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Las religiones según Soto Aparicio

viernes, 15 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Entre los libros controversiales que me faltaban leer de la obra de Fernando Soto Aparicio se encuentra la novela Y el hombre creó a Dios (ediciones Hombre Libre, 1998). En ella aborda el complicado tema de las religiones, que tanta discusión y choques ha causado en el mundo. Se estima que existen alrededor de 4.200 religiones, de las cuales el 80 % de la población global pertenece al cristianismo, el islamismo, el hinduismo, el judaísmo y el budismo.

Este enunciado indica la diversidad de creencias y prácticas religiosas en que está dividida la humanidad desde el comienzo de los siglos. Esto ha dado lugar a la creación de incontables dioses en todos los confines del universo, y así mismo, a los dogmas y antidogmas, a las pugnas y las guerras de que está llena la historia universal.

Este es el terreno que pisa Soto Aparicio en su novela. Para desarrollarlo, pone en escena a personajes bien caracterizados, como Marcos Aragón, el protagonista, y a un grupo de bellas y sensuales mujeres: Araluz, Flora y Floribel. Son ellos los que dramatizan la acción novelesca y le permiten al escritor explayar su pensamiento en el campo de la religión, del debate crítico y de los conflictos del alma.

Comienza él por rebatir la existencia del cielo y del infierno, y resalta el bien y el mal como la pauta rectora e ineludible de la conciencia del hombre. Y enfatiza: “No hay más religión que la propia conciencia de obrar bien”. No cree en otra vida, sino en la eternidad de la vida, y manifiesta que el hombre es un ser cósmico, que viene de la energía y regresa a ella.

Hace un recuento de la cantidad de guerras, masacres y abusos cometidos al amparo de la religión. Entre esas atrocidades se refiere a las Cruzadas, que tenían como meta dominante el fanatismo. “La Inquisición –dice– mató a centenares de miles de hombres, mujeres y niños en el mundo durante varios siglos”. E incluye a los millones de indígenas exterminados por la religión católica en América Latina.

En cuanto al judaísmo y la religión árabe, menciona la posición inferior y humillante que le adjudican a la mujer en la familia y en la sociedad. Allí la mujer ha perdido su esencia femenina y se le prohíbe dejarse ver por otras personas, para lo cual se estableció el velo, como si se tratara de una pecadora andante.

Frente a la realidad angustiosa que acompaña desde siempre al ser humano, se inventaron los dioses. Como el hombre tiene necesidad de protección y alivio para sus necesidades, acude a un ser superior. De ahí nace el título de la novela: Y el hombre creó a Dios. Ese Dios es una necesidad y una urgencia de amor. El verdadero amor, que implica la armonía y la paz del espíritu, es el eje de toda la obra de Soto Aparicio. Es la mejor religión.

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Eje 21, Manizales, 20-X-2023.  Nueva Crónica del Quindío, 22-X-2023.

Comentarios

 El libro de Fernando Soto Aparicio es interesante para entender la confusión del fanatismo alrededor de la religión. Lo que Dios menos ha querido es que el mundo se divida. Él profesa la unidad y el amor. Lo que pasa es el que el ser humano, inconforme por naturaleza, decide tener herramientas que lo llevan a vivir en violencia. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Esto de las religiones y los dioses es un tema apasionante por la gran incidencia que ha tenido en la formación y desintegración de muchas sociedades y en el actuar del hombre en todas las épocas. Las religiones –no lo dudo– han sido causa desde siempre de guerras, destrucción y tragedia, pero infortunadamente la humanidad no ha aprendido a evadirlas. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Novela de Gloria Chávez

viernes, 15 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La escritora quindiana Gloria Chávez Vásquez, residente en Estados Unidos hace más de medio siglo, publicó en estos días la novela Mariposa mentalis, con el sello de la editorial Verbum, de España. Ha bautizado otros de sus libros, lo mismo que sucede con el actual, con títulos extraños: Opus americanus, Akum, Agmmandiel, Caliwood. Esto no obsta para que sus obras se lean con agrado y reciban elogios.

Su género preferido es el cuento. De hecho, se hizo conocer en el país con Sor Orfelina, cuento ganador de un premio dentro del concurso promovido, en 1971, por el periódico El Espectador. De ahí en adelante se dedicó al cultivo de sus otras aficiones literarias, entre ellas la novela, el ensayo y la crónica periodística, campo este en que se volvió profesional en varias empresas de comunicación. Ha obtenido diversos galardones y su nombre, al paso de los años, ha adquirido notoriedad y prestigio.

Obtenido su cartón de bachiller, viajó a los Estados Unidos y allí se quedó luego de superar las penalidades de la inmigración. No es fácil que se radique de nuevo en Colombia, toda vez que en el país norteamericano formó nexos difíciles de desatar. Pero vive pegada a sus lares nativos, a los que regresa con alguna frecuencia y se mantiene en contacto con su gente, sus tradiciones y sus problemas.

La novela se inicia en 1968, cuando se preparaba la visita de Pablo VI para las conferencias del Concilio Vaticano II, época de serios conflictos sociales y guerrilleros. Por aquellos días, el clima religioso de América Latina estaba perturbado por la Teología de la Liberación, y repercutían en diversos escenarios las voces que buscaban un mundo nuevo en el campo de la justicia y el desarrollo humano.

Me cuenta Gloria Chávez que desde mucho tiempo atrás le surgió la idea de escribir su novela, que fue madurando y estructurando hasta formar un grupo protagónico de monjas y estudiantes que se mueve en un colegio religioso. Agrega que la historia se basa en una situación real que ella trabajó con el recurso de la ficción. Se me ocurre pensar que, habiendo estudiado mi amiga en un colegio de monjas, fue allí donde le nació la historia. La realidad en la narrativa suele cambiarse con la imaginación, que es la que permite variar los hechos y las personas conservando la esencia.

Fue lo que hizo Diderot con su novela La religiosa, que frente a Mariposa mentalis guarda cierta similitud en algunos aspectos. La una y la otra se basan en hechos ciertos. El relato de Gloria Chávez está manejado por el misterio y el suspenso y describe un ambiente de pequeños y grandes problemas, donde afloran el odio, la venganza, la crueldad, la pasión, las preferencias, el lesbianismo. Y como telón de fondo está el caso de una alumna que se suicida, víctima de la maldad y el acoso.

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Eje 21, Manizales, 6-X-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 8-X-2023.

Comentario

 Maravilloso saber de este libro de Gloria Chávez, a quien admiro en la distancia no solo por su tenacidad literaria sino por su posición frente a la región que la vio nacer. Eso he descubierto en tu columna para decirte que haces fáciles y familiares tus encuentros con la gente (caso de César Hoyos Salazar) y lo que tu vida te dejó como añoranzas de esta comarca. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

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Un tal Pastrano

lunes, 14 de agosto de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En 1932 –hace 91 años–, la editorial Cromos publicó la novela picaresca Memorias de un tal Pastrano, de Dionisio Arango Vélez, la cual, por deseo del autor, solo llegó a manos de un reducido número de amigos y allegados. Así pues, la obra quedó ignorada en los propios días de su nacimiento. Hoy nadie la conoce, con excepción de Vicente Pérez Silva, que algún día tuvo la suerte de recibirla como obsequio de Carlos Arango Vélez, hermano del autor, quien había sido candidato presidencial en 1942, en oposición a Alfonso López Pumarejo, ganador de las elecciones.

Se ignora cuál fue el motivo para que el autor la condenara al cuarto de san Alejo, donde permanecería escondida casi un siglo, hasta que Pérez Silva decidió reimprimirla en edición facsimilar que acaba de ver la luz en los talleres de Armando de J. Serna Giraldo, en Guatapé, Antioquia. Es una verdadera rareza bibliográfica.

Podría pensarse que Dionisio Arango Vélez impidió la circulación de su libro por algún motivo familiar. En efecto, su hermano Carlos Arango Vélez fue el suegro del presidente Misael Pastrana Borrero, y acaso el Pastrano de la novela encerraba alguna referencia sobre el dirigente político. El adjetivo pastrano significa “burdo o mal hecho”, y si se le antepone el “tal” (Un tal Pastrano), podría contener una mención despectiva. Sin embargo, esto no es así, ya que Pastrana Borrero conoció a María Cristina Arango en 1951 y se casó con ella al año siguiente –hechos sucedidos dos décadas después de la publicación de la novela–.

Queda en el misterio el motivo que tuvo el novelista para frenar la difusión de la obra, la cual fue escrita en España y se basa en algún hecho que llamó la atención del autor. Su mérito está en el uso magistral del lenguaje, a la usanza de la famosa narrativa picaresca que siglos atrás inmortalizó España en títulos como La Celestina, La vida del Lazarillo de Tormes, La vida del buscón, Guzmán de Alfarache. Dionisio Arango Vélez, que además es autor de otros libros, creó en su novela un simpático actor, Lucas Pastrano y Villamarquí, nacido en la desventura, y lo puso a recorrer los caminos colombianos en busca de mejor suerte.

En su adolescencia, el personaje se dedicó al servicio doméstico en casas opulentas. Pasados los años, le dio por estudiar abogacía, y se volvió monje. Y además, periodista. Acrecentada su fama, fue nombrado gobernador de la provincia –al igual que Sancho Panza lo fue de la ínsula Barataria–, y con tal motivo su pueblo le rindió sonado homenaje. Como amplio conocedor que era de su gente, dictó un decreto en el que destituía al alcalde, el juez y demás autoridades por ser funcionarios corruptos, y nombró en su reemplazo a una selecta nómina de vecinos honrados. Es una novela de fino humor que cae de perillas en Colombia, tan necesitada de encontrar un presidente como el tal Lucas Pastrano.

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Eje 21, Manizales, 10-VIII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 13-VIII-2023.

Comentarios

Me abriste el apetito por la lectura de la novela del tal Pastrano. Debería publicarse en grande. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Muy curioso el episodio que «desentierras» acerca de Memorias de un tal Pastrano. Yo lo desconocía y como citas a Vicente Pérez Silva, quien la reimprimió, busqué en su libro Anécdotas y curiosidades alrededor del libro en Colombia, para ver si allí el autor hacía referencia, pero no aparece. De todas formas, es intrigante el hecho de que Dionisio Arango Vélez hubiese optado por condenarlo al cuarto de san Alejo. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Stoner: obra maestra

martes, 18 de julio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Leo esta novela 58 años después de ser publicada. Su autor es el profesor y escritor norteamericano John Williams, nacido en 1922 y fallecido en 1994. Procedía de una familia pobre de agricultores. Después de haber tenido algunos empleos en periódicos y emisoras de radio, se enroló en el ejército durante dos años y medio. En 1954 obtuvo el doctorado en la universidad de Misuri, donde fue nombrado profesor, y al año siguiente pasó a dirigir, durante más de treinta años, el programa de escritura creativa en la universidad de Denver.

En 1948 publicó su primera novela, Solo la noche. Su tercera novela, Stoner, vio la luz en 1965, y a ella siguió El hijo de César (1973), ganadora de un galardón y que durante mucho tiempo fue la más conocida. En cambio, poca atención se dispensó a Stoner, que fue inadvertida y llegaría a ser su obra maestra.

Es oportuno hacer notar lo caprichoso que es el mundo literario. Hay obras que reciben alta ponderación y luego caen en el olvido. En sentido contrario, existen textos de excelente factura en los que pocos se fijan, y con el tiempo muestran su importancia. Hay que desconfiar del best seller, que suele ser un producto artificial impulsado por las editoriales como generador de ventas, en el que no siempre existe calidad, sino que se presta para explotar el nombre del autor de prestigio.

Stoner recoge rasgos autobiográficos de Williams, derivados de su ejercicio profesoral y de su vida conyugal. El protagonista de la obra, William Stoner, nace, al igual que el escritor, en una pequeña granja, obtiene el doctorado, trabaja como profesor durante largo tiempo, y se niega a ir a la guerra (lo contrario de lo que le pasó al novelista, hecho que él resalta, sin duda, como repudio a los conflictos bélicos).

Están muy bien pintados los sucesos que ocurren en el campo docente, donde se destaca el gran carácter de Stoner en su trato con profesores y alumnos. Es un mundo manejado por los afectos y los odios, las simpatías y las malquerencias, las intrigas y las ambiciones, como sucede en toda sociedad.  Esa es la humanidad reinante en todas partes. Por lo tanto, nada extraño se estaría narrando, pero el escritor sabe manejar a los personajes y sus actos con altas dosis de sicología y sabiduría. Crea elementos impactantes que mantienen en constante tensión al lector.

Edith, la esposa de ficción, es mujer fría, descortés, insustancial, frígida en la vida sexual, que incluso tolera el amorío que induce a su marido a buscar una fórmula sentimental con Catherine, que es todo lo contrario: afable, amorosa, inteligente. Es un trío nacido de las circunstancias. Admirables los ingredientes de ternura y talento con que John Williams ha movido este drama a la vez apasionante y aleccionador. La novela, que tuvo pocos lectores al comienzo, años después cogió vuelo y ha sido traducida a más de veinte idiomas.

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Eje 21, Manizales, 14-VV-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 16-VII-2023.

Comentario 

Contigo se descubren con frecuencia obras y autores no tan conocidos, pero de mucho valor e interés literario o periodístico. Es el caso de Stoner y su autor John Williams, ambos desconocidos por mí y estoy seguro que por la mayoría de tus lectores. Gracias por esa labor de divulgación. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Recuerdo de Fernando Soto Aparicio

miércoles, 24 de mayo de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Celebro que el escritor y periodista caldense José Miguel Alzate se haya acordado de Soto Aparicio en los siete años de su muerte, ocurrida el 2 de mayo de 2016. Días atrás, el 11 de diciembre de 2015, había publicado yo la nota El atardecer de Soto Aparicio, que guardo en mi página web, seguida de sentidas expresiones de pesar. Transcribo algunas de esas voces de solidaridad frente a la infausta noticia que se veía llegar:

“Despides bellamente a un ser humano muy valioso y valiente. A un escritor que honra las letras de nuestro país” (Esperanza Jaramillo, Armenia). “No entendemos la muerte y, a veces, cuando alcanzamos a estar listos para irnos, nos hemos dado cuenta de que no entendimos lo que vivimos. Por el amigo que se está yendo, un abrazo estrecho de gratitud (Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá). “Qué triste debe ser escribir una nota para despedir a un amigo, pero también satisfactorio hacerle el reconocimiento público de los méritos cuando está aún vivo” (Eduardo Lozano Torres, Bogotá). “Qué valentía la de Soto Aparicio. Coger al toro por los cuernos. Examinar el dolor mientras se sufre. Eso para mí es heroísmo” (Gloria Chávez Vásquez, Nueva York). “Dolorosa la noticia y admirable la valentía de Fernando para enfrentar lo irremediable. Está dándole la cara con el arma que mejor conoce: la literatura” (William Piedrahíta González, Miami).

Como dice José Miguel Alzate, hoy están en el olvido grandes figuras de la literatura colombiana. Entre ellas, Eduardo Caballero Calderón, uno de los escritores más prestantes que ha tenido el país, quien hace poco fue recordado a través de Siervo sin tierra y de una serie de crónicas televisivas sobre la hacienda de Tipacoque.

Cuando falleció Soto Aparicio, me hicieron una entrevista y en ella me preguntaron cuántas obras de su larga producción pensaba yo que se salvarían del olvido, y respondí que no más de tres o cuatro. Entre ellas, La rebelión de las ratas, su creación cumbre –de eterna memoria–, que escribió a muy corta edad y que por ironía fue la que le abrió las puertas de la fama.

Lo mismo ocurre con Álvarez Gardeazábal respecto a Cóndores no entierran todos los días. En realidad, no se necesita sino una obra para pasar a la inmortalidad, y esto nos lo enseña Juan Rulfo con su imperecedera novela Pedro Páramo, de minúscula brevedad –apenas cien páginas–, en la que aprendió García Márquez a ser novelista.

Cuenta el periodista caldense que encontró en una librería de Ibagué el libro Fernando Soto Aparicio frente al espejo, de Caza de Libros, donde aparecen comentarios de varios escritores, entre ellos uno mío. He escrito muchos artículos sobre Soto Aparicio. Durante largo tiempo mantuvimos una estrecha e inquebrantable amistad. No puedo olvidar que fue él quien llevó a la televisión, en 1987, mi novela inaugural Destinos cruzados, que escribí a los diecisiete años de edad. Con ella inició RCN sus telenovelas nacionales. Y a través de ella refrendo este conmovido recuerdo.

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El Espectador, Bogotá, 20-V-2023. Eje 21, Manizales, 18-V-2023. La Crónica del Quindío, Armenia, 21-V-2023.

Comentarios 

Muchas gracias por recordarnos a ese gran ser humano y escritor que fue Fernando Soto Aparicio, a quien conocí personalmente en tu casa y de ahí surgió mi amistad con él. Mercedes Medina de Pacheco, Bogotá.

Regresando del profundo Boyacá, encuentro tu bella y sentida columna sobre Soto Aparicio, la que lo honra a él y a tu gran amistad. Estuve en Chiquinquirá y me sorprendió muy gratamente el homenaje callejero que le hicieron al poeta Julio Flórez al cumplirse este año los cien años de su muerte. Nos toca cuidar la memoria de los escritores y poetas, hasta el final de nuestros días. Eduardo Archila Rivera, Bogotá.