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Entradas Etiquetadas ‘Panorama nacional’

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

 Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

La ciudad fantasma

sábado, 16 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace 30 años, el 3 de diciembre de 1993 –un día después de cumplir 44 años de edad–, Pablo Escobar caía abatido en el tejado de una sencilla casa donde se refugiaba en el barrio Los Olivos de Medellín. Desde 17 meses atrás, cuando se voló de la lujosa cárcel llamada La Catedral, lo perseguía el Bloque de Búsqueda formado por miembros de la Policía Nacional, el Ejército Nacional y las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos.

Según la revista Forbes, se calculaba su fortuna en 8 mil millones de dólares, constituida por dinero, edificios, fincas y más de 500 inmuebles. Con la dinamita derribaba edificios, aviones, centros comerciales, sedes periodísticas, y con su ímpetu salvaje arremetía contra las autoridades, las instituciones y quienes pretendieran obstaculizarlo. Era uno de los hombres más ricos del mundo, y el más buscado a comienzos de los años 90.

Estuve en Medellín a finales de 1990, es decir, 3 años antes de su muerte, en una labor bancaria que duró 2 meses. Me correspondió, por lo tanto, conocer y vivir la época más tenebrosa del pánico que mantenía paralizada la ciudad y horrorizados a los habitantes. Medellín parecía un fantasma. A las 6 de la tarde la gente corría a sus hogares, y la urbe quedaba desierta, como si se tratara de un inmenso cementerio.

Quien se expusiera al azar de las calles corría el riesgo de morir bajo el fragor de las balas. Pablo Escobar ofrecía 1 millón de pesos por policía muerto. ¿Cuántos policías murieron en esa operación? Se habla de 657 entre los años 89 y 93. Lo que sucedía en Medellín se extendió al país entero al decretar el capo la guerra total contra el Estado. Imposible suponer ese grado de insania en una persona. Pero él no era un ser humano, sino un monstruo. A Hitler le heredó el instinto aniquilador.

En una alcaldía municipal descubrí el libro También fui Espectador, y supe por el funcionario que Escobar lo había enviado a los alcaldes con la intención de desacreditar a la familia Cano Isaza. El autor del libro, José Yepes Lema, había salido resentido con El Espectador tras prestar allí varios años de servicio, y elaboró la obra para difamar a sus antiguos patronos. Texto tergiversado e injusto que le cayó de perlas al facineroso para darle impulso a ese sucio memorial de agravios dirigido contra quienes lo atacaban desde el periódico.

Con su muerte, Colombia volvió a respirar. Fue el mayor asesino del país, autor de 5.000 homicidios y de la peor época de terror y sevicia. Hasta tal punto llegó su saña diabólica, que grandes figuras de la vida nacional, como Rodrigo Lara, Luis Carlos Galán, Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos, Enrique Low Murtra, no se escaparon a su maldad y sed de venganza. Había nacido con el odio en el alma. Y murió como un ser rastrero que huía de casa en casa, cual otro fantasma, con 20 kilos de sobrepeso, en busca de un escondite que no encontró. Con el tiempo, su fortuna se esfumó.

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Eje 21, Manizales, 14-XII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 17-XII-2023.

Comentarios

Este es un escrito para la memoria histórica de los colombianos. Quienes vivimos ese horror agradecemos a nuestras Fuerzas Armadas el permitir respirar otros aires después de que el “imperio” de Pablo Escobar cayó. Eran tiempos donde cualquier ruido atemorizaba, y ver morir injustamente tantas personas afligía el alma. A eso no podemos volver: el país derramó mucha sangre y hoy, en esos 30 años recorridos, entendemos que el mal se puede apoderar de todos y que somos más los buenos que queremos para Colombia tiempos de paz. Nuestro bello país se lo merece. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Ingratos recuerdos de esa funesta época. No se explica uno cómo puede existir un ser humano con esa mente tan perversa. También por funciones de mi trabajo me tocó viajar a Medellín varias veces por esos años previos a la muerte del criminal y pude comprobar la soledad que se vivía después de las seis de la tarde. Era impresionante. Ojalá no volvamos a tener un monstruo de esos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Leí el artículo sobre la ciudad fantasma y recordé esos terribles años que nos tocó vivir. Los colombianos no debemos nunca olvidar el terrible daño que le ha hecho el narcotráfico a nuestro país. Eduardo Archila Rivera, Bogotá.

El azote del suicidio

sábado, 16 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Se calcula que en el mundo se suicidan cada año más de 700.000 personas. En Colombia, el número entre enero y julio de 2023 fue de 1.810, lo cual representa un aumento del 16 % frente al mismo periodo de 2022. En el Quindío, los muertos llegaron a 39 entre enero y julio, frente a 42 de todo el año anterior.

Se trata de una calamidad pública que, lejos de disminuir, se incrementa año por año. Esto ya lo he tratado en otras ocasiones, y cuando me detengo en las cifras, me estremece la dramática realidad. En el Quindío, nada ha variado en medio siglo. Este medio siglo es el que queda atrás desde mi estadía en la región, periodo en el que presencié desgarradoras escenas que dejé reflejadas en una de mis novelas.

Como lector constante de los periódicos de Armenia, encuentro repetidas noticias que dan cuenta no solo del percance de gente mayor que atenta contra su vida, sino de menores de edad que adoptan la fatal determinación movidos, sobre todo, por la depresión. Tal el caso de una niña de 14 años que, al no soportar el fallecimiento de su madre, que se había lanzado al río Otún en Risaralda, acabó con su existencia en un barrio de Armenia.

Habría que pensar que en el ámbito hogareño de esta niña pesaban otras circunstancias graves, y el suicidio de la madre fue la causa que desencadenó la tragedia. Los motivos que llevan al suicidio son múltiples, y cada situación, por sencilla que parezca, puede obnubilar la mente y provocar el desenlace insalvable.

La frustración, el aislamiento, la tristeza, el desempleo, el hambre, la decepción amorosa, la falta de afecto de los padres o hermanos, la enfermedad, y hasta un defecto físico, son factores concomitantes que nadie puede ignorar y a los que no se les presta el cuidado necesario. Los métodos que se emplean son diversos, y todos macabros: tirarse desde un puente o un edificio, consumir una sustancia letal, dispararse un arma…

Hablamos de los casos sucedidos en Colombia, que son los que se publican en la prensa o se comentan entre los familiares, pero no de los intentos de suicidio, que según cifras oficiales llegan a 30.000. En este guarismo aterrador se esconden quienes mañana, de todas maneras, llevarán a cabo su decisión, la que seguía latente en su intimidad como una tara invencible. Nadie está exento de esta adversidad. Es bueno saber que el 40 % de los colombianos ha sufrido algún trastorno mental en su vida.

Cada suicida queda gravitando en las familias como un lamento, o un castigo, y pasa a las generaciones siguientes como una mancha que nunca se borra. Ante este panorama sombrío, triste es admitir que la salud del espíritu no tiene la atención que requiere. En el momento actual, mientras el Gobierno pierde el tiempo en discusiones bizantinas, busca destruir el sistema de la salud con el socorrido argumento de que implantará otro superior. Esta actitud es tan falaz como demagógica.

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Eje 21, Armenia, 29-XI-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 3-XII-2023.

Comentarios

A mí también me ha llamado siempre la atención este fatídico hecho de quitarse la vida. Cuando ocurren suicidas de personas reconocidas mundialmente, encuentro un común denominador: son ateas. Creo que el estar lejos de Dios agudiza la enfermedad del alma y de la mente e impulsa a tomar este tipo de decisiones fatales. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Lamentablemente es la realidad que vivimos. Circasia es el municipio quindiano donde a diario suceden más tragedias que enlutan a las familias. Es triste que esta realidad no se afronte desde los colegios. Raquel Martínez Aguirre, Armenia.

La salud del Presidente

sábado, 16 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Ya se ha perdido la cuenta de las veces que el presidente Petro ha dejado de asistir a actos agendados. Esto nunca había ocurrido con ningún otro presidente. El hecho se ha repetido una y otra vez, incluso en ocasiones solemnes. Al respecto, el Palacio de Nariño, cuando no el propio mandatario, han dado explicaciones que se apartan de la lógica.

Frente a esta situación reiterativa –e irrespetuosa de los cánones establecidos–, el país piensa que Petro no está en sus cabales. No es aceptable que él desprecie de esta manera la dignidad de las personas y de las instituciones. Y creció el rumor de que padece alguna enfermedad incontrolable. María Jimena Duzán puso el dedo en la llaga al sugerirle que si tenía alguna adicción, como los hechos parecían indicarlo, “debería sincerarse, primero con usted mismo, y luego con el país que lo eligió”.

Y agregó: “Los adictos, sin darse cuenta, crean un mundo mitomaniaco que niega su condición, que los obliga a mentir y que les hace mantener un patrón de conducta en el que aparecen los retrasos, las desapariciones repentinas y en el que la persona asume un comportamiento errático”. Por toda respuesta, él manifestó: “La única adicción que tengo es al café por las mañanas”. Esto suena a evasiva. Y tiene tono arrogante.

La salud del Presidente es un asunto de interés público. De ella depende el buen manejo del Estado. En la historia del país existen varios casos notables que vale la pena recordar. Manuel Antonio Sanclemente, el mandatario de mayor edad en la historia colombiana –84 años–, y que tenía contextura frágil y enfermiza, gobernó –si esto es gobernar– entre 1898 y 1900. Lo apoyaba Miguel Antonio Caro, que estaba interesado en que más tarde asumiera el mando el vicepresidente José Manuel Marroquín. El presidente titular no pudo asistir al acto de su posesión por motivos de salud, y después gobernó desde Villeta por el mismo motivo. Y fue derrocado por su vicepresidente.

Laureano Gómez fue elegido presidente para el periodo 1950-1954, pero solo gobernó entre 1950 y 1951, pues llegó con salud deteriorada tras ardua lucha política, lo que le ocasionó un síncope cardiaco, o un derrame cerebral (no hay seguridad al respecto). En su reemplazo se desempeñó el designado Roberto Urdaneta Arbeláez. Y vino el 13 de junio, cuando Gómez se reintegró al poder, pero el general Rojas Pinilla lo depuso mediante un golpe de Estado.

El presidente Barco (1986-1990) ya poseía signos de demencia cuando llegó al poder. El mal fue avanzando, y esto desembocó en el hecho de que, como lo afirmó Semana, Germán Montoya, el secretario general, fue “quien realmente tomaba las grandes decisiones en Palacio”, según lo afirmaban varios opositores.

Caso ejemplar el de Juan Manuel Santos, que con franqueza anunció que le había sido pronosticado un cáncer de próstata, hecho que debía conocer la opinión pública. La cirugía resultó exitosa, y de esta manera siguió en ejercicio de su cargo.

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 Eje 21, Manizales, 16-XI-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 19-XI-2023.

Comentarios

Excelente columna. Sin salud física, mental o emocional es imposible gobernar bien. Y buen recuento histórico. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

La salud puede tambalear en cualquier momento y no tiene edad establecida para hacerlo. Las adicciones son también una enfermedad. El presidente decidió hacer lo contrario: esconderse, y al no dar la cara en sus malas acciones, está permitiendo que salgan muchas versiones de las diferentes posibilidades y todas apuntan a mala salud, que puede ser física o mental. Estar en manos de una persona con estas características “mitomaniacas” es un peligro para nuestro país. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Muy oportuna nota recordando a los presidentes que durante su mandato sufrieron desórdenes de salud, afectando la capacidad para gobernar. La alusión que se hace del caso de Petro está sobre el tapete hoy día a raíz de sus frecuentes desplantes e incoherencias que ponen en duda la plenitud de su capacidad mental para dirigir el país, como bien lo insinuó María Jimena Duzán. Veremos qué sucede. De lo que sí estoy seguro es de su megalomanía. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

 Muy ilustrativo comentario. La duda se acrecienta cada vez que Petro debe manifestarse, porque lo de hoy, sobre el nuevo presidente de Argentina, primero augurando un porvenir oscuro para esa nación y horas más tarde felicitando al nuevo mandatario, no parece tener la sindéresis de un dirigente de la nación que siempre ha mostrado un maravilloso uso del lenguaje. Josué López Jaramillo, Bogotá.