de regreso. Han amado, engañado, sufrido. Conocen los deleites y las zozobras del Paraíso y los rigores del Infierno”.

De la cruel experiencia carcelaria sale un testimonio desgarrador: Diario de Lecumberri (1960), donde el colombiano describe el mundo sórdido de los presos y muestra su propia desventura, luego de haber probado los néctares de la lisonja social. Cuando un día amanece apuñalado ‘Palitos’, su habitual amigo y frágil vecino de celda, la noticia le produce honda conmoción y le agranda el fantasma de la soledad. Con todo, la prisión le permite conocer en toda su intensidad el destino trágico del hombre y apreciar lo que hay de bueno en cada individuo, sin la careta de las falsías y los engaños.

La temperatura de este desastre la traslada Mutis a su obra futura, tras los 15 meses de reclusión en Lecumberri. Muchos años después, gozando ya de la fama de su obra perdurable, Mutis sentiría, al recibir en Italia y España los premios Cavour, Príncipe de Asturias y Cervantes, que sobre sus hombros y su alma gravita el peso de la prisión, generadora de sombras y luces. Wilde y Mutis, viajeros de la misma nave azarosa del destino, parecen caídos de la misma estrella y resultan víctimas del mismo desequilibrio de sus vidas gloriosas y al mismo tiempo desdichadas.

El Espectador, Bogotá, 27-IX-2013.
Eje 21, Manizales, 27-IX-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28-IX-2013.

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Comentarios:

La columna está escrita con la belleza de un literato y con la imparcialidad de un buen periodista. Qué golpe tan fuerte le dio la vida, o mejor, la ley del karma, la ley de causa y efecto, a nuestro querido Álvaro Mutis. El paso por la cárcel siempre deja una profunda huella en el alma. Lecumberri en México cumpliría en Mutis su misión. Colombia Páez, Miami.

Esta bella página condensa todos los elementos que marcaron al hombre en su tránsito por la vida. El cierre es bellísimo, muy poético. Me conmovió. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Magnífico artículo evocador de Álvaro Mutis, a quien conocí en Bogotá y volví a ver dos veces en España. Es lamentable para las letras latinoamericanas este fallecimiento de un escritor colombiano tan importante. Ramiro Lagos, Greensboro (USA).

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El detestable 4 x 1.000

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Uno de los impuestos más aborrecidos por los colombianos es el del 4 x 1.000 sobre los movimientos financieros. ¿Qué economista o político fue el autor de esta singular iniciativa? Ojalá alguien nos lo cuente. Se creó en el gobierno de Andrés Pastrana mediante el decreto 2331 del 16 de noviembre de 1998, en una cuantía del 2 x 1.000 y con carácter transitorio de un año. Y va a cumplir quince años.

Su finalidad era resolver la aguda crisis financiera que se vivía en aquellos días. Luego vinieron la recesión económica y el terremoto del Quindío, y para remediar sus efectos se echó mano a este tributo que ya había mostrado su eficacia y no causaba mayor resistencia en la opinión pública. La ley 633 del año 2000 mantuvo el impuesto para la reconstrucción del Eje Cafetero, lo elevó al 3 x 1.000, y lo volvió permanente.

La sabiduría popular dice que la mejor manera de hacer permanente una norma es crearla con carácter temporal. A veces solo se necesita agregarle el “articulito” a que se refirió hace pocos años un célebre personaje del país. De ese facilismo nacen la improvisación, el atropello, la sinrazón y la injusticia con que muchos legisladores y altos funcionarios manejan la suerte de los ciudadanos.

Veamos qué más ha ocurrido con el mentado impuesto que hoy produce el rechazo y la ira del país entero. Como se trata de un gravamen silencioso y continuo que afecta las operaciones bancarias, se volvió cómodo para los gobernantes. En el año 2003 vino un nuevo incremento, al 4 x 1.000, esta vez para conjurar la crisis de las finanzas públicas. Siempre habrá un motivo. En el 2010 se aprueba desmontarlo, con lo que 1se cumpliría la oferta del presidente Santos en su campaña presidencial. Pero surge la emergencia por la ola invernal, y no se toca. ¿De dónde se sacaría la plata para semejante catástrofe? El motivo de siempre. La burla de siempre.

Llegamos al 2013. El Presidente tenía previsto bajar dos puntos en el presupuesto del 2014, y los otros dos puntos (hasta eliminar el odioso tributo) en los años 2015 y 2016. Pero llegó el paro obrero, y los beneficios ofrecidos al gremio ascendían a 3,1 billones de pesos. ¿De dónde sacarlos? ¡Del 4 x 1.000, obvio! Oigamos esta victoriosa –a la par que ligera e insensible– declaración del ministro de Hacienda: “Si el impuesto sirvió para rescatar a los bancos cuando se creó, ahora debe servir para rescatar el agro”.

Lo de siempre: el facilismo. ¿Por qué no se piensa en un impuesto a los dividendos, del 4 o el 5 por ciento, como lo propone el representante a la Cámara David Burguil? ¿Por qué no se reduce el gasto público? ¿Por qué no se idea una medida sensata, en lugar de acudir a la cuerda de menor resistencia? Dice el senador Juan Mario Laserna que “el 4 por 1.000 no es la fuente de financiación ideal, porque es un impuesto distorsionante”. Impuesto que, por otra parte, atenta contra el ahorro del país, ya que mucha gente prefiere guardar la plata “bajo el colchón”, en lugar de pagar contribuciones absurdas.

Así de fácil se maneja la paciencia de los colombianos. Se administra en función de la conveniencia personal, del afán del momento, del menor esfuerzo, no del bien público. Lo que ha sucedido con el 4 x 1.000 (que se decretó para un año y hoy llega a quince) pertenece al estilo irresponsable con que se dictan muchas normas. Esto no corresponde a un ejercicio serio, planeado y eficiente, sino, por el contrario, a falta de estudio, de reflexión y de tino para saber encontrar las fórmulas maestras.

El Espectador, Bogotá, 18-IX-2013.
Eje 21 (editorial), Manizales, 19, IX-2913.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-IX-2013.
Mirador del Suroeste, N° 49, Medellín, diciembre;2013.

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Comentarios:

Muy interesante punto de vista. Creo que el tema debe mover a la reflexión sobre las soluciones de fondo y de largo plazo, en lugar de las que salen de la creatividad de nuestros ilustres dirigentes que solo miran un poco más allá de las narices. Luis Fernando Jaramillo Arias, Bogotá.

Artículo muy acorde con la realidad del país: lo que es transitorio se vuelve permanente (hasta los presidentes lo saben, hacen el primer periodo como transitorio para reelegirse en un segundo periodo permanente…)  José David Arango F., Bogotá.

Si el 2 por 1.000 que impuso Pastrana a los colombianos fue para salvar a los banqueros, ¿por qué ahora que todos los trimestres anuncian utilidades de 3, 4, 5 billones no nos llaman a los colombianos a participar de ellas? Se socializan las pérdidas pero no las utilidades. Justicia para los de ruana. Nemizaque (correo a El Espectador).

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Aquel 11 de septiembre

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

11 de septiembre de 1973. Día crucial para Chile, cuando su presidente Salvador Allende, que gobernaba al país desde el 4 de noviembre de 1970, pone fin a su vida en el palacio de la Moneda, disparándose con un fusil en la cabeza.

El palacio presidencial estaba bombardeado por los golpistas, a la cabeza de quienes se encontraba el general Augusto Pinochet, que pocos días atrás –el 23 de agosto– había sido nombrado comandante en jefe del Ejército de Chile al considerarlo Allende un “oficial leal”. La situación política y social del país no podía estar más enredada, y fue el propio Pinochet el que terminó deponiendo a su jefe constitucional. El general, desde su puesto de combate, pronunció esta frase dirigida a uno de los altos mandos: “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país… pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando”.

Allende resistía en su palacio como un hombre valiente y digno. No estaba dispuesto a rendirse ni pedir clemencia. Luchaba como un león acorralado. Sabía que su final había llegado, y por eso pidió a sus inmediatos colaboradores que lo dejaran solo. Con voz serena –y recriminatoria contra los militares sublevados–, pronunció por la radio su último discurso al pueblo y fue enfático en anunciar: “¡No voy a renunciar!”. Su médico Patricio Guijón, que lo acompañó hasta el último momento, escuchó de labios del mandatario la frase “¡Allende no se rinde!”, y lo vio desplomarse víctima del disparo mortal.

La situación del país era insostenible. Tras cuatro intentos, Allende había llegado al poder con el apoyo de Unidad Popular, fuerza constituida por partidos de izquierda, y su propósito era crear un sistema no violento que estableciera el Estado socialista mediante la utilización de medios legales. Entre las medidas prioritarias para lograr dicho objetivo se acometieron la nacionalización del cobre, sin pago de indemnizaciones a las empresas de Estados Unidos, el impulso a la reforma agraria y la conversión de empresas privadas en empresas estatales.

La primera reacción contra el nuevo gobierno chileno provino de Estados Unidos, presidido por Nixon, que enfiló sus baterías para frenar el ímpetu marxista. Bajo tal premisa vino el bloqueo económico contra Chile, hecho que produjo un desastre interno de grandes proporciones. Sin víveres, sin bienes básicos para los hogares, con una inflación desbocada, el país había colapsado y el pánico hacía estragos.

En medio de este cuadro desolador se inició la dictadura de Pinochet, que habría de prolongarse por espacio de 17 años (de 1973 a 1990). El cambio era necesario, y así lo recibió la opinión pública. Pero luego se estremeció la sociedad al implantarse una época de represión, terror y despotismo militar, donde se cometieron los mayores desmanes contra la libertad de expresión y se atropellaron los derechos humanos con los sistemas más implacables de crueldad.

Pinochet, admirador del dictador español Francisco Franco, practicó iguales métodos  de castigo contra sus opositores. Los cadáveres de las víctimas desaparecían de la escena nacional, la mayoría lanzadas al mar desde los aviones militares. El progreso que se vio en muchos frentes de la vida pública quedó oscurecido por la multitud de muertos que dejaron estos 17 años de oprobio.

Hoy se cumplen 40 años de aquel 11 de septiembre, día caótico y sangriento en que cayó un régimen marxista, autor de muchas equivocaciones, para implantarse una época de pavor y retaliación que crispa el ánimo de los chilenos actuales. Y del mundo entero. Las dos figuras históricas –opuestas en estos episodios–, Allende y Pinochet, sirven de motivo de reflexión para el ejercicio del poder en cualquier latitud del planeta.

El Espectador, Bogotá, 13-IX-2013.
Eje 21, Manizales, 14-IX-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-IX-2013.

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Comentario:

Magnífica página, con una reflexión importante. No han podido los regímenes socialistas, tampoco las dictaduras, encontrar el equilibrio, el punto preciso de la equidad. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Un rostro en el tumulto

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

 Lo que al principio se mostró como un movimiento tranquilo, al paso de las horas se convirtió en una asonada nacional. Era el paro agrario, anunciado para el 19 de agosto. El presidente Santos, que no midió el alcance de la protesta, alcanzó a restarle importancia al paro. Cuando dos días después abrió los ojos a la realidad, ya el país estaba bloqueado.

Al lado de los campesinos se habían infiltrado grandes masas de saboteadores que comenzaron a taponar vías fundamentales para el transporte y cometer toda suerte de atropellos contra los vehículos, las personas y la Policía. Los reportes sobre los desastres ocurridos en lugares neurálgicos eran alarmantes. Los propios campesinos no estaban conscientes de que tales desmanes eran perpetrados por hordas enfurecidas de delincuencia común que nada tenían que ver con las justas demandas del sector.

La ciudad más afectada fue Bogotá. Como la Policía actuaba con moderación, los revoltosos, llevados por sus odios viscerales y su sed de destrucción, se enfrentaron a las fuerzas del orden armados de piedra y garrote. Ellos sabían que el momento era propicio para saquear, incendiar y arrasar cuanto estuviera a su alcance. Y así lo hicieron. Por varios días, la capital quedó en sus manos. Las quemas de vehículos, el robo de los negocios, las agresiones a los policías y al público sembraron de terror la vida capitalina.

Bogotá quedó paralizada y los alimentos comenzaron a escasear. Escenas de humo, de heridos, de balas perdidas, de calles paralizadas y todo un horizonte de barbarie y actitudes criminales hicieron recordar el 9 de abril. Así había comenzado aquella revuelta frenética que destruyó a Bogotá y causó daños incalculables en bienes y en vidas. Así podría suceder ahora si no se actuaba con mano dura para reprimir el ímpetu vesánico.

Eran agitadores profesionales, tan hábiles para pescar en río revuelto, los que se ocultaban tras las capuchas para cometer las mayores tropelías y quedar impunes. La paciencia de la Policía los favorecía. Habían cambiado la ruana por la capucha, y solo días después los campesinos advirtieron que habían sido suplantados.

Gloria Barreto, sencilla habitante del barrio San Cristóbal, salió de su casa con el fin de hacer un reclamo por una factura del agua. En la Plaza de Bolívar quedó envuelta en estas pandillas de maleantes que lanzaban piedras, palos y objetos diversos contra el cordón policial que a duras penas lograba contenerlas. Se encontró con las caras de angustia de algunas uniformadas, y estas le hicieron recordar a su hija de 22 años.

Posesionada de dolor y valentía, alzó los brazos en cruz frente al grupo del Esmad, como escudo humano y la manera de proteger a la Policía. Permaneció estática, expuesta al atropello y los ultrajes de los agitadores. Han podido lincharla, claro está, pero solo recibió empellones y sufrió lesiones menores. Dice que los manifestantes reflejaban “falta de amor y una furia interna en su corazón”.

Detrás de la insania, y controlada ya la asonada, queda el rostro de esta valerosa mujer que se levantó sobre el odio y el salvajismo arrasadores para dejar en el tumulto su mensaje de amor. Por otra parte, es preciso meditar sobre la suerte de estos grupos de desadaptados, de resentidos sociales, que no cuentan con medidas salvadoras para ser rehabilitados.

El Espectador, Bogotá, 6-IX-2013.
Eje 21, Manizales, 5-IX-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 7-IX-2013.

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Comentarios:  

Un justo homenaje a esa valiente mujer, quien brilló con luz propia, y sin pretensión alguna. Sólo la de solidarizarse y defender con su valerosa decisión a un grupo de policías que protegían la catedral. Gustavo Valencia García, Armenia.

He leído con mucho interés esta reflexión sobre la crisis ocasionada por la movilización social del campesinado colombiano y el papel humanitario de la valerosa dama, sin duda un símbolo de concordia y dignidad. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

La capucha me parece que es símbolo de cobardes, y no importa si la usan los de derecha, los de izquierda o de los organismos de seguridad. Así como condeno el abuso policial, cuando se presenta, condeno también la violencia que se desata contra ellos. El sofisma de que son las fuerzas del sistema no convence. Este no se va a derrumbar porque se lancen piedras o artefactos explosivos a los policías que también son hombres… del pueblo. Además, como bien decía Ciorán, «el revolucionario de hoy es el policía del mañana». Jorge Mora Forero, colombiano residente en Weston (USA).

Una cosa era el paro campesino y otra muy distinta el aprovechamiento del mismo por parte de los terroristas, para hacer lo que siempre hacen: actos vandálicos en contra de la Fuerza Pública y los comerciantes, además de asaltar y robar cajeros automáticos, almacenes y negocios de barrio. Holarunchos (correo a El Espectador).

Alfonsina Storni

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

 (En los 75 años de su muerte)

Poetisa argentina de origen suizo (Sala Capriasca, 29 de mayo de 1892–Mar del Plata, 25 de octubre de 1938). Alfonsina es un nombre árabe que quiere decir «dispuesta a todo». Esta regla se cumplió en la vida de Alfonsina Storni. Sus primeros años fueron sacudidos por las limitaciones económicas, que la llevaron a ganarse la vida a los trece años de edad, cuando murió su padre: primero fue fabricante de sombreros, más tarde empleada de una farmacia y luego actriz en una compañía de teatro que viajaba de pueblo en pueblo.

Cuando regresó de esta actividad, supo que su madre había vuelto a casarse y se había marchado de la ciudad. Tiempo después, Alfonsina ejerció el oficio de maestra en Rosario y Buenos Aires, y al mismo tiempo colaboraba en los principales periódicos y revistas del país. En sus artículos se mostraba decidida defensora de las causas femeninas. Y al paso de los días se reveló como una de las poetisas más destacadas de América.

En sus libros iniciales, La inquietud del rosal y Languidez, se descubre su exquisita sensibilidad erótica y tierna melancolía, y en ellos comienza a aparecer su rebeldía ante un mundo injusto. En Ocre, su obra maestra, asoma un sentimiento de desengaño amoroso, tal vez proveniente de su condición de madre soltera a los 20 años. Se había enamorado de un hombre casado que le enturbió la juventud con la amarga experiencia de un hijo bastardo. Por eso le cogió aversión al matrimonio.

El país la consideraba su mejor poetisa romántica. «Me he pasado la vida cantando al hombre», decía, y luego agregaba: «Quiero un amor feroz de garra y diente, que me asalte a traición a pleno día». El no ser amiga del matrimonio no era obstáculo para tener continuas aventuras amorosas. Juana de Ibarbourou recuerda la siguiente escena en el puerto de Montevideo, mientras su amiga se alejaba hacia Buenos Aires: un enamorado se despedía de ella desde el muelle, encendiendo luces en forma de corazón.

Y llega su larga relación con el cuentista uruguayo Horacio Quiroga, hombre casado. A los 28 años, Alfonsina ingresó al grupo literario que él dirigía con el nombre de Anaconda (el título de uno de sus libros). Fue un romance tormentoso, que le causó profundas heridas. Quiroga fue su gran frustración.

Diagnosticado el cáncer de mama en 1935, fue sometida a una mastectomía radical. Tres años después reapareció el mal, como fiera voraz, que le produjo terrible abatimiento. Días antes de su muerte escribió el poema Voy a dormir, que sirvió de fondo para la canción póstuma compuesta en su honor: Alfonsina y el mar. En el final del poema, dedicado sin duda a Horacio Quiroga, la amante decepcionada exclama: «Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono, le dices que no insista, que he salido».

En octubre de 1938 fue descubierto su cadáver flotando en el mar. Quedaría fácil atribuir el motivo del suicidio a la enfermedad incurable. Pero a dicha circunstancia se une otro elemento de peso, que siembra la duda: fuera del desengaño con Quiroga estaba su mente desajustada por las toxinas de la vida, que le creó un peligroso estado depresivo.

El Espectador, Bogotá, 30-VIII-2013.
Eje 21, Manizales, 30-VIII-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 31-VIII-2013.

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Comentarios:

Ha sido grato recordar a través de este artículo la memoria de Alfonsina. Desde muy temprana edad leía sus poemas, publicados en ese entonces en una revista que mamá acostumbraba comprar. Después, con más deleite, sabía apreciar su poesía. Elvira Lozano Torres, Tunja.

La vida de Alfonsina fue, en efecto, muy triste y tormentosa; leyendo su poesía, creo igual que dice el artículo, que todos sus dolores espirituales y físicos tuvieron que llevarla a una depresión profunda. Máxime considerando la época, demasiado  difícil para una mujer. Muy concreta y bella esta página. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Hay que resaltar la excelente versión de la canción Alfonsina y el mar en la maravillosa voz de Nana Mouskouri. Marmota Perezosa (correo a El Espectador).

Acabo de leer con placer tu artículo sobre Alfonsina Storni. Se lo acabo de enviar a varios poetas amigos, especialmente al poeta español Fernando Opere y a mi colega, también poeta, Mark Smith Soto, quien por recomendación mía publicó en Tercer Mundo un libro sobre Alfonsina. No sabía en detalles sus relaciones con Horacio Quiroga, alusión muy interesante de tu artículo. Ramiro Lagos, Greensboro (USA).

Mi conocimiento sobre su muerte es que al saber que su fin era tan próximo, ella que jamás sería una suicida, decidió adelantar el final. Con respecto a sus restos, lo que yo conozco es que nunca se hallaron, que el mar no la devolvió. Se supo porque sus ropas fueron encontradas en la  playa. Ofelia Angélica.

Respuesta. Diferentes versiones han circulado sobre la muerte de Alfonsina Storni, entre ellas la que se da en este correo. Todo esto aumenta el mito de Alfonsina. Wikipedia dice lo siguiente: «Se suicidó en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Hay versiones románticas que dicen que se internó lentamente en el mar. Su cuerpo fue velado inicialmente en esa ciudad balnearia y finalmente en Buenos Aires. Actualmente sus restos se encuentran enterrados en el Cementerio de la Chacarita». Leo en otra parte que dos obreros descubrieron el cadáver en la playa. Si sus restos reposan en la Chacarita, esto significa que Alfonsina regresó del mar. GPE

 

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