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Tumba equivocada

viernes, 16 de septiembre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Hace 31 años –23 de agosto de 1991– murió en Méjico Germán Pardo García. Sus cenizas, que fueron traídas a Colombia un mes después, han debido ser arrojadas al mar, según instrucciones que el poeta dio a Aristomeno Porras, su ángel tutelar. Sin embargo, este consideró que debía entregarlas a Colombia.

Julio César Sánchez García, nuestro embajador en Méjico, preguntó dónde había nacido el poeta, y se le informó que en Ibagué. Dispuso, pues, que la urna funeraria fuera trasladada al sitio de donde era oriundo. Decisión desacertada, ya que Pardo García había nacido en Ibagué por accidente, ciudad que solo visitó una vez en su vida. En cambio, reconocía a Choachí como su verdadera patria.

Al profesor norteamericano James W. Robb le había manifestado: “No con quien naces sino con quien paces, dice el sabio refrán español. Soy, pues, de Choachí”. Y a una prima hermana le dijo: “Estoy viendo cómo termino mis pocos asuntos aquí, para volver del todo a Colombia, al seno del pueblecito oscuro que tomé como cuna adoptiva: Choachí”. Estos y otros aspectos fundamentales los hice conocer de Juan Gustavo Cobo Borda, designado por el Gobierno para llevar la representación oficial en el acto de honores.    

Pero Cobo Borda no accedió a modificar su decisión, con el argumento de que la medida ya estaba tomada. Su obstinación era manifiesta. Si en realidad hubiera sopesado las razones de peso que le expuse, se habría tomado el camino correcto. Mientras tanto, un grupo de escritores organizaba la llegada de la urna a la capital tolimense, tan lejana al afecto del poeta.  Lo que interesaba era el acto publicitario que favorecía a la ciudad.

Tiempo después viajé al cementerio San Bonifacio de Ibagué en busca de la huella del personaje, postulado al Premio Nobel de Literatura y autor de numerosos libros de alto renombre, con quien yo había tenido la suerte de compartir gratos días de tertulia en Méjico, y en cuyo honor había escrito el texto Biografía de una angustia (Instituto Caro y Cuervo, 1994). Supuse, por supuesto, que en ese cementerio había sido levantado un grandioso monumento en homenaje a su memoria. Pero no: lo tenían en un panteón construido para sacerdotes y monjas, bajo una placa que decía: “Germán Pardo García, poeta”. Y allí permanece.

La tumba denuncia la total ignorancia de los promotores sobre el carácter anticlerical de Pardo García. Lo fue desde su juventud –sin ser ateo– a causa de los atropellos recibidos de dos miembros de su Iglesia: un párroco de Choachí mandó incendiarle la casa y el granero por negarse a pagar diezmos y primicias, y lo dejó en la ruina; y un sacerdote, que le daba clases en el colegio San Bartolomé y era conocido por su rudeza, le dio un fuerte puntapié, acción que llevó al alumno a retirarse del plantel. Y le creció el sentimiento irreligioso. Por cruel ironía, el poeta yace en territorio ajeno, en medio del olvido, el desamparo y el absurdo.

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El Espectador, Bogotá, 10-IX-2022. Eje 21, Manizales, 9-IX-2022. La Crónica del Quindío, 11-IX-2022.

Comentarios 

He leído con tristeza y desazón tu columna acerca de la «tumba equivocada» donde reposan en Ibagué los restos del poeta, en medio de sacerdotes y monjas, como una ofensa a sus creencias religiosas. Es irónico el aciago destino de las cenizas del poeta, donde nunca pensó estar ni permanecer en medio del olvido y el desinterés por perpetuar su memoria a la altura de quien fuera, si no el mejor, uno de los más destacados poetas de su época. Es como si fuera un castigo al hombre, al escritor, al poeta, al iluminado. Siento un nudo en el corazón que me sube a la garganta. Inés Blanco, Bogotá.

Creo que nos corresponde la hermosa tarea de no dejar abandonado al poeta y estudiar, valorar y hacer conocer su poesía, tanto en Bogotá, como en México, Choachí e Ibagué, cuna de su madre. Cada día que pasa me acerco más a la poesía de Pardo García y encuentro verdaderas joyas. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Muy lamentable cuanto comentas en esta página. Además, es inaudito que los despojos mortales de un hombre tan ilustre los hubieran llevado a un destino final equivocado y sin nexo alguno con Pardo García. Esperanza Jaramillo, Armenia.

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De humorista a historiador

miércoles, 17 de marzo de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

A José Jaramillo Mejía lo conozco hace más de 40 años, desde cuando dirigía en Manizales La Nacional de Seguros y yo ocupaba en Armenia la gerencia del Banco Popular. Su primer libro, publicado en 1980, se titula A mitad de camino. Hoy, con Monólogos de Florentino, salido en noviembre pasado, su producción llega a 20 obras. Esto significa que no se quedó a mitad de camino, sino que siguió adelante, con vigoroso empeño, tanto en la labor literaria como en la periodística.

En 1980 me hizo el honor de nombrarme, junto con Adel López Gómez y Humberto Jaramillo Ángel, jurado de un concurso de periodismo que se realizaba en la capital caldense con el auspicio de La Nacional de Seguros. Jaramillo Mejía ha sido gran promotor de la cultura regional. Nació en La Tebaida, Quindío, en 1940 y a la edad de 38 años se radicó en Manizales. Con orgullo se proclama hoy escritor quindiano-caldense como autor que es de excelentes investigaciones, crónicas y estudios surgidos en las dos comarcas cafeteras.

Sus textos son ágiles, concisos, claros y amenos. Posee exquisita vena humorística  que se manifiesta en varios de sus libros, lo mismo que en sus crónicas en el diario caldense. Es un placer leerlo. Ha incursionado en diversos géneros y sobresale por su esmero gramatical y la sindéresis de sus ideas, bien sean estas elaboradas con tono divertido o con el rigor del ensayista y el historiador que escudriña interesantes temas movidos por su inquietud intelectual.

Además, ha demostrado buenas dotes para el arte poético, como lo acredita su libro La vida sonreída y 12 sonetos para leer después de muerto (2004), que para mi gusto personal son “poemas de fino humor, a lo Luis Carlos López, llenos de ironía y encanto”, según lo expresé cuando fueron publicados.

En los últimos años, sus preferencias se han manifestado en el ámbito de la historia, la biografía y las memorias, con la exaltación de personajes del pasado como José Restrepo Restrepo, Arturo Arango Uribe, Eduardo Arango Restrepo y Rafael Arango Villegas; o en el rescate de sus propias raíces ancestrales, que recoge en Las trochas de la memoria. Tales calidades le valieron, desde tiempo atrás, su elección como miembro de la Academia Caldense de Historia.

A Monólogos de Florentino, su reciente libro, le agregó el subtítulo de Reflexiones de un ideólogo empírico. La obra está prologada por el exvicepresidente Humberto de la Calle Lombana y lleva una nota de presentación del historiador Albeiro Valencia Llano. Florentino es el alter ego de Jaramillo Mejía. En 1995 ya había establecido nexos con él en Coloquios de Berceo con Florentino. Es este un personaje típico de la región, de profesión tinterillo, con honda sabiduría en los campos del derecho, la economía, la política, la literatura, la religión, la historia… Todo un prototipo de la ciencia de la vida. Por largo tiempo, Florentino fue secretario del juzgado de Circasia, Quindío, donde Jaramillo Mejía vivió memorables andanzas luego de su residencia en La Tebaida.

Valiéndose de este personaje emblemático, el escritor explaya sus ideas liberales y penetra en palpitantes temas de la vida nacional. Le rinde homenaje a Circasia, y a través de ella, al Quindío. Esta hermosa población, de seductores paisajes, sanas costumbres y gente amable, posee un pasado glorioso con su Cementerio Libre, símbolo de la libertad liderado por el patricio Braulio Botero Londoño, figura relevante de la región. Florentino –no cabe duda– es el propio José Jaramillo Mejía.

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El Espectador, Bogotá, 13-III-2021.
Eje 21, Manizales, 12-III-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 14-III-2021-

Comentarios 

Gracias, Gustavo, por el artículo. Resolví recoger mis “divertimientos” poéticos en un libro que hoy te envío. A propósito de los poemas, me dijo Aída Jaramillo Isaza (directora de la revista Manizales): “Yo no sabía que tú eras poeta”. Y le contesté: “Yo tampoco”. José Jaramillo Mejía, Manizales.

Muy justo el reconocimiento a José Jaramillo de su obra y de su vida. En efecto, es un gran escritor. Una persona dedicada al oficio y purista con el lenguaje; le tengo gran admiración y afecto. La publicación más reciente titulada Yo, Quijote, con ilustraciones de Ferney Vargas Jaramillo -Feroz-, es magnífica. Nada más grato que reconocer los valores de los amigos y tú lo has hecho siempre con generosidad y rigor. Esperanza Jaramillo, Armenia.  

 

 

Juan el ermitaño

martes, 16 de febrero de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

César Montoya Ocampo falleció en Pereira el 3 de mayo de 2019, a la edad de 89 años. Tres años atrás había publicado el libro autobiográfico Memorias de Juan el ermitaño. Suena extraño el apelativo de ermitaño –o sea, persona que vive en soledad– cuando en su vida pública estuvo siempre rodeado de gente entusiasta que admiraba sus dotes como gran orador, renombrado penalista y brillante hombre de letras.

Seis meses antes de su deceso recibí de él un amable mensaje en torno a mi nuevo  libro, la novela Jirones de niebla, y recuerdo además la sustanciosa conversación que tuvimos años atrás en un homenaje que se rindió a su colega penalista y también escritor Horacio Gómez Aristizábal. Con esto quiero señalar que con César Montoya Ocampo mantuve buena sintonía intelectual, si bien nuestros encuentros personales no eran frecuentes.

Nació en Aranzazu, Caldas, y tuvo una niñez marcada por la estrechez económica. En sus memorias recuerda que tenía que hacer un largo recorrido a pie limpio para llegar a la escuela rural donde estudiaba sus primeras letras. Es el mismo caso de Belisario Betancur en Amagá. Al igual que él, fue seminarista obligado, destino que no los convenció. En Salamina, pueblo cercano a Aranzazu y que se ha distinguido por su clima cultural, cursó el bachillerato. Comenzó a estudiar jurisprudencia en la Universidad de Caldas, y en Bogotá ingresó al Externado de Colombia.

De vuelta en su tierra nativa, descubrió su vocación por la política. Llamó la atención de los líderes locales por su inteligencia, apostura y facilidad de expresión. Algún día pronunció un repentino discurso que causó sensación y le hizo ganar aplausos. En ese momento comenzaba su carrera en la política. Al paso de los años sería figura relevante en la región, al lado de personajes como Silvio Villegas, José Restrepo Restrepo, Fernando Londoño Londoño, Gilberto Alzate Avendaño –su ídolo–, Hernán Jaramillo Ocampo, Omar Yepes Alzate, Rodrigo Marín Bernal… La plana mayor de la intelectualidad caldense.

Para llegar a ese nivel prominente había tenido que sufrir desprecios y rechazos por su origen humilde. A todo se sobrepuso. En su mente palpitaba la idea de que las cosas importantes se consiguen con paciencia, aptitud y mérito, y hacia esa dirección enfocó su capacidad y entusiasmo para conquistar la excelencia. A medida que subía escalones, todo se iba limando. Después, sería el brillante tribuno que llenaba las salas con su palabra fulgurante y su profunda erudición humanística.

En medio de bohemias vivificantes, de su amor por el tango, la milonga y la música del alma, y dueño de una progresiva y sólida sabiduría adquirida en lecturas sin límite, aprendió a ser grande. Se hizo maestro de la palabra. Siguió la escuela del grecolatinismo, escribió 7 libros e innumerables columnas de prensa, pronunció discursos magistrales. En el 2010  se residenció en Pereira por asuntos de salud,  y allí vivió la temporada final de reposo, aislamiento del mundanal ruido y reflexión filosófica ante el declinar de la vida.

A ese estado de soledad llegó después de haber disfrutado de grandes honores en la vida pública: concejal de varios municipios, diputado, magistrado del Tribunal Superior, representante a la Cámara, embajador en Bolivia, contralor de Bogotá. Le faltaron 2 votos para ser contralor general de la república. En sus memorias se advierten muchas soledades. Mucha nostalgia. Por eso, escogió para su libro la figura emblemática de Juan el ermitaño. Con él se fue el último grecolatino que quedaba.   

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El Espectador, Bogotá, 13-II-2021. Eje 21, Manizales, 12-II-2021. La Crónica del Quindío, Armenia, 14-II-2021. El Caldense, Aranzazu, 3-V-2022.

Comentarios 

Muy buena y merecida recordación del gran César. Sin lugar a dudas, nuestro último grecolatino. Faltaron dos datos importantes: fue director nacional de Instrucción Nacional y, acaso en 1995, fue votado como el abogado penalista más destacado de Colombia. Augusto León Restrepo, Bogotá.

Por algo escribió «Memorias de Juan el ermitaño». Según cuentas, estuvo en retiro en Pereira y sacó a la luz su verdadero sentir emocional; hay soledades que no se notan, por apariencias de las personas que las padecen y demuestran ante los demás una cara y una actitud diferente. Alguna falencia lo atormentó, un amor frustrado, una nostalgia ancestral, en fin, vaya uno a saberlo. Inés Blanco, Bogotá.

Las memorias de Alberto Casas

miércoles, 16 de septiembre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Leídas las Memorias de un pesimista, de Alberto Casas Santamaría, me queda el grato sabor de encontrar en ellas un compendio del pensamiento del autor, inspirado por sus firmes convicciones políticas, éticas y morales. Como testigo que ha sido de grandes sucesos de la historia nacional, su visión es nítida en los aspectos que trata, y sus juicios son dignos de la mayor consideración por reflejar la postura de un colombiano controversial y respetable, que además es amigo del diálogo y la concordia.

El hecho de adjudicarse la calificación de pesimista frente al manejo que han tenido los capítulos más protuberantes de la nación indica su capacidad de análisis y su rechazo a los dirigentes que no han sido capaces de encontrar las soluciones que remedien los agudos problemas que agobian al país. Dice que Colombia siempre ha vivido polarizada entre el sí y el no, a partir del enfrentamiento entre Bolívar y Santander.

El ánimo opositor llevado a extremos arrasadores ha sido la brújula constante en los dos siglos que siguieron a la Independencia. Como nadie quiere ceder y todos quieren ganar, la armonía de los colombianos se ha hecho trizas –expresión muy adecuada en el momento actual, cuando unos defienden los acuerdos de paz y otros quieren destruirlos–. La época de la Violencia, el episodio más nefasto del siglo XX, marcado en sucesivas reyertas por el sí y el no, obedeció a la lucha imparable entre liberales y conservadores, que se disputaron el poder entre 1930 y 1948 y dejaron miles de cruces a lo largo y ancho del país.

Alberto Casas posee amplia autoridad para discernir la realidad del país. Ha sido ministro de Comunicaciones y Cultura, embajador en Méjico y Venezuela, diputado a la Asamblea de Cundinamarca, concejal de Bogotá, miembro de la Cámara de Representantes, senador de la república. En el campo del periodismo ha estado vinculado a El Siglo, las revistas Diners y Bocas, el Noticiero de Mediodía, La FM y La W Radio.

Su presencia en la vida pública viene desde sus albores estudiantiles. Cuenta que a los siete años conoció a Laureano Gómez en su casa de La Candelaria, cuando el líder conservador fue a visitar a sus padres con motivo de sus bodas de plata. “Siempre me pareció una figura descomunal”, anota. Esta admiración ideológica se caracterizó más tarde, siendo estudiante del Colegio del Rosario, cuando se dedicó a promover las ideas de Álvaro Gómez Hurtado. La cercanía con la casa Gómez le fijó un puesto en la política, y ahora, en sus memorias, hace un análisis minucioso sobre el 13 de junio y la dictadura de Rojas Pinilla que nació allí.

Para la gente de hoy resultan lejanos aquellos episodios. Pocos saben que Vicente Casas Castañeda, el padre de Alberto Casas, fue el amigo más leal del presidente derrocado, y que con su célebre paraguas salió a despedirlo al aeropuerto de Techo el día lluvioso que fue desterrado a España, donde años más tarde pactaría con Alberto Lleras Camargo, el líder del liberalismo, la fórmula para acabar con el gobierno usurpador e implantar el sistema de conciliación conocido como Frente Nacional.

El sí y el no, según lo expresa el memorialista, ha sido la mecha detonante que ha agudizado los conflictos sociales de Colombia. Situados en la actualidad, dice que “lo más grave es la incapacidad del sistema judicial para castigar a los agentes de la corrupción e impedir la rentabilidad del delito”.

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El Espectador, Bogotá, 12-IX-2020.
Eje 21, Manizales, 11-IX-2929.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-IX-2020.
Aristos Internacional, n.° 35, Alicante (España), sept/2020

Comentarios 

Muy triste comprobar que nada ha cambiado, que la polarización bipartidista desde hace años ha causado la desgracia para que el país no avance y por el contrario se mantenga en el limbo de una justicia corrupta y un estado inepto. Inés Blanco, Bogotá.

Qué excelente análisis sobre el libro de Casas Santamaría, testigo presencial de muchos hechos nacionales. Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.

Me encontré en la vida con . . . Gustavo Páez Escobar

lunes, 17 de agosto de 2020 Comments off

Autor: Gabriel Echeverri González

Notable escritor colombiano nacido en Soatá -Boyacá- el primero de abril de 1936, sus padres Pedro Páez Cuervo, quien ejerció la medicina tropical en Casanare, dueño  de inspiración poética, y Herminia Escobar, afamada profesora en Boyacá; en este hogar nacieron: Gilberto, Graciela, Pedro Elías, Leonor, Jorge Alberto, capitán de navío de la Armada Nacional y autor de un libro de poesía denominado Bitácora de ensueños, publicado  en 2001, y, desde  luego, Gustavo.

Cursó  sus  estudios  básicos en su ciudad natal y en Servitá culminó  con éxito su bachillerato en el colegio de los Hermanos Redentoristas; su vocación de estudio y su formación en latín y en griego fue decisiva para la cimentación de su cultura, la preparación intelectual y el desarrollo vital de escritor consagrado.

Contrajo matrimonio con la distinguida señora Astrid Silva Ortiz, de cuya unión nacieron 3 hijos: Liliana, diseñadora gráfica, funcionaria de Caracol Radio; Fabiola, ingeniera de sistemas y especializada en administración de empresas, y Gustavo, administrador de empresas, con especialización en mercadeo, trabaja en Enel-Codensa.

Dedicación y empeño

Desde la adolescencia inició su vida laboral, primero en la Contraloría Departamental de Boyacá, por 2 años, y más tarde como funcionario del Banco Popular, lugar donde alcanzó importantes responsabilidades con mucho éxito, como ser gerente de una oficina de Bogotá a los 26 años, otras gerencias y otras tareas ejecutivas, durante 36 años de su vida

Banco Popular de Armenia

Encargado de la gerencia y con la misión de conseguir gerente titular, apenas llegó al Quindío sintió el influjo mágico de la tierra y, de una vez, solicitó la gerencia para sí mismo; durante 15 años realizó una maravillosa gestión al servicio de la región, logró que el banco construyera la sede moderna de la calle 21 y que el presidente del banco en esa época, doctor  Eduardo Nieto Calderón, afamado promotor de la cultura, ayudara a Páez Escobar en su empeño de que los 2 pisos superiores fueran ocupados por el Museo Arqueológico, como en efecto ocurrió. Durante su gerencia el museo funcionó en forma admirable.

Novelista y cuentista desde la primera hora

Sus estudios  clásicos lo llevaron muy pronto a la literatura y a los 17 años de edad y viviendo  en Tunja, escribió  su primera  novela, Destinos Cruzados, que publicó en 1971, cuando vivía en la ‘Ciudad Milagro’; dicha obra fue la primera telenovela de RCN, con guion de Fernando Soto Aparicio, paisano de Gustavo  y escritor consagrado, y la dirección  técnica del argentino David Stivel.

En Armenia su producción intelectual fue numerosa: publicó  en 1974, Alborada en penumbra; en 1977, Alas de papel, y en 1982, Caminos, además escribió  20 cuentos  que reunió en un libro que denominó El sapo burlón, publicado  en 1981 por la biblioteca del Banco Popular.

En 1998 fue editada su novela La noche de Zamira, uno de sus trabajos más elogiados por la crítica que tiene como escenario la bonanza cafetera, con los problemas sociales y económicos que se derivaron del singular hecho económico  e histórico.

Entre sus libros publicados en Bogotá es dable mencionar los siguientes: la novela Ráfagas de silencio, una obra de vivencias de selva inhóspita con la figura del legendario Tulio Bayer, como personaje central; Ventisca, que describe la destrucción de un pueblo, con cierta semejanza a la inolvidable tragedia de Armero; Biografía de una angustia, sobre la vida  del reconocido poeta colombiano Germán Pardo García, por muchos años residente en México; Laura Victoria, sensual y mística, la vida de su ilustre paisana, una de las aventajadas poetas eróticas del país. En total 13 libros en los géneros de novela, cuento, ensayo, biografía y periodismo.

Columnista de periódicos y revistas

Viviendo en Armenia se hizo columnista de los diarios El Espectador y La Patria de Manizales, con los años sostiene sus colaboraciones además en La Crónica del Quindío, Eje 21 de Manizales y algunas revistas, como Mirador del Suroeste de Medellín y Aristos Internacional de Alicante, España; cerca de 2.000 columnas, un poco más de 300 sobre el Quindío, recogidas casi todas en  su página web.

Debo destacar que Páez ha sido un constante pregonero de nuestra región, de sus tradiciones, de sus gentes, nunca fue en vano su veneración por el Quindío y desde el primer día fue amor a primera vista, igual su familia; lleva con mucho honor su distinción de hijo adoptivo de nuestra región.

Distinciones y reconocimientos

El gobernador Rodrigo Gómez Jaramillo, ya fallecido, a nombre del departamento del  Quindío le otorgó la Medalla al Mérito Artístico; la ciudad de Armenia, el Cafeto de Oro y la Flor del Café; el municipio de Calarcá, la Medalla Eduardo Arias Suárez; la Contraloría de Boyacá, la Medalla Francisca Josefa del Castillo.

La Imperial Orden de la Doctora de la Iglesia santa Elizabeth de Hesse –Darmstadt– le entregó el título de «Barón de los  caminos» por la semejanza con su libro Caminos, editado por la Gobernación del Quindío en su serie de la Biblioteca de Autores Quindianos.

Este libro y El sapo burlón fueron incluidos en la Cápsula de El Tiempo, a ser descubierta en 2052.

Academias

Es miembro de la Academia de Historia de Boyacá, de la Academia Patriótica Antonio Nariño, del Instituto Sanmartiniano de Colombia, entre otras.

Gustavo Páez Escobar es un ciudadano probo y aplicado a su vocación y a su trabajo diario; como banquero fue un ejecutivo correcto y diamantino, que no obstante sus ocupaciones en el  Banco Popular, ejercitó  la pluma y la lectura con constancia ejemplar; ya libre de esas ataduras laborales, está dedicado de tiempo completo a sus  amados libros, a escribir con dedicación, a la elaboración de sus  columnas y a su condición de padre amantísimo de su familia y de su país.

Lo conocí en la gerencia de la oficina principal en Armenia y desde ese momento entablamos una amistad literaria e intelectual: con el aprecio y admiración que le profeso desde esa época, por su honorabilidad a toda prueba, por su vigoroso estilo de escritor ameno y agradable y por su  señorío de boyacense trasplantado al Quindío, un gran señor con toda su cordialidad y sencillez.

Como bien lo dice, supo combinar las letras de cambio con las letras del espíritu, en ambos frentes se ha desempeñado con altura, con paso firme, con seriedad y certeza, en medio de ideales, esfuerzos y muchas realizaciones, un escritor y un hombre de bien; un ejemplo para todos aquellos que avanzan con dificultad en sus tareas diarias: Don Gustavo, valioso ser humano, registro con inmensa alegría su madurez y su consagración.

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Además: Eje 21, Manizales, 10-VIII-2020. Blog de la Academia de Historia del Quindío, 15-VIII-2020.

Comentarios 

Leí con satisfacción el escrito de Gabriel Echeverri González, en el cual presenta las diversas facetas de tu vida, una descripción de tus numerosas e importantes obras literarias, una maravillosa semblanza sobre tu valiosa vida. Felicitaciones y gracias por honrar al Quindío. César Hoyos Salazar, Armenia.

Bien merecidos los elogios que en su columna de La Crónica del Quindío te hace Gabriel Echeverri. A ellos me uno. Siempre te he profesado una profunda admiración por tus invaluables méritos intelectuales, pero principalmente por tu hombría de bien. Diego Moreno Jaramillo, Bogotá.

Muy merecido el testimonio de Gabriel, porque ha sido una vida magnífica, que bien merecía ser exaltada. Alberto Gómez Mejía, Armenia.

Más que merecida la referencia de Gabriel a tu vida y obra cuya cercanía con nuestra región ya es un logro. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

Me enorgullece verte bien plasmado en las letras de Gabriel. Te veo quindiano y amigo como el mejor. Luis Fernando Jaramillo Arias, Bogotá.

Se quedan cortas las palabras al describir la vida de mi papá. En la parte humana: intachable y lleno de sabiduría y de enseñanzas para quienes hemos tenido la dicha de poder caminar al lado, viendo cómo con esfuerzo, amor, disciplina y constancia ha realizado el gran trabajo literario. Gracias, papi, por tantos años de buen trabajo, por seguir creando y dejarnos la mejor de las herencias que son las letras. Estoy muy orgullosa y feliz con esta publicación. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Muy merecido el homenaje que el doctor Echeverri González hace a tu vida y realizaciones. Cuando en vida ocurren estos reconocimientos, se tiene la satisfacción de compartirlos con la familia y amigos, ocasionando, de hecho, otra satisfacción más.  Me adhiero a este reconocimiento. Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.

Un justo reconocimiento a la vida y obra del ejecutivo bancario, del escritor y del amigo. Muchos podemos decir también que hace ya bastantes  años  nos cruzamos por la ruta de la palabra con este mismo hombre multifacético de Soatá y que hoy felizmente contamos con el regalo maravilloso de la amistad. Inés Blanco, Bogotá.

Justo reconocimiento a un hombre ejemplar. Tuve el privilegio de estar cerca de ti por un período suficiente para admirar tus valores. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Gabriel Echeverri pone de relieve en esta semblanza tus dos más grandes cualidades, como son las de escritor y hombre de bien. La primera con sobradas razones, pues tu amplia trayectoria en el difícil arte de escribir bien ha quedado grabada en toda tu vasta producción literaria. Y la segunda, en mi criterio, es la más preciada cualidad que actualmente se le puede reconocer a un ser humano, pues infortunadamente en estos oscuros tiempos que nos ha tocado vivir, pocos son los que se hacen acreedores a este honroso título. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Excelente hoja de vida, resultado del estudio, la disciplina y la dedicación. Es un legado a las letras y periodismo de Colombia. Humberto Escobar Molano, Villa de Leiva.

Honrosa semblanza la que hace don Gabriel Echeverri. Un reconocimiento a tu vida honrada y fructífera, plena de realizaciones. Comparto la satisfacción por tan merecido homenaje. Elvira Lozano Torres, Tunja.  

Todas las crónicas sobre personajes quindianos de Gabriel las acostumbro leer. En ellas, como en tu caso, se trata de amigos o personas conocidas que con su accionar le han dado lustre o han impulsado obras que han beneficiado a nuestro querido Quindío. Estar en la lista es algo que emociona e impulsa a seguir adelante. William Piedrahíta, Estados Unidos.

La página de Gabriel es un sincero reconocimiento a tu vida de trabajo, estudio permanente y producción literaria. Aquí te sentimos como nuestro, de igual manera a todos los tuyos. La vida se trata de dejar huella: y qué bien que lo has hecho. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Un gran reconocimiento a tu labor y a tu vida.  Me alegro mucho que Gabriel haya publicado tu semblanza porque es muy importante, además del reconocimiento público, que se sepa sobre las contribuciones de personajes como tú a la historia del Quindío. Alister Ramírez, Nueva York.