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El celular, rey de la locura

martes, 31 de octubre de 2017

Por: Gustavo Páez Escobar

Nunca se imaginó el ingeniero electrónico Martin Cooper que el teléfono móvil,   inventado por él en 1973, traería al mundo, junto con el avance portentoso de la ciencia, graves problemas para la conducta humana. Cooper hizo aquel año la primera llamada desde un teléfono celular, marca Motorola, y con ello produjo una revolución en el campo de las comunicaciones.

Se gastaron 15 años y 100 millones de dólares para el desarrollo del invento. Los primeros “ladrillos”, que pesaban alrededor de 1 kilo, costaban en el mercado 3.995 dólares (que con la conversión de nuestra moneda equivalen hoy a 12 millones de pesos).

La cibernética mueve al planeta. Resulta ingenuo ignorar el poder del computador, del celular y la tableta, de la televisión y los múltiples sistemas de enlace, de placer y utilidad prodigados por el llamado mundo virtual o digital, del que nadie puede escapar. Empresa que se atrase en sistemas está perdida. Persona que no tenga mediana noción sobre los métodos en boga está condenada al fracaso.

El auge de la conexión universal se volvió avasallante. Ya el hombre no puede prescindir del celular, y de hecho lo lleva a todas partes, cuando no es que duerme con él. Hay parejas que se comunican mejor por WhastApp, Facebook o Twitter que frente a frente. Y las hay que antes de saludarse por la mañana buscan el celular. No existe diálogo en el comedor ni en la reunión familiar, porque las llamadas lo interceptan. En promedio, se revisa el celular 110 veces al día. Esto se convirtió en manía, en dependencia, en obsesión.

En el mundo hay unos 300 millones de adictos a sus celulares. Cosa seria, ya que la adicción es trastorno delicado. Mucha gente, al no sentirse “conectada”, sufre. El invento que Cooper realizó para la comunicación produjo en la mayoría de los casos el efecto contrario: acabó con la conversación, con el reposo y la mesura. Aisló a la gente, la absorbió, la mecanizó.

Se perdió el encanto de la intimidad hogareña, del encuentro con los hijos. El celular está en todas partes, es cierto, pero anda como diablo suelto por las calles, los consultorios, las iglesias, los colegios, las salas de velación, las cárceles… Su utilización mientras se maneja, ocupado el conductor en la lectura o envío de mensajes, o en la vista del Instagram mágico, causa más accidentes y muertes que el alcohol.

¿Cuántos celulares se roban en Colombia? Según cálculo de Nancy Patricia Gutiérrez, presidenta de Asomóvil, al finalizar el año este robo llegará a 1’432.000 aparatos, la mayor cifra que se registra en los países latinoamericanos, con gran impacto sobre la economía nacional.

Hay que ponerle freno a la tecnología mal empleada. Existen campañas que buscan hacer reflexionar a la gente sobre este monstruo desbocado, mediante el uso racional de los novedosos aparatos que deslumbran y de paso destruyen la convivencia y la felicidad.

La humanidad necesita desintoxicarse de la era digital. ¡Desenchúfate!, es el aviso que exhibe un restaurante que ofrece el 10% de descuento a las personas que no usen el celular en sus comidas. Este personaje del modernismo, en buena hora ideado por Martin Cooper, y en mala hora tergiversado por la locura del hombre, constituye al mismo tiempo un progreso y un peligro. Ojalá no se olvidara esta premisa.

El Espectador, Bogotá, 27-X-2017.
Eje 21, Manizales, 27-X-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 29-X-2017.
Mirador del Suroeste, Medellín, n.° 64, febrero/2018.

Comentarios

Muchas gracias por este artículo que pude leer gracias al celular. Aparte de esta gran comodidad, el aparato en cuestión se ha convertido en un compañero inseparable pero cansón, por lo menos en mi caso, pues me ha arrebatado en parte esa deliciosa «maña» de tertuliar con mis congéneres. Bien describe la nota esta nueva adicción humana que va resultando desastrosa en sus efectos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Maravilloso comentario. Es una verdad de a puño. Ojalá lo leyera el mundo entero. Ojalá a alguien se le ocurriera inventar el antídoto a la genialidad de Martin Cooper. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.

Pertenezco a las personas que no tienen Smartphone. La verdad es que no me gusta para nada la idea de tener que consultarlo 100 veces al día. Parece que consultar correos demanda 5 minutos de atención. Entonces, el escolar que mire 6 veces el correo en una hora, aunque solo sea echándole un vistazo, gasta 30 minutos del tiempo dedicado a las tareas. Hoy, aún me encuentro frecuentemente entre comensales que miran –todos– su teléfono móvil durante la cena. Loretta van Iterson, Ámsterdam (Holanda).

Muy oportuna y urgente esta reflexión en torno al mal uso de los celulares. Es desesperante estar con alguien que constantemente revisa su correo y contesta llamadas que podría devolver más tarde. El celular mal empleado ejerce un dominio que entorpece la comunicación personal y familiar. Tengo varios amigos que ya han suspendido WhastApp. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Encontré en una agenda esta frase de Einstein: «Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas». Ligia González, Bogotá.

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