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¿Por qué lo mataron?

lunes, 7 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

¿Por qué mataron a Álvaro Gómez Hurtado? Es la pregunta que formula su hermano Enrique en el libro que publica al conmemorarse los quince años del magnicidio, ocurrido el 2 de noviembre de 1995, cuando unos sicarios lo acribillaron mientras salía de dictar su clase en la Universidad Sergio Arboleda.

Es la misma pregunta que se hace el país frente a este crimen político que permanece impune en la historia nacional, comparable a los de Gaitán y Galán: los tres iban camino de la presidencia de la República y fueron eliminados por oscuros criminales en el momento cenital de sus carreras. Estos y otros sucesos similares se han perpetrado para crear caos y desestabilizar la democracia, y con ellos se ha buscado acallar la voz de los líderes de mayor arraigo popular.

En el caso de Álvaro Gómez Hurtado, se trataba del dirigente más notable y más aguerrido de la oposición contra el gobierno de Ernesto Samper, cuya imagen se había deteriorado, de manera drástica, por lo que era de dominio público –y sigue siéndolo–: el ingreso a su campaña presidencial de dineros del narcotráfico. El proceso 8.000, a pesar de la absolución política que obtuvo el mandatario, se volvió figura histórica que siempre perseguirá a Samper y no lo liberará de culpa. El veredicto del pueblo, en muchos casos manejados por la política, es superior al de los tribunales o los cuerpos legislativos.

Aquella célebre frase de Samper: “De comprobarse cualquier infiltración de dineros (provenientes del narcotráfico) se habría producido a mis espaldas”, no convenció a nadie. El cardenal Pedro Rubiano ofreció el símil perfecto para esa situación salida de lógica: es como si un elefante se mete a la casa y uno no se entera.

Gómez Hurtado, que en los inicios del gobierno de Samper expresó su voz de apoyo a los programas en ejecución, cambió de actitud cuando aparecieron los graves lunares, de tipo ético y moral, que echaban a perder todo lo bueno que pudiera existir. Y pasó a la oposición seria, responsable y vigorosa, que se dejaba sentir, como eco del clamor popular, desde las columnas editoriales de su periódico y desde el Noticiero 24 Horas que él dirigía.

Manifestaba el líder conservador que la continuación de ese gobierno afectado por la corrupción representaba una deshonra para la dignidad de la República, y por lo tanto la solución estaba en la renuncia al cargo. En eso alcanzó a pensar el Presidente, pero luego cambió de parecer. Y se sintió una fuerza de intimidación contra el líder nacional de la oposición, a quien llegó a calificarse de conspirador en asocio de militares y otros sectores de la ciudadanía. Esta acción no ha podido ser demostrada.

El 30 de octubre de 1995, Gómez Hurtado dijo en su Noticiero 24 Horas: “El Presidente no se va a caer, pero tampoco se puede quedar”. Al día siguiente, el editorial de El Nuevo Siglo reprodujo la misma declaración. Dos días después, el caudillo fue asesinado a la salida de la Universidad Sergio Arboleda. Ahora, su hermano Enrique recoge en su libro el itinerario tortuoso que duerme en 150.000 folios del expediente, sin que se vea el propósito de descubrir la realidad de los hechos. Este espinoso camino de la impunidad está sembrado, como otros procesos similares de la violencia colombiana, por desviaciones de la investigación, falsos testigos, mentiras, contradicciones, encubrimientos, falsas acusaciones…

¿Por qué lo mataron? El autor de la obra, que no quiere irse del mundo sin dejar constancia de su perplejidad ante la justicia del país, aspira a que su  pregunta no continúe en el vacío y se conozca al fin la verdad.

El Espectador, Bogotá, 16-II-2012.
Eje 21, Manizales, 16-II-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-II-2012.

* * *

Comentarios:

Todo sigue tapado. Como decía Laureano Gómez: «Tapen, tapen, tapen»…, con sus frases fustigantes acerca de todas las ollas podridas que descubría en el Congreso. Y el tiempo sigue pasando, y todo lo mismo y todo igual o peor. Ironías y tristezas de nuestra querida tierra y política colombianas. Luis Quijano, Houston (USA).

Muy  interesante y precisa visión sobre este doloroso acontecimiento de nuestra vida nacional. Repito la frase que  decía  mi profesor de Historia del Arte, Francisco Gil Tovar: “El día del Juicio, de los niños y de los libros sabremos los autores”. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Impecable artículo. Siempre en busca de la verdad y la conciencia de Colombia. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Muchas cosas sentí al leer esta columna. Muchas cosas recordé de mi caminar en los medios de comunicación en Colombia. Entre ellas, las amenazas de muerte por algunos denuncios que como periodista y patriota me vi obligada a hacer. Yo podría atreverme a decir que a uno en Colombia lo matan por decir la verdad; lo matan por preguntar, lo matan por defender a inocentes; lo matan por lo que sea. Porque en Colombia se cumple lo de la canción mejicana: La vida no vale nada. Colombia Páez, periodista colombiana residente en Miami.

Mi Día del Periodista

lunes, 7 de octubre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

En octubre de 1977, cuando trabajaba como gerente de banco en Armenia y además era columnista de El Espectador y La Patria de Manizales, me escribía doña Marlén Bruce de Benito, por encargo de don Guillermo Cano, una carta donde me indicaba los trámites que debía cumplir a fin de obtener la tarjeta de periodista, para lo que debía acreditar, de acuerdo con la ley 51 de 1975, varios años de ejercicio en la prensa.

Llené la documentación, y no volví a preguntar qué había sucedido con la tarjeta. Lo lógico era pensar que si el director de El Espectador había solicitado el documento oficial de acuerdo con las reglas fijadas, este me sería otorgado. La verdad sea dicha, nunca tuve necesidad de la tarjeta. Con ella o sin ella –y sin haber estudiado la profesión en ninguna universidad–, siempre me he creído periodista. Bueno o malo, pero periodista. Periodista y escritor.

Alguna vez me acordé del esquivo título, sobre el que no volví a recibir noticia alguna, y supuse que este no había alcanzado para mí. Nunca pensé que era yo quien debía reclamarlo. Y así pasaron largos años. Ya radicado en Bogotá, en mayo de 1994 me surgió de pronto la curiosidad por averiguar qué había sucedido con el trámite que a buen seguro había adelantado doña Marlén, la secretaria de la Dirección de El Espectador.

Dando vueltas por aquí y por allá, al fin localicé en el Ministerio de Educación el bendito documento. Este había sido autorizado en agosto de 1978. Es decir, llevaba 16 años de expedido, sin que el beneficiario lo supiera. En silencio me gradué entonces de periodista, ya con la tarjeta en mi poder y  bien guardada, para cuya reposición (dado que en el ministerio no apareció el original) tuve que adelantar nuevos trámites para rescatar mi glorioso título. Ya era periodista. ¡Periodista profesional!

Como una paradoja, años más tarde la Corte Constitucional dejó sin vigencia el Estatuto Profesional del Periodista. Es decir, ya no era válido –ni lo es hoy– el título dispuesto por la ley 51 de 1975. De esta manera, mi tarjeta de periodista perdió vigencia sin que yo nunca la hubiera utilizado. Se me convirtió, eso sí, en un bello recuerdo. En una anécdota. Y se regresó a lo obvio, a lo que siempre había regido esta materia: la capacidad del periodista no la da el título universitario ni el documento oficial. Es algo intrínseco que nace de la vocación y la formación individual de la persona. Y está ligada a la libertad de expresión.

Hoy, otro Día del Periodista, yo lo festejo a mi manera. Lo celebro haciendo una evocación de don Guillermo Cano, que creyó en mi idoneidad para el bello oficio. Con las 1.800 columnas escritas en los 41 años de ejercicio periodístico, ya pasé la prueba. Y fui periodista desde el primer artículo, escrito en 1971, porque el destino y la vocación ya estaban marcados.

En 1994, al rescatar mi tarjeta refundida en los vericuetos del Ministerio de Educación, yo le manifestaba lo siguiente (y lo ratifico ahora) a doña Ana María Busquets de Cano, la viuda de don Guillermo: “Si don Guillermo estuviera vivo, le brindaría la tarjeta. Corrijo: se la brindo hoy con cariño, ya que él fue su gestor. Y sobre todo, mi patrocinador, que me abrió las puertas del periódico y me animó a escribir”.

El Espectador, Bogotá, 9-II-2012.
Eje 21, Manizales, 10-II-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-II-2012.

* * *

Comentarios:

Su columna deja ver la honestidad y lealtad hacia quien lo ayudó a ser un periodista de clase. Muy sentido su mensaje y una lección para muchos que jamás se le miden a hacer lo que quieren. Amparo E. López, Nueva York.

Mis congratulaciones, y  más que merecidas porque, haciendo eco de tu bella historia, tu profesión de periodista es innata, ubicándola en lo más alto del pedestal, con la independencia y pulcritud de quien hace honor y camino al andar en el ejercicio de la actividad.  Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.

Traías la materia prima en la sangre y lo que se debía hacer era muy sencillo: escribir, escribir y «coger oficio» a través de  la autoexigencia, y lo  lograste con lujo no solo en el periodismo sino como escritor, narrador, cronista, biógrafo,  cuentista. El maestro don Guillermo Cano debió tener un ojo muy agudo para elegir, entre muchos, lo mejor. Es como la poesía: no se puede ir a la universidad para graduarse de poeta, pero sí se requiere «oficio», talento, mucha lectura y necesidad absoluta de  escribir. Inés Blanco, Bogotá.

Periodismo es más que tarjeta. Los grandes periodistas de este país no salieron de la universidad, se hicieron oliendo plomo, construyendo cuartillas y recorriendo país. Bueno es recordarlo.  valcas1234 (correo a La Crónica del Quindío).

Sí, uno es lo que es, en su esencia. Excelente la anécdota. Te felicito por tu carrera como periodista y como escritor. No es fácil, ni común, desempeñar ambas actividades con propiedad, calidad humana y eficiencia.  Hoy laboran en el periodismo hablado y escrito muchos diplomados faltos de una formación integral, de  ética, etc.  Elvira Lozano Torres, Tunja.

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Las cenizas de Calarcá, y otras cenizas

lunes, 7 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En enero de 1977, cuando yo residía en Armenia, escribí en El Espectador el artículo titulado Ladrillos de cultura, en el que registraba la inauguración de la Casa de la Cultura de Calarcá, que tuvo su ejecución con auxilios nacionales conseguidos por la parlamentaria Lucelly García de Montoya, gobernadora del Quindío en aquellos días. Se trataba de una construcción gigante que se situaría entre las mejores casas de cultura del país.

En 1990, el poeta Javier Huérfano trasladó allí, desde la capital del país, los restos de Luis Vidales. Ambos poetas son oriundos de Calarcá. Huérfano, que se formó bajo la tutela de Vidales hasta coronar destacada carrera literaria, se encargó de preservar la memoria de su maestro con diferentes expresiones, como la creación de una biblioteca pública en el barrio bogotano donde residía el discípulo.

Luis Vidales, que con Suenan timbres (1926) revolucionó la poesía colombiana, expresó a sus hijos, poco tiempo antes de morir, el deseo de que sus restos fueran llevados a Calarcá. A la muerte de Huérfano en el 2010, sugerí que sus cenizas fueran también trasladadas a la misma casa cultural, para que reposaran al lado de las de su maestro. Se escribiría así una leyenda en el alma de la poesía calarqueña. Y recomendé que la urna cineraria se situara en sitio discreto para no convertir la entidad en un cementerio.

Un año después, el escritor Hugo Hernán Aparicio Reyes notó que había un movimiento de las cenizas, como si estas tuvieran pies. En efecto, se estaban reubicando las urnas. Y escribió en La Crónica del Quindío la columna titulada ¡Carajo, todo el mundo a descubrirse! (las mismas palabras pronunciadas por Luis Tejada en el Café Windsor de Bogotá al descubrir a Luis Vidales, el niño terrible –l’enfant terrible– de la generación de Los Nuevos, como el gran poeta que llegaría a ser).

La llegada de las cenizas de Lucelly García de Montoya, la fundadora de la Casa de la Cultura (que lleva su nombre), determinó una especie de orden jerárquico para los restos mortales allí situados, mediante el cual la política pasaba al primer puesto, y los poetas, al segundo. Dice la nota de Aparicio: “Las losas con sus nombres y algún verso quedaron de cara al muro donde solo prolijos visitantes podrían leerlas”.

La noticia voló hasta Suecia, donde reside el hijo del poeta, Carlos Vidales, profesor jubilado de la Universidad de Estocolmo, que ha manifestado lo siguiente: “Lo que me impresiona no es que quiten esos restos de ahí o que los pongan en un sitio de menor cuantía: no es la calidad del sitio lo que honra o deshonra unos restos mortales, son los restos mortales los que honran o deshonran, según el caso, los sitios donde reposan. Creo que los honores póstumos no enaltecen al muerto, sino engordan al vivo que los organiza y promueve”.

Y agrega: “Si se nos diera el privilegio de opinar al respecto, preferiríamos que sus cenizas (las de Vidales) se confundieran con la tierra calarqueña en lugar de estar prisioneras en una urna. Y, desde luego, no nos gustaría que se las utilizara para librar disputas por sitios de honor con las cenizas de otros muertos”.

El debate está formado, y de él se ha ocupado el espacio virtual NTC, de Cali. También ha terciado en el caso Carlos A. Villegas, exsecretario de Cultura del Quindío, hoy residente en Texas, que revive una idea de su autoría, para la que elaboró incluso el boceto: la construcción del Parque Nacional de los Poetas en tierra quindiana, proyecto que incluye museo de exposiciones sobre la literatura colombina, parque de los poetas muertos, en medio de gualandayes florecidos, sitios de lectura y escucha y escenarios para recitales y conciertos.

“Colombia sigue en deuda con Vidales –dice Villegas, también oriundo de Calarcá– y parece que la indolencia local no entiende la dimensión de este creador de cultura iberoamericana”.

Los sucesos aquí mencionados llevan a pensar en el poco sosiego que tienen los despojos de algunos personajes ilustres. Los mortales no los dejan descansar en paz. ¿Habrá algo más poético –ya que de poesía hablamos– que esparcir las cenizas en el aire o en el agua?

Me vienen a la memoria los siguientes casos. Tulio Bayer pidió a su esposa que sus huesos fueran arrojados por los Pirineos como acto supremo de libertad. Las cenizas de Manuel Zapata Olivella fueron tiradas al Sinú, el río tutelar de su tierra, a fin de que las aguas proletarias se encargaran de llevar sus restos hasta el África, de donde provienen sus orígenes. Juan Castillo Muñoz dispuso que sus cenizas se esparcieran por el Salto de Pómeca, en Moniquirá, hermosa cascada que tiene 17 metros y cae en un pozo cristalino donde se mezcla el esplendor del paisaje con el misterio de los símbolos indígenas de Boyacá.

El Espectador, Bogotá, 27-I-2012.
Eje 21, Manizales, 27-I-2012.
La Crónica del Quindío, 28-I y 4-II-2012.

*  *  *

Comentarios:

Me ha sorprendido de forma muy grata la amable mención a la memoria de mi padre, Juan Castillo Muñoz, y a su deseo de ver esparcidas sus cenizas en el Salto del Pómeca, lo que hicimos. Gracias por el recuerdo, y por mantener vivo en las letras un ejemplo que nos guía Fabio Castillo.

Este excelente y dolido artículo me trajo a la mente aquella estrofita de mi poema Romance de mi salvación: Amada, cuando yo muera / no dejes que mis amigos / me oculten bajo la tierra. / Que hecho polvo a ti me entreguen / en una caja pequeña. / ¿Recuerdas el monte santo / donde te di el primer beso? / Allí, destapa la caja / y échame a los cuatro vientos. Jaime Hoyos, poeta, Bogotá.

Que cada cual se muera donde quiera y lo entierren donde quiera. Yo pediría poéticamente como Baudilio Montoya: Dame un árbol,  amada, cuando muera, que me acompañe en mi reposo eterno, un sauce fiel que se levante grave señalando la paz de mi silencio. Quiero verlo avanzar desde mi sombra, lo quiero contemplar desde mi sueño. Un día sus raíces blandamente hundiéndose en el suelo horadarán el cedro de mi caja, buscando las cenizas de mis huesos. Por su tronco, tatuado todo por los años, cicatrizado todo por el tiempo, ascenderá mi espíritu anheloso a contemplar la placidez del huerto. Mi savia en él será regalo tempranero que mecerá la vesperal caricia de la mano romántica del viento… (transcribo de memoria). Pero en la práctica: Después de muerto poco importa ya dónde queden los restos. Eso dejémoselo a los románticos que escriben poesía cuando todavía están vivos. Carlos A. Villegas, Texas.

Tercio a favor de esparcir las cenizas. No son sino los restos de la envoltura física. Creo que  nuestro verdadero ser permanece para siempre. Solo cambiamos de dimensión energética. Todo es vida, en permanente  transformación. Elvira Lozano Torres, Tunja.

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domingo, 22 de septiembre de 2013 Comments off

2001-2010

CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE

Nació en Calarcá, Quindío, en 1961. Licenciado en Educación con especialidad en Tecnología Educativa, magíster en Comunicación Educativa, artista, escritor y gestor cultural. Ha sido asesor del Icfes, la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Sena en procesos de comunicación y educación. Docente de pregrado y posgrado en las universidades del Quindío, Javeriana y Antonio Nariño. Miembro fundador de la Asociación Colombiana de Caricaturistas, y gerente de Cultura del departamento del Quindío. Secretario del Consejo Directivo del Instituto del Pensamiento Liberal, y catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana de la asignatura “Psicogénesis de la risa”, y director de las revistas electrónicas Termita Caribe y del boletín de la Red de Estudios Interdisciplinarios sobre la Risa. Obtuvo en la Universidad Complutense de Madrid el doctorado de la Lengua, la Literatura y su relación con los medios de comunicación. A su regreso de España fue nombrado secretario de Cultura de la Gobernación del Quindío (el primero en ocupar esta nueva secretaría).

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Madrid, España, 4 de noviembre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

Gracias por compartirme tu columna en El Espectador sobre la meritoria compilación de Álvaro López: Calarcá para leer. Tu mirada crítica celebra y justiprecia, sin duda, los nombres de quienes, como en toda antología, han quedado por fuera. Y eso amerita una reedición ampliada y corregida. Además, y como siempre, tu reseña, justa en la demanda y generosa en la exaltación de los participantes, contribuye a valorar la iniciativa en favor de las letras quindianas.

Enhorabuena por la noticia que me llega sobre la inclusión de Jaime Lopera en Biblioaquí –Biblioteca de Autores Quindianos– promovida por José Nodier Solórzano Castaño. Espero que se te haga justicia en ese importante espacio de divulgación de creadores literarios, pues tu valioso y representativo trabajo incluye además de los ensayos de tu trayectoria periodística, cuento, novela y la meritoria incursión, como ninguno de los autores regionales, en la televisión colombiana, con guiones de series que hicieron historia.

Te participo que he concluido los estudios de Doctorado en la Lengua, la Literatura y su relación con los Medios de Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid y estaré leyendo, el próximo 12 de noviembre, la tesis Psicogénesis de la risa, la risa como construcción de cultura, en la sala de doctorados de la Facultad de Ciencias de la Información.

Te adjunto el pdf de la tesis que presentaré a consideración de los doctores Joaquín Aguirre, María Isabel Hernández (Universidad Complutense de Madrid), María Elena Gómez (Universidad Europea de Madrid), Carmen Galán (Universidad de Extremadura) y Natalia Meléndez (Universidad de Málaga). Espero brindarte buenas noticias después de la presentación ante este cualificado y exigente tribunal.

Reitero mi gratitud por las buenas nuevas que a través tuyo me llegan de mi añorado Quindío y de mis amigos escritores.

Carlos Alberto Villegas Uribe

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Bogotá, 4 de noviembre de 2010

Doctor Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, España

Apreciado Carlos Alberto:

Van cordiales congratulaciones por la conclusión en la Universidad Complutense de Madrid de los estudios de Doctorado en la Lengua, la Literatura y su relación con los Medios de Comunicación. Leeré despacio la tesis correspondiente, cuya novedoso título despierta inmediato interés.

No conocía el proyecto de José Nodier Solórzano sobre la Biblioaquí – Biblioteca de Autores Quindianos–. El Quindío está en mora de efectuar un inventario riguroso y justo de sus escritores. Leí los libros que con este propósito prepararon, en el año 2005, Nodier Botero Jiménez y Carlos Alberto Castrillón. Creo que este es apenas un borrador para efectuar una investigación real en este campo.

En cuanto a mí respecta (y confío que no se me juzgue de vanidoso o egocentrista), apenas se menciona, sin darle mayor mérito, mi novela inicial, Destinos cruzados, la cual, aunque publicada en el Quindío, la escribí en un ochenta por ciento en Tunja, a la edad de 17 años. Esta obra fue adaptada por Fernando Soto Aparicio como telenovela nacional, y con ella se inició en 1987 la serie de dramatizados de RCN.

En el Quindío publiqué los cuatro primeros títulos de mi obra literaria, y esto lo ignoran en su estudio los dos autores antes citados. Allí también inicié, en 1971 (el mismo año de la publicación de Destinos cruzados), mi carrera de periodista en los diarios El Espectador y La Patria, y escribí numerosos artículos sobre la vida cultural y social de la región. Sobre este hecho se guarda absoluto silencio en dichos estudios. Y, claro, no se menciona el hecho de que dos de mis libros editados en el Quindío quedaron incluidos en la Cápsula de El Tiempo, un honor excepcional para la región.

Residente en Bogotá, edité en 1998 la novela La noche de Zamira, que tiene como fondo el drama social producido por las bonanzas cafeteras. Esta novela fue presentada en la Universidad del Quindío por Laura Victoria Gallego, directora del Instituto de Bellas Artes, y obtuvo diversos comentarios en la región, entre ellos el del director de La Crónica del Quindío, Rodrigo Gómez Jaramillo, en la nota editorial.

Con todo, los comentaristas citados no hacen la menor alusión sobre dicha obra. Más aún: dicen que en el Quindío no se ha escrito la novela del café. Yo diría que si no se ha escrito la novela del café, por lo menos se ha escrito una novela sobre el café.

En fin, falta una investigación exhaustiva para abarcar todo el patrimonio artístico de la comarca y darle la debida valoración. Me precio de ser hijo adoptivo del Quindío, y por eso aspiro a que por lo menos se les cuente a las nuevas generaciones que un forastero con alma quindiana pasó por la zona (por espacio de 15 años) y dejó algún legado literario y periodístico.

De la misma manera, habrá otras omisiones que deben salvarse del olvido. Te hago estas revelaciones movido por tus generosas palabras respecto al juicio que esperas para mi obra literaria. Mil gracias por tu deferencia.

Un abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Madrid, España, 5 de noviembre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

Me das una nueva noticia. Podría jurar que eras quindiano de raigambre. Al menos así lo pensaba yo cada vez que oía tu nombre. Y debe ser porque has cantado al Quindío y a la zona cafetera como pocos autores colombianos. Yo he sido testigo de tu quindianidad, desde la Alcaldía Mayor de Bogotá, en donde con José Nodier Solórzano y Alpher Rojas Carvajal seguíamos con interés tus publicaciones en los diarios capitalinos, pues recurrentemente nos acercabas, como ahora, noticias sobre nuestra tierra y sus valores culturales.

Puedo decir con toda tranquilidad que tres tan quindiano como mi admirado Héctor Ocampo Marín era carlarqueño. Raizales simbólicos que tienen tanto o mayor mérito que los exclusivos raizales de nacimiento, porque hacen grande la tierra que los acogió con el valor de sus creaciones estéticas. Se han ganado a golpe de trabajo constante, imaginación y afecto reiterado lo que a otros sólo nos ha costado con abrir los ojos y pegar el primer berrido. Es la diferencia fundamental entre el hermano y el amigo. El primero le tocó a uno en suerte, el segundo, es un hermano que uno ha escogido desde sus más profundos afectos.

Sí, hace falta una mirada amplia, profunda e incluyente de la literatura quindiana, que

no excluya, desde los cánones literarios ni desde las latitudes, el esfuerzo constructor de universos simbólicos de muchos de los protagonistas de la literatura regional. Sé que Héctor Ocampo Marín había avanzado en tales caminos. Ese sería un encomiable y noble esfuerzo tuyo que proseguiría la tarea iniciada por ese viejo bello, y enaltecería de paso el nombre de ese amigo común, que ya ha sido condenado al olvido, como muchos otros de los escritores quindianos.

Gracias por compartirme tus personales –e intransferibles– reflexiones sobre el maltrato recibido. Varias veces he denunciado esa propensión del Quindío al olvido gratuito y al ninguneo, pues su mirada esnobista, que solo reconoce los valores que nos venden desde el centro, niega a golpe de plumero la narrativa vital de muchos de los coterráneos, ese esfuerzo ontológico por construirse desde la palabra escrita.Ya lo había reclamado para el escritor quindiano Orlando Montoya y para Rodolfo Jaramillo Ángel, cuyas obras, por lugareñas, según sus jueces gratuitos –cómo olvidamos a Tolstoi– se hunden en el olvido frente a la mirada indiferente de los entendidos regionales.

Así como he reclamado para Baudilio Montoya la grandeza de una obra que los propios críticos que pretenden exaltarlo, condenan a la mirada parroquial, sin entender que la grandeza del poeta es cantar la auténtica universalidad de la aldea. Afortunadamente el trabajo de Baudilio caló tan profundo en el espíritu de los quindianos que todavía se cantan y se declaman sus poemas, sin la ayuda de la crítica oficial, quienes no han dudado de tildarlo de romántico trasnochado, de bohemio, de bardo, de poeta hundido en las fisuras de la premodernidad. Que mucho de ello tenía, sin lugar a dudas, pero cuyas intencionales epítetos no hacen justicia con el conjunto de la obra y mucho menos con una docena de poemas antológicos que lo han colocado en el escenario nacional e internacional y que sostienen, como la punta de un iceberg, la autenticidad de una poesía cantada desde la realidad de una Colombia rural, brutal y violenta, pero también desde una Colombia de dimensión humana incomprensible, donde la ternura y la angustia tienen cabida en iguales proporciones.

Una poética particular que no se podría explicar sin el verdeyrrojo de sus cafetos y el sonido melancólico de los guaduales, sin esa vivencia fundamental del campo que hace particular y visible la quindianidad que propone, desde otra orilla, el escritor e historiador Jaime Lopera Gutiérrez.

Pero bueno, dejemos ahí estas reflexiones hilvanadas a golpe de tecla y recibe mi abrazo interoceánico.

Carlos Alberto Villegas Uribe

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ELÍAS MEJÍA

Poeta, traductor y periodista nacido en Calarcá, Quindío, en 1951. Allí realiza una constante y entusiasta labor cultural. Ha participado en concursos literarios y obtenido varios galardones. Ha colaborado en los periódicos La Crónica del Quindío, La Patria, La República y El Espectador en su Magazín Dominical, y en las revistas Casa Silva, El Malpensante, Arquitrave, Letralia, Kanora, Termita Caribe y otras.

Obra: Ha publicado la compilación de poemas Confesión de navegante (primer premio de poesía en los Terceros Nuevos Juegos Florales, efectuados en la ciudad de Manizales en 1994), El muro en el espejo e Ismenia (versiones del francés, del poeta griego Yannis Ritsos), Fragmenta o la vegetación de los minerales (folleto,  versión del francés, del poeta griego, tesalonicense, Takis Varvitsiotis) y La política explicada a los niños y a los demás (traducción, del abogado y escritor francés Denis Langlois). Además, es autor del poemario Conversaciones con el pez, publicado en el 2011 por la Biblioteca de Autores Quindianos.

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Calarcá, 3 de marzo de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo, muy buenas anécdotas en tu artículo. (1)

Bien, lo de Javier va por buen camino. Hablamos esta tarde con el señor alcalde sobre el asunto y aceptó que sean depositadas allí, en la Casa de la Cultura, al lado de las de Luis Vidales, las cenizas del poeta. Sería durante una actividad el día 23 de abril. El argumento principal que usamos para ello fue la sugerencia de tu artículo, tan sentido y generoso para con el poeta.

Quedará Javier cerca de Vidales, su mentor y amigo, lo cual empezará, además, a tejer un prestigio singular en tomo a la Casa de la Cultura, al estilo del que contienen los pasillos de las abadías y los templos europeos, plenos de tumbas de santos y de historia.

Tú, como es claro, eres el motor de esta decisión. Materializada tu propuesta, sólo queda pendiente que decidas tu participación en el acto del 23 de abril.

Cordial saludo,

Elías Mejía

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(1) Artículo titulado Muere un ruiseñor, sobre la muerte del poeta calarqueño Javier Huérfano.

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Bogotá, 4 de marzo de 2010

Poeta Elías Mejía
Calarcá

Apreciado Elías:

Haré conocer este plan de Yolanda y sus hijos cuando me contestes el presente correo. Como ellas son las personas más allegadas a Javier, y que deben asistir al acto con el traslado de las cenizas, debe saberse si el municipio de Calarcá les costea los gastos de transporte (por avión, supongo).

En cuanto a mí, lamentablemente no me es posible asistir. Lo importante es haber promovido la idea. Tengo la mejor voluntad en exaltar el nombre del poeta. Los amigos de Calarcá y del Quindío le darán con su presencia realce a la ceremonia

Otra cosa: sería importante que en la Casa de la Cultura se levantara un busto o estatua del poeta, como principal motivo de recordación. Esto, sin perjuicio de que las cenizas queden dentro del busto, o a un lado (como se considere más indicado). De esta manera se le quitaría al recinto el aspecto fúnebre que representan las solas cenizas. Las casas de cultura deben ser lugares vivos. Esto es lo que yo pienso, pero serán las autoridades las que deciden, claro está.

Estoy enviando copia de este correo a la poetisa Inés Blanco, que es la persona que ha estado más cercana a la familia de Javier, y que con excelente disposición ayuda a coordinar los trámites, lo mismo que a Esperanza Jaramillo, a quien invitaste a que te acompañara en la visita al alcalde.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Calarcá, 4 de marzo de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

José Nodier Solórzano es la persona que ha conseguido con la Secretaría de Cultura Departamental algunos dineros (no muchos), para el transporte de Yolanda y la familia del poeta o para dárselos a ella en efectivo. Eso habrá que discutirlo en una reunión que llevaremos a efecto con Esperanza Jaramillo en breve.

Me parece bien lo de la escultura, sería ideal. Pero los presupuestos no dan para tanto. La alcaldía se suma a tu idea dando el permiso y costeando la construcción del pequeño nicho en la jardinera de la Casa de la Cultura. El temor que manifestó el alcalde fue del talante que tú planteas: que no vaya a parecer la Casa a un cementerio. Yo no creo. Las placas son discretas. La escultura que no se hará, en todo caso, sería la de Vidales y no la de Javier.

Aunque creo que con el paso de los lustros no faltará alguien que piense en completar lo que inicias, esculpiendo la leyenda que estamos tejiendo en la actualidad en torno al maestro y su discípulo; en torno a las abandonadas cenizas de Vidales y el cuidado que tuvo Javier con ellas debido al respeto y la lógica poética y surrealista de su acción, similar a la nuestra.

Como ves, la idea marcha. Trataremos, pues, de concretarla. Falta poco. Copio tu mensaje y esta respuesta, a Nodier y a Esperanza.

Saludo cordial,

Elías Mejía

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ÓSCAR PIEDRAHÍTA GONZÁLEZ

Nació en Caicedonia, Valle, en 1937. Graduado en ciencias de la educación, especializado en lingüística y literatura en la Universidad del Quindío, ejerce la cátedra y la crítica en la prensa y en la radio en Bogotá. Fue adherente del Nadaísmo en su última etapa, pero su obra es diferente e individual y se halla en los siguientes libros de poesía: Vigencia de la angustia (1960); Donde es cauce la luz (1964); Cantos de Dioneo (1968); Dinastía poética —colectivo— (1988); Selección poética (1994); Cantos del torturado (1996). También es autor de Prosas míni­mas, ensayo, Una diaria batalla y Galería de monstruos, cuentos.

Actualmente es profesor de la facultad de periodismo de la Universi­dad Central y crítico de lenguaje en el programa Monitor de Caracol. Ganador de dos premios nacionales de cuento y distinguido con las medallas de oro «Baudilio Montoya», «Antonio Cardona Jaramillo» y «Casa de la Cultura» de Caicedonia. Gonzalo Arango dice que Óscar «no escribe por azar, sino por libertad. No canta por hacer ruido, sino por comprender, por hacer un poco de cla­ridad en sí mismo y en su época…».

(Texto del libro Quién es quién en la poesía colombiana, de Rogelio Echavarría (El Áncora Editores, 1998).

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Armenia, 3 de junio de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado amigo:

Te saludo en compañía de tu señora y de la mía. (Cuando llegues a la vejez, como estoy llegando yo, verás cuánto más valen ellas. Yo ahora bendigo el día en que encontré a la mía, pues mi día fue de suerte).

Te cuento:

1° – Un amigo que me estima mucho me dijo una vez que le hiciera un regalo. Le dije que yo no podía regalar plata, porque era muy pobre. Y que no podía regalar oro, porque el único que tenía era el de la prenda matrimonial. Que si quería le regalaba una joya literaria. Me dijo que sí, y le mandé el soneto de José María Blanco White. Desde entonces, mi amigo me agradece y me dice que es el mejor regalo de su vida. Que se lo aprendió de memoria, que lo marcó, que le cambió su filosofía…

2° – José María Blanco era un poeta español, hijo de madre irlandesa. La madre le enseñó su idioma, el inglés, desde niño. Hijo de padre español, Blanco dominaba los dos idiomas. Toda su obra está en español, sin que le mereciera mucho. Pero un día escribió ese soneto en inglés y la alta crítica inglesa y del mundo dijo que era el poema más grande del idioma, después de los sonetos de Shakespeare. Yo tengo los sonetos de Shakespeare, en su mejor traducción, la de Vergara, y creo que el soneto de Blanco es digno par de los de Shakespeare…

Sé que tú lo conoces. No obstante, te lo envío en los dos idiomas. La de nuestro Rafael Pombo es la mejor traducción al español. Es sublime.

3o – En mis afugias filosóficas, que se agudizan con la edad, ese soneto me alumbra el camino. Es un soneto que huele a musgo fresco, a tierra acabada de hacer… Te invito a que lo releas muchas veces. Para nosotros, que vamos a morir en olor de literatura, ese poema es un vino tinto añejo, lleno de la poesía y de la sabiduría del hombre. Buena suerte. Te incluyo también uno de mi última cosecha.

Abrazos,

Óscar Piedrahíta González

* * *

NOCHE

(De José María Blanco White.
Traducción: Rafael Pombo)

Al ver la noche Adán por vez primera
que iba borrando y apagando el mundo,
creyó que al par que el astro moribundo
la creación agonizaba entera.

Mas luego, al ver lumbrera tras lumbrera
dulce brotar, y hervir allá un segundo
universo sin fin… vuelto en profundo
pasmo de gratitud, ora, y espera.

Un sol velaba mil; fue un nuevo oriente
su ocaso; y pronto aquella luz dormida
despertó al mismo Adán pura y fulgente.

¿Por qué la muerte el ánimo intimida?
Si así engaña la luz tan dulcemente,
¿por qué no ha de engañar también la vida?


VIRGEN INTACTA

(De Óscar Piedrahíta González)

Del sol bajo los cálidos destellos
ella en el río su hermosura baña,
mientras el viento, con descuido, araña
el oro desvelado en sus cabellos.

Sus encantos desnudos son más bellos;
y aunque de verlo con pasión suspira,
siente rubor del astro que la mira
y se sumerge en la quietud con ellos.

Un ruido escucha alrededor; celosa,
corre para ocultarse presurosa
en su túnica blanca; da una queja,

y cuando ya florecen sus sonrojos,
temblando ven sus extraviados ojos
cómo cantando un ruiseñor se aleja…

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LAURA VICTORIA GALLEGO MEJÍA

Nació en Armenia, Quindío. Estudió idiomas en la Universidad del Quindío, y de ella llegaría a ser docente y secretaria general. Durante varios años dirigió el Instituto de Bellas Artes de la Universidad del Quindío, en el cual adelantó una excelente labor cultural.

Libros: Caminos desangelados y Caminos desangrados (ambos de poesía).

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Armenia, 11 de octubre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado Gustavo:

Te cuento que el sábado empecé a leer como rutina diaria La Crónica del Quindío, nuestro periódico, con el fin de enterarme de los sucesos locales y regionales, cuando me encontré con la respuesta dirigida por ti a la alcaldesa Ana María Arango respecto a la imposición del Cafeto de Oro en el aniversario de Armenia, y para sorpresa la mención de mi nombre por la presentación del libro La noche de Zamira en el año de 1998. Hoy lunes también recibí un mensaje de José Nodier Solórzano en el que me hace saber que solicitas mi correo electrónico, asunto que me invita a escribirte.

En primera instancia quiero felicitarte por tantos logros alcanzados en bien de la humanidad, como se refleja en los libros y textos publicados desde tiempo atrás, en los que los encuentros y tertulias literarias y culturales eran una bella oportunidad para disfrutar de la palabra oída, hablada y escrita, entre amigos de empatías y búsquedas semejantes: Euclides Jaramillo, Alirio Gallego y otros, que fueron ejemplo para la juventud ávida de encontrar su recorrido por la vida.

Esta conmemoración de la Universidad del Quindío a sus creadores me llena de orgullo y satisfacción por sus implicaciones en lo social, en lo económico y en lo cultural. Siento mucho tu no presencia en la entrega real y personal del Cafeto de Oro, honor que te mereces y que de alguna manera ya tienes porque se recibe lo que se cosecha.

En lo que se refiere a la presentación del libro La noche de Zamira agradezco que lo recuerdes, especialmente porque fue ésa una época dolorosa para los quindianos, (1) muy íntimamente para mi familia. Aquel momento de concentración en la novela y en la organización del evento disipó, levantó el espíritu e hizo parte del proyecto Convidar, en el que por medio de actividades artísticas y culturales invadimos varios sectores, no sólo de Armenia sino también de algunos municipios y conseguimos Con Vida Dar reconstruir el campo anímico y afectivo de muchas personas.

Finalmente, quiero participarte del homenaje que con motivo del aniversario 50 de la creación de la Universidad recibiremos los representantes de sus fundadores. En mi caso, como hija de Alirio, quien entre todos ellos fue alma y nervio de su construcción y sembró en mí el amor por sus ideales, los que mantuve y llevé a cabo en la institución, por espacio de 40 años, como estudiante y profesional, además de parte de la infancia y adolescencia en la que asimilé su lucha y la de sus compañeros, cívicos, comerciantes, políticos e intelectuales.

Con mi afecto y reconocimiento,

Laura Victoria Gallego

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(1) Se refiere al terremoto que causó graves destrozos en la ciudad y en la región.

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Bogotá, 11 de octubre de 2010

Señora Laura Victoria Gallego
Armenia

Apreciada Laura Victoria:

Todo lo que me cuentas es maravilloso. Fuiste gran promotora cultural desde el Instituto de Bellas Artes. Promoviste mi novela La noche de Zamira, no solo el día de su presentación en la Universidad del Quindío, sino durante los días siguientes. Mi gratitud contigo es imperecedera.

Y el tiempo pasó. Es curioso que hoy no haya en el Quindío, por parte de los nuevos comentaristas culturales, la menor memoria sobre dicha obra. Es que no la conocen. No la han leído. Carlos Alberto Castrillón y Nodier Botero Jiménez no le hacen la menor alusión en sus libros sobre literatura. Ni mencionan mis otras obras, que tienen plena raíz quindiana. No saben que soy cuentista. Ni que promoví a través de múltiples artículos el nombre de la región. Tan solo se refieren, en forma vaga, a la novela Destinos cruzados, que aunque fue editada en Armenia, la escribí en Tunja.

La condecoración Cafeto de Oro me emocionó por ser conferida a una persona que ya no vive en el Quindío, pero que hizo y continúa haciendo obra por el Quindío. Lo mismo sucedió con la Medalla al Mérito Literario que me otorgó el gobernador Rodrigo Gómez Jaramillo cuando ya me había venido de la región. Sobra decirte que me siento muy honrado con la presencia que tuvo Alirio, tu padre, en mi trajinar literario.

Mi página web está muy bien estructurada y recoge toda mi obra. Me asesora mi hija Fabiola, ingeniera de sistemas. Hasta ahora hemos incluido una mínima parte de mis artículos (son 1.800 en total, y solo llevamos procesados algo más de 100).

Siquiera me das una información sobre Carlos Alberto Villegas, pues era poco lo que sabía de él. Creo que vive en España. Excelente su revista Termita del Caribe. Escribe muy bien. También tengo buen concepto sobre José Nodier Solórzano, tu sucesor en el Instituto.

Estas nuevas generaciones, que siguieron a mi paso por el Quindío, me son ajenas y trato de asimilarlas. También yo soy lejano para muchos de ellos. Lo importante es que en el Quindío se haga buena literatura. Pero los viejos tiempos son insuperables. Las viejas figuras de las letras quindianas permanecen ahí, en su pedestal.

Te envío un fuerte abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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ÁNGEL CASTAÑO GUZMÁN

Nació en Armenia, Quindío, en 1988. Periodista. Fundador de la revista cultural La Avenida. Gestor del concurso de cuento Humberto Jaramillo Ángel y editor de las antologías que reúnen los cuentos finalistas. Editor de la revista Santo & Seña y columnista del diario La Crónica del Quindío. Mantiene una activa presencia en el desarrollo cultural de la región quindiana. Incursiona en el género del cuento, aunque todavía no ha publicado ningún libro.

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Armenia, 17 de octubre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado señor Páez:

Por las casualidades de la vida –eventos carentes de significado profundo– encontré un libro suyo –compendio de notas titulado Alas de papel– en algún recodo del camino. Las presentes líneas nacen de una dedicatoria –todos los cálculos de probabilidades indican que de su puño y letra– a Ramiro y la Negra, familiares del general Polanía Puyo. Debajo de la firma, se lee la fecha: 14 de diciembre de 1977.

En ese ya lejano día –el corresponsal ni siquiera había sido engendrado– usted, supongo, no imaginó la suerte del detalle. Los libros tienen vida propia, no cabe la menor duda. Tal vez los primeros destinatarios se deshicieron de él apenas usted, después del estrechón de manos, se fue. O, a lo mejor, algún nieto díscolo lo cambió por un paquete de golosinas o el dinero suficiente para un ramo de astromelias con el que enamorar a la rubia platino. No lo sé. En todo caso, termino este mensaje con un sincero saludo.

Ángel Castaño Guzmán

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Bogotá, 26 de octubre de 2010

Señor Ángel Castaño Guzmán
Armenia

Amigo y colega Ángel Castaño:

Mil gracias por el rescate de esta dedicatoria, escrita por mí hace 33 años. Este hecho corresponde a las cosas curiosas que les suceden a los libros. Por lo tanto, el ejemplar que usted posee es un libro con historia.

Ramiro Giraldo fue gerente del Banco Cafetero en Armenia y murió poco tiempo después de que le obsequié mi libro. Lo sobrevive la Negrita (como la llamamos), hija del general Jaime Polanía Puyo, primer comandante del Batallón Colombia en Corea. Ella tiene una agencia de viajes en Armenia. Saber cómo fue a dar el libro al lugar donde lo adquirió usted, es lo curioso de la anécdota. En el año de la dedicatoria, yo era gerente del Banco Popular. Guarde usted el libro, que fue adquirido en franca lid: hoy ya no se encuentran ejemplares de esta obra. Si usted es autor de libros, o llega a serlo, tenga la seguridad de que le ocurrirán cosas similares. Estaré pendiente de leer sus columnas en La Crónica del Quindío.

Saludo cordial,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 18 de octubre de 2010

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Señor Páez:

Leyendo el compendio de notas titulado Alas de papel –según la página web con su nombre, el primer libro de ensayos publicado por usted–, encontré varias cosas dignas de mención. Sin embargo, por el momento sólo cuento el contraste sentido entre dos artículos. En La difícil moral desgranó usted severos denuestos –en la acepción anticuada del DRAE– contra el sistema de corrupción y el desprestigio de la ética. Varias de las frases fueron transcritas en mi libreta de apuntes.

Luego, vaya sorpresa me llevé con el tono casi laudatorio de Un corazón rebelde. Hoy, cuando numerosas investigaciones históricas han desenmascarado el régimen de terror implantado por el generalísimo Franco, le pregunto si aún cree que: «Héroe de guerras y de conflictos, ha sido el caudillo más fuerte no sólo de la vida española, sino también de Europa, y seguramente de la historia universal».

Ningún heroísmo florece en la mente de un hombre que sin piedad mató a Lorca, Hernández y miles de españoles. Ningún heroísmo brota de un personaje que impuso sus ideas a la fuerza del cañón y el obús. Además, si de genio castrense se trata, Napoleón y Alejandro Magno reúnen mejores pergaminos. El heroísmo vive en las hacendosas manos de las honestas mujeres que no se dejan seducir por el atajo del crimen. El rótulo de héroe cabe para los buscadores de la paz. Comparto estas consideraciones pues sé –mejor, lo intuyo por el tono reposado de sus notas– que es amigo del debate respetuoso y argumentado. En espera de respuesta.

Saludo sincero.

Ángel Castaño Guzmán

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Bogotá, 18 de octubre de 2010

Señor Ángel Castaño Guzmán
Armenia

Apreciado amigo:

En efecto, la frase que usted cita saca de contexto el sentido que quise darle a mi artículo. Ese artículo está dirigido a comentar la fuerza del corazón de Franco, no la fuerza política del personaje. El corazón se negaba a morir a pesar de los varios días de agonía que llevaba el paciente, y que en aquellos días –lo recuerdo muy bien–  mantuvo en vilo a todo el universo. La frase, lo reconozco, no es afortunada, pues se presta para otra interpretación. Si usted lee el artículo anterior: La impiedad de Franco, verá que mi idea sobre él es de censura por sus actos.

Saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 27 de octubre de 2010

Señor Ángel Castaño Guzmán
Armenia

Apreciado amigo:

Repasando el material de la revista cultural La Avenida, que usted tuvo la gentileza de enviarme, hallé material muy interesante. Es una publicación hecha con esmero. Sus artículos son de calidad. Entre ese material está la semblanza que sobre Ernesto Acero Cadena escribe su hijo Ernesto Acero Maldonado. Durante mi estadía en Armenia fui amigo cercano de Acero Cadena, a quien admiré por la entereza de su carácter y su profesionalismo periodístico.

Llegué al Quindío en 1969, es decir, tres años después que él. Lo conocí entonces como periodista de La Voz del Comercio. Hice parte del jurado que lo eligió “El mejor periodista del año” (1976). Con motivo de su muerte, escribí en El Espectador, el 15 de diciembre de 1995, la columna que titulé Otro periodista asesinado. Residente en Bogotá, Ernesto me hacía llegar su revista El Informador. Excelente publicación. Supongo que su hijo sigue también el oficio del periodismo.

Respecto a las curiosidades que surgen en el mundo de los libros, a propósito del simpático episodio relacionado con Alas de papel, le anexo la serie que con el título Dolores y travesuras del libro escribí en El Espectador. Allí hallará usted algunos hechos ocurridos en el Quindío, donde inicié mi carrera literaria y periodística en los años 70 del siglo pasado.

Cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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viernes, 7 de junio de 2013 Comments off

 

CARLOS BASTIDAS PADILLA

Nació en Ricaurte, Nariño, en 1947. Profesor, abogado, poeta, novelista, cuentista, historiador. Desde los siete años vivió en Túquerres, en donde hizo los primeros estudios y cursó el bachillerato. En Pasto se graduó de abogado, ejerció su carrera profesional y fue director de Extensión Cultural de la Universidad de Nariño y funcionario de la Gobernación. Ha ejercido por largos años la cátedra de literatura en la Universidad del Cauca. Ha recibido varias distinciones por su obra literaria. Cuentos y novelas suyos han sido traducidos al griego y al ruso.

Libros: Perfiles de Bomboná, Las raíces de la ira, Hasta que el odio nos separe, El intrépido Simón, La casa de Tántalo, Permítame que la muerda, señorita, Cómo puntuar en castellano, La canción del haragán, Didáctica de la puntuación en castellano, Érase una vez el libro, El guerrero y los centauros, entre otros.

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Bogotá, 7 de junio de 1994

Escritor Carlos Bastidas Padilla
Universidad del Cauca
Popayán

Apreciado escritor:

Con gran interés he leído en el Magazín Dominical su excelente ensayo sobre la causa indigenista, de la cual es usted amplio conocedor tanto por    sus raíces nariñenses –escenario muy marcado de la explotación del indio en épocas feudales– como por su consagración intelectual a dicho tema.

Sólo en la época actual, tras centurias de dominio sobre esta clase humillada, el indio comienza en nuestro país a adquirir categoría social. Ha conquistado su libertad, después de haber vivido esclavo del gamonal y el cura, símbolos de la burguesía dominante que desde 1899, como usted lo recuerda, denunció la escritora peruana Clorinda Matto de Turner en su novela Aves sin nido.

Cerca de cien años han transcurrido desde entonces y el indio apenas se vislumbra en América como un ser social. Los españoles, durante la Conquista, lo consideraban un animal, y tal vez esto explique el que los curas lascivos saciaran en las indias sus instintos animales.

Otros escritores –como Alcides Arguedas, Jorge Icaza, Ciro Alegría, José María Arguedas, César Vallejo, Fernando Chávez, Diego Castrillón, César Uribe Piedrahíta– han abanderado la misma cruzada de redención a través de varias obras famosas.

Hace usted énfasis en estos escritores connotados, cuyas obras han merecido el apoyo de las editoriales. Pero existen otros autores que militan en la misma campaña y cuyos libros duermen en el polvo del olvido. Deseo, con ocasión de su comentario, referirme a un caso que conozco y que despertará en usted curiosidad.

Se trata del escritor quindiano Jaime Buitrago Cardona, muerto hace largos años –y muy ponderado en su época–, autor de una valiosa trilogía novelística sobre el tema que nos ocupa, y hoy por completo ignorada: Pescadores del Magdalena (1938), Hombres transplantados (1943) y La tierra es del indio (1955). Esta última obra fue ganadora en 1950 de un concurso patrocinado por la Caja Agraria, y la entidad le incumplió el premio de la impresión. El autor la editó por su cuenta cinco años en editorial Minerva, con prólogo del padre Félix Restrepo. Y nunca más volvió a publicarse.

La pátina del tiempo borra la memoria de algunos escritores notables. Jaime Buitrago Cardona, a quien hoy ya no conocen ni en su tierra, es uno de esos ejemplos dolorosos. Otro caso sensible es el de Eduardo Arias Suarez, también quindiano, uno de los pioneros del cuento y acaso el mejor cuentista que haya tenido el país. ¿Había oído usted mencionar a estos escritores de comienzos del siglo? Si la respuesta es negativa, echémosle la culpa a  la imprenta.

En 1980, siendo yo residente en Armenia, asesoré al Comité de Cafeteros del Quindío para el rescate de una excelente novela de Eduardo Arias Suárez –Bajo la luna negra– que permanecía inédita desde 50 años atrás. Así se hizo, pero sus libros de cuentos, traducidos en su época a varios idiomas, son materia griega para las actuales generaciones.

Esto me lleva a pensar que no sólo el indígena merece redención: también el escritor. Usted aboga por el alma del indio, y yo lo acompaño en su clamor. Pero agrego a esta protesta el alma olvidada del escritor. Colombia es un país de grandes escritores anónimos.

Con un  cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Popayán, 13 de julio de 1994

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado amigo:

Apenas ayer, por encontrarme disfrutando de vacaciones y no haberme acercado a la Universidad, recibí su amable carta del 7 de junio. Ahora mismo tengo el gusto de contestarla y agradecerle por su comunicación.

Como escritor, me halaga que mi ensayo Aves sin nido en el frontón de la novela indigenista le haya gustado y avivado en usted sus sentimientos de solidaridad hacia la causa indígena. Yo, sin ser un experto en la materia, he tratado de abordar el problema desde el punto de vista literario; estudiando la manera como los escritores latinoamericanos han enfrentado el tema del indio; Colcultura me otorgó una beca el año pasado para desarrollar el proyecto La versión literaria de la cuestión indígena latinoamericana; el ensayo antes aludido hace parte de uno de sus capítulos; espero que Colcultura lo edite, así podré tener la satisfacción de hacérselo llegar.

Para darle al trabajo una visión más universal escogí a los autores más representativos de las letras latinoamericanas de la región andina, tanto indianistas como indigenistas: Zorrila de San Martín, Mera, Alencar, los Arguedas, Icaza. Sin dejar de ser representativos, por fuera del proyecto quedaron autores que yo conozco, como por ejemplo, Manuel Escorza, Gallegos, Uribe Piedrahíta, Rivera, y los que por su información (y que agradezco) también lo son, como Jaime Buitrago Cardona y Eduardo Arias Suárez de quien en alguno de mis cursos de literatura en la  Universidad del Cauca disfrutamos y estudiamos su excelente cuento Guardián y yo, escogido por Pachón Padilla para figurar en su libro El  cuento  colombiano.

Por mi parte, aplaudo su empeño por el rescate y valoración de la obra de estos dos escritores colombianos que me gustaría estudiarlos para un segundo libro sobre el tema o para un ensayo de los que publico en el Magazín Dominical de El Espectador; para entonces trataré de encontrar La tierra es del indio.

De nuevo, le agradezco por su amable y estimulante carta, y en espera de volverme a comunicar con usted, reciba un fraternal saludo de

Carlos Bastidas Padilla

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Bogotá, 21 de septiembre de 1994

Señor Carlos Bastidas Padilla
Popayán

Apreciado amigo:

Con alguna demora me refiero a su amable carta del 13 de julio, portadora de datos del mayor interés sobre su carrera en la causa indigenista. Veo que usted proyecta un nuevo ensayo sobre la materia, en el cual, como me comenta, ojalá incluya la novela La tierra es del indio, de Jaime Buitrago Cardona.

Es una obra de difícil consecución, dados los largos años que han corrido desde su primera y única edición. Esta diligencia podría adelantarse con su hija, la médica Maddy Buitrago de de Artunduaga, residente en Neiva, de quien poseo esta dirección: (…)

Ya había leído el libro de cuentos que usted publicó hace varios años en la serie de Colcultura, y que le mereció un premio literario: Las raíces de la ira. He vuelto a leerlo ahora, con superior atención dados los vínculos que han surgido, y le he sacado gran provecho. Es usted un cuentista ágil y penetrante, que domina la técnica de la brevedad, la tensión, el suspenso, el final sorpresivo. En su libro hay excelentes cuadros sobre la violencia colombiana, y algunos ambientes de extraordinaria ternura.

Por su ensayo del Magazín Dominical me interesé en la novela de Florinda Matto de Turner, Aves sin nido, la cual he preguntado en varias librerías con resultados negativos. Le ruego indicarme dónde puedo conseguirla. Cuando las ediciones están agotadas, no queda más recurso que fotocopiar la obra, si se encuentra quién facilite esta labor.

A raíz de mi nota en El Espectador –que supongo leyó usted–, el Instituto Lingüístico de Verano me ha enviado la comunicación adjunta, que se refiere a la causa indigenista. También recibí los libros allí enunciados, que he encontrado de gran interés. A dicha entidad le sugerí que haga llegar a usted dichas obras como un aporte para sus estudios sobre las culturas aborígenes.

El Instituto Caro y Cuervo acaba de editar en ocho volúmenes un estupendo estudio sobre estas culturas, titulado Historia de la cultura material en la América Equinoccial, del cual es autor Víctor Manuel Patiño. Por los títulos de las materias puede deducirse la vastedad de la obra: Alimentación y alimentos – Vivienda y menaje – Vías, transportes, comunicaciones – Vestidos, adornos y vida social – Tecnología –Comercio – Vida erótica y costumbres higiénicas – Trabajo y ergología.

Reciba usted mi afectísimo y solidario abrazo en las letras.

Gustavo Páez Escobar

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Popayán, 2 de octubre de 1994

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado amigo:

Para corresponder al valioso obsequio de sus libros Caminos y Ventica, he estado esperando que de Plaza y Janés me envíen los ejemplares de ley por mi libro La casa de Tántalo, que acaba de salir, para tener el gusto de hacérselo llegar; tal vez tarden una semana más, y yo no quiero demorarme en darle cuenta del recibo de sus libros y en agradecerle por ese regalo espiritual.

Un amigo mío anda por Quito; a él le he encargado buscarme por allá la novela Aves sin nido; ciertamente, el libro no es fácil de hallar; bastante tiempo anduve detrás de él; todos mis conocidos me lo busca­ban; hasta que un día (hace unos seis años) se me presentó de pronto en una librería de Ibarra; me llamó; ahí estaba solo, desafiando mi increduli­dad; la señora que me lo vendió tenía la misma cara de la autora del libro que aparece en la portada; se lo dije así para halagarla, y me dijo que nosotros, los colombianos, no nos distinguíamos por ser muy finos; le pagué los 120 sucres y me tiró el regreso sobre el mostrador… Aunque sea una fotocopia le haré llegar del libro, lo más pronto posible.

Sin otro particular, reciba un fraternal saludo de,

Carlos Bastidas Padilla

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Bogotá, 23 de noviembre de 1994

Escritor Carlos Bastidas Padilla
Popayán

Apreciado amigo:

Quise leer primero La casa de Tántalo para avisarle recibo de la amable  remisión del libro. Denota usted una profunda erudición sobre los dioses y las tragedias de Grecia, que presenta en su obra en admirable síntesis y en enfoques atractivos, alrededor de la figura de Tántalo, un personaje monumental.

Las leyendas que aglutina en su libro tienen como común denominador el tema del amor, el que se manifiesta en medio de impresionantes escenas de celos, infidelidades, intrigas, crímenes y pasiones desenfrenadas. Usted no hace otra cosa que trasladar a las páginas de su obra ese mundo dantesco de la condición humana, existente en todas las culturas, pero que los griegos, con su portentoso realismo y hondo conocimiento del hombre, elevaron a  la categoría de dramas inmortales,

Suelo de vez en cuando repasar las tragedias griegas que nos legaron los grandes escritores de la antigüedad, y cada vez que lo hago, siento el alma crispada. El libro de usted se suma a esa literatura y me ha proporcionado inmenso deleite espiritual,

Interesante sería que en otra edición, y como apéndice ilustrativo de esta correría por el territorio de las deidades, hiciera usted una descripción genealógica de las distintas dinastías, con inclusión –en la vida de cada personaje– de sus esposas, amantes, favoritas, mancebos, etcétera.

El libro, por otra parte, está bien impreso. Noto que la firma impresora le puso mucho esmero al texto. Por todo esto lo felicito muy de veras.

Va un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Popayán, 21 de julio de 1998

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido amigo:

Con un poquito de retraso, me permito agradecerle por los materiales que sobre Armando Solano tuvo la bondad de hacerme llegar por intermedio de nuestro común y admirado amigo doctor Otto Morales Benítez quien me sugirió acercarme a ese autor para complementar mi libro La imagen del indio en la novela andina; así escribí el ensayo La melancolía de la raza indígena, según Armando Solano, que envié hace unas tres semanas al Magazín Dominical.

Por la carta del doctor Morales recordé que prometí hacerle llegar una copia de la novela Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner (novela algo difí­cil de conseguir, que yo encontré por milagro en Tulcán y de la cual partió la idea de escribir el libro La imagen del indio en la novela andina); ofreciéndole disculpas por la tardanza, ahora se la envío, agradeciéndole también al doctor Morales por haberme permitido quedar bien con usted.

Sin otro particular, reciba un fraternal saludo de

Carlos Bastidas Padilla

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Bogotá, 6 de agosto de 1998

Señor Carlos Bastidas Padilla
Popayán

Apreciado amigo:

Le estoy muy agradecido por el envió de la novela Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner, obra en la que tuve gran interés desde que leí un artículo de usted sobre el tema indígena.

Voy a explicarle el motivo. Preparo una novela que se desarrolla en la selva del Putumayo, donde en mi juventud residí por espacio de un año. Allí fui amigo de un personaje de leyenda, el médico guerrillero Tulio Bayer, quien entonces dirigía el puesto de salud de Puerto Leguízamo. Tulio fue un gran defensor de los indígenas, y más tarde, alzado en armas, demostró su sensibilidad como luchador de las causas populares.

La novela es un canto a la selva y a sus sufridos moradores y hace una semblanza sobre aquel médico que inició su carrera revolucionaria en la Amazonia, hace 40 años, al lado de los desamparados.

En la obra hago dos citas en lengua indígena (tomadas de un texto que leí. Son: «jai cachirua», con la traducción de «espíritus malos», y «chimangual», como «el dedo de Dios».

El tono de mi novela ya está definido. Ahora voy a leer con mucha atención la obra de Clorinda, y luego haré la revisión final de mi trabajo.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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CARMEN DE LA FUENTE

Destacada poetisa mejicana, nacida en 1918. Fuente viva de las letras mejicanas y ejemplo de lucha femenina. Maestra del Instituto Politécnico Nacional, de Ciudad de Méjico, donde ha dictado cátedras de literatura castellana y literatura universal. Mujer de criterio independiente, ha luchado por crear una ética, una nueva conciencia social, a través de la cátedra, la tribuna y el libro. Su espíritu social la ha llevado a producir una poesía de profundos acentos que mira hacia las angustias de las clases desvalidas. Ha producido múltiples ensayos, artículos de crítica y otros trabajos publicados en revistas de lengua hispana, nacionales y extranjeras. Colaboró de manera  activa y solidaria en la revista Nivel, de Germán Pardo García.

Libros: Elegías de septiembre, Como la luz, Viajera por un siglo, De la llama sedienta, López Velarde, su mundo intelectual, Las ánforas de abril, Entre combate y tregua, Procesión de la memoria, Lázaro Cárdenas, palabra de hombre, De amores visibles e invisibles, Neruda en mi corazón, entre otros.

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Bogotá, 15 de diciembre de 1992

Poetisa Carmen de la Fuente
Ciudad de Méjico

Distinguida poetisa:

Conozco su devoción por Germán Pardo García. Sobre él ha escrito usted páginas excelentes en la revista Nivel y en el periódico Excelsior, que he tenido la ocasión de leer. La memoria que hizo usted sobre el poeta con motivo de su muerte es admirable por su nobleza y su fondo poético.

Al año siguiente del fallecimiento, escribe usted otra página destacable: La ingratitud humana. Consideré muy apropiado este mensaje para el pueblo colombiano y por esa razón lo reproduje en mi columna de El Espectador, uno de los mejores diarios del país. Le anexo fotocopia de la publicación.

Próximo a ser editado por el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá –una de las entidades culturales más valiosas del continente– se encuentra mi libro sobre Germán Pardo García: Biografía de una angustia. Este vínculo espiritual es el que me lleva a comunicarme con usted alrededor de la  figura del ilustre colombiano.

Va un  cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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México, D. F., 8 de enero de 1993

Escritor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado amigo:

Recibí en los primeros días de este mes su afectuosa carta acompañada por fotocopia de su artículo Correos de Méjico que reproduce colaboraciones de nuestro mutuo amigo doctor Aristomeno Porras y de una servidora en torno a la memoria del queridísimo poeta Germán Pardo García.

Agradezco a usted esta fineza, con el calor del alma, y me alegra  enormemente el saber de la pronta aparición de su libro Biografía de una angustia. Es así como Germán vive entre nosotros, alentando sueños,  asegurando su permanencia.

Yo estaba por escribir a usted, tanto porque sabía desde en vida del poeta cuánto era su estimación y nobleza, como porque la poetisa Laura Victoria me había anticipado la noticia de la biografía.

Vale una felicitación al Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, de larga trayectoria humanística, y al grupo admirable de amigos que apoyó siempre a Germán y que preside usted. Yo estoy preparando una antología de la obra de Pardo García, antecedida por un estudio crítico. Aún no tengo editor;  pero estoy segura que habrá de realizarse

Espero, con fe, sea éste el principio de una amistosa correspondencia, ya que el escritor se alimenta del fruto de otras inteligencias. Por separado envío a usted un sobre con algunas de mis publicaciones.

Lo saluda cordialmente,

Carmen de la Fuente

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Bogotá, 26 de febrero de 1993

Poetisa Carmen de la Fuente
Ciudad de Méjico

Apreciada amiga:

Había demorado la respuesta a su amable carta del 8 de enero a la espera de los libros que en ella me anuncia, los cuales recibí el día de ayer. El correo especial que usted utilizó sólo demoró seis días. Y me proporcionó el placer de encontrarme con las magnificas publicaciones que ha tenido la gentileza de poner en mis manos, las cuales voy a leer con especial interés. Mil y mil gracias por hacerme partícipe de tan grato mensaje de amistad.

Por lo pronto me deleité con su maravilloso poema Los fundadores de  Monte Albán, ganador de un concurso literario de Oaxaca. Por su densidad telúrica y su belleza estética me pareció escuchar en este mensaje la voz profunda de Pardo García cuando habla con los dioses y las estrellas. ¡Enhorabuena, insigne poetisa!

Ojalá salga pronto la antología que prepara sobre la obra de Germán Pardo García. El noble amigo, que ya es eternidad, merece que se le corone de gloria en la pluma de sus amigos. Alrededor suyo, ayer y hoy, la ingratitud y la envidia humanas –que usted critica en su artículo de Excelsior– rondan como un ave siniestra.

Notables escritores latinoamericanos, comenzando por los colombianos, tratan de ignorar a este genio de la poesía, grande entre los grandes. Pero la poesía se defiende sola, y a medida que pase el tiempo crecerá la  fama de nuestro inmortal amigo.

Ni nueva dirección, a partir del próximo mes, es la siguiente: Avenida 19 # 95-12, apto. 2O1. Teléfono: 256 8243. Me agradará sobremanera seguir  recibiendo su  correspondencia.

Va un afectísimo saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Lomas Verdes, Estado de México, 31 de julio de 1995

Escritor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido amigo:

La portadora es la artista Leticia Rozo, directora de la Pinacoteca de Mérida, Yucatán, e hija del ilustre escultor Rómulo Rozo, cuya obra debiera ser del conocimiento universal.

México ha tenido la fortuna de albergar a colombianos que han sido luminarias en el cielo de América: Germán Pardo García, Porfirio Barba Jacob,  Rómulo Rozo y, de manera un tanto fugaz, Arenas Betancourt.

Rómulo Rozo fue entrañable amigo y la mayor parte de su obra fue creada en México. Con el objeto de que se valore en su justa dimensión, viaja Leticia, mujer admirable en todos los sentidos.

Yo le he hablado de usted, de Otto Morales Benítez, porque tenga nexos  con lo más alto de las letras hispanoamericanas. Ella, a su vez, me hace el señalado favor de llevar una carta escrita a propósito de la Biografía de una angustia, libro que recibí a través de los oficios gentiles del colega Henry Kronfle.

Espero que la coincidencia de dos talentos artísticos de mi particular afecto sirva a la memoria de Rómulo Rozo, bajo el cielo bogotano.

De usted y de nuestro querido Germán hablo en la otra carta.

Lo admira,

Carmen de la Fuente

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Lomas Verdes, Estado de México, 30 de julio de 1995

Escritor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Estimado y fino amigo:

Transcribo una carta escrita hace tiempo y que no quise enviar por los medios postales comunes, cada vez más ineficientes:

* * *

Recibí con alegría de mi corazón su libro Biografía de una angustia. Alegría porque todo acto de justicia provoca entusiasmo y usted, con integridad y valor, coloca, con su pluma, a Germán Pardo García en el sitio que le corresponde en la literatura castellana.

Pardo García es una gran figura, para nuestra desgracia casi desconocida en el medio literario. A ello han contribuido no solo la mezquindad y el deterioro actual de las letras, sino la vida misma del poeta, ajena a las genuflexiones, apartada del mundanal ruido.

Usted lo retrata en su realidad cotidiana con prolija exactitud: su impecable atuendo, sus maneras, su hospitalidad presente en los pequeños detalles, y, sobre todo, su dolorosa soledad.

Bien hace usted en llamar al doctor Aristomeno Porras ángel tutelar: a pesar de su edad, sus malestares, estuvo siempre presto a auxiliar al intemperante poeta. Y es que él, como usted, como yo, tuvimos conciencia de la grandeza del genio. No sólo por su poesía, sino por su portentosa memoria, su erudición. En sus labios resucitaban griegos y latinos, los mejores autores evocados en su lengua natal: italiano,  francés, inglés. Y luego, de pronto, el gracejo, la anécdota chispeante en que saltaba el hombre frecuentador de los bajos fondos.

Pero usted va de la superficie a lo medular: las transformaciones del espíritu al paso de la edad y las nuevas experiencias.

¡Qué bien ha mirado usted sus primeros libros!: Los júbilos ilesos, Los cánticos, Los sonetos del convite. Yo he escrito en páginas de Nivel mi impresión acerca de estos libros y concuerdo en que hay un misticismo, una epifanía que va en crescendo, que se hace luz, milagro irrepetible, porque en los libros sucesivos se entra al terreno de las sombras.

No, no es una mujer la inspiradora de estos éxtasis. Yo sé dónde está la clave y quizá algún día me anime a revelarla.

Déjeme usted sin embargo felicitarlo por su penetración analítica al examinar el fenómeno amoroso. Verdad es, los nombres de mujeres, su presencia poética son entelequias. Alguna hubo que despertó su sensualidad y hasta cohabitó con él; pero, aparte de Leonor que fue el amor más real y constante, las otras fueron un leif-motiv, una furtiva chispa que alimentó su incandescencia.

Ese poema suyo Tempestad es la venganza lírica de un poeta al sentirse ignorado. La hermosa dama que despertó esa pasión se mantuvo ajena a las furias y desesperación de Germán; lo asombroso es que nunca el idioma alcanzó maestría semejante en un poema que es al mismo tiempo alabanza y vilipendio.

Me conmovió igualmente el paralelismo que establece usted entre Asunción Silva y Germán. Enamorado éste de la muerte, como también del destino trágico de los poetas malditos. Temperamentalmente Pardo García era un romántico; quería vivir y asemejarse a ellos; tal vez lo hubiese logrado de consumarse el suicidio.

Mas usted se centra en algo que para mí es lo fundamental: la angustia cósmica de Pardo García. Allí reside su singularidad y genialidad. “Marchar del microcosmos al macrocosmos» es el paso hacia la angustia. Destaco de su ensayo una frase única y distintiva: «Enfrentado al cosmos sufre el castigo de los astros soberbios, que mientras más fulguran más eternidades queman».

La hermandad del poeta con Einstein desmesura su poesía: en su libro usted trata el tema con sabia ecuanimidad. Tal vez ese género de poesía no sea la que le dé la inmortalidad: preñada de neologismos técnicos, de explosiones verbales a tono con la trágica era atómica, resulta inaccesible. Mas el que sepa leer hallará en Germán al poeta del Apocalipsis y en sus poemas últimos la comunión con lo Absoluto.

Lo saluda fervorosamente

Carmen de la Fuente

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Bogotá, 20 de agosto de 1995

Poetisa Carmen de la Fuente
Estado de Méjico

Distinguida poetisa, apreciada amiga:

Hablé un buen rato con Leticia Rozo Krauss cuando fui a recoger en la residencia donde se hospedaba las dos cartas que usted me envió con ella. Admirable mujer. Pude apreciar el fervor que guarda por la imagen de su padre, el escultor Rómulo Rozo, cuya obra –según afirma usted con absoluta razón– «debiera ser del conocimiento universal».

En Colombia, a pesar del transcurso del tiempo y de la ausencia del artista durante buena parte de su vida, se le reconoce como uno de los geniales creadores del arte contemporáneo.

Paso a agradecerle con viva emoción los altos conceptos que expresa usted sobre Biografía de una angustia, libro que ha debido aparecer en vida de Germán Pardo García, como estaba programado, pero que por distintas circunstancias quedó postergado como homenaje póstumo a su memoria. Cuánto me hubiera complacido y honrado que el propio poeta hubiera recibido este testimonio de sincera amistad, en cuya elaboración empleé alrededor de 20 años, contados desde el momento en que comencé a interesarme por su enigmática figura.

A lo largo del tiempo, cada vez avanzaba más en el conocimiento de su poesía y su personalidad, hasta lograr, como inmenso privilegio para mí, entablar el entrañable diálogo epistolar recogido en la obra como corolario de su angustia cósmica.

En los inicios de ese seguimiento, alguna vez le escribí a Méjico, tratando de acercarme a él, y nunca recibí respuesta. No desistí, sin embargo, y seguí firme en el propósito de interpretar su obra y sobre todo entender su alma. Pocos años antes de su muerte tuve la fortuna inapreciable de entrevistarme con él bajo el cielo mejicano. Y ya ve usted el resultado de esta porfía, noble amiga: Biografía de una angustia.

Usted me honra sobremanera con el valioso y estimulante análisis que hace de mi libro. Como fue y es una de las personas más cercanas al poeta, no ignoro lo que valen sus juicios. Leí la excelente página que escribió en Excelsior con motivo de la muerte del maestro, y además seguí de cerca –tanto por referencias del poeta y de otros amigos, como por los escritos de usted en Nivel– la identidad que los unía. Sin duda, es usted una de las personas más fieles que le han quedado a Germán Pardo García.

En el terreno de las intimidades, ojalá usted me confiara el enigma que guarda en su alma cuando hace esta anotación: «No, no es una mujer la inspiradora de estos éxtasis. Yo sé dónde está la clave y quizá algún día me anime a revelarla». ¿Algún episodio homosexual? Hay personas que me han mencionado, aunque sin mucha precisión, dicho aspecto. Preferí no indagar demasiado esta faceta para mi ensayo –porque podría prestarse para tergiversaciones–, y de todas maneras me ha quedado la duda.

El capítulo de las mujeres es otro de sus misterios. Un misterio poético. La Leonor que usted menciona –Leonor Covarrubias, supongo– pasa a la historia como «el amor más real y constante». La que cohabitó con él (¿por cuánto tiempo, si él no resistía la presencia continua de nadie?), hace parte de sus rarezas. La dama que inspiró su frustrado suicidio, quien según palabras de usted «se mantuvo ajena a las furias y desesperación de Germán», es Carmen Castellote, ¿verdad?

Cuando se lo pregunté, él me respondió: «En el próximo número de Nivel se le rendirá a esa gran poetisa un homenaje en mi revista». De María Elena Garza sé que es una mestiza que debe de tener alrededor de 55 años. Alguien me habló también de Diana Goycolea –de unos 35 años–, hija de vascos. Como lo analizo en mi obra, más que amores físicos eran amores platónicos. Creo que Pardo García amaba, más que a la mujer, la belleza femenina como un don estético de la naturaleza.

Esto no excluía sus pasajeras y quizá persistentes provocaciones sensuales. El demonio de mediodía ataca con mayor ímpetu a la edad senil. En cualquier forma como se mire, el hechizo femenino queda consagrado en su obra y en su vida con hermosas y sugestivas imágenes.

Mil y mil gracias por el envío de sus bellas palabras. Espero volver a recibir sus gratos correos. Con mi saludo cordial le van las seguridades de mi amistad y admiración.

Gustavo Páez Escobar

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Rincón Lomas Verdes, México, 22 de septiembre de 1995

Escritor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Caro amigo:

Agradezco emocionada su carta del 20 de agosto. Leticia ha recibido también su amable epístola, con la que tiene usted ganado su corazón.

Quiero contarle que no he cejado en el propósito de realizar la antología de Germán; pero me he atrasado por otros compromisos.
Sabiendo la devoción que tiene usted por el poeta, no temo confiarle lo que sé a este respecto: el grande y único amor de Germán Pardo García fue el poeta mexicano Carlos Pellicer. (1) Usted puede notar su influencia en los primeros libros.
Según sus propias confesiones, vivió algún tiempo con Leonor; pero su misantropía y total entrega al oficio literario lo hizo renunciar a esos amores. Leonor no lo olvidó y lo visitó en su domicilio varias veces, con permiso de su marido. Con  frecuencia le hablaba por teléfono.

La poetisa Carmen Castellote, de notable hermosura, cautivó a más de un poeta; pero en la vida de Germán fue sólo una entelequia; eso no fue obstáculo para que él la tomase como pretexto e hiciese desbocar su temperamento en un frustrado suicidio. Si alguna culpa hubo en Carmen fue únicamente el coqueteo que acostumbran las mujeres bellas por verse festejadas.

Diana Goycolea, jovencita, inteligente, graciosa, puede compararse a una libélula que deslumbró con sus alas al poeta.

No así la María Elena que usted nombra: ambiciosa, sin escrúpulos, que por medios carnales aprovechó las influencias de Germán para situarse. Allí no hubo poesía ni grandeza.

Querido amigo: acompaño a la presente un envío. Le deseo salud y éxitos literarios.

Carmen de la Fuente

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(1) Este dato ya me lo habían sugerido otras personas. Preferí que la propia poetisa Carmen de la Fuente, tan conocedora de la vida del poeta, me hiciera esta revelación en forma espontánea. Germán Pardo García se residenció en Méjico en 1931, e incluso se hospedó en su casa por algún tiempo, atraído por la figura de Pellicer. Esto está mencionado en mi libro. Al publicar la presente carta de Carmen de la Fuente, 17 años después de haber sido escrita, los sucesos  que ella narra pueden revelarse sin temor de molestar o lesionar a nadie. Ellos ya son historia. La vida ha pasado. Quizá varias de las mujeres aquí citadas ya desaparecieron de la escena del mundo. Sé que Carmen de la Fuente vive con una de sus hijas, goza de buen estado de salud y  mente lúcida. (Junio de 2012).

Recomiendo leer la carta que sobre este asunto me escribe Aristomeno Porras con fecha 9 de octubre de 1995, en la cual manifiesta que él no le conoció ningún episodio de homosexualismo. Este es uno de los misterios que ofrece la vida de Germán Pardo García.

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Bogotá, 12 de octubre de 1995

Poetisa Carmen de la Fuente
Rincón Lomas Verdes
Méjico, D. F.

Querida amiga:

Déjeme, primero que todo, felicitarla por el sitio de su residencia: Rincón Lomas Verdes. Esto suena a vida, a naturaleza, a poesía.

Intuía que en la existencia de Germán Pardo García se ocultaba un capítulo como el que usted revela en su carta. Carlos Pellicer, en efecto, no sólo fue el astro fugaz que señalo en mi libro, sino el personaje estelar que lo cautivó en todos los órdenes.

Conozco la valía intelectual y cultural de Carlos Pellicer. Pero ignoro su vida privada. ¿Casado, separado, soltero, homosexual…? Fíjese cómo me ponen a dudar los puntos suspensivos.

Leí, con inmenso placer, todos los libros que usted me ha remitido. Mi criterio sobre su obra se ha madurado. Esto me ha hecho surgir el artículo que le acompaño, que ojalá fuera publicado en algún periódico o revista de su país. Lo escribí pensando en Méjico. Pero sobre todo en usted, egregia amiga.

Aristomeno Porras me hizo llegar el libro Rómulo Rozo, escultor indoamericario, cuyos textos estén supervisados por usted. Me llama la atención que allí –lo mismo que en un folleto que me obsequió Leticia Rozo– se anote como lugar de nacimiento del artista la ciudad de Bogotá. Me parece que él nació en Chiquinquirá. Otra cosa: ¿Miguel Ángel Osorio, autor de uno de los escritos publicados, es el mismo Porfirio Barba Jacob? El poeta residía por aquellos días en Méjico.

Admirada Carmen: un fuerte abrazo por su maravillosa obra literaria. Qué gran ensayo el que hace alrededor de la vida y la obra de López Velarde.

Cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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HERNANDO GARCÍA MEJÍA

Nació en Arma, Caldas, el 5 de abril de 1940. Poeta, narrador y ensayista, ha estado desde la juventud vinculado al mundo literario, editorial y periodístico de su país. Su producción literaria se ha dado mayoritariamente en el campo de la literatura para niños y jóvenes. Ha sido colaborador de El Colombiano de Medellín, de El Nuevo Siglo de Bogotá, de la revista Arco, y de otros medios escritos del país. También fue fundador y director de las revistas culturales El Impresor, de Editorial Bedout y de Piedra de Sol. Ha obtenido muchos premios literarios tanto de Colombia como del exterior.

Libros: Cuento para soñar, La estrella deseada, Cuentos del amanecer, Tomasín Bigotes, El país de la infancia feliz, Ojitos borradores, Cuando despierta el corazón, El Diablo que ríe, Cuentos de asombro, El elefante invisible, Guardianes de la selva, Cuentos de hoy con espantos de ayer, La comida del Tigre, Por la señal de la luz, Los cuerpos enlazados, Versicuentos de risa y disparate, Destinatario, el viento, Queja de pena y amor por Colombia, entre otros.

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Bogotá, 28 de agosto de 1992

Señor Hernando García Mejía
Medellín

Apreciado Hernando:

Hoy me llegaron las cinco nuevas antologías de Edilux, publicadas bajo tu dirección. Me complace que continúes, en forma tan vigorosa y con resultados tan elocuentes, comprometido con la labor editorial. Esa es tu vena. No en vano fuiste por largo tiempo asesor estrella de la firma Bedout. El calificativo estrella se aplica de preferencia a las artistas del cine, la televisión o el teatro, y en este caso, por asimilación, tú eres una estrella de los libros. Mil gracias por el amable envío de esta remesa cultural.

Te acompaño fotocopia de tu nota sobre el padre Carlos Eduardo Mesa Gómez, reproducida en el Boletín de la Academia Colombiana de la Lengua. Como verás, va pegada a una nota mía que se publicó en el mismo número. Y para que nos vanagloriemos, el otro vecino es Belisario Betancur.

En unión de Astrid va nuestro cordial aprecio,

Gustavo Páez Escobar

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Medellín, octubre 16 de 1992

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Amigo mío:

Recibí, efectivamente, tus dos cartas gentilísimas, lo mismo que la xeroxcopia de tu artículo –agudo y oportuno– sobre las palabras poeta y poetisa, y mi crónica sobre el padre Carlos Mesa Gómez.

No te había contestado porque andaba por ahí echando carreta sobre promoción de lectura y literatura infantil y juve­nil. Después tuve que ir a Arma, mi puebluco natal, que acaba de celebrar 450 años de fundación. Allí me encontré con nuestro común amigo Javier Ocampo López, (1) clarinetista de Aguadas.

Me encanta que tu libro –amoroso y diligente– sobre Pardo García esté ad portas de edición. Te felicito de todo corazón.

Salud para ti y para tu buena y cálida media naranja.

Hernando García Mejía

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(1) Presidente de la Academia Boyacense de Historia. En su juventud, fue clarinetista de Aguadas, su tierra nativa.

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Medellín, octubre 19 de 1992

Señor Gustavo Páez Escobar
Santafé de Bogotá, D. C.

Estimado Gustavo:

Hace unos días pude responder, por fin, tus cartas. Espero que cuando recibas ésta, ya estés ente­rado del motivo de mi dilación. Involuntario, naturalmente.

Hoy vuelvo a escribirte.

Ayer, domingo 18, en su columna Funcionalidad del idioma, mi buena amiga Lucila González de Chaves reprodujo parcialmente tu excelente nota sobre la palabra poetisa, tan injusta como estúpidamente vilipendiada y rechazada por las hijas de Eva que cometen versos.

¿Sabes qué llegó a decir en las mismas páginas de El Colombiano Dominical una de dichas damiselas? “¿Y por qué a los hombres no les dicen también poetisos?».

Esto me recuerda una anécdota de un amigo mío, de esos que usan  palabras sin conocer su verdadero significado. Pues bien, el sujeto de marras me llamaba siempre poetastro. Poetastro esto, poetastro aquello, poetastro lo de más allá. Un día, entre irritado e intrigado, le pregunté: «Dime, hombre, ¿tú sabes realmente lo que significa poetastro?». Y el «académico» respondió ni corto ni perezoso: «¡Claro, hermano! ¡Significa poeta grande como un astro! ¡Una verraquera de poeta!».

¿Te imaginas el asunto?

Saludos cordiales.

Tu amigo,

Hernando García Mejía

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Bogotá, 22 de octubre de 1992

Señor Hernando García Mejía
Medellín

Apreciado Hernando:

Mil gracias por tus dos cartas de los últimos días. Estuviste celebrando los 450 años de Arma, suceso que vi registrado en la prensa. Magnífico que tu cuna natal haya adquirido esa resonancia por los aires del país. Felicitaciones para el padre y para el hijo.

Allí te encontraste con Javier Ocampo López, el clarinetista de Aguadas. En Tunja, en una cálida velada matizada con whisky, conocí hace pocos años, en la casa de Javier, su habilidad para el clarinete. Todo un espectáculo.

Celebro tu simpático apunte sobre la palabra poetastro, que me haces a propósito de otra palabreja disonante para ciertas damiselas con ínfulas feministas: poetisa. Te agradezco que me hayas trasladado la columna de Lucila González de Chaves, gran académica del idioma en su columna de El Colombiano.

Con un  cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Medellín, julio 22 de 1994

Señor Gustavo Páez Escobar
Santafé de Bogotá, D. C.

Apreciado Gustavo:

Celebro profundamente tus éxitos editoriales con la novela de Grijalbo y tu biografía de Pardo García. No me cabe duda de que ambos textos son serios, hondos, alumbradores y estéticamente atemperados.

Leí tu libro de cuentos y volví a encontrar, con agrado, los ya leídos como Montaña adentro y Síndrome de estatua, de cuyo tema y personaje inspirador nos reímos tanto alguna noche en la bella Armenia. ¿Te acuerdas…?

Te va la tercera edición de Los cuerpos enlazados, un condenado librito que insiste en gustar.

Abrazos para ti, para Astrid y para toda tu noble y amable familia.

Cordialmente,

Hernando García Mejía

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Medellín, mayo 4 de 1995

Señor Gustavo Páez Escobar
Santafé de Bogotá

Querido Gustavo:

Leí, de un tirón deleitado, tu Biografía de una angustia sobre Germán Pardo García.

¡Me encantó! Sin duda, es un texto amoroso, lúcido, reflectivo, hecho con   profundo conocimiento del tema, con sobriedad expositiva y casi con eficacia periodística. Esto en cuanto a la claridad.

No me cabe la menor duda de que, a partir de tu trabajo escarmenador e interpretativo, mucha gente va a interesarse realmente por ese terrible agonizante eterno que fue el poeta. Y, sobre todo, por su obra cuantiosa, compleja, dilacerante e intemporal.

Algunos, como sabrás, la subestiman o escamotean. Otros ni siquiera la conocen. ¡Qué se le va a hacer! ¡Así son las ironías y crueldades y rudezas del trabajo estético!

Creo que te anotaste un buen gol de Selección. Me alegra sinceramente.

Felicitaciones, y que sigas escribiendo cosas así, hondas y medulares.

Un abrazo cordial de tu amigo,

Hernando García Mejía


Ver epistolario Hernando García Mejía 2001-2010

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CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO

Nació en Pereira el 31 de marzo de 1947. Fue presidente de Colombia de 1990 a 1994, secretario general de la Organización de los Estados Americanos de 1994 a 2004. En su mandato presidencial fue convocada una Asamblea Nacional Constituyente que promulgó la Constitución de Colombia de 1991.

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Bogotá, 12 de junio de 1993

Doctor César Gaviria Trujillo
Presidente de Colombia – Palacio de Nariño

La Ciudad

Señor presidente:

En mi columna de El Espectador del día de hoy comento los 40 años que acaba de cumplir en Bogotá, como maestro de la fotografía, Gerardo Bené.

Vale la pena destacar este itinerario de trabajo y amor por Colombia. Mientras muchos colombianos no aportan nada positivo al progreso del país, este ciudadano extranjero da ejemplo de civismo y laboriosidad.

Por la lente de Bené han pasado varias generaciones de bogotanos. Ha  sido un testigo de nuestro proceso histórico, y su arte ha llegado al hogar de varios presidentes de la República.

Ojalá, aprovechando este aniversario, se exalte su mérito con algún reconocimiento oficial. Así me permito sugerirlo al señor presidente.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Santafé de Bogotá, D. C., 29 de junio de 1993

PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA

Señor Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Apreciado señor Páez:

En días pasados recibí su amable carta donde se refiere en términos muy elogiosos pero también muy merecidos al fotógrafo austríaco Gerardo Bené, quien desde 1953 está radicado en nuestro país, para bien de su oficio y de la Nación.

Comparto las afirmaciones que usted escribió en su artículo titulado Bené: 40 años en Colombia, ya que he sido, como muchos colombianos, testigo de su lente profesional, de su particular sensibilidad como fotógrafo, lo que le ha permitido capturar en estudio a tantas y tantas figuras de nuestra historia política reciente, como también a miles de familias que guardan como verdaderos tesoros las fotos que les tomara.

No me cabe la menor duda de que el maestro Bené ha dejado profunda huella en la historia fotográfica de nuestro país. Así lo han reconocido en múltiples oportunidades diversos maestros quienes han seguido su misma senda donde la elegancia, el enfoque preciso, el revelado nítido, forman parte de su manera particular de detener el tiempo, de hacer poesía con los rostros de la gente.

Como usted bien sabe, Gerardo Bené ha sabido elevar la fotografía a una categoría que muy pocos alcanzan. Sus fotos no son fáciles instantáneas sino estimables obras de arte.

Finalmente, le agradezco hacerme partícipe de su entusiasmo por este cronista de la fotografía, quien ocupa con honor un alto lugar en la memoria y la consideración de los colombianos.

Cordial saludo,

César Gaviria Trujillo

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(1) Entregué fotocopia de esta carta al maestro Bené, quien la enmarcó y la colgó en su estudio fotográfico.

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HARRY GAYNER

Nació en Colombia el 22 de marzo de 1932. En 1950 se trasladó a Buenos Aires, donde inició estudios en arte dramático. Además, cursó Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. En Argentina actuó como actor profesional en cine, televisión y teatro. En 1957 hizo su debut en la televisión colombiana y durante dos años representó papeles estelares que le ganaron aplausos del público. Se vinculó como profesor en la Escuela Nacional de Arte Dramático del Teatro Colón y llegó a ser considerado el mejor director de teatro de Colombia. Se desempeñó como director de cultura de Bogotá, cargo donde dejó honda huella por su acción dinámica y exitosos resultados.

Después se trasladó a Méjico, donde residió por más de 40 años. En este país cumplió, de igual manera, una destacada labor cultural. Escribió varios  libros, entre ellos El México moderno e Ideología para la paz en los países latinoamericanos. Por este último título se advierte su preocupación por los temas sociales del continente. Supo combinar la parte cultural con la del actor y director de teatro, la de empresario de espectáculos y la de ideólogo político. Murió en Méjico el 30 de abril de 2009.

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Bogotá, 21 de enero de 1993

Señor Harry Gayner
Ciudad de Méjico

Apreciado amigo:

He quedado muy satisfecho con nuestro encuentro en esta ciudad. Excelente el libro El México moderno, que voy a leer con mucho cuidado. Igual cosa haré, y pronto, con Ideología para la paz en los países latinoamericanos. (1) Mil gracias por estos mensajes de amistad.

Como conozco tu cercanía con Germán Pardo García, deseo que te enteres de la forma como presenté en varios medios de comunicación de este país la noticia sobre su muerte. Ahora se adelanta la edición de un libro que escribí sobre él: Biografía de una angustia.

También te acompaño mi nota sobre el soneto de Álvaro Orduz León, (2) de que te hablé en nuestra entrevista. Ojalá preguntes por este proyecto que honrará a Colombia en cabeza de uno de sus hijos ilustres.

Además, te van mis señas particulares, en las letras (porque también fui banquero largo tiempo, y hoy me encuentro jubilado de esa actividad), para que sepas cuál ha sido mi trayectoria en ese campo. Una de mis novelas fue adaptada como telenovela de RCN, con la dirección de David Stível (3) y la actuación de su esposa María Cecilia Botero. Quizá logre más adelante otra incursión en este género tan competido.

Me agrada haberte conocido. Hago votos por el éxito de tus empresas,  con un  cordial saludo.

Gustavo Páez Escobar

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(1) De ambos libros es autor Harry Gayner.
(2) Soneto ganador de un concurso de Méjico y que se encuentra esculpido en un monumento de la capital.
(3) Director de telenovelas de origen argentino, que vivió largos años en Colombia. Su esposa María Cecilia Botero (colombiana) fue una renombrada actriz de dicho género.

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México, D. F., 15 de febrero de 1993

Señor don Gustavo Páez Escobar
Santafé de Bogotá, D. C.

Muy distinguido y fino amigo:

Recibí tu amable misiva con valiosa documentación. Mil gracias. Tus artículos relacionados con nuestro común amigo Germán Pardo García contienen una gran verdad.

Sin embargo, en lo personal, me permito agregar: Germán fue un ser afortunado en cuanto a la amistad que muchos le profesamos. En ningún momento nos inquietó su mal genio y lo difícil que era tratarlo. Pusimos en práctica el dicho popular: a los amigos hay que quererlos como son. Siempre estuvimos pendientes de su salud. También preocupados porque no le faltasen medios económicos.

Así lo he expresado incluso en los homenajes que le ha organizado Carmen de la Fuente. Lo hago exclusivamente con la finalidad de que la verdad perdure, y que no se siga creyendo que su soledad fue por falta de amigos. Amigos tuvo en todo momento. Incluso Belisario, presidente de Colombia, Ignacio Umaña de Brigard y Óscar Pérez Gutiérrez, embajadores. El cónsul Roberto Díaz Granados.

Quisimos convencerlo de que fuese a vivir a una residencia para los de la tercera edad, muy elegante, a la que sólo iban personas con cierta estabilidad económica, que podían entrar y salir a la hora que quisieran. No pudimos convencerlo. Él quería morir en su departamento de la calle Támesis. Lo novedoso de este ofrecimiento es que no le iba a costar a él un solo centavo. Ni aun así pudimos motivarlo.

Al morir dejó la cantidad de $ 35’000.000.00 mexicanos, equivalente a US. 11.600.00. De sus intereses vivía dignamente.

Nunca estuve de acuerdo con que dejara herederos como los dejó (10) a quienes, por partes iguales, les tocó a cada uno $ 3’000.000.00 mexicanos. Mi deseo como varias veces se lo expresé es que deja­ra su dinero para perpetuar su nombre en un fideicomiso y destinar su rendimiento a una beca para algún joven poeta o un concurso, tanto en Colombia como en México, tierras a las que amó con pasión. Hubiera sido ideal que cada año recordaran a Germán a esa altura, pero todo fue inútil. Él desconfiaba de que los bancos cumplieran su palabra y sus deseos después de muerto. Ya todo está hecho, y nada puede hacerse.

Te agradezco el interés que has tenido en hacerle honor a Germán. El doctor Porras te podrá decir el interés que siempre tuve por él.

Cuando leí un editorial en El Espectador firmado por ti, comprendí tu enorme sensibilidad social y sentí afinidad y admiración. Esta impresión que tuve de tu persona te lo confirmará mi libro Ideología para la paz en los países latinoamericanos. Al igual mi teoría El positivismo económico.

Al llegar a México me dispuse a leer tu libro Caminos. Muchísimas gracias por la dedicatoria. Muy expresiva y la valoraré con mi amistad. Sólo un ser noble y generoso tiene una idea tan estupenda como la tuya: recordar a valores literarios un poco olvidados, pero también aquellos que todavía siguen produciendo obras literarias. Esto es digno del mejor aplauso. Felicitaciones.

Tu forma de expresarte, deliciosa. Lo haces de manera sencilla y poética. De todos tus relatos el que más me conmovió y me llegó al alma es el de Un esfuerzo llamado Armenia y su continuación: Monumento al esfuerzo. Es toda una obra literaria. Es un documento que los habitantes de esa hidalga y generosa tierra deberían conservar como un himno nacional.

Tu hoja de vida, espléndida. Es la de un hombre talentoso, sensible y práctico, que le gusta el trabajo. Con razón ocupas un lugar destacado en el periodismo colombiano.

Mis ocupaciones en el volumen No. 2 de El México moderno me han impedido seguir la pista al homenaje que le harán a nuestro compatriota Álvaro Orduz León. Espero investigar algo antes de mi próximo viaje a Colombia en los primeros días de marzo,  para llevarte noticias.

Como te lo expresé cuando tuve el gusto de conocerte, el próximo 10 de marzo en la Biblioteca Nacional se hará la presentación de­l libro El México moderno y, según me dice mi hija Catherine, se recordará mi vida artística como pionero del teatro en Colombia. Al respecto te envío mi hoja de vida y un comentario que me hizo Juan Zapata Olivella, que me emocionó mucho.

Mi hija te enviará la invitación para tener el gusto de saber que me acompañarás ese día.

Laura Victoria te envía mil saludes. Me informó muy emocionada que recibió tu carta.

Deseo estés más seguro y tranquilo en tu apartamento. Actualmente vivir  en casa, incluso en México, es una lata. Me acaban de romper un vidrio de 3 x 2.30 mts2. de una de mis ventanas. ¿Quién fue? Imposible saberlo. Lo único que podemos decir es que fue un inconsciente que no tenía nada que hacer, y se desquitó con alguien que no conoce. No queda otro camino que cambiarlo, para que lo vuelvan a romper.

Salúdame con respeto a todos los tuyos, y tú recibe un abrazo de amigo y compatriota.

Harry Gayner

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HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL

Nació en Córdoba, Quindío, el 6 de enero de 1931. Abogado, ensayista, académico, periodista, historiador. En 1955 inició en Bogotá una vibrante campaña para que se creara el departamento del Quindío. Pertenece a varias academias de Colombia y del exterior y ha sido distinguido con numerosos reconocimientos por su obra literaria y su labor jurídica en el ramo penal. Fundó la Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias.

Libros: El departamento del Quindío, Teoría Gorgona. Lo humano de la abogacía y de la justicia, Jorge Eliécer Gaitán y las conquistas sociales, Defensas penales, Decadencia del pueblo colombiano, Diccionario de la historia de Colombia, Chispazos colombianos, El Quindío y Colombia en el Siglo XXI, Yo penalista me confieso, Santander y el Estado de Derecho, Las pruebas en el Nuevo Procedimiento Penal, Derrumbe moral e injusticia social en Colombia, Treinta años de abogacía. Los celos patológicos en el crimen pasional, Así actué en 500 procesos, Oradores del Gran Caldas, El mariscal Alzate, La calumniada Regeneración, La elocuencia en el Gran Calda, entre otros.

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Bogotá, 11 de diciembre de 1993

Doctor Horacio Gómez Aristizábal
La Ciudad

Apreciado Horacio:

Retirado hoy del agobiador manejo de cifras ajenas que cumplí durante largo tiempo como gerente de banco (entre ellos, 15 años en tu tierra quindiana), me ha dado por repasar viejos papeles en el remanso de mi biblioteca. Y me he encontrado con la carta que te dirigí en 1983 y que fue destacada por La Patria de Manizales, donde te comento estas inquietudes:

«El Quindío, por ejemplo, no tiene historia escrita porque nadie se ha atrevido a escribir una novela de verdadera profundidad histórica (…) La bonanza cafetera es todo un venero de sociología que daría lugar, con buen ojo crítico, para enmarcar la sociedad quindiana dentro de tiempos especialmente confIictivos en el desarrollo económico y humano de la región».

A mi salida de la vida bancaria me dediqué a escribir la novela titulada La noche de Zamira. Hace poco se la di a conocer a Fernando Soto Aparicio, quien cree en mis modestas dotes de novelista (como recordarás, fue él quien llevó a la televisión otra novela mía, Destinos cruzados), y el amigo la trasladó, con su opinión favorable, a Grijalbo. No sé si la editorial se interese en mi obra. De todas maneras quiero contarte que la idea que te comenté en 1983 ya está realizada.

Recibe mi cordial saludo navideño,

Gustavo Páez Escobar

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INÉS DE LA DOLOROSA

Hermana de la Presentación. Tía del médico Tulio Bayer, circunstancia que movió el epistolario que aquí se recoge. Sus cartas son amenas, calurosas, precisas, manejadas con rigor gramatical y bello estilo. Le gusta tratar temas sociales y  culturales y lo hace con propiedad, realismo y sentido crítico. Dirigió revistas en su congregación, escribió artículos y poemas. En sus cartas se advierten su formación humanística y su preocupación por defender las causas justas. Murió hacia el año 1993.

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Bogotá, 10 de diciembre de 1992

Hermana Inés de la Dolorosa
Fusagasugá

Recordada hermana Inés:

Tres años han pasado desde que recibí su última carta: 24 de enero de 1990.  Dicha carta la contesté dos días después. Y volví a escribirle el 29 de julio del mismo año con motivo del fallecimiento de la hermana Martina.

Se silenció la amiga religiosa. Por su sobrina María Bayer nos mantenemos enterados de su permanencia en Fusagasugá. Sabemos las limitaciones físicas que afectan su salud, y algo digno de toda alabanza: la fortaleza moral para sobrellevar los males, virtud que sólo la poseen las almas superiores.

Hace más de un año ocurrió la muerte de Germán Pardo García, y sus cenizas fueron a dar a Ibagué, donde nació por accidente. Pero su espíritu pertenece al páramo de Choachí, donde vivió su niñez y juventud. Yo lucho por obtener la entrega de sus restos mortales –convertidos en un puñado de frágil materia, como todo lo humano– a Choachí. Un libro mío sobre el poeta, Biografía de una angustia, está próximo a ser publicado por el  Instituto Caro y Cuervo.

Después de 34 años regresé, en asocio de Astrid, a las selvas del Putumayo, donde conocí a Tulio Bayer. Con dicho motivo escribí las cuatro crónicas adjuntas, donde como es natural hago una reminiscencia del amigo. Interrumpo los tres años de silencio para llevarle, con este mensaje grato, nuestra presencia en esta Navidad, que le deseamos plena de paz espiritual.

En febrero nos pasamos al nuevo apartamento que hemos comprado: Avenida 19 # 95-12, apartamento 201, teléfono 2568243. Allí estamos muy a sus órdenes.

Repito la salutación tradicional de Pardo García: Paz y esperanza.

Gustavo Páez Escobar

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(1) Esta carta se convirtió en mi despedida de la simpática e inteligente monja, tía de Tulio Bayer. Estaba muy enferma, y sin duda no tuvo alientos para escribirme en extenso y con el entusiasmo que le era característico. Se limitó a enviarme desde su retiro de Fusagasugá el siguiente telegrama fechado el 15 de diciembre: “Deliciosamente sorprendida valioso envío señales de vida. Divino Niño cólmelos exquisitos dones. Abrazos navideños. Inés”.

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ALFREDO IRIARTE

Nació en Bogotá en 1932. Autor de ensayos y novelas cortas históricas y de ficción. Además de sus libros, hizo contribuciones valiosas a la exactitud y al buen uso idiomático del español en su columna Rosario de perlas, publicada en El Tiempo por más de 25 años. También fue comentarista de efemérides históricas y literarias en la radioemisora cultural HJCK de Bogotá. Murió en Bogotá el 1° de diciembre de 2002.

Libros: Lo que lengua mortal decir no pudo, Bestiario tropical, Episodios bogotanos, Espárragos para dos leones, Batallas y batallitas en la historia de Colombia, Abominaciones y denuestos, Muertes legendarias, El jinete de Bucentauro, entre otros.

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Bogotá, 21 de mayo de 1994

Señor Alfredo Iriarte
Columna Rosario de perlas, El Tiempo
La Ciudad

Apreciado Alfredo:

Su columna Rosario de perlas del 20 de mayo indica que está usted mejor de diccionarios que Juan Gossaín. Saltimbanco –con el equivalente de saltimbanqui– es palabra registrada en nuestra lengua desde vieja data. El Pequeño Larousse (uno de los diccionarios al que más le creo por su fiel interpretación del habla popular) le da albergue a la palabra por lo menos desde 1961, según una edición que poseo de dicho año. Otro tanto ocurre con el Diccionario enciclopédico Códex, también de hace 33 años.

En relación con averaguado, averaguarse, su inscripción no sólo está en el Lexicón de colombianismos, de Mario Alario di Filippo, sino en el Nuevo diccionario de americanismos (1993), de Günther Haensch – Reinhold Werner, obra muy valiosa editada por el Instituto Caro y Cuervo que registra la expresión como procedente de la Costa Atlántica (donde García Márquez la vivió y la respiró), con las siguientes definiciones: «Se dice de la ropa cuando se ha manchado debido a la humedad». “Llenarse la ropa de pequeños puntos negros o manchas a causa de la humedad” (sinónimo: apulgararse).

Azorín decía que diccionarios completos no los hay, ya que, siendo tan extensa nuestra lengua, muchas palabras no se incluyen en todos los diccionarios.

Cordial  abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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RAMIRO LAGOS

Nació en Zapatoca, Santander, en 1922. Cursó estudios en Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana de Bogotá. Poeta, académico, lingüista. Ha sido profesor de las universidades de Notre Dame en Indiana y Carolina del Norte en Greensboro. En esta ciudad preside el Centro de Estudios Poéticos Hispánicos. Reconocido poeta épico, su obra tiene acento social. Gran viajero por el mundo, sorprende por su dinamismo, su vitalidad y su palabra lúcida y rebelde. A España se desplaza con frecuencia, da recitales y participa en tertulias literarias. De la misma manera, viaja a su patria nativa,  donde dialoga con sus amigos y lleva por lo general un nuevo libro para presentar. Sobre su obra dice Horacio Gómez Aristizábal: “Como vocero del pluralismo ideológico, libertario y bolivariano, es un vate inmenso, inspirado en la musa-libertad, en la musa-justicia social y en la musa-testimonio. Ha vivido en su ley como un campeador”.

Libros: Máster de rebeldía en la poesía hispanoamericana, Poesía liberada y deliberada de Colombia, Mujeres poetas de Hispanoamérica, Canción entre roca y nube, Ritmos de vida cotidiana, Briznas de una canción rota, Ritmos de vida cotidiana, Sinfonía del corazón distante, Protesta, Rebeldía, Ráfagas y cantigas, Testimonio de las horas grises, Romances de pie quebrado,  Ritmos de vida cotidiana, Romancero de Juan Pueblo, Cantos de la epopeya de América, Voz épica de América, Cantos de gesta comunera, entre otros.

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Greensboro, 27 de agosto de 1993

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Estaba en mora de escribirte para agradecerte el comentario que haces en El Espectador sobre mi último poemario. Mil gracias.

Desde hace mes y medio estoy nuevamente en USA después de estar dos meses en España donde enseñaba un curso de cultura hispánica para un grupo de estudiantes norteamericanos. Con el mismo objeto vuelvo el 4 de septiembre y me quedaré en Madrid hasta el 19 de diciembre.

Mi vida de jubilado la estoy combinando con viajes y compromisos extras con mi Universidad. Y me gusta viajar a España donde tengo muchos amigos entre poetas e intelectuales.

Entre otras actividades me dedico a organizar toures culturales. Uno de   estos se va a llevar a cabo con escritores mejicanos el 15 de septiembre.  Cuando vaya a Colombia en febrero o marzo de 1994 intentaré organizar un tour para amigos colombianos. Quizás te pueda interesar.

¿Cómo va el proyecto de la publicación de tu libro con el Instituto Caro y Cuervo? De mi parte tengo en proyecto publicar un libro de ensayos (ponencias) y otro de poemas. El primero es sobre poesía colombiana. Lo malo es que no tengo patrocinadores. Así que tendré que gastarme mis modestos ahorros.

Hasta que vuelva a tener el gusto de saber de ti, recibe mi cordial saludo,

Ramiro Lagos

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Bogotá, 18 de marzo de 1992

Profesor Ramiro Lagos
Greensbooro, Estados Unidos

Apreciado Ramiro:

Ha llegado a mis manos tu carta del 2 de diciembre, tras su devolución a Estados Unidos por mala dirección. Este correo ha durado cerca de cuatro meses volando por los aires de América. Entre tanto, me perdí  de  la noticia sobre tu viaje a Colombia a finales de diciembre; de haberla sabido a tiempo, te hubiera buscada en el Hotel Continental.

Después supe por Horacio Gómez Aristázabal y Héctor Ocampo Marín que habías hablado con ellos. Me enteré del lanzamiento de tu libro, y también recibí tu amable invitación al acto, pero por aquella fecha yo habla salido de Bogotá. En fin, ahora se compensará este vacío con  tu  libro, que espero recibir pronto.

Me agrada saber que tienes en alto concepto la poesía de Laura Victoria.  Debido a la larga ausencia suya de Colombia, las nuevas generaciones ignoran su obra y muchos de los viejos la pasan por alto en forma premeditada. Debe saberse que Laura Victoria –mi paisana de Soatá– liberó la poesía colombiana en los tiempos mojigatos de los años 30, y con su fina vena erótica adquirió alta fama no sólo en Colombia sino en los países de América.

La dirección de la poetisa es la siguiente: (…) Ella recibirá complacida tu libro. Y yo en mi próxima carta le trascribiré el magnífico concepto que anotas sobre ella. Su último libro poético, lanzado en Colombia hace tres años, que yo le ayudé a publicar, se llama Crepúsculo.

Va un  cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Ver epistolario Ramiro Lagos 2001-2010

 

ÁLVARO ORDUZ LEÓN

Pionero de la publicidad en Colombia. En esta actividad trabajó a lo largo de 60 años. Además, fue escritor, poeta, pintor, orador, crítico de arte. En 1983 publicó el libro El arte asesinado, que causó mucho revuelo por sus argumentos críticos y novedosos. Poseía prodigiosa memoria, y en los encuentros literarios que efectuaba con un grupo selecto de sus amigos era muy dado a declamar, sin equivocarse, grandes poemas de la literatura universal y contar deliciosas anécdotas. En 1992 obtuvo en Méjico un premio internacional por el soneto La cruz y la rosa, dedicado a don Quijote, obra que quedó esculpida en la plazoleta del Instituto de la Nutrición en la capital azteca. Su casa era un museo privado de pintura. Publicó numerosos artículos y ensayos en periódicos y revistas y dejó muchos poemas inéditos. Falleció en Bogotá el 5 de diciembre del 2000, a la edad de 89 años.

Libros: El arte asesinado (1983), Mis hojas de otoño (1999).

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Santafé de Bogotá, junio 8 de 1992

Señor don Gustavo Páez Escobar
La Ciudad

Estimado Gustavo:

Recibí hace pocas semanas el informe anual del director del Instituto Mexicano de la Nutrición, que con el de Cardiología son las dos entidades científicas de mayor envergadura y relieve en el panorama de la salud de la nación azteca.

Para mí fue una agradable sorpresa encontrarme con la determinación de perpetuar un soneto que escribí en 1984, titulado La cruz y la rosa, (1) y que fue seleccionado para ser grabado en el pedestal de un monumento del inmortal don Quijote que se levantará en la «plaza cívica» y que tendrá fuentes, bronces y anfiteatro para reuniones especiales.

Esa escogencia la hicieron entre una antología de 147 poetas que habíamos escrito sobre el héroe de Cervantes, lo cual me pone un poquitín vanidoso. Cómo no estarlo si había para escoger nombres tan prestigiosos como el del nobel Octavio Paz, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Echeverri Mejía, Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Guillermo Valencia, Antonio Machado, León Felipe, José María Pemán, Borges, Álvaro Mutis y muchos más.

Te remito el informe que recibí. Sé que te alegrarás de la distinción que me hicieron en México, no tanto por ser yo el homenajeado sino por tratarse de un colombiano.

Nuestro país, tú lo sabes, tiene fama de tener los mejores poetas, prosistas y oradores, o desconocidos como yo, que pertenezco a la «poesía secreta» como graciosamente me tildó un académico notable.

¿Cuándo sale tu libro sobre Germán Pardo? Lo estamos esperando.

Un abrazo cordial de

Álvaro Orduz León

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(1) Este soneto puede leerse en mi artículo Gloria a un colombiano (El Espectador, 25-VI-1992).

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Bogotá, 11 de junio de 1992

Señor Álvaro Orduz León
La Ciudad

Estimado Álvaro:

No una, varias veces he leído con creciente emoción tu extraordinario soneto La cruz y la rosa. No importa que seas poeta clandestino –y en adelante ya no lo eres– para obtener la gloria con una sola composición.

Juan Rulfo entró a la inmortalidad con una sola novela, Pedro Páramo, que apenas contiene cien páginas de breve formato. Cuando lo retaban a que escribiera más, manifestaba que todo cuanto tenía que decir ya estaba dicho  en su novela.

Con tu soneto ocurre algo similar. Es un poema que nada tiene que envidiarles a los mejores sonetos clásicos de todos los tiempos. Conseguiste una obra de arte en sólo 14 renglones, y esto lo puede decir muy poca gente. ¡Te inmortalizaste! Te envidio y me congratulo con tus laureles.

Me dice el director del Instituto Caro y Cuervo que mi libro sobre Pardo García saldrá en unos cuatro meses. Parece que este año, por la guerra contra los auxilios oficiales, el instituto está en dificultades económicas. La cultura, como siempre, es la cenicienta de todos los paseos, y esta vez, la pobre vergonzante del presupuesto nacional.

Un estrecho abrazo de solidaridad,

Gustavo Páez Escobar

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Santafé de Bogotá, marzo 17 del año 2000

Señor Gustavo Páez Escobar
La Ciudad

Estimado Gustavo:

Al avanzar en este último tramo de mi vida y convencido de que tengo otra oportunidad de vivir un infinito camino al lado del Autor del universo, me he dedicado a conseguir un tiquete de viaje, sin escalas, directo a mi destino definitivo.

Generalmente despierto temprano y es entonces cuando mi mente comienza a crear escenarios y diálogos siempre dirigidos al mismo objetivo.

En uno de estos amaneceres del nuevo siglo, diseñé un soneto que es una de las formas de expresión poética que mejor domino. Tan pronto salté de la cama puse en palabras lo que había construido mentalmente. (Eso de saltar es un decir porque me cuesta dificultad moverme. El párkinson me tiene declarada una guerra que ha comprometido mis músculos, ya casi al límite de la parálisis).

El resultado es el soneto que te envío y que titulé Acto de fe, en el cual dejo explicado mi sentimiento religioso. Este soneto es el último que he escrito y que espero verlo publicado en un diario de la capital el próximo Viernes Santo. Estúdialo, medítalo y hallarás mi radiografía espiritual. Es una oración mística salida de lo hondo de mi ser de cristiano.

Te incluyo una copia de este mensaje al Altísimo. Dios quiera corresponda también a tus sentimientos para que lo hagas tuyo

Un abrazo estrecho y cordial.

Álvaro Orduz León

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(1) Álvaro murió en diciembre del 2000.

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MI TESTAMENTO ESPIRITUAL
ACTO DE FE

¡Dadme, Señor, la fuerza de tu muerte
para sufrir paciente mi agonía;
aparta a los demonios de mi vía*
que sólo junto a Ti me siento fuerte!

Como a Dimas, mi Dios, dadme la suerte
de morir en tu santa compañía,
pidiéndote perdón con valentía
y al pie de mi alma, hasta el final, tenerte.

Ser feliz es sentir que tu presencia
ocupe la totalidad de mi existencia.
Me sobra lo demás…: el mundo entero.

Con sus riquezas, ciencias y alegría,
todo eso y más, cambiaría
por la fe elemental del carbonero.

Álvaro Orduz León
Enero del año 2000

*Los demonios que pido que aparte Dios de mi vía son: la lujuria, la ira, la soberbia, la avaricia, el odio y la desesperación.

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ARISTOMENO PORRAS

Aristomeno Porras describe estos perfiles de su vida en carta enviada a Gustavo Páez Escobar el 28 de mayo de 1987:

“Mi vida tiene pocos datos de interés. Nací en la población de Socotá (Boyacá), pero aún adolescente viajé a Medellín. Posteriormente pasé algún tiempo en otros lugares del país, luego viví en San José, Costa Rica. Desde hace 26 años resido en México. Por largos años fui director de producción de Sociedades Bíblicas Unidas para los países de habla castellana. Así pude  conocer todos los países del continente y varios de Europa, Asia y África. Mi obra literaria tiene que ver más que todo con notas periodísticas. Desde hace varios años colaboro con el periódico Últimas Noticias y la revista Jueves, ambos de la casa Excelsior de esta ciudad. Con esas notas he publicado unos 17 libritos que están agotados. El último salió hace unos dos meses de la imprenta bajo el título de Diez burritos y algo más”.

Por su parte, Gustavo Páez Escobar hace el siguiente comentario en su libro Biografía de una angustia (1994), donde señala a Aristomeno Porras como el “ángel tutelar” de Germán Pardo García:

“En su vehículo, que Aristomeno Porras conduce con destreza, transporta al poeta a menudos menesteres de la vida diaria, como retirar la correspondencia del apar­tado postal, o pagar los servicios públicos de la residen­cia, o hacer transacciones en el banco, o acudir a las citas médicas. Es la mano derecha del poeta, y no sólo en esta clase de asperezas, que de todas maneras se atien­den con rigor, sino en la elaboración de la revista Nivel.

“Aristomeno Porras también reside en Méjico hace largos años, al igual que Pardo García y Laura Victoria. Es oriundo, como lo soy yo, del departamento de Boyacá. Estuvo vinculado a importantes empresas y hoy se encuentra jubilado. Es autor de varios libros y mantiene una columna permanente en el periódico Excelsior. Con el seudónimo de Luis D. Salem se ha destacado como comentarista de la actividad cultural.

“Y es la persona que más conoce el mundo íntimo del poeta. Con él comparte las tristezas y rigores del hado cruel. Su condición de confidente del maestro lo convierte en testigo excepcional de una vida que languidece cargada de dolores y méritos. Perras es el laza­rillo que ha conducido al poeta por las azarosas calles de Méjico. Y lo ha hecho con placer, con delicadeza, con entrega total y con paciencia infinita.

“Imposible acercarnos a Pardo García sin involucrar a Porras. No dudo en afirmar que mi paisano tiene con­quistado el cielo de los justos. Su recato no me hubiera permitido hacer estas revelaciones, pero como a Méjico he ido a investigar una egregia personalidad con todo cuanto gira a su alrededor, debo exaltar tan admirable conducta”.

Aristomeno Porras murió en Méjico el 1° de julio de 2003, a la edad de 86 años.

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México, febrero 5 de 1992

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Mil saludos para usted y para todos los suyos. Le expreso mis sinceros agradecimientos por el recorte de Tribuna, donde está su magnífico trabajo La muerte de una golondrina. Es este un trabajo admirable que ya había leído yo en uno de sus libros y que después se reprodujo en Nivel. Mis felicitaciones por la publicación en España.

Le informo que ya tengo para usted el ejemplar de Apolo Pankrátor. Como pienso ir a Bogotá a mediados del próximo mes de marzo, se lo llevaré; pienso llegar a Bogotá el día 15. Le llamaré por teléfono el lunes 16 para saludarlo y buscar el lugar donde encontrarnos para la entrega del libro.

Por acá todos estamos bien, todavía tristes por la muerte de don Germán. Laura Victoria está bien, pese a su edad. Con frecuencia nos saludamos por teléfono.

Noto que desde hace días nuestra correspondencia se había cortado, pero ahora se reanuda con sin par alegría de mi parte.

Hace pocos días recibí un ejemplar del periódico Meñique, de Medellín. El director, Herbert Jiménez Gallo, me dice que me lo envía por recomenda­ción suya. Le expreso mis sinceros agradecimientos por esta recomendación ya que por ella pude obtener una revista que me gustó mucho.

Atentamente vuelve a saludarlo su amigo que siempre lo recuerda con cariño,

Aristomeno Porras

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Bogotá, 18 de febrero de 1992

Doctor Aristomeno Porras
Estado Méjico

Apreciado amigo:

En un acto social estuve hablando largo rato con Óscar Pérez Gutiérrez,  exembajador de Colombia en Méjico. Ya estaba yo enterado, entre otras personas por usted, del magnífico desempeño que tuvo el funcionario con  Germán Pardo García, y así tuve ocasión de expresárselo. Esto le agradó mucho. Y él me narró varias anécdotas sacadas de sus entrevistas con el personaje,

Me contaba el amigo que él habla logrado convencer al poeta para que recibiera la Cruz de Boyacá que le otorgó el presidente Belisario Betancur y que permanecía depositada en una caja fuerte de la embajada. Para el efecto, se realizó en el apartamento de Pardo García una sencilla ceremonia donde por segunda vez (1) se le hizo entrega del alto galardón, representado en la Cruz y en un pergamino.

Hoy la curiosidad, tanto del exembajador como mía, es saber a dónde fueron a dar estos objetos tras la muerte del poeta. Si aparecieran, su destino lógico serla la casa de cultura Germán Pardo García en Choachí.  Es la primera noticia que yo tengo sobre este suceso, y desde luego lo considero muy importante dentro de la vida del maestro. Es posible que usted pueda suministrarme informes sobre el particular.

El 6 de marzo se llevará a cabo un homenaje a Germán Pardo García en el Planetario Distrital de Bogotá, donde hablaremos tres personas. Yo leeré el último capítulo de Biografía de una angustia, que lleva por título El ocaso del héroe, donde describo la muerte del poeta.

Van  para usted y su señora muy cordiales deseos por su felicidad.

Gustavo Páez Escobar

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(1) Pardo García jugó la Cruz de Boyacá en los garitos que frecuentaba con un nombre ficticio, y la perdió. Después se arrepintió de haberlo hecho, considerando que era lo mismo que jugar la patria. Volvió al garito y la rescató, y para no volver a incurrir en el mismo acto, se la regaló a Aristomeno Porras.

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Estado de Méjico, marzo 25 de 1992

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Va para usted y para su muy distinguida familia mi saludo sincero. Regresé a México ayer en la tarde. El viaje fue bueno pero al llegar me sentí un poco mal de salud. No obstante, estoy trabajando.

Sentí mucho que el lunes por la tarde no pude hablar con usted para despedirme. Lo llamé a eso de las ocho de la noche y la persona que contestó me dijo que usted regresaría una hora más tarde. Volví a llamarlo varias veces pero el teléfono se negó a comunicarme con usted.

Expreso a usted mis más sinceros agradecimientos por las atenciones de que fui objeto en Bogotá. El rato que pasamos en la cafetería cercana al Tequendama y el viaje a Choachí son hechos que recordaré siempre, mientras viva. Lo de Choachí resultó para mí muy emocionante, esa ciudad es digna de muchos aplausos. Su amor al maestro Pardo García es ejemplar. Muchísimas gracias por haberme llevado a Choachí.

En Ibagué visité la tumba de don Germán. Está en un cementerio muy bonito. No obs­tante temo que ahí queden las cenizas sin que se haga nada más. Hubiera sido mejor colocarlas en tierra y sobre ella levantarle una estatua. Un poco más tarde fui al Colegio Departamental Germán Pardo García. Allí acaban de instalar un busto del maestro. Es tan perfecto que me parece verlo caminar por la avenida Reforma de esta ciudad. En el salón de actos hay un retrato de don Germán, pintado a lápiz. Creo que este colegio superó a quienes enviaron las cenizas a un cementerio.

Aún no he hablado en México con nadie más que con mi familia. Cuando  esté mejor de salud llamaré a algunos amigos para contarles de mis experiencias en Choachí y en Ibagué. Creo que la semana entrante pueda enviar los ejemplares de Tempestad y Últimas odas que prometí a la señora Villalobos. (1)

Atentamente vuelve a saludarlo quien mucho se goza al tener su amistad.

Aristomeno Porras

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(1) Francelina Villalobos, oriunda de Choachí y gran admiradora de Pardo García. Graduada en filosofía y letras. Su tesis versó sobre el poeta.

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Bogotá, 15 de abril de 1992

Doctor Aristomeno Porras
Estado de México

Muy apreciado amigo:

Por su carta del 25 de marzo, que me escribe a su regreso a Méjico, me entero de que llegó indispuesto de salud. Ojalá ya por esta época se encuentre restablecido por completo. La fatiga de los viajes y los cambios de horarios y de comidas influyeron, sin duda, en este malestar pasajero.

Yo lo llamé a su apartamento, a las siete de la mañana, al día siguiente de que usted se comunicó con mi casa y no me encontró. Me dijeron que acababa de salir al aeropuerto. Me privé, pues, del gusto de hablar con usted antes de tomar su avión del retorno a Méjico.

Leí con gran atención su libro Mis poetas favoritos. Es un libro excelente. Los temas se encuentran muy bien concatenados dentro del propósito de identificar en cada uno de los poetas escogidos la parte religiosa –en varios de ellos escondida– que a todos los une. Supo usted pintar con breves pinceladas la religiosidad de estos personajes, que ha quedado reflejada en sus obras.

En la página 16 dice usted lo siguiente: «Hasta donde sabemos, cuatro grandes poetas han bajado a los infiernos: Orfeo en Grecia, Jesucristo en Judea, Dante en Italia y Pardo García en Iberoamérica”. A esa lista agrego un nombre: Rimbaud. ¿Ha leído usted de él Una temporada en el Infierno?

Queda usted de testigo, para que transmita la noticia a los amigos mejicanos, de lo que hace Choachí por Pardo García. La casa de cultura que allí se construye –y dentro de ella el Museo Germán Pardo García– será una obra digna de nuestro inmenso amigo. Yo continuaré luchando por esta causa. Usted pudo apreciar el calor humano que allí se respira para enaltecer la imagen de su poeta. Lo de Ibagué es vacuo: pura figuración y oportunismo.

Reciba con su señora un cordial saludo.

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 13 de agosto de 1992

Doctor Aristomeno Porras
Estado Méjico

Apreciado amigo:

Su artículo en Excelsior, que me envía con carta del 3 de julio, lo remití en fotocopia a algunos amigos para que se enteren de la divulgación que hizo usted en Méjico sobre las cenizas de Germán Pardo García. A propósito de este tema, ha comenzado a despejarse el ambiente en Ibagué para el traslado de las cenizas a Choachí. Así me lo manifestaron algunos de los notables de la capital tolimense, y yo continúo moviendo el interés que se necesita para  lograr dicho objetivo.

El profesor norteamericano James Robb me hizo el servicio de poner en mis manos, con destino al museo de Choachí, fotocopias de las cartas cruzadas entre Pardo García y Alfonso Reyes, las cuales reposan en la Capilla Alfonsina de Méjico.

Así vamos progresando en el acopio del material que irá a enriquecer el museo. Ojalá lograra usted rescatar los valiosos elementos de que hablamos en nuestra entrevista en Bogotá (máquina de escribir, boina, bastón, cuadros que tenía colgados en su habitación, etcétera).

Le transmití a Otto Morales Benítez la noticia que me da usted sobre la expectativa que suscitó entre amigos de esa ciudad el viaje que al fin él no realizó. Se sintió muy complacido con las muestras de afecto que allí se dejaron sentir. Creo que Otto ya le escribió a usted.

Entérese, por la fotocopia adjunta, del soneto La cruz y la raya (1) que fue enaltecido en Ciudad de Méjico, y del cual es autor el colombiano Álvaro Orduz León, a quien posiblemente usted conoce. Álvaro, amigo de Pardo García, residió algún tiempo en la capital azteca.

Van muy cordiales votos por su felicidad.

Gustavo Páez Escobar

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(1) Este soneto puede leerse en mi artículo Gloria a un colombiano (El Espectador, 25-VI-1992).

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México, septiembre 9 de 1992

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Mil gracias por su carta del 15 de agosto y por el recorte de su artículo Gloria a un colombiano. Nada sabía yo del soneto escrito por Álvaro Orduz León. Es valioso y me gozo al tenerlo en mis manos. De gran valor es recordar los nombres de los personajes que han hecho historia. Usted ha hecho un gran trabajo al mantener viva la memoria de grandes escritores.

Le informo que ya está en mis manos la máquina de escribir de don Germán. La enviaré tan pronto encuentre alguna persona de confianza que acepte llevarla. También es casi seguro que pueda conseguir el bastón. La señora que lo tiene me dijo que con el mayor gusto me lo entregaría, pero parece que espera algún dinero. Esto no tiene importancia, tan pronto pueda visitarla haremos el negocio. De la boina y otros artículos nada he logrado ya que la señora que los recibió en testamento vive en Tijuana, frontera con Estados Unidos, y no he logrado localizarla.

Hace poco recibí de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín ocho libros de escritores que no conocía. Este es un obsequio que mucho me ha gustado ya que puedo leer algo de lo nuevo que se produce en la patria. Estos libros me llegaron por recomendación del doctor Morales Benítez.

Por acá acaban de morir dos escritores famosos: Luis Cardoza y Aragón, guatemalteco que vivió en México muchos años, y Rafael Solana, dramaturgo muy importante. La prensa ha hablado bastante de ellos en estos días. Yo fui al entierro de Solana, que fue algo impresionante. Algo más de dos cuadras de amigos seguían los restos del escritor en total silencio. Se trató de un gran desfile de escritores e intelectuales de todo tipo. Me gocé mucho en mirar a algunos de ellos a quienes sólo conocía de nombre.

Mil saludos para usted y todos los suyos. Atentamente lo saluda quien mucho se enorgullece de su amistad,

Aristomeno Porras

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México, julio 13 de 1993

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Fue gratísima para mí la lectura de su carta fechada el 15 de junio del presente año. Muchísimas gracias por ella. Mil saludos para usted, para la señora Astrid y todos los suyos.

Conmigo ocurre lo mismo que con usted en torno a los escritos de Álvaro Mutis. Varias veces he intentado leerlo, pero el libro se me cae de las manos. Sólo una novela me gustó, Caravansare, la leí con agrado y la comenté en la revista Jueves de Excelsior. Pinta Mutis ahí con una claridad asombrosa algunos paisajes de Cocora, vereda cercana a Ibagué, donde también yo pasé días felices.

Él está muy bien relacionado en México. Con frecuencia es entrevistado en la televisión y se le tiene como uno de los grandes escritores colombianos de nuestros días. Yo aún no he tenido la oportunidad de saludarlo. En un veinte de julio, cuando el doctor Umaña de Brigard fue embajador de Colombia en este país, fui a la embajada para conocer a Mutis y a García Márquez, pero fui tan de malas que esa vez ellos no fueron.

Varias personas acá me preguntan si conozco a Mutis. Lo admiran, y alguien me dijo que es una persona muy agradable en su trato.

Por lo demás acá todo más o menos bien. Los precios de la comida siguen hacia arriba. La gente se queja de la mala situación aunque la prensa dice que estamos muy bien.

Yo sigo dedicado a la lectura y a escribir más o menos cinco notas cada semana. Esto, aunque pagan poco, me mantiene ocupado y contento.

Atentamente vuelve a saludarlo su amigo de siempre,

Aristomeno Porras

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Bogotá, 30 de julio de 1993

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Apreciado amigo:

Veo que usted pasa una vida muy grata y productiva con sus frecuentes artículos periodísticos donde analiza la actividad bibliográfica de ese país.  Lo más importante no son los honorarios, que en todas partes regatean los periódicos a los comentaristas culturales, sino la satisfacción que produce el ejercicio literario.

En la vejez es cuando más se requiere tener ocupada la mente. Usted es un hombre activo y lleno de energía espiritual y física, lo cual le permite una existencia rebosante de entusiasmo y creatividad, o sea de felicidad, y este don no es común en la edad madura.

No había oído hablar de Caravansare, la obra de Mutis que a usted le despertó admiración por el arte con que dibuja a Cocora, vereda cercana a Ibagué. En dos libros que consulté, el título figura con y final –Caravansary–, y en ambos se cataloga como obra de poesía y no como novela. Parece que no se trata de la novela que usted leyó.

Supe que en la plaza cívica del Instituto Mejicano de la Nutrición, en Ciudad de Méjico, ya fue esculpido en bronce el poema La cruz y la rosa, del ciudadano colombiano, buen amigo mío, Álvaro Orduz León. Lo único que deploró Álvaro fue que no le hubieran anotado, a continuación de su nombre, la inscripción Colombia.

Ojalá usted tuviera oportunidad de visitar la obra y apreciar el hermoso soneto, y si le queda fácil insinuar que en alguna parte se coloque el nombre de nuestra patria. Me dicen que el sitio es un poco alejado del centro de la ciudad. Pero usted es gran chofer, y además gran amigo de reconocer el éxito de nuestros compatriotas en el exterior.

La semana entrante salgo con Astrid –junto con nuestra hija Fabiola– a las islas de San Andrés y Providencia. Vamos a celebrar nuestros 30 años de casados.

Lo saludo afectuosamente,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 31 de enero de 1994

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Muy apreciado amigo:

Me cuenta usted en su última carta el percance que tuvo al sufrir una caída en la calle, a consecuencia de la cual le fue vendada la frente y esto provocó en su nieta un simpático comentario: «mi abuelito parece un pirata». Supongo que por esta fecha ya le fue levantado el parche de la piratería y anda muy orondo por las calles de Méjico, lo cual (en lo que se refiere a la figura del corsario que tanta impresión causó en la nieta) significará para ella cierto desencanto.

Sobre el capítulo de los años, que usted menciona en su carta, hace algún tiempo recorté un estimulante artículo de Eduardo Caballero Calderón, titulado De senectute, donde comenta el caso ejemplar de varios ancianos ilustres que hicieron de la vejez un bello canto al trabajo y la alegría. Y no resisto la tentación de enviárselo a usted.

En Colombia hay en nuestros días dos grandes viejos que no cesan en el infatigable y saludable ejercicio de escribir: Germán Arciniegas y Carlos Lleras Restrepo, el primero de 93 años y el segundo en la vía de los 86. A ellos les sigue los pasos nuestro amigo Otto Morales Benítez, un jovencito de 73 años que todos los días escribe, y lee, y asiste a cuanto compromiso lo invitan, y se ríe con la carcajada más espectacular que se conoce en el país y le envidian en todas partes.

Dígale a Laura Victoria, por favor –de quien acabo de recibir carta–, que con fecha 18 de diciembre le escribí. Ella suele olvidarse de las fallas del correo y me reclama, con cariñosa preocupación, demoras que no tengo. Y ojalá le pase fotocopia de la nota sobre la vejez.

Un  afectuoso saludo para usted y su esposa.

Gustavo Páez Escobar

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México, mayo 6 de 1994

Señor don Gustavo Páez Escobar y señora
Bogotá

Muy estimados amigos:

En forma muy sincera expresamos a ustedes nuestros agradecimientos por el envío de la tarjeta donde nos participan del matrimonio de la señorita Fabiola con el señor Pedro José Galvis. Es esta una clara demostración de la amistad que nos une y que esperamos sea eterna.

El matrimonio de los hijos es una grata experiencia no solo para los contrayentes sino también para los padres. Causa alegría ver cómo crecen los hijos, se educan y se casan, pero también trae tristeza ver partir a un ser tan amado que siempre quisiéramos tenerlo con nosotros, como lo estuvo en la niñez.

Llegan a mi mente unas palabras del libro de Ruth, aquellas que dicen: «No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque adonde quiera que tú fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú vivieres, viviré yo, y allí seré sepultada; así me haga Dios, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos» (Ruth 1.16-17). Son palabras dichas por una nuera a su suegra, pero que caen bien entre esposo y esposa.

Vemos que las palabras antes citadas encierran una clara síntesis de lo que debe ser el matrimonio. Todo se sintetiza en la palabra Unidad: unidad de camino: unidad de residencia, unidad de pueblo (familia), unidad de fe religiosa, y unidad hasta en la tumba. Esperamos que tal suceda en el hogar que hoy empieza.

Saludos y felicitaciones tanto para ustedes como para los contrayentes. Tal el anhelo de dos amigos distantes, que siempre los recuerdan con inmenso cariño y gratitud.

Atentamente,

Aristomeno Porras

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Bogotá, 18 de septiembre de 1995

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico.

Apreciado amigo:

En su carta del 1° de este mes muestra estupor ante el secuestro de Julio César Sánchez García, el antiguo embajador en Méjico. Por fortuna, ese drama tuvo un final feliz. Pero el capítulo de los secuestros es cada día más perturbador en Colombia y las autoridades no logran reprimirlo.

No conozco la biografía sobre Rómulo Rozo, escrita por su hijo. Con motivo de la venida a Colombia de Leticia, la otra hija del escultor, Germán Arciniegas escribió sobre él un bello artículo en El Tiempo. A pesar de su avanzada edad, Arciniegas es columnista permanente de dicho periódico y siempre escribe cosas amenas y de absoluta nitidez mental. Admirable.

Hace poco murió en Bogotá el gran poeta Fernando Arbeláez, el primer marido de Beatriz Segura Peñuela –o Alicia Caro, en el cine mejicano–, la hija de Laura Victoria. La prensa colombiana ha tributado a Arbeláez grandes elogios. Uno de ellos, que le acompaño, es para que usted lo lea y se entere de la trascendencia de su obra, y luego me haga el favor de entregárselo a Beatriz.

Me sigue dando vueltas en la cabeza el comentario que hace Carmen de la Fuente en la carta que hice conocer de usted, sobre la vida sentimental de Germán Pardo García, cuando dice ella: «No, no es una mujer la inspiradora de estos éxtasis. Yo sé dónde está la clave y quizá algún día me anime a revelarla». Vuelvo y pregunto a usted, que tanto conoció la vida íntima del poeta: ¿Se trata de algún  episodio homosexual?

Reciba la expresión de mi  cordial aprecio,

Gustavo Páez Escobar

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México, a 9 de octubre de 1995

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Tan pronto recibí su más reciente carta puse en el correo rápido el ejemplar de la biografía del escultor Rómulo Rozo. Yo creía que Rozo nació en Chiquinquirá, pero este libro dice que es bogotano, lo cual lamento, ya que siento orgullo de cuanto Boyacá ha producido para la cultura colombiana. Espero que este libro le sea de alguna utilidad, yo buscaré otro lo más pronto posible.

No había pensado en la frase de la señora Carmen de la Fuente en relación a Germán Pardo García, frase que usted cita. No creo que se trate de homosexualismo ya que por lo que sé Pardo García era un hombre correcto en estos asuntos. Desde que lo conocí vi su inclinación hacia las mujeres. Cada año invitaba a un grupo de amigos a un restaurante, unos veinte en total, de los cuales no había más de cinco hombres, el resto eran poetisas.

Hablaba mucho de ciertas aventuras con mujeres de la vida galante, una de ellas en Bogotá y varias en México. Ya en su vejez aquí se sintió muy atraído por dos poetisas mexicanas. A una de ellas le consiguió una beca en Francia, gracias a su amistad con el presidente José López Portillo. Sufrió mucho el poeta cuando esta mujer regresó y no volvió a tratarlo. La otra se disgustó por una imprudencia del poeta en la Capilla Alfonsina la noche en que ella presentó uno de sus libros. La muchacha se extendió demasiado en su discurso y el poeta le ordenó parar.

También recuerdo que al ir por las calles de México, cuando veía pasar a una muchacha guapa le clavaba la mirada con suma atención. Otro día me hizo llevarlo a una colonia de la ciudad donde, dijo, vivía otra poetisa española que él amo mucho Me hizo detener el carro ante el balcón y dijo: «Carmen, debes saber que tu poeta y amigo está frente a la casa en que viviste».

En síntesis, jamás le vi ni escuché algo relacionado con homosexualismo. Creo que no se casó no por falta de aprecio hacia las mujeres sino por su carácter un tanto rudo.

Por acá todo anda de mal en peor. Hay mucha desocupación, muchos asaltos, muchos robos. A mi hija le asaltaron la casa hace dos meses y se llevaron todo cuanto tenía de valor. Ojalá pronto pasen todos estos problemas y vuelva México a ser lo que fue.

Gracias por el envío del recorte del periódico donde se habla de la muerte del poeta Fernando Arbeláez. Otro amigo me envió un recorte en que habla de la muerte de Otto de Greiff. Se están marchando los grandes de la patria, pero como siempre sucede otros se levantan.

Mil saludos para usted y para todos los suyos, los recuerdo mucho y espero que estén bien a cada momento. Su amigo y compatriota:

Aristomeno Porras

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Bogotá, 18 de octubre de 1995

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico.

Apreciado amigo:

Mucho le agradezco el libro de Rómulo Rozo. No ha debido salir de su ejemplar. Se trata de una edición antigua, posiblemente ya agotada. Cuando leí los datos biográficos del escultor, me encontré con la misma sorpresa de usted: figura como oriundo de la ciudad de Bogotá, cuando la idea es que nació en Chiquinquirá.

Leticia Rozo, en su reciente venida a Colombia, viajó a Chiquinquirá donde se entrevistó con las autoridades y la gente importante de la ciudad. Me dicen que se piensa sacar, por cuenta de Chiquinquirá, una biografía más extensa.

Sólo un artículo del libro, el de Luis Enrique Osorio, ubica al escultor en Boyacá: «Medio siglo hace que nació en la tierra milagrosa y romántica de los boyacenses…»

Otro de los artículos está firmado por Miguel Ángel Osorio. Supongo que se trata de Barba Jacob, quien por aquella época residía en Méjico.

Interesantes los comentarios que hace usted sobre el sentido de la mujer en la vida de Pardo García. También yo, en mi viaje a Méjico, lo vi como caballero galante. Me confirmo en lo expresado en mi biografía: la mujer era para él, más que un ser carnal, un símbolo de la belleza femenina. A la mujer la miraba como elemento estético de la vida. Creo que su amor hacia ella era platónico. Lo cual no excluye que tuviera, con muchas Evas, fugaces momentos de pasión sexual.

Le envío un abrazo cordial,

Gustavo Páez Escobar

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México, 14 de junio de 1996

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado amigo:

Estoy sumamente agradecido por su carta del 18 de mayo que recibí hace poco. Es un mensaje admirable, especialmente en estos días en que me encuentro un poco aburrido por la incapacidad para hacer algo. En realidad me acerco a los ochenta años, por lo menos a caminar en esa época de mi vida. Nací el 23 de junio de 1917.

Mi salud mejora cada día, ya camino un poco por orden médica. Tres veces fui al hospital, la primera para bajar el azúcar que había subido a 360 puntos, la segunda para la operación de la próstata, la tercera para corregir algo que andaba mal en el sistema urinario.

Veo sí con mucha alegría que cada día mejoro más y más, camino con la ayuda de un bastón y la compañía de la señora, que no me deja salir solo. Además no pocos amigos me visitan o me llaman por teléfono. Es bonito tener amigos fieles, entre los cuales usted es el primero. Muchas gracias por su amistad.

Mis hijos y nietos me atienden muy bien. Mi hija viene todos los días, sobre todo para inyectarme insulina. Mi hijo, que vive a casi dos horas de Valle Dorado, me visita cada ocho días. Todo esto es muy reconfortante. Confío en Dios que en una o dos semanas esté totalmente recuperado.

Me preocupan mucho los problemas de Colombia, quiera Dios que todo se arregle pronto y el país siga su marcha normal. Mil saludos para usted y para la señora Astrid a quienes mucho quiero y admiro.

Atentamente los saluda,

Aristomeno Porras

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Bogotá, 9 de noviembre de 1998

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Apreciado y noble amigo:

Su concepto sobre La noche de Zamira, que me expresa en su misiva del 24 de septiembre, me honra en grado sumo. Sus palabras son muy generosas y me sirven de estímulo (un baño de rosas) para avanzar en el arduo camino de las letras.

La mención que hace de la novela Agua quemada, de Carlos Fuentes –la cual se refiere también a la vida de un pueblo–, movió mi curiosidad en busca de la obra. La pregunté en varias librerías de esta ciudad y no fue posible conseguirla. Se ve que se trata de un libro antiguo.

No había contestado antes su carta ya que andaba con Astrid en un viaje por Europa. Nos demoramos mes y medio y recorrimos diez países. La estadía final, de quince días, fue en España: la mitad del tiempo en Madrid, y la otra mitad en Costa del Sol. Experiencias extraordinarias flotan en la mente como de un sueño del que aún no hemos despertado.

El poeta Kronfle –a quien acabo de enviar mi novela– me cuenta que habla con usted con frecuencia y que se siente muy enaltecido con su amistad. Por unos recortes de prensa que me hizo llegar me enteré del soberbio homenaje que le fue tributado con motivo de su nombramiento como embajador cultural del Ecuador.

Me alegra que su salud continúe en franca recuperación y que los días del ocaso se vean iluminados con el calor de su esposa, hijos y nietos. ¿Qué más pedirle a la vida? Me afligen, en cambio, los reveses por que pasan tres personas tan ligadas a mis afectos, y que son nuestras amigas comunes: Laura Victoria, Alicia Caro y Diana López.

Con Astrid van para usted y su esposa nuestro aprecio de siempre,

Gustavo Páez Escobar

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México, 18 de abril de 2000

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Muy estimado compatriota y amigo:

Acabo de leer su libro Humo. Lo leí detenidamente por lo cual esta carta va un poco tardía. Su libro impone lectura concienzuda. Cada uno de sus capítulos es fuente de inspiración para diversos comentarios que inviten a la lectura.

Salta a mi mente una frase del doctor Gregorio Marañón donde, citando de memoria, recuerdo: «El valor de un libro no está en su belleza literaria, ni en la profundidad de su pensamiento, sino en su capacidad para engendrar nuevas creaciones». Humo reúne esas tres condiciones: belleza de estilo, profundidad de pensamiento y fuente de inspiración para otros escritores.

El pensamiento de Marañón forma parte de un artículo publicado hace muchos años en el diario El Tiempo, no recuerdo la fecha exacta, pero dicho  pensamiento ha quedado grabado en mi memoria a lo largo de muchos años.

Como resulta imposible hablar de cada capítulo, clavo la mirada en el último, que da título al libro. Ahí estas palabras que usted dice acerca de las hormigas: «Las hormigas trabajamos en silencio y producimos más que el hombre, sin tanto aparato ni ostentación. Hacemos caminos y túneles y puentes… La hormiga olvida a veces que su reino no está en las alturas sino en los subterráneos».

Recuerdo muy bien la parábola de las hormigas incluida en el libro de Proverbios, donde dice: «Anda, holgazán, mira a las hormigas, observa sus procederes y aprende; aunque no tienen jefe, ni guía, ni gobernante, acumulan grano en verano y reúnen providencias durante la cosecha» (Proverbio 6.6).

Pienso que si todos siguiéramos este ejemplo el mundo caminaría mejor, ya que trabajaríamos sin descanso, en cooperativa, preveríamos el futuro y ahorraríamos algo para las horas de crisis. Hoy, por lo que vemos, huimos del trabajo, esperamos los días de fiesta, la jubilación y otras cosas no muy edificantes. Cada uno trabaja por su cuenta para sí mismo y no para ayudar a los demás, somos egoístas al extremo. Libros como el suyo deben ser difundidos con entusiasmo. Lo felicito por este nuevo trabajo de su pluma.

Mil saludos para usted y su distinguida esposa. Lo saluda quien mucho lo admira.

Aristomeno Porras

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Bogotá, 12 de mayo del año 2000

Doctor Aristomeno Porras
Estado de Méjico

Noble y apreciado amigo:

Me llegó su caluroso y gratificante comentario sobre Humo. Leer a un autor, como usted lo ha hecho a espacio en mi breve acopio de cuentos, justifica el duro ejercicio de la escritura. Escribimos para el propio deleite artístico, pero también para dejar un testimonio en este mundo tan versátil, difuso e inabarcable. Me siento honrado con que usted me haya leído, y muy grato con sus amables apuntes.

Se detiene usted en el cuento titular del volumen, Humo, y explaya su mente filosófica alrededor de la hormiga, protagonista de mi narración, a quien el libro de los Proverbios señala como un ejemplo de laboriosidad para el hombre. Yo estuve siempre contento con ese cuento, y cuando un día lo vi destacado en el suplemento literario de El Tiempo supe que el trabajo había cumplido su objetivo. Mejor vitrina de divulgación no podía lograr, y el estímulo fue inmenso al no haber buscado yo esa página periodística, de difícil acceso. No sé quién lo envió al periódico.

Ahora mi tiempo total está engolosinado con la biografía de Laura Victoria, que me propongo culminar en el resto del año. Dispongo de un material amplio sobre ella, facilitado en buena parte por su hija Beatriz. Vida fructífera y apasionante la suya, que daría lugar para un libro cautivador como Biografía de una angustia. «Del dicho al hecho hay mucho trecho”, dice el refrán. De todas maneras, mi conocimiento personal de Laura Victoria y las reflexiones que me he forjado sobre su vida y su obra facilitarán la tarea. Si usted posee papeles o datos que puedan favorecer mi cometido, le ruego hacérmelos conocer.

Envío para usted y su esposa mis afectuosos recuerdos,

Gustavo Páez Escobar

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JAMES W. ROBB

Nació en el barrio neoyorquino de Queens. Profesor emérito de lenguas románicas en la Universidad George Washington y una autoridad en el ensayista mejicano Alfonso Reyes. En dicha universidad trabajó durante 38 años. Además de los cursos de enseñanza en idiomas español, francés y portugués, también dictó una cátedra en literatura iberoamericana. Fue presidente del capítulo de la Asociación Americana de Profesores de Español y Portugués, y estaba en la junta de asesores del Instituto Cultural Brasil-Estados Unidos. Obtuvo una maestría en 1950 en el Middlebury College de Vermont y un doctorado de la Universidad Católica en 1958, en las lenguas romances y en literatura. Era miembro de la Primera Iglesia Congregacional Unida de Cristo en Washington. Y era un entusiasta de la ópera.

Como miembro del grupo Colombianistas Norteamericanos fomentó sólidos lazos con las letras y los escritores colombianos. Con Germán Pardo García, por quien sentía honda admiración, mantuvo una cercana amistad de varios años. Murió el 17 de junio de 2010 en Washington, a la edad de 92 años.

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Bogotá, 23 de enero de 1992

Profesor James W. Robb
George Washington University
Washington

Apreciado amigo:

Estoy muy agradecido con usted por el envío de la fotocopia de su artículo publicado en la revista Aleph, titulado Pardo García, poeta de dos patrias. Además me ha incluido otra publicación de la misma revista y sobre el  mismo poeta, cuyo autor es Carlos Martín. (1)

Como la revista Aleph no volvió a llegarme, me había privado del gusto de conocer el excelente ensayo que escribe usted sobre las dos patrias de nuestro amigo Germán –Colombia y Méjico–, trabajo denso y que cuenta con el  respaldo de la correspondencia que usted aporta.

La correspondencia que sostuvo Germán Pardo García con Alfonso Reyes entre los años 1930 y 1956 –conservada en la casa museo de Alfonso Reyes en Méjico– representa todo un documental sobre intimidades de la vida atormentada del poeta colombiano.

Si hubiera conocido antes este trabajo, lo habría mencionado en mi libro Biografía de una angustia –hoy en vía de edición en el Instituto Caro y Cuervo– con el respectivo crédito para usted. Este ensayo ha ingresado,  con los honores que merece, a los archivos que vengo incrementado sobre Pardo García.

Mil gracias de nuevo por su deferencia.

Va un afectuoso saludo de

Gustavo Páez Escobar

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(1) Carlos Martín: escritor, abogado y catedrático colombiano nacido en Chiquinquirá (Boyacá) en 1914 y muerto en Tarragona (España) en 2008. Poeta de amplio prestigio, uno de los fundadores del grupo Piedra y Cielo.

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Bogotá, 17 de marzo de 1992

Profesor James W. Robb
George Washington University
Washington

Apreciado señor Robb:

Por su interesante ensayo Pardo García, poeta de dos mundos, publicado en la revista Aleph de diciembre, me entero de la correspondencia cruzada entre AIfonso Reyes y Pardo García, cuyos originales están guardados en la Capilla Alfonsina de Ciudad de Méjico, y de los cuales posee usted copia.

En Choachí, cuna sentimental de nuestro amigo Pardo García, se construye hoy –y ya casi está en su recta final– una casa de cultura que llevará el nombre del poeta. Allí se dedicará sitio especial para un museo consagrado a él, donde se depositarán su poesía, correspondencia, comentarios sobre su obra, objetos personales y cuanto gire alrededor de su personalidad.

Pienso que esas 45 cartas cruzadas con Reyes, a que usted se refiere, quedarían muy bien situadas en dicho museo. Si le parece, ojalá me haga llegar copia de ellas. Además, usted podría aportar, como amigo dilecto de Pardo García, valiosos papeIes. Escríbame, por favor.

En estos días le envié copia de las palabras que leí en honor de nuestro amigo, en reciente homenaje que se le tributó en esta ciudad.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Washington, 12 de mayo de 1992

ROMANCE LANGUAGES
GEORGE WASHINGTON UNIVERSITY

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado amigo:

Le agradezco sus interesantes noticias del 17 de marzo sobre los planes para un museo y la Casa de Cultura Pardo García en Choachí.

En cuanto a depositar allí una copia del epistolario Pardo García/Reyes, he creído prudente escribir a Alicia Reyes, directora de la Capilla Alfonsina, Biblioteca y Casa Alfonso Reyes, para ver si resulta de su agrado la inclusión de este epistolario, pidiéndole una copia adicional. Si me contesta favorablemente y me envía otra fotocopia, yo se la pasaré a usted, tal vez con unas copias de esas cartas en mi poder que hablan de Choachí.

Lo saluda cordialmente,

James W. Robb

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Bogotá, 17 de julio de 1992

Profesor James Willis Robb
George Washington University
Washington

Apreciado amigo:

Mil y mil gracias por el envío de la correspondencia de Pardo García. Esas cartas, de alto significado, reposarán en el museo de Choachí para prolongar la memoria del ilustre colombiano.

La casa de cultura de Choachí está ya casi terminada. El pueblito demuestra así su afecto por quien creció en sus breñas y con su obra conquistó la inmortalidad.

Reciba mi cordial y agradecido saludo.

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 3 de octubre de 1992

Profesor James W. Robb
George Washington University
Washington

Apreciado amigo:

Mary Elshoff Arenas, estudiante de esa universidad en 1971, presentó su tesis de grado con el trabajo que tituló La obra poética de Germán Pardo García, tesis de la cual fue usted director.

Dicho estudio se lo envió Pardo García a Francelina Villalobos, natural de la población de Choachí, y hoy bibliotecóloga de la Biblioteca Nacional de Colombia. Ella me pide que averigüe con usted si el apellido de la autora es Elshoff o Arenas. En este nombre hay una mezcla rara, ya que Mary y  Arenas son palabras de origen latinoamericano, y en cambio Elshoff –¿nombre o apellido?– es un vocablo para nosotros ignorado.

Mil  gracias por su atención.

Reciba mi cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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Washington, 21 de octubre de 1992

THE GEORGE WASHINGTON UNIVERSITY
DEPARTAMENT OF ROMANCE LANGUAGES & LITERATURE

Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado amigo:

Me alegro de tener sus noticias, con su pregunta sobre el nombre de mi discípula Mary Elshoff Arenas, autora de una tesis doctoral sobre “La obra poética de Germán Pardo García”.

En cuanto a su nombre, sé que Elshoff es su apellido de soltera, Arenas su apellido de casa, pues Mary Elshoff se había casado con un español de apellido Arenas. (Mary Elshoff es simplemente un nombre angloamericano). Hoy acostumbra firmarse Mary E. Arenas, o simplemente Mary Arenas.

Como no sé exactamente cómo ella preferiría que apareciera su nombre en un índice o catálogo en Colombia, le voy a pasar copia de su carta a su residencia en Bethlehem, Pensylvania, para que ella misma le conteste. (1)

Por si acaso les pudiera interesar, le acompaño copia del programa de su defensa de tesis, que contiene un breve resumen en inglés.

Me es grato suscribirme con el saludo cordial de siempre,

James W. Robb

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(1) No recibí respuesta de ella. Francelina Villalobos organizó este registro en la Biblioteca Nacional de acuerdo con la indicación del profesor Robb. Sobre él debo decir que fue un ferviente admirador de Pardo García, y gran colaborador nuestro, como se observa por estas cartas.

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Washington, 15 de marzo de 1995

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado amigo:

Me alegro de tener sus noticias y de saber la aparición de su libro sobre Pardo García, Biografía de una angustia. Le agradecería infinito recibir este libro –¡muy anhelado!–, y si pudiera enviarme dos ejemplares, ¡cuánto mejor! Uno para nuestra Biblioteca Universitaria.

Ojalá nos pudiéramos ver en Bogotá en la reunión de Colombianistas anunciada para los días 26-29 de julio en la Universidad de los Andes, a la que espero asistir.

Mil gracias anticipadas por su fina atención.

Cordialmente,

James W. Robb

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Bogotá, 28 de mayo de 1995

Profesor James W. Robb
Washington

Apreciado amigo:

Nueva felicitación me envía en su tarjeta del 24 de abril, que mucho le agradezco, acerca de mi libro sobre Germán Pardo García. Y me remite valiosos ensayos que ha publicado usted: Pardo García, poeta de dos patrias (1991), el cual ya había tenido el placer de leer, y En busca de “La  región más transparente del aire» de Alfonso Reyes (1979).

Este último escrito, muy documentado y esclarecedor de la célebre frase: “Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”, me ha aportado un profundo conocimiento sobre antecedentes literarios que yo desconocía. Veo que es usted un gran estudioso de la vida y la obra de Alfonso Reyes, y por eso sus asertos están  respaldados por amplias investigaciones.

Quiero agradecerle además las fotocopias de viejos papeles que puso en sus manos el poeta Pardo García en 1967. Esto entra a enriquecer mis archivos. Si, como me lo ofrece, puede enviarme las fotos que también le entregó nuestro amigo, relacionadas con Kennedy, yo buscaría la manera de publicarlas en Colombia.

Al profesor James J. Alstrum le remití a la Universidad de Illinois un ejemplar de mi libro y no he sabido si lo recibió.  Le ruego preguntárselo.

Gracias, apreciado amigo, por su amabilidad al enviarme los documentos referidos, y por sus generosas palabras sobre mi obra.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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CARLOS ENRIQUE RUIZ

Nació en Manizales en 1943. Ingeniero de Caminos. Director-fundador de la revista Aleph, creada en 1966 (con 46 años de existencia y 161 ediciones al segundo trimestre de 2012). Profesor emérito, honorario y especial ad honórem de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Se ha desempeñado como director de la Biblioteca Nacional, en la dirección universitaria y profesor siempre. Doctor honoris causa en Humanidades de la Universidad de Caldas. La biblioteca central de la Universidad Nacional de Colombia (Manizales, Campus La Nubia) lleva su nombre, asignado por resoluciones del Ministerio de Educación Nacional y del Consejo de Sede. Poeta, académico, ensayista. Columnista de La Patria, de Manizales.

Libros: Decires (1981), Imaginería de caminos (1989), Ciencia, filosofía y poesía (2003), Sesgo de claveles (2004), Nociones del vigía (2005), Las lluvias del verano 2006), Tregua al amanecer (2007), Cien años en el espejismo de la nostalgia (2007), Reportajes de Aleph – Selección (2007), Los signos de la espera (2008),  Matilde Espinosa en la contienda de vida y poesía (2009), El velo de la ensoñación (2009), Educación y humanismo en la vida universitaria (2010), El clamor de la clepsidra (2010), Meditación acerca del Desasosiego de Pessoa (2011), La redondez del alba (2011), Media hora de lluvia en el jardín (2012).

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Manizales, en Aleph, a 10 de febrero de 1992

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Apreciado escritor:

Recibí la copia, en impresión de computadora, de la carta que usted le enviara al profesor doctor James Willis Robb, en la cual alude al hecho de no haber vuelto a recibir la revista Aleph. Me extraña, porque personalmente la rotulo y la entrego al correo, conjuntamente con un selecto número de personas a quienes se les envía como suscriptores honorarios. No sé qué estará fallando. Le pido, por favor, comunicarme cuál ha sido el número que recibió último.

A pesar de estar con tremendas ocupaciones encima, en la dirección de la Universidad, trato de cumplir los compromisos de divulgar Aleph, en un limitado número de ejemplares que en forma personal distribuyo, porque el grueso de la distribución lo viene haciendo la Fundación Aleph.

Aprovecho la oportunidad para renovarle mi saludo y para desearle todo lo mejor en el Nuevo Año. Espero con especial interés la salida de su libro Biografía de una angustia.

Cordial abrazo,

Carlos Enrique Ruiz

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Bogotá, 12 de febrero de 1992

Doctor Carlos Enrique Ruiz
Manizales

Apreciado amigo:

Me  declaro de malas por el extravío, a lo largo de todo el año pasado,  de la revista Aleph. Algo extraño ha sucedido, ya que usted mismo, conforme me lo informa en carta del 10 de este mes, ha puesto al correo los ejemplares.

El último número que me llegó fue el 75 (diciembre de 1990). Me enteré de la salida de los siguientes por reseñas de los periódicos; y como la omisión de mi ejemplar se mantuvo en lo sucesivo, me sentí, con pena, excluido como suscriptor honorario. Entre tanto, diversos libros y revistas seguían llegando a mi residencia.

En mi libro Biografía de una angustia hago una referencia a la magnífica    entrevista de usted con Germán Pardo García  (número 72,  enero/marzo 1990). Es posible que la obra salga pronto. Así saldrán muchas almas en  pena.

Van muy cordiales saludos,

Gustavo Páez Escobar

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Manizales, en Aleph, a 13 de marzo de 1992

Escritor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido y apreciado escritor:

Recibí un ejemplar, en fotocopia, del texto de su magnífica conferencia pronunciada el pasado 5 de marzo, con motivo del homenaje que se le rindiera a la memoria del Ilmo. poeta Germán Pardo García, en el Planetario Distrital de Bogotá.

Agradezco su envío y le felicito por su constancia en exaltar y difundir la obra del excelso poeta Pardo García.

Con sentimientos de especial consideración y respeto, me suscribo como servidor atento,

Carlos Enrique Ruiz

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JOSÉ CARBILIO VALDERRAMA RAMÍREZ

Oriundo del departamento del Tolima, donde ha adelantado un gran labor en los campos de la cultura, la docencia y el periodismo. Estudió español e inglés en la Universidad del Tolima y ha dedicado buena parte de su vida a investigar sobre la educación en Colombia. Como resultado de ese estudio publicó el libro La cara perversa de la educación, labor que le demandó varios años y que se plasmó en una obra valiosa. Desde su periódico Prensa Nueva Cultural adelantó valientes campañas sobre ciertas desviaciones en la vida cultural de su tierra tolimense.

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Ibagué, enero 25 de 1994

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Un mes después de haber hecho el acto de premiación del octavo Concurso Internacional de Cuento Periódico Prensa Nueva, que fue en Cali, quedaron al descubierto las sospechas de uno de los finalistas asistentes que escuchó al ganador del tercer premio leer el cuento.

Efectivamente el doctor Ramiro Hernández Restrepo, abogado de Medellín, trasquiló, le hizo una cirugía mal hecha a un cuento y lo envió al concurso. El texto fue publicado por primera vez en la revista The North American Review en junio de 1980 y fue traducido al español por Jesús Pardo para la antología titulada Narraciones ultracortas norteamericanas, a cargo de Robert Shapard y James Thomas, publicada en el año 1993 por la editorial Anagrama, de Barcelona, España.

El relato original corresponde a T. Coraghessan Boyle, y apareció en las páginas 93 a la 97, con el título El matón. El tramposo envió el cuento con el título Matón a sueldo.

Cuando recibí las fotocopias del cuento original, ya con esas pruebas lo llamé y no reconoció la falta, se hizo el gringo, me negó todo. El premio que le entregué consistía en una caja de libros por un valor de $ 150.000, más una mención de honor y una suscripción de cortesía del diario El Mundo que ya le empezó a llegar. Le exigí que me devolviera el premio y me dijo que bueno, que él haría lo que yo decidiera. Y efectivamente me devolvió la caja con los libros.

En los ocho años que llevo haciendo los concursos no me había sucedido esto. Ese estafador se burló de los jurados, de los demás concursantes, y a mí me dejó como doña Tera. En la edición de Prensa Nueva Cultural que salió en los últimos días de diciembre denuncié el hecho.

Quienes conozcan casos de plagios, quisiera que me los relataran por escrito y me enviaran testimonios, análisis, opiniones, comentarios para publicarlos con el fin de que los lectores los recuerden o los sepan a través de las páginas de Prensa Nueva Cultural.

Queda abierto el debate con los que defienden y con los que atacan a los que plagian canciones, obras de arte, poemas, obras de teatro, novelas, cuentos, etc. Espero su artículo para esta polémica que es interesante.

Por lo que usted pueda hacer para denunciar este caso, le quedaré muy agradecido. (1)

Cordialmente,

José Carbilio Valderrama R.
Prensa Nueva Cultural
Director-propietario

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(1) La denuncia contenida en esta carta es válida para toda clase de concursos. Alguna vez fui jurado de un concurso de poesía y descubrí que un soneto que ni siquiera había sido modificado en parte alguna, era en realidad de José Eustasio Rivera. A veces el atrevimiento no se detiene ante nada, irrespeta los códigos más elementales de la decencia, y así se cometen los actos más burdos en el campo del arte.

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INÉS BLANCO
Luna de Abril

Nació en Bogotá, el 13 de abril de 1948, por eso el seudónimo: Luna de Abril. Trabajó como docente en Cafam. Socia del Centro Poético Colombiano, cuya presidencia ocupó durante tres años, y de otras entidades culturales. Su poesía está elaborada en verso libre y en síntesis admirable, y está manejada por la emoción, la ternura, el recuerdo y la nostalgia. Es activa participante de encuentros de poesía, realiza lecturas de su obra en diferentes ciudades del país, y algunos de sus poemas se han difundido en periódicos y revistas.

Sobre ella dijo Matilde Espinosa: “La poesía de Inés Blanco, conocida y reconocida como una de las que dominan la palabra precisa en el poema, cada vez nos sorprende en la intención, en la profundidad y esencialmente en el ritmo y en la estética”.

Libros: Paso a paso, Piel de luna, El tiempo y la clepsidra, Navío de arena, Nostalgia de la luz, Los ojos de la noche, Cantos para amar a un hombre.

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Santafé de Bogotá, marzo 29 de 1996

Escritor Gustavo Páez Escobar
La Ciudad

Apreciado amigo:

Al terminar de leer su novela Ventisca, son varias las emociones que esta experiencia deja en mi sentir:

–  El hombre frente al enigma del bien y el mal, que no le permite «ser» y lo amarra indefectiblemente a un marasmo de situaciones y conflictos internos de carácter conductual, en el cual se le va la vida debatiendo y sopesando razones, verdaderas o falsas, sobre su comportamiento, para enfrentarse con él mismo y sobre todo confrontarse con los demás sin resultados aparentemente positivos para su bienestar y superación como in­dividuo.

Es una lección que bien vale la pena retomar como una constante en la permanente búsqueda de la felicidad.

–  El hombre como ser elemental ante el poder desconocido y caprichoso de la naturaleza, así conviven, se nutren de la misma savia y se alimentan mutuamente; la tierra sin reparos se «traga» al hombre y lo hace par­te de su entraña, en una batalla desigual y simple como el correr del más puro y cristalino arroyo.

Nada puede hacer el hombre cuando la tierra ruge y reclama para sí la sangre que nutrirá sus montes y salpicará después con flores y aromas ex­quisitos los surcos que esperan impacientes la semilla fértil para continuar la vida.

–  El amor, ese monstruo o ángel –inalcanzable a veces– que se agita adentro, sin prever distancias, credos, religiones, razas y que cada uno hospeda según sus propios límites.

Sin embargo, el amor temprano o tarde logra abrirse paso definitiva o transitoriamente para fecundar la semilla y es allí en medio de la magia donde se unen «la piedra y la montaña» para hacer posible una vida nueva, fruto única y exclusivamente de la decisión de amar con la misma libertad del viento.

Si bien es preciso continuar el ascenso por la empinada montaña, sin más compañía que el recuerdo, éste será suficiente para fortalecer el cuerpo y el espíritu y no faltará el fiel animal que cuide el paso y lama la mano amiga, aunque ladre y ladre impaciente pretendiendo ahuyentar la luna.

Inés Blanco

Luna de Abril

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Bogotá, 30 de marzo de 1996

Escritora Inés Blanco
La Ciudad

Apreciada Inés:

Es regocijante encontrar, seis años después de la edición, personas que como usted leen Ventisca y me brindan el cálido comentario recibido en su carta del día de ayer.

Son los suyos estimulantes conceptos que guardaré en mis archivos con sincero aprecio. Se unen a otros, como lo verá por las copias adjuntas, que expresan valiosos enfoques sobre la obra.

Cuando en 1990 presenté la novela en la Universidad Central, pronuncié las palabras que también le envío, las cuales contienen algunas pautas sobre el oficio de escribir. Espero que le sean de utilidad.

Hermoso su poema Mi casa, (1) que ha tenido la gentileza de remitirme. Es tierno y melancólico. Encuentro en su poesía un hondo sentimiento amoroso, imbuido de nostalgia y esperanza. Es romántica –con espontaneidad y exquisitez–, don que le habrá de poner a su obra una nota de excelencia.

Con un cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Dice el poema: No hace falta / que toques / a mi puerta, / mi casa / está deshabitada, / los muros / no existen, / los cielos rasos / han caído, / las pinturas / saltaron / de sus clavos, / el fuego / se hizo trizas. /  Ya no vivo / en ella, / soy el fantasma / que la habita.


Ver epistolario Inés Blanco 2001-2010

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CARLOS ARBOLEDA GONZÁLEZ

Nació en Risaralda, Caldas, en 1953. Economista, ensayista, periodista. Gran promotor de la cultura caldense. Ha publicado numerosos ensayos sobre arte, música y cultura en diarios y revistas. Cumplió una larga y productiva labor como director del Instituto Caldense de Cultura y luego como secretario de Cultura de la Gobernación de Caldas, cargo que él inauguró.

Libros: Cartas a 14 personajes de la historia (1997), Manizales, ciudad del agua (en asocio con Luis Horacio López Domínguez, 1998), Manizales, 150 años (en asocio con Javier Ocampo López), Juan Gustavo Cobo Borda, ensayista y poeta, Oradores del Gran Caldas (en asocio con Horacio Gómez Aristizábal, 2001), Poetas y prosistas del clero en el Gran Caldas (2003), entre otros. Además, tiene varios libros inéditos.

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Manizales, 21 de abril de 1997

INSTITUTO CALDENSE DE CULTURA

Señor Gustavo Páez Escobar
Santafé de Bogotá

Apreciado Gustavo:

Mucho me alegró haberlo conocido personalmente en Tunja. Siempre he sido un ferviente lector de sus columnas en El Espectador, en las que, con alguna frecuencia, toca temas relacionados con el Viejo Caldas, especialmente del Quindío. Por tal razón, me imaginaba que usted era de esta zona. Hoy ya sé que su patria chica es Boyacá, región idílica de la patria.

Quiero agradecerle el envío de su libro Caminos, el que aspiro leer rápidamente, y, de igual manera, su artículo publicado en La Patria sobre el homenaje tributado a Otto Morales y a Javier Ocampo, recientemente en Tunja.

Espero que en un futuro cercano podamos compartir, sin afanes, algunos minutos más, ojalá abundantes, para conocernos mejor.

Reciba un cordial saludo,

Carlos Arboleda González

Director

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Bogotá, 7 de noviembre de 1997

Doctor Carlos Arboleda González
Director del Instituto Caldense de Cultura
Manizales

Apreciado Carlos:

He recibido, de las propias manos del autor, el libro Destino de la voz, de Óscar Echeverri Mejía, en buena hora reeditado por el Instituto Caldense de Cultura.

Aunque Óscar nació en Ibagué, se le conoce más como pereirano por su vinculación a dicha ciudad. Es lo que sucede conmigo, que me identifican como quindiano en razón de mi larga y honda permanencia en Armenia, donde me comprometí –y sigo comprometido– con su cultura y su gente.

Le conté que estaba próximo a concluir una novela en la que venía trabajando desde años atrás. La obra se desarrolla en la selva amazónica y hace una semblanza sobre un legendario personaje caldense y gran escritor: el médico Tulio Bayer (a quien conocí en el Putumayo durante mi ya lejana época juvenil). Acabo de concluir dicha novela.

Le agradecería enviarme los libros de Beatriz Zuluaga y Maruja Vieira, publicados por tu entidad, que no he recibido.

Te envío un cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 6 de agosto de 1998

Doctor Carlos Arboleda González
Director del Instituto Caldense de Cultura
Manizales

Apreciado Carlos:

Mil gracias por la invitación que me haces en carta del 15 de julio pasado para pronunciar una conferencia en esa ciudad.

El tema, como lo acordamos ayer por teléfono, será mi nueva novela La noche de Zamira, que acaba de ser presentada en Bogotá en la Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias, presidida por el doctor Horacio Gómez Aristizábal, con intervención del novelista Fernando Soto Aparicio, obra que te envié en días pasados.

De acuerdo con lo convenido, el acto se realizará en ese Instituto el martes 8 de septiembre. Con mi esposa viajaré por tierra a Armenia, donde el lunes 7 se cumplirá otro acto académico en la Universidad del Quindío, para pernoctar en Manizales al día siguiente.

Te envío mi hoja de vida literaria y una nota sobre la novela, publicada en Colprensa por el escritor Héctor Ocampo Marín.

Va un cordial abrazo,

Gustavo Páez Escobar

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BEATRIZ Y ANTONIO CABALLERO

Hijos de Eduardo Caballero Calderón, quienes a la muerte del escritor, en 1993, pasaron a manejar la hacienda de Tipacoque, sobre la cual gira el cruce epistolar que aquí se publica.

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Bogotá, 20 de enero de 1998

Señor don Gustavo Páez Escobar
La Ciudad

Estimado señor Páez:

Por su artículo de ayer en El Espectador vemos que usted, como la pavimentación de la carretera central del Norte, no ha pasado más allá de Soatá. Pues si lo hubiera hecho habría podido comprobar con sus propios ojos que la hacienda de Tipacoque no «amenaza ruina», como asegura con alegre irresponsabilidad.

Es verdad que no ha sido nada fácil, y sí muy costoso, protegerla de las depredaciones de los «promotores del progreso boyacense» que, desde que en mala hora fue declarada Monumento Nacional, la han considerado como bien mostrenco, sin otro dueño que ellos mismos. Así, los párrocos co­rrieron las cercas del lote prestado para casa cural por los hermanos Caballero Calderón, y el ancho predio resultante se lo vendieron al departamento; el cual contribuyó al progreso local construyendo ahí un vasto mamotreto de piedra y cemento para un colegio departamental que, en irónico homenaje a una de las víctimas del expolio, lleva el nombre de «Lucas Caballero Calderón”.

Así, los alcaldes y los concejos municipales de Tipacoque, no contentos con urbanizar comercialmente los terrenos arbolados donados al pueblo para plazas y parques, reclaman la huerta que aún subsiste con el argumento de que en el pueblo no hay plazas ni parques.

Y no contentos con haber usufructuado gratuitamente –durarte treinta años– instalaciones de la casa de la hacienda para un centro de salud municipal «provisional», han querido incautarlas para poner en ellas un restaurante para camioneros. Y no contentos con haber recibido para el municipio los solares donde hoy se levantan la iglesia, la alcaldía, el  juzgado, las oficinas de Telecom y el puesto de policía, han reclamado repetidamente, aunque hasta ahora en vano, la expropiación definitiva del Monumento Nacional para convertirlo en un Palacio Municipal como Dios manda. Y así, también, los propios vecinos de Tipacoque a diario se roban las tejas de las tapias para techar sus casas, porque entienden que un Monumento Nacional no es de sus dueños, sino de todo el pueblo.

Pero en fin: contra, todos ellos, hemos podido mantener intacto, aunque mutilado de sus terrenos aledaños, el casco de la casa de Tipacoque. Para que ahora venga usted, señor Páez, y otro «gran promotor del progreso boyacense» como Carlos Eduardo Vargas Rubiano, (1) a proponer públicamente, y como si fuera la cosa más natural del mundo, que los descendientes y herederos de los Caballero Calderón  «redimamos» la vieja casa familiar para “levantar un gran hostería» que atraiga turistas. ¿Qué es eso de «redimir»? ¿Dejar libre de hipoteca una cosa, como dice el diccionario? ¿O «regalar», como parece dar a entender usted?

Sea serio, señor Páez. Si tanto anhelan ustedes grandes hosterías que promuevan el progreso turístico, rediman para ese fin la casona del señor Vargas Rubiano en Paipa, o la que según entiendo (2) tiene usted en Soatá, en vez de proponer la redención de bienes ajenos alegando falsamente una “ruina” inexistente. Tal vez no atraigan turistas a admirar los paisajes, pero sin duda atraerán politiqueros a hacer campaña electoral. Y tal vez así pueda Boyacá volver a tener esos «líderes de verdadera dimensión nacional» que usted echa de menos.

Atentamente,

Beatriz Caballero        Antonio Caballero

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(1) Exgobernador de Boyacá. Compadre y gran amigo de Eduardo Caballero Calderón. Y uno de los líderes que más han trabajado por la región: nadie puede negarlo.
(2) Se escapó este singular en una carta cuyos signatarios son dos personas. Esto hace suponer que quien la redactó fue Antonio Caballero: su estilo mordaz, tan conocido en el país, se hace manifiesto en este escrito.

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Bogotá, 27 de enero de 1998

A Beatriz y Antonio Caballero

La Ciudad

Aviso recibo de su carta fechada el 20 de este mes, que me envían a propósito de mi columna en El Espectador donde hago una alusión a la hacienda de Tipacoque. Carta que he trasladado a El Espectador con la intención de que sea publicada. Sin embargo, no sé si al periódico le quede fácil hacerlo por cuestión de espacio.

Ojalá la protesta de ustedes sobre los abusos que se cometen en Tipacoque contra la vieja casona sea de público conocimiento. Y en cuanto a los ataques que lanzan contra el columnista, los he leído con serenidad y, lejos de trenzarme en reyertas inútiles, prefiero entenderlos como un sentimiento vehemente que defiende la heredad.

Les aclaro, sí, que a mí no me sucede lo mismo que a la carretera central del Norte, que no ha pasado de Soatá: varias veces he llegado hasta Tipacoque. En una de ellas tuve con Eduardo Caballero Calderón una grata entrevista en la hacienda, suceso que recogí en mi libro Caminos (1982). Otra, cuando se trasladaron sus cenizas de Bogotá a Tipacoque.

Sobre este episodio recuerdo la tristeza con que los sencillos moradores de la comarca, provistos de banderas y vestidos de luto, le dieron el adiós a su maestro y protector.

Reciban mi atento saludo,

Gustavo Páez Escobar

* * *

Con motivo de este episodio, publiqué la siguiente columna en El Espectador (1-II-1998):

Defensa de la heredad

He recibido de Beatriz y Antonio Caballero, hijos de Eduardo Caballero Calderón, esta vehemente carta a propósito de la mención que hice de la hacienda de Tipacoque en columna de este diario: (se publicó la totalidad de la carta).

RESPUESTA.– Pasando por encima de los términos airados de la comunicación, hay que aplaudir el sentimiento familiar que así defiende la heredad. El columnista sí ha pasado más allá de Soatá, desde luego, hasta Tipacoque: años atrás tuvo allí una amable entrevista con Eduardo Caballero Calde­rón. Reconforta saber que la vieja casona, cuyo sostenimiento demanda gastos consi­derables, no sufre los destrozos que a simple vista se observan. Aunque sí: ustedes hablan de robos diarios de tejas por parte de los ve­cinos, de expoliaciones y depredaciones. «Redimir» no sólo significa dejar libre de hi­poteca una cosa, o regalar; el diccionario le da al término otras acepciones figuradas. En el mundo entero se instalan lugares de turis­mo en inmuebles históricos, sin irrespetar la tradición. En cuanto a la idea de montar una hostería en la hacienda de Tipacoque, como son ustedes los que mandan, queda descar­tada. La propuesta puede ser utópica, pero no por eso deja de ser seria.

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EDITORIAL GRIJALBO

Este cruce de correspondencia refleja lo que es el calvario del escritor en las editoriales. Sobre esta experiencia tan conocida, y tan dolorosa para los escritores (para todos los escritores, incluido García Márquez en sus comienzos), publiqué en El Espectador, en el 2010, una serie de seis columnas con el título Dolores y travesuras del libro. GPE.

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Santafé de Bogotá, marzo 24 de 1994

Señor Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Apreciado escritor:

Tenemos en nuestro poder su novela La noche de Zamira, que ha recibido los mejores conceptos de nuestro Comité de Lectores, y que creemos enriquecerá nuestro catálogo.

Nuestra intención de editarla en breve, se ha visto frenada por estra­tegias internacionales del Grupo Grijalbo – Mondadori, y por una serie de compromisos de nuestras Casas de Europa y América.

Es por esto que, de momento, no podemos editar la obra. Pero como nos interesa por su indudable calidad, no deseamos perderla. Creemos que en 4 o 6 meses, estaríamos editándola.

Por tanto, si en estas condiciones persiste su interés de publicarla con nosotros, la conservaremos en nuestro poder. Pero si desea reti­rarla, lo lamentaríamos sinceramente, pero entenderíamos su posición.

Por lo anterior, quedamos a la espera de sus noticias, y lo saludamos, atentamente,

Jorge Ignacio Pérez
Gerente general

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Santafé de Bogotá, abril 3 de 1995

Señor don Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Apreciado escritor:

Con la presente, le devolvemos los originales de su libro La noche de Zamira, que nos había remitido con miras a lograr un acuerdo sobre su publicación.

La novela está muy bien lograda, y retrata una época difícil de la economía y la sociedad colombianas, con personajes recios y bien definidos, y una acción de interés sostenido.

Pero las dificultades por que atraviesa el mercado del libro en nuestro país, y los estudios negativos del proceso de comercialización de esta obra, nos llevan a devolvérsela, para dejarlo en libertad de buscar su publicación en otra casa editora.

Esperamos servirlo en otra ocasión, y sin motivos para más lo saludamos, atentamente,

Jorge Ignacio Pérez
Gerente general

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Bogotá, 17 de abril de 1995

Doctor Jorge Ignacio Pérez
Gerente de Grijalbo S. A.

La Ciudad

Apreciado señor gerente:

Hoy he recibido su carta del 3 de este mes, y con ella los originales de mi novela La noche de Zamira, la cual se hallaba desde el año pasado en poder de la editorial a la espera de solucionar algunas dificultades que frenaban el proyecto de publicación.

Al devolverme la novela, me reitera usted los altos concepto que obtuvo la obra, los que aprecio por resultar enaltecedores y estimulantes para mi carrera literaria. Manifiesta, sin embargo, que no es posible publicarla debido «a las dificultades por que atraviesa el mercado del libro en nuestro país».

Aunque me lastima esta actitud, en realidad no me cae de sorpresa. Ese es el duro destino del escritor: un ser expósito en medio de la frivolidad social del mundo contemporáneo.

Deplorable, de todas maneras, que la obra hubiera permanecido más de un año en poder de ustedes, con lo cual se sembró una esperanza. Hay que confiar en mejores vientos, y seguir adelante.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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HENRY KRONFLE

Nació en Guayaquil, Ecuador, en 1932. Su obra literaria tuvo importante difusión en su país y otras ciudades del continente. Se le reconoce como un maestro del soneto. Armonizó por mucho tiempo su actividad comercial con el cultivo de la literatura, hasta que se dedicó por completo a ella. Escribió y publicó de manera permanente. Fue miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Guayas, de la Agrupación Cultura y Fraternidad, de la Asociación de Escritores de México, del Centro de Estudios Poéticos Hispánicos con sede en Madrid, etcétera. En Río de Janeiro ejerció funciones consulares, y en Buenos Aires actividades culturales a nivel diplomático. Recibió numerosas condecoraciones de diferentes academias. Germán Pardo García y Jorge Luis Borges elogiaron su obra poética. Murió en su ciudad nativa el 27 de julio de 2010.

Libros: 25 poemas en la mitad del mundo, Los sonetos de las definiciones, Vibraciones del alma, Entre el tiempo, el espacio y el amor, Más allá de mi voz, Transparencias, Con el alma en el rostro, Del silencio a la palabra, A los cuatro vientos, entre otros.

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México, D. F., a 4 de mayo de 1995

Señor don Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Distinguido y valioso amigo:

Recibí Biografía de una angustia. Gracias, mil gracias, por haberme hecho sentir otra vez, luego de casi cuatro años, físicamente al lado de ese genio de la literatura universal del presente siglo que se nos va como siguiendo al poeta aludido.

Nada más acertado que una gran pluma como la suya se ocupe de otra grande, como fue la del creador de una escuela poética que, por sus características propias, yo la llamaría “pardogarciana». Gracias, además, por las menciones que, generosamente, hace sobre mí en esa joya literaria, en la que se unen el vuelo de una prosa poética y la objetividad de una biografía singular.

El maestro Germán Pardo sabía del gran aprecio y admiración que usted siempre le profesó –sentimientos que estuvieron correspondidos–, por lo que a él no le sorprendería, si acaso hay percepciones en el más allá, el recibir, de usted, este justo homenaje post mórtem.

Cumplí con el encargo de hacer llegar el ejemplar que usted envió, por mi intermedio, a la señora Carmen de la Fuente.

Además, lo felicito por ese bellísimo comentario que, sobre la referida biografía, hace el escritor Vicente Landínez, así como por la carta que le escribe, acerca de dicha obra, la señora Gloria López de Robledo, (1) material que gentilmente me hizo llegar nuestro muy querido amigo el doctor Aristomeno Porras, quien me acaba de llamar por teléfono y, al decirle que le estoy escribiendo, me encargó saludarlo con el aprecio de siempre.

A mis saludos se unen los de Ivette, y éstos los hacemos extensivos a Astrid y a toda su distinguida familia.

Con un fraternal Abrazo,

Henry Kronfle

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(1) Directora cultural del Banco de la República en Manizales. Hija de Adel López Gómez.

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Bogotá, 26 de mayo de 1995

Doctor Henry Kronfle
Méjico, D. F.

Estimado amigo:

Aprecio en alto grado los valiosos conceptos que me expresa acerca de mi libro sobre Germán Pardo García. Usted, que compartió intensos momentos de amistad con él, y que además es uno de los grandes admiradores de su obra, sabe reconocer el significado que encierra esta biografía.

Guardo varias páginas escritas por usted en la revista Nivel, lo mismo que sus palabras en varios homenajes tributados al poeta. Sé del hondo afecto que usted le profesaba y que yo tuve oportunidad de apreciar en la espléndida tarde de tertulia que compartimos –teniendo a Ivette como formidable anfitriona– en su espléndida mansión.

Mil gracias por haber puesto el otro ejemplar en manos de la poetisa Carmen de la Fuente, otra de las firmes admiradoras de Pardo García. Aristomeno Porras también ha repartido varias copias del libro entre periodistas y escritores, y una de ellas, Guadalupe Appendini, le ha hecho un gran despliegue a este hecho cultural en el periódico Excelsior.

Ojalá tengamos el gusto de volver a ver a la apreciada pareja Kronfle en la tierra colombiana. Con Astrid les repetimos nuestros sentimientos de amistad y aprecio,

Gustavo Páez Escobar

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México, D. F., a 17 de julio de 1998

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Querido y valioso amigo:

El acelerado ritmo de la vida y la tarea que ella nos impone, hacen que los seres humanos, muchas veces, no cumplamos con la frecuencia que debe tener el trato epistolar con relación al apre­cio y admiración que profesamos a los amigos. Este es mi caso frente a usted que lo considero un auténtico valor latinoamericano dentro del periodismo y de la literatura en general.

Me dio muchísimo gusto recibir sus letras y saber de usted, aunque siempre, por las conversaciones telefónicas que tengo con nuestro mutuo y queridísimo amigo el doctor Porras, estoy informándome de la vida cultural en Colombia y, por supuesto, al hacerlo, comienzo preguntándole por usted.

Le presento mi profundo agradecimiento, extensivo a Astrid, por las hermosas frases de felicitación respecto al homenaje que me ofreció el Centro Libanés de México, por mi nombramiento de Embaja­dor Cultural del Ecuador y por la más alta condecoración que confie­re el Congreso Nacional al mérito literario; homenaje al que asis­tieron 52 presidentes y directores de instituciones periodísticas, culturales y artísticas, quienes unidos a otros intelectuales y amigos llenaron un auditorio con capacidad para 1.200 personas. Este evento fue comentado encomiásticamente y con grandes espacios por todos los diarios de México. Estoy enviando adjunto algún material publicado.

Ojalá lo pueda ver pronto por acá y ¡qué bueno! si lo acompañara Astrid, pues Ivette y yo quisiéramos atenderlos como ustedes se merecen.

Con el fraternal abrazo de siempre,

Henry Kronfle

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Bogotá, 4 de noviembre de 1998

Doctor Henry Kronfle
Ciudad de Méjico

Apreciado amigo:

A mi regreso de un viaje por Europa tuve el agrado de encontrar su amable carta del 17 de julio. Carta que vino a Colombia y, sin tocar en mi puerta, regresó esquiva a Méjico, a pesar de que la dirección era correcta. Rescatarla meses después me ha producido un gran placer.

Grandioso el homenaje que tributó a usted el Centro Libanés de Méjico. Así lo he podido apreciar en los registros de prensa que ha tenido la gentileza de hacerme llegar, y así me lo comentó meses atrás nuestro común amigo el doctor Aristomeno Porras.

Usted se afianza cada vez más en el aprecio del Ecuador al ser nombrado embajador cultural de dicho país. Es un honor ganado como consecuencia de su entrañable afecto por la tierra natal y por el mérito de su poesía. Su obra ha coronado ya las altas cumbres de la fama y continuará en creciente vuelo por los aires de América.

Toda la vida ha sido usted gran lector, como se lo confiesa a un periodista, y no me cabe duda de que su obra literaria y su inmensa cultura se apoyan en ese hecho. Los libros son la mayor fuente de la sabiduría. Recuerdo muy bien que su espléndida residencia, donde una tarde memorable departimos con el maestro Pardo García, está poblada de libros y de obras de arte.

Le hago llegar mi novela La noche de Zamira, el libro que ha seguido a la biografía de Germán Pardo García. Aristomeno Porras, a quien también se la envié, me dice que esa novela le hace recordar Agua quemada, de Carlos Fuentes, obra que también gira alrededor de la vida de un pueblo. La he preguntado aquí en varias librerías, pero no la he encontrado.

Astrid se une a estas letras para reiterar a Ivette y a su glorioso marido nuestra constante amistad,

Gustavo Páez Escobar

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GLORIA LÓPEZ DE ROBLEDO

Oriunda de Manizales. Primera directora cultural del Banco de la República de esa ciudad, durante diez años, donde desplegó una intensa labor cultural. Escribió muchos artículos periodísticos y literarios en La Patria y en la revista Manizales. En asocio de su padre, Adel López Gómez, hizo famoso el radioteatro llamado Pago a Todos, que tuvo una existencia de largos años, y que ella, a la muerte de Adel, siguió manejando sola. En dicho espacio se le dio gran aliento a la cultura caldense, y dejó honda huella en la región. Murió en Manizales el 16 de marzo de 2009.

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Manizales, marzo 15 de 1995

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Ayer, en las horas de la tarde, me llegó el regalo de tu libro. Lo esperaba desde hace mucho, desde que su­pe de tu viaje a Méjico, con el doble propósito de cum­plir un sueño acariciado de conocer y hablar con Germán y volver a tener con tu linda esposa unos días pro­pios de amoroso recuerdo.

Esperaba este libro tan ansiosamente como lo estoy le­yendo. Anoche apagué mi luz a las dos de la mañana, ya vencida por el sueño. Es mágico. Es la vida de Germán con todo su misterio y su drama. Es el mismo Maestro que conocí a lo largo de una vieja amistad con papá. Es co­mo volver a vivir mis momentos con él, en Río Támesis número 16… No era más que eso. Un cuartito modesto don­de habitaba la sombra de la angustia y la severidad de la pobreza. Solo una vez estuve allí y no necesité más, para entender en su gran dimensión el alma atormentada de Germán. Luego, me tocaron dos o tres visitas que él hizo a la casa de la señora Dianita, (1) como él le decía. Recuerdo no haber hablado casi nada. Era un torrente de talento y genialidad. Dominaba todos los temas.

Es tan dramática su historia, que alguna vez dudé que fuera cierta. La fantasía de Germán era cósmica, incontrola­ble. Leyendo tu libro, ya no puedo poner en duda que fue el poeta magistral y trágico. Recuerdo sus cartas…. Le escribía con frecuencia a mamá y naturalmente a mi pa­dre. Siempre tres o cuatro renglones y una frase fatal.

Ese era el maestro. Toda aquella correspondencia, testi­monio fraterno de un alma doliente y dolida, ha quedado en manos de la Biblioteca Piloto a quienes acabamos de donar, mis hermanos y yo, el archivo completo de mi padre.

Dianita va a tener un momento feliz con esta Biografía de una angustia. Un título extraordinario, con una prosa fe­liz y amorosamente escrita. Un gran libro, y apenas voy por la mitad. Cómo te agradezco que me lo enviaras, por­que también allí reproduces a papá.

De qué fatal manera signó la vida de Germán aquel pá­ramo de hielo de su aterrorizada infancia… De qué manera la mujer que les cuidaba, bruja más que mujer, y la soledad y el silencio…

Encuentro una de sus frases, repetida siempre en los recuerdos angustiosos: “Fui la soledad física y men­tal más aterradora que es posible imaginar». Esta bio­grafía, que fue tu empeño de siempre, me tiene hechizada. Tal vez mucho más ahora que cuando de labios del Maestro escuchaba la narración de su vida vacía. Pero ni la soledad ni el destino mismo, ni su propio excéntrico modo de vida, pusieron barrera al talento fuera de serie de uno de los más grandes poetas del mundo.

El maestro, para mí, fue como un personaje schakesperiano.

Quiero contarte que el 30 de marzo la Biblioteca Pilo­to de Medellín nos hará la entrega de la novela inédita de papá, Allá en el Golfo… Será en la inauguración de la nueva sede de la Sala Antioquia. A su vez, se abrirá la exposición itinerante realizada con el archivo que les donamos en junio de 1994. Esa novela estuvo guar­dada por lo menos 40 años. Y ahora es Medellín quien la edita. Cuánto me gustaría tener tu compañía en este homenaje.

Te adjunto el que publicó el año pasado la Universidad de Antioquia.

Esto es todo, mi querido Gustavo. Gracias por este re­galo incomparable. Un fuerte abrazo para los dos,

Gloria López de Robledo

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(1) Se refiere a su hermana Diana López de Zumaya.

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Bogotá, 28 de marzo de 1995

Señora Gloria López de Robledo
Manizales

Apreciada Gloria:

Hermosísima tu carta sobre mi libro Biografía de una angustia. Tú conociste en persona a Germán Pardo García y eres, por lo tanto, testigo excepcional de su alma afligida. Estuviste en su apartamento de Río Támesis y quedaste deslumbrada con su orden refulgente, con su soledad y su pobreza asombrosas. Has sido lectora atenta de su poesía y puedes admirar la dimensión de su obra cósmica y su valía universal.

Yo sabía que el libro caería en excelentes manos. Las primeras noticias, hace unos 20 años, que me llegaron sobre el poeta fueron a través de las crónicas de tu padre en La Patria. Comencé a interesarme en su obra y en su vida cuando fui avanzando en la lectura de sus poemas.

Hasta que un día me sentí fascinado con su extraña personalidad. Y me acerqué a él. El resultado es el libro en buena hora acogido por el Instituto Caro y Cuervo. Ya remití un ejemplar a Diana, otra ferviente admiradora  de esta vida desconcertante.

Mil gracias por el último libro de Adel, que me enviaste con Josué López Jaramillo. Conozco la mayoría de esos trabajos, pero volver a leerlos en esta linda edición será un inmenso placer. Releer trozos favoritos es como airear el alma.

Espero conocer la novela inédita Allá en el Golfo. La obra significa una primicia literaria. Sé que Hernando García Mejía, gran conocedor de la obra de tu padre, va a participar en una mesa redonda el 30 de este mes, o sea en el lanzamiento del libro.

Me has proporcionado una gran alegría espiritual con tus palabras de estímulo, que he hecho conocer de varios amigos, entre ellos de Otto.

Un efusivo abrazo, querida Gloria.

Gustavo Páez Escobar

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BEATRIZ SEGURA DE MARTÍNEZ DE HOYOS
(ALICIA CARO)

Nació en Bogotá el 18 de febrero de 1930. Las primeras letras las aprendió en Duitama, en el Colegio de la Presentación. En 1937 viajó a Méjico con su madre, la poetisa Laura Victoria, país donde se radicó para el resto de la vida. Matriculada en una academia de arte dramático, Miguel Zacarías solicitó la presencia de las mejores alumnas para someterlas a un examen ante las cámaras, y ella salió elegida para el papel estelar que el productor buscaba para la película La vorágine. Desde entonces tomó vuelo el nombre de Alicia Caro, hasta el punto de sustituir el suyo propio en la vida civil.

En 1956, en uno de sus viajes a Colombia, se casó con el poeta Fernando Arbeláez, que desempeñaba el cargo de primer secretario de la embajada colombiana en Suecia. Se separaron un año después. Su aparición en el cine despertó inmediato interés en el público. A partir de 1947 protagonizó 36 películas al lado de los actores más brillantes de la época. También se ha desempeñado en obras de teatro. En 1971 figuró en María junto con Taryn Power, hija de Tayron Power. Alicia Caro y Sofía Álvarez han sido las únicas colombianas que conquistaron laureles en el cine mejicano.

En 1965 se casó con el popular actor Jorge Martínez de Hoyos. Gabriel García Márquez fue padrino de la boda. La nueva unión cumplió un itinerario venturoso de 32 años, hasta la muerte de Martínez de Hoyos en 1997, luego de su papel en la película Edipo alcalde, obra de García Márquez que se rodó en Colombia.

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Bogotá, 5 de septiembre de 1995

Señora Beatriz Segura de Martínez de Hoyos
Méjico, D. F.

Mi querida Beatriz:

Hallándome con Astrid en Manizales me enteré por el diario La Patria de la muerte de Fernando Arbeláez, y me acordé de ti.

Sé que tu matrimonio con el poeta fue un fracaso. De todas maneras quiero hacerte llegar los recortes adjuntos donde se registra su muerte y se exalta su gran valía intelectual.

Hoy hablé por teléfono con Laura Victoria, como ella te lo comentaría. Por su tono de voz me di cuenta de que se halla decaída, según lo he sabido por Diana. Esta noticia me preocupa en grado sumo. Por favor, cuéntame en detalle cuál es su estado de salud. Presiento que la noticia no es buena. Por eso me apresuro a escribirte para que me des mayores informes.

Por la correspondencia que mantengo con tu ilustre madre vives enterada de las novedades de esta casa. Aquí todos los recordamos con cariño. Un gran saludo a Jorge.

Y para ti, un fuerte abrazo en unión de Astrid y los hijos,

Gustavo Páez Escobar

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México, D. F., 18 de septiembre de 1995

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

El haber hablado contigo fue importante para mí, porque me respon­diste en forma cordial, como siempre, sin resentimiento por mi largo silencio.

Paso a contarte la gravedad de mamá, que me ha hecho pasar días y noches muy amargos; y al tiempo que ella ha empezado a recuperarse, también yo. En los primeros días de agosto se le ordenó un tratamiento y se le retiró el 50% de tanta medicina que tomaba, pero al principio respondió mal al tratamiento y estuvo muy delicada, al grado que desde entonces le puse enfermeras con turnos de 24 horas. El doctor, que es un geriatra prestigioso, le ha ido adaptando el tratamiento y a Dios gracias mamá está, ahora sí, respondiendo bien.

Total, la razón de su agravamiento fue exceso de medicamentos. Así está la situación, Gustavo. Aparte de eso, el tiempo avanza inexorable y mamá cada día está más imposibilitada para moverse y casi no puede hacerlo sin ayuda. Sólo su fe en Dios y su fuerza de carácter la sostienen en esta vida tan limitada que lleva, ella que ha sido en cierto modo la independencia y la libertad misma. A veces he pensado que mamá va resbalando hacia un abismo, y yo en mi afán de detenerla voy resbalando con ella…

Ahora algo importante desde que leí tu libro sobre Germán Pardo García, Biografía de una angustia, quería hacer: felicitarte con el corazón por la obra, porque es un libro valioso, sólido desde todo punto de vista. La forma en que lo estructuraste me pareció magnífica porque los hechos, la correspondencia entre Germán y tú, sus poemas que escogiste precisos para momentos o etapas cruciales de su vida, y la angustia, siempre presente, siempre ahondando los acontecimientos, van dándole a tu obra profundo interés y atractivo.

De ti, de tu casa, de tu familia, por mamá me entero y me intereso siempre a pesar de que no te haya escrito. Cuando supe que habías vendido tu casa y se habían pasado a un cómodo apartamento, me alegré por ustedes, pues seguramente salieron ganando y estarán más contentos. Yo sentí cierta nostalgia por la casa, que gracias a ti, a Astrid y tus hijos la viví y la disfruté con mamá, y siempre es un hermoso recuerdo, y también nos despierta un agradecimiento

Ayer recibí tu carta con los recortes del poeta Fernando Arbeláez en su muerte. Cuando recibí tu carta vi el paso del tiempo, el tiempo que casi no reconocí en la fotografía de la página que le dedican. Un tiempo que irrumpió en mi memoria y que después volvió a quedar sepultado, como su cuerpo ahora. ¡Que descanse en paz, Fernando!

Jorge te envía un saludo muy afectuoso. Viajará el mes próximo a Colombia para trabajar en la importante producción Edipo alcalde, de García Márquez. Pronto te contaré detalles.

Un abrazo muy largo para ti, Astrid y tus hijos, de

Beatriz Segura de Martínez de Hoyos

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Bogotá, 26 de febrero de 1996

Señora Beatriz Segura de Martínez de Hoyos
Méjico, D. F.

Recordada Beatriz:

Muy gratas tus letras del 24 de enero, que contesto con un fuerte abrazo para ti y para Jorge.

A Laura Victoria le escribí conjuntamente con la carta tuya y no he recibido respuesta. Hoy encuentro a tu madre más lenta para la correspondencia. No es raro –como ha sucedido varias veces– que al cabo de los días me escriba reclamándome cartas que ya le han llegado y ha olvidado… Háblame de ella y de su estado de salud.

Gustavo Enrique obtuvo el 23 de este mes el título de administrador de empresas. Con ese motivo le hicimos una animada fiesta en nuestro apartamento. Estamos muy contentos y orgullosos con el éxito del hijo que toma su propio vuelo con el bagaje del saber y la virtud. Y nos sentimos realizados al coronar, en esta última escala de la educación de los hijos, nuestra misión de maestros.

He leído con inmenso placer y admiración los trabajos de tu autoría que me haces llegar. Aunque siempre has demostrado mucho garbo en tus ideas y tu manera de ser, he quedado sorprendido con el vuelo poético que tienen tus escritos. Has mantenido oculto el talento y la sensibilidad de tu alma romántica, y ahora, al salir a flote tu fibra de escritora inédita, es como develar un secreto guardado con especial celo. La influencia de tu madre, que te bañó en poesía desde los primeros minutos de tu vida, aflora con destellos prodigiosos.

Te felicito muy de veras por esas hermosas expresiones que ponen de presente un cuidadoso esmero del arte de escribir. No sólo explayas hondos sentimientos, sino que sabes transmitirlos. Lo haces con ritmo y belleza. Si me permites yo les buscaría espacio en alguna revista literaria a tus prosas poéticas. Aparecerían, si te parece, con tu famoso nombre de actriz: Alicia Caro. Cuéntame cuáles fueron tus años de mayor figuración en el cine, cuántas películas hiciste y cuáles fueron tus compañeros más célebres de actuación.

Con Astrid y los hijos van cordiales abrazos de amistad y afecto para ti,  Jorge y Laura Victoria,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, D. F., mayo 6 de 1996

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

Esta que debería ser una carta gozosa por tu elogio y felicitación a mis escritos, no lo es. Al contrario, es una carta profunda­mente triste por lo que te contaré más adelante.

Primero quiero acompañarlos a ti y a Astrid en su contento y orgullo de haberle dado la carrera de administrador de empresas a Gustavo Enrique, carrera que él realizó con éxito. Efectivamente, deben ustedes sentirse felices de haber cumplido la misión de la educación de los hijos que ahora son competentes profesionales. Un abrazo de felicitación a Gustavo Enrique.
No sé si recuerdas o supiste de la tos que le empezó a Jorge (1) dos días antes de regresar a México y que supusimos simple bronquitis o gripa. Aquí, en vista de que ni con el antibiótico se la quitaba, fuimos a donde un  neumólogo que después de radiografías, tomografía, broncoscopia y hasta punción, aparte de pruebas de laboratorio, diagnosticó: «Cáncer pulmonar, un tumor en el pulmón izquierdo, no operable en su caso».

Unas pocas palabras que marcaron nuestras vidas e iniciaron un camino de sufrimiento. Unas pocas palabras que produjeron un dolor que penetró muy hondo. Vi en los ojos de Jorge asombro y dolor al mismo tiempo, y casi de inmediato trató de controlarse, lo que logró mientras el doctor seguía hablando. Yo ni sé, porque en esos momentos estaba profundamente con él y en él…

Todavía no acabo de procesar y digerir este hecho, y no sé si pueda hacerlo algún día. Jorge ha enfrentado todo esto con mucho valor y fuerza moral, a Dios gracias, pues sé que esta actitud es básica para el caso. Lo que te estoy contando fue el 22 de febrero, y de allí el siguiente paso fue iniciar el tratamiento de quimioterapia –un tratamiento muy cruel–. Ya va en el tercero y parece que van a ser seis.

Lo internan en el hospital por dos días cada vez para aplicárselo, y antes y después pruebas de laboratorio y rayos x, aparte de la consulta médica. Está en las mejores manos, lo mejor de México, se podría decir. Naturalmente tuvo que cancelar dos invitaciones importantes para él y que lo ilusionaban:   Festival de Cartagena como jurado y aquí la de la Muestra Internacional de Cine de Guadalajara.

Me preguntas por mamá. También por ella la preocupación es constante. Afortunadamente su salud sigue estable, pero está perdiendo vista y oído, su mente se vuelve lenta. La vida es movimiento y mamá casi no quiere ya moverse.

Lo de Jorge me invadió y no volví a pensar en nada que no fuera él: acompañarlo, entenderlo… Pienso que este hecho te causará impresión y un poco de pena por nosotros que apenas hace unos meses estábamos tan contentos con ustedes en Bogotá disfrutando de sus atenciones.

Vuelvo al comienzo de esta carta para decirte que el que a ti te hayan gustado y parecido buenos mis escritos es mi mejor y más grande elogio, lo demás importa poco; aunque claro que me emocionaría ver publicado algo escrito por mí. Es algo que nunca imaginé. Siempre, ¡gracias!

De lo que me preguntas sobre mi carrera te diré que hice treinta y tantas películas en papeles estelares con compañeros como Pedro Armendáriz, Armando Calvo, Luis Sandrini, Fernando Soler, etc. Tuve de directores a Luis Buñuel, Emilio Fernández, Miguel Zacarías, entre otros, y los años más importantes de esa carrera fueron más o menos de 1949 a 1960.

Por hoy, Gustavo, me despido enviando de parte de Jorge y mía un cariñoso recuerdo para Astrid, Liliana y Gustavo Enrique. Yo los abrazo a ti y cada uno con mucho afecto:

Beatriz Segura de Martínez de Hoyos

P. D. – Se me olvidaba decirte que mamá afortunadamente no acaba de darse cuenta cabal de lo que le pasa a Jorge y yo he ayudado a eso pues lo prefiero así. Espero que mi próxima carta sea menos triste.

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Bogotá, 17 de mayo de 1996

Señora Beatriz Segura de Martínez de Hoyos
Méjico, D. F.

Querida Beatriz:

¡Qué dolorosa noticia la que trae tu carta sobre la salud de Jorge! Nos has dejado muy preocupados. Pero confiamos en que el caso tenga solución. Dios, que es el supremo dispensador de todos los remedios, curará a tu esposo. Eres muy creyente y positiva: ¡triunfarás!

Cuéntame qué dicen los médicos. Hoy la ciencia está muy avanzada. El especialista que atiende a Jorge es un gran facultativo, razón de más para confiar en el éxito del tratamiento. Por favor, no demores la respuesta. Y dile a Jorge que estamos con él, de corazón, desde luego intranquilos, pero confiados en que todo salga bien.

Por otra parte, la salud de Laura Victoria, aunque estable, muestra signos de lento deterioro. Sé cuánto sufre ella y cuánto sufres tú. Eres una heroína del dolor. No ha sido fácil tu vida, pero tu conducta ha sido ejemplar y admirable. Los méritos que has acumulado ya te hicieron ganar el paraíso de los justos.

Esta carta lleva nuestra más honda solidaridad con todos ustedes. El cariño que les profesamos es nuestro mejor acto de presencia en sus infortunios.

Los pensamos y abrazamos con permanente afecto,

Gustavo Páez Escobar

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México, D. F., 26 de agosto de 1997

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

No sé cómo empezar esta carta que hace tiempo he deseado escribirte; en todo caso quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento, a ti, a Astrid y a tus hijos, por la tarjeta de pésame por el fallecimiento de Jorge.

¡Gracias con el corazón por tus palabras exactas y verdaderas! Sé, como me dices, que han estado cerca de mí en esta tragedia que es para mí su muerte. Porque, además, con ustedes compartimos nuestros felices días en Bogotá donde aún no presentíamos la sombra que ya estaba sobre nosotros.

Las cosas estuvieron muy duras para Jorge y para mí. Mi sueño, antes tan tranquilo, se acabó. Hubo necesidad de hacerle cuatro transfusiones en los últimos cinco meses, pues esos medicamentos son tan agresivos que barren con los glóbulos rojos, blancos y plaquetas. ¡Ay, Gustavo, cuánto dolor y cuánto sufrimiento tuvo que soportar Jorge, y yo con él, pues su dolor fue el mío. No puedo comprender por qué y en qué momento nuestro destino se torció en forma tan grotesca. Su enfermedad nos envolvió, nos atrapó como un remolino del que ya no había salida, y a él lo mató.

Muero un poco cada día. Y después de todos los oficios de la muerte, mi regreso a casa… viviendo rodeada de todas sus cosas. Nuestra casa aún está respirando su presencia, aún está tibia de su vida… y yo aquí sola, viviendo su muerte, porque no puedo todavía concebir mi vida sin la suya.

Un sicoanalista italiano, creo que se apellida Caruso, dice que la muerte de la pareja es como una mutilación del yo. Así me siento: mutilada y dividida. Todo está como él lo dejó: como si pudiera volver en cualquier momento…

Contemplo todo lo suyo; en su archivero, en sus espacios personales me encuentro su vida, sus proyectos, sus ilusiones; su brillante y sólida carrera artística; catorce premios de los más importantes y significativos de cine, teatro y televisión; su nombramiento como miembro honorario de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, diplomas, toda clase de distinciones como uno de los más destacados actores de México. Los derechos comprados y vencidos sobre una obra inglesa que ya no pudo montar, contratos pasados y actuales, magníficas fotografías que llenan los ojos de lágrimas…

Todo, todo eso cortado en un instante de un solo tajo, todo detenido, suspendido en el aire en el instante que dejó de respirar frente a mí, todo eso que pesa como una lápida sobre mi corazón…

No me he hundido porque un amanecer la desesperación y el dolor me llevaron a la iglesia, desde entonces hace cerca de dos meses oigo misa y comulgo casi a diario. Mi fe en Cristo me ha sostenido. Mi  mamá y mis hermanos han sido mi mayor consuelo y me han ayudado y apoyado en lo que han podido, con el mayor cariño.

Mamá, que casi no se puede mover, no quiso venirse aquí conmigo porque quiere estar en su apartamento, rodeada de sus cosas, y lo entiendo.

Por hoy termino esta carta que hace tiempo te debía, pero hasta ahora he podido dar el paso más importante que es: salir de mi parálisis y poder sentarme a la computadora a escribir.

He dejado para el final otra pena muy honda y es el hecho de que Mario está muy grave, y a mamá se lo hemos ocultado por deseo de él: un cáncer de la próstata ya hizo metástasis en los huesos. El dolor sólo lo soporta con morfina. Me aterra ver que está siguiendo el camino de Jorge.

Por primera vez escribió y editó una novela admirable; creo que ya te la mandó. Anhelo que la leas, te guste y le encuentres valores, que los tiene, y además se lo hagas saber. Para Mario sería muy importante y satisfactorio tu reconocimiento.

Mamá ya te escribió con mi ayuda a la máquina; cada día pierde más la vista y el oído, eso aparte de una coordinación muy lenta a ratos, pero a Dios gracias lúcida.

Quiero que en unión de Astrid, Fabiola, Liliana y Gustavo Enrique recibas mi profundo afecto y un largo abrazo:

Beatriz Segura de Martínez de Hoyos

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Bogotá, 18 de septiembre de 1997

Señora Beatriz Segura de Martínez de Hoyos
Ciudad de Méjico

Querida Beatriz:

Tu carta me produjo un desgarrón sentimental. La leímos en familia y quedamos conmovidos. Tu dolor es dantesco. Hoy tu vida, que era tan venturosa al lado de Jorge, se mueve en tremenda soledad. Estas sorpresas del destino no se entienden. Sin embargo, hay que aceptarlas. Debes ser fuerte para continuar adelante. ¡Debes vivir! Vivir es una obligación.

Tu formación religiosa, fortalecida ahora, como me lo cuentas, con la misa y la comunión frecuentes, te ayudará a llenar tu mundo de amargura. Ahora, más que nunca, debes dirigir la mirada a Dios. Cuando más se necesita de Dios es cuando estamos más desamparados. Y debes reír. El mundo interior hay que llenarlo de risas. Y que no sean risas tristes. Los recuerdos de tu vida de triunfos, cuando eras famosa en los escenarios del cine, y de tu vida de amor con tu inmejorable compañero, serán hoy los mejores alicientes para derrotar los infortunios.

Jorge murió en tus brazos, y este sólo recuerdo te dará regocijo. Tu amor llegó hasta el instante doloroso de la muerte. Y como el amor verdadero nunca muere, lo sigues queriendo más allá de la tumba. Este amor sublime te va a ayudar a vivir.

Como le cuento a Laura Victoria, y también a Diana, (1) a tu querida mamá se le rendirá hacia el mes de diciembre un homenaje por la televisión colombiana. No te amplío más detalles, pues la noticia la verás en carta de esta misma fecha, que tú misma le leerás a Laura Victoria.

A Mario le escribí estimulándolo por su novela. Fue una grata sorpresa saber que también es escritor. Cuánto siento el grave estado de su salud.

Con Astrid y los hijos te enviamos cariñosos abrazos,

Gustavo Páez Escobar

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(1) Diana López de Zumaya.

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México, D. F., julio 27 de 1998

Señor Gustavo Páez Escobar
Bogotá

Gustavo:

Acabo de organizar el material sobre mamá para ti, que me ha costado paciencia y trabajo. Aún vivo muy alterada y no encuentro mi paz interior; mamá me mantiene en constante preocupación y cada día me absorbe más. En las noches, cuando regreso de acompañarla, llego a mi casa con tanta fatiga nerviosa que ya no puedo hacer nada, como no sea merendar y descansar. El verla tan disminuida, tan limitada y sin esperanza de recuperación me angustia

Hace mucho tiempo he deseado escribirte pero tuve una depresión severa al acercarse el aniversario de Jorge, que el 5 de mayo cumplió un año de haberse ido para siempre llevándose con él todo significado de mi vida.

El organizar su misa en la iglesia donde reposan sus cenizas, llamar a familiares y amigos y hacer la esquela para la prensa fue casi insoportable para mí. Casi al mes, otra misa aquí en mi casa, porque el sacerdote que nos casó por lo católico justamente aquí, me la ofreció con generosidad, y resultó muy conmovedora ya que pronunció hermosas palabras llenas de afecto.

Tu artículo de El Espectador sobre el ingreso de mamá a la Academia me emocionó mucho, así como lo que escribiste para El Tiempo. Quiero que sepas que mi agradecimiento es muy grande y superior a lo que puedo expresarte con palabras.

Por hoy me despido para llegar a tiempo de poder mandarte este material sobre mamá, (1) que espero te parezca bien, pues he tratado de hacer lo mejor para que así sea

Con Astrid, Fabiola, Liliana y Gustavo Enrique recibe cariño y recuerdos de:

Beatriz Segura de Martínez de Hoyos

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(1) Por aquellos días reunía yo trabajo para escribir la biografía de Laura Victoria, que se publicaría en diciembre del 2003 con el título Laura Victoria, sensual y mística.

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Bogotá, 6 de diciembre de 1998

Señora Beatriz Segura de Martínez de Hoyos
Bogotá

Querida Beatriz:

Pocos días antes de nuestro viaje a Europa recibí tu última carta, y desde España le recomendé a un mejicano compañero de excursión que te llamara y te diera un saludo.

Cuánta tristeza me han producido las noticias sobre tu estado de ánimo y sobre tu desapego de la vida por la ausencia de tu querido esposo. Sobre él acabo de leer en la última edición del Almanaque Mundial la siguiente anotación que te ha de causar regocijo:

«Jorge Martínez de Hoyos, actor mejicano. Destacado actor del cine de propuesta iniciado en los años 60 tras la Época de Oro. Su trabajo trascendió a nivel internacional, y fue dirigido por maestros del cine como Luis Buñuel y Richard Books (muerto 7 mayo 1997)».

Sé que estás luchando por superar tu aflicción. Vivir de su recuerdo, con orgullo y alegría, debe ser tu meta. Sé lo duros que han de ser tus días en medio de esa agobiante soledad que me cuentas, pero con fuerza de voluntad lograrás superar la pena.

Te envío copia de una carta que tiene que ver con la obra de Laura Victoria. En enero iniciaré la escritura del libro. Mándame cuanto dato nuevo se te ocurra, y no olvides narrarme tu vida. En mi libro ocupará un sitio tu carrera de actriz.

La experiencia de nuestro viaje por diez países de Europa será inolvidable. El alma ha llegado plena de emociones y embelesos. Parece como una cinta que se hubiera quedado grabada en la mente, y que no cesa de girar sobre las geografías encantadas del Viejo Mundo.

Gustavo Enrique lleva tres meses en Vancouver, Canadá, estudiando inglés. Para allá va Liliana a acompañarlo en Navidad. Navidad que te deseamos pases en completo sosiego al lado de Laura Victoria. Y que el año próximo te traiga salud, dicha y mucha tranquilidad espiritual.

Efusivo abrazo,

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Beatriz Segura de Martínez de Hoyos 2001-2010

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ROBERTO PINZÓN GALINDO

Profesional del sector editorial, desempeña con rigor y erudición el oficio de corrector de estilo. Como asesor en la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo tuvo ocasión de conocer los originales de Biografía de una angustia, lo que le dio pie, animado por su admiración hacia Germán Pardo García, para enviar la siguiente carta al autor de la obra. Se trata, por otra parte, de un poeta inédito, gran lector y penetrante buceador de libros, de autores y de hechos literarios.

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Yerbabuena, abril 3, 1995

Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo

Señor Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Admirado señor:

Me permitiré, ante todo, presentarme a su persona. Mi nombre es Roberto Pinzón Galindo y trabajo como corrector en la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo; tuve el honor de trabajar su excelente libro Biografía de una angustia desde la revisión del original (entre los más pulcros y legítimamente profesionales que hayan pasado por mi humilde escritorio), prosiguiendo con las sucesivas pruebas que se van elaborando en el curso del proceso para garantizar la impecabilidad de la misma, hasta llegar –por decirlo así– hasta el colofón del libro.

Debo confesarle que, poco tiempo antes de que su especioso original llegara a mis manos, me había yo aproximado, de una manera instintiva –para no decir “casual»– a la portentosa poesía de Germán Pardo García, quien para entonces ya figuraba en mi «panteón» como una presencia de irradiación tutelar. Pero, al recorrer la Biografía escrita por usted, pude llegar a conocer íntimamente el alma de precipicio del poeta, con lo que mi admiración por él y mi comprensión de su obra alcanzaron un nuevo nivel, más profundo y entrañable. Además, el hecho de encontrar, en una persona de sus luces, una apreciación del vate semejante a la mía me produjo esa grata sensación de compartir con alguien un misterio, una devoción.

Yo amo la poesía y la he venido cultivando desde muy joven, y considero,  al autoescudriñarme, que la literatura es mi vocación y mi sino; de igual manera soy consciente de la férrea disciplina y la tenacidad inquebrantable que tal oficio exige para rendir sus secretos y desmadejar sus laberintos.

Por estoy –o creo estarlo– en condiciones de reconocer un libro medular cuando lo leo, y eso es lo que me sucedió al internarme en las páginas de la Biografía. Su estilo ajustado y eficaz, su sabia estructuración, la amenidad, la densidad y la sinceridad de su contenido, y muchos otros de sus ingredientes, me conmovieron hondamente y me otorgaron conocimiento y placer. Gracias, señor Páez.

Ahora resulta que, por conducto del señor José Néstor Valencia, (1) amigo mío a quien usted tuvo la gentileza de enviársela, he tenido la emoción de vivir su apocalíptica novela Ventisca, cuyo electrizante argumento me devoró en pocas horas, dejándome sacudido, purgado –en un sentido aristotélico– y aniquilado por esa naturaleza vengadora y fatídica que termina por obliterar a La Serranía.

Asimismo, me pareció detectar, en el tono espiritual de la novela, ráfagas de tempestuosidad pardogarciana, con sus vértigos y desolaciones de inmenso páramo; de lo cual pude concluir que su afinidad, señor Páez, con el poeta de la brizna y el cosmos trasciende lo meramente objetivo para llegar a posarse en las genuinas inextricabilidades del corazón.

Habiendo cumplimentado el objetivo de esta misiva, que no era otro que manifestar a usted mi respeto y gratitud, sólo me resta hacer votos por que algún día surja la ocasión de departir personalmente con usted e intercambiar pareceres y –¿por qué no?– incluso textos, y suscribirme como su atento y seguro servidor, cordialmente,

Roberto Pinzón Galindo

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(1) José Néstor Valencia Zuluaga. Lingüista del Instituto Caro y Cuervo. Exsacerdote. Dejó los hábitos y se casó. Me hizo conocer un gran cuento de su autoría: “Yo confesor me confieso”.

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SENTIMIENTO

Para el señor Gustavo Páez Escobar,
con el atrevimiento de mi admiración y gratitud.
Roberto Pinzón-Galindo, IV/3/95

I
Para que pueda yo ahora decir lo que siento,
¡sopla, viento!

Sopa a través de mí, ya que soy una flauta,
hecha de carne y hueso de astronauta.

¡Sopla a través de mí, y haz un solo de poeta
y de hombre, soplador extraordinario!
(Has de saber que, si soy un desertor de calendarios,
fue por ser tu trompeta).

Por lo tanto, ¡sopla y sopla,
huracán de lo inhumano!
Mi palabra, yo no sé si a ti se acopla,
mas es mi  tesitura, pulmón extraordinario,
mi tesitura de instrumento humano:
¡sopla, sopla, sopla, sopla!

Para que pueda yo ahora decir lo que siento,
¡sopla, viento, tu apasionado instrumento de viento!

II
¡Qué sordomudo fuera,
si yo no existiera,
tu estrépito en bruto!

Tu rimbombo impoluto,
tu desbocado ruido,
¿serían acaso música?, ¿serían voz o sonido?

Pero yo soy  tu flauta
(otro modo de ser astronauta).
Pero yo soy tu trompeta
(único modo de ser un poeta).

Por lo tanto, ¡sopla, viento! ¡Sopla, universo sin fondo!
De lo demás, yo respondo,
mientras pueda.
¡Sopla, viento de lo hondo
y de lo negro!
Yo en tus manos y en tus labios me escondo:
yo me integro
a tu fanfarria retumbante y a tu tonada queda.
(Nada queda…)

¡Sopla, viento, mi humana polvareda!

Roberto Pinzón-Galindo

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Bogotá, 9 de abril de 1995

Señor Roberto Pinzón Galindo
Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo
Yerbabuena

Apreciado amigo:

Las palabras gratísimas con que se refiere a mi libro sobre Germán Pardo García, consignadas en su carta del 3 de este mes, me halagan y me honran sobremanera. Su función de corrector del Instituto Caro y Cuervo le ha permitido adentrarse en el alma de los libros, y esto significa una amena fórmula para pesquisar estilos y descubrir horizontes literarios en medio de las fatigas de su oficio.

Trabajador de las letras ajenas, también es usted autor de poemas silenciosos, sin duda elaborados con paciente delectación, como éste que me hace llegar: Sentimiento. En él he hallado un tono musical de íntimas resonancias espirituales como para que el alma se embriague con el eco del viento y los arpegios de la naturaleza. Siga cultivando su inspiración, que esta muestra revela que usted es poeta y no un simple versificador.

Me parece acertado el símil que establece en Ventisca con el ambiente pardogarciano del páramo y la soledad. En el alma de los escritores subyacen identidades secretas con otros autores y lo que ellos proclaman y representan, que nos hermanan en los mismos temas y los mismos ideales, angustias y esperanzas.

Mi novela, que es un grito desolado de la conciencia, posee también el influjo de Juan Rulfo, cuyo Pedro Páramo es una de las obras que más me han impresionado. Es usted un lector reflexivo.

Adjunto le remito, con mi palabra agradecida por su amable carta y sus apuntes agudos, uno de mis libros.

Con un cordial saludo,

Gustavo Páez Escobar

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AÍDA JARAMILLO ISAZA

A la muerte de su padre, el poeta Juan Bautista Jaramillo Meza, su hija Aída pasó a dirigir la revista Manizales. La otra directora, en asocio de Juan Bautista, había sido la poetisa Blanca Isaza de Jaramillo Meza, su esposa,  que había muerto antes que él. A Aída Jaramillo Isaza no se le conocían aptitudes de escritora, y en forma inesperada se produjo una revelación al asumir la posición que sus padres habían dejado vacante. Ya al frente de la revista, comenzó a escribir editoriales de gran altura y tuvo la valentía y el tino de sostenerla por espacio de 26 años más, hasta diciembre de 2004, cuando se vio precisada a clausurarla por falta de apoyo económico de sus paisanos. Aída había sido monja, y sin duda este hecho le dejó la formación de que hizo gala en su cometido periodístico.

Esta revista, de eminente espíritu cultural y que gozó de amplio prestigio a lo largo de los años, fue creada en 1940 por el par de poetas antioqueños, que se habían radicado en Manizales, y allí se casaron en 1916. En 1951 fueron coronados poetas. Manizales cumplió una labor continua de 64 años, hasta llegar al número 733, del citado mes de diciembre de 2004. Su existencia es de las más largas que hayan ocurrido en el país en este tipo de empresas. Aída, con lujo de competencia, se consagró como digna sucesora de sus padres.

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Manizales, abril 19 de 1996

Señor Gustavo Páez Escobar
Santafé de Bogotá

Ilustre y querido amigo:

Gracias, de todo corazón, por el gentil obsequio de los libros Biografía de una angustia y Herencia de recuerdos y llanuras.

Tu libro sobre Pardo García es una verdadera maravilla; es el homenaje más emocionado y emocionante que pudiera rendírsele a ese gran hombre singular que vivió el dolor humano en todas sus dimensiones y supo, a través de ese dolor, entender al hombre y a Dios.

¿Felicitarte? Muy poco una felicitación. Has hecho un trabajo espléndido y en ello mismo encontrarás tu mejor recompensa. Además esta obra es, de principio a fin, un bello testimonio de tu amistad generosa y fidelísima, esa misma amistad que debió llevar, en muchas ocasiones, al alma de Germán Pardo García, el cálido y fuerte apoyo del afecto sincero.

Y por ello mereces, más que una felicitación, un agradecimiento profundo; en ti estábamos todos los que admiramos y queremos a Pardo García; nos representaste maravillosamente. Gracias, noble y querido amigo.

El homenaje que tú y tus hermanos hacen a la memoria de tu querido padre, me ha parecido también bellísimo; deduzco, al leer sus versos y prosas, que tu padre fue un hombre muy alegre, jovial, enamorado de la Belleza y de las «bellas»…, en fin, una persona muy querida cuyo recuerdo perdura para siempre en cada uno de ustedes.

Con la renovada expresión de mi gratitud por todas tus gentilezas va también un saludo muy afectuoso para ti y todos los tuyos.

Aída Jaramillo Isaza

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Bogotá, 12 de febrero de 1998

Señorita Aída Jaramillo Isaza
Directora de la revista Manizales
Manizales

Noble Aída:

Este delicioso festín del espíritu que representa la última edición de Manizales, dedicada a evocar la memoria de tu ilustre progenitora en el centenario de su nacimiento, me ha producido profunda admiración.

En realidad, Blanca Isaza –lo mismo que ocurre con su afortunado confidente de todas sus horas, el también egregio poeta Juan Bautista Jaramillo–, no ha dejado de vivir un solo momento en las páginas de la revista, y en el recuerdo de la gente, desde que asumiste la dirección del legado cultural. Es digno de admiración y envidia tan entrañable afecto filial.

No es que la fama de tus padres crezca porque tú los muestres, número tras número, como paradigmas de la poesía. Ellos ya pertenecen a la inmortalidad, y han dejado obra también inmortal. Pero exaltar su mérito para que sirva de ejemplo a quienes transitan el duro camino de las letras, es empeño ennoblecedor de tu sangre.

Blanca Isaza miró al mundo, desde su primera cuna en Abejorral, con los ojos de la poesía. Respiró poesía desde el vientre materno. Estaba predestinada por los dioses del Parnaso a ser mensajera de noble destino. Todo lo entendió en razón de la belleza. Y nunca se desvió de ese camino. Cuando Javier Gutiérrez Villegas dice de ella que es la Mistral de Colombia, todo está dicho.

Me uno a las múltiples expresiones de aprecio que recibes por el memorable natalicio, y te felicito y envidio por tu capacidad de amor.

Gustavo Páez Escobar


Ver epistolario Aída Jaramillo Isaza 2001-2010

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FERNANDO SOTO APARICIO

Nació en Socha, Boyacá, el 11 de octubre de 1933, pero muy niño fue trasladado a Santa Rosa de Viterbo, donde vivió su niñez y juventud e inició su carrera literaria. Por eso, suele considerársele oriundo de esta última población. Poeta, cuentista, novelista, dramaturgo, periodista, profesor, ensayista, guionista de cine y libretista para la televisión. Uno de los escritores más prolíficos del país, cuya fama ha traspasado las fronteras patrias. En el gobierno de Belisario Betancur se desempeñó como agregado cultural de la embajada colombiana en Francia.

Tanto en su poesía como en su narrativa prevalece el amor como la fibra esencial de la vida. Alrededor del hombre gira toda su producción. En sus novelas, sobre todo, ha recreado la humanidad en múltiples facetas, y valiéndose de personajes de la vida común ha pintado la tragedia humana en medio de un ambiente de oprobios, de trabajos tiránicos, de miserias e injusticias. Esos dramas cotidianos, que el novelista sabe plasmar con realismo y lenguaje llano y poético, llevan un propósito invariable en toda su obra: la redención del hombre. Siempre el hombre. Y siempre el amor.

Libros: Diámetro del corazón, Motivos para Mariángela, Palabras a una muchacha, Oración personal a Jesucristo, Cartas a Beatriz, Los bienaventurados, La rebelión de las ratas, Mientras llueve, El espejo sombrío, Después empeza­rá la madrugada, Viaje al pasado, Viva el ejército, Viaje a la clari­dad, La siembra de Camilo, Mundo roto, Camino que anda, Solamente la vida, El inconforme, Proce­so a un ángel, Una ventana sobre el infierno, Los funerales de América, La última guerra, Quinto mandamiento, El sueño de la anaconda, Solo el silencio grita, Jazmín desnuda, Los últimos sueños, La demonia, Palabra de fuego, Lecturas para acompañar el amor, Los juegos de Merlina, Lunela, La cuerda loca, Puerto silencio, El color del viento, El corazón de la tierra, La noche del girasol, Los hijos del viento, La agonía de una flor, Alba de otoño.

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Bogotá, 12 de febrero de 1998

Escritor Fernando Soto Aparicio
La Ciudad

Apreciado Fernando:

Leí en estos días, con absoluto placer, luego de 16 años de estar en mi biblioteca, tu vieja novela Viaje al pasado. La había comprado en Armenia antes de mi regreso a Bogotá. Ese, para satisfacción del escritor, es el noble fin de los libros: que algún día les llega el turno de ser leídos.

Siendo muy joven adquirí en Tunja mis primeros libros: Grandes novelas de la literatura universal, de la Jackson, en 32 tomos que contienen más de 60 obras famosas. Se me ha ido la vida leyendo y releyendo los clásicos allí reunidos, y si no hubiera más libros en el mundo, el tesoro de la Jackson sería suficiente.

Tu Viaje al pasado es una de esas novelas que atrapan al lector desde el comienzo y que ya no pueden dejarse hasta llegar a la última página. El sostenido interés de la historia, donde no hay nada rebuscado y todo es natural y sorpresivo, hace de la novela una aventura apasionante. La agilidad de las escenas y la sencillez del lenguaje, con el tema del amor como ingrediente palpitante, te convierten en un maestro del suspenso y la emoción.

No sé qué orden cronológico ocupa esta novela en tu producción. Por la espontaneidad que muestras creo que es de tu primera cosecha. Ella me hace recordar mis Destinos cruzados.

Quería decirte que mucho he gozado con este hallazgo. No en vano tu obra ha dormido 16 años en mis anaqueles. La complacencia es mutua: la tuya, por producir libros perdurables; y la mía, por poder disfrutarlos.

Un gran abrazo, querido Fernando.

Gustavo Páez Escobar

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FRANCELINA VILLALOBOS DE PICO

Oriunda de Choachí y gran admiradora de Germán Pardo García. Licenciada  en Filosofía y Letras de la Universidad de la Salle, título que obtuvo con la tesis titulada “Germán Pardo García: poeta del paisaje, del cosmos y de las ciencias”. Desempeñó el cargo de bibliotecóloga de la Biblioteca Nacional de Colombia.

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Santafé de Bogotá, abril 30 de 1995

Señor Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Apreciado escritor y amigo:

Reciba mi cordial saludo junto con mis mejores deseos por su bienestar y el de su familia.

Hasta hoy pude obtener la tan anhelada obra Biografía de una angustia. Cuando me disponía a salir de la Feria del Libro, llovía intensamente, razón por la cual entré a uno de los salones e inicié la lectura del cuidadoso estudio que usted ha logrado sobre el alma de uno de los más grandes poetas de América: Germán Pardo García.

Me maravillé con la lectura de ese ramillete de treinta y tres cartas ya que me identifico con usted al creer que es en el género epistolar donde el alma humana se muestra al desnudo.

Con la lectura de tan magnífica obra, admiro una vez más el sentido que para usted tiene la amistad, máxime cuando ella adquiere las dimensiones de lealtad, desinterés y trascendencia que usted prodiga a manos llenas.

Puede sentirse orgulloso de que la palabra «promesa» esté incluida en su código ético de caballero. En su carta del 16 de marzo de 1986 dice al poeta Germán Pardo García: «Busco penetrar más en algunos resquicios de su alma»; luego, en otras dos cartas promete al poeta escribir un libro en el que incluya su correspondencia, con estas palabras: «en sus cartas hay emoción, hay viva manifestación de grandeza. Algún día pienso publicarlas en un libro. Los colombianos las leerán como un mensaje grandioso».

Usted lo ha logrado, maestro Páez Escobar, con toda plenitud. El mismo poeta vislumbró lo que sería su estudio y anticipó las gracias por su trabajo: «Tiene usted una poderosa grandeza de alma para ver lo que está sumergido en mí bajo capas geológicas que acumularon sobre mi alma un derrumbe de amargura».

Fueron sus palabras llenas de infinita sabiduría las que llevaron a este otro «Pablo del Evangelio» a exclamar: «Estoy buscando el amparo de Dios y tengo necesidad de saber que existe»,  ”…si hay Dios –tiene que haberlo– Él lo trajo a usted a las puertas de mi dolor infinito…»

Como hija de Choachí le manifiesto mi más efusivo agradecimiento por todas las deferencias que ha mostrado hacia nuestro pueblo, cuna adoptiva del poeta, así como los esfuerzos que ha realizado en asocio del insigne escritor doctor Aristomeno Porras, en la dotación de la Casa de la Cultura de Choachí, haciendo posible el traslado desde México de joyas de valor sentimental incalculable, como la máquina de escribir que fue del ilustre poeta y la Cruz de Boyacá que se le otorgó durante el período presidencial del doctor Belisario Betancur.

Agradezco también las gestiones que ha adelantado en procura de nuestras justas reclamaciones para que las cenizas del poeta reposen en Choachí, recordando la dedicatoria de su libro Apolo Pankrátor: “A Sergio Espinel, hijo dilecto de Choachí, el lugar que más he amado”.

Con las palabras de nuestro querido poeta me despido deseándoles a usted y su familia: Paz y esperanza.

Francelina Villalobos de Pico

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EDUARDO SANTA

Nació en el Líbano, Tolima, el 2 de enero de 1927. Abogado, académico, cuentista, novelista, poeta, ensayista, biógrafo, historiador. Profesor emérito de la Universidad Nacional. Ha sido director de Colciencias y de la Biblioteca Nacional de Colombia. Miembro, entre otras entidades, de la Academia Colombiana de la Lengua, de la Academia Colombiana de Historia y de la Real Academia de Historia de España, presidente honorario de la Academia de Historia del Tolima.

Libros: Sonoro zarzal, La provincia perdida, Sin tierra para morir, Arrieros y fundadores, Nos duele Colombia, Rafael Uribe Uribe, Sociología política de Colombia, El girasol, El libro en Colombia, El mundo mágico del libro, El pastor y las estrellas, Los espejos del tiempo, ¿Qué pasó el 9 de abril?,  Instituciones políticas de Colombia, Barba Jacob: obra poética completa, La crisis del humanismo, Cuarto menguante, Los caballos de fuego, Recuerdos de mi aldea, La colonización antioqueña, una empresa de caminos, El general Isidro Parra, El paso de las nubes, El libro de los oficios de antaño, Las señales de Anteo, entre otros.

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Bogotá, 29 de junio del año 2000

Doctor Eduardo Santa
La Ciudad

Apreciado amigo:

La exaltación que recibe usted por parte de la Academia Colombiana de la Lengua al ascender como miembro de número refrenda su larga e intensa carrera consagrada al arte y las ideas. Ejemplar este itinerario de constante indagador de la verdad a través de los textos eruditos con que ha buceado en los temas de la Historia, y de los no menos ponderables con que se ha recreado en los mundos de la narrativa, la poesía y la fantasía.

Recuerdo con vivo placer lecturas estupendas como El pastor y las estrellas, preciosa obra maestra que enseña lecciones fundamentales de la vida, que el hombre suele olvidar; o El paso de las nubes, jardín embriagador de la más pura floración romántica; o Cuarto menguante, donde se plasma un ambiente esotérico de espiritismos y luchas religiosas; o Los caballos de fuego, breves y alucinantes cuentos sobre la violencia humana.

Es tal la variedad de géneros literarios que toca usted en su obra, que se trata, sin duda, de uno de los escritores más prolíficos, acuciosos y certeros de la cultura colombiana. Usted no se ha conformado con publicar libros y más libros, sino que sus obras han estado regidas siempre por una prosa castiza y vigorosa y por un celo estricto frente a las reglas del bien decir y el esplendente estilo.

Al compartir este justo homenaje, le envío mis cordiales parabienes,

Gustavo Páez Escobar

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Bogotá, 30 de junio del año 2000

Escritor Gustavo Páez Escobar
Ciudad

Apreciado amigo:

Quiero darle mis profundos agradecimientos por la hermosa carta que usted me ha enviado con motivo de mi reciente designación como Miembro de Número de la Academia Colombiana de la Lengua. La he recibido con verdadera emoción no solo por sus amables y generosos conceptos sobre mi obra literaria, sino por venir de una persona de sus grandes condiciones morales e intelectuales que lo han hecho acreedor del prestigio nacional que rodea su obra y su personalidad.

Sea esta la oportunidad para expresarle que he leído con mucho interés y de un solo tirón su bello libro Humo, admirable colección de cuentos muy bien escritos sobre temas de mucha actualidad y que denotan no solo las calidades propias del escritor de altos quilates sino también la admirable sensibilidad social que, de hecho, lo ponen en la trinchera de los sinceros combatientes de la dignidad del hombre y sus justos reclamos.

Lamentamos mucho que usted y su digna esposa no hubieran podido asistir al acto de mi posesión en la Academia, pero supongo que por sus múltiples ocupaciones ello no fue posible, circunstancia que entendemos plenamente, pero esperamos verlos de nuevo en próxima oportunidad, para continuar nuestro diálogo amplio y cordial que nos ha puesto en el mismo camino gratificante del mundo del arte y la cultura.

Reciban, en nombre de mi esposa y el mío propio, nuestro afectuoso reconocimiento y nuestras sinceras manifestaciones de amistad y aprecio.

Cordialmente,

Eduardo Santa

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