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Revista Manizales: 700 ediciones

viernes, 20 de enero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

Corría el mes de octubre de 1940 cuando apareció, fundada por la poetisa Blanca Isaza, la revista Manizales. Cerca de 60 años han corrido desde entonces, y hoy la revista llega a las 700 ediciones. En todo este tiempo sólo ha tenido una ligera interrupción en el gobierno del general Rojas Pinilla, cuando se ordenó a la Imprenta de Caldas, donde se editaba, que suspendiera su publicación.

Pocas revistas en Colombia tienen este récord de perseverancia. Quizás es la que registra el mayor tiempo de labor continua. No es fácil sostener un órgano cultural a lo largo de tantos años sin el menor desfallecimiento de su fundadora y sus continuadores, quienes, por el contrario, pusieron todo su empeño, capacidad de lucha y espíritu de abnegación para hacer posible semejante empresa.

Doña Blanca, nacida en Abejorral a finales del siglo XIX, había llegado a Manizales de tres años de edad. En esta ciudad viviría el resto de su existencia. En 1916 contrajo matrimonio con el también poeta antioqueño Juan Bautista Jaramillo Meza, nacido en Jericó, y quien, al casarse, decidió seguir viviendo en Manizales.

Lo que sigue es de todos conocido: el matrimonio alcanzó alta figuración en Manizales y en el país; cada cual escribió una obra de vasto alcance; fueron coronados poetas en 1951, y le dejaron a su ciudad adoptiva, como la mejor demostración de cariño filial, su tribuna espiritual, que puede considerarse un patrimonio de Manizales.

A la muerte de doña Blanca, en 1967, pasó a dirigirla don Juan Bautista, hasta su fallecimiento en 1978. Aquí hubiera terminado la vida de la publicación, como era lo más previsible, pero un hecho sorpresivo permitió que ésta no tuviera el menor receso. Fue así como se puso al mando de este barco de papel la hija dilecta del matrimonio, muy compenetrada con las ideas de sus padres y que poseía –en secreto– talento de escritora.

Aída Jaramillo Isaza, la portentosa revelación, lleva desde entonces 21 años dirigiendo la revista Manizales, lo cual quiere decir que ha sido la autora de más de 250 ediciones. Éste, por sí solo, es otro milagro de supervivencia.

La revista, dirigida por Aída con inteligencia y tino, ha seguido batallando contra los conocidos escollos que son comunes a todas las publicaciones periódicas. El obstáculo mayor es el económico, de tan difícil manejo. En cualquier época, la publicidad que patrocinan las empresas en los medios de comunicación se condiciona a los índices de circulación entre el grueso público, factor que no favorece a una gaceta cultural que está dirigida hacia un grupo reducido y selecto, ajeno a los afanes masivos de mercadeo, y que por lo tanto no lanza grandes tirajes.

Hoy, agobiado el país por aguda crisis económica, uno de los renglones empresariales que más se han visto afectados es el de la publicidad. Sin embargo, son muchas las empresas que mantienen en sus presupuestos renglones permanentes para estimular la cultura, conscientes de que en esa forma se contribuye al bienestar nacional.

En cuanto tiene que ver con la revista Manizales, a mí, como viejo lector de sus páginas y admirador de su calidad y del sacrificio que ha significado su subsistencia, me alegra ver la fidelidad con que varias entidades caldenses apoyan el esfuerzo colosal, ignorado por la mayoría de la gente, con que Aída hace circular cada nueva edición.

Esta abejita laboriosa del matrimonio Jaramillo Isaza no se detiene ante los obstáculos y, levantando recursos como por obra de magia, no ha permitido que la tribuna espiritual de sus padres haya interrumpido una sola entrega desde el año de 1978. Las más de 250 ediciones por ella ejecutadas no son, por cierto, el resultado de un simple milagro, sino la palmaria demostración de lo que valen la constancia, la convicción y la intrepidez de esta mujer batalladora.

Sola, con las manos vacías, pero con la mente abierta y el alma generosa, Aída le ha regalado a Manizales, y a la Colombia culta, la obra admirable de mantener una revista de alto contenido literario, la que de otro modo hubiera muerto por falta de combustible espiritual.

Si la ciudad de Manizales dejara extinguir esta atalaya, sería lo mismo que arriar una bandera, olvidándose del pasado glorioso. Puedo suponer que los manizaleños –y sobre todo las empresas representativas– incrementarán su colaboración para permitir que la veterana revista perdure por muchos años más.

La llegada al número 700 representa una proeza. Con una heroína: Aída Jaramillo Isaza. Espíritu vigilante de preservar la memoria de sus ilustres progenitores, y de paso enaltecer el nombre de Manizales como cuna de nobles tradiciones.

Revista Manizales, N° 700, septiembre de 1999.

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