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Un jesuita en el camino

martes, 25 de abril de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Una de las columnas que más leí en época ya lejana –hasta que dejó de publicarse– fue la que aparecía los domingos en El Tiempo, titulada Un alto en el camino, del jesuita Alfonso Llano Escobar. Escrita durante 36 años, abarca 1.600 artículos, los que están recogidos en 11 volúmenes. Ha sido uno de los periodistas más constantes y prolíficos del país, y es además autor de más de 30 libros.

Durante su largo ejercicio sacerdotal se dedicó a difundir la palabra de Cristo –que fue siempre el orientador de su vida– con lenguaje claro y al alcance de todos. Trataba temas relacionados con la fe y con los conflictos del hombre, y los exponía con audacia, sentido reflexivo y ánimo controversial. Su columna era una de las más atrayentes y convincentes de la prensa nacional. El ejemplo de lo que predicaba está reflejado en su propia vida, que trasmitía sencillez, sabiduría y solidaridad con la gente.

Nació en Medellín en 1925 y murió en Bogotá en 2020. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1941 y fue ordenado sacerdote en 1956. Se graduó en Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana, y perfeccionó esos estudios en universidades de Roma. Dirigió el instituto de Bioética de la Javeriana y de la fundación Centro Nacional de Bioética. Toda la vida fue un estudioso de las complejas materias de un mundo en constante evolución y conflicto, y así mismo difundía y debatía los grandes problemas humanos.

En materia religiosa, le surgieron problemas con jerarcas de la Iglesia católica en asuntos relacionados con los anticonceptivos, la resurrección de Cristo y la virginidad de María, entre otros. Varias veces se refirió a la tesis “ascendente” según la cual a Cristo hay que considerarlo un hombre normal, con padres y hermanos, a quien Dios hizo su hijo debido a su perfección. Esa tesis no le da credibilidad a la virginidad de María, ya que Cristo nació hombre.

Y estalló el conflicto mayor para el valiente y erudito jesuita. Se habló de una “herejía”, y el caso fue a dar a Roma. La jerarquía colombiana, encabezada por el cardenal Aníbal Muñoz Duque, le prohibió ejercer el sacerdocio. Y, además, la vocación de escritor. “La relación con el obispo de Bogotá, monseñor Pedro Rubiano, venía tensa”, revela el padre Llano, y agrega: “…no se me permitió despedirme de mis lectores ni podía responder a entrevistas: solo me quedaba obedecer y callar. La Inquisición quedaba corta”.

Todo esto lo revela el jesuita en su libro póstumo –sus memorias– ¡Soy libre!  (Intermedio Editores), prologado por Roberto Pombo, exdirector de El Tiempo. La censura que recibió viola el artículo 18 de la Constitución colombiana, que consagra la libertad de expresión y establece que “nadie será molestado por razón de sus convicciones ni compelido a revelarlas ni obligado a obrar contra su conciencia”. He leído con mucho interés este libro estremecedor, y estoy atónito frente al castigo a que fue sometido el ilustre discípulo de Ignacio de Loyola.

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El Espectador, Bogotá, 22-IV-2023. Eje 21, Manizales, 20-IV-2023. La Crónica del Quindío, Armenia, 23-IV-2023.

Comentarios 

Lamentable fue la censura aplicada al padre Llano. Yo también leía sus artículos y sentí mucho lo sucedido. Me gustaban su enfoque humanístico, su claridad y calidez, entre otros aspectos. Elvira Lozano Torres, Tunja.

También yo fui un lector asiduo del padre Llano. Me pareció un erudito en materia religiosa y sus conceptos liberales siempre eran claros y libres. Esos conceptos «ofendieron» a la cúpula de la Iglesia católica colombiana, que de una manera grosera lo vetaron y le coartaron la libertad de expresión en forma abusiva y obsoleta. Típicos inquisidores. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Opiniones de lectores de El Espectador

Como de costumbre, una excelente columna. ¿Y de qué sorprenderse con la santa inquisición que prevalece en la multinacional de la depredación sexual de su grey, la pedófila Iglesia católica? Atenas.

Totalmente de acuerdo con usted: el padre Llano, un humanista. Castigado por la nueva inquisición enquistada en el Vaticano. Jorge.

Hasta en las mejores familias se cuecen habas. La Iglesia católica siempre ha sido dogmática. Lo que dice es palabra sagrada. “Se calla y punto”. Ana.

Si así se comportan los emisarios de Dios en Colombia, ¿qué podemos esperar de los poderosos que se consideran no emisarios sino representantes? Magdalena.

Como estamos hablando de transgresores del dogma católico y de las «ovejas perdidas» en la institución terrenal de la Iglesia católica, apostólica y romana, traigo a colación otros tres nombres de esa variante: los obispos Hélder Cámara y Frei Betto y el sacerdote Leonardo Boff. Hablar de la Teología de la Liberación en América Latina es sinónimo de esos nombres referidos. Leerlos es ver la otra cara (la pobre y marginada) de este continente. Una visión lúcida y valiente de nuestra historia. Shirley.

La Cápsula de “El Tiempo”

miércoles, 29 de marzo de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Retrocedamos 40 años: 3 de marzo de 1983. Aquel día, a las 11:05 de la mañana, era enterrada la Cápsula de El Tiempo en los jardines del periódico. Circulaba la edición 25.000, y con ese acto los lectores de entonces enviaban un mensaje a los lectores de la edición 50.000, hecho previsto para el 24 de junio de 2052 (69 años, 3 meses y 21 días después). En la ceremonia estaban presentes los directivos de El Tiempo y el doctor Belisario Betancur, presidente del país, acompañados de numeroso público.

Para llevar a cabo el acto, el periódico había solicitado a sus lectores que sugirieran ideas sobre los objetos que debían recogerse como distintivos de la cultura que entonces existía. Y llegaron miles de cartas. Los 69 años que iban a transcurrir hasta la apertura de la cápsula representan 25.316 días. Hasta hoy se ha recorrido el 58 % del total del camino (40 años), y queda por recorrer el 42 % (29 años).

En la cápsula están depositados 1.408 objetos representativos de diferentes expresiones culturales. Los habitantes del año 2052 se encontrarán con objetos que no existirán en aquellos días, y que pueden considerarse muestras de museo, y apreciarán grandes testimonios del talento y los sistemas de la vida imperantes en épocas remotas.

En el campo bibliográfico, el acervo aportado es amplio. Veamos algunos títulos: Aguja de marear, de Otto Morales Benítez; El estudiante de la mesa redonda, de Germán Arciniegas; El cuento colombiano (2 tomos), de Eduardo Pachón Padilla; colección completa de las obras de Gabriel García Márquez; Diccionario de escritores colombianos, de Luis María Sánchez López; Colombia amarga, de Germán Castro Caycedo; La Gruta Simbólica, de José Vicente Ortega Ricaurte.

Todo el patrimonio seleccionado se encuentra protegido en 19 cajas divididas por colores, en las cuales se exhiben los grandes temas de la vida nacional, como el político, el económico, el religioso, el de la violencia, y además se ofrece un panorama sobre la idiosincrasia del país en los campos artísticos o folclóricos.

Los habitantes del futuro se enterarán de canciones famosas, como Soy boyacense, de Héctor J. Vargas; Espumas, de Jorge Villamil; Ay mi llanura, de Arnulfo Briceño, o La casa en el aire, de Rafael Escalona. Y descubrirán objetos curiosos, como la primera lavadora que se usó en el país; un escapulario, de los que hoy viajan en los taxis; un chupo para niño, o las armas que empleaban las Fuerzas Militares.

Con gran sorpresa me enteré de que dos de mis libros habían sido incluidos en la Cápsula de El Tiempo: El sapo burlón (1981), colección de cuentos publicada por la Biblioteca Banco Popular, y Caminos (1982), crónicas editadas por la Gobernación del Quindío. A un amigo que me felicitó por ese hecho, hace 40 años, le dije: “Aspiro a que mis descendientes descubran en el año 2052 un gerente de banco que aparte de hacer cifras también escribía mensajes para la posteridad”.

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El Espectador, Bogotá, 25-III-2023. Eje 21, Manizales, 23-III-2023. La Crónica del Quindío, 26-III-2023.

Comentarios 

Excelente información para muchísimos colombianos que ignoran sobre este gran «paquete» de artículos que en buena hora los directivos de El Tiempo idearon. Me imagino las caras de sorpresa y admiración de quienes dentro de 29 años descubran esa valiosa colección de objetos allí consignados. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Extraordinario artículo que me hizo retroceder a las noticias de la época, cuando se selló la Cápsula de El Tiempo. Por aquellos años hacía tránsito de mi vida universitaria al azaroso mundo de los primeros escarceos laborales. Para mí fue fantástico ese acontecimiento: nunca supe si era un viaje al futuro desde 1983 o uno al pasado desde 2052. Hoy pienso que la Cápsula de El Tiempo, más que un viaje en el tiempo, es un reencuentro con nosotros mismos en medio de una modernidad avasallante. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

Me siento muy orgullosa de que hubieran elegido El sapo burlón y Caminos para integrar la muestra significativa de una época de nuestro país, que más adelante va a ser conocida por las nuevas generaciones. Qué alegría saber que esos dos libros, que Valeria y sus amigas conocerán, son parte de mi papá. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Luto en el periodismo

domingo, 4 de septiembre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Honda consternación me ha causado la muerte de Evelio Giraldo Ospina. Es una de las figuras más destacadas del periodismo caldense, en el que cumplió brillante labor durante toda una vida de entrega al noble oficio. En los últimos años, desde que fundó el portal Eje 21, se hizo más evidente aún su presencia en la vida regional, que no solo abarcaba su propio departamento, sino todo el Eje Cafetero como comunidad unida por los mismos ideales y nexos históricos.

El crecimiento de Eje 21 ha sido asombroso. Paso a paso fue conquistando simpatía en las tres comarcas cafeteras, y al paso de los días extendió su área de influencia a otras latitudes, hasta el punto de que hoy son consultadas sus páginas por 30.000 lectores diarios, no solo de Colombia sino del exterior. Evelio, periodista integral, desempeñó su misión con profesionalismo ejemplar, con independencia de criterio y con la mira siempre puesta en los altos intereses de la comunidad. Hombre serio, amable y pulcro, deja rastros de caballerosidad en quienes lo conocieron, y sobre todo en quienes compartieron el compromiso de llegar a la gente con noticias frescas, con opiniones libres y con censuras ponderadas sobre las desviaciones de la vida pública.

Fue, sin duda, un modelo de lo que debe ser el periodismo responsable y eficiente. Esto lo aprendió y lo ejerció en otros medios de comunicación, desde vieja data, y lo puso en práctica, al más alto nivel, desde su propio periódico. Admiré siempre la rapidez con que recogía las novedades de cada día, más aún, de cada hora: cuando yo buscaba una noticia de actualidad, estaba seguro de hallarla en el diario manizaleño, por lo general antes de que periódicos nacionales la difundieran. El periodismo le bullía en las venas, y como me dijo alguna vez, su afán cotidiano estaba en adelantarse a otros medios y ganar lectores y adhesiones.

Se nos va todo un exponente de la noble profesión que pide abnegación y sacrificios para poder subsistir. Hoy el periodismo no es el de antes, porque han llegado distorsiones y sobre todo falta de vocación y mística para ejercerlo. El Eje Cafetero está de luto con el fallecimiento de Evelio Giraldo Ospina. La noticia, además, repercute en la prensa nacional.

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El Espectador, Bogotá, 3-IX-2022.
Eje 21, Manizales, 2-IX-2022.

Comentarios 

Yo también estoy muy triste; hablé con Evelio varias veces este año a raíz de ese cáncer que lo hizo sufrir tanto. Estaba muy preocupado con Eje 21. Van partiendo los amigos, es una lástima. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Como quiera que la muerte no da tregua personal ni tampoco intelectual, quedan los afectos intactos y el trabajo como testigo fundamental del paso por la vida de un personaje tan serio, influyente y comprometido con su gran pasión: el periodismo. Así avanza la vida, con una risa y también con un llanto. Inés Blanco, Bogotá.

Siento mucho la muerte de este importante periodista y lo que representa para Manizales y toda Colombia. Te acompaño en esta pena. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

El deceso de Evelio nos lleva a recapacitar, repensar y reiterar lo que él encarnó y enseñó, no propiamente con su ejemplar ejercicio del periodismo, sino con el apostolado periodístico con el que sirvió a su comunidad. Donde quiera que se encuentre brillarán sus condiciones y cualidades personales. Luis Carlos Gómez Jaramillo, Cali.

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¡Aplausos, Juan Gossaín!

domingo, 24 de abril de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

La vida de Juan Gossaín en San Bernardo del Viento transcurría entre la lectura, la escritura y los tableros de dominó. En el campo laboral, era empleado en un molino de arroz (iba a decir “en un molino de viento”, siguiendo los pasos de don Quijote). El único diario que circulaba en el pueblo, con solemne parsimonia, era El Espectador, a cuya lectura se fue aficionando con alegre empatía. Algún día envió, sin mayor pretensión, y probando suerte, un escrito al diario bogotano. Y siguieron ocho o diez artículos más.

Cuál no sería su sorpresa cuando días después le llegó la invitación de don Guillermo Cano, director de El Espectador, para que viajara a Bogotá para hablar con él sobre el campo del periodismo. Los Cano eran especialistas en descubrir nuevas vocaciones. Así se inició el nexo de Juan Gossaín con El Espectador. En poco tiempo, sus crónicas alzaron vuelo y conquistaron infinidad de lectores en el país.

Su paso por Bogotá se prolongó hasta comienzo de los años 70 del siglo pasado. Luego se trasladó a Barranquilla como jefe de redacción de El Heraldo durante ocho años. Entre 1984 y 2010 desempeñó, con lujo de competencia, el cargo de director nacional de noticias de RCN. Luego, en la edad del retiro y el descanso –una utopía en su caso–, se residenció en Cartagena, donde no ha dejado de ser periodista: hoy son famosas sus crónicas de profundidad investigativa en El Tiempo, en las que aborda grandes temas de la vida nacional y escudriña, con su peculiar gracia y amenidad, diversas facetas de la cultura, las costumbres y la idiosincrasia colombianas.

Y le ha quedado tiempo para escribir libros de narrativa y otros géneros, sin descuidar su compromiso como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, a la que ha aportado sustantivos estudios. Entre los honores recibidos están el premio Simón Bolívar y el del Círculo de Periodistas de Bogotá a la vida y obra de un periodista, fuera de doctorados universitarios y diversas distinciones. En suma, una trayectoria ejemplar, infatigable y constructiva, que enseña lo que valen la constancia, el estudio, el ingenio, el esfuerzo y la creatividad.

¿Qué está pasando con los call centers?, pregunta en reciente artículo de El Tiempo. Hace allí un crítico análisis sobre este invento perverso de la época moderna que ha invadido la paz de las familias, ha aumentado el desempleo y se convirtió en sistema desesperante. A toda hora, incluso en las del almuerzo y las nocturnas, suena la voz de algún empleado de ese sistema que ofrece increíbles planes bancarios, fantásticos avances de la telefonía celular, cambios del mobiliario doméstico, préstamos sin fiador, etcétera, etcétera.

“Hablan tan rápido –dice el artículo–, y con un tono tan autoritario, que no se les entiende ni jota. No respetan la intimidad de la gente ni la privacidad del teléfono”. Gracias, amigo Gossaín, por poner el dedo en la llaga en este método torturante de nuestros días. 

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El Espectador, Bogotá, 9-IV-2022.
Eje 21, Manizales, 8-IV-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 10-IV-2022.

Comentarios 

Qué grato es volver a tener noticias tuyas. Y gracias por tu artículo, generoso y noble con este servidor y amigo. Para mí tus palabras son una voz de aliento que me estimula a seguir escribiendo mis crónicas. Te mando dos abrazos: uno de cariño y otro de gratitud. Juan Gossaín, Cartagena.

Qué buen artículo. Y qué ciertos los méritos de Juan Gossaín a que haces referencia. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Con relación a las muy frecuentes e impertinentes llamadas de bancos y empresas de telefonía, para ofrecer sus productos o servicios, puedo dar testimonio de lo descrito por Gossaín en su artículo. La persona que llama, después de saludar con el cacareado “¿cómo se encuentra usted el día de hoy?», empieza a disparar un apresurado e ininteligible rollo que lo deja a uno pensando si el teléfono está fallando o si uno sufre algún grado de hipoacusia (…) Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Juan Gossaín, dotado del talento y dedicación desmesurada a su labor en todos los campos de la comunicación, ha hecho, sin duda alguna, las delicias de los lectores y contribuido grandemente al progreso de los periódicos y emisoras donde ha prestado su eficiente servicio. Merece todos los reconocimientos y aplausos. Inés Blanco, Bogotá.

Qué bello artículo sobre Juan Gossaín: lo comparto totalmente. En mis años de auditor interno tuve la oportunidad de auditar un call center de españoles y pude ver cómo esas compañías explotan a esos muchachos de una manera miserable, y por otro lado tratan de lavarles el cerebro haciéndoles creer que ese es el mejor lugar para trabajar; obviamente que el trabajo es inhumano, con salarios muy bajos, y además los obligan a que invadan la privacidad de las personas y se aprovechan del desempleo de este país. José Miguel Páez Barón, Bogotá.

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Medio siglo en las letras

miércoles, 8 de diciembre de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

En 1971, siendo gerente de un banco en Armenia, publiqué mi primer libro, la novela Destinos cruzados, escrita en Tunja a los 17 años, y que vio la luz en medio de la expectativa de los escritores quindianos, que dudaban de la idoneidad del escritor en ciernes. En efecto, las cifras y las letras nunca han sido compatibles. Se rechazan, aunque a veces se dan la mano. Ese mismo año, el Magazín Dominical de El Espectador publicó con honores mi primer cuento, El sapo burlón, dentro de un concurso promovido por el periódico. 

No quiero despedir el 2021 sin celebrar con mis amables lectores el medio siglo cumplido en el arduo y al mismo tiempo gratificante oficio de escribir. Es el oficio más bello del mundo, y también el más solitario. Mis primeras lecturas en Tunja, ciudad propicia para el sosiego y la reflexión, fueron Madame Bovary y La prima Bette, integrantes de la serie Grandes novelas de la literatura universal, de la editorial Jackson de Buenos Aires.

Esa fue mi primera biblioteca, que siempre me ha acompañado, y está constituida por 32 volúmenes y 62 novelas ejemplares. Conforme avanzaba por el mundo fantástico de la narrativa, más me mordía el gusanillo del escritor que dormía en mis venas. Y un buen día tuve el atrevimiento y el coraje, incitado por las obras maestras que devoraba noche tras noche, de ser también novelista.

Inicié Destinos cruzados en un cuaderno escolar que supo de mis vigilias y mis ardores literarios, hasta que un año después tuve que suspender el proyecto novelístico, que ya iba en el 80 %, para trasladarme a la selva del Putumayo, donde continué mi vida laboral. A mi regreso, recuperé el bendito borrador que estaba escondido, como un huérfano indefenso, en el fondo del baúl protector donde por poco se extingue bajo la humedad del clima tunjano.

Años después, Fernando Soto Aparicio conoció la novela, ya editada, y se interesó por llevarla a la televisión, como en efecto ocurrió: con ella inició RCN, en 1987, sus telenovelas nacionales. “¡Lo que puede la edición!”, dijo el poeta chocoano Ricardo Carrasquilla (1827-1886), quien nos anima a los “pobrecitos escribidores” –en palabras de Larra– a no quedarnos inéditos. En mi caso, esto se traduce en 13 libros  publicados y 2.000 artículos de prensa.

Quien quiera ser escritor debe saber que este no es un camino de rosas. Al revés, lo es de espinas, privación y sacrificio. Tarea exigente que reclama paciencia, consagración y altas miras para no conformarse con  la mediocridad de la vida y de la propia escritura. “Escribe con sangre –dijo Nietzsche–, y sabrás que la sangre es espíritu”.

Quiero celebrar este medio siglo con la evocación de las dos obras citadas, la novela y el cuento inaugurales, que constituyen el eje de toda mi producción. Y siguieron textos constantes trabajados con empeño, esfuerzo y rigor. Desde entonces, la mente no ha dejado de pensar.

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El Espectador, Bogotá, 4-XII-2021.
Eje 21, Manizales, 3-XII-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-XII-2021.

Comentarios 

Qué buen trabajo. Pero, sobre todo, somos tus lectores quienes más disfrutamos y nos beneficiamos con tu don para hacerlo. Has tenido una disciplina digna de imitar. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Bien celebrado el medio siglo con la magnífica reseña autobiográfica. Siempre te leo con atención y admiración. Esperaré la columna del siglo. Alpher Rojas, Bogotá.

Mis congratulaciones por su loable doble esfuerzo de trabajar, para algunos en asunto de precario esfuerzo mental –yo también lo viví y lo alterné con el emprendimiento–, y su dedicación intelectual. Es innegable la calidad de sus escritos. Enhorabuena. Atenas (mensaje a El Espectador).  

Cumplir las bodas de oro en el oficio y arte de escribir es un logro muy meritorio, pero haberlo logrado escribiendo bien, como es tu caso, es sobresaliente. Ese recorrido, como lo anotas en tu artículo, se hace con dificultades y a veces es tortuoso, pero a la postre gratificante. Para mí ha sido muy grato haberme encontrado, aunque tardíamente, con tus escritos y tu amistad y espero seguir disfrutando de ellos por mucho tiempo más. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Cincuenta años de amor, pasión y consagración al difícil y gratísimo oficio de escribir. Amén del feliz resultado de 13 libros y 2.000 artículos y todo cuanto vendrá de tu pluma inagotable. Este afortunado balance no es venido del azar, sino el resultado del impulso interior, la disciplina, la investigación y el gran placer de llenar cuartillas que se han convertido en letras de molde, para solaz espiritual y alegría para los lectores. Bien se dice que el escritor y el poeta y el artista, en general, son los cronistas del tiempo que les ha correspondido vivir. Brindo por la palabra, la soledad, la calidad y cualidad de tus obras, con el mismo regocijo con el cual fueron escritas. Inés Blanco, Bogotá.

Medio siglo dedicado a las letras constituye una proeza que pocos pueden igualar. Reciba el más entrañable abrazo en esta fecha tan especial para el inicio de su brillante carrera literaria. Gustavo Valencia García, Armenia.

Nos ha contado Gustavo Páez Escobar, columnista y escritor, colaborado de El Espectador, Eje 21y otras publicaciones de aquí y del exterior, que ha llegado a sus cincuenta años de vida periodística y literaria. Gustavo es boyacense-quindiano. Les ha dado lustre a las letras de esos departamentos y goza de reconocimiento nacional.

Sus novelas, sus ensayos –Biografía de una angustia, sobre uno de los grandes de la poesía colombiana, Germán Pardo García, es uno de mis textos de cabecera–, sus columnas, son un ejemplo del bien escribir. Su castigado estilo, el encuentro de la palabra clara y precisa para expresar su pensamiento y del personaje, cuando de novela se trata, lo hacen un paradigma en el periodismo y en la literatura. (De la columna Salpicón navideño, de Augusto León Retrepo, Eje 21, Manizales, 12-XII-2021).