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Libros de la Serpiente Emplumada

lunes, 14 de agosto de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Se cumplen 35 años de la publicación del libro Un vestido rojo para bailar boleros, con el que Carmen Cecilia Suárez conquistó la fama en el género de la poesía erótica. Esta obra nació en Pijao Editores, de Ibagué, y ha tenido 10 ediciones en español y 2 en español-inglés. La segunda edición bilingüe apareció en la pasada Feria Internacional del Libro.

El éxito creciente llevó a la autora a fundar su propia editorial, la Serpiente Emplumada, la que ha cumplido 22 años y lleva publicados más de 120 títulos, tanto de escritores ya consagrados como de otros que apenas se iniciaban en el mundo de las letras. Como lo he dicho otras veces, es significativo el hecho de que con el nombre de Laura Victoria –la pionera en Colombia de la poesía erótica en los años 20 y 30 del siglo pasado– haya bautizado Carmen Cecilia una de sus colecciones.

En las palabras de presentación de la segunda edición bilingüe, hace 3 meses, evocaba José Luis Díaz Granados las tertulias literarias que en los años 80 se llevaron a cabo en Bogotá entre un grupo de autores de poemas, cuentos y escenas teatrales, en las que comenzaron a aparecer nuevas figuras de las letras que con el tiempo adquirirían notoriedad. Una de ellas era Carmen Cecilia Suárez, que leyó varios de los textos que integrarían su obra famosa. Y fue José Luis quien le sugirió que reuniera esos trabajos en un libro.

Pasados los años, tenemos hoy una poetisa de prestigio que no solo ha acrecentado su propia producción, sino que se ha convertido en desvelada impulsora de los autores que le han confiado sus textos. Por supuesto, ella ha tenido que luchar con grandes dificultades económicas en el campo editorial, pero como es mujer de armas tomar, ha vencido todos los obstáculos y hoy sostiene su altruismo y su espíritu de lucha contra viento y marea.

Uno de tales infortunios fue la pandemia de la época apocalíptica que tanta desgracia causó en el mundo entero, y que la poetisa rememora en Poemas del tiempo del silencio 2020-2022, bella obra que fue también presentada en la reciente feria. A este título se me pegan otros de su autoría que tengo a la vista y que salieron a la luz en distintos años: Poemas para leerte ante de morir, Luz de lluvia, Retazos en el tiempo, Espacios secretos, Poemas del insomnio (después del vino). Así nació la escritora, en forma silenciosa, en aquel ya lejano 1988.

Otro libro de la misma editorial y que también fue presentado en la feria citada es el titulado Método psicopedagógico para la autogestión de emociones, de María Teresa Ibarra Triana y Mario Alberto Ibarra Soledad, docentes universitarios. Este método es el resultado de más de 2 décadas de trabajo y tiene el propósito de prevenir la violencia y las adicciones tanto en el área escolar como en la comunitaria.

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 Eje 21, Manizales, 28-VII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 30-VII-2023. El Muro, Bogotá, 30-VII-2023.

Comentarios

Te agradezco tu excelente columna sobre la editorial La Serpiente Emplumada y sus libros, incluyendo Un vestido rojo para bailar boleros. Tu reconocimiento a mi labor es muy estimulante, pues a veces me desmotivo con las dificultades propias de este oficio. Carmen Cecilia Suárez, Bogotá.

Excelente texto, y merecido reconocimiento al libro estelar de Carmen Cecilia Suárez: Un vestido rojo para bailar boleros. José Luis Díaz Granados, Bogotá.

Ignoraba que la editorial Serpiente Emplumada todavía «estuviera vivita y coleando». Celebro mucho que esté aún en esa dura lucha de publicación y divulgación de autores y sus obras. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Esta columna me llama en especial la atención pues a un amigo mío le publicaron allí una novela. La editora es una mujer muy creativa y gran emprendedora. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

A veces llegan libros

jueves, 2 de marzo de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Recibí en el mismo sobre los dos libros que motivan esta crónica: Poemas del tiempo del silencio 2020-2022, de Carmen Cecilia Suárez, y Muertes temporales, de Guillermo Infante. Me los envía Carmen Cecilia, fundadora y gerente de la editorial La Serpiente Emplumada. Sus tamaños son muy disímiles: mientras el de Carmen Cecilia es un libro miniatura (10 x 13 cm), el de Guillermo tiene un formato grande (16 x 23 cm).

Esto me llevó a observar otros libros de tamaño mínimo que reposan en mi biblioteca: Cuando florece el llanto (1960), de Laura Victoria, mide 7½ x 11½ cm; las colecciones Crisol de Aguilar, de los años 50 y 70 del siglo pasado, 8 x 11½ y 8 x 12½ cm; Código del amor (1999), de Vicente Pérez Silva, 11½ x 13 cm., y el famoso bolsilibro de Colcultura (años 70 del siglo pasado), 12 x 16½ cm.

Carmen Cecilia escribió sus Poemas del tiempo y del silencio en la época de la pandemia y los dedicó a su nieta Ana Sofía, de 12 años, quien es autora de la portada, las pinturas y los dibujos recogidos en la obra. A ella le dice la abuela escritora: Los, las adolescentes / comienzan a desenvolverse / como crisálidas. Entonces, / empezaron a descubrir / de qué color / y de qué tamaño / son sus alas. Y al terrible virus que hizo estragos en el mundo entero le hace este reclamo dolorido: ¡Oh virus! / No nos dejas acompañar a los muertos; / ni a nuestros amigos en su matrimonio; / ni a los niños cuando nacen. / ¡No podemos celebrar la vida!

Acerca de su editorial es preciso anotar que la pandemia afectó su labor en materia seria, pero aun así se mantiene en la lucha y hoy sigue adelante con nuevas energías. En los 22 años de vida de la empresa, ha publicado alrededor de 120 títulos, y su producción personal pasa de 10 obras. ¡Enhorabuena, Carmen Cecilia!

Con Guillermo Infante, autor del otro libro, médico y escritor colombiano residente en Estados Unidos, se conoció hace 20 años en un acto literario en Bogotá, por los días en que ella se iniciaba con la editorial. Él anotó su teléfono en un papelito, y vino a acordarse de buscarlo cuando publicó en aquel país Muertes temporales. Así pues, se citaron en Bogotá a finales del año, y Carmen Cecilia hizo aquí la presentación de la novela y organizó su distribución en su propia editorial y en las librerías Lerner, Nacional y Fondo de Cultura Económica.

Novela nada común, enfocada hacia las muertes temporales que el protagonista de la narración, que es médico, atiende en diferentes ocasiones. Entre tales eventos está la catalepsia, fuera de una serie de casos extraños que impresionan al lector. La obra tiene como escenario el campo de la medicina, con tránsito por varios lugares y países, lo que lleva a pensar que el médico novelista actúa con buen conocimiento científico. Además, es autor de poemas, cuentos y artículos médicos.

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El Espectador, Bogotá, 25-II-2023. Eje 21, Manizales, 24-II-2023. La Crónica del Quindío, Armenia, 26-II-2023.

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El regreso de Silva

jueves, 18 de agosto de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Agobiado por la melancolía, José Asunción Silva se suicidó en Bogotá, a los 30 años, en su casa de La Candelaria, el 24 de mayo de 1896.  Su bella hermana Elvira, por quien sentía entrañable admiración, había fallecido 4 años antes a causa de una neumonía. A ella le dedicó el famoso Nocturno que habla de “las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas”.

Algunas conjeturas sostienen que el poeta estaba enamorado de su hermana, e incluso dicen que el amor era mutuo. Resulta difícil probar dicha hipótesis. Otras versiones consideran que no fue él quien se disparó, sino que le dispararon. Esta sospecha pierde peso ante el hallazgo, en la cabecera de su cama, de la novela El triunfo de la muerte, de Gabriel D’Anunzzio.

Lo cierto es que Silva no lograba vencer el dolor que le causaba la muerte de su adorada hermana, y además estaba angustiado por la crisis económica del negocio de baldosas que constituía su medio de subsistencia. Vivía en manos de los acreedores.

Fue enterrado en el cementerio de los suicidas al serle negada la sepultura católica. Según Unamuno, Silva “murió de tristeza, de ansiedad, de anhelo, de desencanto”. Y al cementerio fue a buscarlo, para hablar con él en las noches tétricas de la capital, otro poeta de la angustia, el desamparo y la orfandad –Germán Pardo García–, cuya vida desolada en medio de la dureza del páramo y la congoja desde sus primeros años lo asimilaba a Silva.

La casa donde Silva murió era la número 13 de la calle 14, que en la nomenclatura actual corresponde a la calle 12C n.° 3-41. Fue construida hacia 1715, durante la época de la Colonia. Pasado el tiempo, sufrió serio deterioro. En carta de 1990, Pardo García me comentaba: “Yo, desde la revista Nivel, luché sin cesar por esa casa que visité hace mucho, en 1935, y estaba convertida en un criadero de pollitos”.

El predio fue comprado por María Mercedes Carranza y Genoveva Carrasco de Samper, quienes adelantaron su restauración y lo destinaron a actos culturales. El 24 de mayo de 1986 fue inaugurado por el presidente Belisario Betancur con el título de Casa de Poesía Silva, para honrar la memoria del ilustre poeta suicida. De esta manera se convirtió en el templo de la poesía colombiana, y durante varios años desarrolló ponderada actividad cultural.

Y vino la época de la decadencia y la ruina. Tratándose de una entidad sin ánimo de lucro, y por más que había sido declarada Monumento Nacional en 1995, a la casa dejaron de llegarle los auxilios económicos, faltó el dinero para los gastos esenciales y abundaron las quejas sobre una deficiente administración. Pero como no hay mal que dure 100 años, hoy se anuncia su reapertura para el próximo octubre. La cultura colombiana recupera el espacio y el tiempo perdidos, y aplaude el regreso de Silva –el poeta redivivo–, que buena falta nos hace en estos días de frivolidad y olvido de los valores del espíritu.

El Espectador, Bogotá, 13-VIII-2022.
Eje 21, Manizales, 12-VIII-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 14-VIII-2022. 

Comentarios 

Anoche tomé una foto en el Jardín Botánico y le copié este fragmento del Nocturno de José Asunción Silva: “Y la luna llena, por los cielos azulosos, infinitos y profundos, esparcía su luz blanca…”. Tú haces también coincidencialmente una cita en tu columna. Sintonía espiritual con el poeta, diría yo. Alberto Gómez Mejía, Jardín Botánico de Calarcá.

Linda columna sobre nuestra Casa Silva. Qué bueno saber el papel de Pardo García en esta faena cultural. Pellicer también visitó con frecuencia la tumba en el cementerio de los suicidas. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Una vez reabran la casa donde murió José Asunción Silva, hay que ir a visitarlo. No conocí las anteriores “remodelaciones culturales” de este lugar lleno de melancolía y de historia. Él es uno de esos personajes que aunque mueren jóvenes, no lo hacen nunca, al dejar obra grandiosa. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Con alegría celebro la anunciada reapertura de la Casa de Poesía Silva. Ya era hora de que las autoridades competentes tomaran cartas y dinero para mantenerla viva, junto a la memoria del gran poeta José Asunción Silva. Inés Blanco, Bogotá.

Es una excelente noticia la posible reapertura de la Casa de Poesía Silva, venida a menos desde el lamentable fallecimiento de la poetisa María Mercedes Carranza, quien con su consagración la regentó y mantuvo vigente. Gustavo Valencia, Armenia.

Me acordé que en las Reminiscencias, de Cordovez Moure, había leído el asesinato del abuelo de José Asunción en la hacienda de Hatogrande. Y también en el mismo libro, el suicidio del poeta. Con relación a este último suceso me pareció muy curioso que el autor haya descrito lo que hizo el poeta: «Ajustó la puerta; se desnudó, para volverse a vestir con camisa de seda, pantalones de casimir y botas de charol; se arregló el peinado y la barba…”. ¿Cómo supo todo esto el autor si el suicida estaba solo en su habitación? Claro que lo atribuí a la imaginación de Cordovez, pero es que su obra no es una novela, sino un hecho histórico verídico y por tanto ha debido advertir al lector que esa descripción fue un supuesto suyo. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Respuesta. Cordovez Moure se dejó llevar por la imaginación novelesca para describir –con todos los pormenores que narra– la escena sobre el suicidio de Silva. Por otra parte, el historiador Enrique Santos Molano sostiene en su biografía sobre Silva –El corazón del poeta– que este no se suicidó, sino que “su muerte fue el producto de una clásica conspiración, adecuadamente orientada para hacer que aparentara un suicidio”. En mi concepto, el suicidio y el asesinato pertenecen a la atmósfera del mito, pero prevalece el suicidio como el hecho más probable, y además inseparable de la figura histórica y poética de Silva. A la gente no se le sacará de la cabeza que Silva se suicidó. “El poeta suicida” es la frase común con que se le recuerda. A Germán Pardo García se le menciona como “el poeta de la angustia”, y así pasó a la historia. Gustavo Páez Escobar. 

Estoy de acuerdo con tu apreciación. La vida de Silva fue novelesca, pero su biografía no debe ser una novela. Dicté una charla virtual sobre Silva para el Banco de la República de Armenia. Me basé en Chapolas negras, la biografía que sobre el poeta bogotano escribió Fernando Vallejo. Esa charla se puede ver en Youtube con este título: Chapolas negras, Silva y la melancolía –Elias Mejía–. Es una suma de otros datos, además de los compilados por Vallejo. Elías Mejía, Calarcá.

Respuesta. Escuché tu charla con atención y provecho. Varios correos me han llegado en torno a mi artículo sobre Silva, y en ellos se nota el interés que despiertan su figura poética y su vida trágica. Él es uno de los íconos de la poesía colombiana. Es inmortal. En mi biografía sobre Germán Pardo García, Biografía de una angustia (Instituto Caro y Cuervo, 1994), analizo el magnetismo que el poeta suicida ejerció sobre el poeta de la angustia, hasta el punto de que este lo visitaba con frecuencia en su tumba. Con el tiempo, Pardo intentó suicidarse en Méjico: se cortó las venas, pero lo salvó un vecino que vio salir de la puerta del poeta un hilo de sangre. Ambas, vidas fatales. Ambos, eminentes personalidades de las letras. Gustavo Páez Escobar.

Torear fantasmas de suicidas nunca ha sido provechoso para quien lo haga, y menos el fantasma de Silva, tan perteneciente al mundo de los espíritus. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

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Viaje poético

miércoles, 3 de agosto de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Esperanza Jaramillo nació en Manizales y desde niña se trasladó al Quindío. Trabajó en el sector financiero y alternó el oficio con el arte de la escritura. Es autora de los libros Caminos de la vida, Testimonio de la ilusión, El brazalete de las ausencias y los sueños, Abecedario del viento, Tiempo del escarabajo. Aparece ahora El incierto color de la luz: Egipto, Israel y Jordania, editado por la Biblioteca de Autores Quindianos, en el que narra el viaje que realizó en junio de 2012 en compañía de su amiga la fotógrafa Olga Lucía Jordán, quien captó una serie de imágenes que le dan realce a la obra.

Al regreso, Esperanza se dedicó a revisar su libreta de apuntes, discernir las ideas y ahondar en la historia de los pueblos visitados, para presentar, como acaba de hacerlo, un reflexivo libro de viajes que ofrece la visión de esas milenarias y misteriosas culturas. No se conformó con contar de refilón los sucesos e impresiones que surgieron a su paso, sino que estructuró los recuerdos y les puso la sazón necesaria para hacer atractiva la lectura. Y embelleció su empeño con el ingrediente mágico de la prosa poética, que es el aroma que se esparce en las 300 páginas del libro.

Bajo el poder de la síntesis, la brevedad de los capítulos, la amenidad de los relatos y el cincelado manejo del idioma, se percibe en la descripción el olor de la historia y se goza con el placer del viaje. El azar de los caminos no ha de consistir, como lo pregona Hermann Hesse, en el ocio improductivo, sino que ha de convertirse en circunstancia propicia para la contemplación de los paisajes y el beneficio cultural.

“Me atraen mucho las culturas exóticas y por eso visité estos países”, dice la escritora. En efecto, ella se detiene en la actual Biblioteca de Alejandría, obra de la Unesco iniciada en 1988; pasa por El Cairo, ciudad añeja y mítica; en el Nilo, el mayor río de África, se estremece ante la magnitud y el furor de las aguas; en Damasco penetra al templo legendario bajo una túnica con capucha, para impedir que alguna parte del cuerpo femenino quede visible, como lo ordena la norma; en Jerusalén se conmueve ante la historia que recuerda la crucifixión de 500 judíos y la destrucción del templo, el que solo dejó en pie el Muro de las Lamentaciones, que todos los turistas desean visitar; y presencia escenarios de tristeza, de pobreza, de dolor y resignación reflejados en los ojos y en los espíritus de los moradores…

Frente a estas realidades crueles y al mismo tiempo enriquecedoras para el buen caminante, Esperanza anota en su libro maravilloso –acaso el mejor de su producción, que me produjo a la vez asombro, perplejidad y encanto: “Mercaderes y camellos medían en largas jornadas la sed del desierto, y un olor a incienso adormecía la memoria del tiempo”. Y remata: “Para que duela menos la vida: la poesía”.

El Espectador, Bogotá, 30-VII-2022.
Eje 21, Manizales, 29-VII-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 31-VII-2022.

Comentarios

 Te reitero mi gratitud de siempre. Has estado ahí cerca, apoyándome con tus consejos y pluma delicada y tratando, además, de recuperar la memoria de los escritores que ya terminaron su ciclo en este planeta. Me agradó mucho que tocaras también la parte humana.  Siempre he pensado que la literatura y el arte en general constituyen un hermoso refugio para los espíritus sensibles. Es una manera de resistir. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Un libro muy hermoso, con las fotografías de la conocida fotógrafa quindiana. Un recorrido por lugares llenos de historia y tan cercanos a nosotros los católicos. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Muy buen reconocimiento para Esperanza, gran estilista e inmejorable prosista. Alpher Rojas, Bogotá.

Muy buena columna. Recuerdo a doña Esperanza en su época de gerente bancaria en Calarcá. De ella solo conozco un poco de su linda poesía. Este libro debe ser de belleza suprema. Gustavo Valencia, Armenia.

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Libros emplumados

miércoles, 2 de marzo de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

La primera noticia sobre La Serpiente Emplumada, editorial de Carmen Cecilia Suárez que tiene su sede en el barrio La Candelaria de Bogotá, la obtuve por medio de La agonía de una flor, novela publicada por Fernando Soto Aparicio en 2010. He leído más de 10 obras de esta serie, como Otto, el vendedor de música, y La alegoría del sueño, de Mauricio Botero Montoya; o Un vestido rojo para bailar boleros, de Carmen Cecilia Suárez, texto que a ella le dio renombre desde su aparición en 1988.

Carmen Cecilia, doctora en Educación y magíster en Psicología Educativa, fundó su empresa en diciembre de 2000 y ha publicado alrededor de 120 títulos, los que se distinguen por su calidad y esmero editorial. Ha participado con honores en ferias del libro en Guadalajara y Frankfurt y ha obtenido reconocimiento en otros escenarios. La función editorial se desempeña a través de nueve colecciones: narrativa, poesía –la que lleva el nombre de Laura Victoria–, libros para niños, libros sobre culturas ancestrales, libros de nuevos narradores…

El nombre de La Serpiente Emplumada fue tomado de la cultura maya y significa “sabiduría y transformación”, lema que orienta la política bibliográfica de la entidad. Bajo ese rumbo, esta cumplió 21 años de labor continua y logró superar la crisis causada por la pandemia.

Paso a referirme a dos libros recientes: Cantos de oscuridad, naturaleza y vida, de Pablo Arturo Pinilla Rincón, y Mito, el fabricante de sueños, de Marco de León Espitia. El autor de Cantos es un enamorado de la naturaleza, los animales y la vida. Poeta y soñador, fabrica parábolas, mitos, leyendas y fábulas, y dialoga, en lenguaje expresivo y sensual, con los seres vivos del universo ecológico y con su propia alma receptora de belleza y emoción.

En los poemas Sirena encallada y Las ranas gemelas, Pinilla expresa el tono emotivo y conceptual que es premisa de su libro ecologista y lírico. Lo más acentuado de la obra es su compenetración con las maravillas de la naturaleza.

De León, el autor de Mito, es médico, músico y escritor, y crea en su novela un personaje singular que descubre un campo en el mundo –en su Montería natal– para conjugar el destino en un taller de radio y televisión oculto en su residencia y convertido en su razón de ser. Personaje singular que se mueve entre tubos, cables y objetos afines, o sea, entre la cotidianidad del oficio.

Sin embargo, encuentra espacio para soñar, filosofar y crear su universo mágico, movido no solo por la materia prima de su trabajo, sino por la fantasía y la imaginación. El relato transcurre con el fondo de la lluvia, que parece una lluvia eterna, mientras se escucha bramar el imponente río Sinú y crepitar la propia historia de la población. El libro es un canto al pueblo que el escritor lleva en sus intimidades estremecidas por las golondrinas muertas de otra época, como un susurro de la evocación y una justificación de la vida.

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El Espectador, Bogotá, 26-II-2022.
Eje 21, Manizales, 25-II-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-II-2022