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Novela de Gloria Chávez

viernes, 15 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La escritora quindiana Gloria Chávez Vásquez, residente en Estados Unidos hace más de medio siglo, publicó en estos días la novela Mariposa mentalis, con el sello de la editorial Verbum, de España. Ha bautizado otros de sus libros, lo mismo que sucede con el actual, con títulos extraños: Opus americanus, Akum, Agmmandiel, Caliwood. Esto no obsta para que sus obras se lean con agrado y reciban elogios.

Su género preferido es el cuento. De hecho, se hizo conocer en el país con Sor Orfelina, cuento ganador de un premio dentro del concurso promovido, en 1971, por el periódico El Espectador. De ahí en adelante se dedicó al cultivo de sus otras aficiones literarias, entre ellas la novela, el ensayo y la crónica periodística, campo este en que se volvió profesional en varias empresas de comunicación. Ha obtenido diversos galardones y su nombre, al paso de los años, ha adquirido notoriedad y prestigio.

Obtenido su cartón de bachiller, viajó a los Estados Unidos y allí se quedó luego de superar las penalidades de la inmigración. No es fácil que se radique de nuevo en Colombia, toda vez que en el país norteamericano formó nexos difíciles de desatar. Pero vive pegada a sus lares nativos, a los que regresa con alguna frecuencia y se mantiene en contacto con su gente, sus tradiciones y sus problemas.

La novela se inicia en 1968, cuando se preparaba la visita de Pablo VI para las conferencias del Concilio Vaticano II, época de serios conflictos sociales y guerrilleros. Por aquellos días, el clima religioso de América Latina estaba perturbado por la Teología de la Liberación, y repercutían en diversos escenarios las voces que buscaban un mundo nuevo en el campo de la justicia y el desarrollo humano.

Me cuenta Gloria Chávez que desde mucho tiempo atrás le surgió la idea de escribir su novela, que fue madurando y estructurando hasta formar un grupo protagónico de monjas y estudiantes que se mueve en un colegio religioso. Agrega que la historia se basa en una situación real que ella trabajó con el recurso de la ficción. Se me ocurre pensar que, habiendo estudiado mi amiga en un colegio de monjas, fue allí donde le nació la historia. La realidad en la narrativa suele cambiarse con la imaginación, que es la que permite variar los hechos y las personas conservando la esencia.

Fue lo que hizo Diderot con su novela La religiosa, que frente a Mariposa mentalis guarda cierta similitud en algunos aspectos. La una y la otra se basan en hechos ciertos. El relato de Gloria Chávez está manejado por el misterio y el suspenso y describe un ambiente de pequeños y grandes problemas, donde afloran el odio, la venganza, la crueldad, la pasión, las preferencias, el lesbianismo. Y como telón de fondo está el caso de una alumna que se suicida, víctima de la maldad y el acoso.

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Eje 21, Manizales, 6-X-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 8-X-2023.

Comentario

 Maravilloso saber de este libro de Gloria Chávez, a quien admiro en la distancia no solo por su tenacidad literaria sino por su posición frente a la región que la vio nacer. Eso he descubierto en tu columna para decirte que haces fáciles y familiares tus encuentros con la gente (caso de César Hoyos Salazar) y lo que tu vida te dejó como añoranzas de esta comarca. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

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César Hoyos, amigo del alma

viernes, 15 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 A César Hoyos Salazar, que ejercía el cargo de secretario de Gobierno de Armenia, lo conocí en 1969, cuando llegué a la ciudad como gerente del Banco Popular. Han corrido 54 años. Desde entonces nos unió estrecha y sincera amistad. Lo recuerdo como persona sencilla, simpática y amable, que poseía además un don inapreciable que solo exhibía en grupos íntimos de amigos: el fino humor.

Con esta faceta gozábamos en alegres tertulias. Una de sus geniales actuaciones era la del culebrero de las plazas de mercado, que él interpretaba a la perfección. Nunca perdió el sentido de la hilaridad, de la gracia tonificante, del desdoble de la personalidad, no obstante el rigor y la circunspección con que manejaba las altas posiciones que ocupó en la región y en el país.

Cuando lo conocí, le faltaba graduarse de jurista. Le propuse que al obtener el título me aceptara ser abogado de mi oficina bancaria. Tiempo después me encontré con él en Bogotá frente a un despacho postal, y repasando unos sobres que llevaba en la mano, me pasó el que estaba dirigido a mí. Era la participación que hacía del grado que acababa de conferirle la Universidad Nacional. Me dijo, sonriendo, que no había olvidado mi oferta. Y fue desde entonces el asesor jurídico del banco.

En Armenia actuó como director de Fenalco, profesor de la Universidad del Quindío y de la Gran Colombia y decano de la facultad de Derecho de esta última. Llegó a ser el abogado más prestigioso de la ciudad. Trasladado a Bogotá, estuvo al frente de la dirección jurídica de la Federación Nacional de Cafeteros, y más tarde pasó al Consejo de Estado, cuya presidencia desempeñó tiempo después.

Fue el segundo alcalde de Armenia por elección popular. Sacó a la capital de serias dificultades económicas y emprendió obras de vasto alcance. Su espíritu moralista dejó huellas memorables, como la destitución fulminante del secretario de Obras Públicas por utilizar maquinaria del municipio en trabajos personales, y la devolución de la parte de los viáticos que no utilizaba en gestiones oficiales. Difícil hallar un funcionario de semejante probidad, rectitud y ética. Practicando la moral, enseñaba a los demás a ser honrados, si bien esta pauta vive desterrada de las oficinas públicas. Pero algún efecto dejan.

César Hoyos era un estudioso de tiempo completo. Vivía metido entre códigos y textos especializados. El conocimiento era su mejor arma de superación y progreso. De esta manera conquistó las altas dignidades a que llegó. Poseía profunda sabiduría jurídica y humana, y en todas partes dejaba rastros de su disciplina y autoridad. El culebrero que llevaba oculto en sus intimidades era un recurso para reírse de la vida ceremoniosa.

Al conocer la triste noticia, llamé a su propio celular, por el que tantas veces me comuniqué con él. En los últimos meses, su voz era tenue, apagada, pero efusiva. No me contestó él, sino Elsa Marina, su fiel y valiente compañera de todas las horas. Me hice la ficción de que hablaba con el propio César. Quizás así se mitigaba la amargura de la despedida.

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Eje 21, Manizales, 8-IX-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-IX-2023.

Comentarios

 Comparto el sentimiento de pesar que expresas por el fallecimiento del doctor César Hoyos, a quien tuve oportunidad de conocer y tratar. Y disfrutar de su parla, matizada de sencillos brotes de humor pero también de serios conceptos políticos y jurídicos. Sensible pérdida para el país y para el Quindío su desaparición, y para ti que disfrutaste de su amistad cotidiana. Augusto León Restrepo, Bogotá.

Los dos temperamentos y los valores inquebrantables del dúo entrañable de amigos hicieron clic desde el inicio de una amistad que sobrepasó los 50 años de compartir la vida. Viene a mi mente el verlos hablando largas horas cuando se encontraban.  Entendí que personalidades con características como las de mi papá y su gran amigo son las que aportan y son espejo imitable en el saber vivir. A César lo llevaremos en el corazón por siempre. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Su muerte me conmueve y duele en el alma. Siempre fue tan cercano a la familia “banpopular”. Ser humano excepcional. Raquel Martínez Aguirre, Armenia.

Muy bello homenaje a un extraordinario ser humano. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Un bonito recuerdo de tu amistad con César. Un hombre íntegro y un caballero; la partida de amigos como él nos produce mucha nostalgia. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Qué bueno y merecido tu recuerdo del gran ciudadano y amigo que fue César. Diego Moreno Jaramillo, Bogotá.

Bella página de amistad sobre el doctor Hoyos. Armenia y el Quindío no se han enterado aún de todo lo que han perdido con su muerte. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

He leído con mucho interés tu página de despedida al amigo César Hoyos. Ha sido conmovedor leer y sentir el pálpito de una gran amistad; además de conocer logros importantísimos de su vida. Cuando los amigos se van, dejan un vacío que permanece y se colma, a la vez, de bellos recuerdos. Inés Blanco, Armenia.

Entrevista con Gustavo Páez Escobar

viernes, 7 de octubre de 2022 Comments off

Por Mayra Alejandra Ovalle Peñuela

LA CRÓNICA DEL QUINDÍO  –  AL DESCUBIERTO

Lunes 26 de septiembre de 2022

Su primera novela fue llevada a la televisión

Gustavo Páez Escobar narra una anécdota de sus inicios como escritor cuando publicó el libro Caminos, en el año 1971, se hizo una actividad de presentación en la gobernación del Quindío. Durante el acto, notó el escritor que el prólogo tenía una letra distinta y que este había sido cambiado, halló infinidad de errores y eso lo disgustó mucho, entonces, desde la editorial le dijeron que iban a sacar las 2 hojas ya escritas e introducirían el prólogo correcto, el trabajo fue estupendo. Pero el libro quedó con 2 prólogos, uno que alcanzó a circular esa noche y otros corregidos por completo.

Páez Escobar vive en Bogotá, es escritor, periodista, esposo y padre de 3 hijos. Nació en Soatá, Boyacá, en 1936. Su vida laboral la inició en la Contraloría de Boyacá, continuó en el Banco Popular en el que hizo una extensa carrera profesional: trabajó por 36 años sin interrupción hasta que logró su jubilación.

En 1969 vino al Quindío a demorarse 2 meses y se quedó 15 años. Su viaje tenía por objeto remplazar al gerente del departamento y luego pidió quedarse en la oficina de Armenia. “Esa fue mi universidad. El estilo del país era completamente diferente al actual, estamos hablando de medio siglo atrás. Yo tenía mi bachillerato, me vinculé laboralmente, comencé a progresar y me enfrenté al mundo rígido de la banca que exigía mucha dedicación.

Siempre destacó como lector. Muy joven se vio inclinado hacia la literatura, “esta es una motivación de la vida. El escritor de formación comienza a compaginar la vida, aprende el lenguaje, la gramática y tiene una mente abierta que se estructura con lecturas y observación de la condición humana. La obra realmente es un ideario, una idea fija que está en el horizonte. La vocación del escritor es muy difícil, exigente, de mucho sacrificio. Es una satisfacción propia”.

En su adolescencia dice que sintió la vocación de escribir. “En forma silenciosa, comencé a escribir una novela a los 17 años. Esa novela la guardé por mucho tiempo, era una especie de anécdota de mi vida”. La novela en mención se tituló Destinos cruzados y fue la primera telenovela producida por RCN. “Fernando Soto Aparicio la leyó y encontró bases para llevarla a la televisión. Ahí comenzaron las telenovelas del canal. Fue una cosa sorpresiva y muy gratificante. Fue una novela de desamor”, dijo el escritor.

En 1971 inició su carrera literaria y periodística, que además de la publicación de su primer libro, se vio marcada por resultar ganador del Concurso Nacional del Cuento organizado por El Espectador. Durante buena parte de su vida alternó ambas actividades: su trabajo en la banca y su interés por las letras. La disciplina fue lo que le permitió avanzar, como siempre fue un gran madrugador, pudo hacer fluir sus oficios y ninguno obstaculizó al otro.

Ha publicado 13 libros de novela, cuento, ensayo y crónica, 5 de esos fueron escritos en el Quindío. Además, ha publicado más de 2.000 artículos en medios locales y nacionales. Las novelas publicadas son: Alborada en penumbra, Ventisca, La noche de Zamira, Ráfagas de silencio y Jirones de niebla. Caminos, otro de sus libros de ensayos, fue publicado en la colección de la Biblioteca de Autores Quindianos.

Respecto a la variedad de los géneros que ha explorado como escritor dice: “El escritor es diverso, puede tener algún género en el que sobresale, pero tiene capacidades. Yo me fui explayando y encontré distintas fórmulas de expresión. El escritor es un historiador, la literatura es un testigo del tiempo”.

Por su trayectoria ha sido merecedor de la medalla al Mérito Artístico, el Cafeto de Oro y la Flor del Café; la medalla Eduardo Arias Suárez y la medalla Francisca Josefa del Castillo, en Boyacá. El primer premio, la Flor del Café, me la entregaron poco después de publicar Destinos cruzados, “es un gran orgullo haberla recibido, sobre todo porque no soy quindiano”.

En el presente, durante sus días como pensionado, mantiene la rutina de sus tiempos como empleado de la banca. Se levanta a las 5 a.m., lee, escribe, revisa textos escritos con anterioridad y prepara las columnas que enviará para publicación.

Comentarios 

Justo reconocimiento a una gran persona que ha amado al Quindío como a su propia tierra. Raquel Martínez Aguirre, Armenia.

Qué alegría este reportaje que es un homenaje de esa tierra que llevamos en el corazón. Es la constancia de un trabajo permanente hecho con amor, disciplina y profesionalismo, que se ve reflejado en cada obra, artículo y escrito. Vivo muy orgullosa y feliz por el papá que Dios me regaló, lleno de buenos ejemplos para nosotros los hijos, que junto a mi mamá nos formaron con grandes principios y con la mejor de las herencias que es la del buen ejemplo. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me pareció de las crónicas más lindas que haya leído acerca de mi papá. Muestra los inicios desde el comienzo de la carrera literaria, cómo llegó hasta la cumbre que conquistó, y la mezcla con la parte laboral. Y también lo hace ver como la persona humana y sencilla que nos ha dado permanente ejemplo. Fabiola Páez Silva, Bogotá.

Es para todos nosotros un orgullo muy grande tener un integrante cabeza de familia con tantas distinciones artísticas, que se ha sabido cultivar culturalmente con el pasar de los años. Siempre podrá hallar en mí un asiduo lector de su obra, la cual me parece muy interesante, sobre todo sabiendo que detrás de ella hay un sinnúmero de vivencias que han nutrido al escritor. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

Aunque no he tenido el gusto de conocerte en persona, la lectura de tus escritos me ha permitido conocerte y compartir muchos de tus pensamientos. La entrevista en La Crónica muestra facetas tuyas que ignoraba, me refiero, por ejemplo, a esa producción literaria de 13 libros y a los múltiples reconocimientos recibidos por tu labor como escritor. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

Con gran alegría me uno y celebro tan justo reconocimiento a tu vida y obra en las páginas de la Crónica del Quindío, tierra que te pertenece de corazón y afectos muy gratos; amén de éxitos laborales, donde las amistades y las experiencias dejaron en tu vida gratísimos recuerdos y experiencias memorables en todo sentido. Inés Blanco, Bogotá.

¡13 libros! ¡Qué maravilla! Para mí fue un honor haberte conocido desde hace muchos años, pues eres una persona virtuosa. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Qué bueno que la Crónica del Quindío haya destacado tu vida y tu obra. Es un reconocimiento justo a tu labor periodística y a la obra que como escritor de calidad has dejado. Un orgullo para ti y para tu familia. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Es una reducida biografía de toda una vida pensando, haciendo y generando pensamientos ajenos. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Museo del Oro Quimbaya

viernes, 8 de julio de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Fue fundado en la ciudad de Armenia por el Banco de la República, en julio de 1986, y el diseño arquitectónico lo elaboró Rogelio Salmona, obra que lo hizo acreedor al Premio Nacional de Arquitectura de 1988. Tuvo un cierre cercano a los 3 años, debido a un programa de recuperación y preservación que obedeció al desgaste natural producido por 36 años de funcionamiento y a la necesidad de fortalecer la estructura.

El museo contó con la valiosa gestión de Hugo Palacios Mejía, oriundo del Quindío, quien como gerente general del Banco de la República puso todo su empeño para sacar adelante la construcción con la grandiosidad que hoy ostenta, y fue inaugurado en el gobierno de Belisario Betancur. Era gerente regional del banco el agrónomo Josué López Jaramillo, otro entusiasta eslabón de este gran suceso cultural.

La importante colección arqueológica está situada en sitio ideal, que es el Quindío, para resguardar el patrimonio aportado por las civilizaciones quimbaya, calima, muisca, tairona, tumaco, nariño y otras tribus indígenas. En estas piezas de inestimable valor, constituidas por infinidad de objetos en cerámica, esculturas de piedra, madera, hueso, textiles y diferentes elementos, resurge todo un pasado guerrero, laborioso y artístico, que de todo eso había en aquellas mentes y voluntades que hoy no alcanzamos a comprender en su exacta dimensión.

Los poporos indígenas son reales piezas de arte aborigen concebidas como utensilios útiles para la vida cotidiana, y encierran misterio y fascinación. Se calcula que el poporo quimbaya exhibido en el Museo del Oro de Bogotá fue fabricado hacia el año 301 a. C. Su proyección en el tiempo hace pensar en la propia inmortalidad del espíritu indígena.

Si pasamos a los artículos de oro, que los hay en las formas más diversas, extrañas y deslumbrantes, tenemos que inclinarnos ante la magnificencia del ingenio creativo que viene de las comunidades indígenas. Este hecho certifica la identidad cultural de la región, que a veces se olvida. Es el Quindío tierra de guacas por excelencia. Allí se escarba y se escarba la tierra y siguen saliendo tesoros y más tesoros que brillan como una fantasía. Nada tan indicado, por lo tanto, como que el Museo del Oro Quimbaya esté erigido en este territorio legendario, cuna de mitos, leyendas, patasolas y lloronas en eterna cofradía.

Este 16 de junio se abrieron de nuevo las puertas del museo. Allí surgirán nuevas atracciones: un centro de documentación virtual, auditorio con tecnología y acústica de máxima calidad, sala infantil, jardín botánico, moderna sala de exposiciones, todo rodeado de plantas y palmeras ornamentales, de senderos y surcos de agua.

Sin embargo, Josué López Jaramillo, que como exgerente del Banco de la República conoce muy bien la obra, me hace esta observación: “El municipio no ha sido capaz de abrir la calle por el costado sur, conformado por matorrales y chamizas, lo que constituye motivo de inseguridad, además de ofrecer mal aspecto estético”. Ojalá la alcaldía local revise esta falla.

El Espectador, Bogotá, 2-VII-2022.
Eje 21, Manizales, 1-VII-2022.
La Crónica del Quindío, 3-VII-2022.

Comentarios 

Con alegría y un poco de pesar he leído la columna acerca de la reapertura del Museo del Oro Quimbaya. Digo alegría porque se abre remodelado y con nuevas propuestas y salas para su disfrute. Y digo tristeza por la desidia de las autoridades para acatar la sugerencia de encerrar la parte sur que representa un peligro enorme para los tesoros que en él se conservan, según lo manifiesta el doctor Josué López Jaramillo. Conocí el museo hace unos 15 años. Es maravilloso y la edificación, magnífica. Gracias por rescatar estas memorias. Inés Blanco, Bogotá.

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Medio siglo en las letras

miércoles, 8 de diciembre de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

En 1971, siendo gerente de un banco en Armenia, publiqué mi primer libro, la novela Destinos cruzados, escrita en Tunja a los 17 años, y que vio la luz en medio de la expectativa de los escritores quindianos, que dudaban de la idoneidad del escritor en ciernes. En efecto, las cifras y las letras nunca han sido compatibles. Se rechazan, aunque a veces se dan la mano. Ese mismo año, el Magazín Dominical de El Espectador publicó con honores mi primer cuento, El sapo burlón, dentro de un concurso promovido por el periódico. 

No quiero despedir el 2021 sin celebrar con mis amables lectores el medio siglo cumplido en el arduo y al mismo tiempo gratificante oficio de escribir. Es el oficio más bello del mundo, y también el más solitario. Mis primeras lecturas en Tunja, ciudad propicia para el sosiego y la reflexión, fueron Madame Bovary y La prima Bette, integrantes de la serie Grandes novelas de la literatura universal, de la editorial Jackson de Buenos Aires.

Esa fue mi primera biblioteca, que siempre me ha acompañado, y está constituida por 32 volúmenes y 62 novelas ejemplares. Conforme avanzaba por el mundo fantástico de la narrativa, más me mordía el gusanillo del escritor que dormía en mis venas. Y un buen día tuve el atrevimiento y el coraje, incitado por las obras maestras que devoraba noche tras noche, de ser también novelista.

Inicié Destinos cruzados en un cuaderno escolar que supo de mis vigilias y mis ardores literarios, hasta que un año después tuve que suspender el proyecto novelístico, que ya iba en el 80 %, para trasladarme a la selva del Putumayo, donde continué mi vida laboral. A mi regreso, recuperé el bendito borrador que estaba escondido, como un huérfano indefenso, en el fondo del baúl protector donde por poco se extingue bajo la humedad del clima tunjano.

Años después, Fernando Soto Aparicio conoció la novela, ya editada, y se interesó por llevarla a la televisión, como en efecto ocurrió: con ella inició RCN, en 1987, sus telenovelas nacionales. “¡Lo que puede la edición!”, dijo el poeta chocoano Ricardo Carrasquilla (1827-1886), quien nos anima a los “pobrecitos escribidores” –en palabras de Larra– a no quedarnos inéditos. En mi caso, esto se traduce en 13 libros  publicados y 2.000 artículos de prensa.

Quien quiera ser escritor debe saber que este no es un camino de rosas. Al revés, lo es de espinas, privación y sacrificio. Tarea exigente que reclama paciencia, consagración y altas miras para no conformarse con  la mediocridad de la vida y de la propia escritura. “Escribe con sangre –dijo Nietzsche–, y sabrás que la sangre es espíritu”.

Quiero celebrar este medio siglo con la evocación de las dos obras citadas, la novela y el cuento inaugurales, que constituyen el eje de toda mi producción. Y siguieron textos constantes trabajados con empeño, esfuerzo y rigor. Desde entonces, la mente no ha dejado de pensar.

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El Espectador, Bogotá, 4-XII-2021.
Eje 21, Manizales, 3-XII-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-XII-2021.

Comentarios 

Qué buen trabajo. Pero, sobre todo, somos tus lectores quienes más disfrutamos y nos beneficiamos con tu don para hacerlo. Has tenido una disciplina digna de imitar. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Bien celebrado el medio siglo con la magnífica reseña autobiográfica. Siempre te leo con atención y admiración. Esperaré la columna del siglo. Alpher Rojas, Bogotá.

Mis congratulaciones por su loable doble esfuerzo de trabajar, para algunos en asunto de precario esfuerzo mental –yo también lo viví y lo alterné con el emprendimiento–, y su dedicación intelectual. Es innegable la calidad de sus escritos. Enhorabuena. Atenas (mensaje a El Espectador).  

Cumplir las bodas de oro en el oficio y arte de escribir es un logro muy meritorio, pero haberlo logrado escribiendo bien, como es tu caso, es sobresaliente. Ese recorrido, como lo anotas en tu artículo, se hace con dificultades y a veces es tortuoso, pero a la postre gratificante. Para mí ha sido muy grato haberme encontrado, aunque tardíamente, con tus escritos y tu amistad y espero seguir disfrutando de ellos por mucho tiempo más. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Cincuenta años de amor, pasión y consagración al difícil y gratísimo oficio de escribir. Amén del feliz resultado de 13 libros y 2.000 artículos y todo cuanto vendrá de tu pluma inagotable. Este afortunado balance no es venido del azar, sino el resultado del impulso interior, la disciplina, la investigación y el gran placer de llenar cuartillas que se han convertido en letras de molde, para solaz espiritual y alegría para los lectores. Bien se dice que el escritor y el poeta y el artista, en general, son los cronistas del tiempo que les ha correspondido vivir. Brindo por la palabra, la soledad, la calidad y cualidad de tus obras, con el mismo regocijo con el cual fueron escritas. Inés Blanco, Bogotá.

Medio siglo dedicado a las letras constituye una proeza que pocos pueden igualar. Reciba el más entrañable abrazo en esta fecha tan especial para el inicio de su brillante carrera literaria. Gustavo Valencia García, Armenia.

Nos ha contado Gustavo Páez Escobar, columnista y escritor, colaborado de El Espectador, Eje 21y otras publicaciones de aquí y del exterior, que ha llegado a sus cincuenta años de vida periodística y literaria. Gustavo es boyacense-quindiano. Les ha dado lustre a las letras de esos departamentos y goza de reconocimiento nacional.

Sus novelas, sus ensayos –Biografía de una angustia, sobre uno de los grandes de la poesía colombiana, Germán Pardo García, es uno de mis textos de cabecera–, sus columnas, son un ejemplo del bien escribir. Su castigado estilo, el encuentro de la palabra clara y precisa para expresar su pensamiento y del personaje, cuando de novela se trata, lo hacen un paradigma en el periodismo y en la literatura. (De la columna Salpicón navideño, de Augusto León Retrepo, Eje 21, Manizales, 12-XII-2021).