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Mi Día del Periodista

lunes, 7 de octubre de 2013

Gustavo Páez Escobar

En octubre de 1977, cuando trabajaba como gerente de banco en Armenia y además era columnista de El Espectador y La Patria de Manizales, me escribía doña Marlén Bruce de Benito, por encargo de don Guillermo Cano, una carta donde me indicaba los trámites que debía cumplir a fin de obtener la tarjeta de periodista, para lo que debía acreditar, de acuerdo con la ley 51 de 1975, varios años de ejercicio en la prensa.

Llené la documentación, y no volví a preguntar qué había sucedido con la tarjeta. Lo lógico era pensar que si el director de El Espectador había solicitado el documento oficial de acuerdo con las reglas fijadas, este me sería otorgado. La verdad sea dicha, nunca tuve necesidad de la tarjeta. Con ella o sin ella –y sin haber estudiado la profesión en ninguna universidad–, siempre me he creído periodista. Bueno o malo, pero periodista. Periodista y escritor.

Alguna vez me acordé del esquivo título, sobre el que no volví a recibir noticia alguna, y supuse que este no había alcanzado para mí. Nunca pensé que era yo quien debía reclamarlo. Y así pasaron largos años. Ya radicado en Bogotá, en mayo de 1994 me surgió de pronto la curiosidad por averiguar qué había sucedido con el trámite que a buen seguro había adelantado doña Marlén, la secretaria de la Dirección de El Espectador.

Dando vueltas por aquí y por allá, al fin localicé en el Ministerio de Educación el bendito documento. Este había sido autorizado en agosto de 1978. Es decir, llevaba 16 años de expedido, sin que el beneficiario lo supiera. En silencio me gradué entonces de periodista, ya con la tarjeta en mi poder y  bien guardada, para cuya reposición (dado que en el ministerio no apareció el original) tuve que adelantar nuevos trámites para rescatar mi glorioso título. Ya era periodista. ¡Periodista profesional!

Como una paradoja, años más tarde la Corte Constitucional dejó sin vigencia el Estatuto Profesional del Periodista. Es decir, ya no era válido –ni lo es hoy– el título dispuesto por la ley 51 de 1975. De esta manera, mi tarjeta de periodista perdió vigencia sin que yo nunca la hubiera utilizado. Se me convirtió, eso sí, en un bello recuerdo. En una anécdota. Y se regresó a lo obvio, a lo que siempre había regido esta materia: la capacidad del periodista no la da el título universitario ni el documento oficial. Es algo intrínseco que nace de la vocación y la formación individual de la persona. Y está ligada a la libertad de expresión.

Hoy, otro Día del Periodista, yo lo festejo a mi manera. Lo celebro haciendo una evocación de don Guillermo Cano, que creyó en mi idoneidad para el bello oficio. Con las 1.800 columnas escritas en los 41 años de ejercicio periodístico, ya pasé la prueba. Y fui periodista desde el primer artículo, escrito en 1971, porque el destino y la vocación ya estaban marcados.

En 1994, al rescatar mi tarjeta refundida en los vericuetos del Ministerio de Educación, yo le manifestaba lo siguiente (y lo ratifico ahora) a doña Ana María Busquets de Cano, la viuda de don Guillermo: “Si don Guillermo estuviera vivo, le brindaría la tarjeta. Corrijo: se la brindo hoy con cariño, ya que él fue su gestor. Y sobre todo, mi patrocinador, que me abrió las puertas del periódico y me animó a escribir”.

El Espectador, Bogotá, 9-II-2012.
Eje 21, Manizales, 10-II-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-II-2012.

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Comentarios:

Su columna deja ver la honestidad y lealtad hacia quien lo ayudó a ser un periodista de clase. Muy sentido su mensaje y una lección para muchos que jamás se le miden a hacer lo que quieren. Amparo E. López, Nueva York.

Mis congratulaciones, y  más que merecidas porque, haciendo eco de tu bella historia, tu profesión de periodista es innata, ubicándola en lo más alto del pedestal, con la independencia y pulcritud de quien hace honor y camino al andar en el ejercicio de la actividad.  Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.

Traías la materia prima en la sangre y lo que se debía hacer era muy sencillo: escribir, escribir y «coger oficio» a través de  la autoexigencia, y lo  lograste con lujo no solo en el periodismo sino como escritor, narrador, cronista, biógrafo,  cuentista. El maestro don Guillermo Cano debió tener un ojo muy agudo para elegir, entre muchos, lo mejor. Es como la poesía: no se puede ir a la universidad para graduarse de poeta, pero sí se requiere «oficio», talento, mucha lectura y necesidad absoluta de  escribir. Inés Blanco, Bogotá.

Periodismo es más que tarjeta. Los grandes periodistas de este país no salieron de la universidad, se hicieron oliendo plomo, construyendo cuartillas y recorriendo país. Bueno es recordarlo.  valcas1234 (correo a La Crónica del Quindío).

Sí, uno es lo que es, en su esencia. Excelente la anécdota. Te felicito por tu carrera como periodista y como escritor. No es fácil, ni común, desempeñar ambas actividades con propiedad, calidad humana y eficiencia.  Hoy laboran en el periodismo hablado y escrito muchos diplomados faltos de una formación integral, de  ética, etc.  Elvira Lozano Torres, Tunja.

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