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Encuentro con Guillermo Cano

jueves, 6 de julio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

En 1971 se inició en Armenia mi carrera periodística en El Espectador, la que se traduce en 1.235 artículos de los 2.026 que he escrito en la prensa nacional. En nota de estos días comenté a mis lectores el motivo que tuve para retirarme este mes de dicha labor.

Desde mucho antes de pertenecer a la nómina de escritores del diario sentía profunda admiración por la figura de su director, Guillermo Cano, el periodista magistral que pasó a la historia por sus valientes actuaciones y vibrantes editoriales en los que defendía a todo trance la moral y atacaba los abusos de políticos y gobernantes. Fue un incansable jinete de la democracia, la justicia y el humanismo. Con su inmolación por Pablo Escobar conquistó la gloria eterna. Su brazo derecho era José Salgar, subdirector del diario, otro maestro de periodistas y practicante desde muy joven de las reglas de la comunicación.

Dentro de un concurso promovido por el Magazín Dominical tuve la suerte de ver, en mayo de 1971, galardonado en sus páginas el cuento que elaboré para dicho efecto, el cual me abrió las puertas de la literatura. A partir de entonces vieron la luz en el Magazín continuos escritos de mi autoría que alternaban con mis notas de opinión en la página editorial.

Sin embargo, yo no conocía a nadie en el periódico ni contaba con padrino alguno que me impulsara. Mis escritos se abrían camino por sí solos, y a la larga me permitieron asegurar bases firmes para afianzarme en la historia de El Espectador durante más de medio siglo. Los años 70 y 80 representan mi época dorada en el periodismo, y toda esta amplia trayectoria está ennoblecida por la entrega vital –ejercida con toda disciplina, rigor, ética y carácter– al que Albert Camus llamó “el oficio más bello del mundo”.

Dos o tres escritores envidiosos de Armenia –elementos que no faltan en ninguna parte–, al ver el éxito de mis artículos, se dieron a la tarea de difundir el infundio de que ese hecho obedecía a la palanca que yo tenía con los directivos del periódico. Ese rumor maligno llegaba con frecuencia a mis oídos, y yo lo dejaba pasar. No tenía por qué inmutarme.

Después de dos o tres años de incursionar en las páginas del diario, le pedí a Otto Morales Benítez, en un viaje que hice a Bogotá, que me consiguiera una entrevista con Guillermo Cano. Ardía en deseos de conocerlo, y las condiciones no se habían dado. Él me mandó decir que, aunque sufría un quebranto de salud en su residencia, con el mayor gusto me esperaba en su oficina del periódico. Por supuesto, me sentí apenado con su gentileza, y al mismo tiempo honrado con semejante gesto de generosidad.

Fue un encuentro hermoso, sensible e inolvidable, en el cual Guillermo Cano me manifestó que el periódico era el mío y que se sentía grato con mis colaboraciones. Al despedirme, sentí que algo grandioso había ocurrido.

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Eje 21, Manizales, 1-VII-2023. Nueva Crónica del Quindío, 2-VII-2023.

Comentarios 

Gracias por este lindo recuerdo que hoy nos compartes. Felicitaciones, y honra a tus escritos y al gran Guillermo Cano. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Desde todo punto de vista eres merecedor de una enorme felicitación por la actividad periodística y cultural que por espacio de cincuenta y dos años realizaste en El Espectador. Los temas de tus columnas siempre gozaron de gran acogida por los lectores, como lo comprueba este hecho de haber permanecido vigente más de medio siglo. Siempre recibo tus escritos con placer de lector agradecido. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Adiós a El Espectador

miércoles, 21 de junio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 (Carta a don Fidel Cano Correa)

Con mucho pesar me veo en el caso de comunicarle que he decidido retirarme de El Espectador después de 52 años de vinculación. Debo confesarle que no me atrae el blog que usted me ofrece, lo mismo que a otros periodistas, en lugar del espacio que ocupo como columnista habitual de la edición de internet. No me amañaría en él y, por lo tanto, lo indicado es el retiro.

Evoco con honda nostalgia e infinita gratitud el día en que don Guillermo Cano me abrió, en 1971, las puertas de El Espectador. En ese entonces era yo gerente de un banco en Armenia, y además tenía marcada mi vocación por la literatura y el periodismo. Actitud prodigiosa esta de don Guillermo que hizo destacar mis escritos tanto en la página editorial como en el Magazín Dominical durante los años 70 y 80. Esta es mi época dorada en el periodismo.

Por aquellos días, don Guillermo me envió este mensaje a propósito de un grave percance que sufrí en Armenia: “Lamentando profundamente el accidente que todos sus amigos y admiradores esperamos no tenga gravedad para continuar deleitándonos con su excelente prosa y su acertado criterio para tratar los diversos temas de actualidad nacional”. Años atrás, don José Salgar, subdirector del diario, me decía: “Ese estilo de lecturas es el que quisiéramos siempre ofrecer en nuestras páginas y en adelante estaremos atentos a prestar la mayor acogida a las colaboraciones que usted nos envíe”. Los tiempos eran otros.

Si traigo hoy a cuento estas nobles y gallardas expresiones, no lo hago por insana vanidad, sino para resaltarlas como los mejores galardones de mi desempeño en el periódico. Desempeño que se traduce en 1.235 artículos escritos en sus páginas (el 61 %) de los 2.026 que constituyen la totalidad de mis notas en la prensa nacional. Dos de mis primeros libros contienen material publicado en El Espectador y fueron escogidos para integrar la Cápsula de El Tiempo. Todo esto honra mi carrera periodística y lleva la marca de El Espectador, que me enaltece.

En el 2006, quise retirarme del periódico a raíz de una serie de fallas que presentaba la página virtual y que me causaban frecuentes molestias. Y usted, en forma muy gentil que supe valorar, me convenció de que no renunciara. Hoy, 17 años después, me comunica el traslado al blog. Le soy sincero: considero el blog un sistema marginal. Mi fibra es la de columnista de opinión dedicado de preferencia a los temas sociales y culturales. Seguiré exponiendo mis ideas en otros predios periodísticos.

Mi decisión de retirarme de El Espectador obedece, ante todo, a que juzgo ya concluido mi ciclo en sus páginas. Llegó la hora de desocupar. O como se dice en el lenguaje taurino: llegó la hora del arrastre. Es la propia ley de la vida. Todos mis artículos están guardados en mi página web, y además tengo los recortes de ellos en dieciocho volúmenes que fui formando a través del tiempo y luego mandaba empastar. No creo que ningún otro escritor o periodista mantenga esta organización. Mi archivo es una rareza. Queda de legado para mis hijos.

Expreso a usted mi gratitud por la publicación de mis notas, y lamento las dificultades de edición que me cuenta, que espero se solucionen pronto. Usted ha hecho, sin duda, ingentes esfuerzos por la subsistencia del periódico, y esto es digno de aplauso. Buena suerte, don Fidel.

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Eje 21, Manizales, 16-VI-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 18-VI-2023. El Muro, Bogotá, 18-VI-2023.

Comentarios

Es una pena tu retiro después de verter tu inteligencia y actitudes por tanto tiempo. Como persona envidiablemente organizada lamentamos esa ausencia de un diario tan querido. Jaime Lopera Gutiérrez (exgobernador del Quindío, expresidente de la Academia de Historia del Quindío).

Tus lectores de El Espectador te van a extrañar mucho. Diego Moreno Jaramillo (exministro de Desarrollo Económico, exgobernador del Quindío).

Cuando tocaban la diana de retirada, las tropas adiestradas para la guerra salían con el rabo entre las patas convencidos de una derrota. No es este su caso, mi querido y admirado amigo. Somos unos muebles viejos que libramos batallas abstractas por conseguir que no nos tiren al carro recolector de basuras. Yo me inventé mis crónicas diarias que solo llegaban a un grupo de wasap. Parece que ahora las reproducen como pódcast y como texto en muchos focos de provincia y hasta en Radio Melodía de Bogotá, otra sobreviviente de la hecatombe que nos está tocando presenciar y que aspiro a narrar. Honró usted las páginas de El Espectador con cariño especial. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Entiendo tus sentimientos, pues se trata prácticamente de toda una vida bajo un acogedor alero al que hay que renunciar. La vida sigue y la Providencia nos permita poder leerte por muchos años. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Estos 52 años son un recorrido de un trabajo extraordinario, hecho con entrega, dedicación, profesionalismo. En todas las columnas se refleja el respeto por una profesión que es un arte. El escribir, creo yo, viene de una inspiración no de este plano terrenal, es una conexión propia al hacerlo con amor, pero siento que hay “musas inspiradoras” que les dictan a los elegidos para poder encontrar en cada página en blanco, ahora pantalla en blanco, un tema y poder desarrollarlo. Mi papá es de esos elegidos que sintió desde joven que así era y puso todas las condiciones para poder llevar a cabo ese don. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me quedé tremendamente admirado por la cantidad de artículos y por el tiempo total que lleva siendo columnista de El Espectador. Quiero felicitarlo por esta labor que requiere muchísimo trabajo y constancia, algo muy marcado en su personalidad. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

Aunque no hemos visto algunos de los últimos artículos por fallas en el internet, lamentamos mucho el retiro como columnista de El Espectador. Lo disfrutamos mucho. Pedro Elías y Ligia, Bogotá.

Muy buena su carta de despedida. Bien sabe que eso lo siento en el alma. Jorge Rafael Mora Forero, Estados Unidos.

Estoy seguro de que muchos lectores y admiradores de tu brillante prosa, de tus ecuánimes opiniones y de tu impecable estilo te extrañaremos en nuestros buzones electrónicos. Pero, tal como lo expresas en tu nota, a todos nos llega «la hora de desocupar». Fueron largos años de producción periodística y cultural y sin duda te quedará una gran y permanente satisfacción por la labor realizada. Astrid y tus hijos siempre se sentirán orgullosos de ti. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

En París, en donde estoy de vacaciones en estos días, me entero de tu retiro como columnista de El Espectador, después de haber tenido esa responsabilidad durante 52 años, tiempo durante el cual deleitaste a tus lectores, entre ellos a mí con muchas columnas que he leído. Quiero expresarte mi sincero reconocimiento y felicitarte por tu destacada trayectoria como columnista en tan importante periódico nacional. Tu incansable dedicación y valiosa contribución al periodismo han dejado una huella imborrable. Admiro tu pasión, perspicacia y compromiso con la verdad. Si bien te retiras como columnista de ese medio, tu legado seguirá y perdurará también en cada línea escrita en otros canales. Mauricio Borja Ávila, París.

Acuso recibo de tu carta de despedida de El Espectador. A todos nos llega el tiempo de retiro, y muy seguramente seguirás escribiendo para todos nosotros, quienes te leemos con mucha atención. Arq. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.

Lamento tu retiro de El Espectador, después de tantos años de permanencia en estas páginas. Miguel Ángel Rojas Arias, director de El Quindiano, Armenia.

Debe ser doloroso el retiro, pero necesario ante el traslado de su columna. Solidario, le acompaño en su decisión. Gustavo Valencia García, Armenia.

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Un jesuita en el camino

martes, 25 de abril de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Una de las columnas que más leí en época ya lejana –hasta que dejó de publicarse– fue la que aparecía los domingos en El Tiempo, titulada Un alto en el camino, del jesuita Alfonso Llano Escobar. Escrita durante 36 años, abarca 1.600 artículos, los que están recogidos en 11 volúmenes. Ha sido uno de los periodistas más constantes y prolíficos del país, y es además autor de más de 30 libros.

Durante su largo ejercicio sacerdotal se dedicó a difundir la palabra de Cristo –que fue siempre el orientador de su vida– con lenguaje claro y al alcance de todos. Trataba temas relacionados con la fe y con los conflictos del hombre, y los exponía con audacia, sentido reflexivo y ánimo controversial. Su columna era una de las más atrayentes y convincentes de la prensa nacional. El ejemplo de lo que predicaba está reflejado en su propia vida, que trasmitía sencillez, sabiduría y solidaridad con la gente.

Nació en Medellín en 1925 y murió en Bogotá en 2020. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1941 y fue ordenado sacerdote en 1956. Se graduó en Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana, y perfeccionó esos estudios en universidades de Roma. Dirigió el instituto de Bioética de la Javeriana y de la fundación Centro Nacional de Bioética. Toda la vida fue un estudioso de las complejas materias de un mundo en constante evolución y conflicto, y así mismo difundía y debatía los grandes problemas humanos.

En materia religiosa, le surgieron problemas con jerarcas de la Iglesia católica en asuntos relacionados con los anticonceptivos, la resurrección de Cristo y la virginidad de María, entre otros. Varias veces se refirió a la tesis “ascendente” según la cual a Cristo hay que considerarlo un hombre normal, con padres y hermanos, a quien Dios hizo su hijo debido a su perfección. Esa tesis no le da credibilidad a la virginidad de María, ya que Cristo nació hombre.

Y estalló el conflicto mayor para el valiente y erudito jesuita. Se habló de una “herejía”, y el caso fue a dar a Roma. La jerarquía colombiana, encabezada por el cardenal Aníbal Muñoz Duque, le prohibió ejercer el sacerdocio. Y, además, la vocación de escritor. “La relación con el obispo de Bogotá, monseñor Pedro Rubiano, venía tensa”, revela el padre Llano, y agrega: “…no se me permitió despedirme de mis lectores ni podía responder a entrevistas: solo me quedaba obedecer y callar. La Inquisición quedaba corta”.

Todo esto lo revela el jesuita en su libro póstumo –sus memorias– ¡Soy libre!  (Intermedio Editores), prologado por Roberto Pombo, exdirector de El Tiempo. La censura que recibió viola el artículo 18 de la Constitución colombiana, que consagra la libertad de expresión y establece que “nadie será molestado por razón de sus convicciones ni compelido a revelarlas ni obligado a obrar contra su conciencia”. He leído con mucho interés este libro estremecedor, y estoy atónito frente al castigo a que fue sometido el ilustre discípulo de Ignacio de Loyola.

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El Espectador, Bogotá, 22-IV-2023. Eje 21, Manizales, 20-IV-2023. La Crónica del Quindío, Armenia, 23-IV-2023.

Comentarios 

Lamentable fue la censura aplicada al padre Llano. Yo también leía sus artículos y sentí mucho lo sucedido. Me gustaban su enfoque humanístico, su claridad y calidez, entre otros aspectos. Elvira Lozano Torres, Tunja.

También yo fui un lector asiduo del padre Llano. Me pareció un erudito en materia religiosa y sus conceptos liberales siempre eran claros y libres. Esos conceptos «ofendieron» a la cúpula de la Iglesia católica colombiana, que de una manera grosera lo vetaron y le coartaron la libertad de expresión en forma abusiva y obsoleta. Típicos inquisidores. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Opiniones de lectores de El Espectador

Como de costumbre, una excelente columna. ¿Y de qué sorprenderse con la santa inquisición que prevalece en la multinacional de la depredación sexual de su grey, la pedófila Iglesia católica? Atenas.

Totalmente de acuerdo con usted: el padre Llano, un humanista. Castigado por la nueva inquisición enquistada en el Vaticano. Jorge.

Hasta en las mejores familias se cuecen habas. La Iglesia católica siempre ha sido dogmática. Lo que dice es palabra sagrada. “Se calla y punto”. Ana.

Si así se comportan los emisarios de Dios en Colombia, ¿qué podemos esperar de los poderosos que se consideran no emisarios sino representantes? Magdalena.

Como estamos hablando de transgresores del dogma católico y de las «ovejas perdidas» en la institución terrenal de la Iglesia católica, apostólica y romana, traigo a colación otros tres nombres de esa variante: los obispos Hélder Cámara y Frei Betto y el sacerdote Leonardo Boff. Hablar de la Teología de la Liberación en América Latina es sinónimo de esos nombres referidos. Leerlos es ver la otra cara (la pobre y marginada) de este continente. Una visión lúcida y valiente de nuestra historia. Shirley.

La Cápsula de “El Tiempo”

miércoles, 29 de marzo de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Retrocedamos 40 años: 3 de marzo de 1983. Aquel día, a las 11:05 de la mañana, era enterrada la Cápsula de El Tiempo en los jardines del periódico. Circulaba la edición 25.000, y con ese acto los lectores de entonces enviaban un mensaje a los lectores de la edición 50.000, hecho previsto para el 24 de junio de 2052 (69 años, 3 meses y 21 días después). En la ceremonia estaban presentes los directivos de El Tiempo y el doctor Belisario Betancur, presidente del país, acompañados de numeroso público.

Para llevar a cabo el acto, el periódico había solicitado a sus lectores que sugirieran ideas sobre los objetos que debían recogerse como distintivos de la cultura que entonces existía. Y llegaron miles de cartas. Los 69 años que iban a transcurrir hasta la apertura de la cápsula representan 25.316 días. Hasta hoy se ha recorrido el 58 % del total del camino (40 años), y queda por recorrer el 42 % (29 años).

En la cápsula están depositados 1.408 objetos representativos de diferentes expresiones culturales. Los habitantes del año 2052 se encontrarán con objetos que no existirán en aquellos días, y que pueden considerarse muestras de museo, y apreciarán grandes testimonios del talento y los sistemas de la vida imperantes en épocas remotas.

En el campo bibliográfico, el acervo aportado es amplio. Veamos algunos títulos: Aguja de marear, de Otto Morales Benítez; El estudiante de la mesa redonda, de Germán Arciniegas; El cuento colombiano (2 tomos), de Eduardo Pachón Padilla; colección completa de las obras de Gabriel García Márquez; Diccionario de escritores colombianos, de Luis María Sánchez López; Colombia amarga, de Germán Castro Caycedo; La Gruta Simbólica, de José Vicente Ortega Ricaurte.

Todo el patrimonio seleccionado se encuentra protegido en 19 cajas divididas por colores, en las cuales se exhiben los grandes temas de la vida nacional, como el político, el económico, el religioso, el de la violencia, y además se ofrece un panorama sobre la idiosincrasia del país en los campos artísticos o folclóricos.

Los habitantes del futuro se enterarán de canciones famosas, como Soy boyacense, de Héctor J. Vargas; Espumas, de Jorge Villamil; Ay mi llanura, de Arnulfo Briceño, o La casa en el aire, de Rafael Escalona. Y descubrirán objetos curiosos, como la primera lavadora que se usó en el país; un escapulario, de los que hoy viajan en los taxis; un chupo para niño, o las armas que empleaban las Fuerzas Militares.

Con gran sorpresa me enteré de que dos de mis libros habían sido incluidos en la Cápsula de El Tiempo: El sapo burlón (1981), colección de cuentos publicada por la Biblioteca Banco Popular, y Caminos (1982), crónicas editadas por la Gobernación del Quindío. A un amigo que me felicitó por ese hecho, hace 40 años, le dije: “Aspiro a que mis descendientes descubran en el año 2052 un gerente de banco que aparte de hacer cifras también escribía mensajes para la posteridad”.

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El Espectador, Bogotá, 25-III-2023. Eje 21, Manizales, 23-III-2023. La Crónica del Quindío, 26-III-2023.

Comentarios 

Excelente información para muchísimos colombianos que ignoran sobre este gran «paquete» de artículos que en buena hora los directivos de El Tiempo idearon. Me imagino las caras de sorpresa y admiración de quienes dentro de 29 años descubran esa valiosa colección de objetos allí consignados. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Extraordinario artículo que me hizo retroceder a las noticias de la época, cuando se selló la Cápsula de El Tiempo. Por aquellos años hacía tránsito de mi vida universitaria al azaroso mundo de los primeros escarceos laborales. Para mí fue fantástico ese acontecimiento: nunca supe si era un viaje al futuro desde 1983 o uno al pasado desde 2052. Hoy pienso que la Cápsula de El Tiempo, más que un viaje en el tiempo, es un reencuentro con nosotros mismos en medio de una modernidad avasallante. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.

Me siento muy orgullosa de que hubieran elegido El sapo burlón y Caminos para integrar la muestra significativa de una época de nuestro país, que más adelante va a ser conocida por las nuevas generaciones. Qué alegría saber que esos dos libros, que Valeria y sus amigas conocerán, son parte de mi papá. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Luto en el periodismo

domingo, 4 de septiembre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Honda consternación me ha causado la muerte de Evelio Giraldo Ospina. Es una de las figuras más destacadas del periodismo caldense, en el que cumplió brillante labor durante toda una vida de entrega al noble oficio. En los últimos años, desde que fundó el portal Eje 21, se hizo más evidente aún su presencia en la vida regional, que no solo abarcaba su propio departamento, sino todo el Eje Cafetero como comunidad unida por los mismos ideales y nexos históricos.

El crecimiento de Eje 21 ha sido asombroso. Paso a paso fue conquistando simpatía en las tres comarcas cafeteras, y al paso de los días extendió su área de influencia a otras latitudes, hasta el punto de que hoy son consultadas sus páginas por 30.000 lectores diarios, no solo de Colombia sino del exterior. Evelio, periodista integral, desempeñó su misión con profesionalismo ejemplar, con independencia de criterio y con la mira siempre puesta en los altos intereses de la comunidad. Hombre serio, amable y pulcro, deja rastros de caballerosidad en quienes lo conocieron, y sobre todo en quienes compartieron el compromiso de llegar a la gente con noticias frescas, con opiniones libres y con censuras ponderadas sobre las desviaciones de la vida pública.

Fue, sin duda, un modelo de lo que debe ser el periodismo responsable y eficiente. Esto lo aprendió y lo ejerció en otros medios de comunicación, desde vieja data, y lo puso en práctica, al más alto nivel, desde su propio periódico. Admiré siempre la rapidez con que recogía las novedades de cada día, más aún, de cada hora: cuando yo buscaba una noticia de actualidad, estaba seguro de hallarla en el diario manizaleño, por lo general antes de que periódicos nacionales la difundieran. El periodismo le bullía en las venas, y como me dijo alguna vez, su afán cotidiano estaba en adelantarse a otros medios y ganar lectores y adhesiones.

Se nos va todo un exponente de la noble profesión que pide abnegación y sacrificios para poder subsistir. Hoy el periodismo no es el de antes, porque han llegado distorsiones y sobre todo falta de vocación y mística para ejercerlo. El Eje Cafetero está de luto con el fallecimiento de Evelio Giraldo Ospina. La noticia, además, repercute en la prensa nacional.

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El Espectador, Bogotá, 3-IX-2022.
Eje 21, Manizales, 2-IX-2022.

Comentarios 

Yo también estoy muy triste; hablé con Evelio varias veces este año a raíz de ese cáncer que lo hizo sufrir tanto. Estaba muy preocupado con Eje 21. Van partiendo los amigos, es una lástima. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Como quiera que la muerte no da tregua personal ni tampoco intelectual, quedan los afectos intactos y el trabajo como testigo fundamental del paso por la vida de un personaje tan serio, influyente y comprometido con su gran pasión: el periodismo. Así avanza la vida, con una risa y también con un llanto. Inés Blanco, Bogotá.

Siento mucho la muerte de este importante periodista y lo que representa para Manizales y toda Colombia. Te acompaño en esta pena. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

El deceso de Evelio nos lleva a recapacitar, repensar y reiterar lo que él encarnó y enseñó, no propiamente con su ejemplar ejercicio del periodismo, sino con el apostolado periodístico con el que sirvió a su comunidad. Donde quiera que se encuentre brillarán sus condiciones y cualidades personales. Luis Carlos Gómez Jaramillo, Cali.

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