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Jaramillo Ángel y Vargas Vila

miércoles, 11 de enero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Gracias al celo conyugal de Merce­des González Cifuentes se ha publicado la obra póstuma de de Humberto Jaramillo Ángel: Vargas Vila con otros escritores. Se trata de crónicas preparadas en los años 1990 y 1991, las que, frustradas por la muerte de su autor, quedaron bajo el cuidado de su fiel compañera.

Otto Morales Benítez, en el prólogo del libro, traza un esbozo certero sobre la personalidad literaria y humana de Jaramillo Ángel, sobre quien dice que “su peregrinaje no obedecía sino a un mandato: el arte y, en especial, la literatura». Toda su vida, en efecto, estuvo dedicada al noble ejercicio de las letras, bien como ensayista de limpia pluma, bien como vehemente crítico social y li­terario, bien como poeta y cuentista de castiza imaginación.

Uno de los personajes que más admiró en el mundo de las letras fue Vargas Vila. Lo leyó, lo estudió y lo asimiló. Sobre él publicó escritos diversos a lo largo del tiempo, y le dispensó el trato deferente de maestro.

Mejor: de su maestro. El demo­ledor panfletario y polemista que arremetía por igual contra el clero desubicado que contra los gobier­nos despóticos, lo mismo que con­tra los falsos ídolos de la sociedad, tenía por qué ser maestro de Jaramillo Ángel, otro espíritu rebel­de que hizo de la pluma un ele­mento de ataque y censura cuan­do de reprobar a la gente y sobre todo a los escritores se trataba.

Jaramillo Ángel manejaba, al igual que Vargas Vila, una prosa vigorosa y una mordacidad inna­ta. Les venía de la cuna la insatis­facción social. Estaban hermana­dos dentro del mismo estilo y el mismo temperamento. Nunca des­falleció la ferviente adhesión del escritor calarqueño a su maestro, y puede decirse que llegó más allá de la muerte con su libro póstu­mo.

Estas crónicas presentan a Vargas Vila en su trato personal y literario con grandes figuras de las letras, tanto colombianas como de otras latitudes.  Afloran allí amores y odios, afinidades y diver­gencias. Útil, sin duda,  este escrutinio que hizo el escritor quindiano sobre las andanzas de su maestro por los caminos de la inteligencia. A los genios se les entiende mejor cuando se les ubica en su mundo cotidiano, y esto es lo que hace Jaramillo Ángel en los ensayos que por fortuna ha rescatado su espo­sa Mercedes.

Vargas Vila es uno de los escri­tores más fecundos del país, y de los más densos en ideas y de mayor expresividad idiomática. Creador de metáforas refulgentes y de original y castigado estilo li­terario –que por lo general iba en contravía de las reglas aca­démicas–, sus libros, que llegaron al centenar, hacían estremecer a sus innumerables lectores de Amé­rica y de Europa. Era ídolo de multitudes, genio del talento. El maestro Valencia lo llamó «el divino».

Hoy vuelven a aparecer sus obras en las librerías, editadas por la editorial Panamericana. Regre­sa otra vez a su patria el ilustre desterrado que hizo grande el nom­bre de Colombia por los aires del mundo.

La Crónica del Quindío, Armenia, 26-V-1998

 

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