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Triunfó la corrupción

viernes, 20 de diciembre de 2013

Gustavo Páez Escobar

No ha habido Gobierno del país en varios años atrás que no anuncie mano dura contra la corrupción. Todos llegan animados por el mismo propósito, a sabiendas de que se trata de uno de los mayores flagelos que azotan la vida nacional. Y a poco andar, comienzan a aparecer los casos más aberrantes de descomposición en el propio ámbito estatal, y a veces desde las posiciones más altas de la administración.

Echar mano a los bienes del Estado, valiéndose de los pervertidos sistemas de soborno, de celebración de contratos fraudulentos y toda suerte de artimañas, se ha convertido en un ejercicio corriente, cometido en forma descarada y desafiando todos los rigores de la ley. Quien no roba está fuera de órbita. Quien no roba no sabe aprovechar su cuarto de hora. Es una regla invisible que se ha extendido en la vida pública como patente de corso. Qué triste tener que admitir esta abyecta desviación en la conducta moral de grandes núcleos de la ciudadanía.

La encuesta de Transparencia Internacional que acaba de revelarse no hace nada distinto que refrendar la dolorosa realidad que todo el país conoce. Según ella, la percepción de un 56 por ciento de los colombianos señala que la corrupción en el sector público ha aumentado de manera alarmante en los dos últimos años. Los sectores donde más se pagan sobornos son la Policía y la Justicia.

¿Qué puede esperarse cuando estas dos columnas vertebrales de la nación están  penetradas por la inmoralidad? ¿Cómo esperar que exista justicia –en este país tan necesitado y carente de ella– cuando los encargados de ejercerla se dejan enredar por el vil dinero, el tráfico de influencias o los apetitos de poder? ¿Cómo confiar en la acción contra el delito, las bandas organizadas y los peces gordos cuando los policías hacen de las “mordidas” un medio de vida? Con todo, los últimos directores de la institución han realizado los mayores esfuerzos de depuración en sus filas, que en muchos casos han tenido correctivos ejemplares, si bien el gigantismo de la empresa facilita no pocos descarríos.

Según la encuesta, las entidades más corruptas de Colombia son el Congreso y los partidos políticos. Entidades que tienen mucho en común como representantes del pueblo, y que debiendo ser, por eso mismo, dechados de pulcritud y eficiencia, son todo lo contrario. Los partidos han deteriorado su esencia democrática, y sus miembros han dejado perder el prestigio personal e institucional que fue la nota preponderante de otras épocas.

Hoy nuestros partidos son los menos reputados en América. Lo dice Fernando Londoño Hoyos en su columna de El Tiempo de este 11 de julio: “La política perdió toda nobleza, se quedó sin altura, sin ideas ni motivos”.

Esta encuesta cubrió 107 países, y entre ellos Colombia tuvo una pésima nota. El primer lugar en corrupción lo ocupó Bolivia, luego quedaron Méjico y Venezuela, y el quinto puesto fue para Colombia. Nos rajamos. Triunfó la corrupción.

Ojalá esta penosa circunstancia lleve a Colombia, con su presidente a la cabeza, a reflexionar sobre los graves problemas que nos rebajan y nos deshonran ante el concierto de las naciones, y a buscar medidas prontas y eficaces para salir del atolladero a que hemos llegado. El hundimiento moral no es de ahora, no es solo de este Gobierno, ni del anterior, ni del de más allá, sino que se ha producido poco a poco a través de largo tiempo.

Se requiere una fuerza nacional –de todos los estamentos y de todos los ciudadanos de bien– para romper las barreras de la indiferencia social y de la común tolerancia con el vicio, que mantienen al país en tan lastimoso estado de ruina moral.

El Espectador, Bogotá, 12-VII-2013.
Eje 21, Manizales, 12-VII-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-VII-2013.

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Comentarios:

Yo creo que mientras no existan leyes fuertes y se apliquen con vigor, nunca vamos a destruir ese flagelo de la corrupción. Mauricio Guerrero, colombiano residente en Estados Unidos.

Si el país no despierta de esta pesadilla, nos aniquilará a todos. Eduardo Durán Gómez, Bogotá.

Hay problemas tan arraigados que uno no vislumbra solución a ningún plazo. Si bien es cierto que la corrupción es un mal general en muchos países del mundo, ¿por qué Colombia tiene que figurar entre los más corruptos? Una de las razones por la cual aumentó la corrupción fue la de acabar con el control previo para la fiscalización de los compromisos fiscales del Estado. De esta manera la Contraloría General de la República pasó de hacer un control anterior al egreso, a uno posterior, es decir a «bendecir y avalar» hechos cumplidos, mucho tiempo después de las erogaciones. Pero ¿a quién puede interesarle reimplantar el sistema anterior de control? Se terminaría el festín con los dineros públicos. Gustavo Valencia García, Armenia.

He leído varios escritos donde los columnistas se duelen de la corrupción, a raíz del reciente informe internacional, pero ninguno habla de la sanción social inexistente en Colombia. Sin ella no saldremos de esta situación. Jorge Jaramillo, Bogotá.

De los males mayores del país, la corrupción los supera todos. Por más leyes, cambios a la Constitución, cambios estructurales del sistema, planes decenales para mejorar las cosas, no vamos a cambiar sustancialmente nada sino hasta que cada uno de nosotros hagamos conciencia histórica y autocrítica, aceptando primero que somos los únicos responsables de lo que tenemos y nos merecemos: los unos por acción, los otros por omisión, los otros por adinamia, los otros por complacencia… Jorge Luis Duque Valencia, médico cirujano, Armenia.

Esta columna es el pálpito y el dolor de todos los ciudadanos de bien y del común, que no tenemos forma de alzar la voz en un medio de comunicación. Debo confesar que lo que yo siento es una enfermedad colectiva de desánimo, incredulidad, impotencia, desesperanza y miedo. Los corruptos nos tienen al borde del abismo físico, emocional, económico, que agota  y nos convierte en un pueblo maltratado y dolido. Y nosotros metidos en un laberinto del cual no tenemos posibilidades de salir. Inés Blanco, Bogotá.

Cuando joven, la industria de la familia me enseñó a ver la corrupción bien de cerca y cuando mayor, regresado de estudiar en Europa y ya en el medio trabajando, hube de vivirla bien de cerca y como nunca pude ni quise participar, me vi obligado a salir del país. Jorge Enrique Angel Delgado (correo a El Espectador).

La corrupción en Colombia es una forma de vivir para la clase política desde que somos república. En la actualidad súmanse narcotráfico, contratos y todo tipo prebendas. Adolecemos de códigos éticos que realmente nos conviertan en una sociedad ejemplar, democrática, equitativa, justa. Para eliminar o por lo menos disminuir este flagelo se requieren por lo menos 5 generaciones de colombianos aplicados a un nuevo orden que cambie todas estas malas costumbres. Hay que estudiar, transformar con nuevos valores y códigos éticos lo que queda de país. socratesindignado (carta a El Espectador).  

Muy interesante artículo. Espero ayude a crear conciencia. La corrupción es el cáncer que está devorando al país y de acuerdo a las últimas informaciones hizo metástasis en todas las entidades  oficiales. Pero lo más grave es la permeabilización de la justicia que como dicen varios columnistas en la prensa hizo que se «corrompiera la sal». Hasta ahora no se vislumbra quién le ponga el cascabel al gato, pues todo es fruto de la politiquería y de los politiqueros, a quienes el bien de la nación les importa un pepino. Sólo les interesa llenar sus arcas en forma fácil y rápida, sin importar los medios. Desafortunadamente establecieron la cultura de la trampa y el atajo donde al delincuente se le admira como «vivo» y al honesto lo tachan de «pendejo». Lástima nuestra Colombia, tan bella pero tan mal manejada. William Piedrahíta, colombiano residente en Belleview, Florida.

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