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El regreso de Silva

jueves, 18 de agosto de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Agobiado por la melancolía, José Asunción Silva se suicidó en Bogotá, a los 30 años, en su casa de La Candelaria, el 24 de mayo de 1896.  Su bella hermana Elvira, por quien sentía entrañable admiración, había fallecido 4 años antes a causa de una neumonía. A ella le dedicó el famoso Nocturno que habla de “las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas”.

Algunas conjeturas sostienen que el poeta estaba enamorado de su hermana, e incluso dicen que el amor era mutuo. Resulta difícil probar dicha hipótesis. Otras versiones consideran que no fue él quien se disparó, sino que le dispararon. Esta sospecha pierde peso ante el hallazgo, en la cabecera de su cama, de la novela El triunfo de la muerte, de Gabriel D’Anunzzio.

Lo cierto es que Silva no lograba vencer el dolor que le causaba la muerte de su adorada hermana, y además estaba angustiado por la crisis económica del negocio de baldosas que constituía su medio de subsistencia. Vivía en manos de los acreedores.

Fue enterrado en el cementerio de los suicidas al serle negada la sepultura católica. Según Unamuno, Silva “murió de tristeza, de ansiedad, de anhelo, de desencanto”. Y al cementerio fue a buscarlo, para hablar con él en las noches tétricas de la capital, otro poeta de la angustia, el desamparo y la orfandad –Germán Pardo García–, cuya vida desolada en medio de la dureza del páramo y la congoja desde sus primeros años lo asimilaba a Silva.

La casa donde Silva murió era la número 13 de la calle 14, que en la nomenclatura actual corresponde a la calle 12C n.° 3-41. Fue construida hacia 1715, durante la época de la Colonia. Pasado el tiempo, sufrió serio deterioro. En carta de 1990, Pardo García me comentaba: “Yo, desde la revista Nivel, luché sin cesar por esa casa que visité hace mucho, en 1935, y estaba convertida en un criadero de pollitos”.

El predio fue comprado por María Mercedes Carranza y Genoveva Carrasco de Samper, quienes adelantaron su restauración y lo destinaron a actos culturales. El 24 de mayo de 1986 fue inaugurado por el presidente Belisario Betancur con el título de Casa de Poesía Silva, para honrar la memoria del ilustre poeta suicida. De esta manera se convirtió en el templo de la poesía colombiana, y durante varios años desarrolló ponderada actividad cultural.

Y vino la época de la decadencia y la ruina. Tratándose de una entidad sin ánimo de lucro, y por más que había sido declarada Monumento Nacional en 1995, a la casa dejaron de llegarle los auxilios económicos, faltó el dinero para los gastos esenciales y abundaron las quejas sobre una deficiente administración. Pero como no hay mal que dure 100 años, hoy se anuncia su reapertura para el próximo octubre. La cultura colombiana recupera el espacio y el tiempo perdidos, y aplaude el regreso de Silva –el poeta redivivo–, que buena falta nos hace en estos días de frivolidad y olvido de los valores del espíritu.

El Espectador, Bogotá, 13-VIII-2022.
Eje 21, Manizales, 12-VIII-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 14-VIII-2022. 

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Anoche tomé una foto en el Jardín Botánico y le copié este fragmento del Nocturno de José Asunción Silva: “Y la luna llena, por los cielos azulosos, infinitos y profundos, esparcía su luz blanca…”. Tú haces también coincidencialmente una cita en tu columna. Sintonía espiritual con el poeta, diría yo. Alberto Gómez Mejía, Jardín Botánico de Calarcá.

Linda columna sobre nuestra Casa Silva. Qué bueno saber el papel de Pardo García en esta faena cultural. Pellicer también visitó con frecuencia la tumba en el cementerio de los suicidas. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Una vez reabran la casa donde murió José Asunción Silva, hay que ir a visitarlo. No conocí las anteriores “remodelaciones culturales” de este lugar lleno de melancolía y de historia. Él es uno de esos personajes que aunque mueren jóvenes, no lo hacen nunca, al dejar obra grandiosa. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Con alegría celebro la anunciada reapertura de la Casa de Poesía Silva. Ya era hora de que las autoridades competentes tomaran cartas y dinero para mantenerla viva, junto a la memoria del gran poeta José Asunción Silva. Inés Blanco, Bogotá.

Es una excelente noticia la posible reapertura de la Casa de Poesía Silva, venida a menos desde el lamentable fallecimiento de la poetisa María Mercedes Carranza, quien con su consagración la regentó y mantuvo vigente. Gustavo Valencia, Armenia.

Me acordé que en las Reminiscencias, de Cordovez Moure, había leído el asesinato del abuelo de José Asunción en la hacienda de Hatogrande. Y también en el mismo libro, el suicidio del poeta. Con relación a este último suceso me pareció muy curioso que el autor haya descrito lo que hizo el poeta: «Ajustó la puerta; se desnudó, para volverse a vestir con camisa de seda, pantalones de casimir y botas de charol; se arregló el peinado y la barba…”. ¿Cómo supo todo esto el autor si el suicida estaba solo en su habitación? Claro que lo atribuí a la imaginación de Cordovez, pero es que su obra no es una novela, sino un hecho histórico verídico y por tanto ha debido advertir al lector que esa descripción fue un supuesto suyo. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. Cordovez Moure se dejó llevar por la imaginación novelesca para describir –con todos los pormenores que narra– la escena sobre el suicidio de Silva. Por otra parte, el historiador Enrique Santos Molano sostiene en su biografía sobre Silva –El corazón del poeta– que este no se suicidó, sino que “su muerte fue el producto de una clásica conspiración, adecuadamente orientada para hacer que aparentara un suicidio”. En mi concepto, el suicidio y el asesinato pertenecen a la atmósfera del mito, pero prevalece el suicidio como el hecho más probable, y además inseparable de la figura histórica y poética de Silva. A la gente no se le sacará de la cabeza que Silva se suicidó. “El poeta suicida” es la frase común con que se le recuerda. A Germán Pardo García se le menciona como “el poeta de la angustia”, y así pasó a la historia. Gustavo Páez Escobar. 

Estoy de acuerdo con tu apreciación. La vida de Silva fue novelesca, pero su biografía no debe ser una novela. Dicté una charla virtual sobre Silva para el Banco de la República de Armenia. Me basé en Chapolas negras, la biografía que sobre el poeta bogotano escribió Fernando Vallejo. Esa charla se puede ver en Youtube con este título: Chapolas negras, Silva y la melancolía –Elias Mejía–. Es una suma de otros datos, además de los compilados por Vallejo. Elías Mejía, Calarcá.

Respuesta. Escuché tu charla con atención y provecho. Varios correos me han llegado en torno a mi artículo sobre Silva, y en ellos se nota el interés que despiertan su figura poética y su vida trágica. Él es uno de los íconos de la poesía colombiana. Es inmortal. En mi biografía sobre Germán Pardo García, Biografía de una angustia (Instituto Caro y Cuervo, 1994), analizo el magnetismo que el poeta suicida ejerció sobre el poeta de la angustia, hasta el punto de que este lo visitaba con frecuencia en su tumba. Con el tiempo, Pardo intentó suicidarse en Méjico: se cortó las venas, pero lo salvó un vecino que vio salir de la puerta del poeta un hilo de sangre. Ambas, vidas fatales. Ambos, eminentes personalidades de las letras. Gustavo Páez Escobar.

Torear fantasmas de suicidas nunca ha sido provechoso para quien lo haga, y menos el fantasma de Silva, tan perteneciente al mundo de los espíritus. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

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Letras caldenses

martes, 10 de noviembre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

José Miguel Alzate, constante analista de los valores culturales de su región, recoge en el libro Nombres en las letras de Caldas, editado por la Gobernación, cerca de 80 textos que ha escrito a lo largo del tiempo. Es un enamorado de su comarca y sobre todo de Aranzazu, su patria chica, a la que asigna el nombre literario de San Rafael de los Vientos (título de una de sus novelas) y no cesa de exaltarla en artículos y libros. Otras obras recientes que tienen como escenario a Aranzazu son la novela infantil Cuando en sueños Amanecer conoció el bosque y el libro de cuentos Historias de un pueblo encantado.

En el ensayo preliminar anota que las primeras inquietudes literarias en Caldas nacieron hacia los años 1880-1885, y que en 1904, con la fundación de Revista Nueva, dirigida por el atildado escritor Aquilino Villegas, surgieron varios nombres que le dieron impulso al empeño inicial. En 1910 ese afán era un hecho cierto, y a partir de entonces aparecieron otras figuras notables, como Rafael Arango Villegas,  el escritor costumbrista más importante después de Tomás Carrasquilla, y Roberto Londoño Villegas, conocido como el cronista Luis Donoso.

El grupo de los grecolatinos, el más prestigioso en las letras caldenses, marcó un hito en la vida regional, con eco en todo el país. En él sobresalieron Fernando Londoño Londoño, Silvio Villegas, Arturo Zapata, Antonio Álvarez Restrepo, Gilberto Alzate Avendaño, Alberto Mendoza Hoyos, entre otros. El grupo se distinguió por el riguroso manejo del idioma, la elocuencia del estilo, el fulgor de las metáforas y el puntilloso manejo del adjetivo.

El último grecolatino, César Montoya Ocampo, que hasta el último momento de su existencia mantuvo refulgentes las ideas y las galas que eran características de su talante literario, murió en Pereira en mayo de 2019, a los 89 años de edad. Era oriundo de Aranzazu, como José Miguel Alzate, y los ligaban estrechos lazos de hermandad. De esta población es también Javier Arias Ramírez, eminente poeta con resonancia nacional.

En los años 30 tuvo alta nombradía Bernardo Arias Trujillo con Risaralda, novela ejemplar. En la década del 40 surgió otro grupo de señalados méritos: Otto Morales Benítez, Ovidio Rincón Peláez, José Hurtado García, Danilo Cruz Vélez, Jaime Mejía Duque, Adel López Gómez, Antonio Cardona Jaramillo –Antocar– (los dos últimos, nacidos en el futuro departamento del Quindío).

En diferentes épocas se destacan Blanca Isaza de Jaramillo Meza, Maruja Vieira, Beatriz Zuluaga, Omar Morales Benítez, Jorge Santander Arias, José Vélez Sáenz, Fernando Arbeláez, Iván Cocherín, Néstor Gustavo Díaz, Hernando Salazar Patiño,  Hernando García Mejía, Carlos Arboleda González, José Chalarca, Augusto León Restrepo, Óscar Echeverri Mejía (nacido en Ibagué), Fernando Mejía Mejía, Carlos Enrique Ruiz, Eduardo García Aguilar, Octavio Escobar Giraldo… La lista es extensa, y la limitación de este espacio no permite hacer las debidas precisiones. Es digno de encomio el empeño que desde vieja data ha mostrado José Miguel Alzate por resaltar la esencia creativa de Caldas.

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El Espectador, Bogotá, 7-XI-2020.
Eje 21, Manizales, 6-XI-2020.
La Crónica del Quindío, 8-XI-2020.
Revista Aristos Internacional, n.° 37, Alicante (España),
noviembre/2020.

Comentarios

Muy interesante tu página; recoges brevemente la historia literaria que definió al Gran Caldas como símbolo cultural de una época muy brillante. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Terminas tu nota diciendo sobre el empeño de José Miguel Alzate: «por resaltar la esencia creativa de Caldas», con lo cual le das el mérito que ello tiene. Y yo puedo decir que tú has demostrado siempre un gran empeño por resaltar en tus artículos la esencia creativa de los intelectuales de la zona cafetera, como una reminiscencia de tu permanencia en esa región durante varios años. Generosidad que también regalas a autores de otras regiones colombianas y de la que he sido objeto. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.  

Valiosa nota. Conoces muy bien este rincón cultural. Gabriel Echeverri González, Armenia.

El legado de Jorge Consuegra

miércoles, 25 de mayo de 2016 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

“Yo derroté la leucemia y volviendo a ser un volcán en erupción en esta profesión que me fascina, el periodismo, y esperando con ansias regresar a las aulas de clases para enseñar un poco más el oficio más hermoso del mundo…” Esto era lo que decía Jorge Consuegra en valerosa crónica de noviembre de 2013, cuando el médico le informó que el mal estaba extinguido tras las intensas jornadas de quimioterapia.

Dos años y medio después, este 20 de mayo, la leucemia, agazapada en su sangre como un monstruo traicionero e imparable, dio al traste con esta vida promisoria que, a los sesenta y seis años, aún le quedaba mucho por ejecutar en pro de la cultura nacional. Sin embargo, el legado que deja como gestor cultural, periodista, escritor y profesor es de vasto alcance.

Desde los catorce años ya era un apasionado por la lectura y la escritura. Puede decirse que nació entre los libros, y a ellos dedicó todas sus complacencias. Llegado de Bucaramanga, bien pronto se vinculó a La República, para pasar luego por Cromos, El Espectador, El Tiempo, Arcadia, Caracol Radio y otros espacios, donde sentó su cátedra del bien decir y el bien pensar.

Se volvió una referencia nacional. Decir Jorge Consuegra era lo mismo que decir cultura. Portaba consigo una rara marca que lo hacía distinguir como el gran maestro de las juventudes y el amigo irrestricto de los escritores, fueran estos de reciente inicio o de larga travesía. Su misión era impulsar la vida del libro, extrayendo de él todo el bagaje y toda la sabiduría que proporcionan los textos bien digeridos, como manjar inmejorable del espíritu.

Promovía debates sustanciosos por la radio y la televisión, y siempre aparecía, no como el maestro solemne y regañón que todo lo sabe y todo lo pontifica, sino como el sencillo orientador de teorías y enseñanzas comprensibles y benéficas. Pocos como él tan erudito en literatura latinoamericana, para quien no se escapaba ninguna novedad editorial y sabía disertar sobre todos los temas.

Desde Libros & Letras cubría el vasto mundo de la cultura colombiana. Como su pasión era leer y transmitir conocimientos, hacía de esta cátedra la mejor escuela de la ciencia y el aprendizaje. Bajo su labor como profesor universitario se levantaron muchas vocaciones que más tarde fulgurarían en el panorama de la cultura y la creación literaria.

Sorprendente entrega la suya al mundo fantástico de las letras. La lectura no solo era para él una entretención, sino una pasión y una obsesión. De la misma manera, la inculcaba entre sus discípulos. Tanta era su devoción por esta disciplina, que instauró el espacio televisivo Ventana al Libro, de entrañable recordación en estos momentos en que ha cesado su viaje terrenal y se acrecienta su nombre como paradigma de los mejores valores del país, en tiempos tan ligeros y frívolos como los que se viven en la actualidad.

Jorge Consuegra no solo amaba los libros, sino que enseñó a amarlos. Ojalá no se olvide la lección.

KIENYKE, Bogotá, 22-V-2016

Comentarios

Qué punto tan importante ha resaltado el artículo. Justamente es el legado lo que no se puede perder. Este artículo tan preciso sobre mi querido maestro habla sobre su labor docente. Puedo decir que amaba a sus estudiantes y en vez de sentar cátedra hacía que la gente pensara, se cuestionara, analizara y denunciara. Trató de crear conciencia en un país donde eso es lo que precisamente falta. Colombia Páez, Miami.

Lástima por nosotros, perdimos a un gran gestor y crítico literario. José Nodier Solórzano Castaño, Armenia.
Nos conmueve el final de la vida de estos hombres dedicados a la cultura. La muerte implacable y dolorosa no perdona. Inés Blanco, Bogotá.

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La cultura en el Quindío

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El 12 de noviembre de 2010 presentó Carlos Alberto Villegas Uribe la tesis de los estudios de doctorado en la Lengua, la Literatura y su relación con los medios de comunicación que había adelantado en la Universidad Complutense de Madrid. Acto seguido fue nombrado secretario de Cultura de la Gobernación del Quindío, cargo que acababa de ser creado.

Villegas inauguraba dicha posición antecedido de amplia experiencia en el campo cultural. Entre los años 1998 y 2000 había sido gerente de Cultura en el gobierno de Henry Gómez Tabares, y antes se había desempeñado como coordinador del Instituto de Bellas Artes de la Universidad del Quindío. En ambas posiciones cumplió excelente labor.

En el gobierno de Belisario Betancur fue asesor del Icfes en los programas de educación a distancia. También asesoró al Sena en programas dirigidos a las seccionales de Caldas, Risaralda, Quindío y Tolima. En el gobierno de Juan Martín Caicedo Ferrer como alcalde de Bogotá prestó sus servicios como asesor de comunicaciones.

El actual mandatario del Quindío, Julio César López Espinosa, al elevar la cultura al nivel de Secretaría de la Gobernación, pensó sin duda en las altas calidades de su coterráneo Villegas Uribe, quien no solo exhibía exitosa carrera en los cargos ejercidos, sino que coronaba un escalón más con el exigente doctorado en la Universidad Complutense de Madrid.

Sin embargo, Villegas renunció al cargo tres meses después de su posesión. Este hecho produjo desconcierto en los medios culturales del Quindío, que esperaban un impulso vigoroso de los programas en ejecución y de los que habrían de realizarse bajo su mandato. Él fundamentó su decisión en la falta de capacidad instalada en la Gobernación para enfrentar el reto de la verdadera secretaría de cultura.

Se encontró con una estructura muy técnica, pero carente de recurso humano para desarrollar los planes que permitan resultados positivos. Puede pensarse que luchó por cambiar ese estado de cosas y no lo consiguió. No es fácil mover el aparato burocrático, sobre todo cuando se trata de la cultura, que en gran parte del país se convierte en invitada de piedra.

Le pregunto a Villegas cuáles eran los proyectos más importantes que tenía al llegar al cargo, y él me los resume: desarrollar el plan decenal de las culturas;  visibilizar la Biblioteca de Autores Quindianos, llevarla a la feria del libro y subirla a internet a través del proyecto colombiano Libro Total; fortalecer los consejos de cultura (departamental, arqueológico, patrimonio y de las áreas de danza, música, dramaturgia, literatura y artes visuales); recuperar la sala Roberto Henao Buriticá; defender el paisaje cultural cafetero del espíritu depredador de la megaminería (“una  de las locomotoras del Gobierno Nacional –dice– que solo dejará un Quindío lleno de famélicos quindianos tiznados de hollín”). Sobre este último aspecto comenta que el 67 por ciento del territorio quindiano ha sido titulado para la minería.

Como las bases no estaban dadas para cumplir sus planes, prefirió retirarse a fin de que sea el gobernador López Espinosa –en quien reconoce un gran gobernador de la cultura– quien adopte las medidas que crea pertinentes para estructurar la dependencia. Mientras tanto, hay que lamentar que el Quindío pierda a un funcionario de tan elevadas virtudes para ejecutar las políticas culturales antes esbozadas.

En comunicación que me envió Carlos Alberto Villegas el mismo día de su retiro, a propósito de mi columna sobre la Biblioteca de Autores Quindianos, y cuyos términos deben servir para repensar la cultura regional, me dice:

“Por decisión personal y ética, me hago a un lado. Mi regreso a Colombia me ha comprobado, como lo aseveras en algunas de tus columnas, que Colombia padece un alto grado de desinstitucionalización. Y lo que era una hipótesis sociológica, se ha convertido en una realidad: navegamos al esclavismo. Y nadie dice nada, ni hace nada. Yo, al menos, renuncié”.

El Espectador, Bogotá, 3-III-2011.
Eje 21, Manizales, 3-III-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-III-2011.

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Comentarios:

Resulta muy lamentable para la cultura regional que cuando llega a esa Secretaría un funcionario de las calidades académicas del señor Carlos Alberto Villegas Uribe, se retire casi inmediatamente del cargo por no encontrar el respaldo suficiente, de manera especial en el apoyo con recursos humanos, para poder llevar a cabo un programa tan amplio y ambicioso como el que podía y quería  desarrollar. La cultura seguirá ocupando un plano inferior mientras no cambie la concepción cultural y la mentalidad de nuestros gobernantes, y mientras las sumas asignadas a la cultura sean migajas de los presupuestos oficiales.  Gustavo Valencia García., Armenia.

Muy justa tu nota sobre Carlos Alberto Villegas, quien fue mi compañero de labores tanto en la Alcaldía Mayor de Bogotá como en el Instituto del Pensamiento Liberal. Él es un destacado intelectual de grandes iniciativas y un artista ingenioso, creativo y visionario. Es una lástima que la administración no haya valorado su talento y la politiquería reinante le haya puesto trampas a su embrionaria labor. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

En estos países los creadores se dedican a las obras a pesar y en contra del Estado.  Sólo unos pocos políticos (pensadores, reformadores y oradores de verdad) pasarán a la historia.  Las pinturas, las novelas, los poemas, las composiciones quedan. Alister Ramírez Márquez, Manhattan.

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Noticias culturales

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En la pasada Feria Internacional del Libro hablábamos un grupo de amigos sobre el prolongado receso que registraba Noticias Culturales, órgano oficial del Instituto Caro y Cuervo, cuya publicación estaba interrumpida desde diez años atrás. Fue como si el diligente director de la entidad, profesor Ignacio Chaves Cuevas, hubiera escuchado nuestra conversación, pues mes y medio después vuelve a circular la revista, con un cubrimiento que abarca hasta diciembre de 1998. A partir de 1999 las entregas serán trimestrales, hasta ponerse al día en los próximos meses.

El órgano, fundado en 1962, cumple cuarenta años de existencia. Al principio, su edición era quincenal y constaba de una sola página. Años después, ya con el carácter de revista, se volvió mensual, hasta diciembre de 1975, fecha en que se suspendió debido al crecimiento editorial de la empresa. Se reanudó en junio de 1982, por bimestres, hasta 1992, año en que había vuelto a quedar detenida. Como se ve, no decae el interés del Instituto por mantener este bien orientado difusor de la actividad cultural, luchando contra las limitaciones presupuestales que en los últimos años afectan en forma severa la marcha de la institución.

En estas hojas se registran los principales hechos que ocurren en el Instituto y que representan para el país el florecimiento de formidables realizaciones en el campo de la investigación lingüística y la cultura nacional. Si bien circula hoy la revista con un atraso de diez años, en ella se consignan, para futura memoria, sucesos que tuvieron lugar durante el período que se actualiza, gracias al empeño del egregio director y de su consagrado equipo de colaboradores.

El acopio de material escrito y fotográfico, junto con la maestría editorial, permiten refrescar la historia como si acabara de suceder, y en esto estriba la importancia de la publicación. Un periódico muere en un día, mientras una revista resiste el paso de los años.

En el período que cubren las nuevas entregas se recogen noticias memorables, como la terminación del Diccionario de construcción y régimen de la lengua española, de Rufino José Cuervo, obra monumental que demandó 123 años de investigación y que está considerada el mayor aporte a la lengua española. En junio de 1994 se hizo la presentación de este trabajo ante la Unesco, en París, en la conmemoración de los 150 años del natalicio de don Rufino y en la tierra donde reposan sus restos. En julio de 1995 se realizó un acto similar ante los reyes de España, en presencia del director de la Real Academia Española y de otras distinguidas autoridades del idioma.

El 28 de octubre de 1992 falleció en Alcalá de Henares, cuna de Cervantes, el padre Manuel Briceño Jáuregui, que ocupaba la presidencia de la Academia Colombiana de la Lengua y había viajado a España a los actos de celebración de los 500 años de la llegada a América del idioma castellano y de la edición de la Gramática de Lebrija. Otra figura del idioma fallecida en este lapso fue don Ramón de Zubiría, el 3 de julio de 1995. A ambas personalidades rinde la revista los condignos honores.

También se registra la exaltación del poeta y político venezolano Andrés Eloy Blanco, en homenaje que le rindieron la Academia Colombiana de la Lengua y el Instituto Caro y Cuervo, al recordar el centenario de su nacimiento. Ignacio Chávez Cuevas presentó en el acto una elocuente semblanza del personaje, sobre quien dijo que “nadie interpretó tan cumplidamente a la Patria y a su gente».

Andrés Eloy murió en Méjico el 20 de mayo de 1955, ocasión en que la poetisa Laura Victoria, allí residente, escribió en el periódico Novedades una bella página lírica sobre su amigo entrañable, pieza que rescato en mi biografía recién terminada sobre la poetisa.

Otros acontecimientos tienen que ver con los 50 años del Caro y Cuervo, el bicentenario de la Imprenta Patriótica, los 450 años del natalicio de Cervantes, los 100 años de la generación española del 98… En el campo bibliográfico está la amplia gama de publicaciones, entre las que quiero destacar los libros Tomás Carrasquilla, autobiográfico y polémico, de Vicente Pérez Silva, donde se ofrecen interesantes facetas sobre el escritor antioqueño, y Momentos de la literatura colombiana, texto de Otto Morales Benítez que presenta profundos ensayos sobre hechos relevantes de la cultura nacional.

El Espectador, Bogotá, 27-VI-2002

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