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Archivo para septiembre, 2017

Pastora

miércoles, 20 de septiembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El papa Francisco dejó sembrados en suelo colombiano profundos mensajes. Su presencia estremeció a Colombia tanto por el magnetismo de su personalidad como por la trascendencia de su palabra y el efecto maravilloso creado por sus gestos y sus actos.

El hecho de que cerca de siete millones de personas lo hubieran acompañado y vitoreado en los recorridos por las cuatro ciudades que visitó habla del carisma que despierta en las masas. Su sencillez y amabilidad, acompañadas de la sabiduría con que expresa sus ideas y aconseja medidas correctivas, lo convierten en líder impactante, que no solo convence sino que además sacude la conciencia colectiva y pone a pensar a gobernantes y políticos.

Con el lema “Demos el primer paso”, refrendó su certeza sobre “el perdón y la reconciliación” como paso esencial para encontrar los caminos de la paz. “La violencia –dijo– engendra más violencia; el odio, más odio y la muerte, más muerte”.

Vino a ver, escuchar y palpar la realidad colombiana. A levantar la esperanza. Abordó tantos temas de nuestra vida cotidiana que no parecía un forastero sino un colombiano más. Se mostró conocedor de nuestras costumbres y tradiciones, e incluso de nuestra literatura y los símbolos patrios. Mirando a los ojos de la gente pobre, descubrió lo que está escondido en el interior de las almas. Lo que se sufre y se calla.

A los obispos les advirtió que no son políticos ni técnicos, sino pastores. Y censuró el apego al dinero y las comodidades. La conducta de austeridad la ejercía como arzobispo de Buenos Aires (donde viajaba en metro o en bus colectivo, como cualquier ciudadano), y la acentuó en el Vaticano.

El anillo del Pescador, que es el mayor símbolo papal, lo mandó elaborar, no en oro macizo, como era la tradición, sino en plata dorada. Así, atacó la ostentación del boato y la riqueza que siguen algunos jerarcas de la Iglesia, y dirigió su gobierno hacia los pobres.

El acto más emotivo y más doloroso de su peregrinación lo vivió en Villavicencio, en el parque Las Malocas, frente a los relatos de personas torturadas por la guerrilla mediante sistemas bárbaros –inconcebibles en seres humanos– durante el medio siglo de violencia que hoy se busca detener a través del proceso de paz.

Un testimonio pavoroso –el más cruel y el más conmovedor de los narrados en Villavicencio– es el de Pastora Mira García, a quien la guerrilla asesinó a su padre, sus dos hijos y su esposo. La valiente mujer le mostró al sumo pontífice –y con él, al país entero– la camisa que llevaba su hijo el día que lo mataron, regalada por su otra hija, también desaparecida. No obstante, un día descubrió, enfermo y en estado calamitoso, a uno de los asesinos de su hijo, a quien brindó amparo y perdonó.

Hoy desarrolla edificante labor social en San Carlos, Antioquia, municipio del que es concejala, hacia la población desprotegida. Muy apropiado su nombre de Pastora para enlazar la función pastoril –en el exacto sentido papal– que cumple en su pueblo. Con adición de su apellido, puede fabricarse esta frase: “Pastora mira las necesidades ajenas”. Esta tarea la han olvidado algunos obispos, y vino a recordarla, en su visita a Colombia, el papa de los pobres.

El Espectador, Bogotá, 15-IX-2017.
Eje 21, Manizales, 15-IX-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 17-IX-2017.
Mirador del Suroeste, n.° 62, Medellín, septiembre/2017.

Comentarios

Espléndida columna, testimonial de la aleccionadora visita de Francisco, con lecciones que ojalá pelechen en este suelo tan problemático y emproblemado. Con feliz remate, al resaltar la personalidad de Pastora, con tragedias de vida superadas por el servicio al bien común. Carlos Enrique Ruiz, Manizales.

Se trata de una gran personalidad de naturaleza constructiva y gran carácter humanitario. Esta columna logra una magnífica aproximación a su figura. Alpher Rojas, Bogotá.

Les llegará el turno

martes, 12 de septiembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En medio del hundimiento moral, social y político que atraviesa Colombia, no todo es negativo. La gangrena que carcome a la Rama Judicial debido a la corrupción de magistrados y jueces, que cada día levanta más ampollas y crea más estupor, tiende, sin embargo, a detenerse al ser descubiertas las cabezas principales de ese festín de la codicia y la explotación. Aparecerán otros actores, claro que sí, pero a todos les llegará el turno para rendir cuentas y recibir los castigos impuestos por la sociedad y la ley.

El fiscal general, Néstor Humberto Martínez, da una gran sorpresa. Ojalá se mantenga en esa línea. Cuando se pensaba que iba a ser tolerante con el gobierno de Santos, del que hizo parte, y con Cambio Radical, que merecía su apoyo soslayado, demuestra rigor e independencia al acometer las drásticas acciones llevadas a cabo frente a la ola de maledicencia que azota al país. En Venezuela, la exfiscal Luisa Ortega arremete contra el gobierno de Maduro, al que secundó por varios años, y con su actitud valiente demuestra que todavía puede salvarse la democracia y desalojar a los déspotas del poder. A los verdugos del pueblo. No todo está perdido, ni en Colombia ni en Venezuela.

Semana n.° 1845, 10 al 17 de septiembre de 2017

Comentario

Una buena nota de análisis político de actualidad. Personalmente confío poco en este Fiscal. Es la cuota de Germán Vargas Lleras y de Luis Carlos Sarmiento, suficiente para hacer crujir los dientes. Alpher Rojas, Bogotá.

Las jornadas de Yagarí

miércoles, 6 de septiembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Conocí a Luis Yagarí en Armenia, en 1969, y 5 años después nos encontramos en Manizales, donde él era columnista estrella del diario La Patria, al que estaría vinculado durante más de 50 años. Como alumno de Luis Tejada, Yagarí siguió sus pasos con maravilloso estilo.

A sus trabajos los llamaba jornadas. Cada jornada era para él una travesía ardua, sufrida, meticulosa, donde no ahorraba esfuerzos en la pesquisa informativa y en la factura del tema. Con ese rigor, escribió crónicas geniales, donde campeaban la gracia, la amenidad, la fina ironía, la agilidad mental. Y solía sazonarlas con gotas de humor y altas dosis de sabiduría.

En 1975, escribí El tabaco de Yagarí, donde dibujo su singular personalidad. Este texto vino a conocerlo su hijo Gonzalo, 36 años después, y dio lugar al siguiente mensaje que me remitió desde Pereira: “Me impresionó el retrato de cuerpo y de espíritu que usted logró, con su pluma, de mi padre”.

El tabaco era signo esencial de su carácter. Con él aireaba su estampa gallarda y se daba visos de preeminencia. Era, además, fuente de estímulo e inspiración. Estas son palabras suyas: “Es mi unidad de medida. Las crónicas las mido por chupadas. Creo que el equilibrio lo guardo en el tabaco, como los perros en la cola”.

Su ilustración obedecía a sus intensas lecturas y a su contacto con altas figuras de las letras, como Silvio Villegas y Aquilino Villegas. Como periodista, no perdía ocasión para acercarse a los líderes nacionales, lo mismo que a escritores, poetas e intelectuales.

De él dijo Hernando Giraldo, el brillante columnista de El Espectador: “Luis Yagarí es una de las cimas que mayor visibilidad conservan a lo largo y ancho del país”. Y Fernando Londoño y Londoño: “En este libro (se refiere a Jornadas) que las gentes creen que es un libro de humor, hay historia, hay filosofía, política, hay poesía y hay un poquitín de humor”.

También actuó en la vida pública. Presidió la Asamblea de Caldas y la Cámara de Representantes. Estuvo en el servicio exterior y fue directivo de su partido. En 1925 se desempeñó como intendente del Chamí, región indígena que pertenecía a Caldas. De allí sacó el apellido Yagarí, que en dialecto chocoano quiere decir flechero. Con esa adquisición, no cesaba de disparar sus flechazos certeros.

Nació en Pereira el 27 de marzo de 1903, se casó en Calarcá el 27 de julio de 1925, y murió en Manizales el 18 de mayo de 1985. Por lo tanto, echó raíces en todo el territorio conocido hoy como el Eje Cafetero. Su nombre de pila es Gonzalo Uribe Mejía. Apelativo que perdió para convertirse en Luis Yagarí, personaje que pasó a la historia. El indígena “murió de soledad y tristeza –dijo–. Cuando me contaron su muerte escribí una crónica titulada Yo maté a Luis Yagarí”.

He vuelto a encontrarme con el cronista estrella a través de la gratísima relectura de su libro Jornadas (1974). Densas capas de olvido han caído sobre su nombre. Ya pocos saben quién fue Luis Yagarí. Ojalá alguna entidad se encargue de recuperar su obra. Vale la pena volver sobre el pasado memorable que enalteció con su inteligencia este hijo ilustre de la comarca cafetera.

El Espectador, Bogotá, 1-IX-2017.
Eje 21, Manizales, 1-IX-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 3-IX-2017.

Comentarios

¿Cómo olvidar el estilo, la claridad conceptual  y las agudas columnas de Luis Yagarí? Gustavo Valencia, Armenia.

Excelente y resumida evocación de un hombre cuyos textos fueron el habitual alimento cultural de una región que él representaba con tan selecto lenguaje. Qué necesarias son estas evocaciones para recuperar y proteger ese pasado que solo se encuentra en memorias privilegiadas como la del autor de este artículo. Umberto Senegal, Calarcá.

El columnista tiene toda la razón: con el olvido en el Eje Cafetero, la historia, en toda su extensión, la enterraron. Durante mi breve paso por La Patria, en 1972, lo conocí. Era la época de Jorge Santander y Héctor Moreno, de grata recordación en el medio intelectual del Manizales de entonces. Guillermo Valderrama (correo a La Crónica del Quindío).