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Un jesuita en el camino

martes, 25 de abril de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Una de las columnas que más leí en época ya lejana –hasta que dejó de publicarse– fue la que aparecía los domingos en El Tiempo, titulada Un alto en el camino, del jesuita Alfonso Llano Escobar. Escrita durante 36 años, abarca 1.600 artículos, los que están recogidos en 11 volúmenes. Ha sido uno de los periodistas más constantes y prolíficos del país, y es además autor de más de 30 libros.

Durante su largo ejercicio sacerdotal se dedicó a difundir la palabra de Cristo –que fue siempre el orientador de su vida– con lenguaje claro y al alcance de todos. Trataba temas relacionados con la fe y con los conflictos del hombre, y los exponía con audacia, sentido reflexivo y ánimo controversial. Su columna era una de las más atrayentes y convincentes de la prensa nacional. El ejemplo de lo que predicaba está reflejado en su propia vida, que trasmitía sencillez, sabiduría y solidaridad con la gente.

Nació en Medellín en 1925 y murió en Bogotá en 2020. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1941 y fue ordenado sacerdote en 1956. Se graduó en Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana, y perfeccionó esos estudios en universidades de Roma. Dirigió el instituto de Bioética de la Javeriana y de la fundación Centro Nacional de Bioética. Toda la vida fue un estudioso de las complejas materias de un mundo en constante evolución y conflicto, y así mismo difundía y debatía los grandes problemas humanos.

En materia religiosa, le surgieron problemas con jerarcas de la Iglesia católica en asuntos relacionados con los anticonceptivos, la resurrección de Cristo y la virginidad de María, entre otros. Varias veces se refirió a la tesis “ascendente” según la cual a Cristo hay que considerarlo un hombre normal, con padres y hermanos, a quien Dios hizo su hijo debido a su perfección. Esa tesis no le da credibilidad a la virginidad de María, ya que Cristo nació hombre.

Y estalló el conflicto mayor para el valiente y erudito jesuita. Se habló de una “herejía”, y el caso fue a dar a Roma. La jerarquía colombiana, encabezada por el cardenal Aníbal Muñoz Duque, le prohibió ejercer el sacerdocio. Y, además, la vocación de escritor. “La relación con el obispo de Bogotá, monseñor Pedro Rubiano, venía tensa”, revela el padre Llano, y agrega: “…no se me permitió despedirme de mis lectores ni podía responder a entrevistas: solo me quedaba obedecer y callar. La Inquisición quedaba corta”.

Todo esto lo revela el jesuita en su libro póstumo –sus memorias– ¡Soy libre!  (Intermedio Editores), prologado por Roberto Pombo, exdirector de El Tiempo. La censura que recibió viola el artículo 18 de la Constitución colombiana, que consagra la libertad de expresión y establece que “nadie será molestado por razón de sus convicciones ni compelido a revelarlas ni obligado a obrar contra su conciencia”. He leído con mucho interés este libro estremecedor, y estoy atónito frente al castigo a que fue sometido el ilustre discípulo de Ignacio de Loyola.

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El Espectador, Bogotá, 22-IV-2023. Eje 21, Manizales, 20-IV-2023. La Crónica del Quindío, Armenia, 23-IV-2023.

Comentarios 

Lamentable fue la censura aplicada al padre Llano. Yo también leía sus artículos y sentí mucho lo sucedido. Me gustaban su enfoque humanístico, su claridad y calidez, entre otros aspectos. Elvira Lozano Torres, Tunja.

También yo fui un lector asiduo del padre Llano. Me pareció un erudito en materia religiosa y sus conceptos liberales siempre eran claros y libres. Esos conceptos «ofendieron» a la cúpula de la Iglesia católica colombiana, que de una manera grosera lo vetaron y le coartaron la libertad de expresión en forma abusiva y obsoleta. Típicos inquisidores. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Opiniones de lectores de El Espectador

Como de costumbre, una excelente columna. ¿Y de qué sorprenderse con la santa inquisición que prevalece en la multinacional de la depredación sexual de su grey, la pedófila Iglesia católica? Atenas.

Totalmente de acuerdo con usted: el padre Llano, un humanista. Castigado por la nueva inquisición enquistada en el Vaticano. Jorge.

Hasta en las mejores familias se cuecen habas. La Iglesia católica siempre ha sido dogmática. Lo que dice es palabra sagrada. “Se calla y punto”. Ana.

Si así se comportan los emisarios de Dios en Colombia, ¿qué podemos esperar de los poderosos que se consideran no emisarios sino representantes? Magdalena.

Como estamos hablando de transgresores del dogma católico y de las «ovejas perdidas» en la institución terrenal de la Iglesia católica, apostólica y romana, traigo a colación otros tres nombres de esa variante: los obispos Hélder Cámara y Frei Betto y el sacerdote Leonardo Boff. Hablar de la Teología de la Liberación en América Latina es sinónimo de esos nombres referidos. Leerlos es ver la otra cara (la pobre y marginada) de este continente. Una visión lúcida y valiente de nuestra historia. Shirley.

Después de Bolívar

miércoles, 15 de marzo de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Eduardo Lozano Torres ha sido ferviente apasionado de la Historia colombiana. Publicó en 2015, en Intermedio Editores, el texto Bolívar, mujeriego empedernido. Y dice que varias personas le preguntaron: ¿Y después de Bolívar, qué? Esto dio lugar a que escribiera el nuevo libro a que se refiere esta columna, el que bautizó con la frase antes citada.

La ingratitud y el oprobio fueron los mayores factores que aceleraron la muerte de Bolívar. Dividido el país entre bolivarianos y santanderistas, se desató contra el Libertador la más implacable arremetida contra los logros que había obtenido, cuando ya carecía de fuerzas y mando para mantenerse en la batalla No solo se ignoraron sus eminentes realizaciones, sino que sus enemigos le cobraron los errores que había cometido, los que de modo alguno eran determinantes para opacar su gloria.

Bolívar mantuvo hasta el último momento de su vida plena conciencia sobre la crueldad y la saña con que se le juzgaba, y veía cómo su existencia se apagaba como una llama al viento en la soledad de Santa Marta, alejado de Manuelita, del pueblo y de sus seguidores. Fue entonces cuando pronunció esta frase angustiada: “¿Carajo! ¿Cómo voy a salir de este laberinto?”. Exclamación que inspiraría a García Márquez a escribir, 159 años después, la novela El general en su laberinto.

Una semana antes de su muerte, Bolívar había dictado su testamento y su última proclama, y en esta se despedía con el alma desgarrada: “He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. El historiador Lozano Torres se dedica a investigar en su libro qué sucedió, tras la muerte del prócer, en Colombia y en los países por los que luchó.

Veamos algunos casos de gran sensibilidad humana. Manuelita fue desterrada de Colombia y terminó su vida, pobre y enferma, en el puerto peruano de Paita. El general Hermógenes Maza murió alcoholizado en Mompós. Luis Perú de Lacroix, su mano derecha y confidente –autor del libro Diario de Bucaramanga, que cuenta los sucesos de la Convención de Ocaña–, se trasladó a París, donde se suicidó.

¿Qué pasó en Venezuela? En marzo de 1831, el general Páez fue elegido presidente de la república. Evaporado el sueño de Bolívar de crear la Gran Colombia, en 1832 nacía la Nueva Granada. ¿Qué pasó en Ecuador? El presidente Juan José Flores pretendió anexar a su país las provincias granadinas de Pasto, Popayán y Buenaventura, pero no lo logró. Después de la muerte del Libertador se tornaron más difíciles las relaciones entre los pueblos hermanos, puede decirse que hasta el día de hoy.

El general Santander, el principal antagonista de Bolívar, que fue condenado a muerte junto con otros 14 acusados por la conjuración septembrina, pena que le fue conmutada por la del destierro, volvió a Colombia en julio de 1832 y se posesionó como presidente de la nación por un período de cuatro años. No fue fácil su gobierno. No obstante, realizó obras de progreso nacional, sobre todo en el sector de la educación pública (Colombia era en aquellos años un país de analfabetos). Santander está reconocido como el pionero del espíritu civil del país.

Entre Bolívar y Santander concurren curiosas circunstancias: el primero murió de 47 años, y el segundo, de 48; ambos fallecieron a raíz de graves enfermedades: Bolívar, de tisis tuberculosa, y Santander, de una vieja deficiencia hepática; ambos tuvieron amores con Nicolasa y Bernardina Ibáñez; ambos pertenecían a familias prestantes y poseían sólida formación militar e intelectual. A la postre, luego de librar decisivas batallas por la libertad, ambos próceres tuvieron serias divergencias en torno al centralismo y el federalismo, y así concluyó su amistad.

Lozano Torres formula esta apreciación sobre Bolívar que comparto por completo: “Murió odiado, proscrito y vejado por muchos, pero también admirado y estimado por otros. Pero muy pronto se convertiría en una leyenda y las generaciones venideras le reconocerían póstumamente su denodada lucha”.

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El Espectador, Bogotá, 11-III-2023. Eje 21, Manizales, 9-III-2023. La Crónica del Quindío, 12-III-2023.

Comentarios 

Desde niño he admirado a Bolívar. Con todos sus defectos y errores, porque ellos forman también parte de todo ser humano y por ello no podían estar exentos de su vida. Uno de los rasgos prominentes de su talante fue la tozudez, rayana en la terquedad, que imponía en sus acciones y proyectos y tal vez por eso obtuvo los triunfos y resultados positivos que pronto lo convirtieron en el indiscutible líder que fue.

También desde niño aprendí a formarme un criterio muy negativo sobre Santander, hasta que comencé a leer acerca de él. A medida que fui conociendo su vida, su carácter y sus actuaciones, esa silueta fue cambiando y pude, ya con juicio analítico, concluir que fue una persona muy valiosa y con múltiples cualidades en la lucha independentista. Fue un gran hombre, pero su mérito fue opacado por la figura de Bolívar y por la culpa, nunca comprobada, que le atribuyeron en el nefasto atentado septembrino. No dudo que quienes rodearon a uno y otro fueron los culpables del distanciamiento que tuvieron. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Abarcar la trayectoria de Bolívar es labor muy compleja. A veces queda uno confundido con tanto episodio que protagonizaba a cada paso. Sus ejecuciones son increíbles. También Santander ha dejado rastros firmes en la Historia sobre su eminente personalidad. Estos personajes son irrepetibles. Se duele uno en los tiempos actuales sobre la carencia de verdaderos líderes, si no a la altura de Bolívar y Santander, que logren por lo menos tocarnos las fibras esenciales del patriotismo que hace mucho tiempo desapareció. Este es mi criterio sobre los dos próceres: mientras Santander es un prohombre, Bolívar es un genio. Gustavo Páez Escobar.

Entrevista con Gustavo Páez Escobar

viernes, 7 de octubre de 2022 Comments off

Por Mayra Alejandra Ovalle Peñuela

LA CRÓNICA DEL QUINDÍO  –  AL DESCUBIERTO

Lunes 26 de septiembre de 2022

Su primera novela fue llevada a la televisión

Gustavo Páez Escobar narra una anécdota de sus inicios como escritor cuando publicó el libro Caminos, en el año 1971, se hizo una actividad de presentación en la gobernación del Quindío. Durante el acto, notó el escritor que el prólogo tenía una letra distinta y que este había sido cambiado, halló infinidad de errores y eso lo disgustó mucho, entonces, desde la editorial le dijeron que iban a sacar las 2 hojas ya escritas e introducirían el prólogo correcto, el trabajo fue estupendo. Pero el libro quedó con 2 prólogos, uno que alcanzó a circular esa noche y otros corregidos por completo.

Páez Escobar vive en Bogotá, es escritor, periodista, esposo y padre de 3 hijos. Nació en Soatá, Boyacá, en 1936. Su vida laboral la inició en la Contraloría de Boyacá, continuó en el Banco Popular en el que hizo una extensa carrera profesional: trabajó por 36 años sin interrupción hasta que logró su jubilación.

En 1969 vino al Quindío a demorarse 2 meses y se quedó 15 años. Su viaje tenía por objeto remplazar al gerente del departamento y luego pidió quedarse en la oficina de Armenia. “Esa fue mi universidad. El estilo del país era completamente diferente al actual, estamos hablando de medio siglo atrás. Yo tenía mi bachillerato, me vinculé laboralmente, comencé a progresar y me enfrenté al mundo rígido de la banca que exigía mucha dedicación.

Siempre destacó como lector. Muy joven se vio inclinado hacia la literatura, “esta es una motivación de la vida. El escritor de formación comienza a compaginar la vida, aprende el lenguaje, la gramática y tiene una mente abierta que se estructura con lecturas y observación de la condición humana. La obra realmente es un ideario, una idea fija que está en el horizonte. La vocación del escritor es muy difícil, exigente, de mucho sacrificio. Es una satisfacción propia”.

En su adolescencia dice que sintió la vocación de escribir. “En forma silenciosa, comencé a escribir una novela a los 17 años. Esa novela la guardé por mucho tiempo, era una especie de anécdota de mi vida”. La novela en mención se tituló Destinos cruzados y fue la primera telenovela producida por RCN. “Fernando Soto Aparicio la leyó y encontró bases para llevarla a la televisión. Ahí comenzaron las telenovelas del canal. Fue una cosa sorpresiva y muy gratificante. Fue una novela de desamor”, dijo el escritor.

En 1971 inició su carrera literaria y periodística, que además de la publicación de su primer libro, se vio marcada por resultar ganador del Concurso Nacional del Cuento organizado por El Espectador. Durante buena parte de su vida alternó ambas actividades: su trabajo en la banca y su interés por las letras. La disciplina fue lo que le permitió avanzar, como siempre fue un gran madrugador, pudo hacer fluir sus oficios y ninguno obstaculizó al otro.

Ha publicado 13 libros de novela, cuento, ensayo y crónica, 5 de esos fueron escritos en el Quindío. Además, ha publicado más de 2.000 artículos en medios locales y nacionales. Las novelas publicadas son: Alborada en penumbra, Ventisca, La noche de Zamira, Ráfagas de silencio y Jirones de niebla. Caminos, otro de sus libros de ensayos, fue publicado en la colección de la Biblioteca de Autores Quindianos.

Respecto a la variedad de los géneros que ha explorado como escritor dice: “El escritor es diverso, puede tener algún género en el que sobresale, pero tiene capacidades. Yo me fui explayando y encontré distintas fórmulas de expresión. El escritor es un historiador, la literatura es un testigo del tiempo”.

Por su trayectoria ha sido merecedor de la medalla al Mérito Artístico, el Cafeto de Oro y la Flor del Café; la medalla Eduardo Arias Suárez y la medalla Francisca Josefa del Castillo, en Boyacá. El primer premio, la Flor del Café, me la entregaron poco después de publicar Destinos cruzados, “es un gran orgullo haberla recibido, sobre todo porque no soy quindiano”.

En el presente, durante sus días como pensionado, mantiene la rutina de sus tiempos como empleado de la banca. Se levanta a las 5 a.m., lee, escribe, revisa textos escritos con anterioridad y prepara las columnas que enviará para publicación.

Comentarios 

Justo reconocimiento a una gran persona que ha amado al Quindío como a su propia tierra. Raquel Martínez Aguirre, Armenia.

Qué alegría este reportaje que es un homenaje de esa tierra que llevamos en el corazón. Es la constancia de un trabajo permanente hecho con amor, disciplina y profesionalismo, que se ve reflejado en cada obra, artículo y escrito. Vivo muy orgullosa y feliz por el papá que Dios me regaló, lleno de buenos ejemplos para nosotros los hijos, que junto a mi mamá nos formaron con grandes principios y con la mejor de las herencias que es la del buen ejemplo. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me pareció de las crónicas más lindas que haya leído acerca de mi papá. Muestra los inicios desde el comienzo de la carrera literaria, cómo llegó hasta la cumbre que conquistó, y la mezcla con la parte laboral. Y también lo hace ver como la persona humana y sencilla que nos ha dado permanente ejemplo. Fabiola Páez Silva, Bogotá.

Es para todos nosotros un orgullo muy grande tener un integrante cabeza de familia con tantas distinciones artísticas, que se ha sabido cultivar culturalmente con el pasar de los años. Siempre podrá hallar en mí un asiduo lector de su obra, la cual me parece muy interesante, sobre todo sabiendo que detrás de ella hay un sinnúmero de vivencias que han nutrido al escritor. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

Aunque no he tenido el gusto de conocerte en persona, la lectura de tus escritos me ha permitido conocerte y compartir muchos de tus pensamientos. La entrevista en La Crónica muestra facetas tuyas que ignoraba, me refiero, por ejemplo, a esa producción literaria de 13 libros y a los múltiples reconocimientos recibidos por tu labor como escritor. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

Con gran alegría me uno y celebro tan justo reconocimiento a tu vida y obra en las páginas de la Crónica del Quindío, tierra que te pertenece de corazón y afectos muy gratos; amén de éxitos laborales, donde las amistades y las experiencias dejaron en tu vida gratísimos recuerdos y experiencias memorables en todo sentido. Inés Blanco, Bogotá.

¡13 libros! ¡Qué maravilla! Para mí fue un honor haberte conocido desde hace muchos años, pues eres una persona virtuosa. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Qué bueno que la Crónica del Quindío haya destacado tu vida y tu obra. Es un reconocimiento justo a tu labor periodística y a la obra que como escritor de calidad has dejado. Un orgullo para ti y para tu familia. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Es una reducida biografía de toda una vida pensando, haciendo y generando pensamientos ajenos. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Tumba equivocada

viernes, 16 de septiembre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Hace 31 años –23 de agosto de 1991– murió en Méjico Germán Pardo García. Sus cenizas, que fueron traídas a Colombia un mes después, han debido ser arrojadas al mar, según instrucciones que el poeta dio a Aristomeno Porras, su ángel tutelar. Sin embargo, este consideró que debía entregarlas a Colombia.

Julio César Sánchez García, nuestro embajador en Méjico, preguntó dónde había nacido el poeta, y se le informó que en Ibagué. Dispuso, pues, que la urna funeraria fuera trasladada al sitio de donde era oriundo. Decisión desacertada, ya que Pardo García había nacido en Ibagué por accidente, ciudad que solo visitó una vez en su vida. En cambio, reconocía a Choachí como su verdadera patria.

Al profesor norteamericano James W. Robb le había manifestado: “No con quien naces sino con quien paces, dice el sabio refrán español. Soy, pues, de Choachí”. Y a una prima hermana le dijo: “Estoy viendo cómo termino mis pocos asuntos aquí, para volver del todo a Colombia, al seno del pueblecito oscuro que tomé como cuna adoptiva: Choachí”. Estos y otros aspectos fundamentales los hice conocer de Juan Gustavo Cobo Borda, designado por el Gobierno para llevar la representación oficial en el acto de honores.    

Pero Cobo Borda no accedió a modificar su decisión, con el argumento de que la medida ya estaba tomada. Su obstinación era manifiesta. Si en realidad hubiera sopesado las razones de peso que le expuse, se habría tomado el camino correcto. Mientras tanto, un grupo de escritores organizaba la llegada de la urna a la capital tolimense, tan lejana al afecto del poeta.  Lo que interesaba era el acto publicitario que favorecía a la ciudad.

Tiempo después viajé al cementerio San Bonifacio de Ibagué en busca de la huella del personaje, postulado al Premio Nobel de Literatura y autor de numerosos libros de alto renombre, con quien yo había tenido la suerte de compartir gratos días de tertulia en Méjico, y en cuyo honor había escrito el texto Biografía de una angustia (Instituto Caro y Cuervo, 1994). Supuse, por supuesto, que en ese cementerio había sido levantado un grandioso monumento en homenaje a su memoria. Pero no: lo tenían en un panteón construido para sacerdotes y monjas, bajo una placa que decía: “Germán Pardo García, poeta”. Y allí permanece.

La tumba denuncia la total ignorancia de los promotores sobre el carácter anticlerical de Pardo García. Lo fue desde su juventud –sin ser ateo– a causa de los atropellos recibidos de dos miembros de su Iglesia: un párroco de Choachí mandó incendiarle la casa y el granero por negarse a pagar diezmos y primicias, y lo dejó en la ruina; y un sacerdote, que le daba clases en el colegio San Bartolomé y era conocido por su rudeza, le dio un fuerte puntapié, acción que llevó al alumno a retirarse del plantel. Y le creció el sentimiento irreligioso. Por cruel ironía, el poeta yace en territorio ajeno, en medio del olvido, el desamparo y el absurdo.

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El Espectador, Bogotá, 10-IX-2022. Eje 21, Manizales, 9-IX-2022. La Crónica del Quindío, 11-IX-2022.

Comentarios 

He leído con tristeza y desazón tu columna acerca de la «tumba equivocada» donde reposan en Ibagué los restos del poeta, en medio de sacerdotes y monjas, como una ofensa a sus creencias religiosas. Es irónico el aciago destino de las cenizas del poeta, donde nunca pensó estar ni permanecer en medio del olvido y el desinterés por perpetuar su memoria a la altura de quien fuera, si no el mejor, uno de los más destacados poetas de su época. Es como si fuera un castigo al hombre, al escritor, al poeta, al iluminado. Siento un nudo en el corazón que me sube a la garganta. Inés Blanco, Bogotá.

Creo que nos corresponde la hermosa tarea de no dejar abandonado al poeta y estudiar, valorar y hacer conocer su poesía, tanto en Bogotá, como en México, Choachí e Ibagué, cuna de su madre. Cada día que pasa me acerco más a la poesía de Pardo García y encuentro verdaderas joyas. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Muy lamentable cuanto comentas en esta página. Además, es inaudito que los despojos mortales de un hombre tan ilustre los hubieran llevado a un destino final equivocado y sin nexo alguno con Pardo García. Esperanza Jaramillo, Armenia.

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De humorista a historiador

miércoles, 17 de marzo de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

A José Jaramillo Mejía lo conozco hace más de 40 años, desde cuando dirigía en Manizales La Nacional de Seguros y yo ocupaba en Armenia la gerencia del Banco Popular. Su primer libro, publicado en 1980, se titula A mitad de camino. Hoy, con Monólogos de Florentino, salido en noviembre pasado, su producción llega a 20 obras. Esto significa que no se quedó a mitad de camino, sino que siguió adelante, con vigoroso empeño, tanto en la labor literaria como en la periodística.

En 1980 me hizo el honor de nombrarme, junto con Adel López Gómez y Humberto Jaramillo Ángel, jurado de un concurso de periodismo que se realizaba en la capital caldense con el auspicio de La Nacional de Seguros. Jaramillo Mejía ha sido gran promotor de la cultura regional. Nació en La Tebaida, Quindío, en 1940 y a la edad de 38 años se radicó en Manizales. Con orgullo se proclama hoy escritor quindiano-caldense como autor que es de excelentes investigaciones, crónicas y estudios surgidos en las dos comarcas cafeteras.

Sus textos son ágiles, concisos, claros y amenos. Posee exquisita vena humorística  que se manifiesta en varios de sus libros, lo mismo que en sus crónicas en el diario caldense. Es un placer leerlo. Ha incursionado en diversos géneros y sobresale por su esmero gramatical y la sindéresis de sus ideas, bien sean estas elaboradas con tono divertido o con el rigor del ensayista y el historiador que escudriña interesantes temas movidos por su inquietud intelectual.

Además, ha demostrado buenas dotes para el arte poético, como lo acredita su libro La vida sonreída y 12 sonetos para leer después de muerto (2004), que para mi gusto personal son “poemas de fino humor, a lo Luis Carlos López, llenos de ironía y encanto”, según lo expresé cuando fueron publicados.

En los últimos años, sus preferencias se han manifestado en el ámbito de la historia, la biografía y las memorias, con la exaltación de personajes del pasado como José Restrepo Restrepo, Arturo Arango Uribe, Eduardo Arango Restrepo y Rafael Arango Villegas; o en el rescate de sus propias raíces ancestrales, que recoge en Las trochas de la memoria. Tales calidades le valieron, desde tiempo atrás, su elección como miembro de la Academia Caldense de Historia.

A Monólogos de Florentino, su reciente libro, le agregó el subtítulo de Reflexiones de un ideólogo empírico. La obra está prologada por el exvicepresidente Humberto de la Calle Lombana y lleva una nota de presentación del historiador Albeiro Valencia Llano. Florentino es el alter ego de Jaramillo Mejía. En 1995 ya había establecido nexos con él en Coloquios de Berceo con Florentino. Es este un personaje típico de la región, de profesión tinterillo, con honda sabiduría en los campos del derecho, la economía, la política, la literatura, la religión, la historia… Todo un prototipo de la ciencia de la vida. Por largo tiempo, Florentino fue secretario del juzgado de Circasia, Quindío, donde Jaramillo Mejía vivió memorables andanzas luego de su residencia en La Tebaida.

Valiéndose de este personaje emblemático, el escritor explaya sus ideas liberales y penetra en palpitantes temas de la vida nacional. Le rinde homenaje a Circasia, y a través de ella, al Quindío. Esta hermosa población, de seductores paisajes, sanas costumbres y gente amable, posee un pasado glorioso con su Cementerio Libre, símbolo de la libertad liderado por el patricio Braulio Botero Londoño, figura relevante de la región. Florentino –no cabe duda– es el propio José Jaramillo Mejía.

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El Espectador, Bogotá, 13-III-2021.
Eje 21, Manizales, 12-III-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 14-III-2021-

Comentarios 

Gracias, Gustavo, por el artículo. Resolví recoger mis “divertimientos” poéticos en un libro que hoy te envío. A propósito de los poemas, me dijo Aída Jaramillo Isaza (directora de la revista Manizales): “Yo no sabía que tú eras poeta”. Y le contesté: “Yo tampoco”. José Jaramillo Mejía, Manizales.

Muy justo el reconocimiento a José Jaramillo de su obra y de su vida. En efecto, es un gran escritor. Una persona dedicada al oficio y purista con el lenguaje; le tengo gran admiración y afecto. La publicación más reciente titulada Yo, Quijote, con ilustraciones de Ferney Vargas Jaramillo -Feroz-, es magnífica. Nada más grato que reconocer los valores de los amigos y tú lo has hecho siempre con generosidad y rigor. Esperanza Jaramillo, Armenia.