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Claridad y acción

domingo, 29 de enero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Las fotografías aéreas que exhibió el presidente Pastrana la noche en que se rompieron las conversaciones con las Farc dejaron la imagen nítida del fortalecimiento de la guerrilla en la espesura de la selva. La opinión pública venía insistiendo en todos los tonos en que el sostenimiento de la zona de distensión era el camino preciso para que los revoltosos, con el pretexto de un escenario adecuado para el diálogo, fortalecieran su poder bélico.

Al final de estos tres años de conversaciones inútiles, cuando la tolerancia presidencial había resistido al máximo los desmanes y provocaciones de los interlocutores habilidosos, empeñados en sembrar el caos y derrumbar la autoridad, aparecieron en la televisión las revelaciones inequívocas sobre lo que el pueblo ya sospechaba.

El Ejército y la Fuerza Aérea fueron los encargados de captar desde el aire el testimonio incontrastable sobre el auge de la guerrilla mediante la construcción de carreteras y aeropuertos clandestinos, laboratorios de droga, campamentos de guerra y otros puntos estratégicos con que pretende montarse un monstruoso imperio selvático.

¿Por qué, si el Presidente conocía desde buen tiempo atrás este documental fotográfico, existía tanta indecisión y tanta largueza –o tanta flojera– frente al cese de los diálogos? ¿Por qué, desde meses o años atrás, no se levantó el Gobierno de la mesa de negociaciones y se evitó la prolongación de la atroz ola de violencia que desangra al país?

Para ello fue necesario que el pueblo reventara de dolor y que las fuerzas vivas de la patria, expresadas a través de los candidatos presidenciales, de los gremios de la producción y de infinidad de voces aisladas, dejaran oír el último estertor de la agonía.

El candidato que más claro y con mayor firmeza y credibilidad ha hablado al país en medio del caos imperante, con el consiguiente eco en la conciencia pública, ha sido Álvaro Uribe Vélez. Su propuesta de enfrentar al terrorismo con las armas de la autoridad y la ley, sin titubeos ni concesiones, aunque con sensatez y cabeza fría, le abrió amplio panorama político que le ha permitido ganar en corto tiempo el caudaloso plebiscito que lo convierte en la mayor opción para el gobierno próximo. A la claridad de los programas debe sumarse la contundencia de la acción, y de ello dio amplia muestra como gobernador de Antioquia.

Uribe Vélez personifica el grito de insatisfacción y esperanza que vibra hoy en todo el territorio nacional. La ciudadanía se cansó de la mano blanda y busca decisión y entereza en el trato con los terroristas. Los aleves ataques a la población civil, los secuestros permanentes, el arrasamiento de pueblos y vidas humanas, la voladura de torres de energía eléctrica, la destrucción de la riqueza nacional, la inseguridad en las carreteras, el pánico y la barbarie que se enseñorean de la vida cotidiana han hecho de Colombia un país invivible. Alguien tiene que salvarlo.

Lo más rescatable de los tres años de Pastrana perdidos en la conquista de la paz es el haber destapado los propósitos de la subversión. A la vista,  como referencia del trajinar guerrillero por el monte, está el álbum de fotografías con que se reveló el secreto que nadie ignoraba. La claridad de las fotografías, unida a la vehemencia de la alocución presidencial, llenaron   el alma de perplejidad y enojo.

Ya a nadie le cabe duda de que la intención de los guerrilleros, disfrazada con el argumento de las reivindicaciones sociales, es tomarse el poder por la vía de las armas. Objetivo imposible de alcanzar y que ha desatado la guerra abierta que viene tras el rompimiento de las conversaciones.

El país, que mira con horror la época violenta que se presiente, espera que aparezca una tabla de salvación. Por eso, por lo vivido y por lo que teme vivirse, la opinión pública busca un vigoroso cambio gubernamental frente al terrorismo declarado, para que no terminemos todos en las fauces del lobo.

El Espectador, Bogotá, 28-II-2002.

 

 

 

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