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jueves, 26 de septiembre de 2013 Dejar un comentario Ir a comentarios

LAURA VICTORIA

Tomado del libro Quién es quién en la poesía colombiana (1998), de Rogelio Echavarría:

“Nació en Soatá, Boyacá, el 17 de noviembre de 1904. En Tunja se graduó en La Presentación como profesora. Escribió sus primeros versos «que re­volucionaron la casta poesía de su época» a los 14 años. Su primer libro causó escándalo, entre entusiastas lectores y furibundos detractores, pues mientras los más pacatos –en una sociedad todavía enemiga de audacias sociales y literarias– criticaban a tan bella joven su «crudo sensualismo, indigno de una dama de su condición y talento», otros le dieron el espaldarazo, entre ellos el maestro Valencia, quien le dice: «En su manera de escribir no hay artificio, ni rebuscamiento, ni alarde, ni falsía, ni enga­ñoso brillo, ni tortura de formas: es el libre fluir de la vena poética, con un ritmo sosegado y acento natural en que la pasión apenas tiñe en rosa la albura de las corolas, y en que las fuerzas humanas se retuercen, no con el moverse diabólico de las serpientes sino con las castas ondulaciones del durazno en flor. Siga creando esos poemas tan sencillos, tan pulcros, tan sinceros, que ellos saben llegar a nuestros corazones, como un hálito de frescura, y como dulce arrullo a las almas tiernas y juveniles». Y ratificó: «Los primeros versos que leí de usted me fueron una revelación; había vuelto a encontrar la fuente de la poesía tal como irrumpe del mismo cora­zón de la vida: canora, diáfana, purísima. Recibió usted el don de la poesía en su forma la más auténtica, la más envidiable, la más pura».

“Como natural resultado de esa polémica, su libro se agotó en ocho días. En 1937 ganó los juegos florales de Girardot –en competencia, entre otros, con Eduardo Carranza–. Y ofreciendo su cálida palabra en recitales teatrales recorrió, aplaudida y mimada, escenarios de Venezuela. Ecuador, Panamá, Costa Rica, Cuba, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos. Residió muchos años –y allá levantó y consolidó su familia– en México, donde ejerció el periodismo y desempeñó la cancillería de la embajada de Colombia. También fue agregada cultural en Roma.

“De sus lecturas bíblicas y su visita a Tierra Santa es testimonio su libro Viaje a Jerusalén, publicado en México en 1985, y termina en 1995 Actualidad de las profecías bíblicas, juzgado por el jesuita Óscar González Quevedo así: «Su libro es claro, es diáfano. Con asombrosa claridad desvenda usted el futuro. No parece un libro de interpretación de profecías. Parece un libro de historia».

“El maestro Rafael Maya escribió: «Llamas azules es, sin disputa, el mejor libro poético publicado por mujer alguna en Colombia». Federico de Onís también la consagra: «Laura Victoria es una de las personalidades más sobresalientes de Hispanoamérica. Su obra poética ha volado por todo el continente en alas de la fama». (En realidad, según el prólogo de Gustavo Páez Escobar para su último libro, «Laura Victoria forma con Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Rosario Sansores la galería de grandes líricas hispanoamericanas» y fue amiga personal de ellas, con quienes mantuvo correspondencia y recibió numerosos reconocimientos públicos)”.

Laura Victoria murió en Méjico el 15 de mayo de 2004, faltándole seis meses para cumplir el centenario de vida. Se había radicado en Méjico, con sus tres pequeños hijos, en febrero de 1939. Y allí se quedó por el resto de su vida. Poco tiempo antes de su muerte había sido elegida miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.

Libros: Llamas azules (1933), Cráter sellado (1938), Cuando florece el llanto (1960), Viaje a Jerusalén (1985), Itinerario del recuerdo (1989), Actualidad de las profecías bíblicas (1989), Crepúsculo (1989).

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Bogotá, 10 de agosto de 1985

Laura Victoria
Méjico

Estimada paisana:

Por ser de una generación distinta a la suya (acabo de cumplir 49 años) no la conocí durante su permanencia en Colombia. Pero la conozco a través de su poesía, si bien ésta apenas la he leído en parte, porque sus libros no volvieron a publicarse en Colombia.

Soy de Soatá. Hijo de Herminia Escobar Rincón. Mi padre es de otro lugar. Soy escritor y periodista. Ejecutivo bancario. Columnista de El Espectador. Miembro de la Academia Boyacense de Historia. Autor de cinco libros (novela, cuento, crónica, ensayo).

Es una necesaria presentación para que usted deduzca por qué la busco en su lejano Méjico. Me encontré en días pasados con otra soatense, Miryam Báez Osorio, (1) y ella me suministró su dirección. Tenía deseos de hacerle llegar copia de mi artículo de El Espectador, que va adjunto a la presente, donde hablo de usted.

Este comentario lo produje después de un encuentro con monseñor Roberto Márquez Rivadeneira en Sogamoso, (2) donde estuvimos repasando algunos recuerdos de la patria chica. Me contó él sobre el libro de poesía mística que usted tiene inédito y sobre la dificultad que se presentó para su publicación por parte de Colcultura.

Los versos ardientes que usted escribió en su época dorada pertenecen ya a las antologías y representan un momento estelar de su vocación lírica. El contraste con la vena mística que viene a cultivar al final de la vida es un hecho interesante, digno de estudiarse. Ahora, hay que descubrir a la Laura Victoria mística.

Por más distante que usted se halle hoy de la patria, su nombre sigue vigente. Hace mucho tiempo que no se publican sus libros, y sin embargo se le recuerda como una gran poetisa. La poesía nunca muere. Los poetas, como los escritores y los artistas en general, tienen vida eterna desde que hayan dejado obra trascendente.

En mi nota de El espectador la puse de 72 años porque en el Diccionario de escritores colombianos (Plaza y Janés) aparece nacida en el año 1912. En otra edición de la misma obra su nacimiento data de 1908. Dejemos este dato en misterio para obedecer a la edad más certera de las mujeres, que es la que se lleva en el alma, como dice mi esposa (3)

Con el envío de mi nota periodística tengo la oportunidad de hacer un contacto con mi admirada paisana. Miryam Báez Osorio me dice que usted se propone venir pronto a Colombia y viajará a Soatá. Magnífica noticia. Espero que entonces me sea dado conocerla personalmente.

Van mis cordiales votos de amistad,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Historiadora. Miembro de la Academia Boyacense de Historia. Oriunda de Soatá.
(2) Párroco de Sogamoso. Reconocido orador sagrado. No nació en Soatá, sino en Chiquinquirá, pero su familia paterna es de allí y él estuvo muy vinculado desde su niñez a nuestra Ciudad del Dátil.
(3) El año real de su nacimiento es el 17 de noviembre de 1904. A Laura Victoria le encantaba quitarse los años.

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México, D.F., agosto 23 de 1985

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado paisano:

Su carta del 10 del presente ha sido para mí una grata sorpresa no sólo por venir de un soatense sino por ser hijo de Herminia, a quien recuerdo con afecto, pues con la familia Escobar siempre nos unió una sincera amistad y por Herminia, a pesar de ser de las menores, sentí desde niña especial simpatía.

Por su carta y su artículo, que mucho agradezco, veo que usted es un gran escritor que maneja el idioma con precisión y altura, lo que verdaderamente me complace pues confirma la fama que tiene nuestra querida patria chica de ser cuna de notables escritores, comenzando por mi tío, el canónigo Cayo Leonidas Peñuela.

Es cierto que en Colombia se han olvidado un poco de mí. Eso obedece tal vez a mi ausencia del país. Mis libros, especialmente los dos últimos, Cráter sellado, editado aquí, y Cuando florece el llanto, publicado en España por la editorial Montaner y Simón de Barcelona, se agotaron desde la primera edición y no he vuelto a hacer más, por estar dedicada a estudios bíblicos, fruto de los cuales es Actualidad de las profecías bíblicas que no ha podido ver la luz por causas extrañas, pues está escrito y registrado desde 1972.

MI poesía mística tampoco ha encontrado editor, y tal como le contó monseñor Roberto Márquez Rivadeneira, ni Colcultura ni Extensión Cultural de la Alcaldía de Bogotá, cuando era directora María Paulina Espinosa, quisieron publicarme nada a pesar de que tuvieron los originales largo tiempo y me hicieron reiteradas promesas.

Ahora estoy tratando de publicar eso por mi cuenta pero me encuentro con el tremendo problema de la distribución y el costo editorial que con la terrible crisis por la que atraviesa México es estratosférico. Venciendo esos problemas acabo de publicar el librito adjunto. (1) Es cierto que como le dijo mi amiga Miryam Báez estoy pensando en viajar a Colombia y desde luego a Soatá, pero se me han presentado problemas de salud y algunos otros; a mi edad todo se dificulta y falta esa voluntad de los mejores años, pero creo, mediante Dios, estar allá para fines de este año o principios del otro.

Yo vivo soñando con la Patria, de la que me desarraigué por la sorda lucha que sostuve con mi marido por la patria potestad de nuestros hijos, que gracias a mi esfuerzo hoy son profesionales; el mayor es médico, el otro ingeniero civil y la hija, Beatriz, se destacó como Alicia Caro en el cine; los tres, que son la razón de mi vida, han compensado con creces mis sacrificios. Tengo también cinco bellos nietos que siguen carreras universitarias.

Como puede ver, mi destino ha sido duro y eso es lo que principalmente originó ese cambio en mi poesía y en mi vida en general, pero sigo escribiendo poesía, con menos frecuencia que antes, aunque la inspiración no ha muerto. Ahora estoy escribiendo mis memorias como obra final.

Ojalá me vuelva a escribir. Le prometo contestarle para sostener así una comunicación con la patria, a la que tanto añoro, pues a medida que pasan los años me siento más infeliz y sola lejos de todo lo que fue mi niñez y juventud. Aquí han sido muy generosos conmigo pero esta tierra sigue siendo extraña y no puedo acostumbrarme del todo. Le cuento que a pesar de los 45 años que llevo aquí sigo conservando mi nacionalidad colombiana.

Deseándole éxitos y completo bienestar quedo como su sincera amiga,

Laura Victoria

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(1) Viaje a Jerusalén.

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Bogotá, 8 de septiembre de 1985

Laura Victoria
Méjico

Apreciada amiga:

Yo presentía que iba a descubrirla en su distancia después de mis entrevistas con monseñor Roberto Márquez Rivadeneira y Miryam Báez Osorio. “A medida que pasan los años me siento más infeliz y lejos de todo lo que fue mi niñez y juventud», dice usted con melancolía, evocando sus viejas épocas, y aspira al retorno a la patria

He leído con mucho interés su expresiva y cordial comunicación y en verdad que me he sentido cerca a usted. Me acostumbré a escuchar entre la familia y los amigos el nombre de Laura Victoria y ahora que establezco este primer contacto es como si esta relación ya hubiera existido.

Mil gracias por el libro Viaje a Jerusalén y los recortes de la revista Nivel donde se le rinde a usted un grandioso homenaje. En el libro espero encontrar una revelación de su búsqueda de las huellas bíblicas que sigue en los últimos años. No entiendo el descuido de Colcultura y de Extensión Cultural de Bogotá para editar su poesía mística. Esas es Colombia. Me propongo adelantar una campaña que despierte interés sobre su obra actual y sus glorias pasadas.

Hace dos días le despaché mi libro Caminos. Va dirigido a nombre de “Laura Victoria” (2) y espero que no haya dificultad para el reclamo del correo certificado. Su­pongo que el seudónimo se encuentra registrado. Este libro mío le llevará algunos recuerdos sobre Colombia, sobre Soatá y Boyacá.

Me dará usted una inmensa alegría siempre que reciba sus cartas. Algo recuerdo de las actuaciones de Alicia Caro en el cine mejicano. Por supuesto que la recuerdo como una actriz bella y juvenil.

Mucha suerte, Laura Victoria.

Abrazos de

Gustavo Páez Escobar

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(1) Su nombre de pila es Gertrudis Peñuela Eslava. En sus iniciales días de fama en Bogotá, en los años veinte, adoptó el nombre artístico de Laura Victoria, el cual hizo registrar más años para sus actos civiles. Y así se quedó.

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México, D.F., 12 de diciembre de 1985

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido amigo:

Gracias por el magnífico artículo de El Espectador, que viene a hacer justicia al olvido en que Colombia me ha tenido en los últimos años. (1)

La demora en contestarte ha sido ocasionada por encontrarme enferma; resulta que debido al terremoto el acueducto se rompió y ocasionó una contaminación del agua, y yo, a pesar de hervir el agua que tomo, contraje una infección intestinal que me afectó grandemente, al punto que apenas estoy saliendo de ese problema.

Los desastres de Colombia me han afectado mucho. No hay duda de que, como lo vengo diciendo, estamos en el comienzo del Apocalipsis: basta ver los desastres que a diario están sucediendo en el mundo entero. Aquí todo está de cabeza. La crisis económica aumenta día por día. No puedes imaginar la corrupción de este país.

Un gran abrazo para la Navidad y el Año Nuevo, extensivo a tu esposa y familia.

Afectísima,

Laura Victoria

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(1) Una poetisa olvidada (El Espectador, 12-XI-1985).

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Bogotá, 20 de enero de 1986

Laura Victoria
Méjico

Muy apreciada amiga:

Tu nombre ha vuelto a cobrar vigencia en Colombia. No fue sino que apareciera de nuevo en la prensa para que la gente, incluso la que no te conoce, se detuvie­ra ante la gran poetisa de antaño. Sobre ti he escuchado en estos días variados comentarios. Te acompaño un recorte de El Espectador, del 16 de enero, donde un ad­mirador de Medellín añora tu vieja poesía.

En días pasados te remití dos recortes: tu bellísima nota A Colombia, que EI Espectador publicó de in­mediato por gestión mía, y un articulo  que dedico a Germán Pardo García y en cual te nombro. Pardo García,  con quien tengo el primer contacto, fue muy gentil al enviarme dos números de Nivel y una breve esquela llena de sentimiento. Así me enteré de que le habías pasado mi comentario periodístico.

Me ha conmovido la muerte de Juan Rulfo. Es uno de mis escritores favoritos. He leído varias veces Pedro Páramo y cada vez le encuentro  mayor fascinación. La última vez fue al recibir la noticia de su muerte. Sobre él escribí una nota en El Espectador.

Va un afectísimo abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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México, D.F., abril 10 de 1986

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Gracias por tu carta del 30 de marzo, que hasta hoy contesto, porque no había podido comunicarme con Pardo García, pues para hacerlo hay que esperar a que él llame ya que deja descolgado su teléfono todo el día para evitar llamadas que le disgustan. Esto es parte de su neurosis.

De la fecha de mi viaje no sé qué decirte, no la puedo precisar. Hay algo que no me deja cumplir ese deseo, unas veces es mi salud, otras la salud de mi hijo mayor, el médico, quien por el exceso de trabajo que tiene está muy agotado, y además padece insuficiencia coronaria. Luego, la pereza que siento de viajar en avión. De todas maneras, ya tengo el pasaje y mi hija también.

Cuando nos conozcamos personalmente, cosa que anhelo más cada día, te mostraré un libro inédito, que terminé y registré desde 1972, pero que no ha encontrado editor.

Muy pronto te volveré a escribir. Por hoy recibe un estrecho abrazo de

Laura Victoria

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Bogotá, 21 de mayo de 1986

Laura Victoria
Méjico

Apreciada Laura Victoria:

Acabo de recibir tu carta con la que me en­vías el recorte de Excelsior sobre el homenaje tributado a Pardo García con motivo del lanzamiento de Últimas odas. Mil gracias.

No he recibido –y parece que no lo recibiré– el regaño que supones del poeta. No le hice nuevas preguntas para el reportaje. Me limité a enviarle fotocopia del temario que, según él, se había perdido en el correo. Tal vez acosado por mi insistencia, accedió a responder a las preguntas que le hice. La respuesta viene con esta boleta que te transcribo (el posible regaño, que a mí me suena amistoso): «Ilustre, caro ami­go: le mando su entrevista. Gracias. Pero no me tortu­re más. Irene kai elpix. (1) Manuel Zárate. José Pelayo. Germán». (2)

Entiendo su neurastenia. Aceptaría sus malos genios. Lo más importante es que conseguí un gran reportaje. Hu­mano, cruel, descarnado. Estoy pensando en el medio de comunicación donde se publicaría. Deseo hacerle el homenaje que se merece. Es casi un homenaje póstumo. Te envío la entrevista para que opines. Lo único que te ruego es que el trabajo permanezca en reserva mientras se difunde en Colombia.

A él no le solicité la foto en claroscuro. Lo hice en carta conjunta que remití a Carmen de la Fuente (3) y Aristomeno Porras. (4)  Es posible que el reportaje salga primero en alguna revista y luego en algún periódico.

Lamento que se aplace tu viaje. Pero entiendo tus razones. La vida, que es amplia, permite muchas treguas. Puedes mandarme los ejemplares que desees de tu Viaje a Jerusalén. Los pondré en buenas manos. Siento mucho los quebrantos de salud de tu hijo el médico.

En días pasados te envié fotocopia de mi artículo en El Espectador sobre el libro final (como él lo supone) de Pardo García. Yo creo que el poeta –tú lo sabes muy bien– se dice mentiras. A pesar de su juramento de frenar su poesía, ya anuncia otro poema termina­do. Sus excentricidades le ponen ribetes de misterio a su figura. Si los genios fueran cuerdos, el mundo no tendría artistas.

En forma simultánea con tu correo me llegó un recado de Pardo García. Quiere que yo le dé alguna divulgación a su pensamiento sobre las ideas. Dice: «Desde que Einstein pesó la luz, yo comencé a pensar que las ideas son materia y pesan. Soy un tanto científico, aunque parezca increíble en un pobre hombre que también se llamó Manuel Zárate y José Pelayo, para esconder su miserable vida y evitar que el poeta fuera mancillado…»

Bueno, querida amiga. Me ha complacido recibir tus nuevas noticias junto con el envío del recorte co­mentado.

Van estrechos abrazos de

Gustavo Páez Escobar

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(1) Paz y esperanza, en griego (la célebre salutación con que se despide en sus cartas).
(2) Manuel Zárate y José Pelayo son los nombres ficticios usados en Colombia y Méjico para encubrirse como tahúr. Este episodio está narrado en mi biografía del poeta.
(3) Poetisa mejicana, muy amiga de Pardo García.
(4) El “ángel tutelar” de Pardo García (como lo llamo en mi biografía del poeta). Nacido en Colombia (departamento de Boyacá) y residente en Méjico hace muchos años.

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México, D.F., febrero 24 de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Me complaces que estés de nuevo en Bogotá. Tu carta de Pasto la recibí oportunamente. Por lo que en ella me cuentas, ya Pasto es una ciudad moderna, pues cuando yo estuve allá era un pueblo grande y el agua corría por las calles en cunetas; de eso hace mucho, yo regresaba del Ecuador de una gira artística y en Pasto di un recital.

Por cierto que ahí me pasó un detalle muy gracioso. Resulta que mi hijo Mario, de seis años, era muy inquieto, y cuando fue una comisión al hotel para conducirme al teatro, yo les pedí que se me adelantaran llevándose al niño, pues no me dejaba arreglar. Ya en el teatro, el niño se subió al escenario y comenzó a correr el telón, y alguien del público le gritó que si seguía molestando, su mamá se iba de Pasto y lo dejaba.

“Eso no se podrá hacer porque mamá no tiene dinero y sólo cuenta con lo del recital para seguir el viaje”, contestó el niño. Total, cuando yo llegué la gente se estaba riendo. Este hijo hoy está casado y es ingeniero civil. Durante esa gira tuvo varias ocurrencias por el estilo, pues es muy inteligente y con gran imaginación.

Con gran emoción he leído tu artículo sobre Rodrigo Arenas Betancourt, y te felicito. Él debe estar encantado con tus palabras.

Yo sigo soñando con el viaje a Colombia. Salúdame a tu esposa y a tus hijos, y tú recibe mi abrazo y mi cariño,

Laura Victoria

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México, D.F., 2 de marzo de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Te envío Nivel con el magnífico reportaje que me hiciste y que ha gustado mucho. Lo único que me deprimió es cuando dices que soy una anciana silenciosa… Me deprimió pues yo todavía me siento fuerte y en perfecto uso de mis facultades y aunque es cierto que acabo de cumplir 80 años no los revelo, pues pertenezco a una familia de longevos como son los Peñuela, en donde el mayor vivió 95 y los otros cerca de 90. Así pues, te suplico que, como ese reportaje va a salir en tu libro, le cambies esa frase por otra más benigna. Las mujeres en sentido de edad somos vanidosas. (1)

Cuando nos conozcamos, te sorprenderás de mi aspecto saludable; una de mis particularidades es que no tengo canas, también es por familia.

Salúdame a tu esposa y a tus hijos, y tú recibe todo mi afecto y un gran abrazo,

Laura Victoria

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(1) Mea culpa. Nunca he debido tratarla de anciana, a pesar de serlo. Esta conducta no es propia de un caballero con una dama. Ni con ninguna mujer, válgame Dios. Tamaña insolencia quedó corregida en mi libro (como se verá en mi carta siguiente). Sucedido este episodio hace 24 años (estamos en abril de 2012), y ya fallecida mi ilustre amiga, o sea, extinguida por completo la vanidad mundana, puedo contar la anécdota para que se comprenda la sensibilidad de las mujeres respecto a la edad. Laura Victoria dice que tiene 80 años… En realidad, tiene 83. Por eso, Óscar Wilde dijo con gran sabiduría: “¿Cómo tener confianza en una mujer que le dice a uno su verdadera edad? Una mujer capaz de decir esto es capaz de decirlo todo”. Bella anécdota.

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Bogotá, 24 de marzo de 1988

Laura Victoria
Méjico

Mi querida Laura Victoria:

Me confiesas en tu carta del 2 de este mes que la cali­ficación de «anciana silenciosa» que figura en el mag­nífico reportaje que me concediste –publicado en Nivel del mes de febrero– te causó  depresión.

He releído esa parte y veo que tu edad madura es­tá además ponderada como «pródiga y radiante». Tus años actuales son no sólo de completa lucidez sino de en­vidiable esplendor. Quizá, dentro de la comprensible va­nidad femenina, el término de «anciana» suene a deterioro, pero si bien se lee el reportaje, en él se expresa lo contrario. Veo, de todas maneras, que te has sentido molesta y por eso te pido mil perdones.

Coincide tu carta con otra de un amigo mío que es me­nor tuyo (tiene 65 anos), tan vigoroso y lúcido como tú, donde refiriéndose a su edad dice: «Ahora, en la serenidad que trae consigo la ineludible vejez…» Una frase hermosa, que describe el hecho cierto de los años. Pero él es hombre. Tú eres mujer.

Como mi libro donde aparece el reportaje ya está en poder del presidente de la Academia Boyacense de Histo­ria, le he escrito a dicho amigo pidiéndole que la frase quede así: «Laura Victoria, la sensual y tierna poetisa de antaño, que en la década del treinta al cuarenta hizo vibrar de romanticismo el corazón de los colombianos, es hoy una dama meditativa que ya pasó la cumbre dorada de los 80 años de su existencia pródiga y radiante».

La edad de las mujeres es algo muy sensible de la natu­raleza femenina. Acepto que tuve poca suerte en este tratamiento hacia mi querida amiga. Pero creo que me vas a absolver, leídas estas explicaciones.

Un gran abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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México, D.F., mayo 23 de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Gracias por tu carta del 6 de mayo que me trae noticias detalladas de tu familia. En primer lugar me complace que Astrid, tu esposa, sea de Bucaramanga, ciudad tan íntimamente vinculada a mi niñez, pues allá viví por más de tres años, cuando mi padre fue magistrado del Tribunal Superior de esa ciudad; además, de allá son mis más queridos amigos: Rafael Ortiz González (1) y Rodolfo García, ya fallecido.

Recuerdo que cuando visité la ciudad en una gira artística, el Concejo hizo poner una placa donde viví de niña; luego la sociedad me ofreció un baile en el Club Unión. En fin, el hecho de que tu esposa sea de Santander y además bumanguesa es una garantía de honorabilidad y señorío.

La noticia de la muerte de Fanny Osorio (2) me ha dejado agobiada; Fanny era mi mejor amiga, aparte de que nos unía un lejano parentesco; el papá de Fanny era de Soatá, de una familia ya extinguida. Nada que Fanny fuera parienta de Barba Jacob ni de Tomás Vargas Osorio como dice El Tiempo.

Aquí han estado saliendo en Excelsior, que es el periódico más leído, unos reportajes y crónicas espantosos, del periodista Riva Palacio que secuestraron allá; están muy bien documentados con datos del Das y de la Policía. Han salido cinco días seguidos en primera plana; no hay día que no salga alguna corresponsalía de allá y por lo que se ve la situación es alarmante. Pobre nuestro país.

Tus notas sobre el cuy nariñense (3) y la edad de las mujeres (4) son sensacionales. Te felicito por tu vena humorística. Eres completo como escritor.

Mi hija te saluda y yo te abrazo con cariño; abrazo que hago extensivo a Astrid y tus hijos.

Afectísima,

Laura Victoria

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(1) Destacado poeta de Bucaramanga. Murió dos años después de esta carta (el 7 de septiembre de 1990, en Bogotá).
(2) Gran poetisa boyacense, de Boavita, muerta el 4 de este mes a la edad de 62 años.
(3) El cuy, un sufrido personaje (El Espectador, 21-IV-1988).
(4) La edad de las mujeres (El Espectador, 7-VII-1986). Laura Victoria se rio mucho con este artículo. Me confesó que se había olvidado de que yo la hubiera llamado anciana.

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Bogotá, 31 de mayo de 1988

Laura Victoria
Méjico

Mi querida Laura Victoria:

Ayer puse al correo un sobre para ti con unos recortes de prensa, entre ellos la exaltación que de Fanny 0sorlo hace Rafael Ortiz González. Pero decir que es la mejor poetisa de nuestra tierra boyacense es debatible. Yo te considero la poetisa por excelencia de la ternura, la evocación, el amor filial, la pasión romántica. Leí hace algún tiempo, a propósito, un gran prólogo que escribió Ortiz González para uno de tus libros que repo­san en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República.

Esperando la publicación de tu libro sobre las Profecías (1) he diferido cualquier gestión para buscarle edición a tu obra poética. Ya varios amigos importantes están enterados de la existencia de tu bella poesía del crepúsculo. Publicar en Colombia, como bien lo sabes, es un camino tortuoso.

El Banco Popular, bajo el liderazgo que le imprimió el doctor Eduardo Nie­to Calderón, hijo de Lenc, cumplió una excelente la­bor editorial, pero ese ánimo decayó en las nuevas admi­nistraciones. El libro de Dora Castellanos que mencionas –puede ser Luz sedienta– no figura en la colección del Banco Po­pular; ningún libro suyo ha ingresado a dicha  serie.

Me parece excelente que pienses escribir tus memorias. Tienes mucho qué contar. Tu vida poética y tus vivencias personales dan lugar para grandes divaga­ciones y recuerdos. La arboleda perdida, de Rafael Alberti, y Confieso que he vivido, de Pablo Neruda, están entre los libros de este género que más admiro.

Mil gracias por la ponderación que haces de mis dos artículos de humor. Ambos han gustado. El del cuy pareció novedoso y ha suscitado revuelo en Pasto, la cuna del famoso animalito. Acabo de recibir una carta de los dos autores del libro con su agradecimiento por el estímulo que les he dado por su investigación científica de 20 años.

Astrid se encuentra feliz con los términos con que te refieres a la tierra santandereana, y sobre todo a Bucaramanga, hoy una de las ciudades más bellas y progresistas del país. Mi esposa ha sido la gran socia de mis éxitos y fracasos. Y los hijos, el precio de nuestros esfuerzos.

La situación de Colombia, cada día más desastrosa. En el momento de escribirte la presente se ignora la suerte de Álvaro Gómez Hurtado, a quien secuestraron el domingo pa­sado a la salida de misa, con sacrificio de uno de sus guardaespaldas. No se sabe si Gómez Hurtado está con vi­da o lo asesinaron. Parece que quedó herido en la balace­ra.

El país está conmovido. Los políticos proponen un frente común para reaccionar contra los violentos. Anoche se rumoraba la posi­bilidad de toque de queda en Bogotá. Estamos a punto de llegar a la hecatombe. Colombia es un mar de sangre, como lo adviertes por los titulares de la pren­sa mejicana.

El general Manuel Guerrero Paz, el marido de tu parienta María Teresa Peñuela, es el comandante de las Fuerzas Militares y se menciona como posible ministro de Defensa. Es un hom­bre aguerrido, culto, simpático, clave en la estrategia militar.

Cuando vea alguna luz para tu libro de poesía te la comu­nicaré. Bien sabes lo que admiro dicha obra. Recibe con Beatriz (2) y en asocio de Astrid nuestros abrazos afectísimos,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Conseguí la publicación de este libro dentro de la serie de la Academia Boyacense de Historia (enero de 1989).
(2) Beatriz Segura Peñuela (su hija). Le sucedió lo mismo que a Laura Victoria: tomó como actriz el nombre de Alicia Caro (en honor de Alicia, el papel que desempeñó en La vorágine, y de Miguel Antonio Caro, alta personalidad del país), y dada la popularidad que ganó dicho nombre, lo registró para sus actos civiles. En Méjico se le conoce como Alicia Caro. 

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Bogotá, 24 de junio de 1988

Laura Victoria
Méjico

Mi querida Laura Victoria:

Quiero contarte que entregué tu libro de poesía a María Cristina Laverde Toscano, jefe del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, gran pro­motora de cultura, con quien tuve una entrevista amplia acerca de tu obra. María Cristina se mostró muy receptiva y me ofre­ció su colaboración para publicarte. El paso siguiente es hablar con el rector, Jorge Enrique Molina Mariño, también buen amigo mío. Además incluí el prólogo que me pediste y que ya te envié por correo. La buena suerte pondrá el resto. Tu obra merece todos los laure­les.

Pensamos con Astrid reali­zar un viaje a Méjico. En agosto próximo cumplimos 25 años de casados y nuestro propio regalo consistirá en este viaje acariciado durante mucho tiempo. Será una gran oportunidad para conocerte. Magnifica oportunidad, además, para saludar a Germán Par­do García. Y visitar el gran país azteca, por el que siempre he sentido seducción.

Tus dos libros tienen ya alas para llegar a la imprenta. El de Tunja está en la recta final. El de Bogotá entra en buen terreno. Me complace estar contribuyendo a tu gloria literaria. Si llegamos a México, lo celebraremos.

Recibe los cariñosos abrazos que te enviamos con Astrid, extensivos a Beatriz.

Gustavo Páez Escobar

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México, D.F., junio 22 de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo querido:

Te escribo bajo la emoción que me causó la lectura del prólogo de mi libro Crepúsculo que recibí antier. No tengo frases para darte las gracias por esa pieza literaria que condensa toda mi trayectoria poética, a la vez que mis giras artísticas de difusión de mi poesía. Nunca antes se había escrito nada tan bello sobre mis poemas. Gracias, muchas gracias, por ese magnífico trabajo que viene a enmarcar en oro mi libro.

Creo que ya recibirías una carta que te envié con un artículo para que me hagas el favor de hacerlo publicar en El Espectador. Como puedes ver estoy muy angustiada por el secuestro de Álvaro Gómez y por la situación tan espantosa que vive nuestro país.

MI hija te agradece en el alma el bello prólogo y te manda abrazos. Y yo envío para ti, Astrid y los tuyos todo mi cariño.

Laura Victoria

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Bogotá, 18 de agosto de 1988

Laura Victoria
Méjico

Mi querida Laura Victoria:

Ayer, primer día de nuestro regreso de Méjico, se agrandó tu re­cuerdo. Astrid y yo estuvimos felices a tu lado. Y al lado de Beatriz, tu ángel amoroso de todas las horas. Si he trabajado por tu nombre sin que te conociera personalmente, mayor entusiasmo va a existir después del encuentro. Tu presencia me produjo un gran regocijo. Soy fanático de la amistad. La sinceridad me seduce. La mayoría de los mortales tie­ne interés en algo, y por eso la humanidad es falsa.

¿Y qué decir de Beatriz? Nos ha dejado una gratísima im­presión. Tu hija, aparte de ser tu ángel  cotidiano, es tu propio sen­timiento. Tú respiras en ella. Y ella corresponde a to­dos tus desvelos y sacrificios. Mejor atendida no puedes estar.

Aquí encontré tus dos cartas, del 10 y l4 de julio. Fue como si hubieras volado antes que nosotros para recibir­nos al regreso. Ahora sólo quiero comuni­carte que nos fue muy bien. Los hijos nos esperaban en el aeropuerto.

Seguiré trabajando por tu obra. Estoy optimista. Sé que todo nos saldrá bien. Cuando me ponga en actividad, reanudaré los contactos que te comenté.

Van para las dos nuestros abrazos de cariño,

Gustavo Páez Escobar

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México, noviembre 3 de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo querido:

Te imagino visitando las ciudades de la Costa Atlántica que son tan bellas y de las cuales conservo recuerdos inolvidables, pues en todas di recitales con un gran éxito. Espero que al regreso a Bogotá encuentres dos cartas mías.

No sé cómo agradecerte el interés y eficiencia que has tenido con mis libros. Nadie antes me había dedicado tal empeño. Mucho me satisface que Camilo Villarreal haya aprobado el presupuesto para mi libro de las memorias. Voy a escribirle dándole las gracias, pero todo te lo debo a ti. Lo que escribiste como prólogo del libro está magnífico, casi más bello, si eso pudiera ser, que el prólogo del libro de poesía.

En cuanto a mi viaje a esa será a mediados o fines de diciembre, pues tengo muchos problemas que resolver antes. Además, por mi edad soy muy lenta para todo.

Mi hija te manda abrazos. Dice que te va a escribir. Con Astrid recibe nuestro cariño y abrazos estrechos,

Laura Victoria

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Bogotá, 19 de diciembre de 1988

Laura Victoria
Méjico

Mi querida Laura Victoria:

Tu libro sobre los profetas, como te decía en una boleta que te envíe, ya quedó contratado con la Editorial Kelly; además, ya está levantado en  imprenta. Con Astrid vengo corrigiendo las pruebas. Quedan derrotados todos los tropiezos que habían surgido alrededor de tu obra bíblica.

MI hija Liliana –que es diseñadora gráfica –y ocupa el cargo de directora de las ediciones especiales de La Patria de Manizales– va a elaborar la carátula. Tu libro llevará mucha esencia Páez.

María Cristina Laverde, de la Universidad Central, te hará un reportaje para un libro que prepara sobre varias mujeres famosas. Te agradará conoce a esta gran mujer.

Van nuestros abrazos de cariño y nuestros repetidos anhelos por verlas pronto,

Gustavo Páez Escobar

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México, D.F., diciembre 16 de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo querido:

No sabes cuánta tristeza me da no poder viajar para fines del mes como te había prometido, pero los hijos no me dejaron. Hubiera querido estar con ustedes en Navidad y Año Nuevo para darles un abrazo.

Mi vida ha sido una cadena de luchas. He tenido triunfos, es cierto, pero he pagado muy caro por eso. Por mi poesía te darás cuenta de lo que te digo. Sólo el amor de mis hijos ha sido lo único estable. Cómo envidio la paz de tu hogar y tu estabilidad sentimental. Yo no conseguí eso, tal vez por mi temperamento demasiado romántico e inconforme.

Lo que me cuentas de María Cristina Laverde y de tu entrevista con ella me llena de alegría. Ojalá me dé cien libros por mi derecho de autor. Mañana le escribiré dándole las gracias. Este libro me interesa mucho por mi poesía mística.

Los abrazo con el alma,

Laura Victoria

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Bogotá, 9 de septiembre de 1989

Laura Victoria
Méjico

Apreciada Laura Victoria:

Cuando me llegó tu carta acababa de ocurrir el atentado contra las instalaciones de El Espectador, el sábado pasado. La explosión se escuchó en todo Bogotá, lo cual mide la intensidad del desastre.

Por poco acaban con el periódico. Mi periódico. Si hubiera estallado la bomba de gasolina aledaña, como era el propósito, habría desaparecido el diario y una parte considerable de la ciudad. La familia Cano es muy valiente.

Al día siguiente, y entre escombros, salió el periódico,  reducido a muy pocas páginas. Pero salió, y esto de por sí era un triunfo contra los narcotraficantes. Ocho días después, a pesar de que siguen trabajando sin ventanales, con los equipos averiados y con el edificio agrietado, El Espectador está llegando a su tamaño corriente.

El desastre de El Espectador, sumado al asesinato de Galán, hizo reaccionar al país. Hoy la guerra contra el narcotráfico es abierta. Se han incautado grandes propiedades, se persigue a los delincuentes por todas partes, se extraditó al primero de ellos –el tesorero del cartel de Medellín–, se han recibido refuerzos de Estados Unidos y apoyo del mundo entero. Entre tanto, la zozobra es inmensa.

Murió Adel López Gómez. Cuando hables con Diana –a quien le envié de inmediato mi expresión de pesar–, dile que en El Espectador escribí una nota sobre su papá, donde menciono a sus dos hijas escritoras.

También escribí sobre nuestra capital boyacense, con motivo de sus 450 años de vida. Te acompaño la nota. Me agrada que hayas encontrado buena correspondencia en María Cristina Laverde. Por el Nivel que me envió Germán Pardo García vi que publicó sus palabras con motivo del lanzamiento de tus libros.

Te va un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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México, D.F., enero 19 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo querido:

Tienes razón al decir que 1989 fue un año aciago para los colombianos. Aquí a diario llegan las noticias, ya sea por la prensa como por la radio y la televisión, y cada día son peores. Ayer que todas las emisoras dieron la buena nueva de que los extraditables habían llegado a un acuerdo de paz con el gobierno, en la tarde y noche avisaron que Virgilio Barco no había querido firmar el acuerdo y que por consiguiente todo seguiría como antes, hasta que tenga certeza sobre la seriedad de estos enemigos de la paz.

Lo que me dices sobre que el año pasado fue duro para ti en varios aspectos, sobre todo por la muerte de la inolvidable Herminia, tu querida mamá, me entristece, pues tú sabes que lo que a ti te pase me afecta de verdad.

Este año que acaba de terminar también fue adverso para mí, ya que mi salud estuvo muy quebrantada. Desde que regresé de Bogotá no he tenido día bueno, a lo que contribuye la terrible contaminación de esta ciudad. Ahora los autos no pueden circular diariamente, lo cual ha servido de algo, pero como la ciudad está rodeada de fábricas y los buses de pasajeros circulan en forma usual, el problema se agrava día por día.

Con Astrid y los hijos recibe todo mi cariño,

Laura Victoria

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Bogotá, 13 de junio de 1990

Laura Victoria
Méjico

Apreciada Laura Victoria:

Supongo que por esta época ya te llegó mi novela Ventisca, remitida por la Universidad Central. En la lista de distribución de la obra suministré tu nombre.

El libro se presentó primero en la Feria Internacional del Libro y anoche se lanzó en la Universidad Central. Gratísima la concurrencia. Fue una gran fiesta del espíritu. La obra ha obtenido buena acogida.

Se pasa ahora una nueva versión de La vorágine. En esta telenovela se hizo una fuerte inversión de dinero. El papel de Alicia (que hace muchos años desempeñó en el cine mejicano tu hija Beatriz, Alicia Caro) lo ejerce Florina Lemaitre, una actriz de mucho éxito. La producción será vendida a varios países.

Ya comencé a escribir el libro que traigo en mente sobre Pardo García. He reunido material valioso sobre su vida y su obra, y el conocimiento directo sobre él, en nuestro viaje a Méjico, me dará los enfoques que deseo desarrollar. Soy gran admirador del poeta y mi concepto ha madurado para esta biografía que busca penetrar, ante todo, en su enigmática personalidad. Su tragedia me apasiona. Germán Pardo García posee formidables ingredientes humanos para darle categoría, como sucedía con los griegos, al dolor y la angustia. Trabajaré duro en este proyecto.

Con Astrid y los hijos van nuestros cariñosos abrazos,

Gustavo Páez Escobar

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México, D.F., octubre 17 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Me complace mucho que ya estés disfrutando de tu merecida jubilación y que pienses viajar a Estados Unidos y otros países, así como terminar el libro que estás escribiendo sobre Germán Pardo García.

Haces muy bien en disfrutar de la vida ahora que todavía tienes juventud y salud, pues después, cuando llega la vejez, todo entusiasmo se acaba y cada día que pasa es peor. La salud se deteriora rápidamente. Yo te lo digo por experiencia, ahora que estoy viviendo esta etapa angustiosa de la vida, cuando todo es desilusión y malestar.

He sentido en el alma la muerte de Rafael Ortiz González, mi amigo de toda la vida. Presiento que pronto lo acompañaré, porque mi salud está peor cada día.

Ojalá te llegue esta carta antes de tu viaje a Estados Unidos; si así es contéstame aun cuando sean unas letras. Cada vez que sé de ti me da mucha alegría. De todos modos te deseo un feliz viaje junto con Astrid, para quien envío un gran abrazo, lo mismo que para tus hijos. Mi hija te escribió hace unas dos semanas y hoy te manda saludar.

Te abraza,

Laura Victoria


Ver epistolario Laura Victoria 1991-2000

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ADEL LÓPEZ GÓMEZ

Nació en Armenia (Quindío) el 18 de octubre de 1900, de donde emigró a los veinte años a Medellín. Allí formó par­te (1923-1927) de las redacciones de Colombia, El Espectador y El Correo Liberal. En 1928 diri­gió en la capital de Antioquia, en colaboración con el escritor Romualdo Gallego, la revista Sábado. Colaboró regularmente en Cromos, El Gráfico, Revista de las Indias, Revista de América y en los suple­mentos literarios de El Tiempo y El Espectador. Radicado en Manizales, fue columnista durante largos años del diario La Patria. Su labor de cuentista y novelista no tuvo interrupción. En 1958 fue elegido miembro de la Acade­mia Colombiana de la Lengua, y en 1980, Doctor honoris causa en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas. Desempeñó en 1961 y 1962 el cargo de secretario de Educación Pública de Caldas. Murió en Manizales el 19 de agosto de 1989.

Libros: Por los caminos de la tierra (1928), El niño que vivió su vida (1929), El fugitivo (1931), Las ventanas del día (1934), El hombre, la mujer y la noche (1938), Cuentos del lugar y de la manigua (1941), La noche de Satanás (1944), Claraboya (1950), Cuentos selectos (1956), El costumbrismo (1959), El diablo anda por la aldea (1963), Ellos eran así… (1966), Tres vidas y un momento (1971), Ocho cuentistas del Antiguo Caldas (1974), Asesinato a la madrugada y otros cuentos para la escena (1974), El árbol, el mundo y tú (1974), El retrato de monseñor (1976), La sandalia y el camino (1978), Aldea (1981), Huella (1990), Antología (1994), Allá en el Golfo (1995), ABC de la literatura del Gran Caldas (1997).

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Armenia, 16 de agosto de 1983

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Estimado Adel:

Nuestro común y querido amigo Otto Morales Benítez –más querido que común–, el hombre detallista y de la generosidad sorprendente, me ha trasladado el recorte de El Colombiano del 23 de junio pasado don­de publicas un comentario sobre Alas de papel.

Es la misma nota que, en su momento, habías escrito en La Patria. Hoy, cinco años después, cuando ya na­die habla de mis Alas –unas alas espirituales pegadas a mis escritos–, tu artículo me ha producido una gratísima sensación. Es como si hubiera vuelto a aparecer el libro, y tú, que sabes de las emociones que este hecho representa, has vuelto a estimular y hacer sabroso el oficio de escribir. Magnífico man­jar este que me traslada Otto.

Has sido, Adel, muy deferente con mi producción literaria. Guardo todas tus referencias en los álbumes de mi carrera de escritor y me siento muy honrado con tu presencia espiritual en mis horas de soliloquios.

Creo que el único libro mío que no ha tenido tu comentario, que yo sepa, es el de cuentos, El sapo burlón, que prologó precisamente Otto. Con esto te significo que tu ausencia de comentarista tam­bién la noto y la siento. Este es el diálogo invisible que nos une a los escritores.

Mil gracias por tus elogiosos conceptos para mi artícu­lo Paipa, mi pueblo. La sociedad de elogios mutuos sirve para mantener encendido el espíritu del escritor. Sin estímulo, la labor resulta pesada, más pesada de lo que de por sí es. Aplaudes mi énfasis sobre la coma (1) por una sencilla razón: porque eres maestro de la coma.

Te va un cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Me refiero a la crítica que hice sobre la coma que suprimieron después de Paipa –nada menos que en la carátula del libro– en el título de la obra: Paipa, mi pueblo.

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Manizales, julio 11 de 1984

Señor Gustavo Páez Escobar
Armenia

Mi querido Gustavo:

Aparte de escritor magnífico, tú eres una belleza de tipo y un amigo de los que perduran. El “detalle” –femenina palabra– de enviarme el recorte de El Espectador que acaba de llegarme de tu mano amiga tiene para mí el significado de una amistad que perdura y me enorgullece. ¡Gracias, viejo! Te sigo leyendo con fiel afecto.

Un abrazo,

Adel López Gómez

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Bogotá, 14 de julio de 1985

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Muy estimado Adel:

Mil y mil gracias por los generosos términos de tu carta donde te refieres a mi trabajo sobre el cuento quindiano, un campo que dominas como pocos. Quedo muy satisfecho por haber hecho este enfoque en la Universidad del Quindío, y más complacido con que tú apruebes mis puntos de vista.

He buscado con esta intervención despertar el interés del Quindío por sus valores cul­turales, algo que suele olvidárseles a los gobernan­tes y sobre lo cual hay que insistir con frecuen­cia. Creo que después de mi conferencia quedó esa preocupación.

A propósito, en Neiva me encontré con una hija de Jaime Buitrago Cardona, médica, que me contó de la colección de cuentos inéditos de su padre que guarda la familia y que no ha logrado publicación. Parece que quedarse inédito en muchos trabajos, de pronto los mejores trabajos, es el común denominador de los escritores colombianos.

Te he remitido un ejemplar de La República dedicado por completo a la cuentística quindiana. Es una verda­dera antología que le hace honor a tu tierra, a nues­tra tierra. También te he enviado copia de la comu­nicación donde se me designa como miembro de la Acade­mia Boyacense de Historia. Mi sorpresa fue grande, pero son honores que, por inmerecidos que sean, repre­sentan un estímulo y un reto, y por eso deben aceptarse.

Te reitero mis permanentes votos de amistad.

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 11 de octubre de 1985

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Apreciado Adel:

Leerte, con el placer con que he leído tu última columna sobre este pobrecito escribidor, es halagar un poco la vanidad. Altamente elogioso tu concepto sobre mi gestión cultural y sobre mi carrera de es­critor, gesto que es producto de tu pro­verbial hidalguía.

Estoy complacido en alto grado por la medalla literaria que me ha conferido la Gobernación del Quindío, que sabe ser pródiga con el forastero. Ya adquirí, por fortuna, cédula de identidad quindiana y el propio Braulio Botero Londoño, otro caballero de las causas grandes, me ha ofre­cido una bóveda en el Cementerio Libre de Circasia…

Te leo con frecuencia. Allí estás, en tu perenne tribuna de Manizales, siempre que me da por «puebliar» por los caminos de La Patria (los del Antiguo Caldas y los de Colombia entera). Como eres un productor incansable de libros, creo que a cualquier momento voy a encontrarme con tu última obra. Quiero pensar que tus memorias, que deben saber tan bueno en tu edad de nieves y recuerdos, serán tu mensaje cumbre. Estoy esperándolas.

Gracias, mil gracias, por tu solidaridad. Otto Morales me llamó a ponderar tu glosa sobre el Quindío y sobre este andador de caminos, que llamas. Salúdame a Gloria. (1) Y que no se olvide –esto también reza contigo– de hacerme llegar las novedades bibliográficas de Caldas.

Afectísimo abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Gloria López, su hija. Directora cultural del Banco del Banco de la República en Manizales.

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Bogotá, 30 de enero de 1986

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Apreciado Adel:

Recibo hoy una carta desolada de Germán Pardo García, con quien he entablado correspondencia reciente por mediación de Laura Victoria, la gran poetisa colombia­na, paisana mía de Soatá, que también reside en Méjico hace largos años. Sobre ambos he escrito en El Especta­dor y creo que tú has leído los comentarios.

Pardo García, muy enfermo y muy decaído, se muestra co­mo un ser atormentado y en plan de extinción. Me cuenta en su carta el infierno que padece en estos momentos como consecuencia de una angustia espantosa que no lo deja vivir. Dice cosas tremendas. Corno la de que, aunque el presidente mejicano José López Portillo lo salvó de su in­tento de suicidio el 29 de septiembre de 1979, no sería raro que hoy reincidiera en su propósito. «No tengo Dios, no tengo eternidad. Sólo la oscuridad y el terror», es una dramática exclamación que mide la confusión de su alma.

Y menciona algunas crisis de su vida, como la relaciona­da con los conflictos que tuvo con una hermosa mujer y la derivada de su pasión por el juego, situaciones que lo llevaron a cortarse las venas en 1979. Me gustaría que tú, viejo amigo del poeta, me contaras los incidentes que han ocurrido alrededor de estos sucesos. Quisiera saber más sobre la vida de Germán Pardo García, en todos sus aspectos. Me interesa seguir el hilo de esta vida extraordinaria.

Espero tus noticias, querido amigo. Te leo con fre­cuencia. Te va mi afectísimo abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Manizales, febrero 18 de 1986

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Las fotocopias que te acompaño creo que satisfarán las necesidades de información que me solicitaste sobre Germán Pardo García, a quien hay que creerle –por fabuloso que parezca– todo el contenido de su Etiología y síndrome de una angustia. No obstante, si posteriormente te hacen falta algunos datos que yo tenga, puedes solicitármelos.

Mis cordiales recuerdos para tu esposa.

Un abrazo de

Adel López Gómez

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Bogotá, 22 de febrero de 1986

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Apreciado Adel:

En Etiología y síndrome de una angustia, que tienes la gentileza de fotocopiarme, están todas las claves sobre la tragedia de Pardo García. ¡Qué relato tan conmovedor y patético! Escrito, además, en hermosa lengua y con el desgarramiento de un alma que ha sa­bido transmitirse a los demás a través de su propia amargura.

Pardo García, el poeta del dolor que cualquiera podría confundir con un espíritu en pena eterna, es uno de esos genios que le hacen fal­ta a la humanidad para escribir la dimensión de la vida. Fíjate bien: para plasmar la vida, o sea el hombre, valiéndose de su propia vida miserable. Sin estos maestros no existiría la poesía.

Estas notas autobiográficas aparecieron, según entien­do, como prólogo de Apolo Pankrátor, un libro agotado. Como me he apasionado por la obra de nuestro excelso poeta, leí en estos días, despacio y con aguda penetra­ción, el libro Imagen poética que le editó el Banco Popular en 1974 y en el cual se seleccionan los mejores poemas publicados hasta ese momento. Pero su obra cum­bre, según los críticos, es la que siguió e su intento de suicidio. (1)

Me has proporcionado un valioso archivo tanto con las palabras del vate como con tu bello artículo sobre él, que yo había conocido en su tiempo, aunque entonces no tuvo para mí la resonancia de hoy. Seré buen deposita­rio de cualquier otro documento que quieras enviarme.

Afectísimo abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Tempestad (Editorial Libros de México, 1980).

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Bogotá, 25 de septiembre de 1986

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Apreciado Adel:

Mi reportaje con Germán Pardo García, que debiste de leer en el Magazín Dominical, fue preparado con el auxilio principal de lo que el mismo poeta traza como la Etiología y síndrome de una angustia, que tú me enviaste hace varios meses.

Mi reportaje ha suscitado gran interés en el mundo intelectual, como se desprende de diversas expresiones que me han llegado. Muchos, incluso, se acor­daron de que Pardo García es colombiano. Un distinguido exministro de Educación (1) me expuso su propósito de adelantar alguna gestión para que este colombiano fugi­tivo pase sus últimos días en Colombia.

Es posible que pronto venga Laura Victoria al país, la otra gran poetisa colombiana –de Soatá, mi pueblo–, de quien los colombianos se han olvidado. No sé si tú, en tus formidables prosas, has hecho alguna recordación de la ardiente mujer que en otra época estremeció con su lira sensual el sentimiento de Colombia.

Ojalá estés bien de salud. Eres un centauro, Adel.

Para ti y para Gloria van estrechos abrazos,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Octavio Arizmendi Posada.

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Manizales, septiembre 30 de 1986

Mi querido Gustavo Páez Escobar:

Tu carta gratísima me llegó esta mañana a mi doméstico retiro. Gracias, ante todo, por lo de “centauro” que, por desgracia, ya no corresponde muy exactamente a mi asendereada humanidad un poco atormentada por el ácido úrico.

Siento de verdad no haber tenido la oportunidad de leer tu reportaje con Pardo García, nuestro inmenso poeta y mi muy querido amigo de toda la vida. No sé hasta qué punto –a estas alturas de su vida– sea posible moverlo de su arraigo mexicano, después de medio siglo de vivir allí. Pero sería, de todos modos, maravilloso repatriarlo para que muera en su patria que con frecuencia añora.

Ya sabía por mi hija Diana que reside en Ciudad de México que nuestra amiga Laura Victoria, la autora inolvidable de Llamas azules, se dispone a viajar a Colombia y a su adorada patria chica. Será feliz de lograrlo, seguramente.

No más por hoy, viejo querido, porque se me acabó el papel.

Un abrazo grande de

Adel López Gómez

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Manizales, octubre 10 de 1986

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido Gustavo:

Hiciste bien en enviarme tu reportaje a distancia con Germán Pardo García. Es una pieza magistral. A cinco mil kilómetros de distancia, sin la presencia física del gran poe­ta lograste una imagen patética, inquietante y total, tal co­mo es ella en su tremenda y delirante verdad, en la intimidad que yo conozco y conocí siempre en medio siglo de mi amis­tad estrechísima con él. Y en interpretación, además, por tu parte de su quimérico mundo agregado, que él ha creado y convertido en su verdadera verdad.

Estás escribiendo muy bien y con tu generosidad de siempre Tu columna de El Espectador sigue traduciendo con interés y afecto los intereses de la provincia y estimulando en la lite­ratura y en la vida todo lo que debe ser estimulado. Experi­mento la necesidad de decírtelo porque te vengo siguiendo de tiempo atrás con admiración y afecto.

Uno de estos días –espero que para mediados de noviem­bre o cosa así – aparecerá en la editorial Plaza & Janés una selección de mi larga obra bajo el título de En la apartada manigua y otros cuentos. Estoy ilusionado con ella, lo cual es ya mucho decir a estas horas de mi vida, cuando tan­tas ilusiones y vanidades han sido canceladas. Pero creo que harán una edición con ámbito nacional y aceptablemente distribuida, que es algo que mis veintitantos libros anteriores no han tenido, por ser lo que llamo «ediciones confidenciales».

Si te acuerdas, me gustaría que averiguaras –por tu cuen­ta y no por la mía– en qué va ese trabajo y si podré tenerlo para fines de noviembre o comienzos de diciembre que es para cuando espero la visita de mi hija Diana que vive en México.

Y no más por hoy, querido amigo.

Te abraza,

Adel López Gómez

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Bogotá, 22 de octubre de 1986

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Mi querido Adel:

Son honrosos y estimulantes al máximo los términos que empleas para referirte a mi carrera de escritor y so­bre todo a mis artículos de El Espectador. Recibo tus expresiones como producto de tu generosidad y las va­loro en lo que valen, por su sinceridad y entrañable propósito, para que me sirvan de voz de apoyo en la ardua y por lo general desagradecida labor intelectual que tú y yo amamos hasta sus más exigentes consecuen­cias.

Estuve merodeando alrededor de Plaza y Janés en busca de un dato preciso sobre tu libro de cuentos. Hasta el momento no he hallado la fuente indicada para lograr dicho propósito. Pero le he pedido a un amigo con buenos nexos en la editorial no sólo que obtenga informa­ción sino que presione la edición. Plaza y Janés tiene un retraso considerable en la publicación de libros y se halla rodeada de toda suerte de intrigas que apuran para que los filtros editoriales funcionen. Esperemos que tu libro cumpla con el programa que te prometieron.

Te envío fotocopia de una carta del maestro Par­do García, honda y estremecida como todo lo suyo. Acaba de regresar de México el exembajador Ignacio Umaña de Brigard, que muy cerca estuvo al poeta, y con él he te­nido un primer enlace telefónico. Quedamos de vernos pronto para hablar sobre nuestro genio de la poesía.

Te va un estrecho abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 6 de junio de 1987

Señor don Adel López Gómez
Manizales

Mi querido Adel:

Acabo de saber por Otto Morales Benítez, quien te visitó en Manizales, que ya no escribes en La Patria. Parece que el diario se portó mal contigo, después de toda una vida de lealtad y de maravillosa escritura. No sé qué ha sucedido. Algo inexplicable, desde luego.

Com­pré el diario, sólo por comprobar la noticia, y me do­lí de tu ausencia. Allí estaba tu tradicional espacio, el que me acostumbré a leer todos los días durante mi permanencia en el Quindío, pero no estabas tú. Ahora lo había invadido, tal vez, el modernismo. Ese modernismo atroz que acaba con las mejores expresiones, con los más limpios y firmes mensajes de la palabra, como ha ocurrido en tu caso.

Pero tú quedas. Queda tu palabra, que es una entidad, que es una montaña. Tu pensamiento, difundido en miles de cuartillas, en esplendorosos libros, perdura como una de esas montañas de tu tierra manizaleña que nadie podrá derribar. Tu obra es indestructible. (1) El periódico es ocasional.

Ahora entiendo por qué me devolviste, sin comentario, la fotocopia que te envié con la noticia de la llegada a la televisión de mi novela Destinos cruzados. Quería que comentaras la noticia, como lo hiciste con mis libros dentro de tu habitual generosidad. Ese es tu estilo.

Estamos en los últimos trámites para que RCN Televisión comience a pasar, en un par de meses, dentro de su nuevo espacio Autores latinoame­ricanos, mi primera novela. Esto sucederá los martes, de 8:30 a 9:30 de la noche. El libreto lo adelanta Fernando Soto Aparicio y el desarrollo de la obra se llevará cinco o seis meses.

Ahora tendrás más tiempo para leer y reposar. Estarás, me imagino y te envidio, entregado al grato placer de la relectura. Este ejercicio también significa repasar la vida y repasar los recuerdos. Es la manera más entra­ñable de revivir.

Leo a Gloria en la revista Manizales. Su prosa es fresca y evocadora. Te sigue los pasos. Ahí tienes una de tus realizaciones. Tu escritura sigue corriendo en tu sangre, en la sangre que se queda defendiendo tu sombra. Me la saludas, por favor.

Para ambos, mi permanente solidaridad y efusivo aprecio,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Esta fue mi última carta con Adel López Gómez, quien venía muy enfermo. Moriría dos años después en Manizales, donde residía, el 19 de agosto de 1989. Había nacido en Armenia el 18 de octubre de 1900. Gran escritor y periodista del Antiguo Caldas. Plaza y Janés no le publicó el libro de cuentos. ¡Qué dolor!

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GLORIA LÓPEZ DE ROBLEDO

Oriunda de Manizales. Primera directora cultural del Banco de la República de esa ciudad, durante diez años, donde desplegó una intensa labor cultural. Escribió muchos artículos periodísticos y literarios en La Patria y en la revista Manizales. En asocio de su padre, Adel López Gómez, hizo famoso el radioteatro llamado Pago a Todos, que tuvo una existencia de largos años y que ella, a la muerte de Adel, siguió manejando sola. En dicho espacio se le dio gran aliento a la cultura caldense, y dejó honda huella en la región. Murió en Manizales el 16 de marzo de 2009.

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Armenia, 25 de septiembre de 1983

Señora Gloria López de Robledo
Manizales

Estimada amiga Gloria:

Hace 15 días leí en La Patria, ya de viaje hacia Bogo­tá, tu magnifico artículo Yo y tú, que por el título supuse que se trataba de algún tema de farándula (tal vez sugestionado por el programa de televisión de Ali­cia del Carpio). (1)

Y me encontré con una bella página sentimental, a lo Eduardo Arias Suárez. Tienes su mismo estilo, y si aquél inmortalizó su perro proletario en Guardián y yo, ahora tú haces un retoque genial, en breves líneas, de otro can que es preciso querer: Lukas. Ya Adel lo había mencionado en su columna de prensa.

Me impresionó tu homenaje a Lukas. Demuestras una fi­na sensibilidad social, lo que quise expresarte en el mismo momento de leer La Patria, pero que fue pre­ciso dejar para hoy, cuando de nuevo estoy en Armenia. Si lees en mi libro de cuentos El sapo burlón, que está en poder de Adel, el relato Suerte perruna, encontrarás un parecido con tu Lukas. Guardián, Lukas y Póker, mi perro, son todos hermanos en el dolor. Sin duda, por eso tu nota me ha producido tanto efecto.

Te perfilas como gran escritora. Ya lo eres. Estoy seguro de que continuarás prolongando la estirpe literaria de tu padre. He leído trabajos tuyos muy bien perfilados, donde se manifiesta un gran estilo. Hay que perseverar.

Estoy viniendo a Armenia con alguna frecuencia. Astrid continuará aquí hasta mediados de noviembre, cuando nos ins­talaremos definitivamente en Bogotá.

Con mi cordial saludo para Adel y para ti, te repito mis mejores votos por tu literatura en ascenso,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Ella nació en Madrid (España) y se radicó en Colombia durante largos años. Directora de teatro, libretista y actriz de televisión. Aquí hizo famoso su programa de televisión Yo y tú, que se transmitía todos los domingos y conquistaba una gran audiencia nacional. Dicho  programa se prolongó por espacio de veinte años.

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Manizales, septiembre 30 de 1983

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Querido Gustavo:

De sorpresas se vive en la vida. Precisamente cuando mi ánimo periodís­tico –que no intelectual como en tu bondad me haces aparecer– se encuentra en crisis, tú vienes redentoramente a darme una voz de estímulo con una carta y unas palabras y una comparación de privilegio que no me­rezco.

Tú sí que lo haces magníficamente con una depuración del estilo que ca­da vez es más sobresaliente. Claro que leí tu libro y tu cuento maravi­lloso. Qué extraño es el ejercicio de escribir. Me atreví, sin premedita­ción ni cálculo, con un tema tratado tan bellamente por el maestro de los maestros, el gruñón Eduardo Arias Suárez, luego el tema lo ha reto­mado mi padre, luego estás tú con Póker, y cuántos más cuyos nombres no retengo se han ido con la imaginación detrás del fiel perro.

¿Pero sabes? Me compensas de otros comentarios adversos. Algunas personas amigas, a quienes uno suele perdonarles sus franquezas, casi siempre dar­dos lanzados de buena fe, me dijeron que la nota era francamente cursi y además, confusa. Pensaron por el título que iba a poner sobre la mesa cosas privadas, plato que a la gente le gusta aunque se le indigeste.

Creo, amigo mío, que nos unió más el sentimentalismo que los dos lleva­mos encima, que mi prosa simple. Pero eres generoso y estas inyecciones de estímulo –la tuya más que ninguna otra que tampoco me llegó– me le­vanta la moral.

Gracias, mil gracias. Ojalá algún día pueda llegar, siquiera, al dominio y equilibrio de unas notas periodísticas.

Quien comienza su gran ascenso eres tú. Bogotá es insoportable según donde uno vaya a parar. Como toda ciudad, tiene sitios realmente extraordinarios para vivir en paz. Ojalá te radiques en uno de ellos. Por lo demás, para tu vida profesional, ese es el medio. Los demás que por acá nos quedamos, seremos siempre de provincia y para la provincia.

Y nada más, amigo mío. Salúdame a Astrid con abrazo fuerte. Recibe el afecto y la gratitud que merece un elogio salido de ti y por supuesto inmerecido.

Siempre,

Gloria López de Robledo

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Bogotá, 31 de marzo de 1984

Señora Gloria López de Robledo
Manizales

Estimada Gloria:

Ya un poco más organizado en la capital, me he puesto a repasar papeles y me he encontrado con tu carta del 30 de septiembre –exactamente hace seis meses– que re­cibí en su oportunidad y te agradecí con gran aprecio. Esta correspondencia nació a raíz de tu estupendo ar­tículo sobre tu perro, que yo te había ponderado en una nota que te envié desde Armenia en uno de mis via­jes relámpago.

Ahora ya estoy aquí instalado con mujer e hijos y pue­des tomar nota de mi dirección. Las hijas mayores, he­chas ya señoritas, estudian en sus universidades, y el quindiano, que ojalá conserve la autenticidad de su tierra, con todo el colorido y la poesía regionales, va con buen éxito en segundo de bachillerato. ¡Los hi­jos, Gloria, cuántos afanes, cuántas ilusiones!

De vez en cuando leo La Patria. Me gusta volver al te­rruño, así sea de tarde en tarde, y encontrarme con los escritores amigos y los viejos vínculos. Tu papá, tan perseverante como un ejemplo bíblico, siempre está pre­sente, vivo, fluido. Y tú, más ocasional, sigues mane­jando una prosa clara, auténtica, sin esguinces. Eres   espontánea, y serás, sin duda, fiel prolongación de la sombra paterna. Posees una vena exquisita, y no es vana adulación repetirte que llegarás lejos cultivándola.

Quisiera recibir, por lo menos de cuando en cuando, lo que se produce en Caldas. He visto, por ejemplo, el li­bro de Hernando Salazar Patiño, que acaba de salir y que quisiera obtener. Es su primer libro y creo que, por su estilo y su formación critica, será una obra valiosa. Ojalá te acuerdes de hacerme llegar algunas muestras de las tantas que produce el Gran Caldas.

Te va, con Astrid, con los hijos, y extensivos a Adel, nuestros cordiales votos de amistad,

Gustavo Páez Escobar

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Manizales, abril 6 de 1984

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado amigo:

Te carta del 31 como todo lo tuyo contiene toda la sensibilidad y el sentimiento de nuestras gentes. Ese calor humano tuyo que de pronto me llega, me hace pensar en lo gratuitamente que a uno lo recuer­dan y lo quieren.

Me hablas de tu familia con el mismo calor que ponemos todos al referirnos a ellos y rematas con una verdad de a puño: «cuántos afanes, cuántas ilusiones”.

Ya te quedarás en Bogotá. Lo sé. Siente uno cierta nostalgia cuando los amigos comienzan el éxodo obligado hacia la capital, porque es difícil recobrarlos. Sin embargo, mientras se conserve la comunicación epistolar, el corazón estará siempre encendido.

Me dices que no quieres perder tu contacto con esta tierra nuestra. Me siento muy honrada de que me tengas en cuenta para mantenerte informado. Ahí te va la primera remesita de lo último que se ha produ­cido.

No te olvides de este viejo Caldas, tan aporreado pero tan querido. Dámele a Astrid un abrazo en el que estén incluidos los afanes e ilusiones.

Con mi padre, siempre en nuestro afecto y en nuestras ausencias amadas.

Gloria López de Robledo

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Bogotá, 19 de mayo de 1984

Señora Gloria López de Robledo
Manizales

Mi querida amiga:

Con tu carta del 6 de abril me llegó tu estupenda re­mesa de libros caldenses. De inmediato te puse un men­saje de gratitud. Y a los pocos días reseñé las obras en mi columna de El Espectador. Mi nota ha servido pa­ra hacer sentir la presencia cultural de Caldas ante el resto de departamentos, la mayoría de ellos apáti­cos a la función de publicar libros.

El Quindío, por ejemplo, tierra de escritores y poetas, descuida esta labor. Sólo de tarde en tarde, cuando lle­ga algún gobernador sensible a las expresiones del ar­te, extrae algunos pesos del presupuesto y ejecuta el acto heroico –así hay que llamarlo en medio de la pobre­za intelectual o de carácter de la mayoría de nuestros gobernantes– de «premiar» a dos o tres de los escrito­res. Y los restantes, que siempre se consideran con méritos superiores, quedan resentidos y se lanzan, tú lo sabes muy bien, a la tarea de denigrar de sus colegas editados. Así, le quitan las ganas al gobernador de seguir metiéndose en estos berenjenales de la cultura…

Caldas, en cambio, es perseverante. Las rotativas esti­mulan a un buen número de sus figuras de letras. Por eso me pareció deslumbrante la muestra que tú me envias­te. Es una fecundidad con pocos seguidores en el país. Otto Morales Benítez me comentaba que hacer cultura es un rasgo de la inteligencia. Un acto de decisión. Los pesos que se invierten son insignificantes.

Por aquí, en la capital de los absurdos y también de las realidades sorprendentes, sigo mirando a la provincia. Gracias, Gloria, por permitirme estos contactos, esta dimensión de tu territorio. Para Adel, un cordial abrazo.

Tuyo afectísimo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Gloria López de Robledo 1991-2000

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EVAL LEYNOTO
(Seudónimo de Otoniel Olave Ríos)

Poeta de Palmira, muy vinculado a la actividad literaria de la ciudad. Publicó varios de sus poemas en periódicos y revistas. Un libro con 25 poemas de autores de la región, entre ellos Leynoto, iba a salir hacia la fecha en que ocurre este cruce de cartas. Murió de repente en 1985.

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Palmira, mayo 8 de 1985

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado señor y amigo:

Por intermedio de mi hermano Miguel (1) recibimos el prólogo que luego el diario EI País de Cali publicó sobre los 25 poemas que están próximos a la edición. (2)

No sabe usted cómo fue de bien recibido su escrito por los palmiranos. Fue muy bien comentado por la forma amena como está escrito y el re­cuerdo que para ellos traen los nombres de los poetas que el vértigo de los negocios y el afán de enriquecimiento había hecho olvidar por la invasión que Palmira sufrió de personas extrañas a su idiosincrasia.

Usted tuvo oportunidad de conocer muy bien el caso de Palmira. Al leer su escrito, las personas foráneas hacen un alto en su afán de enriquecimiento, Y es entonces cuando descubren la antigüedad de los valores históricos de Palmira, sus personas importantes. Por eso se le debe gratitud a usted.

Le estamos enviando dos recortes de periódicos en los cuales se dará cuenta del homenaje que se le hizo a uno de los poetas nombrados por usted en su página memorable. Todos los palmiranos amantes de las letras se dieron cita –cosa que hacía mucho tiempo no lo hacían–, y se vivió una noche emocionante.

Esta carta tiene por objeto agradecerle a usted en nombre de los pal­miranos sus palabras reconfortantes. Posteriormente le enviaremos documentación sobre otro de los poetas palmiranos nombrados por usted en su célebre escrito, para que conozca la producción poética que se encontraba perdida. Se trata de la obra de Pascual Guerrero, de quien el estadio olímpico de la ciudad de Cali lleva su nombre

Atentamente,

Eval Leynoto

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(1) Miguel Olave Ríos: gerente del Banco Popular en Palmira.
(2) En mi permanencia durante algunos días en Palmira descubrí un hecho interesante: el proyecto de publicación de un libro integrado por poetas de la región. Entre esos autores estaba Ricardo Nieto, autor del célebre poema Libros. El promotor de ese proyecto era el poeta Eval Leynoto (seudónimo de Otoniel Olave Ríos; obsérvese el anagrama salido de su propio nombre), quien al poner en mis manos los 25 poemas locales, me pidió que escribiera el prólogo del libro. Así lo hice, y dicho trabajo lo divulgó con gran despliegue el Dominical de El País (14-IV-1985), bajo el título Ricardo Nieto y los poetas palmiranos. El propósito era, por supuesto, enaltecer la olvidada poesía palmirana. Leynoto murió de repente poco tiempo después de escribir la presente carta. Nunca supe si el libro se publicó. Creo que no. Queda la anécdota cultural.  

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ANTONIO MARTÍNEZ ZULÁICA

(Datos tomados de Síntesis panorámica de la literatura boyacense (2003), de Vicente Landínez Castro).

Colombiano por adopción, nacionalizado en 1968. Crítico de arte, médico, humanista, biógrafo y novelista. Boyacense por espon­tánea elección. Como le aconteció a su coterráneo el ilustre don Juan de Castellanos, en Tunja nació como escritor y aquí encontró no solamente el tema y la materia de sus libros, sino también el ambiente propicio para escribirlos. Gracias a su vasta e intensa tarea de médico, humanista y profesor universitario, ganó un puesto prominente en el corazón de los boyacenses, hasta el punto de que lo consideran con razón como uno de los suyos.

Con ejemplar dedicación se entregó al estudio y comprensión de las manifestaciones artísticas de nuestro pueblo, produciendo de paso ensayos y tratados de singular penetración y claridad, que enseñan a disfrutar y juzgar críticamente las obras artísticas realizadas en Boyacá. El suyo es el caso verdaderamente extraordinario de un hombre que siendo, por su calidad de humanista, un ciudadano del mundo, ha llegado derechamente a ceñirse física y espiritualmente, a mimetizarse, a consubstanciarse con la tierra, el paisaje y el destino del pueblo boyacense. De aquí, pues, que este escritor haya tenido la virtud de calar tan buida y hondamente en la idiosincrasia de nuestra raza, así como de haber dado igualmente la mejor definición del hombre boyacense.

Doctor en medicina por la Universidad de Valladolid y Salamanca; jefe del Servicio de Urgencias del Hospital de San José, Bogotá (1962-1968); profesor de Patología General en la Universidad Javeriana; profesor de Humanidades en la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá; profesor de Historia del Arte, Arte Hispanoamericano, Humanidades y Antropología Cultural en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en Tunja (1968-1980); jefe de Medicina Interna en el Hospital San Rafael de Tunja. Fue socio fundador de la Real Academia Española de la Historia de la Medicina, miembro de la Academia Nacional de Medicina, miembro de número de la Academia Boyacense de Histo­ria y de la Sociedad Bolivariana de Boyacá.

Ciudadano honorario de Tunja por el Concejo de la ciudad. So­cio honorario del Club Rotario. Premio nacional Blanco Soler de la Sociedad Española de Médicos Escritores y Artistas. Socio fundador y editorialista del diario en Tunja.

Obras: Muerte, médicos y moribundos (ensayo, 1959); Yo asistí a la ruina del hombre (ensayo, 1960); Como la vida misma (teatro, 1960); El iluso (teatro, 1960); Napoleón en Santa Helena (teatro, 1962); Pura gente (novela, 1972); La medicina del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada (1973); Bases para una interpretación de la Historia del Arte (dos volúmenes, 1971); La agonía del Precursor (1973); Arte religioso boyacense de la Colonia (1977); Patobiografía de Simón Bolívar (1975-76 y 77); Cólicos republicanos –patiobiografía del general Santander– (1978); Dios, ¿dónde estás? (novela, 1980-81 y 82); Las artes plásticas en Boyacá (1983); Fosas y bronces. La medicina en la ciudad de Tunja. Su evolución histórica (1989); 500 píldoras (ensayo sobre la vida cotidiana) y Del impresionismo a nuestros días (texto didáctico del arte vanguardista); Historia general de la medicina; Napoleón Espumas, rector magnífico (novela social); Antonio Nariño Álvarez, Prometeo andino. (Biografía histórica).

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Tunja, julio 25 de 1983

Señor Gustavo Páez Escobar
Armenia

Estimado amigo Gustavo:

Recibí no hace muchos días tu última obra Caminos, que me trajo muchas noticias de Boyacá y reafirmó mi opinión anterior sobre tu elegante y desenvuelta manera de expresarse a través de la prosa, con el dinamismo de los ar­tículos de prensa y la vena literaria aunadas.

La leí con pla­cer, y te felicito. Respecto a mi Patobiografía de Simón Bolí­var, lamento decirte que no tengo en mi biblioteca privada ni un solo ejemplar, me desvalijaron, amigos y familia, los pocos que guardaba. Estoy cansado de pelear con editores y distri­buidores. Sé que lo venden en la librería Tercer Mundo, en la ca­rrera séptima de Bogotá. Tenía que hacer una cuarta edición pe­ro me asusta meterme en la aventura. ¡Tanto trabajo para que otros vivan de él! Una desgracia… Tendré que acercarme a la capital a comprar un ejemplar para mí. De otro modo te lo en­viaría a vuelta de correo, en respuesta a tu deferencia enviándome tus trabajos.

Estamos ahora metidos en la quijotada de editar un perió­dico diario para Boyacá, que se llamará La Tierra, independien­te y objetivo, del tipo de La Patria, El País o Vanguardia Liberal, con el exclusivo compromiso de aleccionar la cultura y el desarrollo social y económico del departamento. Lo hacemos con base en una sociedad anónima limitada, con acciones de 100.000 pesos que pagamos en el plazo aproximado de un año.

Ya tenemos casi 170 accionistas. Iniciaremos con un capital de 40 millones, que cubrirán gastos y capital de trabajo para la maquinaria tanto del diario como del aspecto editorial comercial. Va en serio y recibimos una respuesta inesperada de los boyacenses radicados en el departamento, los de Bogotá, Cali, etc.

En la empresa están comprometidos liberales, conservadores, etc. El estudio de factibilidad, que nos hizo Asplan, de Vega Mendoza, es favorable. Queremos que los boyacenses vean algo propio en la empresa, también que empiecen a pensar por sí mismos y no se siga dándoles las noticias digeridas como ocurre con los periódicos políticos.

Esperando noticias, un abrazo,

Antonio Martínez Zuláica

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Armenia, 28 de julio de 1983

Doctor Antonio Martínez Zuláica
Tunja

Estimado amigo:

Eso de que el autor de un libro, como me comentas, no lo tenga en su biblioteca particular, es la tris­te historia del pobre escritor. Muchas veces el autor tiene que encargar a terceros que compren sus obras donde las vean. Eso te pasa con tu Patobiografía de Simón Bolívar. Los familiares y amigos te despojaron de ella, y si te descui­das, no sería de extrañar que alguien te robara la propiedad intelectual.

Nada tan deseable como un éxito rotundo para La Tierra, el diario que se proponen editar unos cuantos amigos boyacenses. Tener ya un capital asegurado es un gran  comienzo para llegar a un promisorio despegue. Ha­cer periodismo no es tarea fácil. Qué bien que se aleje el periódico de los afanes políticos para centrar su atención en el desarrollo social y cultural del departamento. Quedo por lo pronto enterado de esta iniciativa y espero que en un futuro cercano veamos a La Tierra –magnífico nombre– pregonando el nombre de Boyacá por todos los confines patrios.

Acabo de recibir de un amigo el libro Paipa, mi pueblo, de Armando Solano. Voy a hacerle un comentario en El Espectador. Traigo fresca la gleba boyacense, luego de un breve recorrido por mi territorio. Vi y analicé ruchas cosas. Por Tunja pasé muy rápido, para alcanzar a visitar Villa de Leiva, Paipa, Monguí, Tibasosa y alrededores.

Mil gracias por tus palabras de estimulo para mi carrera de escritor. Así nos entusiasmamos mutuamente los cole­gas de las letras. La sociedad de elogios mutuos también sirve para mantener encendidos los motores del espíritu, desde que uno no se deje desvanecer por la vanidad. La vanidad, más que un pecado, es una solemne tontería.

Con mi cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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OTTO MORALES BENÍTEZ

Nació en Riosucio (Caldas) el 18 de enero de 1924. Médico de la Universidad de Antioquia y especializado en Farmacología en la Universidad de Harvard. En Manizales fue profesor de la Universidad de Caldas y secretario de Salud de Manizales, posición desde la cual adelantó una campaña contra los adulteradores de la leche y ejerció otros actos por la moral pública. Debido a la persecución de que fue objeto en Manizales, se trasladó al Putumayo como jefe del puesto de salud de Puerto Leguízamo. Allí se convirtió en defensor de los indígenas. Luego viajó a Bogotá como director científico de Laboratorios CUP. Su espíritu justiciero y contestatario lo llevó a rebelarse contra la autoridad y vincularse a movimientos sediciosos en las selvas colombianas, a raíz de lo cual estuvo detenido un año en la Cárcel Modelo de Bogotá. Asilado en Francia por largos años, murió en París el 27 de junio de 1982. En esta ciudad se le consultaba como ideólogo de los conflictos latinoamericanos. En la última etapa de su vida pregonó la ecología como causa política.

Algunos de sus libros: Estudios críticos, Testimonio de un pueblo, Claves de mi generación, Aguja de marear, Memorias del mestizaje, Revolución y caudillos, Muchedumbres y banderas, Itinerario, Cátedra caldense, Señales de Indoamérica, Caminos del hombre en la literatura.

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Armenia, 16 de febrero de 1982

Doctor Otto Morales Benítez
Bogotá

Mi querido Otto:

Sólo ahora, después de 14 meses, vengo a leer tu discurso con motivo del grado honoris causa con­ferido por la Universidad de Caldas a Adel López Gómez y Ovidio Rincón Peláez. Lo leo en la separata titu­lada Hacia el rescate de la cultura caldense que me enviaste.

Me encontré con una pieza magistral que deberá recoger­se en un libro tuyo, pues  constituye un certero enfoque sobre la realidad cultural caldense, enten­dida ésta como la que confluye de los tres departa­mentos.

Además de presentar valiosas tesis sobre el significado de la comarca en la cultura del país, enjuicias el olvido que cae sobre la obra de destacadas figuras de las letras y haces un balance crítico sobre ese patrimonio olvidado de la zona cafetera. Hay en la región autores magníficos, vivos y muertos, que han consagrado sus vidas y entusiasmos a elaborar una obra meritoria que a veces, por si­lenciosa, no consigue el vuelo que merece.

Colcultura ha descuidado a la provincia colombiana. Ha carecido de mayor empuje para rescatar tanto título bibliográfico refundido en el polvo de los años. Sus tirajes recogen de seguido autores ya consagra­dos, muchas veces repetidos, y se olvida de otros que carecen de oportunidades y de ambiciones para hacerse notar. En este mundo igno­rado, o menospreciado, suelen existir verdaderas joyas de la literatura. La entidad no ha llegado al escritor “menu­do”, ese que casi no se siente y que sin embargo es el auténtico representante de la provincia colombiana.

Bajo la luna negra, maravillosa novela de Eduardo Arias Suárez, estaba inédita desde cincuenta años atrás y vino a rescatarla, hace poco, el Comité de Cafe­teros del Quindío. Muchas veces he lanzado las siguien­tes preguntas que siguen sin respuesta: ¿Quién publicará los Cuentos heteróclitos del mismo Arias Suárez, otra producción inédita, y sin duda excelente por tratarse del mejor cuentista que tuvo el país? ¿Quién recobrará la obra de Antonio Cardona Jaramillo? ¿Quién se ocupará de las tres novelas indigenistas de Jaime Buitrago Cardona? Estos tres escritores dejaron de existir hace mucho tiempo.

Una vez vino a hablar con­migo desde Bogotá un hermano de Buitrago Cardona, a quien yo le llamaba la atención por ocuparme de los valores de la región. Y me trajo la novela La tierra es del indio, de su hermano, el único ejemplar que tenía la fami­lia, ya amarillento, y que ese mensajero deseaba que yo conociera. Dicha obra tenía prólogo del padre Félix Restrepo, se había ganado en 1950 un concurso de la Caja de Ahorros (que no le cumplieron), y sin embargo el autor era des­conocido en Colombia y en el Quindío… Magnífica novela, que junto con las otras dos inéditas del mismo Buitrago –Pescadores del Magdalena y Hombres transplan­tados– muestra el descuido cultural que tú enjuicias en tu discurso.

Tu ensayo sobre la cultura del Gran Caldas y tu dolori­do acento por que haya más preocupación en esta materia vital, provocan la presente misiva. Madrugo a escribír­tela a vuelo de máquina co­mo consecuencia de una lectura bien digerida que hice anoche de tu extenso y certero ensayo.

Por otra parte, realizas estupendos retratos sobre Adel y Ovidio, figuras insignes de las letras y el periodismo que han hecho obra grande ocupándose de su terruño. Dos estilos diferentes, como bien los defines, son ellos figuras reconocidas de la literatura colombiana. Tu discurso posee una notable pro­piedad: que exaltando a los graduados perfila la cultura provinciana, tu propia cultura, y de paso lla­ma la atención de la gente para que valore más de las riquezas del espíritu.

Un cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar

Copias a:
Adel López Gómez y Ovidio Rincón Peláez.

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Armenia, 21 de julio de 1982

Doctor Otto Morales Benítez
Bogotá

Mi querido Otto:

Acabo de recibir tu tarjeta. Te estoy gestionando los ejemplares que necesitas de la novela de Eduardo Arias Suárez. Te agradez­co la solidaridad que me expresas por la muerte de Tulio Bayer.

Acerca de los Torres Quintero, de Boyacá, te cuento que es una familia numerosa de escritores, políticos y militares. Luis fue jefe del Partido Conservador de Boyacá por espacio de varios años, cónsul en los Estados Unidos y presidente del Senado de la República. Murió en un accidente de tránsito entre Tunja y Bogotá, hace unos 15 años.

En el gobierno de Rojas Pinilla hubo dos altos oficiales Torres Quintero que mucho sonaron en la vida del país. Uno de ellos era el secretario privado del general.

Sobre Eduardo Torres Quintero, una de las personas que más he admirado en mi vida, escribí una semblanza en Caminos, recien­temente publicado y que espero ya te haya llegado. Eduardo Torres Quintero dejó una abundante familia. Uno de sus hijos es Guillermo Torres Barrera, actual senador de la República y prestante jefe conservador del departamento.

Supongo que los datos que necesitas son sobre los escritores. Aquí te van estas informaciones:

Eduardo Torres Quintero:

Nació y murió en Tunja: 1903-1973. Escritor, educador, crítico, orador y periodista. Doctor en Filosofía y Letras. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Ocupó diversos cargos, entre otros, jefe del Control de Cambios; contralor general de Boyacá; se­cretario de Educación del Distrito de Bogotá; diputado a la Asamblea Departamental; director de Extensión Cultural de Boyacá. También fue director de las revistas Boyacá, Cultura y Cauce y de la Galería de Autores Boyacenses, catedrático de español e historia de la literatura en centros educativos del país, y desempeñó con singular fortuna y brillo la crítica literaria y de arte.

Obra: Escritos selectos; Boyacá a Julio Flórez; Lira joven (poemas); Fantasía del soñador y la dama (poema lí­rico dramático); discursos; crítica; El cantar del Mío Cid (versión al castellano moderno); traducciones.

Guillermo Torres Quintero:

Nació y murió en Tunja: 1904-1932. Poeta y periodista. Voz lírica trémula de angustia, de amor y de melancolía. «Sus ver­sos constituyen en conjunto –escribió Rafael Azula Barrera– una obra armoniosa, sincera y bella. El tema eterno de la mujer y del amor aparece tratado en sus estrofas con emoción cálida, impetuosa y ardiente, si bien, así mismo, con cierto pudor lírico que le impide mostrar la propia desnudez de su pena, como los primitivos románticos».

Obra: Poemario y La estrella del alba.

Rafael Torres Quintero:

Nació en Santa Rosa de Viterbo, 1909. (1) Educador, filólogo y lingüista. Prosista castizo, claro y profundo. Codirector del Insti­tuto Caro y Cuervo.

Obra: Modernidad de la «Gramática» de don Andrés Bello; Bello en Colombia, compilación; La enseñanza del castellano; La planeación lingüística; Cervantes en Colombia; Biografía de Rufino José Cuervo; Biografía de y sobre Gonzalo Jiménez de Quesada en el Antijovio; Rufino José Cuervo; El lenguaje de Jiménez de Quesada; Biografía de Hernando Domínguez Camargo; Una página desconocida de don Rufino José Cuervo y Terminología gramatical.

Con mi cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Murió en Bogotá en 1987, siendo director del Instituto Caro y Cuervo.

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Bogotá, 28 de febrero de 1984

Doctor Otto Morales Benítez
La Ciudad

Muy estimado Otto:

El domingo te escuché con atención en el reportaje que te hizo Fernández Gómez. Tus respuestas fueron claras, categóricas, definidoras de muchos aspectos de la vida nacional. Defenderse de este reportero no es fácil y tú has salido bien librado.

Te envío dos recortes de El Espectador de hoy. Ambos comentaristas te puyan. Te incitan a que salgas a la palestra con decisión, con vigor, con garra para pelear la Presidencia. Mike Forero, más santandereano que santanderista, refuerza su propio candidato y trata de descalificar a los que llegan tarde. La competencia hasta ahora empieza, Otto.

Queremos tus amigos verte en la plaza pública, en el foro, en la televisión, en todas partes, esgrimiendo grandes ideas, tocando los temas palpitantes del país, usando cierta irreverencia –con la altura que sabes–, para que el pueblo te apoye más, te siga más. Es tu momento. He escuchado formidables comentarios –de liberales, de conservadores, de pueblo raso– y todos te pronostican el triunfo si te abres más, si te metes al barro, pero para no echar atrás.

Galán, en mi concepto, encarna una candidatura muy de partido. Muy liberal. Tú serías la bandera nacional que todos buscan. Galán suscita resentimientos en su propio partido. Tú tienes ánimo conciliador. El país te asimilaría. Galán es un gran líder, no hay duda, pero no siempre la juventud es buena compañera. Tú eres el hombre maduro, ecuánime, experimentado. Es tu hora. Galán puede esperar.

El otro recorte, el de Vásquez Carrizosa, contiene también importantes conceptos. Dice algo muy certero: “Es todavía prematuro tomar partido en unas elecciones que se sucederán dentro de dos años, cuando el mundo habrá dado más vueltas”. Medita en todo esto y verás que tú mismo, con tu inteligencia y capacidad de lucha, puedes conseguir el viraje que la política está dando. Muchos éxitos en tus conferencias en Venezuela.

Con Astrid te van nuestros cordiales abrazos,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 24 de octubre de 1984

Señor Gustavo Páez Escobar
Santa Marta

Apreciado Gustavo:

Gracias por tu cordial amistad. Tus palabras me van acompañando todos los días. De un sitio y de otro. Allí aparecen con su carga de amistad.

Sigo recorriendo el país. Personalmente me ha ido bien en las correrías. Me reciben con afecto y respeto. Veo que la opinión pública me acompaña. Hay entusiasmo en torno a mi nombre. Pero la clase política –con tod­os los candidatos– está calculadora.

Mi posición es clara: estoy empeñado en la lucha ideológica y predicando la unión del liberalismo. Sin desesperarme por mi suerte personal. Sin una sola actitud que me contradiga interiormente o que me haga aparecer indigno ante mí mismo o ante mi pueblo. Para recibir un honor tan alto como el de ejercer la Presidencia de la República, se necesita que no esté contaminado con ingredientes innobles de componendas. De compromisos personales o políticos que me limiten; de silencios doctrinarios que puedan crearme la imagen de un hombre lejano a la autenticidad del país.

Mi campaña seguirá siendo, como hasta ahora, muy limpia, en todos los órdenes: sin agravios, sin retos personales, sin ambigüedades que se presten a interpretaciones   equívocas. Sin atar la voluntad de nadie, que se exprese espontáneamente. Que de todo lo que diga queden algunas tesis que puedan tener validez hacia el futuro, de suerte que avancemos con miras patrióticas muy altas. Que siempre tenga la alegría y la honda satisfacción de haber meditado con nobleza, con honestidad, con veracidad, con auténtica vocación de servicio en el destino de los colombianos.

Van saludos muy cordiales de,

Otto Morales Benítez

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GERMÁN PARDO GARCÍA

Datos tomados de Diccionario de escritores colombianos (Plaza y Janés, 1982), de Luis María Sánchez López:

“Nació en Ibagué el 19 de julio de 1902. Periodista y poeta; editor de las revistas culturales Nivel y Noticia de Colombia, ambas en Mé­jico, donde su labor intelectual es extraordinaria, lo mismo que la obra de divulgación de nuestras letras.

“Bardo posmodernista por excelencia; una verda­dera joya de las letras americanas. Vate de las an­siedades, las angustias humanas y las injusticias sociales; gran cantor de la soledad, el amor, la paz, el mar y la muerte; autor de una poesía pura, castiza, original, armónica, diáfana y lírica, satura­da de sensibilidad, color y formas delicadas, sen­cillas y profundas; dueño de un léxico rico y va­riado y de una adjetivación precisa. En sus versos aparecen lo erótico y lo religioso suave y dulcemente expresados. Su obra es pro­funda, serena, bella y bien lograda; en él vuelve a tomar su verdadera forma el soneto; así puede ver­se en Cánticos de elevación, Hay sangre en las estrellas, A la divina verdad, Aire divino y A la presencia de la poesía.

“Tiene romances exquisitos y poemas esplendoro­sos; entre estos últimos mencionamos Mujer na­turaleza, Yo soy un soldado, Atómica flor, tempes­tad, Vulgar elogio marino, Húmeda flor y Jess Cook”.

Germán Pardo García falleció en Méjico, donde residía desde 1931, el 23 de agosto de 1991.

* * *

Obra total:

(tomada de Biografía de una angustia (1994), de Gustavo Páez Escobar):

1928   La tarde, Bogotá.
1928   El árbol del alba, Editorial Colombia, Bogotá.
1930   Voluntad, Editorial El Gráfico, Bogotá.
1933   Los júbilos ilesos, Méjico.
1935   Los cánticos, Méjico.
1935   Los sonetos del convite, Méjico.
1937   Poderíos, Méjico.
1938   Presencia, Méjico.
1939   Selección de sus poemas, Editorial Cultura, Méjico.
1940   Claro abismo, Méjico.
1943   Sacrificio, Méjico.1943   Poemas, Editorial Antena, Bogotá.
1944   Antología poética, Imprenta Veracruz, Méjico.
1945   Las voces naturales, Méjico.
1947   Los sueños corpóreos, Méjico.
1949   Poemas contemporáneos, Méjico.
1952   Lucero sin orillas, Méjico.
1953   Acto poético, Ed. Cuadernos Americanos, Méjico.
1954  U. Z. llama al espacio, Méjico.
1956   Eternidad del ruiseñor, Méjico.
1957   Hay piedras como lágrimas, Méjico.
1958   Poemas, Ed. Guadarrama, Madrid, España.
1959   Centauro al sol, Méjico.
1960   La Cruz del Sur, Méjico.
1960   Osiris preludial, Méjico.
1961   30 años de labor del poeta colombiano Germán Pardo García (1930-1960), Ed. Cultura, Méjico.
1962   Los ángeles de vidrio, Méjico.
1962  El cosmonauta (poema), Méjico.
1964   El defensor, Méjico.
1965   Los relámpagos, Méjico.
1965   Labios nocturnos, Méjico.
1966   Mural de España, Méjico.
1966   Elegía italiana (poema), Méjico.
1968   Akróteras: Adorno para los Juegos Olímpicos de Méjico (poema), Gráficas Menhir, Méjico.
1969   Himnos del Hierofante, Méjico.
1971   Apolo Thermidor, Ed. Libros de Méjico.
1972   Escándalo, Ed. Libros de Méjico.
1973   Desnudez, Ed. Libros de Méjico.
1973   Iris pagano, Ed. Libros de Méjico.
1974   Imagen poética, selección de sus obras, Biblioteca Banco Popular, Bogotá.
1974  Mi perro y las estrellas, Ed. Libros de Méjico.
1974   Génesis, Ed. Libros de Méjico.
1975   Himnos a la noche, Ed. Libros de Méjico.
1975  El héroe, Ed. Libros de Méjico.
1977   Apolo Pankrátor (1915-1975), Ed. Libros de Méjico.
1980   Tempestad, Ed. Libros de Méjico.
1986  Últimas odas (partes I y II), Ed. Libros de Méjico.
1988  Últimas odas (parte III), Ed. Libros de Méjico.


Epistolario publicado en Biografía de una angustia (1994)

El secreto de las cartas

La correspondencia entre amigos, por la forma es­pontánea como brota, representa un medio insustituible de comunicación. En ella no hay reticencias ni convencionalismos, como ocurre con la correspondencia oficial o protocolaria, porque es el corazón el que habla. La sinceridad del alma se prodiga, cuando la amistad es verdadera, en quien depositamos nuestras cuitas, inquie­tudes o esperanzas. Las cartas son sagradas al contener confidencias, y estas solo se hacen a las personas ligadas por el amor o la amistad, ya que los extraños no mere­cen nuestros secretos.

En las cartas, el autor se revela como es, sin maqui­llajes ni afectaciones. No es esencial que la frase quede pulida. Tal vez sea defectuosa frente a las normas gramaticales. Lo que importa es que sea sencilla y expre­siva, y que como tal transmita las emociones, los pro­yectos y los desasosiegos en el lenguaje llano del alma, la cual solo conoce la franqueza. Quien recibe la respon­sabilidad de una carta debe ser discreto y leal con su interlocutor.

El corresponsal auténtico, o sea, el que escribe sin disfraces ni afectaciones, en la correspondencia se dibuja de cuerpo entero. Nada oculta, y en cambio entrega facetas de su personalidad que no siempre se manifiestan en el diálogo verbal. Hay personas que en la conversación son tímidas o temerosas, mientras en la correspondencia aparecen desenvueltas y recursivas. El individuo demuestra su verdadera personalidad en el trato epistolar.

La correspondencia entre escritores se convierte, tal vez por la propiedad con que se manejan los temas, en inestimable género literario. Es clásica en la literatura la correspondencia de Flaubert, publicada en 13 tomos por Conard, la cual nos permite entender hoy el carácter de este escritor solitario que, mientras elaboraba sus obras maestras, sufría tensiones, angustias y las comunes pasiones del ser humano. Esas cartas enseñan, además, sus impulsos emocionales, sus odios y amores, y nos descubren sus lecturas y aficiones.

Un escritor sin su correspondencia revelada no está completo ante el público. Las cartas son el espejo del alma y las que logran, más que las memorias y las autobiografías, sondear las reconditeces del mundo interior. Para interpretar los libros, nada mejor que conocer el alma del autor, con sus circunstancias ambientales, sus frustraciones, debilidades, ilusiones y fantasmas.

La correspondencia es también base fundamental de la historia. Sin las cartas de Bolívar, por ejemplo, hoy permanecerían oscuros muchos de los episodios del guerrero y del genio que determinaron sus epopeyas libertadoras y humanas. Bolívar, maestro del arte de escribir cartas, se dibujó al natural en sus confidencias amorosas y en sus secretos marciales. Su correspondencia constituye no solo valioso documental para desenredar los hilos de la historia, sino testimonio revelador de sus luchas, querencias, sueños y aversiones. En el campo sentimental, las cartas dirigidas a sus amantes y a las mujeres pretendías son el mejor destello amoroso para enardecer las fibras del corazón. Estas cartas son un tesoro, al igual que las de Pedro Salinas a Margarita y las de Antonio Machado a Guiomar, y se encuentran consagradas como piezas maestras de la literatura sentimental. El amor es imperecedero y por consiguiente elemento fundamental del ser humano.

Tengo numerosas cartas recibidas de Germán Pardo García durante los últimos cinco años. Como en alguna misiva le expreso, cada carta suya es un poema. Y en ellas está reflejada su alma. Ahí está palpitante su angustia vital. Mi libro sobre el poeta no quedaría completo si no incorporo a él estas demostraciones vivas sobre la ansiedad, salidas de un corazón en pena.

Más de un centenar de cartas, entre las enviadas al poeta y las recibidas de él, reposan en mis archivos. Estos correos se convirtieron en un diálogo continuo, agobiador en algunos momentos, y siempre hermoso y vivificante, que hoy da consistencia a la tesis del dolor y la soledad. Pardo García se retrata en sus cartas al desnudo, afligido, caótico, víctima de sus desamparos y sus desgarraduras.

Le pedí permiso para divulgar estos mensajes que, concebidos dentro de la intimidad de los dos corresponsales, tienen interés general. Y el poeta me permitió la publicación. He entresacado 33 misivas escritas en ambas direcciones –entre Bogotá y Méjico–, las cuales denuncian, en la ilación del coloquio entrañable que ha cumplido cinco años, las causas y la vigencia de una turbación permanente.

En lenguaje coloquial y poético, Germán Pardo García revela su alma noble y les da dimensión a la amistad y a la confraternidad. Solo lamento, al llevar al lector estos testimonios, el título desmedido de ‘maestro’ que el verdadero maestro, que es él, me dispensa. Yo le pedí en alguna ocasión que suprimiera ese tratamiento para quien apenas sabe garrapatear sufridas cuartillas, y no me hizo caso. El inesperado título lo considero una cortesía, no una realidad.

El poeta insistió en su largueza, y así no me queda otro camino, para conservar la autenticidad de la correspondencia, que figurar como el maestro que quisiera ser, y que por no serlo desearía borrar de esta transcripción.

* * *

N o t a:  Por razones obvias, en este epistolario aparecen muchas veces las palabras Méjico y sus derivados, que el autor escribe con j, incluso cuando proceden de cartas y periódicos recibidos de la tierra azteca, en la cual la grafía de tales vocablos se usa con x a pesar de pronunciarse con j. En estas páginas sigo la regla de la Real Academia de la Lengua según la cual no hay en español palabras que se escriban de un modo y se pronuncien de otro. México, con x, es una grafía de uso mejicano, que tiene además sentido nacionalista y traiciona la fonética. En mi escritura defiendo el uso colombiano de la jota.

G P E

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Bogotá, 28 de diciembre de 1985

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Distinguido y noble amigo:

Ya a punto de concluir el año, un año aciago para Colombia, tuve el gratísimo placer de recibir los dos números de Nivel, el ejemplar de Excelsior y las amables palabras con que usted, por vez primera, se comunica con este lejano escritor. Veo, por la elocuencia de este correo, que Laura Victoria le hizo llegar el recorte de prensa donde lamento la ausencia de la enorme poetisa de nuestro suelo colombiano. Y otro tanto puede decir­se de usted.

Correspondo de inmediato a su cúmulo de gentilezas con mis mejores augurios para el año 1986. Hay en us­ted –así lo observo en el material que me envía– un tono melancólico por el atardecer de su vida y sobre todo por los quebrantos que ha experimentado su salud.

Usted mismo se califica como un ser solitario y ator­mentado. Tal vez, pienso yo, sin esas condiciones no habría cumplido su destino. No habría realizado la portentosa obra que le deja a la humanidad. Y cuando anota que «no alcanzó gloria literaria alguna», es modes­to. Su gloria, o sea la dimensión de su extraordinaria vida intelectual, es inmensa. En su obra poética está ci­mentado el significado, la excelsitud de su tránsito hu­mano. Ahí está su gloria, y por eso se le ha postulado, por notables figuras de las letras, para el Premio Nóbel. Que se le otorgue o no es ya secundario. Lo importante es que usted se lo ha ganado.

En mi biblioteca solo tengo una muestra insignifi­cante de su voluminosa producción. Pero no pierdo oca­sión de leerlo en suplementos y revistas. Y siempre lo he visto como esas espirales que se alejan de su centro en permanente ascenso. Por Adel López Gómez supe las primeras noticias sobre la residencia de usted en Méjico y conocí vagas referencias sobre su aislamiento en la gran capital. La creación es siempre obra de la soledad, la introspección, y usted ha cumplido su destino.

Su correo me ha producido gran regocijo.

Reciba mis cordiales votos de amistad,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 17 de enero de 1986

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Ilustre maestro, joven y extraordinario amigo:

Mi gratitud hacia usted es inmensa. Es usted no so­lamente un joven y admirable maestro, sino algo que es tan difícil hallar: un caballero.

Todos sus magníficos escritos aparecerán en Nivel y cuando aparezcan se le enviará un ejemplar.

Mi salud por mi avanzadísima edad (me acerco a los 85 años) está quebrada y puedo pero no debo con­tinuar. Vivo, desde mi niñez, sometido a periódicas crisis sicasténicas, que se comen mis entrañas sin poder evitar­lo. Por una de estas crisis, y agobiado por conflictos con hermosa mujer, y por compromisos de juego (soy tahúr desde los 18 años, mi autobiografía en Apolo Pankrátor, agotado, lo dice), me abrí las venas para morir el 29 de septiembre de 1979. El entonces presidente de Méjico, licenciado José López Portillo, grandioso, envió a sus mejores médicos a la Cruz Roja, en donde yo ago­nizaba, y me salvaron.

Pero estoy expuesto a reincidir, porque, como ya le dije, vivo con la mente aterrada al pie de la locura. No me juzgue mal. Usted es un joven salubre y yo un sicopatológico de espanto. Por eso vivo solo. Para no poner mi angustia brutal sobre los demás. Mi soledad es inmensa. Así viví… y así me preparo a morir, bien por mis propias manos o por obra de la naturaleza. No tengo Dios, no tengo eternidad. Sólo la oscuridad y el terror. Aun así, le escribo en griego, el idioma que tanto me ayudó, las palabras que fueron mi divisa: Irene kai elpis – Paz y esperanza.

Me permito añadirle que fue después de mi muerte voluntaria cuando ya resurrecto escribí los más tremen­dos poemas de mi vida, en total 35. Dicen que me cu­brieron de gloria infinita. Yo no veo sobre mí sino una diadema de sangre coagulada y de ceniza mortecina.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 16 de marzo de 1986

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Ilustre poeta y admirado amigo:

Ojalá no se sienta usted acosado por mí, este amigo lejano que le ha aparecido en la última etapa de su vida. Ya he comprendido, por sus cartas anteriores y por lo que dicen los periódicos, que usted se encuentra agotado y enfermo. Si insisto en comunicarme con usted es por­que soy admirador de su obra literaria y de su signifi­cado humano.

Quisiera que me concediera un reportaje para la prensa colombiana. Es usted un maestro no solo en poe­sía sino en densidad humana, que mucho tiene que dejar a sus congéneres. Intente, por lo tanto, hablar con su público –ese público entusiasta que lo ha leído y lo quiere– a través del cuestionario que someto a su consideración.

Creo comprender, por haber leído su autobiografía y parte de su poesía, ciertas facetas de su carácter. Pero busco penetrar más en algunos resquicios de su alma. Lo pongo a hablar con su conciencia. Usted ha sido desenfadado en su Etiología y síndrome de una angus­tia, que al fin logré conseguir.

Me impresionó tremendamente su testimonio. Es una de las obras más conmovedoras, poéticas y profundas que he conocido sobre la vida de los grandes hombres. Parece una novela. La existencia humana es una novela. Necesita, claro está, de plumas maestras como la de usted para penetrar en las intimidades del alma.

Confío en su respuesta. Haremos un gran reportaje. Yo me encargaré de revelar sus confidencias. Cuando se está en la última etapa de la vida el corazón habla con más sinceridad.

Hago votos muy sinceros por que sus dolencias ten­gan cura acertada.

Y repito sus palabras: Paz y esperanza,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 19 de mayo de 1986

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Señor de mi espíritu:

Hasta el caos de sombras y de horror que ha sido mi existencia llega el sorprendente mensaje de luz arrobadora que usted me envía, y siento como si por un instante yo hubiese ascendido a un Tabor de claridad, que me inviste las sienes de inmerecida gloria, a tiem­po que permite ver las heridas de mis pies y de mis manos, que súbitamente dejan de sangrar y derraman solamente esmeraldas y zafiros.

Tiene usted poderosa grandeza de alma para ver lo que está sumergido en mí bajo capas geológicas que acumularon sobre mi alma un derrumbe de amargura. ¡Cuánta generosidad en usted, qué diluvio de estrellas fugaces salidas de sus manos heroicas, proyectadas hacia mí en increíble huracán de metáforas hermosísimas, que de su estilo fluyen hacia mí! Decirle ¡gracias! sería empequeñecer una acción como la suya, que me coloca delante de otro yo mismo que tal vez pude ser.

De mi propio corazón al desnudo me arranco estas cláusulas y las dejo muy cerca de su costado de hombre entero, de escritor ilustre y de caballero admirable.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 6 de noviembre de 1986

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Cordial amigo:

Sus cartas del 21 y 27 de octubre, y sobre todo la última, me han dejado sobrecogido. Sus palabras son desgarradoras. Parece como si usted se estuviera des­prendiendo de la vida a jirones.

Me dice que Nivel ha desaparecido, el apartado de correos quedó cerrado y ha dado instrucciones al doc­tor Aristomeno Porras para incinerar sus cenizas y arro­jar los despojos al mar… ¿Acaso todo esto no es presa­gio de una tragedia griega? Su salud se ha agravado y usted, desde luego, sufre. Con su dolor también sufrimos sus amigos. Un grupo de amigos colombianos estamos conmovidos con su drama.

Le envié en días pasados un libro mío. Creo que por esta época ya le llegó. Es un nuevo mensaje de mi afec­to por usted y por su poesía. En otra carta le decía que a los honorarios de la revista Diners, si no quiere co­brarlos, podría darles otra destinación. Diners es una revista multinacional, muy bien financiada, que por eso ofrece tarifas a los escritores. Pero sobre esto usted no me comunicó nada. Cualquier decisión habría que co­municársela a doña Consuelo Mendoza de Riaño.

Confío en que su salud mejore. En que el abatimien­to de su alma deje de torturarlo. En que regrese usted a la vida, de su abismo de sombras y dolores. Aquí, de nuevo, y en sus mismas palabras, va mi mejor mensaje:

Paz y esperanza,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 17 de noviembre de 1986

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Maestro, amigo de mi alma:

Gracias por su carta. Me ha conmovido. Y se la contesto dictándole estas palabras a una amiga, porque ya no puedo escribir.

Muchos escritores han venido a suplicarme que no suspenda Nivel. La razón: yo les he abierto las páginas a poetas que, sin Nivel, serían ignorados. Pero Nivel es la imagen de mi corazón, abierto hacia todas las latitu­des. Creo que aún podré publicar hasta el número de diciembre, en cuyas páginas hay una dedicada a usted, con mi admiración, mi gratitud.

Me estoy paralizando lentamente a causa de la le­sión que padecí hace casi 70 años. Quizá usted vio en mi explicación de Apolo Pankrátor que un potro me dio una coz detrás del oído izquierdo. Con el tiempo, esa le­sión, que permaneció casi oculta, me está destruyendo. Ya no puedo andar sino con sumo esfuerzo. Para mí, cruzar una avenida es un martirio. Me apoyan los policías de tránsito, gentes que pasan y tienen misericordia del an­ciano luchador.

He padecido tragedias enormes, que han agravado la sicopatía que padezco desde niño, como herencia de la poliomielitis que me tuvo paralizado hasta los siete años. Le refiero dos de esas tragedias: el inmenso neurólogo mejicano, de fama internacional, doctor Alfredo Assam, que me atendía desde hace diez años, vino un lunes a verme. Ya no me cobraba por el honor y la sabiduría de sus visitas. Vino y me dijo: el jueves regreso. No re­gresó. Al preguntar yo por teléfono el motivo de su ausencia, su esposa me dijo: mi marido murió de un derrame cerebral, ese mismo lunes en la noche. Me que­dé ciego, mudo, loco de dolor.

La gran poetisa mejicana argentina Ivonne Ramírez Garrido, que me visitaba en mi soledad, vino también a verme. A los tres días murió de un paro cardiaco, en el lecho conyugal. El doctor Assam apenas tenía 47 años. Ella, 58. Esas dos tragedias han agravado mi tremenda angustia mental, y sólo tengo ante mí imágenes de muer­te, noche y día. Yo, que me suicidé con calma, tiemblo de espanto. Ya no soy capaz de volver a matarme. Pero la idea del suicidio me persigue. No moriré aún porque mi naturaleza aguanta los castigos implacables.

La horrible trayectoria de mi vida, entre todas las secuencias del mal que un hombre puede resistir, esos recuerdos espantables me están enloqueciendo también. Usted ignora que padecí tres secuestros mortales, causa­dos por jugadores resentidos. La prensa de Méjico lo informó en los tres casos, y muchos de los amigos que tenía me abandonaron al saber quién soy en realidad. Me quedó la fraternidad, yo que no tuve hermanos sino fieras de mi sangre misma, del inmenso doctor Porras. Él está ya pronto, desde hace tiempo, a recoger mi cadáver, incinerarlo y arrojar mi último vestigio al mar. Y lo cumplirá. Tengo también la amistad de la gran poetisa Carmen de la Fuente. Ella escribió hace poco un gran poema sobre mí, donde dice:

Si fue como Anakreonte,
pulsó la cítara de Apolo
y la tragedia de su vida
la esculpió en exámetros.

Hasta hace dos años fui sumamente pobre. El enor­me presidente Belisario Betancur, que pasó por Méjico, amigo mío desde hace 40 años, vino a verme a mi hu­milde apartamento. Al ver mi soledad, mi quebranto, mi pobreza, me dejó un obsequio de quince mil dólares. Los tuve que aceptar porque estaba en total indigencia. Por ello, por mi resistencia a recibir dinero aun en caso así, es por lo que me resisto a aceptar el dinero de Con­suelo Mendoza de Riaño, a quien conocí cuando era niña.

Quiero decirle que siempre sufrí mucho cuando tuve que recibir monedas. Me avergonzaba al ver que lo que escribo con tanto dolor regresaba a mis pobres manos con­vertido en dinero. Pero si Consuelo me envía algo se lo regalaré a la humildísima mujer que viene a barrer y a lavar el cuarto en que vivo.

Algunos poemas de mi espantoso libro Tempestad fueron leídos por muchos de los que se decían mis com­pañeros, allá y aquí, y por eso me abandonaron. No fueron capaces de resistir la imagen del hombre desven­turado que cruzó con los pies desnudos sobre las brasas del infierno.

Como último intento de lo que fui, quise escribir un largo poema sobre la música de las esferas, escuchada por Pitágoras y Anaxágoras, y comprobada a los 3.000 años por los artefactos que envían los Estados Unidos y que han oído la música que hacen los astros al despla­zarse en el universo. No pude escribir ese canto porque me sobrevenían vértigos de horror.

Pero sepa usted, maestro, amigo imponderable, que todo el universo es música. En esa sinfonía cósmica, que Novalis cantara, ya va a perderse este hombre sin venturas que usted honró y que lo quiso a usted inmensamente. Es la última carta que le escribo. Su libro me dejó perplejo. Sus ca­pítulos sobre Flaubert son dignos de la dialéctica de Carlyle. Adiós, amigo de mi alma. Ya no le puedo decir «paz y esperanza», sino Infierno y Muerte.

Germán Pardo García

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Bogotá, 7 de enero de 1987

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Mi querido maestro:

Me hallaba ausente del país, en una ronda turística por Venezuela. Apenas iniciado mi desplazamiento, ocu­rrió la muerte de Guillermo Cano, director de El Espec­tador, sacrificado por la oscura mafia de los narcoguerilleros que no quieren dejar tranquila la vida nacional. Este suceso me ha dolido intensamente.

Hallé, a mi regreso, su carta del 17 de noviembre, dictada a una amiga suya que le ayuda en estos menes­teres, documento que deja traslúcido todo el dolor de su alma en estos instantes de crisis espiritual y física en que transcurren sus últimos días, pero al mismo tiempo valiente por la fortaleza con que usted encara el destino. Aplaudo su presencia de ánimo para superar el infortunio.

En El Espectador escribí una nota sobre Nivel. Le va adjunta. Es preciso hacer notar el esfuerzo final con que usted trata de salvar la vida de su alter ego. Mil y mil deseos para el nuevo año. Usted saldrá adelante con voluntad y grandeza de alma. Se lo desea de todo corazón,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 24 de marzo de 1987

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Respetado maestro, nobilísimo amigo:

Mis anteriores letras le fueron enviadas cuando yo me hallaba, y estoy aún, bajo las garras de una de las angustias cíclicas más agobiadoras de mi larga y ya destruida existencia. Estas crisis me azotan desde la niñez, pero es ahora al final de mi vida cuando más y más daño me hacen.

Allá, en mi amada Colombia, sus mejores científicos, López de Mesa desde mi infancia, Edmundo Rico después, vieron este abismo de mi dolor y lo hallaron irreversible. El grande Edmundo Rico me dijo: “Cuida tus pasos porque te meces en el trapecio de la angustia y llevas dentro de ti a tu propio homicida”.

Largos años después se cumplió el presagio del genial médico. Una madrugada, usted lo sabe, apareció ese homicida, tomó una navaja y se destrozó las venas. Fue grave error que me dejaran vivir, porque mi angustia siguió creciendo hasta conducirme a los límites en que el dolor del hombre comienza a confundirse con la demencia.

Padezco diurna y nocturnamente. A veces sueño que estoy bañándome, y de pronto veo en sombras que el agua se convierte en sangre. Mi propia sangre, querido maestro, y despierto enloquecido de pavor, hundo la cara en mis frías manos y lloro como un niño abandonado. A veces, grito sin saber si mi clamor es escuchado y por quién. ¿Por qué, Dios mío, estoy abandonado? Lo dije algún día en una de mis últimas odas. Usted quizá lo haya visto. Todavía viviré, casi paralizado como estoy, aguantaré porque mi corazón resiste, mas ya se debilita.

Escríbame cuando quiera. Yo no puedo cerrar mi alcoba de agonizante a un hombre como usted. Le envío un sonetito que escribí en 1916, todavía niño. Ya la an­gustia, la esquizofrenia, me perseguían. Rompa usted todo esto. Y póngame a los pies de su gentil señora y déles a los niños mi ternura. Paz y esperanza.

P A V O R

¿Por qué, por qué? y ante el horrible arcano
que hay en el ser, mi alma está desnuda.
¿Por qué, por qué? Y al grito de la duda
se estremece de horror mi polvo insano.

Lejos el mar, como el dolor humano,
clama oprimido por la breña ruda.
¡El mar, que como el alma se demuda
y como el alma se lamenta en vano!

¿Por qué, Señor? Y lívidas, crispadas,
las manos tiendo a la imposible altura.
Mas las puertas de Dios están cerradas.

Y en señal de recóndita amargura,
siento correr dos lágrimas heladas
por mi faz que la pena transfigura.

(junio de 1916)

Desde entonces estaba yo sentenciado a padecer y a perder la augusta sombra de Dios. Si usted ha tenido el heroísmo de leer Apolo Pankrátor, habrá visto, en muchas de sus páginas, que mi angustia, mi larvada demen­cia, mi esquizofrenia oculta, han hecho de mí un mártir y un fracasado absoluto.

Rompa usted esto, maestro. No se contamine de mi dolor. Puede hacerle daño. Algunos seres infortunados, tristes, solos, somos así: contagiamos nuestra anticipada muerte a los que, sin conocernos, nos quieren. Abrazos al doctor Chalarca y a Maruja Vieira.

Germán Pardo García

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Bogotá, 5 de abril de 1987

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Maestro del alma:

Me pide usted que no le escriba más. Y agrega que su vida es ya una lenta agonía. Su corazón se encuentra traspasado por mil espadas de dolor, ya al borde de la muerte.

Precisamente por eso no voy a obedecerle. Deseo que mi voz colombiana, de amigo entrañable, penetre hasta su lecho de dolor y le diga: usted no morirá solo. Aquí está Colombia, aquí está este solícito vigilante de sus horas turbias, de sus negras noches de agonías inenarra­bles, con unas palabras de aliento. No le obedeceré, que­rido maestro de la muerte y el cosmos. No me quitaré de su lado, a pesar de las leguas de distancia que nos separan. Si ya no puede contestarme, lo acepto. Pero le seguirán llegando mis misivas, como un acto de presen­cia, como un abrazo de solidaridad.

Usted morirá, como Prometeo, con el vientre devo­rado por un buitre. Y siendo, al igual que él, inmortal como el fuego, no será devorado por la ingratitud hu­mana. Usted es el Prometeo moderno que deja pirámides de civilización para que el orbe aprenda de su estro iluminado. Sufre en su potro de tormento, frente a una parca lujuriosa que lo asedia con respeto, y un día usted habrá de vencerla con estas palabras: yo no soy materia. Mi constitución es el espíritu, mi universo el cosmos. Y volará usted, ya para siempre, por los reinos infinitos de la inmortalidad. Usted morirá, además, invocando a Cristo, el gran líder del dolor y la gloria.

Yo recojo su palabra postrimera. Usted, sin haberlo presentido, la deja en poder del último amigo que le apareció en su camino solitario. Yo guardo hoy sus so­llozos, sus angustias, su epístola monumental para que más tarde se crezca usted aún más, como si esto fuera posible, ante las futuras generaciones.

Un fuerte abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 16 de abril de 1987
Jueves de la Semana Santa

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Maestro amadísimo, hermano de mi alma y de mi angustia:

Si hay Dios –tiene que haberlo–, Él lo trajo a usted a las puertas de mi dolor infinito, de mi degrada­ción inmensa, de mi derrota sin fin, de mi vida execrable. Su carta es un monumento de majestad, de pureza, es la palabra de un justo. La he leído con estremecimiento, con espasmo de todo mi ser.

Influido por ella, por palabras de sabiduría que escucho en torno mío, de seres que ansían mi salvación, mi redención, le refiero lo que hoy, a las 5 de la tar­de, hice:

Caminando con suma dificultad, pues estoy casi pa­ralizado, fui a la iglesia cercana, después de setenta años de haber huido como una bestia en fuga de las naves donde Dios es venerado. En los momentos en que el sacerdote comenzó a distribuir la comunión, símbolo de los cristianos, me acerqué al sagrado oficiante, como lo hacían los fieles en doble fila. En los momentos en que alargó la hostia hacia mis labios, le dije:

–¡Padre, señor mío: no puedo comulgar porque no estoy en estado de gracia y soy un tizón del infierno; pero tenga piedad de mí y bendígame en nombre de su Dios!

Y rompí a llorar como un niño, como lo estoy ha­ciendo ahora ante usted. Los fieles se quedaron atóni­tos… y yo me retiré del sagrado sitio llorando, aterrado, avergonzado de mi vida miserable y colmada de tantos delitos, que al fin por ellos y con ellos me hundí en la desesperanza, en el temor a la tiniebla, de mi horror ante el suicidio cometido… y comprobé que soy la miseria humana… y yo soñé que era la gloria.

Soy un fantasma que busca a Dios para asirse a su Hermosura. ¿Será posible que lo halle como lo miraba en mi niñez?

No me abandone, maestro. Yo tengo la certeza de que no soy sino la sombra de una imposible y por mí ultrajada divinidad. ¿Mi obra, mi fama? Cenizas, pa­vesas. Sólo tengo delante de mí una realidad espantable: mi propio fantasma que lleva a cuestas unos pobres li­bros, donde quedó ultrajada por mí toda la sublimidad de Dios, y la dignidad, el respeto que he debido tener para la mujer y el hombre.

¿Cómo pude cometer alevosía tanta? ¿Hay reden­ción, hay misericordia para una creatura del infierno, que destruyó su existencia en páginas delincuentes que dejaron de ser mías y vagan hoy como las hojas puru­lentas por los caminos ulcerados de mi angustia? ¡No me abandone!

Esta carta la firmo con lágrimas… pero todavía me levanto de mis humillaciones, de mis ruinas, de mi fracaso, para decirle: Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Méjico, 3 de julio de 1987

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Respetable maestro:

Lo saludo atentamente y me permito comunicarle que el doctor Porras se ha dignado avisarme que usted tuvo la fineza de enviarle un breve extracto de prensa en el que usted opina que yo soy el gran olvidado y que la patria no ha hecho nada por mí.

A este propósito me permito decirle que yo no soy de los que viven solicitando favores a la patria, pues tengo plena conciencia de la humildad de mi persona, pero también de la magnitud de mi esfuerzo, y ello me impide pedir gracia para mí.

Por otro aspecto, tengo, como el que fuera mi su­blime amigo, el grande presidente Kennedy, el concepto de que un escritor no debe pensar nunca qué hace la patria por él, sino al contrario, qué hace él por la pa­tria. Este concepto está escrito sobre su sacro sepulcro, al que fui a visitarle y llevarle ramos de flores.

Además, maestro, me tomo también la libertad de informarle: otro sublime presidente, el doctor Guillermo León Valencia, con motivo de un viaje mío a Colombia, organizó él mismo un extraordinario homenaje en mi honor en el Hotel Tequendama, pronunció un soberbio discurso y con enorme sorpresa mía me nombró emba­jador en Méjico y por primera vez, públicamente, lanzó la oscuridad de mi nombre a la candidatura del Premio Nobel. Lo mismo hizo otro expresidente insigne: el doc­tor Carlos Lleras Restrepo.

Como consecuencia de estos actos, la Academia Co­lombiana de la Lengua envió cuatro veces mi candida­tura a la Academia Sueca. Lo mismo hizo la Universi­dad, dos veces, y el Pen Club de Colombia, presidido por el doctor José María Acosta Acosta.

Colegios oficiales han puesto mi oscuro nombre a sus establecimientos. Y por si fuera poco, maestros de la talla de Alfredo Trendall, Gustavo Páez Escobar, Jo­sé Chalarca, Otto Morales Benítez, han honrado a mi persona con páginas que yo llevo en el corazón. ¿Qué más puedo ansiar? ¿Que me eleven estatuas, bustos, que estén recordándome? No es posible, es inhumano. Sé también que muchos escritores notables abominan de mí y difunden testimonios negativos.

¿Puedo yo restarles su libertad de pensamiento y abominar de ellos? No es posible. Usted desconoce por entero el dolor y a la vez la fuerza de mi vida, que me impide incurrir en el género de represalias a que son dados los poetas.

No pude aceptarle al presidente Valencia su bondad al designarme embajador, porque en ese tiempo yo esta­ba en toda la fuerza de mi existir y pasaba las noches jugando desesperadamente, y así lo hice hasta los 82 años, cuando la edad me derrotó.

Me han condecorado cinco veces, y he jugado y per­dido las condecoraciones porque soy incapaz de llevar sobre el pecho distinciones de esa clase, que me recuer­dan las que conceden a las reses en los certámenes pecuarios.

El presidente Valencia se enfureció conmigo por haber rechazado tan alto nombramiento y me retiró bre­vemente su amistad. Se negó a recibirme en Palacio, después que yo, por medio de El Tiempo, di a saber mi declinación del cargo de embajador.

Entonces yo, al salir de Colombia, fui la víspera al Cementerio Central de Bogotá y coloqué una bella co­rona sobre el sepulcro de la esposa del señor presidente. Cuando regresé a Méjico, después de un corto viaje a Inglaterra, la tierra que yo más amo, encontré en la embajada un largo cable del mandatario, conmovedor.

Le dejo un informe de mis circunstancias en la vida, y con todo respeto le vuelvo a preguntar: ¿qué quiere usted que haga la patria por mí?

Tengo el presentimiento de que usted ha modifica­do el original concepto que de mí tuviera, y con toda la gratitud que le conservo le aseguro que no volveré a molestarle enviándole mis cositas, y le pido permiso para retirarme de la majestad de su amistad.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Méjico, 23 de julio de 1987

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Respetado maestro:

He recibido en este instante el recorte de El Tiem­po, que usted se digna enviarme. Gratitud perenne.

Agobiado por el dolor físico y por la pena que me causó su carta al doctor Porras, que él me dijo era referente a que yo soy algo ignorado en Colombia, le envié mi carta anterior, en que le suplicaba me permi­tiera separarme del honor de su amistad.

Le pido humildemente perdón por tales términos. Su amistad es poderosa, amada por mí. Téngame siem­pre a su lado, como su admirador creciente. No me abandone.

Ya se le envía Nivel, con un largo estudio sobre usted. El doctor Barona Mesa vino, me honró con una bella entrevista, se la envió a Hernando Santos y no quisieron publicarla. Ayer le envié a Hernando Santos un largo poema escrito por mí precisamente el 19 de julio actual, al cumplir 85 años. Es un poema espantoso. Usted, si Hernando lo publica, lo verá. Mi vida, en sus postrimerías, es ese infierno.

Me atrevo a decirle como siempre: Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 29 de agosto de 1987

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Apreciado amigo:

El doctor Aristomeno Porras comentó a usted un escrito mío de prensa donde llamo la atención, una vez más, hacia la figura solitaria del inmenso poeta del cosmos en su retiro voluntario de Ciudad de Méjico. En esa nota pedía a los colombianos que no vivieran tan distantes del hombre que había puesto en sitio destacado el nombre de nuestra patria; en otras palabras, que se acordaran de él como compatriota ilustre.

Y usted, que atravesaba por una de sus agudas cri­sis siconeuróticas, interpretó mal mis palabras. En su carta del 3 de julio expresa: «A este propósito me per­mito decirle que yo no soy de los que viven solicitando favores de la patria…» Y después de una serie de con­sideraciones acerca de los honores que Colombia le ha tributado, llega a suponer que yo voy a modificar el original concepto que tengo sobre usted y me pide per­miso para retirarse de mi amistad.

Mi concepto no había cambiado cuando me llegó su segunda carta alrededor de este episodio, la del 23 de julio, en la que rectifica su anterior misiva. Y me insta a que no lo abandone. Curiosamente, era lo mismo que yo había solicitado a los colombianos: que no lo abandonaran. Me parece, en efecto, que por más excelsa que sea una persona y por más coronas que haya recibi­do de su patria, cuando más necesita compañía, cuando más le hace falta la presencia espiritual de sus cote­rráneos –más que la material–, es al hallarse en la cumbre de la vida.

Bolívar, el majestuoso redentor de naciones, hom­bre de multitudes y epopeyas, lloraba al final de sus días por la ingratitud de sus amigos. Fue el gran olvidado en medio de su gloria inmarcesible. A mí me hubiera gustado vivir en la época de Bolívar para haberle hecho llegar siquiera una de las cartas o de las breves notas de prensa, llenas de sinceridad y afecto, que a usted le he dirigido.

Le confieso que me tomó de sorpresa su reacción. Me dejó perplejo su arrebato. Dejé varios días su carta en aisladores, y la bajo hoy ya purificada y ennoblecida.

El episodio, cicatrizado de rencores y malos recuer­dos, no ha logrado disminuir en un ápice todo el apre­cio y toda la admiración que experimento por su obra poética y su figura humana. Ya le dije alguna vez que si usted no hubiera vivido en medio del dolor, no habría escrito su poesía monumental. Lo monumental también es sinónimo de soberbio.

Como hermoso corolario de este suceso me ha lle­gado su magna poesía Derrota de un campeón, que us­ted ha tenido la generosidad de dedicarme. No por ser yo el blanco de esa página trascendental en el ocaso del héroe, puedo dejar de descubrirle el grandioso men­saje que posee. En su poema, inmortal amigo mío, está todo el recorrido del campeón que sale de un páramo hasta la majestad del Parnaso, y que entre desamparos, angustias y derrotas pone en lo más alto de la montaña universal el triunfo de la agonía.

Le renuevo mi segura amistad,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 8 de septiembre de 1987

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Respetable maestro, amigo de mi alma:

En los instantes en que atravieso por una de las más largas y crueles crisis siconeuróticas que haya pa­decido, recibo su nobilísima carta.

Gracias, maestro, amigo único y grande. Yo estaba dolorido, pues me abrumaba pensar que Colombia ol­vidó, no al poeta, sino al hombre que hace treinta años fundó una revista en la que no ha hecho sino lanzar el nombre de su amadísima patria a todos los aires de la gloria.

Usted me vuelve a la realidad. Gracias infinitas, por no abandonarme. Yo necesito de seres como usted cerca de las tormentas irresistibles de mi alma.

Hoy, precisamente, he salido de tener una larga consulta con tres eminentes neurólogos, y el diagnóstico sobre mis crisis de angustia es terminante: resonancias remotas de la mielopatía que sufrí al nacer y que me paralizó y me ha perseguido, no la enfermedad, sino las causas que dejó en mi sistema nervioso central.

Tenga piedad de mí. Yo no soy sino una brasa quizá celeste, alimentada por las llamas del infierno.

Tengo que confesarle con íntima pena que tuve que recurrir a esta junta de grandes neurólogos porque mi aterradora crisis me está empujando de nuevo al suici­dio. He buscado, en vano, adquirir una pistola, porque las venas no me las vuelvo a trizar. Esto es su pobre amigo: casi un demente…

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 3 de octubre de 1987

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Querido amigo:

Me horroriza saber que usted anda detrás de una pistola. ¡Por favor, maestro! Destierre esa idea. Usted es muy grande para enredarse con una repugnante arma. Usted no es un demente, como se califica, sino un genio. Como genio, se lo suplico, detenga la detona­ción fatal… ¡Adelante con la vida, ilustre poeta!

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 12 de octubre de 1987

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Maestro, amigo sin orillas:

Desnuda gratitud con motivo de su gentilísima car­ta última.

Las conmociones, alteraciones que se producen en mi mente son desde hace muchísimo tiempo triste herencia de la mielopatía que padecí desde mi nacimien­to, y me hacen sangrar en pulpa viva. Es sobre todo por las tardes cuando más padezco.

Y cometo la indiscreción de abrumar con mis aulli­dos de can viejo a los que como usted son generosidad, fuerza y salud. Le prometo que no volveré a comuni­carle mi angustia, que crece cada día a causa del aumen­to en la semiparálisis de mis piernas. Ya apenas logro desalojarme con lentitud penosa.

Trabajé para muchas revistas, entre otras las que fundé antes de Nivel, para poder sobrevivir económica­mente. Fundé una revista de agricultura, otra llamada Noticia de Colombia, para la cual me ayudó el amigo de toda mi vida, doctor Eduardo Santos. Para los estu­diantes de Méjico fundé Confederación, y para la Uni­versidad Nacional de Méjico, con el apoyo de varios ilustres rectores, fundé la que es órgano de esa univer­sidad. Un ser menor, rencoroso, pleno de envidia pero con alto valimiento en las esferas universitarias, me ex­pulsó de la universidad y me despojó de la revista, que era el único medio de vivir que yo tenía.

Entonces, el inmenso arquitecto mejicano Mario Pa­ni me llamó para que yo le impulsara su revista, que estaba en decadencia. Con mi trabajo esa revista se convirtió en algo extraordinario. Conflictos internos con el padre del insigne arquitecto me obligaron a huir tam­bién de ahí, y entonces fundé Nivel, hace ya casi treinta años. Pero ya cumplí 85 años y carezco del empuje que tuve, y mis conflictos internos, en su mayoría mentales, me impiden movilizar la enorme energía de otros tiempos.

El próximo domingo 18, en el Palacio de Bellas Artes, me hacen un homenaje nacional, pero ya nada derrite las capas de hielo, de sal, de agonía que me cubren. Pero sigo diciéndole a todo el mundo: A través de la belleza, contra toda injusticia. Y, como siempre, a usted, al mundo,

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Méjico, 12 de noviembre de 1987

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Maestro, amigo admirable:

Después de una terapia intensiva llevada a término por dos de los mejores neurólogos de Méjico, he logrado empezar a salir de una de las crisis más terribles que he padecido. El diagnóstico de ellos, lo sabía yo desde hace largas décadas, era ciclotomia. En griego kyklostymé. Me desangro cuando las crisis llegan.

Recomendaciones terminantes de los médicos: no traer por ningún motivo personas que me cuiden. Di­cen que por haber vivido siempre solo, mi reacción con­tra la persona que intente compartir mi vida sería violenta. Que no ha llegado todavía la hora.

Segunda recomendación: no suspender jamás, y mientras pueda sostenerme en pie, Nivel. Dicen, y tie­nen razón, que Nivel es parte de mi existencia y que terminarla me deja indefenso ante mis execrables tor­mentas suicidas.

Entonces, maestro, tengo que seguir luchando. Pero mi situación, en otros aspectos, es dura. Sírvase, pues, hablar de nuevo con Otto y decirle que le suplico tra­mitar una ayuda para Nivel. No es justo que Colombia me tenga así abandonado.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 22 de noviembre de 1987

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Amigo del alma:

Recibí sus cartas desoladoras donde me da cuenta del agravamiento de su salud como consecuencia de la aparición de uno de los vértigos más graves de su vida. En la primera me pide comunicarme con Otto Morales Benítez para tratar de conseguir con el presidente de la República un auxilio mensual para el sostenimiento de Nivel; y en la segunda me solicita que suspenda esa gestión por haberse acabado la revista.

De todas maneras me entrevisté con Otto y lo en­teré tanto del inicial deseo de ayuda económica como de la crisis de salud por que usted atraviesa. Esto nos ha preocupado en sumo grado. A tanta distancia de us­ted, solo nos queda esperar que las cosas se superen y regresen a su normalidad.

Usted posee suficiente fuerza de voluntad para ven­cer, una vez más, las adversidades de su destino. Esto ya ha sucedido en otras ocasiones. No será usted el cam­peón derrotado –nunca lo ha sido–, sino el espíritu superior que desafía todos los males para salir triunfal. Su poesía es la mejor bandera con que se aplasta la fa­talidad. La poesía es vida.

Con un caluroso abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 9 de marzo de 1988

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Ilustre poeta:

He leído los recortes del periódico Excelsior –en­viados por Laura Victoria– donde se registra el ho­menaje tributado a usted en días pasados, en el Palacio de Bellas Artes, con motivo de los 30 años de Nivel.

Me uno a esta adhesión de los hombres de letras de Méjico, con presencia de nuestro embajador, y celebro la lucha perenne del gran maestro de la poesía que de­ja muy en alto la estirpe de su gaceta literaria. Nivel es su propia sangre, su espíritu, su álter ego, admirado poeta. Es, además, una bandera colombiana que tremola por los vientos del mundo con su mensaje de belleza y confraternidad.

«Yo –dice usted– con mi apariencia de cordura, estoy seriamente loco». Y yo agregaría que es usted un loco genial. Con su ciencia y su hermosa poesía ha traspasado los límites de la normalidad para encumbrar­se por las regiones de la genialidad. Esa es su locura: una chispa que ha descubierto otros mundos. Rompió usted las barreras de lo cotidiano para conquistar el cosmos.

Extiendo un gran saludo a sus insignes colaborado­res, quienes han estado muy vinculados a la existencia de Nivel. Y para usted, mi eterna admiración,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 19 de junio de 1988

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Maestro, amigo infinito:

Me hallo en el estado de sensibilización más horri­ble que recuerde mi alma. Su artículo, su sorprendente artículo, me ha estremecido hasta el llanto. Yo, maestro, se lo declaro desde el abismo de mi angustia, no soy ese poeta grandioso, que usted así me juzga. No soy más que lo que dice la portada de mi último librito:

Oh psiké tén agonía eroteuméne.

¡Oh alma enamorada de la angustia!

Física y espiritualmente estoy temblando desnudo, como las ramitas de los desolados páramos de Colom­bia. A veces pienso que mi infancia, transcurrida en esas zonas deshabitadas y congeladas que nuestra patria tie­ne, es la causa remota de mi dolor, junto con mi her­mandad esquiva, mi desamparo desde los tres años, por­que no conocí a mi bellísima madre, muerta a los 22 años, en 1905.

Todos los recuerdos extraños de mi existencia dis­locada se han agolpado sobre mí en estos días: el for­midable Jack Dempsey, con su estatura griega, el tierno francés Georges Carpentier, el inmenso John Kennedy, y por si fuese poco delirio, la sombra idolatrada de dos mujeres que se apoderaron de mi corazón: la una, causa directa de mi suicidio hace ya diez años; la otra, que vino hace pocos días, se lo dije a usted, a anunciarme su matrimonio.

Entonces, tiemblo desnudo y sudo san­gre como Cristo en los Olivos. Y ahora, su admirable artículo, que veo aterrado, sin poder entender cómo un ser de su altísima inteligencia ha podido ver en mí a un héroe, yo, que no soy sino un triste tahúr fracasado, un desvalido combatido sin cesar por la soledad y el dolor y la ancianidad que me vuelven más solitario, más oscuro.

Estoy buscando el amparo de Dios y tengo necesi­dad de saber que existe, porque su sombra enorme se la llevaron los Principia de Newton, el espectro de Einstein, los Elementos de Euclides. Yo no he debido per­derme, como lo hice, en el cosmos aterrador, porque me dejó flotando en el abismo como una de las estrellas errantes de la noche.

Maestro: siento por usted admiración, afecto sin lí­mites, y miedo… sí, mucho miedo, porque usted ha encontrado en este fantasma una realidad que yo clamo que no soy yo. Vuelvo a preguntarle: ¿quién lo trajo al umbral de mi pobre habitación? Sin duda Apolo Pankrátor, máscara con la cual el Dios verdadero que busco me mira desde la eternidad.

Usted y el imponderable Otto han destrozado mi escaso equilibrio con su poder de amar a los hombres desvalidos y ciegos como yo.

Irene kai elpis,

Germán Pardo García

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Bogotá, 1° de julio de 1988

Maestro Germán Pardo García
Méjico

Insigne amigo:

Ayer me llegaron unidas sus cartas del 10, 13 y 17 de junio, y junto a ellas su inicial poema que había titulado Poesía y que ahora denomina Campeón. He observado con mucha atención las sucesivas correccio­nes que le ha hecho y me hallo ante lo que es la magia del estilo. El escritor, y con más rigor el poeta, no descansa en la búsqueda de las palabras y en la precisión del pensamiento. Celebro sobremanera la continuación de Nivel.

En un mes, si todo nos sale bien, estaré en Méjico con mi esposa. Un breve viaje de placer con motivo de nuestros 25 años de casados. Me será muy grato saludarlo, conocerlo en persona, conversar con usted. Y con Laura Victoria, mi enorme paisana, por quien lucho en el momento para la publicación de dos libros suyos.

Antes de las tres cartas a que me refiero había re­cibido la fechada el 19 de junio, llena de emociones y gran sensibilidad. Con mi esposa la hemos leído enternecidos. Yo he hecho muy poco por usted. Apenas acer­carme al genio de la poesía cósmica que, en sus últimos años, angustiado y emotivo, tiene necesidad de com­prensión, de calor humano.

Ojalá sus momentos críticos se apacigüen. Está dando usted un paso formidable: entrever la presencia de un ser superior que puede orientarlo entre las tinieblas.

Va un afectísimo saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 1° de julio de 1988

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Carísimo maestro:

Gracias por su carta y por su hermoso comentario sobre mi postrer librito Últimas odas.

Me place el anuncio de un monumento a Aurelio Martínez Mutis. Yo fui, en verdad, el campeón de esa idea, lo mismo que la de hacer de la casita de Silva, en la calle 14, antiguo número 13, un museo a la gloria del genio. Se hizo el museo, pero nadie se dignó citar mi oscuro nombre. Pero en realidad se trataba de Silva y no de mí.

Mi recuerdo de Dempsey es avasallador. Lo admiraba desde 1921, cuando el 4 de julio derrotó a otro amigo mío, el campeón semipesado Georges Carpentier. Por esos años me preparaba yo, allá por 1920, para subir a un ring a pelear por un campeonato ligero. En aquellos tiempos yo era un atleta completo y me entrenaba bajo la dirección del gran púgil colombiano Emilio Cabral. La coz que el más bello de mis potros me dio, detrás del oído izquierdo, cuando yo me inclinaba a salvar del peligro a mi perrito Trupitas, que jugaba entre las patas del potro, acabó conmigo como atleta porque perdí el equilibrio cerebral para siempre, y quedé baldado hasta hoy.

Nadie conoce la tragicomedia de mi vida, sin olvidar mis años de jugador en la Botella de Oro, atrio de la catedral de Bogotá, mis falsos nombres. En fin, maestro: un fracaso, una existencia de burla hasta el fin, cuando recuerdo ahora mi amistad con Dempsey.

Mis afanes por Martínez Mutis y Silva están en mi pobre bandera de batalla: A través de la belleza contra toda injusticia. Eso fui, maestro: un vencido. Al menos hombres de genio como usted, algunos de España, reconocen mi larguísimo esfuerzo, desconocen que fui otro Garrick, el gran cómico inglés suicida.

Mi salud, mi parálisis desde la cintura hasta los pies, avanza y avanza y avanza. A veces, gentes misericordiosas, policías humanos, me alzan cuando tengo que cruzar el gran Paseo de la Reforma, a cuyas orillas habito en un cuarto frágil. En él, mis tres dioses, porque yo necesitaba de una trinidad visible que me apoyara, son: Cayo Julio César, Einstein y Dempsey. El Otro, el Verdadero Dios, comienza a dejarse ver en los abismos de mi vida de locura, dolor, angustia y derrota.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 17 de abril de 1989

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Inmenso amigo:

Tanto usted como Aristomeno Porras me han es­crito a propósito de mi página en el periódico Occidente. Es una nueva y modesta exaltación, por parte mía, del ilustre nombre de usted. Colombia se siente orgullosa de su poeta mayor y de continuo evoca su grandiosa palabra lírica.

Si el fin terrenal llegara, ya la gloria eterna está conquistada. Dichoso usted que ha sabido hacer obra inmortal. Sus poemas son imperecederos.

Por debajo de su puerta, como tan bellamente lo describe, se asoman las hormiguitas a darle lecciones de sabiduría. No vive usted solo. Lo acompañan esos mi­núsculos seres que parecen dialogar, en su lenguaje mu­do, con el gran creador de universos cósmicos para saber, a su turno, dónde reside la belleza del pensamiento. Hombre y hormiga, cuando se hermanan, cumplen la más hermosa transformación.

Se me antoja, a propósito, que es usted la sabia hormiguita que hoy toca en las puertas de la eternidad, después de haber dejado abiertas las del mundo. Marcha con su cargamento de libros y poesía como un por­tador de cosas trascendentes, y se tropieza con la hor­miga artesana, fabricante de sabiduría.

Cada carta suya, maestro, es un poema. Yo guardo sus cartas como testimonio de un grande hombre que supo vencer la materia para volverse espíritu. En sus cartas hay emoción, hay viva manifestación de gran­deza. Algún día pienso publicarlas en un libro. Los co­lombianos las leerán como un mensaje grandioso.

Ex­préseme en su próxima, por favor, su autorización para hacer uso público de esta correspondencia inapreciable.

Con Astrid le repetimos nuestra honda amistad,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 15 de mayo de 1989

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Respetable amigo, maestro ilustre:

Recibí su extraordinaria carta, que me deja perple­jo. Primero que todo le envío mi dolor grande por la enfermedad de su señora madre. Que Dios y los núme­nes de Grecia la salven.

Lo que usted me dice en su carta me causa verda­dera conmoción. El hecho de que usted piense editar las cartitas que le he enviado es un acto de bondad suyo que me causa angustia. La correspondencia de los gran­des hombres sí es digna de publicarse. Pero yo no soy de esa categoría de hombres.

Usted vio lo que soy: un hombre anciano humilde, vestido con ropita limpia. Yo no tengo la grandeza requerida por un acto de tamaña majestad.

Usted vio cómo vivo, la pequeñez modestísima de mi cuarto, que sólo tiene de augusto los huéspedes foto­grafiados que me acompañan: Einstein, sin el cual yo no sería nada; Julio César, padre de mi espíritu; y algo extraño en el cuarto de un hombre tan reducido a la pequeñez: Jack Dempsey, a quien conocí en New York, y que fue para mí la razón de ser del hombre como fuerza física. Él fue, además, un esteta… sin saberlo, pero se comportaba como los ungidos. Y, además, sobre el ring, una fiera inconcebible.

Yo no puedo decirle a usted que haga o no lo que medita. No influyo jamás en los actos humanos. Y, en la realidad, el grande es usted, que piensa tales cosas de un ser que, se lo confieso, no ha salido jamás del polvo y de la vida sombría que usted es de los pocos que conocen.

Ya cerca, muy cerca de mi término, se quemó toda esa cauda de seres extraños que fueron mi triste séquito en la vida.

Aunque usted no lo crea, todavía y faltando a toda promesa, escribo. El día 11 de este mes escribí un ra­rísimo poema, que titulé Ecce, ego sumHeme aquí, soy yo, indudablemente resultado de mis últimas per­turbaciones y sueños sicóticos. Se lo envié a Otto Mora­les Benítez, a él dedicado como lo único que puedo ofrecerle, pero quizá fue un irrespeto con él sí verdade­ro hombre.

Termino. Solamente quiero para usted, para su dig­nísima señora, para sus niños, felicidad. Y, de nuevo, para su señora madre, vida, vida y más vida.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 19 de enero de 1990

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Querido maestro:

He conocido, por la mano amiga de Otto Morales Benítez, el comentario que hace la periodista Guadalupe Appendini en la edición de Excelsior del 29 de septiem­bre pasado sobre el cierre de Nivel.

Dolorosa noticia. Ya usted me la había anticipado, aunque me negaba a darla por definitiva. Todavía creo que alguna llama milagrosa volverá a iluminar las pá­ginas en suspenso de su carnal medio de comunicación. De no ser así, y suponiendo que hay situaciones insu­perables, deja usted en estos treinta años de lucha una colección admirable. Ahí está su sello personal, ahí que­da su alma.

Haré un comentario en mi columna de El Espec­tador. Hace un año registré los 30 años de Nivel, y hacia atrás siempre he estado preocupado, desde que surgió nuestra amistad, por la suerte y la gloria de usted.

Dígale a Aristomeno Porras, por favor, que me es­criba y me cuente cómo sigue la salud de usted. Veo que hoy el poeta del cosmos lucha, en su solitaria mo­rada, con el martirio de la parálisis y con el tormento (¿o el consuelo?) de una mente lúcida y generadora de ideas.

Va un fuerte abrazo de solidaridad y entrañable afecto,

Gustavo Páez Escobar

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EL FINAL DE NIVEL (1)
Por Gustavo Páez Escobar

Con la edición número 308, del mes de agosto pa­sado, Germán Pardo García dio por finalizada la exis­tencia de su revista Nivel, que había fundado en Méjico, a instancias del presidente Eduardo Santos, en enero de 1959. Cerca de 31 años de labor continua de esta gaceta cultural, la cual puso en alto el nombre de Colombia por los países latinoamericanos, significan una proeza.

Dos motivos fundamentales determinaron esta dura decisión para quien ve así concluido un esfuerzo gigan­te: el encarecimiento de los costos de impresión y la salud, cada vez más menguada, del poeta-director. Ger­mán Pardo García, tan ajeno a los afanes monetarios, sostuvo con su propio peculio la vida de la revista, ha­ciendo verdaderos milagros para que cada número viera la luz y llegara a los escritores más notables del con­tinente e incluso del mundo. No lo movía interés dife­rente al de rendirle tributo constante a la cultura, sin reparar en su propio bolsillo cada vez más estrecho, y divulgar la obra de los escritores. Nivel fue siempre una revista abierta a todas las ideas y todos los trabaja­dores de las letras.

Como no recibía avisos publicitarios –lo que para él era casi una ofensa–, bien se comprenderá hasta qué grado de abnegación, que al propio tiempo lo es de elegancia, llegó nuestro poeta ilustre. En los últimos números aparecía, solitario, un mensaje de divulgación del Museo del Oro del Banco de la República, que más se asemejaba a una noticia cultural que a una propagan­da, y que Pardo García, a regañadientes, aceptaba por amable presión de Otto Morales Benítez para conseguir algún apoyo financiero en momentos apremiantes de la publicación.

En otra época crítica, años atrás, el doctor Belisario Betancur le llevó, siendo presidente de la República, una partida generosa con la cual se aseguró por buen tiempo la continuación de la revista. Esto lo revela ahora el poeta, con profunda gratitud, al final de su agotadora jornada, en reportaje concedido al periódico Excelsior donde comunica al pueblo de Méjico –en el cual lleva 58 años de residencia– el final doloroso de su titánica empresa.

Se confiesa agobiado por la edad (87 años) y sobre todo derrotado por una vieja dolencia que lo ha reducido a una silla. Yo lo vi erguido por las calles de Méjico, hace apenas año y medio, y aprecié su maravilloso esta­do mental y envidiable memoria. Así, lúcido y espartano, este roble de América –que tanto ha enaltecido el nombre de Colombia como autor de una de las poesías más bellas que se hayan escrito jamás– entrega el tro­feo por él conquistado en forma modesta y silenciosa. Se lo ofrece, ante todo, al mundo de las letras, y luego al amplio círculo de escritores que recibieron su decidi­do apoyo a lo largo de tres décadas de lucha creadora.

Germán Pardo García le ha dado más a Colombia de lo que ha recibido de ella. Ha sido esquivo a los laureles. El Premio Nóbel de Literatura, para el que fue varias veces candidatizado, hubiera cumplido en su caso un acierto indudable. Pero su gloria reside en su poesía: lo demás es transitorio.

«He aceptado mi suerte con la impasibilidad con que los estoicos griegos aceptaban sus enfermedades», dice en el reportaje a que antes se hizo alusión. Su ri­gurosa formación griega, de donde extrajo su amplio bagaje cultural, lo conduce hoy, en la hora de los cre­púsculos y las plenitudes, por el universo de su propia producción iluminada, que le deja al mundo una obra de cerca de 40 tomos y de imperecedera memoria.

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Bogotá, 26 de junio de 1990

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Poeta ilustre, noble amigo:

Esta carta se la escribo con varios días de anticipa­ción, correspondientes a la demora del correo de Colom­bia a Méjico, para que el día de su cumpleaños sepa que lo recuerdo. Este 19 de julio cumple usted una ha­zaña en la vida: la de 88 años intensamente vividos, poéticamente disfrutados. Hoy, en la cumbre de su inmortalidad, la poesía proclama en usted una victoria. Y sus amigos –los de usted y su poesía– nos regoci­jamos con este triunfo del espíritu sobre la materia.

Recordará usted aquel 19 de julio de 1902 cuando en Ibagué, tierra de música y de poesía, nacía una frágil criatura que poco después se apoderaría, en El Verjón, (2) de la inmensidad del páramo para escribir una de las epopeyas más hermosas sobre la soledad y el desamparo que se hayan escrito en la tierra. Y le cantaría también al amor, a la naturaleza, al hombre en sus inalcanzables misterios, a la vida y a la muerte. No hay punto en el mundo que no haya tocado usted con su varita mágica. Por eso es el poeta del cosmos.

He iniciado un libro sobre usted. Será un libro de la amistad y el asombro. No sé cuándo lo termine por­que voy a caminar despacio por sus páginas, con re­flexión, con hondura. Es, por lo pronto, el homenaje que le ofrezco en este aniversario de plenitudes. Sé, por Aristomeno Porras, que su salud ha derrotado, otra vez, el infortunio. Celebrémoslo: ¡Salud!

Con Astrid van nuestros abrazos de confraternidad, nuestro brindis emocionado de vida, y lo hacemos con «Paz y esperanza»,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 10 de julio de 1990

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Maestro:

Su carta es el más sublime documento humano que he recibido en mi larga y atormentada vida. Gratitud, gratitud, alabanza, alabanza.

No puedo decirle más. Fui víctima de un accidente de tránsito. Estas palabras las dicto a una amiga que me ayuda en mi invalidez.

¿Escribe usted un libro sobre mi humilde trabajo? Me quedo maravillado, perplejo.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Bogotá, 23 de julio de 1990

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Noble amigo, ilustre poeta:

Siento mucho lo del accidente de tránsito. La dra­mática noticia me ha conmovido. El dolor ha sido en su existencia una angustia constante.

El libro que me propongo publicar sobre usted ya lleva rumbos seguros. Creo que lo concluiré en el resto de este año. Será editado por el Instituto Caro y Cuervo, (3) cuyo director, el doctor Ignacio Chaves Cuevas, me ha dirigido la honrosa carta que usted hallará con la presente.

Usted leerá mi trabajo. Estoy dedicado a lograr de los datos y documentos que poseo, que son ya signifi­cativos, el mejor resultado posible. Avanzo en su obra y en su vida como una abejita laboriosa.

Va un efusivo saludo de amistad con los anhelos por su pronta recuperación,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 31 de julio de 1990

Maestro Gustavo Páez Escobar

Bogotá

Ilustre maestro, amigo imponderable:

Nuevamente carta suya me trae un manantial de espíritu y de bondad sin límites. Dicto esta carta a per­sona que me apoya en mi doble amargura, porque ya no puedo escribir. Mi situación ha llegado a términos de verdadera pena.

El accidente que padecí en la calle fue agobiante. Como ya no puedo caminar, cuando salgo por breves instantes, si no hay alguien que me dé su mano para bajar de la acera a la calle, o algo en que pueda apoyar­me, ahí me quedo inmóvil, en espera de auxilio.

Hace quince días tuve que apoyarme en la parte posterior de un auto detenido. De pronto el chofer, sin darse cuenta de que yo estaba atrás apoyado en su ve­hículo, arrancó rápidamente, y yo, al quedar sin ese sostén, fui a dar, de bruces, a una charca de agua in­munda y petróleo y sufrí lesiones en la cintura, que aumentan mi parálisis.

Según concepto del inmenso neurólogo colombiano Luis López de Mesa, no es sino una consecuencia, este padecimiento mío, de la polineuritis que sufrí al nacer. También él decía que la tremenda siconeurosis que su­fro es la causa de haber crecido sin afecto alguno, porque mi madre murió sin que yo la conociera, pues apenas había cumplido dos años de edad.

Dura, terrible vida, amado maestro. Pero así me sostuve hasta la avanzadísima edad en que ya estoy a la orilla de la cremación, según instrucciones que he dado al doctor Porras, mi arcángel custodio aquí.

Mi situación actual es irresistible. El humilde apartamentico que usted honró con su presencia lo han ele­vado de $ 10.000 por mes, que pagaba, a $ 500.000, y esto me sitúa al borde de la tragedia económica.

Algunos colombianos aquí residentes, y escritores mejicanos, enviaron larga carta al presidente Barco, pi­diéndole auxilio para mí. El mandatario nos volvió la espalda por toda respuesta. Y yo trabajé por Colombia y su cultura más de treinta años desde las páginas de Nivel, que costaba $ 600.000 y subió a $ 2’000.000, lo cual me obligó a suspender ese trabajo que llevó el nombre de Colombia a todo el mundo. El señor Barco me ignoró por completo. ¡Qué dolor! Únicamente Belisario me dio su ayuda cuando vino a Méjico.

Paz y esperanza. Y con ella le envío mi pensamien­to despedazado,

Germán Pardo García

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Bogotá, 23 de agosto de 1990

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Admirable amigo:

Su carta del 31 de julio me tiene hondamente con­movido. El sufrimiento que atormenta su vida es ate­rrador. No sólo los quebrantos de salud sino también la crisis económica afectan hoy su existencia.

Publiqué en El Espectador la nota adjunta (4) con la cual busco llamar la atención de los colombianos y de las autoridades sobre el desamparo en que usted se encuentra. Pinto en forma descarnada, como lo es, esta pavorosa tragedia que vive usted, y que soporta con estoicismo.

Espero que no se moleste si he llevado al público tan doloroso capítulo. Supongo que así se tomará con­ciencia de las proporciones de esta adversidad. El prin­cipal destinatario del mensaje es el señor presidente de la República. Confío en que él adoptará las correspon­dientes medidas oficiales. Usted pertenece a Colom­bia y ésta no puede ignorarlo cuando el infortunio lo embiste.

A pocas horas de publicada la nota ya he recibido llamadas de varias importantes personas que se mues­tran afligidas con este caso. Mi voz de auxilio ha des­pertado solidaridad.

Siento como propia su pena. Otto está en Suramérica. Cuando regrese lo enteraré y él tomará cartas en el asunto. Con un poco más de paciencia de usted, como si fuera poca la que ha tenido, saldremos adelante.

Va mi apesadumbrado abrazo de solidaridad y pro­fundo afecto,

Gustavo Páez Escobar

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Méjico, 13 de septiembre de 1990

Maestro Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Ilustre maestro, amigo altísimo:

Su carta, su sensacional artículo, han conmovido mi existencia que lucha por sostenerse. No me olvide. Yo le guardo gratitud sin fin.

El embajador se ha conducido con gentileza ex­traordinaria.

Paz y esperanza,

Germán Pardo García

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Méjico, 18 de octubre de 1990

Maestro Gustavo Páez Escobar

Bogotá

Maestro, amigo sin orillas:

Su carta del 2 de este mes es otro portento de gran­deza mental y de misericordia con un ser anciano y vencido. De nuevo me pregunto: ¿qué senderos de pie­dad lo trajeron a mi humilde morada?

No creo en el Premio Cervantes, de España, para mí. Mi bandera de triunfo es el dolor. No ha escrito la Casa Silva. Yo, desde Nivel, luché sin cesar por esa casa que visité hace mucho, en 1935, y estaba convertida en un criadero de pollitos.

En el sagrado idioma que aprendí de los dioses y las águilas heládicas, le digo a usted con el corazón estremecido por su piedad:

Káristos, megas
Káristos.

Germán Pardo García

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Bogotá, 2 de noviembre de 1990

Poeta Germán Pardo García
Méjico

Mi querido maestro:

Me dice usted que no le ha llegado el auxilio pro­metido. Yo entendía que en visita del embajador co­lombiano éste le había llevado un apoyo de la Casa Silva. Téngame enterado, por favor.

Con el senador Santofimio Botero me he interesado para que el concejo de Ibagué lo auxilie. En igual sentido le escribí al gobernador del Tolima. Por lo general la indolencia oficial es agobiadora. Pero esperemos.

Entiendo, además, que la Casa Silva estudia alguna fórmula para sostenerle una partida mensual. (5) Estas cosas no siempre funcionan con la rapidez que se quisiera. La intención, sin embargo, ha sido excelente. Tanto de esta entidad como de los amigos de usted.

Recibí El ciudadano número 100 y Soñar no cuesta nada. Maravillosos en su angustia. Usted morirá, como Teófilo Gautier, con la pluma en los dedos. (6)

Un cordial y solidario abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) En El Espectador, Bogotá, 12 de febrero de 1990.
(2) Páramo contiguo a Choachí que influyó de modo significativo en la vida y la obra de Pardo García.
(3) Biografía de una angustia ve la luz, con el sello del Instituto Caro y Cuervo, el 20 de diciembre de 1994. Cuando Pardo García muere, el 23 de agosto de 1991 (un año después de esta carta), ya la obra estaba en poder del Instituto y allí duró más de tres años en el trámite de la publicación. La intención era que el libro saliera en vida del poeta, pero esto, lamentablemente, no fue posible.
(4) Presidente: ¡Salve usted al poeta! (El Espectador, 23-VIII-1990).
(5) La Casa de Poesía Silva, cuyo principal promotor era Belisario Betancur, y su directora, la poetisa María Mercedes Carranza, le decretó un auxilio económico, que el poeta disfrutó, en realidad, por poco tiempo. En esta gestión intervino también Otto Morales Benítez. Pardo García, como dije atrás, muere en agosto de 1991.
(6) En Biografía de una angustia hice una descripción sobre la lenta agonía del poeta.

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OCTAVIO ARIZMENDI POSADA

Nació en Yarumal, Antioquia, el 29 de julio de 1934. Abogado, político, parlamentario, ministro, escritor, educador. Fue gobernador de Antioquia, ministro de Educación y senador por Antioquia. Como ministro participó en la fundación de varios importantes organismos, como Colcultura, Coldeportes, Colciencias, Instituto para el Fomento de la Educación Superior. Primer rector de la Universidad de la Sabana. Murió en Medellín el 14 de noviembre de 2004.

Libros: La transformación educativa nacional, Parlamento y subdesarrollo de la América Latina, Políticas contra el desempleo, La comunidad educativa escolar, Universidad y valores, Rasgos del pueblo antioqueño, entre otros.

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Bogotá, 23 de septiembre de 1986

Doctor Octavio Arizmendi Posada
La Ciudad

Apreciado amigo:

He leído con gran interés y provecho su ensa­yo Sentido profundo de la poesía de Barba-Jacob, que tuvo usted la gentileza de hacerme llegar. Comparto su tesis sobre la fe que animó a Barba en medio de su vida turbulenta, como usted se encarga de hacerlo evidente a través de las diversas expresiones que cita de su poe­sía y de elocuentes actos de su vida.

El caso de Barba, me parece, se asemeja al de Germán Pardo García. Hay que comenzar por su existencia ator­mentada y por las sórdidas experiencias que, al igual que Barba, caracterizan el tránsito humano de Pardo García. Dice él que no tiene fe, y yo creo que se trai­ciona. Lea usted, por ejemplo, su poema Cristo negro, que le acompaño, publicado  en su último libro, y encontrará muchas revelaciones.

En dos artículos que he escrito sobre Pardo García in­sisto en que tiene fe. Y él lo niega, tanto en cartas que me ha escrito como en el reportaje que me concedió y que a usted le ha llamado la atención. Le envío foto­copias de las citadas notas de periódico.

Mi reportaje del Magazín Dominical, como le comenté por teléfono, era más extenso. El periódico, que pretendió hacer caber en dos páginas todo el contenido, terminó eliminando siete preguntas y repuestas. Me siento mutilado. Más tarde espero publicar todo el texto en alguna revista. Y ojalá consiguiera publicar un folleto, con mayores ilustraciones y muestras artísticas, en el que se insertarían cartas valiosas que tengo de él dentro de nuestra correspondencia de un año para acá.

Mil gracias de nuevo por el envío de su ensayo. Y por su voz de estímulo con motivo de mi trabajo periodístico.

Va un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 7 de enero de 1987

Doctor Octavio Arizmendi Posada
La Ciudad

Apreciado amigo:

Su gentil secretaria Carmenza Supelano me hizo lle­gar, por encargo que usted le hizo, fotocopia de la car­ta de Germán Pardo García y copia de la respuesta que usted le dio. Mil gracias por su amabilidad.

Recibo así el saludo que me envía el poeta. Habla él del “joven portentoso y del maestro Gustavo Páez Esco­bar”. Ninguna de esas cosas soy. El poeta se empeña en una maestría que estoy lejos de poseer y en una juventud de 51 años, tal vez porque a través de nuestra correspondencia ha hallado joven mi espíritu.

Magnifico que usted anime al poeta en su dolorosa pos­tración de fuerzas y de espíritu que padece, y que además le marque pautas de superación con las palabras espléndidas que contiene su misiva. He leído con vivo interés sus palabras, lo mismo que las expresadas, con profundo sentido cristiano y filosófico, a unos tíos suyos de 70 años. Con razón Pardo García le manifiesta: «El capítulo que me envía ahora es digno de los antiguos apologistas católicos, así un Lactancio Firmiano».

Van mis cordiales deseos para 1987,

Gustavo Páez Escobar

===============================Oct================================

BELISARIO BETANCUR CUARTAS

Nació en Amagá, Antioquia, el 4 de febrero de 1923. Abogado, escritor, periodista, político, ministro, diplomático, poeta, ensayista. Ejerció la presidencia de Colombia de 1982 a 1986. Ha sido director de varios periódicos. Gran promotor de la cultura colombiana. Fundador de la Casa de Poesía Silva. Donó su biblioteca de más de 19.000 volúmenes a la Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Libros: El viajero sobre la tierra, Bases para un Gobierno Nacional, Colombia cara a cara, El rostro anhelante, La otra Colombia, En el cruce de todos los caminos, A pesar de la pobreza, Cristo del desarrollo, Desde el alma del abedul, Poemas del caminante, entre otros muchos.

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Señor Gustavo Páez Escobar
E. S. C.

Apreciado amigo:

Mil gracias por el envío de su correspondencia con el Maestro Pardo García, a quien tanto quiero, a quien admiro tanto. Y a quien Colombia debe mucho, por la gloria que le ha dado, con una poesía ya colocada entre la más bella jamás escrita.

De nuevo, mil gracias, con mi más cordial saludo,

Belisario Betancur

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Bogotá, 16 de octubre de 1986

Doctor Belisario Betancur Cuartas
La Ciudad

Apreciado doctor Betancur:

Mucho aprecio su amable comunicación del 3 de este mes en la que me avisa recibo de mi correspondencia con el poeta Germán Pardo García. Por lo que sé de su admiración por él, le envío fotocopia de una nue­va carta suya, fechada en Méjico el 23 de septiem­bre, documento de gran densidad humana que hace no­tar la perturbación de su alma.

El poeta se siente bien con la recordación que en estos momentos se hace de su nombre en nuestra pa­tria colombiana. A eso ha contribuido mi reportaje en el Magazín Dominical. Lamento que el Magazín hubiera recortado, por la conocida falta de es­pacio para la cultura, buena parte de ese trabajo. Busco ahora una revista de categoría para publicar­lo en toda su extensión.

Reciba, doctor Betancur, mi saludo muy cordial,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 20 de julio de 1987

Doctor Belisario Betancur Cuartas
La Ciudad

Apreciado doctor Betancur:

Me he enterado del impulso que usted le dará a la Edi­torial Tercer Mundo, la cual ha cumplido una carrera destacable en la cultura colombiana. Y usted, como hombre de cultura que es por excelencia, habrá de acentuar mucho más este significado editorial.

Busco una reedición de mi novela Desti­nos cruzados, aprovechando que la programadora RCN Tele­visión la pasará como dramatizado nacional en los próxi­mos días, con libreto de Fernando Soto Aparicio y la di­rección de David Stível. El horario triple A de los días martes y su duración en la panta­lla chica por espacio de unos siete meses garantizan una base publicitaria que favorecería la venta del libro.

Creo que usted puede interesarse para que Tercer Mundo reedite mi obra. La telenovela, según todos los indicios, despertará interés en el público, y por eso mismo el libro tendría demanda. Mil gracias por la colaboración que pueda prestar a esta idea, y mis mejores deseos por los éxitos de la editorial en su nue­va programación.

Un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, agosto 18 de 1987

Señor Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Apreciado señor Páez:

He recibido su amable mensaje del pasado 20 de julio, donde me cuenta su idea de la reedición de su novela Destinos cruzados, en la Editorial Tercer Mundo.

Con mucho gusto he enviado su comunicación al doctor Santiago Pombo, gerente de Tercer Mundo, quien decidirá al respecto. Lo felicito por la presentación de su obra en televisión; sus escritos de prensa son formidables.

Con un cordial saludo,

Belisario Betancur

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(1) El doctor Pombo conceptuó, en contra de la opinión general que existe sobre esta materia, que la televisión no favorecía la publicación de la novela. Ahí murió este intento publicitario.

===============================Bel================================

GLORIA CHÁVEZ VÁSQUEZ

Nació en Armenia, Quindío, en 1949. Graduada de bachiller en un colegio de monjas, emigró a Estados Unidos y allí ha permanecido desde entonces, dedicada a la labor docente, al periodismo, a los guiones para cine y televisión y a la escritura de sus libros. Fueron duras sus luchas iniciales como inmigrante, pero logró sobreponerse a todas las adversidades y hoy disfruta de bienestar en la ciudad de Nueva York, fortalecida por el prestigio que le ha otorgado su carrera en las letras y su desempeño en periódicos y revistas. Varios de sus cuentos han obtenido alta calificación, y es este el campo donde más se ha distinguido a partir de la publicación de su primer cuento, Las termitas, que obtuvo una presea en el Magazín Dominical de El Espectador y que  le dio el nombre a su primer libro.

Libros: Las termitas (1978), Cuentos del Quindío (1982), Opus americanus (1993), Akum, la magia de los sueños (1996), Cuajada, conde del Jazmín (1999), Depredadores de almas (2003).

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Bogotá, 14 de marzo de 1987

Escritora Gloria Chávez Vásquez
Nueva York

Muy apreciada Gloria:

Te envié esta misma semana el recorte de El Espectador con mi nota sobre tu libro Akum. Me agrada haber contribuido a difundir tu nombre en Colombia.

Ahora recibo tu carta del 3 de marzo y con ella las fo­tocopias de tu trabajo periodístico en Noticias del Mundo, el periódico en que has comenzado a trabajar con buen éxito. Logras un itinerario detallado so­bre las andanzas de Carlos Lehder y además lo haces con estilo ágil y con buena dosis de interés para los lecto­res. Eso ha permitido que tu ingreso al periódico ha­ya sido afortunado. El público exige dinamismo y claridad en la noticia y deja  pronto un escrito si no encuentra amenidad y desenvoltura. Sin duda, tu públi­co te leyó con agrado y por eso las ediciones donde apareció la serie se agotaron pronto.

Yo fui de las primeras personas que hablaron sobre Carlos Lehder, en sentido crítico, cuando éste era todavía una especie de patriarca para los quindianos. Tus paisanos, bien lo sabes, se obnubilaron con este mito hechizo. Has­ta grandes señorones de la ciudad sucumbieron entre los halagos del magnate dispensador de “milagros” (en una localidad que exhibe el título de Ciudad Milagro).

En La Patria escribí una nota inicial titulada Aviones sospechosos, y luego en El Espectador publiqué el 29 de julio de 1983 la crónica que te va en fotocopia, (1) la cual, con algo de humor cáustico, buscaba despertar la conciencia de los quindianos. Mi nota es, ante todo, un juicio moral sobre una sociedad que se ha dejado adormilar entre las fantasías destructoras del dinero. Hoy ese artículo ad­quiere actualidad y te lo envío como una referencia nece­saria para entender la entrada del potente narcotrafican­te en las parcelas cafeteras del sosiego y el paisaje.

Me alegran tus nuevos éxitos. Los mereces.

Va un gran abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Historia de una Piper Navajo

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Nueva York, marzo 25 de 1987

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Mi querido amigo Gustavo:

Hoy recibí tus dos carta en donde me envías los artículos, el de Akum (un millón de gracias por tus amables comentarios) y el de la historia del Piper. Esta historia y su enfoque me dan la medida de tu ética, moral, arrojo y profesionalismo, cualidades que admiro sobremanera. Te felicito por ese trabajo que estoy segura habrá sido consistente.

Ahora creo que entenderás la razón y los motivos por los que había que salir de Armenia para poder hacer un trabajo honesto. Armenia no solo es la Ciudad Milagro, sino que la mayoría de sus gentes viven una fantasía de la que es muy difícil hacerlos despertar.

Bien, te diré que entre los proyectos que tengo en mente para desarrollar en el periodismo está el de fijar la diferencia entre los colombianos honestos, trabajadores, para resaltar esa imagen, y crearles complejo (ese es su talón de Aquiles) a los mafiosos, inmorales y otras alimañas colombianas. Creo que sería bueno establecer una red a todo nivel –nacional e internacional– para, como están haciendo ustedes allá en Colombia, combatir las fuerzas negativas.

Yo publicaré todos tus artículos en la revista Vía para darte un renombre aquí en la comunicad colombiana. Mándame algunos datos biográficos para presentarte como columnista.

Un abrazo de tu amiga,

Gloria Chávez Vásquez

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Bogotá, 1° de abril de 1987

Escritora Gloria Chávez Vásquez
Nueva York

Mi querida Gloria:

Recibo hoy, día de mi cumpleaños, en el remanso de mi hogar, tu gentil carta del 25 de marzo, pegada a otra que mucho aprecio y que me llega de Méjico. Ya habrás adivinado de quién es: de Germán Pardo García. Doble moti­vo de alegría en una fecha que mi familia hace esplendo­rosa y que el agasajado, con 51 calendarios a cuestas, convierte en homenaje de sus propias realizaciones.

Me pides algunos datos biográficos. Te envío, tomados de mi libro Alas de papel, los que considero perfiles de mi personalidad. (1) Te darás cuenta de lo que vale el signo Aries en mi trayectoria humana. Hoy le rindo hono­res a mi oráculo, sin el cual no habría sido el tempera­mento creador que ha impulsado mi destino. Te acompaño otros datos que te serán útiles para la presentación que deseas hacer –y que mucho te agradezco– en tu revista Vía.

No sé en qué año saliste del Quindío. Conozco poco de tu vida personal. Recuerdo que una vez mi hija Fabiola –que termina este año Ingeniería de Sistemas–, estudiante del colegio de las Bethlemitas y compañera de una hermana tu­ya, fue portadora de un cuento de tu autoría para que yo opinara sobre él; cuento al que poco cuidado le puse, dicha sea la verdad, por suponerlo algún trabajo sin trascendencia. Hoy lo busco con afán y no he logrado recuperarlo. Te aporto este dato para tus memorias.

Te van mis renovados sentimientos de aprecio,

Gustavo Páez Escobar

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(1)  A un amigo curioso.

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Nueva York, agosto 30 de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Querido Gustavo:

Tengo que agradecerte que no hayas desfallecido, ni te hayas rendido por mi retraso en contestar tus cartas. Puedo enumerarte un montón de excusas válidas, que solo si vivieras aquí comprenderías. Por razones de tiempo y de espacio, aquí se vive en otra dimensión imposible de explicar. Bueno, hoy he decidido revelarme a las leyes que rigen el calendario y sentarme a contestarte.

Te envío la última carta del movimiento sindical que lucha por ganarles no solo a los administradores de Noticias del Mundo, que no son gran cosa, sino al dueño, que es un coloso: el reverendo Moon.

No sé qué tanto sepas del hombre. ¿Sabías que abarca ya todos los países de Latinoamérica? ¿Que ha infiltrado todos los gobiernos, todas las esferas económicas, religiosas, intelectuales y educativas? Pues ese es el hombre contra el que estamos luchando a través del Newspaper Guild of New York.

Por eso, y por el trabajo en el periódico, la causa de los animales y otras tareas que considero mi deber llevar a cabo, he fallado en escribirte. Hace dos semanas me tomé un descanso. Fui a la Florida. Descansé y analicé mucho. Pero observé también mucho sobre el problema más evidente en Miami: el problema de Cuba. Como ves, es imposible encerrarse en este mundo.

Quisiera comentarte detalladamente sobre todos y cada uno de estos asuntos pues tú eres una persona sensible y de gran visión. Pero no quiero expandirme en esta carta. Te envío solamente algunos escritos para que eches a andar tu propio criterio.

Un abrazo a ti y a tu familia.

Tu amiga,

Gloria Chávez Vásquez

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Nueva York, febrero 5 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Querido amigo Gustavo:

Hoy he recibido un artículo que me ha dejado gratamente sorprendida y es el que dedicaste a los animales de nuestro país. ¡Qué bien puesta tu palabra sobre un tema casi nunca tratado y más bien evadido o evitado por temor, o por vergüenza.

Casualmente hoy recibí un casete de Jorge Roos en donde se refiere a ese artículo tuyo con el mismo sentimiento que produjo en mí. Te mereces un gran abrazo de felicitación. Ese mismo artículo multiplicado en cientos de copias va a ir a todos los países donde tenemos correspondencia. Asimismo y con una recomendación se lo enviaré a Animal Agenda para que se traduzca y se publique.

No sé si sabrás la historia de la suerte que corrieron los libros que se debieron publicar para el centenario de Armenia. Se suponía que libros como El conde del Jazmín, el cual doné como un homenaje a la ciudad en su centenario y un tributo postrero a un personaje folclórico y simbólico que trajo mucho colorido a sus tempranos habitantes, se publicara por cuenta del gobierno municipal.

Por casi un año dos ilustres armenios, Alfonso Valencia Zapata y Germán Gómez Ospina, tuvieron que atravesar por el proceso conocido de suplicarle al alcalde que asignara fondos para publicar varias obras de escritores quindianos. En varias ocasiones, meses antes de la fecha, hice  llamadas al alcalde Fabio Arias Vélez y a su ayudante Hernán Bonilla. Ellos me hicieron creer que las cosas marchaban y que el libro saldría a la luz para el centenario. Cosa que no ocurrió.

Mis buenos amigos Valencia y Gómez dicen que el gobierno asignó más dinero de la cuenta al licor y a la parranda. Nada a la cultura. Y Armenia tiene cien años de historias como estas. ¿No se saldrá algún día de ese subdesarrollo impuesto por los “líderes” del pueblo, para quienes es más satisfactorio dar dinero para los vestidos de las reinas o el trago de los concejales que para enriquecer la cultura regional?

He dicho a Germán Gómez que me devuelvan el manuscrito, que yo voy a publicar en inglés por estas tierras. En fin, parece que estamos todavía en la época de la patria boba.

Un abrazo para ti y tu familia.

Gloria Chávez Vásquez

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Bogotá, 12 de febrero de 1990

Escritora Gloria Chávez Vásquez
Nueva York

Mi querida Gloria:

Tu carta del 5 de este mes abunda en material perio­dístico de tu autoría, Manejas muy bien el reportaje y el enfoque sobre las personas, como resultado de tu brillante carrera en distintos medios de co­municación de Estados Unidos.

Mi artículo Cuando los animales lloran ha despertado interés en el público colombiano. A El Espectador han llegado varias voces de solidaridad como la que te acompaño. A ellas se suma la tuya, muy elocuente, que me enorgullece. Si Animal Agenda traduce y publica la nota, avanzaremos mucho más en la campaña de defender a los nobles brutos contra la animalidad de los hombres.

No se me hace raro el desplante que recibiste de la Alcaldía de Armenia sobre el proyecto de pu­blicarte un libro en los cien años de la ciudad. El dinero alcanzó para la parranda y las reinas y escaseó para la cultura. Es lo que suele ocurrir en estos festejos. Lo siento por ti.

Te va un fuerte abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 27 de abril de 1990

Escritora Gloria Chávez Vásquez
Nueva York

Mi querida Gloria:

Por tu carta del 20 de este mes deduzco que no te lle­gó la mía del I6 de marzo, con la que te envié la nota que escribí en El Espectador sobre tu célebre conde. (1) Te acompaño fotocopias de estos escritos.

Me alegra que hayas conquistado el pre­mio EMMA. Eres una periodista valiente, lúcida, luchadora. Este reconocimiento es el natural resultado de una vida de entrega total a las nobles causas del espíritu. Tus inquietudes periodísticas, que trascien­den por el vigor de las causas que defiendes, tienen eco en un núcleo grande de lectores. Manejas muy bien los temas sociales y culturales, y en esta mezcla de calidad sobresale hoy tu nombre por muchos ámbitos.

Enhorabuena por tu triunfo. Es un triunfo de la mujer y de la intelectual. Un triunfo colombiano que hay que resaltar. Los conflictos que sorteas con los dos periódicos que mencionas, los cuales tratan de ignorar tu éxito, son parte de tu lucha. Saldrás adelante.

Espero saber más cosas sobre el conde, entre ellas si Gustavo Álvarez Gardeazábal, a quien le pediste el prólogo, ha logrado algo positivo. Por mi carta que se extravió, y que ahora te repongo, te enterarás de cierta repercusión favorable en Armenia producida por mi artículo.

Hoy se lanza en la Feria Internacional del Libro, en esta ciudad, mi novela Ventisca, editada por la Universidad Central de Bogotá. Un nuevo parto, que espero venturoso. Salgo para allá.

Un fuerte abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Armenia se quedó sin conde (El Espectador, 15-III-1990).

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Nueva York, septiembre 19 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Querido Gustavo:

Me he tardado un poco en responder a tu misiva, por complicaciones en la salud y gestiones que adelanto en relación con mi trabajo. Con motivo de una denuncia presentada por mí y otras dos colegas, sobre las pésimas condiciones de trabajo para las mujeres en la prensa hispana, he tenido que tomar mi tiempo de enfermedad y dedicarme a trabajar con los detalles de la investigación que adelanta la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad de Nueva York.

Como verás por el recuento tanto en español como en inglés, las condiciones de trabajo de la prensa en español, tanto en esta ciudad como en el resto del país, son de lo peor. Lo más malo de todo es la actitud feudal de los individuos incapacitados pero arrogantes que se interponen en el desarrollo del verdadero trabajo periodístico, que por su misma naturaleza debe estar libre de presiones.

La opresión aquí y especialmente en El Diario es fiera. Las rivalidades y envidias se suscitan con más frecuencia dado que la mediocridad es la madre de esos vicios.

Gustavo Álvarez Gardeazábal, que me había ofrecido escribir el prólogo durante una llamada solidaria con el caso y a raíz de tu artículo, se esfumó. No responde, ni a cartas, ni a llamadas telefónicas, ni a recados. Y eso que cuando estaba de alcalde y yo lo llamaba para entrevistarlo, no importaba que estuviera en conferencia o en el baño, siempre me respondía. Me pregunto si será que ya no le soy útil y por lo tanto ya le soy irrelevante. Casos y cosas…

No sé cómo va lo del libro. Francamente me molesta pensar en ello. En que haya que rogar tanto para un aporte cultural. Alfonso Valencia y Germán Gómez se han portado como verdaderos amigos y caballeros. Gracias a ellos persisto. Pero ah ganas que me dan de cerrar ese capítulo y hacer borrón y cuenta nueva…

En estos días cayó en mis manos un estupendo libro titulado Cómo escriben los mejores en Colombia. Excelente contenido, bien escrito, didáctico. El autor es un periodista, Édgar Artunduaga, que entrevistó a otros periodistas y escritores colombianos sobre la manera como ellos se inspiran y escriben. Ojalá lo pudieras leer. Te lo recomiendo.

Me sorprendió no encontrar sino el nombre de dos mujeres, una de ellas María Isabel Rueda (la entrevista con ella –o mejor, sus respuestas, son muy defraudadoras–. La peor entrevista). No sé por qué el tipo no entrevistó a una María Teresa Herrán o a una Patricia Lara. Esta ha hecho quedar muy bien a las mujeres periodistas aunque tengo entendido que es muy enérgica.

Bien, Gustavo. No te quito más tiempo. Sé que eres un hombre muy ocupado. Salúdame a tu esposa. Quedo en espera de noticias tuyas. Le he prestado Ventisca a un amigo dominicano, periodista también, para recoger su impresión. Ya te la daré a conocer.

Un abrazo de

Gloria Chávez Vásquez

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Bogotá, 2 de octubre de 1990

Escritora Gloria Chávez Vásquez
Nueva York

Apreciada Gloria:

Hoy recibo tu carta del 19 de septiembre y te la con­testo de inmediato. Mi tiempo es ahora más amplio y es por completo de mi propiedad: acabo de obtener la pensión de jubilación en la empresa donde trabajé por espacio de 36 años.

Entre los planes inmediatos que acariciamos con Astrid está el de pasar, tal vez el mes entrante, una tempora­da en Estados Unidos. Pensamos viajar a la Florida, y estando allí es posible que nos desplacemos a Nueva York.

No he vuelto a saber nada de Gustavo Álvarez Gardeazábal desde que salió de la alcaldía de Tuluá. Es po­sible que no esté en Colombia si no ha contestado tus cartas y llamadas.

No sabía que el proyecto editorial del conde viene desde 1965. Pensé que la idea se había madurado en inmediaciones del centenario de Armenia. Escribo ahora una biografía de Germán Pardo García para el Instituto Caro y Cuervo. Voy a dedicarme con inten­sidad, y gran regocijo, al oficio  de escribir.

Te va un efusivo abrazo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Gloria Chávez Vásquez 1991-2000

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VICENTE JIMÉNEZ

Profesor y escritor colombiano, oriundo del departamento de Antioquia, nacido en 1925. Psicólogo, periodista, ensayista, que se graduó en Ciencias de la Educación en la Universidad de Fordham de Nueva York. Su tesis doctoral fue publicada por Plaza Mayor Ediciones, en 1973, bajo el título de Romanticismo poético colombiano. En 1970 fue seleccionado para conducir la cátedra de Literatura Hispanoamericana de Kearney State College de Kearney, Nebraska, y en 1973 le fue asignada la cátedra de verano en Valencia, España, adonde acudió con un grupo de estudiantes americanos para enseñar los cursos de la Generación del 98.

En 1973, obtuvo además la licenciatura en Psicología y se dedicó los años siguientes a medir la inteligencia de los niños en escuelas. Retirado de las labores como profesor, consejero y psicólogo, se dedicó al periodismo. Sus artículos y ensayos han sido publicados en El País, de Cali, El Espectador, de Bogotá, la revista Nivel, de Méjico, la revista Manizales, de Colombia, y el periódico La semana, de Orlando, Estados Unidos. Murió en La Ceja, Antioquia, el 24 de enero de 2011.

Libros: La inspiración poética en cisne de Apolo, Marina, una sicotragedia, El sacerdote casado, Romanticismo poético colombiano, Encantos de fantasía, El trágico sino de Víctor.

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Bogotá, 25 de febrero de 1988

Señor Vicente Jiménez
Medellín (1)

Apreciado señor Jiménez:

He leído con el mayor interés las tesis que en torno al celibato eclesiástico expone usted en su libro El sacerdote casado, obra que tuvo la gentileza de ha­cerme llegar su pariente Herbert Jiménez Gallo. (2)

Comparto los puntos de vista que de manera franca y respaldado por las leyes de la naturaleza e incluso por antecedentes de la misma Iglesia Católica analiza usted a lo largo de su estudio. La obligatoriedad del celibato, contrariando la esencia del ser humano, hace de los sacerdotes seres huraños, depresivos, neuróticos y muchas veces víctimas de trastornos mentales y emocionales. Los despachos de los siquiatras son sitios obligados de consulta de clérigos y monjas que, someti­dos a la tortura de una vida reprimida en el campo se­xual, padecen graves perturbaciones.

El sacerdote debería tener la opción de ser casado. Así cumpliría mejor su misión y se desarrollaría sin trau­matismos síquicos y sociales. Por otra parte, la Iglesia Católica ganaría en vocaciones sacerdotales y se evitaría las deserciones y escándalos que aumentan en forma consi­derable como resultado de reglas absurdas. No se pue­de ir en contra de la naturaleza. La Iglesia ha sido, en este aspecto, intransigente y no se muestra dispuesta a modificar su tradicional postura. Algún día tendrá que hacerlo. Tendrá que interpretar la evolución de los tiem­pos y de la moral.

Me llama la atención el dominio que usted demuestra sobre estos temas. Me gustaría saber cuáles han sido sus estudios y cuáles son sus actividades. La carta de un sacerdote a su ma­dre, con que remata el libro, bien podría ser de su auto­ría. En sus conceptos hay lucidez y firmeza. Las citas la­tinas me sugieren que usted fue, o es, religioso.

Tengo una novela sin publicar que aborda el tema del celibato. Su acción está situada en un pue­blo que cuenta, como todo pueblo, con el cura rodeado de tentaciones mundanas y de ocasiones perturbadoras. Mi personaje es un ser ansioso, insatisfecho, neurótico. En un momento dado desea tirar el hábito cuando no resiste el deseo de la carne frente a la atracción de la virgen insatisfecha, la solterona católica y rezandera, otro ti­po reprimido de la sociedad. Se desata en este mundillo todo un conflicto de la abstinencia. Y surgen las grandes dudas del eclesiástico frente a su mi­sión perturbadora. Mi novela se titula Ventisca y espe­ro publicarla pronto.

Soy autor de otros cinco libros ya publicados (novela, cuento, ensayo). Escribo en El Espectador hace muchos años. En Armenia, la tierra de su pariente Herbert, fui gerente del Banco Popular por espacio de 15 años. Como hombre de lecturas y cavilaciones, me he detenido en su libro. Me ha sido útil para lo que yo mismo pienso sobre la materia del ce­libato. Es el suyo un enfoque serio y documentado. Un buen aporte para el análisis de este problema de la Iglesia Católica. Lo fe­licito.

Reciba mi saludo cordial,

Gustavo Páez Escobar

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(1) El destinatario residía en Estadios Unidos, pero la carta se le remitió por conducto de su pariente Herbert Jiménez.
(2) Periodista residente en Medellín, donde imprimía el curioso periódico Meñique (título derivado de su tamaño diminuto. “El periódico más pequeño del mundo”, rezaba en su eslogan).

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Independence, marzo 23, 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado amigo:

Permítame que ya y de una vez lo llame “amigo” porque la gentileza que usted tuvo escribiéndome me autoriza para hacerlo. Amigo es la persona que comparte mis ideas, y parece que las suyas son un retrato de las mías.

Herbert me mandó aquí a los Estados Unidos su amable carta. Sus conceptos me dan aliento pues otras comunicaciones que me han llegado están mojadas con lágrimas de rabia porque lo que han leído en el libro El sacerdote casado les ha causado dolor. Usted me da un concepto de cápsula, apretado, sólido y de alto calibre.

Me dice que está preparando una novela que cubre el tema del celibato. Eso está muy bien, y si mi libro le ha ampliado su inspiración, ello me honra. Espero verla publicada para leerla y darle mi humilde concepto.

Usted quiere saber algo de mí. Yo soy un pobre colombiano que emigró a los Estados Unidos cuando el cardenal Roncalli subía al trono de San Pedro. El Instituto Internacional de New York me dio una beca para que estudiara Educación en la Universidad de Fordham, y allí me gradué en 1963. Después pasé a Atlanta, Georgia, y allí inicié mi carrera de Filosofía y Letras, la que terminé con mi doctorado en Columbia, en la Universidad de Missouri. He enseñado Literatura Hispanoamericana y Peninsular en varias universidades de Estados Unidos.

Cuando no pude conseguir cátedras universitarias me dediqué a estudiar Sicología, y ahora el distrito escolar de de Kansas City me acogió con contratos anuales para servir de sicólogo en un distrito que tiene 36.000 alumnos. Yo me dedico a medir la inteligencia de los niños que serán colocados en los programas de la Educación Especial. Tengo licencia para enseñar francés, español, inglés y latín en el estado de Missouri, de por vida, y resido con mi esposa Carolina (colombiana) y mis dos niños, Anita (11 años) y Esteban (16) en Independence, una ciudad cerca de Kansas City.

Usted me dice que escribe en El Espectador. El año pasado estuve allá y conocí a la señorita directora de las páginas dominicales. Ella me pidió colaboraciones, y yo no le he mandado nada.

Me permito incluirle el último capítulo de mi libro, titulado Una carta de un sacerdote a su obispo. Este capítulo fue sustraído de los originales cuando ellos fueron enviados a La Oveja Negra (Bogotá). Cuando yo regresé el año pasado a los Estados Unidos lo encontré en mis archivos y ya era tarde porque los originales truncos habían pasado ya a Medellín. Esta carta a un obispo podría ser publicada por separado para hacer conocer mi libro ya olvidado por muchos en las librerías de Bogotá, Medellín, Cali y Armenia. La gente no lo quiere leer, y la Iglesia Católica no se ha dado por enterada.

Lo felicito de nuevo por sus fructíferas labores literarias. Espero que podamos mantener una salutífera correspondencia pues no hay nada tan saludable como ventilar las cuitas que nos agobian.

Su amigo,

Vicente Jiménez

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Bogotá, 11 de junio de 1988

Señor Vicente Jiménez
Independence, USA

Apreciado amigo:

Mil gracias por el envío de sus libros Romanticismo poético colombiano y La inspiración poética en Cisne de Apolo. Dos días antes recibí su carta fechada el 30 de mayo.

He ojeado Romanticismo y me propongo leerlo pronto. Sus enfoques significan un apor­te para la literatura colombiana. Habiendo sido editada la obra hace 15 años, no abarca, como es natural, expresio­nes nuevas de la poesía en el género que usted analiza. Hay ausencia de mujeres; ellas, en los últimos tiem­pos, han puesto alta nota romántica en la creación poética.

Hay dos poetas de gran mérito, residentes ambos en Méjico desde hace muchos aros, con los cuales manten­go estrecha correspondencia. Son Germán Pardo García, el poeta del cosmos –y romántico en muchas de sus creacio­nes–, postulado varias veces al Premio Nóbel de Litera­tura; y Laura Victoria, la tierna y sensual poetisa de los años treinta, que ganó notable gloria para Colombia con su fulgurante producción amorosa (hermana en la poe­sía de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Rosario Sansores, Alfonsina Storni y Delmira Agustini). Pardo García tiene 86 años de edad y Laura Victoria, 83.

Me ocupo en el momento de buscar imprenta para un libro de Laura Victoria titulado Crepúscu­lo; tal vez una universidad de Bogotá lo editará. Laura Victoria es hoy una poetisa mística y dedicada, desde su re­sidencia en Méjico, que cumple 48 años, al estudio de las profecías bíblicas. Pardo García acaba de publicar en Méjico el que según él será su libro final, titulado Últimas odas, con el cual su producción llega a cerca de 40 obras. Colombia es pródiga en poetas y escritores.

Le va, con mi agradecimiento, un afectísimo saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Independence, USA, julio 18, 1988

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Respondo a su amable carta fechada el 11 de junio último. Siento no haberle podido responder antes pero fue que la recibí el día antes de partir con mi familia para Méjico a vacaciones. Estuvimos tres semanas repartidas en Puerto Vallarta, Guanajuato, Celaya, León, Guadalajara, Irapuato, Querétaro y México City.

Me habla usted del gran Germán Pardo García. Unos años antes vino a mi hotel en México City a traerme su obra Apolo Pankrátor, dedicada a mí, y me pidió permiso para publicar totalmente en su revista Nivel mi ensayo sobre la Inspiración poética en el Cisne de Apolo, lo cual hizo dando gran despliegue a mi obra. Desafortunadamente perdí su dirección en México y no lo pude ir a saludar. A la señora Laura Victoria no la conozco.

Otra razón para ir a México fue hacer el contrato para publicar mi última obra: Marina, una sicotragedia. La Editorial Anaya la sacará a luz dentro de dos meses.

Como usted dice, es obvio que en El romanticismo poético colombiano no estén incluidos recientes autores de Colombia. No es mi obra una antología, y el fin de ella fue demostrar las influencias del Romanticismo europeo en la literatura de Colombia e Hispanoamérica, y estimo que cumplí mi propósito. No intento ponerla al día porque ello no es necesario.

Le incluyo mi sencilla crítica sobre su excelente obra Caminos. La he estado leyendo con verdadera fruición y provecho espiritual.

Si usted sabe de alguien que quiera leer o comentar en la prensa mi libro El sacerdote casado, le agradecería le enviara a mi prima Nohemí Hoyos el nombre y dirección para que ella le envíe una copia.

En la ciudad de México fui a visitar la casa donde mataron a León Trotski, y escribí un ensayo sobre los detalles de su muerte. Quizás le interese para las páginas literarias de El Espectador.

Lo felicito por su obra Caminos, y le agradezco habérmela enviado. Auguro para usted muchos éxitos en su obra literaria.

Pidamos todos por la suerte de nuestra amada Colombia. Para usted mis mejores votos. Su amigo de siempre,

Vicente Jiménez


Ver epistolario Vicente Jiménez 1991-2000

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HENRY KRONFLE

Nació en Guayaquil, Ecuador, en 1932. Su obra literaria tuvo importante difusión en su país y otras ciudades del continente. Se le reconoce como un maestro del soneto. Armonizó por mucho tiempo su actividad comercial con el cultivo de la literatura, hasta que se dedicó por completo a ella. Escribió y publicó de manera permanente. Fue miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Guayas, de la Agrupación Cultura y Fraternidad, de la Asociación de Escritores de México, del Centro de Estudios Poéticos Hispánicos con sede en Madrid, etcétera. En Río de Janeiro ejerció funciones consulares, y en Buenos Aires actividades culturales a nivel diplomático. Recibió numerosas condecoraciones de diferentes academias. Germán Pardo García y Jorge Luis Borges elogiaron su obra poética. Murió en su ciudad nativa el 27 de julio de 2010.

Libros: 25 poemas en la mitad del mundo, Los sonetos de las definiciones, Vibraciones del alma, Entre el tiempo, el espacio y el amor, Más allá de mi voz, Transparencias, Con el alma en el rostro, Del silencio a la palabra, A los cuatro vientos, entre otros.

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Bogotá, 18 de agosto de 1988

Doctor Henry Kronfle
Méjico, D. F.

Insigne poeta, apreciado amigo:

Con Astrid, y extensivas a Ivette, les repetimos nuestras gracias muy sinceras por las cálidas atenciones que nos dispensaron. Pasamos una maravillosa temporada en Méjico y hemos regresado a nuestro país con la satisfacción de una fructífera experiencia y el recuerdo de inolvidables amigos.

Voy a leer con mucha satisfacción sus libros de poemas. Ya he degustado varios de ellos y encuentro en usted una gran inspiración. Por Nivel sabía de su nombre y ya conocía algunos de sus poemas.

Le acompaño la página que le prometí, escrita por mí hace dos años, en honor de Germán Pardo García, a quien usted quiere tanto y a quien protege con tanto celo en esa metrópoli monumental.

Va un afectísimo saludo,

Gustavo Páez Escobar

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México, D. F., 19 de octubre de 1988

Ilustre escritor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido y apreciado amigo:

Recibí tus atentas letras del 18 y 29 de agosto, las que me trajeron el elocuente reportaje Diálogo entre sombras con Germán Pardo García y la hermosa nota sobre tu paso por Méjico, en la que generosamente me incluyes. ¡Gracias, por tan hermoso detalle!

En verdad, Ivette y yo hemos quedado con el deseo de volver a recibir tu visita y la de tu fina e inteligente Astrid.

El maestro Germán Pardo sigue bien, dentro de su precario estado de salud, permaneciendo en su constante lucha por Nivel. Lo ayudamos en esto, como siempre, el doctor Aristomeno Porras y yo.

Tuvo mucho éxito la presentación de su libro Últimas odas. El maestro me hizo el honor de que fuera yo quien hablara en esa ocasión. Presenté un trabajo que Io llamé La escuela pardogarciana y su poesía de proyección cósmica, que fue muy bien comentado por los principales diarios de México. Al publicar el trabajo en Nivel de septiembre, el maestro fue muy modesto y le puso por título Las últimas odas de Germán Pardo García. Seguramente habrás recibido dicho número.

Antes de cerrar la presente, quiero molestarte con un gran favor: por el directorio telefónico de Bogotá obtener el teléfono de mi tía Chamsi de Kronfly o de mis primos Eduardo o Nabil Kronfly, y decirles que he escrito tres cartas desde que vine de Bogotá (agosto del año pasado) a la dirección: (…) y que no he recibido contestación.

Sin más, y deseando tener pronto noticias sobre tus actividades literarias, me despido enviándote, unido a Ivette, un fraternal abrazo extensivo a Astrid.

Henry Kronfle

P. D. – Me gustaría que conozcas a mi primo, el doctor Eduardo Kronfly Kronfly, quien es una persona que se acerca mucho a tu alto nivel cultural. Estoy seguro que él me agradecerá la oportunidad de conocerte.

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Bogotá, 8 de noviembre de 1988

Doctor Henry Kronfle
Méjico, D. F.

Ilustre poeta y distinguido amigo:

Al recibo de tu amable carta del 19 de octubre busqué comunicación con tus parientes que residen en esta ciudad y hablé con Nabil Kronfly, a quien le entregué tu recado. No han vendido el almacén y allí recibieron tus cartas, que por cualquier motivo no han contestado. Nabil hablará con tu tía Chamsi y la enterará de nuestra conversación.

En primera oportunidad buscaré contacto con tu primo Eduardo Kronfly, a quien deseas que yo conozca en razón de su nivel cultural.

Leí en Nivel del mes de septiembre tu magnífica presentación del libro Últimas odas de Germán Pardo García. Estupendo enfoque sobre su carrera poética y su significado como viajero del cosmos. La obra pardogarciana, reconocida en todos los ambientes cultos del mundo, hace ya parte del patrimonio intelectual de Latinoamérica.

La lucha de nuestro amigo por la subsistencia de su revista Nivel es titánica, bien lo sabemos. En Colombia se le ha buscado ayuda. Y en Méjico, tanto tú como Aristomeno Porras son los ángeles guardianes de este genio de la poesía que hoy pertenece más a la inmortalidad que al caduco y áspero tiempo que le tocó vivir.

A Aristomeno le pedí que te sacara copias fotostáticas de una serie de tres crónicas que publiqué en El Espectador, el gran diario colombiano, sobre mis impresiones acerca de México; en una de ellas te menciono.

Con Astrid renovamos, para Ivette y para ti, nuestra cordial amistad y sincera admiración,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Henry Kronfle 1991-2000

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ARISTOMENO PORRAS

Aristomeno Porras describe estos perfiles de su vida en carta enviada a Gustavo Páez Escobar el 28 de mayo de 1987:

“Mi vida tiene pocos datos de interés. Nací en la población de Socotá (Boyacá), pero aún adolescente viajé a Medellín. Posteriormente pasé algún tiempo en otros lugares del país, luego viví en San José, Costa Rica. Desde hace 26 años resido en México. Por largos años fui director de producción de Sociedades Bíblicas Unidas para los países de habla castellana. Así pude conocer todos los países del continente y varios de Europa, Asia y África. Mi obra literaria tiene que ver más que todo con notas periodísticas. Desde hace varios años colaboro con el periódico Últimas Noticias y la revista Jueves, ambos de la casa Excelsior de esta ciudad. Con esas notas he publicado unos 17 libritos que están agotados. El último salió hace unos dos meses de la imprenta bajo el título de Diez burritos y algo más”.

Por su parte, Gustavo Páez Escobar hace el siguiente comentario en su libro Biografía de una angustia (1994), donde señala a Aristomeno Porras como el “ángel tutelar” de Germán Pardo García:

“En su vehículo, que Aristomeno Porras conduce con destreza, transporta al poeta a menudos menesteres de la vida diaria, como retirar la correspondencia del apartado postal, o pagar los servicios públicos de la residencia, o hacer transacciones en el banco, o acudir a las citas médicas. Es la mano derecha del poeta, y no sólo en esta clase de asperezas, que de todas maneras se atienden con rigor, sino en la elaboración de la revista Nivel.

“Aristomeno Porras también reside en Méjico hace largos años, al igual que Pardo García y Laura Victoria. Es oriundo, como lo soy yo, del departamento de Boyacá. Estuvo vinculado a importantes empresas y hoy se encuentra jubilado. Es autor de varios libros y mantiene una columna permanente en el periódico Excelsior. Con el seudónimo de Luis D. Salem se ha destacado como comentarista de la actividad cultural.

“Y es la persona que más conoce el mundo íntimo del poeta. Con él comparte las tristezas y rigores del hado cruel. Su condición de confidente del maestro lo convierte en testigo excepcional de una vida que languidece cargada de dolores y méritos. Perras es el lazarillo que ha conducido al poeta por las azarosas calles de Méjico. Y lo ha hecho con placer, con delicadeza, con entrega total y con paciencia infinita.

“Imposible acercarnos a Pardo García sin involucrar a Porras. No dudo en afirmar que mi paisano tiene conquistado el cielo de los justos. Su recato no me hubiera permitido hacer estas revelaciones, pero como a Méjico he ido a investigar una egregia personalidad con todo cuanto gira a su alrededor, debo exaltar tan admirable conducta”.

Aristomeno Porras murió en Méjico el 1° de julio de 2003, a la edad de 86 años.

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Bogotá, 27 de septiembre de 1986

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Distinguido escritor y amigo:

Acabo de recibir una carta de Germán Pardo García en la cual me incluye el comentario que usted hizo sobre él ante los críticos de España, en el periódico Excelsior del 30 de septiembre de 1962.

Veo que un comentarista español de amplio prestigio, Lucilo Echazarreta Sarabia, escribió sobre la obra de Pardo García un excelente ensayo de 37 páginas. Mi pregunta es: ¿cómo hago para conseguir dicho estudio? Como usted se ha dado cuenta, en Colombia no sólo soy un divulgador de la obra y la vida de este maestro ilustre, sino que deseo penetrar cada vez más en su mundo cósmico y en su gran aventura humana. Por eso, ojalá usted me suministre cuanto material le fuera posible para ampliar mi visión sobre él.

Tempestad (1) me llegó hace varios días. Lo leo con pasión. ¡Que tremendo recorrido por los caminos de la muerte y la inmortalidad! Ya he dicho que si Germán Pardo García no hubiera sido una vida atormentada, el mundo se habría perdido del testimonio de un genio de la poesía.

Sé ahora que usted es el mismo Luis D. Salem. (2) A Otto Morales Benítez, mi gran amigo, ahora de breve visita por los Estados Unidos, le pasaré el dato; él quiere agradecerle el magnífico artículo que apareció en Nivel.

En días pasados le remití el Magazín Dominical de El Espectador donde fue publicado el reportaje mío con Germán Pardo García. La revista Diners desea que el poeta escriba una nota para un número especial que está preparando.

Van cordiales saludos de admiración y amistad,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Libro de Pardo García (Editorial Libros de México, 1980).
(2) Seudónimo que utilizaba en sus artículos de prensa.

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México, noviembre 19 de 1986

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido escritor:

Siento mucho haber demorado mi respuesta a su carta del 27 de septiembre. La causa está en que ella venía dirigida al apartado del maestro Pardo García y él, por motivos de salud, demoró un poco en ir al correo. Luego, un amigo mío tenía el libro de Lucilo Echazarreta Sarabia y yo demoré varios días en rescatarlo y enviar a usted una copia por correo aéreo.

Don Germán no anda muy bien de salud. Sin embargo, sigue adelante con Nivel. Ayer fuimos a la imprenta para formar el número de noviembre. Ahora me dice que está trabajando en el de diciembre. Como ve, es un trabajador infatigable. Ayer me dijo que está trabajando en un nuevo poema, pero que desistió porque estaba un poco fatigado. De seguro insistirá y de un momento a otro terminará esa obra.

El libro, en hojas sueltas, va en sobre separado y espero que esté pronto en sus manos.

Atentamente lo saluda,

Aristomeno Porras

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México, enero 29 de 1987

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy distinguido amigo y escritor:

A mi regreso de un viaje encontré su hermosa carta del 7 de enero y también el ejemplar de su libro Caminos. Se trata de dos regalos que aprecio mucho y le expreso por ellos mis sinceros agradecimientos.

Acabo de leer en forma detenida el libro y me declaro admirador suyo por el estilo en sus escritos. Además noto que hay varios artículos dedicados a Boyacá, tierra en que nací hace ya muchos años y que en mala hora dejé para vivir en el extranjero.

Me dio mucho gozo saber que ya está en sus manos el libro de Lucilo Echazarreta Sarabia (1) sobre la obra literaria del maestro Pardo García. Yo conservo una copia del original, que mucho aprecio. De ella sacamos la copia que envié a usted a fines de noviembre del año pasado.

Don Germán sigue unos días bien y otros muy mal. Su salud no es buena, pero afortunadamente tiene médicos amigos que lo visitan con frecuencia y lo tratan. Para mí es un honor muy alto poder ayudarlo en cuanto sea posible en estos días de su vejez. Siempre lo llevo en mi carrito a la imprenta y a otros lugares donde sea necesario.

En esos viajes nuestros el tema es Colombia. Él es un gran enamorado de la patria y el nombre de Colombia y de los días que allí vivió nunca caen de sus labios. A veces me dan deseos de grabar algunas de sus anécdotas. (2) Seguramente lo haré más adelante.

Reciba usted mi sincero saludo. Atentamente,

Aristomeno Porras

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(1) Estilo y evolución lírica en la poesía de Germán Pardo García.
(2) Me consta que Germán Pardo García narraba, con excelente memoria y grandes dosis de amenidad y humor, exquisitas anécdotas sobre su vida en Colombia. Se las escuché en una larga tarde de tertulia en Méjico. Y le insistí a Aristomeno Porras que mantuviera una grabadora en su carro para utilizarla en los momentos precisos. Creo que nunca lo hizo.

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Bogotá, 14 de abril de 1987

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Apreciado amigo:

Por una carta suya supe que usted es boyacense. Y después de residir por espacio de largos años en el exterior, extraña su tierra. Es natural, ya que la patria chica es un sentimiento irrenunciable del hombre.

Le acompaño dos notas mías sobre Boyacá, publicadas hace poco en un periódico de dicho departamento. Las convierto en mensajeras de nuestra comarca. Pienso que le llevarán una grata reminiscencia.

Me gustaría conocer datos de su vida, su trayectoria literaria, su estadía en Méjico. Noto que es usted un escritor continuo en Nivel. Supongo que ha elaborado muchos trabajos sobre el poeta Pardo García. Sería muy importante para mí conocer algunos de ellos. ¿Ha publicado libros?

He comenzado a leer el magnífico estudio de Lucilo Echazarreta Sarabia sobre Pardo García. Voy a prestarle gran atención a dicho trabajo. Si usted la conoce, suminístreme, por favor, la dirección de Lucilo.

Pienso hacer un enfoque de mayor profundidad –tal vez un libro– sobre Pardo García. (1) Ahora me estoy documentando para avanzar en dicho objetivo. Por eso, me interesa acumular datos. Las cartas que él me ha dirigido en los últimos años se convertirán en valiosos documentos para la posteridad. Son dramáticas, humanas, verdaderas piezas literarias, y además se convierten en testimonio de la angustia de un grande hombre.

Va un afectísimo saludo de

Gustavo Páez Escobar

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(1) Ya por esta época me perseguía la idea de escribir la biografía de Pardo García, proyecto que tuvo ejecución en la obra Biografía de una angustia (1994).

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México, mayo 28 de 1987

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado compatriota y amigo:

Le expreso mis sinceros agradecimientos por su carta del día 14 de abril que ayer llegó a mis manos. Anoche hablé con el poeta Pardo García, le di sus saludos y le hablé de lo mucho que usted lo estima. Le leí la frase que dice: «Las cartas que él me ha dirigido en los últimos años se convertirán en valiosos documentos para la posteridad”. El poeta se sintió conmovido con esa frase y me pidió expresarle sinceros agradecimientos.

Le agradezco en forme muy sincera el envío de las dos notas suyas publicadas en un periódico de Boyacá. Me gustaron mucho y me hicieron recordar los gratos días de la niñez.

Mi vida tiene pocos datos de interés. Nací en la población de Socotá, pero aún adolescente viajé a Medellín. Posteriormente pasé algún tiempo en otros lugares del país, luego viví en San José, Costa Rica. Desde hace 26 años resido en México. Por largos años fui director de producción de Sociedades Bíblicas Unidas para los países de habla castellana. Así pude conocer todos los países del continente y varios de Europa, Asia y África.

Mi obra literaria tiene que ver más que todo con notas periodísticas. Desde hace varios años colaboro con el periódico Últimas Noticias y la revista Jueves, ambos de la casa Excelsior de esta ciudad. Con esas notas he publicado unos 17 libritos que están agotados. El último salió hace unos dos meses de la imprenta bajo el título de Diez burritos y algo más. Con el mayor gusto le enviaré un ejemplar la próxima semana.

Ahora me encuentro jubilado y paso mis días redactando cosas breves para periódicos y revistas. Cultivo la amistad con diversos escritores, entre ellos dos colombianos ilustres: Laura Victoria y Germán Pardo García. Es todo por ahora.

Los anhelos de regresar a la patria son más vivos cada día, pero veo que por circunstancias económicas es imposible hacerlo. Acá ya tenemos asegurado el pan de la familia y eso nos satisface.

Me encanta saber que usted está escribiendo un libro sobre Germán Pardo García. Él es una gloria no sólo de Colombia sino de todo el continente, de la poesía en lengua castellana. Siento mucho decirle que no conozco la dirección de Lucilo Echazarreta Sarabia. Hasta donde sé, él regresó de Colombia a España hace algún tiempo. Creo que ahora vive en Salamanca.

Reciba usted un afectísimo saludo de quien tanto lo estima y admira por su calidad de escritor.

Aristomeno Porras

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Bogotá, 12 de julio de 1988

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Apreciado amigo:

Acabo de recibir su carta del 5 de este mes, lo cual indica que el correo esta vez fue eficiente. En otras ocasiones hay que decir lo contrario.

Preparo en el momento viaje, con mi esposa, a Méjico. Está definido para el 2 de agosto, vía Varig. Allí permaneceremos dos semanas y tendremos oportunidad de saludarlos. Laura Victoria está enterada de todos nuestros proyectos.

Me alegra que haya mejorado la salud del poeta Pardo García. Ya supe que Otto Morales Benítez lo llamó a usted para anunciarle los auxilios económicos del Banco de la República y de la Federación de Caleteros (quinientos dólares mensuales). Aclárele, por favor, a nuestro amigo que este apoyo no es por una sola vez sino permanente; en carta que me llegó junto con la de usted, el poeta me expresa inquietud en este sentido. Otto Morales, que viajó a Europa por el término de un mes, dejó hechas las conexiones para que el plan funcione. Confío en que así sea.

Va un afectísimo saludo,

Gustavo Páez Escobar

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México, octubre 31 de 1989

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Mil saludos para usted, para su señora esposa y para todos los suyos. Esperamos que todos se encuentren bien y prosperando siempre en los campos de la literatura, en el periodismo y en el banco. Los recordamos siempre y damos gracias a Dios por la amistad de ustedes.

En forma muy sincera expresamos nuestros agradecimientos por las atenciones de ustedes durante nuestra visita a Bogotá. Recordamos las horas felices que pasamos en su casa, el riquísimo almuerzo y los diálogos sobre diversos temas. Bogotá, Colombia toda, son inolvidables, pero aún es más alto el sentido de amistad que a ustedes nos unen.

Regresamos muy bien a México. Casi en seguida nos conectamos con Pardo García y Laura Victoria. Todos preguntan por ustedes con sumo cariño, los recuerdan y envían saludos. Laura Victoria está más o menos bien. Don Germán más mal cada día, ya casi no camina. Ayer fui para sacarlo un poco a la calle y no aguantó más de dos cuadras, muy lentamente. Lo regresé a casa y yo fui a pagar los servicios de agua, luz, teléfono y otras cosas que él quería atender. Él siempre recuerda a Nivel y a Colombia.

Compré en Bogotá el libro Diccionario de escritores colombianos y se lo mostré aquí. Él leyó la página que le dedican y lloró de contento. Luego buscó los nombres de otros amigos, entre ellos el suyo y el del doctor Morales Benítez, y leyó con mucho interés lo que de ustedes dice la obra. Leyó también la página dedicada a Silva y a otros escritores de quienes yo apenas conocía el nombre y que él dice fueron sus amigos de juventud.

Otra vez mil saludos de todos los Porras en México.

Aristomeno Porras

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Bogotá, 21 de marzo de 1990

Doctor Aristomeno Porras
Estado de México

Apreciado amigo:

Su carta del 8 de febrero se vino con mucha lentitud: duró más de un mes en llegar a mi poder. Creo que se cruzó con otro correo mío. La correspondencia con Méjico es irregular. Unas veces es rápida, y por lo general demorada. En cambio, con Estados Unidos o Europa el correo gasta alrededor de ocho días.

Hoy vi en la revista Aleph –número 72, enero-marzo/90– el reportaje que le hace a Pardo García el director de la publicación, Carlos Enrique Ruiz. Como a usted le llega la revista, ya tendrá oportunidad de enterarse de dicha página.

He comenzado a ordenar papeles para escribir una biografía sobre el poeta. El magnífico trabajo de Lucilo Echazarreta Sarabia, que tuvo usted la gentileza de despacharme en otra época, va a servirme mucho para este propósito. Voy además a escarbar papeles en las bibliotecas y a pedirles colaboración a los amigos que conocen al personaje.

No es mi intención –y tampoco soy experto en materia tan delicada– hacer un estudio crítico sobre la obra poética. Esto se queda para los especialistas. Haré algunas anotaciones sobre la producción literaria, pero más que todo para tratar de traducir el alma del artista.

Me interesa mucho el lado humano del poeta. Usted puede aportarme mucho en este sentido. Le agradecería, por consiguiente, hacerme llegar cuanto papel considere del caso para dicho propósito (recortes de periódicos, entrevistas, ensayos sobre su obra, etcétera). Si a esto agrega el narrarme anécdotas o episodios humanos, tanto mejor. Mil gracias anticipadas.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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México, noviembre 20 de 1990

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

El maestro Pardo García acaba de llamarme y me dice que recibió la carta suya en la cual le comunica que los dos millones de pesos mexicanos que le entregó el embajador de Colombia en México venían de parte de la Casa Silva. Él expresa sinceros agradecimientos por esta ayuda que mucho le sirvió para ayudar en los gastos de la clínica que lo atendió hace unas dos semanas. Don Germán me pidió el favor de dar respuesta a la carta de usted porque él en la actualidad no puede escribir.

El maestro sigue mal de salud. Sus gastos mensuales crecen cada día. En la actualidad necesita de una enfermera permanente que le cobra 1.800.000 pesos mexicanos cada mes. La renta del cuarto que ocupa cuesta 400.000 pesos mensuales. Si a esto sumamos los gastos de alimentación y medicinas vemos que el poeta necesita por lo menos unos tres millones de pesos cada mes, algo así como mil dólares. El doctor Morales Benítez nos dijo por teléfono que de Bogotá le enviarían unos 600.000 pesos mexicanos, equivalente de 100.000 pesos colombianos cada mes. Esta es una gran ayuda y el poeta se puso feliz al recibir la noticia. Él se preocupa mucho por su situación económica y tiene razón.

Por ahora no ha conseguido la enfermera que necesita y veo un poco difícil que se consiga por falta de dinero. Mientras tanto los amigos lo visitaremos con frecuencia y estaremos listos para acompañarlo.

Por lo demás por aquí todos bien. Reciba usted el atento saludo del poeta como también de este su fiel amigo.

Atentamente,

Aristomeno Porras


Ver epistolario Aristomeno Porras 1991-2000

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DIANA LÓPEZ DE ZUMAYA

Nació en Manizales. A partir de 1977 y hasta 1985 escribió en La Patria, usando varios nombres: Diana López de Zumaya, Diana Zumaya, Martha del Río, Lucila Valleazul. Colaboró también durante varios años en la revista Manizales, que dirigió, a la muerte de sus padres, Aída Jaramillo Isaza. Llegó a Méjico, recién casada con Jaime Zumaya Vega, el 23 de julio de 1971 y allí se radicó. Sobre el arte de escribir, que Diana ejerce con alta calidad, expresa lo siguiente: “Escribir, pero escribir para mí misma, escribir mis recuerdos de viajes, escribir cartas y ahora escribir por este maravilloso medio que permite que las comunicaciones sean instantáneas: ese es uno de mis placeres”.

Diana es hija del escritor Adel López Gómez y de él heredó la belleza del estilo que se refleja en sus estupendas cartas, imbuidas de amenidad y poesía.

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México, D. F., 8 de diciembre de 1988

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo amigo:

Gracias por la estupenda idea de enviarme tus artículos publi­cados en El Espectador sobre la visita a México. (2) Creo que coincidirás conmigo en afirmar que es muy interesante leer co­mentarios o artículos o libros escritos sobre lugares que uno conoce, pues es evidente que cada quien tiene una visión única y personal de los lugares y es agradable conocer los diversos puntos de vista.

Tus artículos, además de lo bien escritos que están, que es nor­ma en toda tu literatura, me muestran una visión como iluminada de esta Ciudad de México a la cual yo amo y detesto a la vez. La amo porque aquí soy feliz, porque aquí vivo y aquí nació el hombre que yo amo, la amo porque he aprendido a quererla duran­te diez y siete años de vivir en ella, la amo porque encierra y alberga grandes afectos míos.

La detesto por su contaminación, por lo deshumanizada que en ocasiones me parece, por lo anónima, lo despersonalizada, porque con su inmenso tamaño y su inseguridad me hace muy difícil reunirme con la gente a la que quiero y de la que quisiera estar más cerca. La temo por lo insegura que se ha vuelto, por esa aventura azarosa que significa caminar por sus calles.

En todo caso, aparte de mis propios sentimientos respecto a Ciudad de México, me encantó leer tus artículos y recorrer los sitios con una mente diferente, gracias a tus descripciones.

Pararme una vez más en el Zócalo, el que tanto frecuento, y sentir la emoción de los dos en la Catedral o en esa plaza gigantesca que tanto me gusta y que encuentro tan atractiva y homogénea en su estilo, tan apropiada para las grandes concentraciones que en ella se realizan.

O imaginarme en la Plaza de Garibaldi, o recordar el espac­io folclórico del Teatro de las Bailes Artes que es vistoso, colorido y alegre como el que más, pero poco convincente en sus raíces folclóricas.

Y los acompañé en la visita a la Guadalupana, visita que tantas veces he realizado, o a Xochimilco, que tiene tanto embrujo, tanto encanto. Si uno, fríamente, analiza estos canales y toda esta atmósfera de Xochimilco, pensará que hay demasiada basura, que estafan al turista y le sacan dinero por todo y que comer en una de esas trajineras sale mucho más costoso y, por supuesto, mucho más malo que en el mejor restaurante de la ciudad.

“El mexicano –y quienes aquí vivimos, me atrevo a agregar yo–, golpeado hoy por una dura economía y temeroso ante un incierto futuro político, sabe, sin embargo, querer su tierra». Con estas frases cierras tú el tercer artículo publicado sobre México y creo que es muy cierto lo que dices. Hay incertidumbre y temor porque son sentimientos que en todos los países aparecen, pero hay también esperanza de que las cosas mejoren con nuestro recién estrenado presidente y toda su cauda de funcionarios.

Tal como tú me lo dices en tu carta, he insistido a Laura Victoria que vaya a Colombia. Ella, que al igual que yo es siempre una eterna nostálgica de la patria, porque en realidad nada hay más ama­do que la patria de uno, debe regresar y volver a caminar por las calles de Bogotá y volver a sentir el afecto que tan a manos llenas le dan tú y Astrid. Y hay una razón más y es la de recibir los libros que gracias a tus influencias le han publicado en Colombia.

Yo, como hija de escritor, pienso que ha sido toda una proeza lograr la publicación de los libros de Laura Victoria y no por falta de méritos, que los tiene sobrados, sino porque esa es una empresa muy ardua en Colombia y estéril casi siempre. Ahora hablan en la Gobernación de Caldas de publicar una antología de mi Papá (2) y eso me ilusiona, pero no me entrego a la ilusión pues las experiencias pasadas de ofrecimientos hechos y nunca cumplidos me han obligado a ser cautelosa.

Ha sido grato hablar contigo un rato mucho más largo que aquel del aeropuerto, en septiembre pasado. Abrazos llenos de cariño para Astrid y para ti,

Diana López de Zumaya

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(1) Un coloso llamado México, en tres entregas (El Espectador, 12, 21 y 30-IX-1988).
(2) Papá, con P mayúscula: así lo escribe Diana en sus cartas siempre que nombra a su progenitor, Adel López Gómez. Bello sentimiento filial. Esta relación de padre e hija, me consta, ha sido muy entrañable toda la vida.

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Bogotá, 30 de diciembre de 1988

Señora Diana López de Zumaya
Méjico, D. F.

Apreciada Diana:

Ya en el último hervor de 1968 acabo de recibir tu tarjeta navideña y tu amable carta del 8 de diciembre. Llegas en el momento preciso de cerrar el año, un año amargo para los colombianos. Sin embargo, digno de recordación, porque en medio de las asperezas quedan también cosas gratas.

Con Astrid, en el sosiego de la casa, hemos leído con entusiasmo tus cálidas frases. Nos animan tus descripciones e ideas. A las emociones les pones color, les imprimes frescura. Manejas una prosa galana y emotiva.

Cuando, hablando de Méjico, dices que lo quieres porque en él «nació el hombre que yo amo» –a pesar de que lo detestas por otros motivos–, le das dimensión a tu alma sensible, a tu afecto irrenunciable. Esto suena a declaración navideña. La celebramos contigo.

El amor, siempre el amor, debe imponerse sobre cualesquiera otros menesteres. Terminar un año con amor para iniciar otro año con amor, ¡bella proclama!

Nuestro viaje por Méjico, plasmado en las crónicas que tienes la gentileza de aplaudirme, nos dejó gratísimos recuerdos. Como en ningún momento pasamos momentos desagradables, el acento de esas memorias me resulta acariciante.

Caldas, sin duda, le hará a tu papá el homenaje grandioso que se ha ganado, publicándole su antología. La vida del escritor es dura; pero esta obra final ha de representar, para Adel y sus hijos, el testimonio de una carrera extraordinaria.

Creo que Laura Victoria no nos fallará esta vez. El último aplazamiento que ha hecho de su viaje es para los primeros días de enero. O sea, para ya. Sus tres libros –Crepúsculo, Actualidad de las profecías bíblicas e Itinerario del recuerdo– están ya impresos. Una cosecha copiosa. Nuestra amiga puede sentirse contenta con su patria que así va a recibirla tras su prolongada ausencia.

Se le tienen preparados varios actos: uno en el Aula Máxima de la Universidad Central, otro en Tunja, y el tercero, si ella no se desanima ante un largo recorrido por carretera, en Soatá, nuestra patria chica. Soatá le ha editado sus memorias.

He sido constante pregonero de dos inmensos poetas ausentes: Germán Pardo García y Laura Victoria. Hace unos días, en un acto académico donde se agasajó a Rodrigo Arenas Betancourt, el expresidente Belisario Betancur me expresó: «Nos une la amistad de Germán Pardo García». Me sentí satisfecho, vanidoso. Cuéntaselo al maestro.

Leí en la revista Manizales –edición de diciembre– una sentida página que escribe tu hermana Gloria a la memoria de tu madre. Bellísima evocación. Si la revista no te llega, dile a Gloria que te la envíe.

Que 1989 sea para ti y tu esposo un año pleno de realizaciones, de amor y esperanza. Así lo deseamos con Astrid. Seguimos con interés el curso de los sucesos de Méjico en su nuevo gobierno. Y ansiamos, claro está, que haya aciertos administrativos.

Van afectísimos abrazos,

Gustavo Páez Escobar

P. D. Dices que eres hija de escritor. Amplío el concepto: eres escritora.

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México, D. F., febrero 22 de 1989

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado Gustavo:

¡Cuánto tiempo sin escribirte! Con esta forma endemoniada que tiene el tiempo de correr, que vuela en una forma tan vertiginosa que uno se queda sorprendido, ahora vuelvo a comprobar que tu carta tiene fecha de 30 de diciembre y que se demoró un mes en llegarme, y luego, que yo también me demoré en llegar a este momento en que te escribo. Todo eso se juntó para un largo silencio.

Y eso que ahora con mucha frecuencia he pensado en ti, en Astrid y en Laura Victoria, pues me agrada imaginarlos juntos y saber que ella está en la patria después de tantas dilaciones y dudas. Es dolorosamente maravilloso estar en Colombia y si me atrevo a expresar tal dualidad, es porque siento que es doloroso saber a la patria tan martirizada, tan vejada, tan llena de problemas, de inseguridades, de corrupción y de inquietudes. Pero es también maravilloso estar allí porque es lo de uno, es lo propio, allí se entierran las raíces de uno como ser humano y por eso es tan hondamente amada la patria.

Cada día soy más colombiana, cada día quiero más a mi patria y cada día me siento más ligada a su destino, a lo que en ella sucede. Lejos de hacerme mexicana, el hecho de vivir hace diez y siete años en Méjico lo que me ha hecho es ser más colombiana.

El día en que Laura Victoria viajó a Colombia la estuve siguiendo con el pensamiento y con mi propia emoción vivida antes. Estuve pensando en su viaje por encima de las tierras de Centroamérica que desde arriba se ven tan idílicamente verdes y tranquilas, y supe lo que ella sintió al saber que empezaba la última hora del viaje volando sobre tierras colombianas. Hay algo de amorosa entrega en esa última hora de viaje cuando uno recupera su paisaje, vuelve a ver su tierra y a sentir que está en su querencia, como dice en alguna canción Atahualpa Yupanqui.

Por todas mis propias emociones es por lo que he pensado mucho en Laura Victoria y en Alicia. (1) Ojalá para ellas haya sido tan bello y emocionante el regreso como lo es siempre para mí. Estoy segura de que así ha sido porque en esta ocasión, a diferencia de lo que ha pasado en otros años, las esperaban brazos amigos, los tuyos, los de Astrid, los de tus hijos.

Sigo sorprendida y encantada de la vida con la cosecha de libros que, gracias a tu intervención, ha recogido Laura Victoria. Sé que tener los tres libros en sus manos habrá significado un honor y una alegría inmensos, pero casi estoy segura de que ha sido Actualidad de las profecías bíblicas el que más la ha emocionado pues ese libro tenía algo así como un mal destino que parecía hacer imposible su publicación. Pero ya está visto que los malos destinos se vencen cuando hay una mano que pone empeño, amor e inteligencia en el asunto, y que fue, justamente, lo que tú hiciste.

Cumplí años el pasado sábado y me di a mí misma de regalo una llamada a mi casa. Tenía alborotada la nostalgia, que es algo que me sucede con frecuencia. Quería escuchar a mi Papá y a Gloria y eso fue lo que hice gracias a esa costosa magia que es la del teléfono y la larga distancia automática.

Hablé tan brevemente con mi Papá, y él sólo alcanzó a preguntarme: «¿cuándo vendrás?». No sé. No sé cuándo iré, pero cada día me digo a mí misma que deseo regresar rápido. Lo malo es que, además del corazón, uno tenga que ponerle tanto cálculo a un viaje a Colombia por el enorme costo que representa.

Es una situación especial la que vive la gente que, como yo, tiene el corazón partido en dos partes tan importantes y tan vitales cada una. Cuando estoy aquí deseo estar allá, cuando estoy allá deseo estar acá. Al igual que con mi sentimiento hacia la patria, con esto me sucede que lejos de disminuírseme con el tiempo, se me va aumentando. Claro que a ello contribuye el hecho de que veo cercano el fin de mi Papá y yo sé muy bien, por lo que él significa, que al perderlo a él, también algo de mí perderé, se irá irremisiblemente con él.

Incluyo un papelito para Laura Victoria y te ruego que con Astrid, con Laura misma, con Alicia, tú y tus hijos reciban mi cariño, mi recuerdo constante y mi deseo hondo porque estén bien y felices y que la patria haya recibido alegremente a quienes a ella han regresado.

Recibe un abrazo estrecho de

Diana López de Zumaya

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(1) Alicia Caro, nombre artístico de Beatriz Segura Peñuela, la hija de Laura Victoria.

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Bogotá, 22 de agosto de 1989

Señora Diana López de Zumaya
Méjico, D. F.

Apreciada Diana:

Acabo de leer en la prensa la brusca e infausta noticia de la muerte de tu querido padre. (1) Vuelo a tu lado a decirte con Astrid que te estamos acompañando con sentida solidaridad y entrañable afecto. Transmite nuestro sentimiento a todos los tuyos.

Adel López Gómez, nombre estelar en la literatura colombiana, cumplió a cabalidad con la vida. Deja obra eminentísima. El Gran Caldas se preciaba de tenerlo como maestro. Colombia reconoce hoy –siempre los ha reconocido– sus méritos excelsos. Yo lo conocí por los campos del Quindío con su visión extasiada en la belleza y su percepción aguda sobre la tierra y los hombres. Escribió cuentos, novelas, dramas, miles de artículos de prensa. Sobre todo, escribió para ustedes la palabra suprema, la palabra irremplazable: amor.

Te va un gran abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Adel López Gómez murió en Manizales el 19 de agosto de 1989.

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México, D. F., septiembre 19 de 1989

Para Astrid y Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Amigos queridos:

No se detiene el tiempo. Sigue inexorable su marcha así el corazón esté tan maltrecho, tan adolorido, tan lastimado, como cercenado en una de sus partes más íntimas. Siguen caminando los días y yo he vivido este mes, este primer mes de mi vida sin mi Papá, moviéndome en un juego extraño que lo mismo me lleva a unos días atrás, que me lleva a veinte años atrás, que me lleva a un año atrás. Me he movido en el tiempo con el pensamiento y en este juego han aparecido ustedes dos como una lógica asociación de ideas y de afectos.

Recuerdo que el 3 de septiembre los vi a los dos, tan fugazmente, en Eldorado. Tuvieron la delicadeza de ir a verme al aeropuerto, me llevaron Caminos y me dieron ambos, en un abrazo estrecho, la fortaleza que estaba necesitando en ese momento desgarrador que siempre ha sido para mí el separarme de la patria y, por ende, de todo lo amado y vital que ella contiene para mí.

Traía yo ese día el recuerdo de mi Papá, acodado en la barandilla del aeropuerto de Pereira, de donde salí, mirándome salir, dirigirme al avión y de repente, dejando de mirarme porque ya las lágrimas lo habían nublado por completo. Traía yo el doloroso recuerdo de sus palabras en las que me había repetido el miedo inmenso que le causaba el saber que, seguramente, moriría sin que yo estuviera a su lado. Traía yo esa convulsión interior, ese desgarramiento que siempre me significó separarme una vez más de mi casa, de mis padres, de mis hermanos, de los míos.

Y la presencia de ustedes dos, la mañana siguiente, el día de mi partida de la patria, fue sedante y benéfica. Leí en las cuatro horas del viaje tu libro, Gustavo, pensé en ustedes dos que me daban el regalo de su cariño como una prolongación del que le daban a mi Papá amado.

Y ese recuerdo ha salido muchas veces a mi mente en estos días en que lo mismo he recordado la infancia tan feliz que mis viejos me regalaron, que mi juventud dichosa y esperanzada, también a su lado, y estos años en los que, ya lejana, estaba tan entrañable e íntimamente unida a ellos dos, y a mis hermanos.

Claro que no puedo negar que en ocasiones como estas, de tan grande soledad para mi alma, los recuerdos no suelen ser los mejores compañeros. Coincido con las bellas palabras que en alguna de sus cartas me dijo mi Papá: «Siempre acabo por desembocar en la trampa del recuerdo que es, con frecuencia, el territorio de la melancolía».

La melancolía de lo bello que se vivió y que ya no se repetirá. De los amores que se han perdido y que ya no se sentirán más. De la mutación dolorosa que significa verse, de repente, sin los que tanto se ama.

Pero tu carta, Gustavo, es tan hermosa como lo es tu nota de El Espectador. (1) En tu carta haces hincapié, para mí sola, en que mi Papá me enseñó el verdadero y hondo significado de la palabra amor y nada hay más cierto y exacto que tus palabras. Yo siempre lo he sentido así pero te agradezco que tú me lo hayas citado. Nadie como él conoció el sentido del amor que lo mismo se extendía a la esposa, a los hijos, a los amigos, que a los pájaros, a los árboles o a las nubes. De él aprendí lo que es el amor y ha sido tan bella y fuerte lección que ya será como mi propio patrimonio personal, mi homenaje íntimo y profundo hacia mi Papá.

Gracias por tu Salpicón (2) sobre mi amado Papá. Pero, sobre todo, gracias por el afecto que le diste, por tu amistad.

Y gracias porque tú y Astrid extienden ese don del afecto a mí también.

Un abrazo estrecho, apretado, como aquel que les di cuando ya mi avión partía hacia México, el 3 de septiembre del año pasado,

Diana López de Zuma

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(1) Artículo titulado Un personero de la provincia (El Espectador, 7-IX-1989). Allí anoto: “A lo largo de su productiva existencia fue colaborador de la mayoría de revistas y periódicos de Colombia y deja una abundante cosecha de más de 10.000 artículos publicados. Sus libros –entre cuento, novela, teatro y crónica– pasan de 30. Es uno de los escritores más prolíficos del país, y además su estilo es castizo, ameno y vigoroso. Sus cuentos, muchos de ellos maestros, lo sitúan como uno de los exponentes más calificados del género. Su narrativa está vertida a varios idiomas y se puede catalogar como el sucesor de Horacio Quiroga. Tomó a su coterráneo Eduardo Arias Suárez como brújula de su narrativa y de él aprendió lecciones perdurables”.
(2) Titulo de mi columna en El Espectador.

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Bogotá, 24 de agosto de 1990

Señora Diana López de Zumaya
Méjico, D. F.

Apreciada Diana:

Muy expresiva y afectuosa tu carta del 15 de julio. Comentas en ella mi novela Ventisca y te recreas con los personajes y el ambiente de la obra. Me agrada saber que la has leído con tu esposo y sobre todo que le sacaron provecho. Escribir libros es tarea desagradecida. Pero cuando surgen lectores atentos –y generosos, como ustedes– la dura labor del escritor se ve recompensada y estimulada.

Cada vez recibo noticias más inquietantes sobre el estado de salud de Germán Pardo García, ahora afectado por una aguda crisis económica. Ayer publiqué en El Espectador una nota dramática donde denuncio el olvido en que Colombia tiene a su poeta mayor y lanzo una voz de auxilio para que el Gobierno acuda a protegerlo. Este artículo ha despertado solidaridad.

Se lo envié a Aristomeno Porras con el ruego de que lo reproduzca para los colombianos residentes en Méjico y para los escritores mejicanos amigos del poeta. Ojalá te pongas en contacto con Aristomeno.

Sugiero que ustedes, los colombianos, se reúnan con el embajador y le soliciten su rápida mediación –no sólo de la embajada sino del presidente Gaviria– para que el poeta logre la paz que necesita en sus días postreros. Como él es orgulloso –y su pobreza es vergonzante– hay que saber emplear los medios eficaces para ayudarlo. El embajador Óscar Pérez Gutiérrez ya está enterado de esta situación: yo mismo le escribí y le envié copia de mi artículo.

La solidaridad hacia Germán Pardo García debemos buscarla como un sentimiento patriótico. Tú vives compenetrada de la trascendencia de esa figura eminente.

Con Astrid te enviamos nuestros afectuosos abrazos,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Diana López de Zumaya 1991-2000

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JESÚS ARANGO CANO

Nació en Armenia en 1915. Novelista, historiador, académico, ensayista. Incursionó en la diplomacia como cónsul de Colombia en Brasil. Autor de textos sobre temas cafeteros. Posee además una amplia bibliografía sobre las culturas aborígenes y de ellas ha coleccionado piezas de gran valía. Ha escrito alrededor de 50 libros sobre diversos géneros.

Libros: La producción mundial del café, Geografía física de Colombia, Estados Unidos, mito y realidad, Verdades amargas sobre la democracia, Cuentos y anécdotas de mi tierra, Capitalismo, comunismo y libertad, Apuntes para la historia del Quindío, Cerámica precolombina, La Europa que yo vi, Mi gran aventura cósmica, Las esmeraldas sagradas, Los héroes lloran en la oscuridad, Mi mundo interno, Emociones del alma, entre otros.

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Armenia, agosto 8 de 1989

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy distinguido amigo:

Mil gracias por el envío del libro poético de Laura Victoria. (1) La presentación que usted hace de la poeta me ha parecido excelente. Lo he leído varias veces. Reciba mis congratulaciones.

Siempre he sido un devoto admirador y lector de Laura Victoria y he seguido su trayectoria poética hasta donde lo han permitido las circunstancias, esto es, por su prolongada ausencia y su escasa producción literaria durante estos años. De todas maneras disfruto con verdadera emoción la obra poética de esta insigne compatriota.

Respecto a las obras que se proyectan para el centenario de Armenia, le informo que tan solo sé de una que seguramente sí saldrá para octubre y es la que preparó Luis Fernando Ramírez con la colaboración de algunos amigos de él. Se llama Libro de oro de Armenia. Como que también se proyectan algunas revistas, pero en realidad poco sé de ello. Lo que llegue a saber en estos días, con gusto se lo transmitiré.

Lo felicito por sus magníficos escritos en El Espectador, que leo con singular interés.

Reciba un cordial saludo de este amigo quindiano,

Jesús Arango Cano

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(1) Crepúsculo (Universidad Central, 1989).

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Armenia, enero 15 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy distinguido amigo:

Permítame felicitarlo por la designación de Coordinador Honorario del Quindío para la Tercera Feria Internacional del Libro. Tengo la certeza que usted desempeñará un papel decisivo en la colaboración de los escritores del Quindío. En cuanto a mí atañe, con mucha complacencia ofrezco mi participación. Sólo espero que usted me instruya sobre cuál podría ser mi colaboración. Quedo, entonces, a la expectativa y ojalá pueda decirme algo con suficiente tiempo para así preparar el material pertinente.

He seguido leyéndolo con mucho placer en El Espectador.

Reciba mis congratulaciones y siga regalándonos con sus magníficos escritos. Bien, mi dilecto amigo, reciba un cordial saludo de su amigo,

Jesús Arango Cano

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Bogotá, 23 de enero de 1990

Doctor Jesús Arango Cano
Armenia

Apreciado amigo:

Quiero agradecerle la colaboración que me ofrece para participar a nombre del Quindío en la Tercera Feria Internacional del Libro, la cual se realizará entre el 27 de abril y el 8 de mayo.

Las conferencias van a girar sobre los siguientes temas: «Mito, religión y cultura» y «Cultura popular y literatura». Usted abordaría, con amplia capacidad, cualquier faceta sobre estos motivos de la cultura quindiana.

Voy a pasar su nombre para que los organizadores de la Feria le hagan llegar la carta de invitación. La entidad corre con los pasajes y el hotel.

Mil gracias anticipadas por su presencia en el evento, la cual le dará realce a la representación que se espera para poner en alto el nombre del Quindío.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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HELENA ARAÚJO

Crítica, novelista y cuentista nacida en Bogotá en 1934. Ha sido colaboradora de Eco, Nueva Prensa y Gaceta Tercer Mundo. Prosista clara y vigorosa, así aparece en sus cuentos El buitrón y Rodillijunta. Reside en Suiza desde 1971. A partir de 1980, se dedica a investigar la producción literaria en las escritoras latinoamericanas, habiendo dado conferencias y cursillos sobre este tema en su ciudad de residencia, Lausana, y otros países. Es Premio Platero del Club del Libro Español de Naciones Unidas, Ginebra, 1986, por un ensayo sobre poetisas posnadaístas colombianas. Hoy trabaja en una novela y también en un libro de relatos.

Libros: La M de las moscas, La scherezada criolla, Fiesta en Teusaquillo, Signos y mensajes, Esposa fugada, Las cuitas de Carlota.

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Bogotá, 18 de enero de 1990

Señora Helena Araújo
Lausana, Suiza

Distinguida escritora:

Llegó a mis manos un libro excelente: Hombres de palabra, de Ignacio Ramirez y Olga Cristina Turriago. En él tuve oportunidad de conocerte, en tu obra y en tu personalidad, así nos hallemos tan separados geográficamente. El mejor reportaje del libro es, en mi concepto, el que a ti te hacen. Me produjo impacto.

Y mira cómo es el efecto de ciertas lecturas: acto seguido busqué en mi biblioteca dos obras que mantenía en suspenso desde hace varios años, de las cuales eres autora. Me refiero a Fiesta en Teusaquillo y Signos y mensajes. Las leí con entusiasmo y provecho. No les había llegado la hora, y el libro atrás mencionado, que me hizo descubrir a mi compatriota residente en Suiza, me abrió un nuevo horizonte literario.

Tus declaraciones acerca de tu exilio voluntario en Suiza, y además sobre tus luchas y tu carrera de escritora y sobresaliente crítica literaria, han sido asimiladas, en mi caso, por alguien que, siendo también escritor, entiende el universo de las letras; comprende al escritor en sus angustias y esperanzas, y siente como propias las frustraciones y las batallas de otros.

Voy a hablar en El Espectador, en el cual poseo una columna permanente, sobre el libro de los esposos Ramírez. Por lo pronto quiero hacerte llegar, amiga de las letras, mi voz de admiración y solidaridad por el maravilloso reportaje que te comento. Por mis datos adjuntos te enterarás de mis pasos perseverantes en el difícil oficio de escribir.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Lausanne, febrero 22, 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado amigo:

Te quedo muy agradecida por tu carta del 18 de enero y por el envío del texto que escribiste sobre Hombres de palabra. (1) Seguramente el querido Ignacio Ramírez habrá quedado contento con ese comentario a su trabajo.

Verdad que escritores y escritoras vivimos aislados, en círculos de inseguridad y de duda. Por ejemplo, me angustiaba haber sido un poco difusa en la entrevista para Ignacio, el haber intentado decir demasiado, precisamente por el ansia de hablar. (Las mujeres, siempre, incitadas a medir las palabras o al silencio que es el principio dorado de su discreción). Pero fíjate, llegó tu carta y me devolvió la confianza. Y me emocionó mucho saber que luego habías leído mis dos libros y que te habían gustado. Ambos los considero experimentales, desiguales, no me dejan del todo satisfecha, aunque sienta que posiblemente, sobre todo en la novela, di lo mejor de mí misma.

Camus decía que los grandes peligros de los escritores eran el resentimiento y la satisfacción. Espero poderle ser fiel en esta mezcla de inseguridad y entusiasmo que me lanza hacia delante.

Gracias de nuevo por tu mensaje. Ojalá me mandes alguna obra tuya, y si vienes a Europa, pases por aquí a visitarme.

Afectuosamente,

Helena Araújo

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(1) Mi columna lleva el mismo título que el libro: Hombres de palabra (El Espectador, 1-II-1990).

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Bogotá, 13 de junio de 1990

Señora Helena Araújo
Lausana, Suiza

Apreciada amiga:

Leí con interés los comentarios que sobre Ventisca haces en tu carta del 4 de este mes; unos positivos y otros negativos, como siempre ocurre en la literatura. Sobre estos últimos, en modo alguno voy a disgustarme, entre otras cosas porque, después de cuatro libros de narrativa que llevo publicados, me he acostumbrado a recibir toda clase de críticas.

Tengo muy sabido que en el arte impera, más que los cánones académicos, el gusto personal de cada cual: lo que a unos gusta, a otros disgusta. Todas las opiniones son respetables. Hay ocasiones en que el estado de ánimo hace formar un criterio; más tarde ese mismo criterio, bajo otro ambiente mental o anímico, puede irse al polo contrario.

Y fíjate: otro intelectual –Vicente Landínez Castro, de quien te acompaño un concepto sobre la misma novela– no halla en Ventisca el ambiente rulfiano que tanto tú como yo le atribuimos. Y otro más (son correos simultáneos que he recibido junto con el tuyo), hace otras consideraciones alrededor del sexo y la violencia hallados en mi obra.

Anoche se hizo un solemne lanzamiento de la novela en la Universidad Central. Estos actos confortan la dura labor del escritor.

Te deseo que ya por esta época estés sin muletas y con la rodilla flamante. Y te repito mi cordial amistad,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Helena Araújo 2001-2010

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ASOCIACIONES DEFENSORAS DE ANIMALES

Asociación Defensora de
Animales y del Ambiente (ADA)

Es una organización no gubernamental (ONG) de carácter totalmente privado cuyos recursos provienen del aporte de sus socios, las donaciones privadas y de sus actividades asistenciales en la clínica veterinaria. Con jurisdicción en el territorio colombiano, fue fundada en Bogotá el 18 de noviembre de 1964. Su misión es trabajar por la reivindicación de los derechos de los animales y del medio ambiente, mediante acciones orientadas a la disminución y la erradicación de toda forma de maltrato y explotación.

Algunos de sus objetivos: crear conciencia sobre el sufrimiento de los animales causado por el abandono, las enfermedades y el maltrato, con el fin de reducirlos tanto como sea posible, con miras a la erradicación; participar como gestora de leyes que aboguen por la defensa y la protección de los animales y del medio ambiente; trabajar como grupo opositor a todo tipo de espectáculo y prácticas, como el uso de animales en la industria de consumo y experimentación; promover y orientar la creación de juntas defensoras de animales, así como de grupos que trabajen por la protección de los animales y del medio ambiente.

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Bogotá, marzo 7 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Columna Salpicón, El Espectador
La Ciudad

Apreciado señor:

La Asociación Defensora de Animales y del Ambiente –ADA– desea expresarle sus más profundos agradecimientos por su magnífico escrito Cuando los animales lloran.

Para nosotros es de suma importancia que un periodista como usted tenga esa sensibilidad y respeto por el dolor y sufrimiento de los animales. En Colombia se ha perdido toda la capacidad de apreciar la vida en todas sus manifestaciones; los animales, los últimos en esta escala, se convierten en blanco de toda clase de maltratos, y lo que es peor, como anota usted en su escrito, se mata animales por deporte o diversión.

Se cree equivocadamente que si en Colombia la violencia ha llegado a extremos en seres humanos, denunciar e insistir en el tema de la violencia hacia los animales está fuera de discusión. Sofisma de distracción, de esta violencia también hay que hablar, y mucho. La vida es una sola y por esto estamos viendo una violencia generalizada. Es precisamente esta violencia hacia los animales la que da la medida de hasta dónde se ha perdido el concepto de respeto hacia todo ser viviente, y esto naturalmente se ha devuelto al hombre.

Le enviamos copias de cartas y documentos de defensa de los animales, que estamos seguros le gustará conocer.

De usted con la mayor consideración y aprecio,

Cecilia Delgado
Presidenta de la Asociación Defensora
de Animales y del Ambiente

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Bogotá, 10 de marzo de 1990

Señora Cecilia Delgado
Presidenta de la Asociación Defensora
de Animales y del Ambiente
Bogotá

Apreciada doña Cecilia:

Mil gracias por los amables términos con que usted se refiere en su carta del 7 de este mes a mi reciente artículo en El Espectador, Cuando los animales lloran. Le agradezco, además, el carné que usted me extiende como socio honorario de la Asociación, el cual recibo con gran complacencia.

El hombre, que es violento por naturaleza, ejerce sobre los animales sus peores instintos de crueldad y salvajismo. Luchar contra esa tendencia del género humano es un deber de la gente civilizada. Desde mi columna de El Espectador me he referido en varias oportunidades, al mismo tiempo que con vehemencia, a este tema que condena la monstruosidad del hombre.

Mantengo correspondencia con Jorge Roos, humanista excepcional que desde España ataca las torturas contra los toros y toda suerte de maltratos a los animales; y con Gloria Chávez Vásquez, escritora colombiana residente en Estados Unidos, vinculada a vigorosas campañas en igual sentido.

El material que usted acompaña a su carta es muy valioso y lo he leído con gran atención.

Va un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Asociación Defensora de los
Animales y la Naturaleza

Ubicada en Bucaramanga. Su misión es unir a las personas en la defensa y protección de los animales y velar por un mejor mañana a partir de la formación de la conciencia ecológica en las nuevas generaciones.

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Bucaramanga, marzo 13 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Página editorial – El Espectador
Bogotá

Apreciado don Gustavo:

Considerando la conciencia clara que ha mostrado en relación con la problemática animal y del medio ambiente, queremos felicitarlo por la amena e inteligente forma como ha manejado el tema en sus escritos.

Nos complacería muchísimo leer su comentario acerca de la vivisección, que aunque fue prohibida expresamente por el nuevo estatuto de protección animal, aún es mirada por algunos profesores como un mal necesario.

Estamos seguros que usted demostrará una vez más la sana sensibilidad que posee, y que ojalá todos los periodistas y educadores tuviesen, para poder pensar que si sembramos ahora a través de la información y la educación, podríamos más rápido obtener una cosecha generacional muy diferente a la violenta que tenemos ahora.

Con un cordial saludo,

Orlando Beltrán Quesada
Presidente

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Bogotá, 26 de marzo de 1990

Señor Orlando Beltrán Quesada
Presidente de la Asociación Defensora
de los Animales y la Naturaleza
Bucaramanga

Apreciado señor Beltrán:

Le expreso mi hondo reconocimiento por los amables términos de su carta número 021-90 del 13 de este mes, a propósito de mi reciente comentario en El Espectador en defensa de los animales.

Es tan noble esta causa, que he recibido un nutrido plebiscito sobre dicha tesis que busca humanizar el trato del hombre hacia los maltratados seres. Gloria Chávez Vásquez, periodista y escritora colombiana vinculada a importantes medios de comunicación de Estados Unidos, ha sacado cien copias de mi artículo para distribuirlo entre corresponsales de América. Jorge Roos, gran humanista residente en España, ha repartido de igual forma el escrito en los medios de comunicación de dicho país.

He leído con mucho interés el material que acompaña usted a su comunicación. Y la calificación de 5.0/5.0 que pone usted sobre mi comentario de prensa me llena de inmensa satisfacción. Es una nota más para los animales que para el autor del escrito.

Va un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Asociaciones Defensoras de Animales 1991-2000

===============================Aso================================

CASA DE POESÍA SILVA

Fue fundada el 24 de mayo de 1986 por Belisario Betancur, entonces presidente de la República. El propósito fue recuperar la casa donde había morado José Asunción Silva, que entonces estaba abandonada. En ella se fomenta el culto a la poesía de todos los tiempos y todos los sitios. Cuenta con una abundante biblioteca de obras tanto de Colombia como del exterior, y allí se realizan constantes eventos culturales que mantienen prendido el espíritu de la poesía.

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Bogotá, 10 de septiembre de 1990

Señora María Mercedes Carranza
Directora de la Casa de Poesía Silva
La Ciudad

Apreciada señora Carranza:

Supongo que usted se enteró de mi nota en El Espectador en que llamo la atención sobre el dramático estado económico que hoy padece en Méjico nuestro excelso poeta Germán Pardo García.

Después Álvaro Orduz León me informó de la conversación que sostuvo con usted y de la importante contribución que ha autorizado la Fundación José Asunción Silva para aliviar la penuria de nuestro compatriota en la adversidad.

Yo estuve en Méjico hace dos años y hablé varias veces con el poeta. Conozco su alma y su angustia. En el momento adelanto una biografía sobre él, para el Instituto Caro y Cuervo, la que pienso concluir en pocos meses.

Para coordinar la llegada del auxilio y su manejo, asunto que demanda discreción y tacto para no herir la susceptibilidad de Pardo García, la persona más indicada es Aristomeno Porras, un colombiano que vive en Méjico hace largos años, persona recta y bondadosa que se ha convertido en el brazo derecho del poeta. Su dirección es la siguiente: (…)

Admiro el gesto magnánimo que tiene la Fundación hacia el afligido y olvidado valor de las letras colombianas.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Casa de Poesía Silva 1991-2000

===============================Cas================================

CÉSAR HOYOS SALAZAR

En Armenia, su ciudad natal, cumplió una destacada labor en los campos del civismo y la jurisprudencia. Fue el primer alcalde de Armenia elegido –en 1960– por voto popular. Su administración cumplió una excelente labor por su eficiencia, seriedad y moralidad. En ella se creó la biblioteca de autores quindianos que maneja la Sociedad de Mejoras Públicas. Luego se residenció en Bogotá, donde desempeñó los cargos de director jurídico de la Federación de Cafeteros y magistrado del Consejo de Estado, del cual fue presidente.

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Armenia, 26 de enero de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado Gustavo:

Tus artículos en El Espectador, como siempre, brillantes, sugestivos, impactantes. Los leo con deleite. Al leer recientemente el dedicado a los animales, recordé que hace mucho tiempo me comentaste tu rechazo a las corridas de toros. Sí, ciertamente los animales sufren permanente maltrato del hombre; tanto, que ha llegado a decirse que el animal más cruel y peligroso es el hombre.

Espero que la Navidad les haya deparado gratas emociones familiares. Y que 1990 les permita contabilizar inmensas alegrías y satisfacciones durante los días del año.

Para actualizarte en la crónica política local, quiero contarte que un importante contingente ciudadano me pidió aceptara la nominación a la Alcaldía Popular. En principio deseché la propuesta porque me abrumaron las preocupaciones sobre las consecuencias de la ruptura de mi vida profesional que ya se acerca a los 20 años, la reducción del disfrute de la vida familiar, la estrechez económica que sobrevendrá, la incertidumbre de lo que será mi vida al salir del cargo, en caso de lograr imponerme en las elecciones, y muchas cosas más que apenas si presiento sin entender que pueden ser. Luego, redoblaron la insistencia. Ancízar López ofreció que si ese grupo ciudadano respaldaba mi candidatura él también lo haría.

Luego Juan Zuluaga adhirió. Posteriormente lo hizo Silvio Ceballos, contando así con el apoyo de los conservadores, aunque entre ellos persiste la división. Finalmente, consultada mi familia, aceptado por los dirigentes políticos el compromiso de respetar mi independencia, y por los postulantes el de acompañarme resueltamente en el logro de unos objetivos, resolví aceptar.

Hay un vigoroso clamor ciudadano reclamando una Alcaldía comprometida más con la ciudad que con los jefes políticos que rivalizan por la primacía en el número de empleos. Sé que el compromiso es grande y difícil, pero Dios sabrá iluminarme el camino que debo recorrer. Frente a la grave crisis que vive el país, no recibir el arma para defenderla es una deserción, una traición. La sangre de tantos hombres buenos que han servido a la patria me hizo reflexionar. Si mis conciudadanos han querido asignarme esa trinchera, allí estaré firme y decidido. Espero el resultado de las urnas sin angustia.

Bien, Gustavo, recibe mi cálido saludo unido al de Elsa Marina y las niñas, que se extiende a Astrid y tus hijos. Sigue en pie la invitación a esta ciudad, y si la elección se produce, con mayor razón, para celebrar el triunfo.

Cordialmente,

César Hoyos Salazar

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Bogotá, 17 de febrero de 1990

Doctor César Hoyos Salazar
Armenia

Apreciado César:

Ya sabía, desde mucho antes de recibir tu carta, que estás postulado para la Alcaldía de Armenia. Esto me alegró mucho. Un día te predije que llegarías a ser alcalde de tu ciudad. Como otras predicciones no me han fallado, desde ahora doy por cierta tu nominación y triunfo. Armenia merece tus servicios y tú se los vas a prestar con lujo de competencia.

El respaldo político que te acompaña no sólo es vigoroso sino que tiene todo el poder para que sea decisorio. A esto se suma la simpatía ciudadana que despierta tu nombre como persona cívica, seria, honesta y progresista. Será, sin duda, un sacrificio el que haces por la ciudad al tener que marginarte de la vida profesional y enfrentarte al rigor de las cifras y al acoso de las intrigas y la politiquería. Pero la gente te corresponderá y tus actos premiarán tus esfuerzos.

Las alcaldías necesitan, hoy más que nunca, vocación cívica de sus gobernantes. En este momento mantengo mucho contacto con las administraciones municipales por venir actuando como coordinador general, dentro del Banco Popular, de un programa nacional del Fondo Financiero de Desarrollo Urbano. O sea, el que financia los acueductos y alcantarillados, las plazas de mercado, los mataderos, la pavimentación de calles y todos aquellos programas que tienen que ver con el desarrollo regional.

En esta misión he recorrido todo el país y me he enterado de interesantes facetas que existen en todas partes. Así he conocido mejor a Colombia. Acabo de llegar de Bucaramanga, Cúcuta, Barrancabermeja y poblaciones aledañas, y ahora preparo la maleta para la Costa Atlántica, Guajira y Cesar. Son desplazamientos rápidos que me permiten ir y volver en la misma semana. Cuando seas el alcalde de tu ciudad, ojalá tenga la suerte de visitarte y hablar de obras para la comunidad.

Gloria Chávez Vásquez, destacada escritora de Armenia que vive en los Estados Unidos –vinculada corno periodista al diario La Prensa de Nueva York– me ha escrito contándome su disgusto por haberle incumplido la Alcaldía la edición de un libro que le había prometido para los cien años de la ciudad. Siempre le hicieron creer que iba a ser publicado dicho libro, el que de paso sería una importante muestra de cultura regional, y a última hora le hicieron saber que esto no era posible porque la plata se había acabado. Gloria, según me dice, va a escribir una carta pública denunciando esta falta de seriedad municipal.

Y es que, mi querido César, la cultura vive de capa caída cuando carece de gobernantes capaces de entenderla y fomentarla. Me entusiasmó mucho haber hallado en Barrancabermeja, en viaje reciente, la noticia de una biblioteca pública en construcción, financiada por varias entidades –entre ellas, Ecopetrol, el Banco de la República y el municipio–, que se convertirá en una obra gigante de la cultura, como que su sola construcción está calculada en $ 800 millones de pesos.

Veo que Armenia queda muy endeudada, y tu primera preocupación será la de enderezar las finanzas. Luego, depurar la administración de los viejos vicios del clientelismo. Tendrás grandes dificultades para lograr éxito entre tanta maraña municipal, pero saldrás adelante.

Cuando salgas elegido –y no dudo de que así ocurrirá–, ya tendremos oportunidad de festejar el triunfo. Mil gracias por tu nueva invitación a visitarlos en La Aldea. Que el día no esté lejano. Ese es nuestro propósito. Con Astrid y los hijos, y extensivos a Elsa Marina y los tuyos, van nuestros cordiales abrazos,

Gustavo Páez Escobar

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(1) César Hoyos Salazar fue el primer alcalde de Armenia elegido por votación popular, y cumplió una excelente administración. Luego se trasladó a Bogotá como director jurídico de la Federación Nacional de Cafetero, y después fue magistrado y presidente del Consejo de Estado.

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ÁLVARO ORDUZ LEÓN

Pionero de la publicidad en Colombia. En esta actividad trabajó a lo largo de 60 años. Además, fue escritor, poeta, pintor, orador, crítico de arte. En 1983 publicó el libro El arte asesinado, que causó mucho revuelo por sus argumentos críticos y novedosos. Poseía prodigiosa memoria, y en los encuentros literarios que efectuaba con un grupo selecto de sus amigos era muy dado a declamar, sin equivocarse, grandes poemas de la literatura universal y contar deliciosas anécdotas. En 1992 obtuvo en Méjico un premio internacional por el soneto La cruz y la rosa, dedicado a don Quijote, obra que quedó esculpida en la plazoleta del Instituto de la Nutrición en la capital azteca. Su casa era un museo privado de pintura. Publicó numerosos artículos y ensayos en periódicos y revistas y dejó muchos poemas inéditos. Falleció en Bogotá el 5 de diciembre del 2000, a la edad de 89 años.

Libros: El arte asesinado (1983), Mis hojas de otoño (1999).

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Bogotá, septiembre 6 de 1990

Señor don Gustavo Páez Escobar
La Ciudad

Estimado amigo Páez:

Estuve hablando, hace días, con la poeta María Mercedes Carranza, directora de la Casa de Poesía José A. Silva. Fue tanta la receptibilidad de ella, que hoy me llamó telefónicamente para decirme que por el momento y dada la precaria situación económica de Germán Pardo García le iban a enviar 2 o 3 mil dólares como anticipo. Me preguntó quién podría llevarle esa ayuda. Le conté que tú me habías hablado de don Aristomeno Porras como la persona recta y honesta que estaba cerca de Germán, pero ella, juzgo, no sabe la dirección de este «cirineo».

Parece, según la conversación que tuve con la señora Carranza, que ella se va a enterar, primero, por intermedio de nuestra Embajada en México, cuánto sería el dinero que mensualmente necesitaría Germán para llevar una vida decorosa, y que una vez tenga ella el presupuesto le gestionarían una suma permanente.

Entiendo que Belisario, (1) que es el presidente de la Fundación José A. Silva, se interesó vivamente en solucionarle el problema económico a nuestro común amigo y eximio poeta. Dios quiera que así sea.

Cordialmente,

Álvaro Orduz León

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(1) Belisario Betancur, expresidente de Colombia.

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Bogotá, 10 de septiembre de 1990

Señor don Álvaro Orduz León
La Ciudad

Apreciado Álvaro:

Hoy recibo tu carta del día 6 y admiro tu gesto magnánimo hacia nuestro común amigo Germán Pardo García al lograr interesar a la Fundación de la Casa de Poesía Silva para que lo apoye económicamente.

Aristomeno Porras, el colombiano residente en Méjico desde hace largos años, es la persona indicada para coordinar el manejo de los fondos.

Me siento muy complacido con que mi nota en El Espectador sobre las penurias que hoy padece Germán Pardo García, y que tú conoces tan bien como yo, haya tenido eco en tu sensibilidad de colombiano y de amigo del poeta.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Álvaro Orduz León 1991-2000

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GEORGES ROSS

Gran humanista de origen franco-hispano. Trabaja en España desde 1955, dedicado a la defensa de la vida animal y a denunciar la falsa neocultura del siglo XX, que se opone a la evolución síquica y cultural del animal hombre. Sus escritos suelen causar una profunda impresión en cualquier lector con espíritu sensible, al plantear cuestiones trascendentes. En especial, sus libros son muy apreciados en los medios universitarios americanos más progresistas, proyectando una línea de pensamiento nuevo y radical, Murió en Madrid, España, el 30 de enero de 1996.

Libros: El mono degenerado, Prosa vertical para pueblos horizontales, La unidad viviente, Un apunte sobre las relaciones públicas, Mi querido sobrino, La era de los jueces, Dios, ecología y panteísmo, entre otros.

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Madrid, España, 28 de enero de 1989

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Querido amigo Gustavo:

Recibí oportunamente su comentario sobre mi libro, (1) y le agradezco de todo corazón la generosidad de sus palabras y su clara identificación con esos conceptos. Noble gesto el suyo y lo aprecio de verdad.

Hacen falta vitalmente, no particularmente, estas, sino todas las ideas y definiciones correctas, destiladas gota a gota, que logren inspirar una nueva conducta a la sociedad humana en general. Es usted quien lo dice y yo lo apoyo con toda mi persona. Hace falta ser muy ignorante o muy cínico para no entender que en este fin de siglo los animales y su holocausto ya constituyen el más serio toque de atención que se haya dado jamás al parasitismo. El Juicio Final no es mañana: es ahora.

Aprecié mucho también su muy bien colocada mención de España y su cultura. Este país ha dado gente importante e interesante, pero como todos los demás de otros países, eran componentes de una minoría generalmente incomprendida, envidiada o amordazada. Hay excepciones en el terreno del arte propiamente dicho, o de la creación puramente literaria, pero en el campo de las ideas, este ha sido un país históricamente cerril y resentido que se encargó, en función de sus rectores, de promover la incultura y oficializarla. Hoy más que nunca.

Es preocupante que estos aventureros a sueldo vayan por el mundo hablando de la cultura hispana, pues importa saber que por extraordinaria que sea la calidad de un cuadro, si falla la calidad humana del que lo contempla, no hay cultura. Hay pintura, que no es lo mismo.

Me parece fundamental, precisamente en los años que corren, recordar que Latinoamérica puede haber heredado muchos defectos de sus «descubridores», pero que por lo menos asimiló la influencia de casi todo el resto de Europa, así como importantes rasgos costumbristas y chispazos educativos de origen africano y asiático. Donde la universalidad ha dejado su huella, los nacionalismos no pueden nunca ser grotescos. El triunfalismo español lo es. Hoy se ha convertido en una neo-incultura fascista que subvenciona y promociona únicamente a un tipo de intelectual limitado y deshonesto, preparado para defender la agresividad y la crueldad con una sinuosidad netamente delictiva.

En este momento, después de haberse votado afirmativamente el informe del doctor Gerhard Schmid, presidente de la Comisión del Medio Ambiente, se está preparando su presentación a la Asamblea General del Parlamento Europeo. Esto ocurrirá probablemente al comienzo de la tercera semana, de febrero, y, a propósito, se efectuará este trámite en el transcurso de la Presidencia española (que comenzó el 1° de enero). Pues bien, en todas las discusiones preliminares, los únicos que se han opuesto a que esa nueva legislación comunitaria adquiera vigencia, son los eurodiputados españoles, seguidos de un par de portugueses: no quisieron quedarse atrás.

He ahí la cultura española, la cultura mediterránea y toda esa sarta de auto-glorificaciones particularmente cursis que se corresponden con los cretinos y crápulas que las planifican.

Es una farsa que ha durado ya mucho tiempo y que, tristemente, ha impregnado las costumbres y la mentalidad de muchos latinoamericanos. No la de todos por cierto, y eso es lo que vale la pena salvar, en bien de los humanos tanto como de los no humanos.

Lamento no tener tiempo de darle más detalles porque estoy superado por las responsabilidades que hasta ahora he aceptado –y porque mis energías han vuelto a debilitarse seriamente– pero tenga la seguridad que en este momento el ámbito oficial español, asociado con su ámbito mafioso, están utilizando todas las presiones y sobornos posibles para dar una imagen culta en el extranjero y garantizarse los beneficios del 92 en Sevilla y Barcelona. Ya no tienen límites porque, por fin, les asusta la posibilidad de un boycot mundial. Estamos todos convencidos que esa es la fuerza que hay que potenciar para hacerles dar marcha atrás. Es una oportunidad única.

Somos muchos ya los que continuamos recibiendo cartas de Latinoamérica –muchas de Colombia– y del resto del mundo, de personas y asociaciones dispuestas a hacer frente a esta ofensa sanguinaria a la Humanidad.

Sigo trabajando en un libro cuya primera parte concluí en 1982, y la segunda en 1985, en el que con todo detalle hago un relato histórico-periodístico de este movimiento «renacentista» de los explotadores de la tauromaquia a todos los niveles. Trataré de terminar la etapa 85-88, puesto que muchas cosas han sucedido en ese lapso. Es un documento descriptivo avalado por precisiones incuestionables y pruebas fehacientes, pero por eso mismo resultará difícil que un editor lo publique. Cuando se habla del pasado, cualquier cosa funciona, pero cuando se habla del presente, la cosa cambia. De todas maneras, si encuentro un poco de tiempo, voy a terminarlo. Ya hay copias de lo escrito hasta el 85 en USA y en Francia y Holanda –por si acaso– pero el momento es propicio para dar las últimas pinceladas.

Envié una copia de su comentario a nuestra amiga Gloria Chávez, a Nueva York. Sigo en contacto con ella lo más asiduamente posible. Es una persona de calidad intelectual y humana fuera de serie.

Espero poder volver a enviarle unas líneas con buen material informativo. Entretanto, gracias nuevamente por su gesto. Reciba un saludo muy afectuoso de su amigo

Georges Ross

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(1) Mi artículo lleva el mismo título del libro: El mono degenerado (El Espectador, 7-I-1989).

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Bogotá, 16 de junio de 1989

Escritor Georges Ross
Madrid, España

Distinguido escritor, apreciado amigo:

Acabo de leer, con excelente provecho, la carta circular que dirige usted a «varios compañeros de lucha» –como los llama– diseminados en diversos lugares de España y de América, que están comprometidos en la causa común de defender la dignidad del animal y atacar la ferocidad del hombre.

Es usted un viejo combatiente contra los insanos instintos que se anidan en el hombre-fiera y por eso propugna la humanización de la vida y la civilización de las costumbres. El hombre contemporáneo, que se proclama un aguafiestas en espectáculos tan bárbaros como las corridas de toros, ha degradado sus propios sentimientos al mezclar, con la sangre y el alboroto de las pasiones criminales, los gritos de incomprensibles euforias.

No permitir que el ser humano se animalice, he ahí un noble postulado en este momento de violencia universal. La insensibilidad, la indiferencia ante el dolor ajeno, la complacencia con la tortura, la falta de coraje ante las monstruosidades que por todas partes sacuden la existencia humana, son actitudes que deben reprimirse para que el individuo enaltezca su propia existencia y el mundo se vuelva más vivible.

Aplaudo, como es obvio, la invitación que hace usted en su carta circular a sus «compañeros de lucha», entre los cuales deseo seguir contándome. Doña Mercedes Dieguez, noble promotora de ideas a través de boletines y de la revista que proyecta, recibirá, sin duda, decidido apoyo de todo este grupo que usted ha tenido a bien convocar.

Reciba mi cordial y solidario abrazo,

Gustavo Páez Escobar

Copias: Mercedes Dieguez.
Demás amigos

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Madrid, España, febrero 5 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido y querido amigo:

Recibí oportunamente, junto con su breve nota, su magnífico y estupendo artículo. (1) Por favor, no me juzgue mal por no haberle escrito antes. Nunca devuelvo con silencio un mensaje de esa magnitud moral.

Lo que ocurre es que mi propia vida está llena de angustia. Cada vez me siento más limitado ante el caudal de lucha que me ha tocado afrontar dentro del destino de esta causa. Avanzamos, qué duda cabe, pero a precio de catástrofe, arrastrando harapos de agotamiento e impotencia.

Entre una contaminación feroz, de la que no se habla claramente por obvias razones, una epidemia de gripe virósica llamada oriental y mi problema de salud agudo y crónico, yo tengo que aceptar imposiciones físicas y una presión psíquica que me obliga a respetar prioridades, urgencias y locuras, confiando en que quienes realmente me conocen no dudarán nunca de mi cortesía, de mi cordialidad y de mi integridad.

Aunque sea con ese retraso que estoy justificando en este momento (porque simplemente no he podido hacerlo antes, con gran pena para mí), sepa que la copia de su artículo me transmitió toda su congoja de hombre sano y toda su indignación de hombre entero. Si esa verdad es sobrecogedora, y lo es, no menos terrible es tener que contarla como usted lo ha hecho.

Le comprendo, amigo Gustavo, y le compadezco y le felicito. Quiero creer que con estas palabras le confirmo que estoy a su lado, apretando los dientes yo también, con tremenda rabia, con inmenso desprecio por una bazofia criminal y cobarde que pretende ser vista como cultura.

He dispersado por lo menos veinte copias de su artículo, ya que en esta caricatura de democracia no hay un sólo periódico o revista que asumiría la responsabilidad de exhibir el hispanismo de rufianes que usted expone con tan espléndida vehemencia. Para muestra, sepa usted que mi firma está prácticamente vetada en la prensa de Madrid, por defender lo que defiendo de la manera que lo hago.

Sin embargo, recibí hace unos días unas líneas de una amiga de Barcelona que, emocionada con su vigorosa acusación, está tratando de hacer reproducir el artículo en Cataluña. Tenga la seguridad que le tendré al corriente y que además insisto, puesto que tan sólo creo en el puñetazo literario cuando sé que del otro lado de la valla hay estrictamente crápulas y parásitos del dolor.

En cierta ocasión, ante una salvajada de las que conocemos, le escribí a un alcalde y le pregunté más o menos qué le hacía falta a él que un individuo hiciera para calificarlo de hijo de puta. Créase o no, el alcalde en cuestión suspendió el numerito.

Pienso que ha llegado la hora de utilizar toda la gama de matices de nuestro rico idioma. No hacerlo no representaría una defensa de los buenos modales sino de la pusilanimidad.

Quedamos en contacto y vuelvo a agradecerle de haber pensado en mí cuando escribió ese magnífico alegato. Seguiremos haciendo todo lo posible por difundirlo.

Espero mejorar un poco para poder escribirle más extensamente y darle algunas noticias. Nunca ha sido más necesario que ahora intentar aunar esfuerzos y parar esa escandalosa estafa que esconde la celebración del 92 vista desde los intereses de la España tramposa y desaprensiva.

Le envía un afectuoso abrazo, su amigo

Georges Ross

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(1) Cuando los animales lloran (El Espectador, 11-I-1990).

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Bogotá, 23 de febrero de 1990

Señor Georges Ross
Madrid, España

Muy apreciado amigo Ross:

Con su amable carta he recibido copias de los artículos de prensa que defienden la causa de los animales. Usted lucha con verdadero tesón para disminuir, por lo menos, tanta crueldad y tanta sevicia que por doquier existen contra los nobles brutos. Veo que esta campaña le deja amarguras, vetos y persecuciones, pero no importa. Su mejor trofeo es el de sentirse abogado de los pobres entes desvalidos.

Si mi artículo sale publicado en algún periódico de España, le ruego hacerme llegar copia. Gloria Chávez Vásquez, al igual que usted, ha repartido una buena cantidad por los países de América; además me dice que lo va a hacer traducir para su publicación en inglés. La nota ha despertado interés en Colombia, como puede usted verlo por las copias de cartas que le acompaño.

Me preocupa su estado de salud. Espero que en su próxima me comente cómo sigue. Supongo que las tensiones producidas por los ataques de que viene siendo objeto, consecuencia de su vehemente actitud crítica contra los tiranos de los animales, afectan su salud. Ojalá todo se supere.

El género humano, que desde su nacimiento en el paraíso terrenal recibió el estigma de la maldad, es lobo por naturaleza. Su instinto más pronunciado es el de la violencia. Deshumanizados como vivimos en un planeta lleno de odio, no es extraño que las buenas acciones –como la que usted adelanta– sean atacadas, incomprendidas y tergiversadas. Pero cuando hay entereza para sacar adelante los principios, debe lucharse hasta la saciedad con las armas de la inteligencia y el valor moral.

Va un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Georges Ross 1991-2000

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JOSÉ ANTONIO VERGEL ALARCÓN

Nació en Alpujarra, Tolima, el 13 de agosto de 1936. Cuentista, ensayista, periodista, académico. Se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana y realizó estudios filológicos en el Instituto Caro y Cuervo. Ha sido profesor en varias universidades. Se desempeñó en Rusia, durante varios años, como redactor literario y periodista en el semanario Novedades de Moscú, la Agencia de Prensa Novosti y la Editorial Progreso. Cuentos, poemas, relatos suyos han sido publicados en revistas y periódicos de Colombia y Europa.

Libros: Pomala, su sangre y su canto, Lumbres secretas, Casa maldita, y varias obras inéditas.

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Moscú, diciembre 1 de 1990

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy apreciado Gustavo:

Ante te todo, mi cordialísimo saludo en compañía de tu gentilísima esposa y tu hijo que fueron tan ambles conmigo el día que tuve el gratísimo honor de conocerlos y departir contigo en tu hospitalaria casa.

Tuve toda la intención de escribirte al regresar a Moscú, pero múltiples faenas y ocupaciones me lo impidieron. Discúlpame por esta falla que ahora trato de subsanar de alguna manera.

Quiero manifestarte una vez más que tengo una deuda de gratitud contigo – impagable– por la estimulante reseña que publicaste en El Espectador con ocasión del lanzamiento de mi libro Pomala, su sangre y su canto. Debo manifestar que este año fue para mí muy placentero porque se realizó mi sueño de no dejar inédito mi trabajo acerca del cantor del Tolima, por la deferencia de mis amigos, por el privilegio de haber hecho amistad con personas muy valiosas de las cuales jamás había imaginado. Una de esas personas invaluables eres tú por tus calidades humanas, por tu desinterés, por tu capacidad de trabajo, por las bellas cosas que escribes.

Debo comentarte que leí Caminos y Ventisca, los leí con Leyla, la coeditora de mi libro. Realmente quedamos bien impresionados porque fuimos descubriendo una prosa plena, vigorosa, cargada de aforismos y reflexiones filosóficas bien originales. Es un «camino colombiano” en mi “regreso a Moscú”, como escribes en tu dedicatoria. Es un libro pletórico de pensamientos oportunos y de enseñanzas profundas dignas de no olvidarse nunca. Cada artículo está escrito con sinceridad y es consagratorio.

Recuerda uno a Cervantes en sus Novelas ejemplares. Son fuentes que enaltecen, que estimulan y dejan un reverberante anhelo de superación. Casi todos los temas están adobados de filosofía poética, cortos pero deslumbrantes. Recuerda uno a Gracián con su aforismo: “lo bueno, si breve, dos veces bueno». Yo pienso que tú eres un maestro del ensayo corto. Sabes decir en pocas palabras todo un mundo de sabiduría. Nunca había pensado que eras el maestro sabio de la palabra exacta.

Después de leer Caminos comenzamos a devorar las páginas de Ventisca. Nos metimos por una de esas aldeas mojigatas de Colombia donde se da silvestre la falsa moral que se predica en los púlpitos. En un lenguaje conciso se va dando la trama de la novela donde cada personaje es una convulsa tragedia, secreta, que al fin revienta en público como revienta al fin la misma aldea estremecida por un terremoto.

La Serranía es cualquier Macondo latinoamericano, una aldea de falso pudor, donde también crecen las buenas intenciones pero costrificadas de hipocresía. En todos los personajes hierven las pasiones represadas. La lealtad resulta vulnerada. El amor que mueve al mundo es al mismo tiempo una tragedia solapada, como la del cura, como la de Silvio, como la de Ofelia, la protagonista, la solterona que pierde lo mejor de su vida sacrificada a los convencionalismos ancestrales, que batalla consigo misma y al fin termina embarazada por el cura que la engaña con promesa de matrimonio. La novela nos mantiene en un clima de expectativa.

Es aleccionadora, pero en ocasiones, tal vez, por soslayar el panfleto, se desenvuelve en un lenguaje que insinúa condenar pero se abstiene, quizás para que el lector reflexione con serenidad y concluya que el amor debe ser franco, sin tapujos, que el sexo no es una perversidad, sino una chispa que prende y puede plasmarse en un amor verdadero. La destrucción de La Serranía es el símbolo de lo que debe ser el final de lo que nace y se desarrolla torcido. Debe sucumbir para nacer de nuevo como debe ser. Ningún personaje se salva con excepción de «Chiras», secretamente fiel a su ama, y el autor que se incorpora como juez en ese micromundo de conflictos síquicos.

Tal vez las dos páginas finales hubieran quedado mejor en otro sitio y no como cierre de la obra. Un vacío de la novela es el personaje Silvio, el tinterillo, cuyo fin no se sabe. El fruto del embarazo clerical de Ofelia que pretendería ser el principio de una nueva generación es una incertidumbre, quizás el principio de una nueva generación más podrida que la anterior porque nada bueno se espera de lo que se gesta y amasa con hipocresía y traición.

El fin de la obra, condenar la beatería, la falsa moral, se logra; la gestación de un mito, de un fantasma que a la postre deriva en folclor, se logra; la descripción de lo que es el desamparo e insolidaridad humanas (casos Darío y Silvio), se logra; la forma como se plasma el mito de la Llorona, es novedosa y al mismo tiempo veritable y burlona para ridículo de los pazguatos que se dejan embaucar por los falsos profetas. De todos modos es una obra que agarra al lector, por su trama sencilla y real, porque no hay nada de ficticio en ella. Hubiera sido mejor que el autor expresara su mensaje filosófico por boca de alguno de sus personajes.

Es mi criterio personal que en nada demerita la novela. No hay duda que Ventisca se lee con agrado y obliga a pensar. Es una obra de madurez que despierta el repudio o conmiseración debida por cada personaje. Lo único malo es el insustancial prólogo de J. E. Molina y algunas páginas borrosas. Lo demás en una muestra de que Gustavo Páez Escobar es un auténtico cultor del idioma, un ser honesto que busca un mundo libre de falsedades para que el hombre cumpla feliz su tránsito por la tierra.

Te agradezco de veras el deleite que nos has dispensado con tus dos obras. Espero que no me prives de las otras y que me dispenses la franqueza al comentar brevemente tus dos libros que conservo con mucho cariño entre mis volúmenes dedicados por otros amigos y escritores.

Agradezco asimismo el honor de haberme presentado al gran investigador, el doctor Vicente Pérez Silva, a quien también dedicaré unas cuantas líneas. Hazme el favor de saludarlo en mi nombre y recordarle que estoy ansioso de leer el ensayo sobre Pomala escrito por José Ignacio Bustamante.

Nuevamente mis respetos para toda tu familia y que espero volverlos a saludanr más pronto que tarde.

No te comento nada de estas latitudes porque sería muy largo y no tan agradable y porque considero que habrá una mejor oportunidad para abordar el tan controvertido proceso que aquí se está dando.

Cuenta con un amigo que te profesa gran respeto y admiración.

José Antonio Vergel

P. D. Olvidaba agradecerte también Crepúsculo, de Laura Victoria. Es un libro precioso, digno de un enjundioso ensayo. Es uno de esos libros que uno desea leer a los amigos y saborearlos a menudo en la intimidad. Cuando le escribas dile que tiene otro abanderado de su bella obra. Que la admiro de verdad, que su obra enaltece la poesía latinoamericana y que lamento no conocerla personalmente. Vale.

José Antonio Vergel


Ver epistolario José Antonio Vergel Alarcón 1991-2000

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