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El legado de Galán

martes, 12 de noviembre de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Hace treinta años ocurrió el magnicidio de Luis Carlos Galán en la plaza de Soacha. Graves hechos mantenían erizado al país debido a la actividad criminal ejecutada por Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, capos del Cartel de Medellín. La orden era eliminar a quien interfiriera en su camino, y de esta manera fueron asesinadas grandes figuras nacionales.

Tres meses después de muerto Galán, explotó una bomba en el vuelo 203 de Avianca y murieron las 110 personas que iban a bordo. Se cree que el acto terrorista estaba dirigido contra el entonces candidato presidencial César Gaviria, que a última hora desistió de ese vuelo obedeciendo la alerta dada por su cuerpo de seguridad.

El 6 de diciembre de 1989 estalló un bus camuflado con 500 kilos de dinamita que destruyó la sede principal del DAS y dejó un saldo de 63 muertos y cerca de 600 heridos. Al frente de este organismo se hallaba Miguel Maza Márquez, quien había asestado fuertes golpes al Cartel de Medellín.

Recuerdo la visión tétrica que por aquella época tuve en Medellín cuando adelantaba una diligencia de trabajo. La ciudad estaba petrificada por el miedo y el horror. La gente salía por la tarde de sus actividades y se escondía en sus viviendas. A las ocho, Medellín tenía figura fantasmal. Eran los días en que Pablo Escobar había establecido una tarifa por policía muerto.

Esta imagen espeluznante la revivo hoy con la lectura del libro 8 de agosto, de Planeta, escrito por Gloria Pachón de Galán con motivo de los treinta años de la muerte de su esposo. Narración sobrecogedora que recoge los pasos del líder durante su lucha intrépida contra los capos de la droga y contra el clientelismo y la corrupción en la actividad política. Ellos se habían conocido como periodistas de El Tiempo, y tras el asesinato de Galán, Gloria fue embajadora ante la Unesco y ante el gobierno francés.

Luego de su brillante desempeño como ministro, embajador, periodista y líder político,  Galán llegó a la plenitud de su carrera como aspirante a la Presidencia de la República. Era el político más destacado del momento. La mira de Pablo Escobar estaba dirigida hacia el exterminio de este obstáculo dentro de los propósitos del narcotráfico. Alberto Santofimio, que buscaba la misma posición y mantenía lazos de amistad con Escobar, sabía que para triunfar era necesario que desapareciera su rival.

Gloria Pachón narra en su libro, con abundancia de detalles, las protuberantes fallas de seguridad que existían para proteger la vida de su esposo. Dos fichas claves para lograr dicho objetivo eran Maza Márquez, jefe del DAS, y Jacobo Torregrosa, que había sido escogido por Maza para dirigir el esquema de protección del candidato. Con el tiempo vendría a saberse que ellos debilitaron los sistemas de inteligencia que debían reforzar en Soacha, y así permitieron el magnicidio.

Gloria Pachón ha escrito un estremecedor testimonio sobre este capítulo dantesco de la vida colombiana. Con emotividad, claridad y realismo repasa los hechos pavorosos que en 1989 conmocionaron al país, y que nunca podrán olvidarse. Carlos Fernando Galán tomó las banderas de su padre en la reciente campaña por la Alcaldía de Bogotá, y ha conformado un sólido movimiento político que se asoma al futuro.

El legado de Galán cobra actualidad. Vienen muy a propósito las palabras que el caudillo pronunció tras el fallido atentado que se le hizo en Medellín: …”a los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no; al contrario, cuando se elimina a los hombres se robustecen las ideas”.

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El Espectador, Bogotá, 9-XI-2019.
Eje 21, Manizales, 8-XI-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 10-XI-2019.

Comentarios 

Muy oportuno este estupendo artículo recordando la grandeza de Galán en este nuevo aniversario de su muerte. Siempre lo admiré entrañablemente. Recuerdo que la noche del asesinato lloré como un chico. De pesar y de rabia. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Las grandes figuras que hubieran podido contribuir a un buen gobierno y por ende un mejor bienestar para el pueblo fueron vilmente asesinadas. Es el caso de Galán, entre muchos. No tenía conocimiento del libro de Gloria: la noticia me despierta el interés por leerlo. Inés Blanco, Bogotá.

Las valientes convicciones de Santos

martes, 30 de abril de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El libro La batalla por la paz, de Juan Manuel Santos, está llamado a ser el mayor testimonio del proceso adelantado con las Farc. El prólogo, del expresidente del Gobierno de España Felipe González, se convierte en elocuente expresión de apoyo al líder colombiano que ha librado ingentes esfuerzos por la consolidación de la paz luego de más de medio siglo de turbulencia pública.

La subversión deja 220.000 muertos, más de 8 millones de víctimas y daños incalculables. Ante semejante panorama, cabe preguntar: ¿por qué ningún Gobierno había logrado ponerle fin a la guerra? Varios presidentes lo intentaron y ninguno lo consiguió. Solo Santos tuvo éxito gracias a  su labor titánica y el firme convencimiento de que mediante el diálogo podían lograrse el acercamiento y el consenso de ambas partes.

Si bien Santos había participado como ministro de Defensa de Uribe en los hechos bélicos que permitieron la eliminación de varios cabecillas imbatibles de las Farc, abrigaba la esperanza de hallar solución al conflicto en una mesa de negociación. La clave estaba en saber jugar las cartas, y él conocía muy bien el camino.

Sus dotes de prudencia, astucia, paciencia y firmeza le hicieron ganar el calificativo de jugador con que manejó momentos cruciales de su desempeño en la vida pública. Por supuesto, no ignoraba las artes del Buen Gobierno, rótulo asignado a la fundación en que debatía sus ideas. Y había escrito con Tony Blair, ex primer ministro británico, el libro La tercera vía, que contiene tesis estratégicas para la acción gubernamental que buscaba.

Al llegar a la Presidencia de la nación, su primera medida fue desmarcar su administración de la acometida guerrera adelantada por el gobierno anterior. Bien clara estaba su intención negociadora al anunciar en el acto de posesión: “La puerta del diálogo no está cerrada”. Al nombrar como ministros a Germán Vargas y Rafael Pardo, personas no gratas para Uribe, notificaba el propósito de implantar su sello personal, su completa autonomía. Esto no ha sucedido con Duque, que no ha logrado tomar las riendas del mando debido a la injerencia de su tutor político.

Santos le dijo al país que iniciaba un mandato independiente y con total libertad ejecutiva. Tal circunstancia le valió el inri de traidor con que Uribe y sus adeptos lo han perseguido en forma implacable. De no hacerlo, hubiera fallado frente a sus planes de buscar otra alternativa de poder. Siempre había sido hombre de convicciones. Sacarlas adelante, contra los grandes riesgos y tropiezos que tuvo que afrontar, significó su tabla de salvación. Y lo hizo merecedor del Premio Nóbel de la Paz.

Quería sacar al país de la barbarie. Ese estado de salvajismo lo muestra el estremecedor documental El testigo: Caín y Abel, dirigido por la productora británica Kate Horne y pasado por Caracol esta Semana Santa, en el que se recogen siete historias macabras que el fotógrafo e investigador Jesús Abad Colorado captó durante 20 años de incursión por la geografía colombiana. Esas imágenes de la guerra presentan a las víctimas del conflicto como evidencias desgarradoras de la crueldad humana. Y claman por la vida y el cese de las hostilidades. 

El país está cerca de conseguir la paz, posibilidad que respaldan la comunidad internacional y buena parte de los colombianos. Quienes apoyamos y valoramos la puesta en marcha de los acuerdos de La Habana nos dolemos al mismo tiempo de la pasión sectaria y la ola de  mentiras y maledicencia que han obstruido –aunque no destrozado– el programa de la concordia nacional. Hay que salvar la paz.

El Espectador, Bogotá, 27-IV-2019.
Eje 21, Manizales, 26-IV-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28.IV-2019.
Aristos Internacional, n.° 23, septiembre de 2019, Torrevieja (Alicante, España).

Comentarios 

Santos consiguió su objetivo porque no estaba envenenado de odio y venganza como Uribe. Él  pensó en el bien del país cauterizando esa vena abierta de violencia irracional que no ha dejado prosperar a Colombia. Ojalá no logren «hacer trizas el acuerdo de paz» como es el deseo del Centro “Demoníaco”. William Piedrahíta González (colombiano residente en Estados Unidos).

Es lo que pensamos millones de colombianos, sin saber  cómo expresarlo, sin poder hacer nada, para salir de la situación actual del país. Leyendo el artículo, he sentido una especie de alivio para mis tristezas, por todo lo que está sucediendo, que parece llevarnos de nuevo a una guerra,  que creíamos superada. La persecución a personajes de la oposición, el asesinato de líderes sociales, ambientalistas y otros, más las retorcidas maniobras de políticos y dirigentes, pintan un oscuro panorama. Elvira Lozano Torres, Tunja.

Gracias a Dios estamos matriculados en una noble cofradía: la de los que creemos en la paz negociada, la paz liberal, la paz cristiana, la paz humanitaria. José Jaramillo Mejía, Manizales.

Qué importantes «Las valientes convicciones de Santos». En mi humilde concepto, fue un acontecimiento magno en nuestra historia que nos puso a reflexionar sobre nuestro pasado marcado por la confrontación y el engaño, primero con la violencia partidista y luego con el tema guerrillero, que sirvió como escudo para dilatar y no enfrentar los verdaderos problemas que afronta el país. Lombardo Rueda Madrid.

Los colombianos debemos cerrar filas en torno a la paz. El personaje siniestro que dirige la gavilla contra el acuerdo de paz debe ser rechazado por los ciudadanos de bien que queremos un país con igualdad de oportunidades para todos. Las Fuerzas Armadas no pueden continuar siendo utilizadas para defender privilegios de unos pocos: ahí tenemos el ejemplo perverso de Venezuela. Gupinzón (correo a El Espectador).

Definitivamente, gobernar con autonomía e independencia hizo que Santos lograra la paz, muy a pesar de los agravios, groserías, ultrajes de Uribe. Muchos –la mayoría–  despertamos a un nuevo amanecer con gratitud hacia el presidente Santos. Hoy es doloroso ver que regresamos a las masacres, robos de tierras, desplazamiento forzado de campesinos e indígenas. Hay dolor de patria. maesni55 (correo a El Espectador).

Momentos con Belisario

miércoles, 26 de diciembre de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Mis encuentros con el presidente Belisario Betancur fueron siempre amables y efusivos. Ese era su talante. A veces una sola entrevista es suficiente para producir impacto. Hay momentos que nunca se olvidan. Desde mi época juvenil en Tunja, por los días de la dictadura de Rojas Pinilla, percibí su imagen como la de un político osado y valiente, de ideas avanzadas.

Mientras muchos colombianos se deshacían en elogios hacia el nuevo régimen y gozaban de sus prebendas, él seguía firme en la oposición. Lideraba el famoso Batallón Suicida, integrado por otras 6 figuras notables de su partido. Esa actitud equivalía a un suicidio. Colosal ejemplo de carácter, coraje y dignidad.

Belisario se hizo a puro pulso. Campesino nato, salido de las breñas antioqueñas de Amagá, sus  primeros años fueron de pobreza absoluta. Con el pie al suelo asistió a la escuela pública. Luego  ingresó al seminario misional de Yarumal, de donde lo expulsaron por carecer de vocación para la vida religiosa. Mediante una beca para la gente pobre obtuvo el grado de abogado en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

En 1945, de 22 años, se casó con Rosa Helena Álvarez. Ese mismo año inició su carrera política como diputado a la Asamblea de Antioquia. Fue el único diputado que no abandonó a Laureano Gómez como presidente constitucional. En 1950 ingresó a la Cámara de Representantes. Entre 1953 y 1957 fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente convocada por Rojas Pinilla. Carrera fulminante y admirable, producto de su aptitud y su ética en el campo de la política.

En el Frente Nacional fue ministro de Trabajo, senador y embajador ante España. En 1970 se postuló como candidato presidencial y perdió la contienda. En 1978 se enfrentó a Turbay Ayala, quien le ganó por estrecha diferencia. Y llegó el tercer intento, el de 1982, cuando  todo parecía indicar que el vencedor sería López Michelsen, que buscaba la reelección con fuerte maquinaria electoral. Pero Belisario, experto en derrotas, convenció al país de que él era la carta cabal para ese momento, y días después acarició las mieles del triunfo.

López Michelsen había puesto como símbolo de su campaña al gallo ‘colorao’, y ubicó en el otro extremo al gallo plebeyo. A la gente no le gustó la actitud arrogante de López, y la votación por el candidato de aparente minoría fue aplastante. De entrada, el día de la posesión pronunció estas palabras que se volverían la mayor enseña de su gobierno: “Ante el pueblo de Colombia levanto una alta y blanca bandera de paz: la levanto ante los oprimidos, la levanto ante los perseguidos, la levanto ante los alzados en armas, ante mis compatriotas de todos los partidos y de los de sin partido”.

Fue el gran abanderado de la paz, mucho antes que Juan Manuel Santos. Los guerrilleros acogieron la invitación a la concordia, y hubo avances significativos. Más tarde, se aprovecharon de la magnanimidad presidencial, y vino el rompimiento. La inmolación del ministro Lara Bonilla fue decisiva para que el presidente tomara medidas drásticas. Como respuesta, el M-19 se tomó el Palacio de Justicia y declaró al presidente objetivo militar. La recuperación del edificio por el Ejército implicó una dantesca operación de sangre y terror, que la Historia no podrá olvidar.

Todo fue confusión los días 6 y 7 de noviembre de 1985. Los hechos hacen pensar que en esa encrucijada hubo vacío de poder. Más tarde Belisario asumió toda la responsabilidad por lo que había sucedido y ofreció que dejaría su propio testimonio sobre la realidad, para que se conociera después de su muerte. Apenas habían pasado 6 días de sofocada la rebelión, cuando se presentó la catástrofe del Nevado del Ruiz que destruyó a Armero y dejó más de 20.000 muertos.

El 31 de marzo de 1983 un sismo había devastado la ciudad de Popayán y dejado un saldo de 300 muertos y 10.000 damnificados. Ningún otro presidente de Colombia ha afrontado tantas adversidades como las ocurridas en el gobierno de Belisario.

* * *

En agosto de 1990, 4 años después de que entregó el poder, publiqué en El Espectador el artículo titulado Presidente: ¡salve usted al poeta! Me refería a la crisis económica que atravesaba en Méjico el poeta Germán Pardo García. El recién posesionado presidente era César Gaviria, y quizás por eso el artículo no tuvo eco en su despacho. El que se apersonó de la situación fue Belisario, quien como presidente de la Casa de Poesía Silva consiguió un auxilio para el poeta en apuros.     

En un acto cultural, 2 años después, lo saludé en un grupo de amigos. Acababa yo de escribir un artículo sobre la muerte de Pablo Echeverri, mi excolega de la banca en Armenia, víctima de un infarto en una calle de París. Narraba en esa nota la maravillosa atención que María Clara Betancur, cónsul general de Colombia en aquella ciudad, había prestado a la viuda. Belisario, con gran emoción, me presentó a su esposa Rosa Helena y me manifestó que el mismo día del artículo había llamado por teléfono a su hija a contarle el reconocimiento que se le hacía por su noble acción en la columna de El Espectador. Eso era él: emotivo, sincero, deferente. Dicho en otra forma, montañero puro.

Tengo otros recuerdos gratos sobre el hijo de Amagá que la brevedad del espacio no me permite incluir aquí. Cuando supe la noticia de su muerte, sentí que se había ido un gran colombiano. Entre tantos títulos conquistados está el de evangelista de la cultura. Desde antes de morir, ya había ingresado a la galería de los hombres ilustres. Saltó de los barrizales de su tierra al palacio de los presidentes.

El Espectador, Bogotá, 22-XII-2018.
Eje 21, Manizales, 21-XII-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 23-XII-2018.
Mirador del Suroeste, n.° 67, Medellín/2019.

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Magnífico artículo sobre nuestro admirado paisano. Amagá, su tierra natal, pertenece a la subregión del Suroeste Antioqueño, por lo que te pido autorización para publicarlo en la edición # 67. Considero a Belisario  el más importante personaje nacido en esta subregión. Jaime Vásquez Restrepo, fundador de la revista Mirador del Suroeste, Medellín.

Ha sido para mí el presidente más admirado, no por sus realizaciones políticas ni por su condición de gobernante, que también, sino por el talante humano y cultural que lo caracterizaba y que tanta falta le hace al político contemporáneo. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

Muy gratos los recuerdos y muy bien traído el breve, pero sentido, homenaje que en su amena prosa hace del presidente Belisario Betancur, prohombre salido de las breñas antioqueñas. Es justo y merecido el reconocimiento, pues fue un luchador denodado, un hombre sencillo y poseedor de una cultura superior. Gustavo Valencia García, Armenia.

O cambiamos o nos cambian

lunes, 22 de octubre de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La chispa que prendió la controversia

Política con pimienta

Augustolión tiene la razón

Hoy le echó gasolina al fuego otro gran colaborador de EJE 21: Gustavo Páez Escobar. Con pruebas irrefutables, sostuvo que Augustolión sí tiene la razón y que fue Fabio Valencia Cossio quien acuñó esta frase que hizo carrera en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. “Valencia Cossio era el presidente del Congreso en 1998, y en tal carácter le dio posesión a Andrés Pastrana como presidente de la República y pronunció la frase aludida. Esto lo dice mucha gente. La confusión está en el año, y desde luego en el nombre del presidente de la República”, escribió Páez Escobar.

 Lo que dice Páez Escobar:

Apreciado Augusto León:

Me puso a pensar la rectificación que haces a tu columna de Eje 21 respecto a que el autor de la frase “O cambiamos o nos cambian”, pronunciada en la posesión de Álvaro Uribe en el 2002, no fue Fabio Valencia Cossio sino Luis Alfredo Ramos. En efecto, Ramos era en el 2002 el presidente del Congreso, y no Valencia Cossio, y por lo tanto este no podía ser el autor de dicha frase.

En cambio, Valencia Cossio era el presidente del Congreso en 1998, y en tal carácter le dio posesión a Andrés Pastrana como presidente de la República y pronunció la frase aludida. Esto lo dice mucha gente. La confusión está en el año, y desde luego en el nombre del presidente de la República.

Navegando por internet, encontré varios artículos de prensa que afirman este hecho. Por otra parte, Valencia publicó un libro que lleva por título O cambiamos o nos cambian, que parece refrendar su frase histórica. Esto es lo que dicen los artículos leídos en internet:

Vlado (El Tiempo, 23-VIII-2017): “…tal y como lo hizo el 7 de agosto de 1998, en la posesión presidencial de Andrés Pastrana, el flamante presidente del Congreso, Fabio Valencia Cossio, quien se fajó un discurso en el cual acuñó una frase histórica. “O cambiamos o nos cambian”.

Columna en El Pilón, Valledupar, 24-VII-2018: “Casi 20 años han pasado desde que Fabio Valencia Cossio, como presidente del Senado en el discurso de posesión de Andrés Pastrana, sentenciara a sus colegas congresistas con la doblemente incumplida frase, “o cambiamos o nos cambian”.

Entrevista con Fabio Valencia Cossio, ministro del Interior y de Justicia. Por Hugo García Segura y Carlos J. Murcia (El Espectador, 19-VII-2008): “Dice que su famosa frase “O cambiamos o nos cambian”, pronunciada hace diez años en el Congreso, sigue vigente”.

Sergio Ocampo Madrid (El Espectador, 20-VIII-2018): “O cambiamos o nos cambian”, dijo Fabio Valencia hace 20 años en su discurso como presidente del Congreso para posesionar a Pastrana en el periodo 1998-2002”.

Gustavo Gómez Córdoba (El País.com.co, 8-IV-2018): “Fabio Valencia Cossio, célebre autor de la frase “o cambiamos o nos cambian”.

Con base en estas aseveraciones, no quedaría duda al respecto. Sin embargo, suele suceder que hay frases o hechos que, sin ser reales, pasan de boca en boca y se vuelven ciertos. Desenreda el ovillo, querido Augusto León.

Abrazos, 

Gustavo Páez Escobar

Eje 21, Manizales, 8-IX-2018.

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Jorge Arango Mejía

martes, 24 de julio de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Con el fallecimiento de Jorge Arango Mejía, el Quindío pierde a uno de sus líderes más destacados en los campos social, político y jurídico. Siempre estuvo atento al desarrollo de la región y se convirtió en censor implacable de los errores cometidos por los gobiernos locales.  Enfocó sus críticas contra los actos de corrupción de los alcaldes de Armenia. Y atacó el desgreño administrativo que sufre la ciudad con la invasión del espacio público y con otros puntos esenciales que frenan su progreso.

El 10 de junio, en su último artículo de prensa, decía: “Armenia pasa por la peor situación de su historia: nunca la ciudad había caído tan bajo. Tener el alcalde en la cárcel, acompañado por algunos de sus colaboradores más cercanos; y dos exalcaldes en similar situación, causa vergüenza”. El deterioro moral del Quindío le producía indignación. Jorge Arango Mejía era, por encima de todo, ciudadano de intachable moralidad. La reciedumbre de su carácter lo llevaba a señalar los desaciertos de frente, sin dobleces ni medias tintas.

Se graduó de abogado en el Externado de Colombia. Poseía vasta cultura humanística, como da cuenta el libro Las palabras maravillosas del Quijote, editado por el Fondo Cultural Cafetero. Autor de tres obras más, entre ellas una sobre Derecho Civil, publicada por las universidades del Rosario y Nacional, con prólogo de Carlos Lleras Restrepo, y de numerosos textos jurídicos y artículos para los diarios en los que era columnista.

Después de pasar por La Dorada como juez civil fue alcalde de Armenia en 1961, antes de cumplir los 25 años. Por una feliz circunstancia, nos habíamos hecho amigos en Cartagena, y en 1969 me posesioné ante él mismo, siendo gobernador del Quindío, como gerente del Banco Popular en su tierra natal. Desde entonces nos unió cordial amistad.

Fue embajador en Checoslovaquia en 1983. Esta labor le significó formidable desempeño en la vida diplomática, según me escribe por aquellos días: “Los checos, cordiales, amables, sin problemas. Praga, extraordinaria. La vida cultural, soberbia. Nosotros viajamos un poco, tratamos de almacenar recuerdos, experiencias, comparaciones. Y por sobre todo, buscamos mejorar la imagen de Colombia, tan venida a menos en años recientes. Lo vamos logrando”.

A su vuelta al país ocupó los cargos de secretario general y director jurídico de la Federación Nacional de Cafeteros. Luego, se dedicó al ejercicio de la abogacía, haciendo gala de su reconocida pulcritud, dignidad e idoneidad. Además, actuaba como conferencista de diversas materias, y se dispensaba a sus amigos en agradables tertulias armonizadas con su simpatía y su don de gentes. Era excelente conversador. Así lo conocí en Cartagena, y así lo disfruté en su tierra.

Coronó su carrera jurídica como magistrado de la Corte Constitucional, de la que fue presidente en 1994. Sus últimos años los pasó –dedicado al estudio, la lectura y la escritura, y desde luego al encanto de la naturaleza– en el predio campestre que tenía en el Quindío. Y alternaba el tiempo en su apartamento de Bogotá, siempre rodeado del afecto de Lucero, sus hijos y sus nietos, a quienes expreso nuestra sentida voz de solidaridad. Murió en paz con la vida.

Hermosas estas palabras de Jorge Arango Mejía citadas en estos días por el también ilustre quindiano Óscar Jiménez Leal, exmagistrado del Consejo Nacional Electoral: “Cuando quise formar una familia, volví a Manizales, tierra de mis mayores, y de sus jardines tomé la más bella de sus flores: María Lucía Isaza Londoño”.

El Espectador, Bogotá, 20-VII-2018.
Eje 21, Manizales, 20-VII-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 22-VII-2018.

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Acertada semblanza de Jorge Arango Mejía, un quindiano que nos honra y un amigo y colega que nos enorgullece. César Hoyos Salazar, Armenia (expresidente del Consejo de Estado).

Recuerdo que Jorge Arango Mejía también fue veedor del Partido Liberal y –en su pulcro y exigente ejercicio– no dejó colar ni paras ni mafiosos. Esos personajes llegaron después con el  nuevo veedor paisa: el «Ciego Llano», como le dicen las bases populares. Alpher Rojas, Bogotá.

Para quienes gozamos el privilegio de la amistad de Jorge y de su hermana Amalia, este artículo/obituario nos llega al alma. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Jorge Arango Mejía fue un ejemplar hombre a quien conocí en su paso por la Gobernación del Quindío, elegido por el presidente Carlos Lleras Restrepo, de quien era su discípulo y el más importante representante de su ideario político en nuestro Quindío. Su fallecimiento es una pérdida sensible, pero atenuada por el recuerdo de su fecundo paso por la vida. Gustavo Valencia, Armenia.